Capitulo 7
Unos días habían pasado desde el incidente con el villano momia, y aunque las heridas físicas de Akemi y Yui habían sanado, el recuerdo aún permanecía en sus mentes. Yaito, por su parte, no había dejado de pensar en aquel poder misterioso que se manifestó en el momento justo. Mientras tanto, los tres amigos mantenían el contacto, haciendo videollamadas cada cierto tiempo para hablar y compartir sus pensamientos.
Sin embargo, cada uno seguía su propio camino en cuanto a entrenamiento. Akemi entrenaba con su control del fuego, intentando mejorar su precisión y potencia sin poner en peligro a los demás. Yui, por otro lado, perfeccionaba el uso de su quirk en silencio, buscando formas creativas de utilizar sus habilidades sin ser atrapada por sus propios límites. Yaito, en cambio, se encontraba en una encrucijada.
Sabía que tenía que controlar esa energía extraña que había manifestado, pero no sabía por dónde empezar. Había decidido que iría al dojo donde solía entrenar, un lugar que le daba paz y concentración. Pero antes de eso, tenía que entender mejor lo que había sucedido. No era simplemente que se había vuelto más fuerte; algo dentro de él había cambiado, algo más profundo que solo fuerza física.
Recordó que al llegar a casa después del incidente, había roto accidentalmente la perilla de la puerta de entrada con un simple giro de la muñeca de nuevo. Había quedado alarmado por que nuevamente de habia sucedido cuando estuvo en el templo, la facilidad con la que había destrozado la cerradura, lo que le hizo darse cuenta de que su control sobre ese poder era prácticamente nulo. Necesitaba entenderlo, dominarlo. Y para eso, Yaito decidió usar los pasos del método científico, tal como lo había aprendido en clase.
Yaito: (Primero, observa el fenómeno... Luego, formula una pregunta, crea una hipótesis, experimenta y finalmente analiza los resultados...) —se dijo a sí mismo mientras caminaba hacia su destino.
Decidió que la mejor manera de entrenar sin causar problemas sería buscar un lugar apartado. Recordó una playa cercana, una que estaba completamente llena de basura y olvidada por la gente. Sería el lugar perfecto para experimentar con su poder sin preocuparse por lastimar a nadie.
Al llegar a la playa, Yaito se sorprendió de la cantidad de desechos esparcidos por todas partes. Montones de botellas de plástico, latas de metal, redes viejas y toda clase de desperdicios se acumulaban a lo largo de la costa. Era el escenario ideal para entrenar en soledad.
Yaito: Bien, aquí vamos... —murmuró, observando sus manos.
El primer paso era observar lo que sucedía cuando usaba ese poder. Sabía que su fuerza física aumentaba drásticamente. Pero, ¿qué lo desencadenaba? ¿Era la adrenalina, la voluntad de proteger, o algo más?
Se centró en sus pensamientos, cerrando los ojos y recordando la sensación que tuvo durante el incidente con el villano. Intentó recrear ese mismo impulso, esa necesidad de proteger a sus amigas. Poco a poco, comenzó a sentir el leve cosquilleo en su cuerpo, la energía latente que corría por sus venas. Abrió los ojos, y ahí estaban otra vez: los rayos naranjas rodeando su cuerpo.
Yaito: Bien... ahora, el segundo paso: ¿cómo puedo controlarlo?
Se movió lentamente, observando cómo los rayos reaccionaban a cada movimiento de su cuerpo. Notó que cuanto más se concentraba, más fuerte se volvía la energía. Decidió que su hipótesis sería que esta energía dependía de su concentración y emociones. ¿Pero cómo regularla?
Miró a su alrededor, observando los montones de basura en la playa. Si podía controlar su fuerza, podría limpiar ese lugar como parte de su experimento.
Yaito:(Vamos a ver si esta energía me permite usar mi fuerza sin descontrolarme.)
Tomó una red vieja y tiró de ella con una fuerza controlada. La red se rompió fácilmente, pero no de manera exagerada. Era un buen comienzo. A continuación, intentó levantar un montón de metal oxidado, esta vez asegurándose de no ejercer más presión de la necesaria. Lo logró, pero sentía que el poder estaba al borde de descontrolarse.
Yaito: (Tercer paso: experimentar más con esto.)
Sabía que la clave era encontrar el equilibrio entre utilizar esa energía sin dejarse llevar por ella. Continuó moviéndose entre los desperdicios, levantando objetos, intentando regular su poder en situaciones de diferentes exigencias. Cada intento era un pequeño avance, y aunque aún estaba lejos de dominarlo por completo, cada vez se sentía más confiado.
Cuando el sol empezó a ponerse, Yaito miró a su alrededor y notó que, sin darse cuenta, había limpiado gran parte de la playa. Estaba agotado, pero satisfecho con el progreso que había hecho. Todavía quedaba mucho por aprender, pero ya tenía una dirección clara.
Yaito : (Este es solo el principio. Si quiero ser un héroe, no puedo permitirme perder el control... Debo seguir entrenando, seguir experimentando, hasta que pueda usar este poder cuando lo necesite.)
Mientras yaito estaba encima de un auto que ya no funcionaba mientras anotaba toda la información que había conseguido, notando que en la portada de cuaderno decía "Informe de quirks #40"
Mientras Yaito anotaba sobre este "poder" su mente no dejaba de dar vueltas. El día de entrenamiento había sido productivo, pero las preguntas persistían. Se preguntaba sobre el origen de ese poder tan misterioso y si existía algún límite para lo que podía lograr con él.
Yaito: DedóndeprovieneestaenergíaEs algoinnato, ohasidoactivado por el incidenteconelvillanoYsihayunlímitepara cuántopuedousarlaocuántopuedocontrolar- murmurando a una gran velocidad que este mismo se podría entender.
Estas preguntas lo atormentaban mientras terminaba de anotar lo ultimo notando el camino polvoriento que lo llevaría de regreso. No podía dejar de pensar en el poder que había demostrado durante la pelea y en el entrenamiento posterior. Había un potencial en él que no comprendía del todo, y ese desconocido lo inquietaba.
Yaito: Quizásnecesitoentenderlahistoria demispropiospoderesparacomprender estenuevoelemento- reflexionó- Mis habilidades han estado conmigo desde siempre, pero esta energía extraña es algo nuevo. Tal vez esté relacionada con alguna parte de mi pasado, algo que aún no he descubierto.
De repente, se le ocurrió una idea: ¿y si el poder no era simplemente una manifestación física, sino que estaba relacionado con aspectos más profundos de su ser, como su pasado o sus emociones? Se acordó de los momentos en que sentía una oleada de energía, cuando su deseo de proteger a sus amigos se volvía casi abrumador.
Yaito: Quizás este poder está conectado con mis emociones más profundas... o con alguna parte de mi historia que aún no he explorado.
Con ese pensamiento en mente, Yaito se dio media vuelta y comenzó su camino de regreso. Sabía que el viaje hacia convertirse en un héroe no sería fácil, pero con cada paso que daba, se acercaba más a su sueño.
Al llegar a su casa, Yaito sentía el cansancio acumulado del día. El entrenamiento en la playa lo había dejado agotado, pero más que físicamente, era mentalmente que se sentía drenado. El sol comenzaba a ocultarse cuando abrió la puerta de su hogar, teniendo más cuidado esta vez para no destrozar la cerradura con su fuerza, como había sucedido después del incidente con el villano. Tomó una respiración profunda antes de entrar.
??: ¡Yaito! —exclamó una voz familiar desde la sala.
Era su madre, Katsumi, quien lo recibía con una cálida sonrisa. Ella tenía energía siempre parecía llenar la habitación de una sensación acogedora. A su lado, su hermana mayor, Emi, también lo saludaba mientras hojeaba una revista sentada en el sofá. Emi, quien había heredado más de la personalidad estricta y protectora de su madre, levantó la vista al ver a su hermano entrar.
Emi: ¿Entrenaste otra vez? —preguntó con una leve sonrisa, aunque su tono era más curioso que de juicio.
Yaito asintió, quitándose los zapatos en la entrada y dejándolos ordenados antes de acercarse a ellas. Katsumi lo observaba con esos ojos cálidos que siempre parecían adivinar sus pensamientos.
Katsumi: Has estado entrenando mucho últimamente, ¿todo está bien? —preguntó su madre mientras le ofrecía un vaso de agua.
Yaito tomó el vaso y bebió un sorbo, tratando de mantener la compostura. Sabía que no podía contarles sobre el extraño poder que había manifestado recientemente. Al menos no todavía. Ni siquiera él lo comprendía por completo, y hasta que no lo controlara mejor, prefería mantenerlo en secreto. No quería preocuparlas, y mucho menos decepcionarlas.
Yaito: Sí, todo bien —respondió finalmente, intentando sonar despreocupado—. Solo estoy entrenando un poco más duro para mejorar y esta listo para el examen de la u.a
Emi lo miró con una ceja levantada, notando su comportamiento reservado. Aunque siempre había sido serio, ella podía percibir cuando algo lo estaba molestando.
Emi: ¿Seguro que no pasa nada más, hermanito? —preguntó con tono inquisitivo, mientras lo miraba con esa expresión que le hacía saber que podía leerlo como un libro abierto—. Has estado muy callado últimamente.
Yaito sintió el peso de las palabras de su hermana, pero se limitó a sonreír de manera ligera, casi forzada.
Yauto: No te preocupes, Emi. Solo estoy enfocado en mejorar. Nada grave.
Katsumi, notando la tensión en la conversación, se acercó a Yaito y le puso una mano suave en el hombro. Su toque siempre lograba calmarlo.
Katsumi: Sabes que estamos aquí para ti, ¿verdad? —dijo con suavidad—. Si necesitas hablar de algo, no tienes que cargarlo solo. La familia está para apoyarse.
Yaito sintió un nudo en la garganta. Sabía que debía confiar en ellas, pero aún no estaba listo para abrirse completamente sobre lo que había sucedido. No hasta que tuviera respuestas claras. Así que simplemente asintió, agradecido por el apoyo incondicional de su familia.
Yaito: Gracias, mamá. Lo sé —respondió en voz baja—. Solo necesito un poco más de tiempo para entender algunas cosas, pero estaré bien.
Katsumi sonrió, aceptando la respuesta sin presionar más, aunque podía ver que su hijo estaba lidiando con algo más profundo de lo que decía. Emi, en cambio, aún lo observaba con una mezcla de preocupación y curiosidad, pero decidió no insistir.
Katsumi: Bueno, entonces, ¿cenamos juntos? —preguntó cambiando el tema con su típica calidez—. Hoy preparé tu favorito, Yaito: Ramen.
El rostro de Yaito se suavizó al escuchar eso. A pesar de las dudas y las preguntas que rondaban su mente, la presencia de su familia siempre lograba darle un respiro.
Yaito: Sí, suena genial —respondió, sintiendo un poco de alivio al pensar en una cena tranquila con su madre y su hermana.
A medida que se acercaban a la mesa para cenar, Yaito no podía dejar de pensar en cómo explicaría lo que estaba sucediendo con su poder. Sabía que eventualmente tendría que contárselo a su familia, pero por ahora, solo quería disfrutar de un momento de paz antes de volver a enfrentar las preguntas que lo atormentaban.
Yaito estaba acostado en su cama, mirando al techo de su habitación, sumido en sus pensamientos. El entrenamiento en la playa había sido agotador, pero lo que más le preocupaba era ese poder que aún no lograba comprender. Mientras se acomodaba bajo las sábanas, escuchó los suaves pasos de su madre acercándose. Sabía que, como todas las noches, venía a despedirse antes de que él se durmiera.
Katsumi abrió la puerta con cuidado y entró en la habitación, iluminada solo por la tenue luz de una lámpara en la mesita de noche. Se acercó a su hijo con esa cálida sonrisa que siempre lograba calmarlo, aunque fuera solo un poco.
Katsumi: Buenas noches, cariño —susurró inclinándose para darle un suave beso en la frente.
Yaito cerró los ojos un instante, sintiendo la calidez del gesto. Pero antes de que su madre se alejara, abrió los ojos nuevamente y, sin poder contener más sus pensamientos, hizo la pregunta que había estado guardando durante un tiempo.
Yaito: Mamá... —comenzó, con la mirada fija en el techo—. ¿Por qué confías tanto en que voy a pasar el examen de la U.A.? ¿Cómo puedes estar tan segura?
Katsumi se detuvo y lo miró con ternura. Sabía que Yaito estaba cargando con más de lo que él mismo quería admitir. Aunque intentaba mantenerse positivo y fuerte, ella podía ver las dudas que a veces se asomaban detrás de su mirada seria. Se sentó en el borde de la cama y suavemente acarició su mejilla, como solía hacerlo cuando era niño.
Katsumi: ¿Sabes por qué confío tanto en ti, Yaito? —le dijo, su voz suave pero firme—. Porque te he visto enfrentar tantas cosas, más de lo que la mayoría de los chicos de tu edad han tenido que pasar. Y a pesar de todo, siempre te levantas, siempre sigues adelante, con esa sonrisa que a veces intentas ocultar.
Yaito escuchaba en silencio, sintiendo una mezcla de alivio y duda. Sabía que su madre tenía fe en él, pero él mismo a veces no estaba tan seguro. Tenía momentos en los que se sentía fuerte y capaz, pero otros en los que la incertidumbre lo consumía, especialmente ahora con ese poder descontrolado manifestándose.
Yaito: Pero... —dijo Yaito, su voz temblando apenas—. ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte? ¿Y si no puedo controlar lo que está pasando conmigo? Ni siquiera sé lo que soy capaz de hacer ahora...
Katsumi sonrió con ternura y continuó acariciando su rostro, su toque lleno de calidez y comprensión.
Katsumi: Yaito, no se trata solo de ser el más fuerte o de tener el control perfecto todo el tiempo —dijo con dulzura—. Se trata de aprender, de crecer con cada paso que das. Tú siempre has sido alguien que busca mejorar, que no se rinde ante los obstáculos. Eso es lo que te hace fuerte. No es solo tu poder o tu habilidad, es tu corazón y tu voluntad lo que te llevará a lograr lo que te propongas.
Yaito la miró, sus ojos reflejando la mezcla de emociones que lo inundaban. A pesar de todo lo que había pasado, las palabras de su madre siempre lograban llegar a lo más profundo de su ser. Era como si pudiera ver algo en él que ni siquiera él mismo veía.
Katsumi: Además —continuó con una leve sonrisa—, sé que el camino no será fácil, y puede que enfrentes más desafíos de los que imaginas. Pero también sé que no estás solo. Tienes a Emi, a tus amigos, y a mí. Y todos confiamos en ti, no solo por lo que puedes hacer, sino por la persona en la que te has convertido.
Yaito sintió una pequeña chispa de esperanza encenderse dentro de él. Las dudas aún estaban ahí, pero las palabras de su madre le recordaban que no tenía que enfrentarlas solo. No todo dependía de su fuerza o control. Parte de su camino hacia convertirse en un héroe era aprender a confiar en los demás y en sí mismo.
Yaito: Gracias, mamá —murmuró Yaito, con una pequeña sonrisa asomándose en sus labios.
Katsumi se inclinó una vez más y le dio otro beso en la frente, como lo había hecho desde que era un niño.
Katsumi: Descansa, cariño. Mañana será un nuevo día para seguir avanzando —le dijo antes de levantarse.
Cuando su madre salió de la habitación, Yaito cerró los ojos, sintiendo una paz que no había sentido en días. Sabía que el camino que le esperaba era incierto, pero con el apoyo de su familia y amigos, estaba más decidido que nunca a seguir adelante.
Yaito, finalmente sintiendo el peso del cansancio, cerró los ojos y dejó que el sueño lo envolviera lentamente. A medida que su mente se sumergía en lo profundo del descanso, algo extraño comenzó a tomar forma.
Cuando abrió los ojos nuevamente, no estaba en su habitación. Se encontraba en medio de un frondoso bosque, rodeado de árboles altos y espesos que dejaban pasar apenas unos rayos de luz. El aire era fresco y tranquilo, y el suave susurro de las hojas lo envolvía en una atmósfera que, de alguna manera, le resultaba familiar, aunque no lograba comprender por qué.
Yaito parpadeó, confundido. El suelo bajo sus pies era suave y cubierto de musgo, y frente a él se extendía un camino estrecho, delineado por piedras antiguas que parecían haber estado allí desde hacía mucho tiempo. Miró a su alrededor, buscando algún indicio de cómo había llegado a ese lugar, pero no había nada. Solo el camino.
Yairo: ¿Dónde estoy...? —murmuró para sí mismo, dándose cuenta de que no sentía el temor o la inquietud típicos de estar perdido. Había una extraña paz en ese lugar, como si algo lo llamara desde lo más profundo del bosque.
Sin pensarlo mucho más, decidió seguir el sendero. A medida que caminaba, el aire se volvía más denso, cargado de una energía que le resultaba conocida pero imposible de identificar. Los árboles parecían inclinarse ligeramente hacia él, como si lo observaran en silencio mientras avanzaba. Había algo en ese bosque que no podía ignorar, algo que lo atraía.
Tras lo que pareció ser una eternidad, el paisaje comenzó a cambiar. El bosque se abrió lentamente, y frente a él, a lo lejos, pudo ver una estructura imponente que se elevaba entre los árboles: un templo antiguo, cubierto de enredaderas y con una arquitectura que le resultaba sorprendentemente familiar. Los detalles tallados en las paredes y los pilares del templo parecían reflejar un estilo que había visto antes.
Fue entonces cuando lo reconoció.
Yaito: Este... este es el templo de la familia de mamá —susurró, con una mezcla de asombro y desconcierto.
Había visitado ese lugar cuándo, aunque nunca había prestado demasiada atención a lo que representaba. El templo estaba vinculado a la historia de la familia de su madre, pero siempre había sido algo que consideraba parte del pasado, una reliquia lejana y olvidada. Sin embargo, ahora estaba ahí, frente a él, en medio de un sueño que se sentía demasiado real.
Con el corazón acelerado, Yaito avanzó hacia las escaleras del templo. A medida que subía cada peldaño, sentía que algo en su interior comenzaba a agitarse, como si el mismo lugar estuviera despertando recuerdos antiguos o energías dormidas dentro de él. Al llegar a la puerta principal, extendió la mano, tocando la madera fría y envejecida.
De repente, un eco resonó en su mente, una voz suave y serena que no reconocía, pero que al mismo tiempo sentía profundamente conectada a él.
??: Has venido, finalmente...—susurró la voz, como si hubiera estado esperando su llegada durante mucho tiempo.
Yaito retrocedió, sorprendido, mirando alrededor del templo en busca del origen de aquella voz. Pero no había nadie. Solo el eco de las palabras, reverberando en el aire.
Yaito: ¿Quién eres? —preguntó, su voz resonando en el silencio del lugar.
No hubo respuesta inmediata, pero la sensación de que algo lo observaba desde dentro del templo era innegable. Respiró hondo, tratando de calmarse. Algo estaba ocurriendo, algo más profundo de lo que había imaginado, y no podía retroceder ahora.
Sabía que debía entrar al templo, que las respuestas que buscaba estaban ahí.
Yaito sintió cómo la tensión en el ambiente aumentaba al escuchar de nuevo aquella voz, envolviéndolo en una sensación de alerta.
??: Este es mi nuevo descendiente... —susurró la voz con un tono casi reverencial, como si hablara desde las profundidades del tiempo.
El corazón de Yaito comenzó a latir más rápido.
Yaito:(¿Descendiente? ¿De qué está hablando?)- pensó mientras miraba a su alrededor, buscando el origen de esa voz. No había nadie a la vista. El eco de las palabras parecía venir de todas partes, pero no podía ubicar a la persona que hablaba.
Yaito: ¿Quién eres? —preguntó, con un nudo de incertidumbre en la garganta.
??: No temas, no haría daño a uno de los míos... —respondió la voz, ahora más firme, pero con un toque tranquilizador- Mira arriba.
Yaito, aún desconfiado, alzó la mirada hacia las imponentes columnas del templo. Ahí, en lo alto de una de ellas, vio una figura, agazapada y observándolo desde las sombras. Antes de que pudiera reaccionar, la figura se dejó caer suavemente al suelo, aterrizando con agilidad y gracia felina, de pie, frente a él.
Yaito dio un paso atrás, sus ojos recorriendo a la figura. La persona tenía una postura relajada, pero había algo inusual en su apariencia. Su rostro mostraba rasgos afinados, casi salvajes, con una expresión pícara y una energía inconfundible. Lo más sorprendente era la larga cola que sobresalía detrás de él, balanceándose con suavidad. Su cabello despeinado y sus ojos afilados brillaban con una mezcla de travesura y poder.
Yaito: ¿Q-qui-quién eres? —preguntó con una mezcla de sorpresa y precaución, sin saber qué esperar de esta figura extraña.
La figura dejó escapar una carcajada ligera, levantando una ceja mientras lo miraba con diversión.
??: ¿Yo? Vamos, chaval, ¿es que no lo ves? Soy tu antepasado más guapo, por supuesto. —El hombre de aspecto simiesco le guiñó un ojo, con una sonrisa que mostraba colmillos afilados.
Yaito parpadeó, desconcertado.
Yaito: ¿Mi… antepasado? —repitió, claramente confundido por la respuesta poco convencional.
El hombre asintió, cruzando los brazos sobre el pecho, con una actitud despreocupada.
??: Sí, sí, lo sé. No me parezco mucho a tu madre, ¿eh? —dijo, riéndose de su propia broma—. Pero, bueno, digamos que la familia tiene una historia bastante… especial.
Yaito aún no comprendía del todo lo que estaba pasando. Todo esto parecía un sueño, pero a la vez, se sentía demasiado real.
Yaito: No entiendo... —dijo, intentando mantener la calma—. ¿Qué haces aquí? ¿Qué tiene que ver esto conmigo?
El hombre lo miró de arriba a abajo, como si estuviera evaluándolo, antes de responder.
??: Eres parte de una larga línea de guerreros, chico. Guerreros que han heredado más que solo fuerza física. Y parece que has despertado algo importante dentro de ti. Es por eso que estás aquí. —Su tono se volvió un poco más serio, pero la chispa de humor no abandonó su mirada—. Y, claro, tenía que venir a ver si el nuevo portador de nuestro poder estaba a la altura.
Yaito frunció el ceño, todavía intentando procesar lo que escuchaba. ¿Un poder heredado? ¿Guerreros?
Yaito: ¿Estás diciendo que este... poder que he estado sintiendo viene de ti? —preguntó, recordando los extraños rayos naranjas que habían aparecido en su cuerpo.
El hombre asintió de nuevo, con una sonrisa ladina.
??: Más o menos. Digamos que es parte de nuestro legado. Pero solo los dignos lo pueden despertar. Y parece que, por alguna razón, tú eres uno de ellos. Ahora, la verdadera pregunta es... ¿qué vas a hacer con ese poder?
Yaito miró a su alrededor, el templo, el bosque, y finalmente al hombre frente a él. Sentía que apenas estaba comenzando a comprender la magnitud de lo que estaba ocurriendo.
Yaito: Voy a entrenar. A dominarlo. —Su voz era firme, decidido a seguir adelante con lo que fuera necesario- quiero ser un héroe capaz de ayudar a los demás, incluso de ayudar aquellos que se desviado del camino.
El hombre soltó una carcajada más fuerte esta vez, claramente complacido.
??: ¡Ah, me gusta esa actitud! —dijo, dándole una palmada en la espalda—. Muy bien, chico. Vamos a ver de qué estás hecho. Pero recuerda, no será fácil. El poder es solo una herramienta. Es tu corazón y tu voluntad los que determinarán hasta dónde puedes llegar.
Yaito asintió, comprendiendo que este encuentro era solo el comienzo de algo más grande.
Yaito: Estoy listo —dijo con determinación, aunque en el fondo sabía que aún tenía muchas preguntas sin respuesta.
??: Eso lo veremos. —El hombre se giró, empezando a caminar hacia el interior del templo—. Ahora, ven. Hay cosas que debes aprender, y el tiempo no espera a nadie.
Yaito lo siguió, sabiendo que lo que descubriera en ese templo cambiaría su destino para siempre.
Yaito caminaba junto al hombre simiesco a través de los pasillos del antiguo templo. A su alrededor, todo parecía envuelto en una atmósfera de misterio. Mientras avanzaban, no pudo evitar notar algo peculiar en las columnas que los rodeaban: un total de ocho esferas de diferentes colores, cada una brillante con su propio resplandor único. Los colores variaban entre tonos de rojo, azul, verde, dorado y más, como si cada esfera albergara una energía diferente.
Yaito sintió una extraña atracción hacia las esferas, casi como si le estuvieran llamando, pero no quería parecer demasiado curioso. Sin embargo, no pudo evitar que su mirada se quedara pegada a ellas durante unos segundos más de lo necesario.
El hombre simiesco notó la distracción de Yaito y, con una sonrisa traviesa, levantó una ceja.
??: ¿Curioso, eh? —dijo en un tono juguetón, lo que provocó que Yaito se sobresaltara ligeramente, tratando de disimular su interés.
Yaito: N-no... no es nada... —respondió rápidamente, mirando hacia adelante y evitando hacer contacto visual con las esferas o el hombre.
El hombre soltó una carcajada, su risa resonando por las paredes del templo como un eco alegre.
??: ¡Tranquilo, chaval! Solo te estaba tomando el pelo. —El hombre hizo una pausa, dándole un golpecito en el hombro—. Esas esferas... bueno, básicamente, cada una de ellas representa a los anteriores descendientes, como yo. Los que vinieron antes que tú.
Yaito abrió los ojos con sorpresa, sus pensamientos ahora centrados completamente en las esferas y lo que representaban.
Yaito: ¿Los anteriores descendientes? —repitió, con una mezcla de asombro y respeto. No había esperado que estas esferas tuvieran tanta importancia.
??: Así es —respondió el hombre, mientras seguían caminando—. Cada uno de nosotros dejó algo de su esencia aquí, en este lugar. Una especie de legado que se transmite a través de las generaciones. No solo somos guerreros, chico, somos parte de algo mucho más grande de lo que te imaginas.
Yaito asimilaba lo que escuchaba, pero algo aún no cuadraba en su mente. Se volvió hacia el hombre, con una pregunta formándose en sus labios.
Yaito: Pero, si tú eres un descendiente, ¿por qué no estás...?
El hombre se detuvo y, antes de que Yaito pudiera terminar su pregunta, completó la frase por él.
??: ¿Por qué no estoy en una de esas esferas? —preguntó el hombre, con una media sonrisa, como si hubiera anticipado la pregunta.
Yaito asintió, esperando una respuesta. ¿Qué lo diferenciaba de los demás?
??: Bueno, es una buena pregunta. La verdad es que no me fui por completo, al menos no todavía. —El hombre agitó su cola con un movimiento despreocupado mientras continuaba—. Aún tengo un par de cosas que enseñarte antes de unirme al resto. Mi tiempo llegará, pero primero quiero asegurarme de que el legado esté en buenas manos. Las tuyas.
Yaito se quedó en silencio, pensando en lo que acababa de escuchar. El hombre no estaba completamente atado al pasado, como los otros descendientes. Todavía tenía un papel activo en todo esto. Era un extraño punto intermedio entre lo que había sido y lo que estaba por venir.
Yaito: Entonces... —comenzó a decir Yaito, intentando ordenar sus pensamientos—, ¿qué es lo que necesito aprender?
El hombre sonrió de nuevo, pero esta vez su expresión era más seria, casi solemne.
??: Necesitas entender que este poder que has heredado no es solo fuerza física, ni es algo que puedas usar sin más. Va mucho más allá. —Se detuvo frente a una de las esferas, una de color rojo intenso, y la observó con una mirada nostálgica—. Cada uno de nosotros tuvo que enfrentar sus propios desafíos, encontrar su propósito, y usar este poder para algo más grande que ellos mismos.
Yaito observó la esfera roja, sintiendo una extraña conexión con ella, como si en su interior hubiera una historia esperando a ser contada. Comprendió que lo que se le estaba confiando no era solo un legado, sino también una responsabilidad inmensa.
Yaito: ¿Y cómo sé cuál es mi propósito? —preguntó su voz llena de duda.
El hombre se rió suavemente, como si la respuesta fuera simple.
??: Eso, chico, es algo que solo tú puedes descubrir. Pero no te preocupes, estaré aquí para guiarte mientras lo averiguas. —Le dio una palmada amistosa en la espalda antes de continuar caminando—. Por ahora, solo sigue aprendiendo. El tiempo te mostrará el camino.
Yaito, aún lleno de preguntas, decidió seguir adelante, confiando en que, con el tiempo, las respuestas llegarían.
Yaito y el hombre simiesco continuaron caminando por el templo, con los ecos de sus pasos resonando en los muros antiguos. Mientras pasaban por las esferas de colores, Yaito no podía apartar la vista de ellas, sintiendo una extraña mezcla de respeto y curiosidad por los descendientes que las habían dejado atrás. Cada esfera contenía una historia, una vida, un legado.
Pero mientras avanzaban, algo más llamó la atención de Yaito. Al final del pasillo, más allá de las esferas menores, se erguía una esfera mucho más grande que las demás. Su superficie brillaba con una luz profunda y dorada, y la energía que emanaba era inconfundiblemente poderosa. Comparada con las otras esferas, esta parecía estar viva, vibrando con una fuerza ancestral que casi se podía sentir en el aire.
Yaito se detuvo en seco, mirando fijamente la esfera más grande. Un escalofrío recorrió su espalda, y su instinto le decía que esa esfera era diferente. Muy diferente.
Yaito: ¿Por qué... esa esfera es más grande que las demás? —preguntó, su voz casi un susurro, como si no quisiera perturbar la solemnidad del momento.
El hombre simiesco, que ya había notado el interés de Yaito, se detuvo a su lado y cruzó los brazos, observando la esfera dorada con una mirada reverente.
??: Esa, chico, es la esfera del primero... o en este caso, el original —dijo, su tono de voz más serio que antes.
Yaito frunció el ceño, sin entender del todo.
Yaito: ¿El original?
El hombre asintió lentamente.
??: Sí. Él fue el primer descendiente, el que empezó todo este linaje. El poder que corre por tus venas, el poder que heredamos... todo proviene de él. —El hombre hizo una pausa, sus ojos fijos en la esfera mientras hablaba—. Él fue el más fuerte de todos nosotros, un verdadero maestro en el uso de este poder. Su influencia fue tan grande que, incluso después de su muerte, su esencia sigue aquí, protegiendo y guiando a aquellos que le siguen.
Yaito sentía una mezcla de admiración y respeto por aquel ser del que hablaban. Nunca había imaginado que su linaje tuviera un origen tan antiguo y poderoso. La esfera parecía latir con una vida propia, como si contuviera no solo el poder de una persona, sino una historia entera, un legado que trascendía generaciones.
Yaito: Entonces... ¿él es la razón por la que todos nosotros tenemos este poder? —preguntó Yaito, sin apartar la vista de la esfera.
??: Exactamente —respondió el hombre, su voz cargada de orgullo—. Fue él quien estableció este vínculo con el poder que heredamos, y desde entonces, cada descendiente ha tenido una parte de él. Algunos de nosotros desarrollamos habilidades propias, únicas, pero todo proviene de ese primer lazo, de su conexión con este templo y con la fuerza que yace aquí.
Yaito sintió un nudo en el estómago. La responsabilidad que llevaba parecía pesar aún más después de escuchar esto. No solo era un descendiente más, sino parte de una línea directa que venía de alguien tan poderoso y venerado.
Yaito: ¿Alguna vez alguien ha igualado su poder? —preguntó, sintiendo la presión crecer en su interior.
El hombre simiesco se rió suavemente, pero su risa estaba teñida de respeto.
??: Nadie. Muchos lo han intentado, claro, y algunos han llegado a acercarse. Pero igualarlo... no, eso nunca ha pasado. Él era único. Su dominio sobre este poder era absoluto. —Miró a Yaito con una sonrisa ligera—. Pero eso no significa que tú no puedas forjar tu propio camino. No tienes que ser como él. Solo tienes que ser tú.
Yaito bajó la mirada, reflexionando sobre esas palabras. Había pasado tanto tiempo entrenando, intentando comprender sus habilidades, y ahora sentía que estaba al borde de algo más grande de lo que jamás había imaginado. Pero aún no entendía su propio propósito en todo esto.
El hombre simiesco dio unos pasos hacia la esfera dorada y la tocó ligeramente, como si estuviera saludando a un viejo amigo.
??: No te preocupes, chico. Todo a su tiempo. Esta esfera solo te está mostrando lo que hay detrás de ti, pero lo que está frente a ti, eso es lo que realmente importa. Y tú serás quien decida cómo usar este poder.
Yaito asintió lentamente, comprendiendo que no se trataba de seguir los pasos de los anteriores descendientes, sino de encontrar su propio camino, de escribir su propia historia. La esfera dorada era un recordatorio de sus raíces, pero también una invitación a descubrir quién era realmente y cuál era su verdadero destino.
??: Vamos —dijo el hombre simiesco, alejándose de la esfera y volviendo al pasillo—. Todavía tienes mucho que aprender, y este es solo el comienzo.
Yaito echó una última mirada a la enorme esfera dorada antes de seguir al hombre. Sabía que algo más grande lo estaba esperando, pero por ahora, debía confiar en su guía y en sí mismo.
Mientras Yaito caminaba junto al hombre mono por los pasillos del templo, su mente comenzó a llenarse de recuerdos. Las palabras de su madre resonaban en su cabeza, llenas de calidez y confianza: "Tú tienes lo que se necesita para lograr lo que te propongas, porque nunca te rindes." Era esa confianza lo que lo impulsaba, sabiendo que, pase lo que pase, ella siempre creía en él.
Recordó también a su hermana mayor, Emi, siempre protectora y comprensiva, que lo animaba a seguir adelante a pesar de las dificultades. "No importa cuántas veces caigas, siempre te levantarás más fuerte", solía decirle, con esa sonrisa tranquila que Yaito tanto apreciaba.
Luego vinieron las imágenes de sus amigas, aquellas que lo apoyaban en su camino hacia la U.A. y compartían su sueño de ser héroes. Todas ellas, con sus propias motivaciones y deseos, le habían recordado en más de una ocasión que la fuerza no solo se encontraba en el poder físico, sino en la voluntad de ayudar a los demás.
Y por último, su abuelo. Aquel hombre sabio y firme, que le había enseñado desde pequeño el valor de la perseverancia y el honor. "Ser un héroe no es solo derrotar villanos, Yaito. Ser un héroe es proteger lo que es importante para ti, y hacer lo correcto, incluso cuando sea difícil."
Todas esas palabras, todas esas voces que formaban parte de su vida, comenzaron a unirse en su mente. Se dio cuenta de que, más allá de sus poderes y su linaje, su verdadero propósito era convertirse en un héroe no solo por él mismo, sino por las personas que lo habían apoyado. Por aquellos que creían en él.
Deteniéndose un momento, Yaito cerró los ojos y respiró hondo. Una sonrisa comenzó a formarse en su rostro, la misma sonrisa que siempre lo caracterizaba, una mezcla de confianza, calidez y determinación. Sabía lo que debía hacer. Sabía cuál era su verdadero camino.
Abrió los ojos, y con esa misma sonrisa, miró al hombre mono que lo observaba con curiosidad. Yaito sintió una nueva oleada de determinación crecer dentro de él, algo que no había sentido antes con tanta claridad. Era más que un simple deseo; era la certeza de que estaba listo para enfrentar lo que viniera.
Yaito Estoy listo —dijo su voz firme y decidida.
El hombre mono lo miró durante unos segundos, evaluándolo, pero al final sonrió con aprobación. Había visto a muchos descendientes antes, pero algo en Yaito le decía que este joven era diferente. Su determinación, su fuerza interior y su vínculo con su propósito lo hacían destacar.
??: Lo sabía —respondió el hombre mono, mostrando una sonrisa de complicidad—. Siempre lo supe. Vamos, entonces. Hay mucho por hacer, y tú, Yaito, estás a punto de descubrir lo que realmente significa ser un héroe.
Yaito asintió, sintiendo que su destino estaba finalmente tomando forma. Con cada paso, se acercaba más a su verdadero propósito, y estaba listo para enfrentarlo con todo lo que tenía.
Continuará...........
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