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O12: Mérito no merecido

Pareja principal: Bakugo Katsuki x Midoriya Izuku

Autora: -YESYESCHAN

Día 12.

« Musa »

La vista que le regalaba aquella ventana era reconfortante. La multitud de personas que paseaban a los alrededores lo hacían con un aura tranquila y hasta él podría asegurar que feliz envolviéndolos en una burbuja ajena al resto.

Sí, definitivamente todo lo que sucedía fuera de allí era ajeno a él.

Desvió su mirada verdosa hacia el vapor fresco de su taza de café sin mera importancia de que se enfríe, y al visualizar el movimiento tranquilo de la misma solo hizo que soltara un suspiro agotado.

Izuku podía percibir las yemas de sus dedos otorgando una efímera caricia desde su lóbulo derecho hasta llegar a la nuca trazando un camino invisible entre sus hebras verdosas y cuero cabelludo, si fuese por él se dejaría llevar por ese toque todas las horas que fuera sin cansarse.

Se sentía como si se estuviese dando ánimos a sí mismo, y seguir adelante.

— ¿Necesita algo más, Izuku-kun?.— expresó una voz cantarina que denotaba amabilidad, y al levantar la vista se encontró con unos ojos café brillante que incluso le sonreía con la mirada.

— Estoy bien, muchas gracias Ochako-san.— le regreso el gesto de vuelta con mucho esfuerzo.

La castaña al verse satisfecha se retira con menú en mano para así aproximarse al cliente más cercano a su posición; dejando al peliverde nuevamente solo con sus pensamientos.

Izuku al ser un cliente habitual en aquella cafetería nada transitada era conocido por los dueños y empleados, congeniaba bien con el personal; el mejor ejemplo para definir su cercana relación amistosa puede ser Ochako Uraraka siendo esta una de las camareras del lugar y de igual forma Todoroki Shoto quien es el barista encargado de su café matutino.

Ahora el peliverde alzó un poco la taza blanca que sostenía entre sus manos para luego observar el contenido a medio terminar, la consistencia del café era clara y suave al tacto al mismo tiempo que desprendía un poco de espuma blanca la misma que anteriormente era un hermoso dibujo de un trébol de cuatro hojas. 

Luego en silencio inspeccionó el establecimiento, era una amplia sala con paredes grises sin mucha decoración que destacar, pero, debía de admitir que ese sitio transmitía ese toque hogareño y cálido que tanto lo motivaba a regresar nuevamente como un imán. Izuku sabía que si un día necesitaba algún refugio donde resguardarse, escogería sin lugar a dudas esa cafetería.

Ya sintiéndose renovado se dispuso a levantarse con taza en mano para así dirigirse a la barra a pagar su pedido de ese día.

— Midoriya cuantas veces te hemos dicho que no es necesario que traigas la taza a la barra, harás que Ochako se quede sin trabajo.— menciono una voz aterciopelada que reconoció en un instante.

— A mi no me cuesta nada Todoroki-kun.— le respondió divertido, para luego sacar algunas monedas.— Puedes quedarte con el cambio.

— Te diría que la casa invita pero sé que te negaras.

— Estas en lo correcto, hasta luego Todoroki-kun.— Izuku se despidió con una sonrisa para así retirarse y el escuchar el tintineo de la campana del local otorgándole una sensación tranquila a su ser agitado.

La brisa gélida del clima choca inevitablemente contra su rostro pecoso, y para abrigarse se acomoda nuevamente la bufanda que tanto lo caracteriza en aquellas épocas de invierno en la ciudad de Musutafu. El peliverde Agradecía haber logrado traer una vestimenta adecuada para ese día en específico porque al estar buscando desesperadamente un empleo para poder pagar la gran suma de dinero que le debe al hospital que mantienen viva a su madre lo tenía hasta el cuello.

Inko Midoriya tuvo un accidente que ya cumplió un año, y aquel desastre desencadenó un coma que por necesidad está conectada a miles de cables que logran mantener el ritmo cardíaco aún débil pero aún seguía con él de alguna forma. 

Quiere creer que su dulce y querida madre podrá despertar, solo es cuestión de tiempo. Desea poder volver a ver su linda sonrisa que siempre lo motiva, lo apoya y su única razón para seguir luchando.

Pero... Mientras algunos medios quedan descartadas con el tiempo, menos posibilidades le asegurarán que la tendrá de vuelta.

Como dicen por ahí, la esperanza es lo último que se pierde.

Izuku al querer cruzar la siguiente cuadra, se detuvo abruptamente al sentir un objeto debajo de su pie y al agacharse quedando en cuclillas pudo darse cuenta al tomarlo entre sus manos que era un pincel, uno muy usado y en la madera se apreciaba salpicaduras de pintura seca. Antes de que pudiera terminar de analizar el mismo, una sombra contraria se aproximó a su ubicación captando ahora su atención.

Los rayos del sol se colaban en su visión debido a su posición, se cubrió un poco con su mano izquierda y se levantó de inmediato al percatarse que quien tenía en frente de él era otra persona. 

— ¿Esto es tuyo?.— preguntó leyendo claramente las intenciones contrarias.

— Si.— fue directo, a pesar de que su voz denotaba advertencia, Izuku de igual forma le regaló una sonrisa pequeña.

Desvió su mirada hacia el pincel para así nuevamente levantar la mirada hacia su acompañante.— Debes de tener cuidado... Este pincel parece ser muy importante para ti.

La sonrisa de Izuku se amplió al haber visto la expresión del hombre pasar de un ceño fruncido a suavizarse, había dado en el clavo. El pecoso hizo un gesto vago como despedida y le dio la espalda al contrario sin prisas, luego de haber dado unos cuantos pasos se detuvo nuevamente.

Le regresa otra mirada al hombre cuando sintió su mirada encima suyo, y sin perder tiempo decide retomar su camino tranquilamente.

Para Izuku el transcurso del día fue relativamente normal, claro si descarta el mínimo detalle de que, lo que resta de la tarde no fue capaz de sacarse de la cabeza al dueño de dos rubíes como ojos, el mismo que se cruzó en su camino en aquella mañana de invierno.


.

.

.


Varios meses transcurrieron e Izuku comenzaba a desistir en el asunto de buscar empleo. ¿Quién dice que debía de buscarlo? Si él también puede crear uno propio, donde no tenga que depender de nadie.

Con aquel pensamiento en mente el peliverde salió de la biblioteca con un libro de administración, decidido a investigar sobre haciendas.

Su padrino, Toshinori Yagi, se había contactado con él hace algunas semanas atrás luego de varios años de haber perdido comunicación y el mismo al enterarse de la condición de su madre insistió en transferir todo el dinero necesario para pagar toda deuda que los envuelva. En un principio Izuku se negó inmediatamente al no querer ser una carga para él, pero había olvidado lo terco que era su padrino y por eso mismo fue que cedió a aceptar la cantidad necesaria.

Luego nuevamente se negó al observar la cantidad transferida a su cuenta bancaria, era demasiado a lo que habían planteado en un inicio. 

Y así, su padrino volvió a ganar la discusión haciendo que Izuku aceptara todo el dinero transferido después de darle la idea de invertir aquella cantidad en algún emprendimiento. No fue capaz de negarse ante la nueva idea, era una nueva oportunidad.

Estaba feliz.

Aquella tarde había ido a visitar a su madre quien luego de estar a nada de cumplirse dos años en coma, finalmente Inko Midoriya despertó al mismo tiempo que su padrino regresó a sus vidas e Izuku no podía sentirse mejor.

Todo marchaba bien, el pecoso agradece nunca haber perdido la esperanza y no haber caído ante la adversidad, no estuvo solo, tenía personas que le daban apoyo siendo esto muy gratificante para él.

No podía estar más agradecido del nuevo rumbo que tomó su vida.

Como tenía la tarde libre, resolvió a pasear un poco, y se fijó que en el cielo las nubes empezaron a despejarse de a poco logrando que el color azul fuese su centro de atención. Luego de concentrarse en su caminata se percató que al otro lado de la calle estaba la cafetería que hace un tiempo dejó de frecuentar y al verse en la oportunidad de ir a saludar, no dudo en entrar.

Al escuchar a la campanita del local anunciar su entrada, fue recibido por las sonrisas de los empleados, especialmente de dos personas en particular.

— ¡Izuku-kun! ¡Buenas tardes!.— saludo la castaña energética, sin soltar sus pedidos mientras atendía a los clientes.

— Buenas tardes, Ochako-san.— saludó de igual manera para así acercarse a la barra, sin querer interrumpir a la castaña de su labor.— Buenas tardes, Todoroki-kun.

— Luces contento, ¿Alguna novedad con tu nuevo proyecto?.— comentó sin dejar de servir una taza de café, y luego de haber terminado se la pasó al peliverde con una sonrisa cerrada.— Espero que sí.

— En realidad no mucha, vine a leer esto.— expresó nervioso mientras mostraba el libro entre sus manos con vergüenza, para así tomar entre sus manos la taza y probarla, no pudo evitar una sonrisa pequeña al saborearla.— Como siempre está delicioso.

Shoto correspondió el halago con una seña vaga.— No es nada.

Luego de intercambiar algunas palabras con su amigo, Izuku emprendió camino hacia una de las mesas del lugar a leerse el dichoso libro que le urgía por aprender.

Y al estar en su sitio habitual, abrió el libro con entusiasmo pero Izuku no fue capaz de concentrarse en la lectura, era aburridísimo. Sería mucho más interesante hablar con su padrino al respecto, sabía que el rubio mayor sabía la mejor manera de administrar dinero. 

Con la idea de pedirle ayuda, se levantó, se disculpó con la castaña al verla venir dispuesta a conversar y dejarle una buena propina en su mano dejándola sin habla -había creado una superstición al respecto, si daba mucho, recibiría también mucho.- para luego caminar en dirección a la puerta y, sin darle importancia al momento, escuchó una frase que cambiaría para siempre sus planes, su futuro, su hacienda, su visión, su persona independiente y su lugar en el mundo.

— Espera, mierda.

Miró sorprendido hacía a un lado, no esperaba aquel comentario tan vulgar dirigido hacia él porque aquella cafetería estaba fuera de problemas la gran mayoría de tiempo. 

Se preparaba para ignorar el comentario ofensivo, pero su curiosidad fue más fuerte e Izuku se volteo hacia la dirección de la voz. Lo que observó lo dejó desconcertado; un hombre de cabellera rubia ceniza, arrodillado en una de las esquinas del local, con varios pinceles diseminados a su lado, dibujando a un señor y sentado en una silla con un café a un costado suyo enfriándose. No se había percatado de ellos al entrar y lo que le sorprendió más es no haberse dado cuenta de que la esquina donde estaba ubicado la había convertido en su propio estudio de pintura, porque observó algunas mesas movidas hacia un lado dejando un gran espacio para esos dos.

— No te vayas. Apenas termine este retrato me gustaría pintarte a ti también.

Izuku quedó mudo, para así desviar la mirada hacia sus lados viendo si se había equivocado y al sentir la mirada fija en su persona supo que, en serio le hablaba a él.

— En realidad tengo prisa.

— Tienes luz. Joder, al menos déjame hacer un esbozo.

¿Qué era un esbozo? Y lo más importante... ¿Qué era eso de "Tener Luz"?

Estaba desubicado, más de lo que ya estaba, arqueo la ceja intrigado y cuando Izuku estaba a nada de negarse fue que el hombre extraño le regreso la mirada de reojo nuevamente, al hacerlo se percato finalmente de aquellos rubíes que desde hace meses no dejaba de pensar.

Lo reconoció al instante, ¿Cómo no hacerlo? Aquella mirada ruda y cautivadora era inolvidable.

Trago saliva y resignado, decidió regresar a su mismo sitio a esperar que terminara para poder irse y cuando se sentó inmediatamente su amiga castaña le siguió para así acercarse a él susurrando.— Es un artista muy reconocido.

No se había equivocado, era un artista y no uno cualquiera... Izuku no sabía mucho de arte ni nada por el estilo pero si es tan reconocido como decía su amiga, debió alguna vez haber escuchado de él ¿no?

— Viene aquí desde hace algunas semanas atrás y siempre trae un cliente importante. Dice que le gusta el ambiente, que lo inspira... ¿Increíble, verdad?

— Supongo.— se encogió de hombros aparentando desinterés.

Pero Izuku no podía engañar a Ochako, desde que se sentó no despegaba su mirada verdosa del pintor y luego al ver la misma desviar al hombre que estaba siendo pintado. De nuevo la castaña leyó su pensamiento.

— Es un químico que ha hecho un descubrimiento revolucionario.

— ¿Cómo sabes todo eso?.— preguntó finalmente mirándola de frente.

— Un pajarito me lo dijo.

— ¿Desde cuándo llamas a Todoroki-kun así?— Izuku nuevamente preguntó con una burla pintada en su voz.

Ochako hizo un mohín infantil haciendo que el pecoso sonriera al haber logrado su cometido, iba a añadir otra cosa más pero hubo alguien que se le adelantó.

 — Tsk. No me puedo quejar, ya puede cambiar de posición.— le dijo el pintor al químico, que pareció despertar de su sueño. Y girándose hacia Izuku, continuó sin rodeos.— Colócate en aquella esquina, la luz es perfecta.

Ochako le palmeó el hombro motivándolo a seguir las indicaciones contrario y luego, al levantarse recibió un pulgar en alto de parte de ella susurrándole unas palabras de aliento que le sacaron una pequeña sonrisa satisfactoria.

Izuku tomó sus cosas inmediatamente, su teléfono, sus libros de administración de haciendas y se dirigió al lugar indicado por el pintor donde había una mesa cerca de la ventana. Mientras tanto el rubio ceniza recogió los pinceles, el lienzo grande, una serie de pequeños frascos llenos de pinturas de distintos colores, su taza de café a medio terminar y se arrodilló a sus pies.

— Mantén la misma posición.

— E-Esta bien.

El peliverde buscaba mantenerse sereno, pero la mirada del rubio ceniza sobre él le ponía bastante nervioso e incómodo. Pasó saliva por sus labios, dudoso de cómo iniciar alguna conversación entre ambos.

— ¿Qué se-?

— Cállate.

Él dobló una parte del lienzo y preparó los pinceles. Izuku seguía sin saber muy bien qué hacer.

— Quita el puto paquete de la mesa.

— Son libros.— Izuku respondió comenzando a irritarse por la forma en que es tratado por el dichoso pintor. Pero el rubio ceniza ignorándolo tomó el paquete y lo puso en el suelo, sin ninguna consideración.

No había conseguido llegar a hablar con él. De hecho, parecía que no le recordaba en lo absoluto y no había duda... Al mirar de reojo pudo identificar el pincel que reposaba entre sus manos, era el mismo que había pisado por accidente. 

Ahora la pregunta que se hacía era; ¿Por qué existiendo tanta gente en el lugar, lo escogió precisamente a él? Izuku no se consideraba una persona linda, hasta podría decir que su aspecto y vestimenta era aceptable a comparación a cualquier celebridad, entonces... ¿Por qué un pintor tan reconocido como lo era aquel rubio ceniza lo quiso pintar?

Le daba cierta vergüenza este hecho, más aún al tener en cuenta que quizás pinte su perfil equivocado y se decepcione del resultado.

— Gira la cabeza hacia la ventana, y deja de temblar... pareces un maldito chihuahua.

— Perdón...

El rubio ceniza empezó a dibujar y, a medida que el trabajo daba forma Izuku iba perdiendo la motivación inicial y empezó a sentirse insignificante. Al entrar en la cafetería, era un hombre seguro de sí mismo, capaz de tomar decisiones difíciles, abandonando las opciones de conseguir un empleo que le otorgara un sueldo mínimo para aceptar un desafío más difícil, dirigir una hacienda donde su madre y él puedan vivir tranquilamente. Ahora, parecía haber vuelto la sensación de soledad e inseguridad ante el mundo.

Finalmente Izuku se dio cuenta de la razón de su incomodidad: por primera vez en muchos meses alguien se daba el tiempo de observarlo de más, como si fuese una muestra muy difícil de entender, como si estuviese viendo aquellas cosas que nunca le dio tiempo de apreciar con detenimiento ni interés.

Ridículo, ¿Ahora en qué estoy pensando?

— Maldición, ¿Podrías callarte?.— gruñó frunciendo el ceño.— Intento ver tu luz, pero un bastardo de mierda no deja de murmurar idioteces.

Izuku ignoró de alguna forma el insulto, y se preguntaba a qué luz se refería. 

¿Al atardecer tal vez...?

— Tu luz personal, idiota.— completó él, leyendo fácilmente su confusión.

Luz personal. Bien, ahora si podía considerarse algo inusual aquella forma de pensar del inocente pintor. Pensó Izuku, aunque no pasase noches en vela pensando en conflictos filosóficos, al menos una cosa sí sabía; no poseía aquello que el pintor llamaba "luz" y que él interpretaba como un "brillo especial". Era una persona ordinaria, sufría sus males en silencio, intentaba fundamentar sus ideales, fingía ser fuerte cuando se sentía débil, fingía ser débil cuando se sentía fuerte, había renunciado a muchas cosas en el pasado las cuales afectaron incluso a su madre; pero ahora, ya cerca del final, ya tenía planes a futuro y arrepentimientos en el pasado, y una persona así no tiene ningún "brillo especial".

— Termine.

Izuku salió de su ensoñación luego de haberlo escuchado, y al hacerlo quedó expectante. No quería pedirle que le mostrará directamente, pero por un lado sonaba como una falta de respeto porque de alguna forma, podría pensar que no confiaba en lo que había hecho. La curiosidad, por otro lado, era fuerte y quería ver el cuadro para así poder evidenciar la dichosa "luz" que tanto decía tener.

Al pedirlo, se lo mostró con desinterés. Cuando tuvo el cuadro en su dirección quedó quieto en su lugar observando cada trazo, cada línea delgada y gruesa en el contorno al mismo tiempo que se perdió en los tonos diferentes de verde que contrarrestaban con el celeste que se acentuaban en el fondo del mismo.

Había dibujado su figura entera, y lo más que resaltaba de la misma era la mirada que poseía en el dibujo. Sus ojos con un tono verde oscuro con varios contornos iguales del mismo color pronunciando más que nada la dirección de la mirada hacia la ventana, al verse a sí mismo, con aquella mirada melancólica y  por último un brillo complementando a la perfección dicho dibujo que le sorprendió. Si algún día hubiese visto aquel cuadro sin conocer al modelo, habría dicho que era una persona interesante, llena de una "luz" que él no conseguía ver reflejado en su espejo.

— Wow...

— ¿Eso es todo lo que dirás?.— comentó con una sonrisa egocéntrica, aquello de alguna forma hizo sonreír a Izuku.

— Bueno, no suelo darle mérito alguno a mi apariencia.

— Deberías...— Izuku volteo a mirar hacia el rubio ceniza nuevamente sorprendido.— Aunque no lo creas, desde hace mucho quería plasmar tu belleza en personal, siendo en una de mis hojas con mis pinceles y así añadirla a mi colección.— le guiño el ojo coqueto, sin dejar de lado aquella sonrisa de superioridad que se reflejaba en su rostro con naturalidad.

Izuku al procesar sus palabras completamente, sintió su rostro caliente y subir desde sus orejas hasta su cuello con rapidez luego para evitar ser visto por su vergüenza a flor de piel, se cubrió de inmediato entre sus manos evitando la mirada contraria que buscaba la suya con insistencia.

— Soy Bakugo Katsuki.

— M-Midoriya Izuku.— musitó observando al contrario entre sus brazos, siendo incapaz de controlar su ritmo cardíaco.

— Lo sé, ¿Cómo no conocer la identidad de quien considero... Mi musa?

Ahora si, Izuku iba a desfallecer por aquella confesión tan directa y eso que solo era el comienzo de una hermosa historia que cambiaría sus vidas por completo.


Seré sincera, estuve escribiendo este día por dos semanas completas... No es fácil perder la inspiración y las ganas de escribir, pero, al mismo tiempo no querer dejar un escrito a la mitad cuando lo planificaste desde hace un mes completo.

Bueno, no desistí y lo termine. ¿Se nota el cambio de emoción que le pongo desde el inicio y luego a la mitad? Por eso siempre digo que mis escritos siempre reflejan como me siento emocionalmente :p

¡Seré positiva! Como andamos retrasadas por mí (Pido perdón) Publicaré los días que faltan de golpe, ¡Linda noche! Y espero haber logrado otorgarles una buena lectura.

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