Capítulo 5
El lunes por la mañana, el bullicio habitual de la secundaria se mezclaba con las conversaciones animadas de los estudiantes mientras regresaban a clases tras el fin de semana. El sol iluminaba el patio de la escuela, y entre los estudiantes que caminaban hacia el edificio principal se encontraban Yaito y su amiga Akemi. Ambos caminaban con tranquilidad, hablando de sus experiencias del fin de semana.
Yaito: Entonces, ¿qué hiciste este fin de semana, Akemi? —preguntó Yaito, curioso mientras la miraba de reojo.
Akemi, con su habitual sonrisa brillante, acomodó un mechón de su cabello castaño tras la oreja antes de responder.
Akemi: Nada tan emocionante como lo tuyo, seguro —respondió, haciendo una pausa dramática—. Fui con mis padres a un parque de diversiones, ya sabes, nada fuera de lo común. Aunque, me monté en una montaña rusa por primera vez y... ¡no volveré a hacerlo! —dijo, riendo suavemente.
Yaito sonrió también, disfrutando de la conversación relajada con Akemi. Su risa siempre tenía un efecto calmante en él, especialmente después de todo lo que había ocurrido en el templo durante el fin de semana.
Yaito: Suena como un buen plan —comentó, tratando de desviar el tema antes de que ella preguntara sobre su propio fin de semana.
Pero Akemi era perspicaz. Siempre lo había sido. Mirándolo con interés, ladeó la cabeza y le lanzó la pregunta inevitable.
Akemi: ¿Y tú? ¿Cómo fue tu fin de semana? ¿Como estuvo la visita al templo de tu familia? —preguntó, su tono lleno de curiosidad.
Yaito intentó mantener su expresión neutral mientras recordaba lo que había sucedido en el templo. Claro, había disfrutado estar con su familia, escuchar las historias de su abuelo, pero el incidente con el báculo todavía lo atormentaba. Sabía que no podía contarle todo a Akemi, al menos no todavía.
Yaito: Bueno....... —respondió, esbozando una sonrisa tranquila—. Fue... interesante, ya sabes. Mi abuelo nos contó más historias sobre la familia y nuestros ancestros. Nada fuera de lo común. —Hizo una pausa, asegurándose de que su tono sonara casual—. Me gusta ir allí, es un lugar bastante tranquilo.
Akemi lo miró con una sonrisa pensativa mientras lo escuchaba. Sabía que Yaito solía ser reservado sobre ciertos temas, especialmente cuando se trataba de su familia, pero no quiso presionarlo.
Akemi: Me imagino que debe ser un lugar muy especial para ti —dijo, sin dejar de caminar a su lado—. ¿Alguna historia nueva esta vez?
Yaito tragó saliva, recordando el báculo que había tomado y cómo se había desintegrado en sus manos. Aunque quería confesarlo, sabía que era mejor omitir esa parte.
Yaito: No, nada nuevo —respondió rápidamente—. Las mismas historias de siempre. Pero es interesante escuchar cómo la familia Yamanaka ha mantenido ciertas tradiciones por tanto tiempo.
Akemi lo miró fijamente por un segundo más, como si intentara leer algo en su expresión, pero luego sonrió con naturalidad.
Akemi: Bueno, debe ser genial tener un lugar con tanta historia detrás. Me encantaría visitarlo algún día.
Yaito: Quizá algún día puedas venir conmigo —dijo sorprendiéndose de lo fácilmente que había salido esa invitación de sus labios.
Akemi sonrió aún más amplia.
Akemi: Me encantaría.
Mientras continuaban su camino hacia las aulas, Yaito sintió que, a pesar de los secretos que estaba guardando, al menos con Akemi, siempre podía relajarse y encontrar consuelo en su amistad. Sin embargo, en el fondo de su mente, el recuerdo del báculo y de las extrañas marcas que habían aparecido en su cuerpo seguía persistiendo. No podía evitar preguntarse qué significaba todo aquello y qué consecuencias traería a su vida.
Mientras caminaban hacia las aulas, Akemi y Yaito seguían conversando, sin notar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. En el patio, algunos estudiantes jugaban a lanzar un balón de fútbol americano, riendo y corriendo sin prestar mucha atención a su entorno.
De repente, un balón salió disparado en dirección a Akemi. Estaba a punto de golpearla directamente en la cabeza. Ella, ajena a lo que sucedía, seguía hablando con Yaito, cuando de pronto, él reaccionó. En un movimiento tan rápido que ni siquiera pestañeó, Yaito extendió su brazo y atrapó el balón antes de que pudiera hacerle daño a su amiga.
El impacto hizo que los estudiantes alrededor se detuvieran un segundo, sorprendidos por la velocidad y precisión con la que Yaito había interceptado el balón. Incluso él se quedó sorprendido por un instante, sintiendo el peso del balón en su mano. Sin embargo, rápidamente trató de disimularlo, devolviendo el balón con calma a los chicos que lo habían lanzado.
Extra: Lo siento, lo siento, no queríamos hacerle daño a nadie —dijo uno de los estudiantes mientras corría hacia ellos para recoger el balón.
Akemi, aún un poco en shock por lo que acababa de pasar, miró a Yaito con los ojos muy abiertos.
Akemi: ¿Cómo… cómo hiciste eso? —preguntó, con una mezcla de asombro y admiración en su voz—. ¡Lo atrapaste sin siquiera pestañear!
Yaito, rascándose la nuca con la mano libre y sin saber muy bien cómo responder, solo sonrió torpemente.
Yaito: No sé... Supongo que tuve suerte —respondió, aunque sabía que algo estaba cambiando en él desde el incidente en el templo. Su velocidad, su reflejo... todo parecía estar incrementándose.
Akemi lo miró con una ceja levantada, claramente dudando de su respuesta.
Akemi: ¿Suerte? —dijo, cruzando los brazos con una expresión divertida—. No me parece que sea solo suerte, Yaito.
Él intentó desviar el tema con una risa nerviosa.
Yaito: Bueno, al menos no te golpeó —dijo, sonriendo mientras intentaba que todo pareciera normal.
Akemi asintió, aunque no dejaba de mirarlo con curiosidad. Sin embargo, optó por no insistir más en ese momento. Lo que sí estaba claro es que algo había cambiado en su amigo, y aunque Yaito no lo admitiera, Akemi no podía ignorarlo.
Con una sonrisa, ambos continuaron caminando hacia las aulas, pero el incidente no se borraba de la mente de ninguno de los dos. Mientras Yaito intentaba mantener la calma, en su interior no dejaba de preguntarse qué otros cambios inesperados se manifestarían después de lo ocurrido en el templo.
Mientras caminaban por el pasillo, charlando de cosa triviales hasta que......
"Yaito, Akemi"
Ambos se detuvieron para mira a una mujer de pelo morado, cosa que tanto yaito y akemi reconocieron.
Yaito: Oh sensei que gusto verla- menciono con su típica personalidad.
Akemi: Acaso pasar algo?- pregunto tranquila.
Senseu: Si quiero que me ayuden con algo importante- menciono mientras tenia unos documento- Me he retrasado y necesito entregar estos materiales a otra clase, pero también tengo que preparar la lección de hoy. ¿Podrían llevar estos documentos al aula 3-B?
Yaito, sin dudarlo ni un segundo, dio un paso al frente y tomó la carpeta de las manos de la profesora.
Yaito: Claro, sensei. No se preocupe, lo haremos en un instante —dijo con una sonrisa—. Ayudar a los demás es parte de lo que significa ser un héroe, ¿no?
Akemi, al escuchar eso, sonrió cálidamente y asintió con entusiasmo. A su lado, siempre había admirado la disposición de Yaito para ayudar sin importar la situación. Esa actitud la inspiraba, y su determinación por convertirse en una gran heroína se reafirmaba cada vez más.
Akemi: Sí, estamos encantados de ayudar —agregó con una mirada decidida.
La profesora, al ver la disposición de ambos, sonrió con satisfacción y gratitud.
Sensei: Gracias, chicos. Sé que puedo confiar en ustedes —dijo antes de darles unas indicaciones rápidas sobre dónde encontrar el aula.
Yaito y Akemi se miraron, listos para la tarea. Sin perder tiempo, comenzaron a caminar hacia su objetivo, sabiendo que cada pequeño acto, incluso uno tan simple como entregar documentos, era una parte importante de su camino hacia convertirse en los héroes que soñaban ser.
Yaito: Bueno aquí debe ser- mirando que el aula era el 3-B.
Akemi: Que esta esperando
Yaito y Akemi llegaron al aula 3-B, y Yaito tocó la puerta con suavidad. Al poco tiempo, la puerta se abrió revelando a una joven con el cabello largo hasta los hombros, en un estilo bob, con algunos mechones cayendo sobre sus ojos. Su complexión atlética y sus ojos celestes contrastaban con su expresión neutral, que apenas cambió al verlos.
??: ¿Qué pasa? —preguntó la joven, sin mostrar ningún cambio en su semblante.
Yaito, siempre educado y directo, le sonrió amigablemente, intentando romper el hielo con su amabilidad natural.
Yaito: Venimos a entregar estos documentos —respondió, mostrando la carpeta que la profesora les había dado—. Nuestra sensei nos pidió que los trajéramos aquí.
La chica observó la carpeta por un momento antes de responder con la misma neutralidad en su voz.
??: Nuestra profesora no está en este momento, pero puedo encargarme de ellos —dijo, extendiendo su mano para tomar los documentos.
Yaito, sin perder la calma ni la sonrisa, le entregó la carpeta con una pequeña inclinación de agradecimiento. A pesar de su neutralidad, la joven pareció un tanto desconcertada por su gesto y su expresión amable. Lentamente inclinó su cabeza hacia un lado, sin perder su postura fría.
??: Gracias —agregó la chica, aún manteniendo su rostro inexpresivo, pero con una ligera curiosidad reflejada en sus ojos.
Akemi, quien había estado observando la interacción, apenas logró contener una pequeña risa ante la confusión de la chica. Yaito, ajeno al efecto que su amabilidad había causado, solo asintió con una sonrisa antes de despedirse.
Yaito: Nosotros te dejamos entonces. Que tengas un buen día —dijo Yaito antes de girarse para marcharse junto a Akemi.
Mientras se alejaban del aula, Akemi no pudo evitar comentar en voz baja, divertida por la situación.
Akemi: Creo que la has confundido más de lo que creías —dijo, sonriendo ampliamente.
Yaito se encogió de hombros, con una sonrisa tranquila.
Yaito: Tal vez, pero nunca está de más ser amable, ¿no?
Akemi asintió, divertida, mientras ambos seguían su camino, sabiendo que aunque había sido una tarea sencilla, la interacción les había dejado una pequeña sensación de satisfacción.
La clase terminó de forma rutinaria, y los estudiantes comenzaron a salir del aula en pequeños grupos, charlando sobre sus planes para el resto del día. Yaito y Akemi también caminaban juntos, conversando animadamente mientras se dirigían hacia la salida.
Akemi: ¡Yaito! —dijo con entusiasmo, mientras rebuscaba en su mochila—. ¡Finalmente conseguí el juego de héroes Storm Fighter! ¿Recuerdas lo mucho que hablábamos de él?
Al escuchar esto, los ojos de Yaito brillaron de emoción, casi como si estrellitas cómicas aparecieran a su alrededor. Se detuvo por un momento, mirando a Akemi con una expresión llena de alegría.
Yaito: ¡¿En serio?! ¡No puedo creerlo! ¡Tenemos que jugarlo cuanto antes! —dijo con tanto entusiasmo que hizo que Akemi soltara una leve risa por la reacción.
Mientras ambos se reían y caminaban hacia la salida de la escuela, notaron una figura conocida cerca de la puerta. Era la chica de la clase 3-B, la misma que habían conocido más temprano. Se encontraba sola, un tanto apartada, mirando hacia la distancia sin interactuar con nadie. No estaba rodeada por amigos ni por algún grupo, lo que les hizo pensar que quizás no solía estar acompañada.
Yaito, con su naturaleza amable, sintió un impulso. Sin pensarlo demasiado, se acercó a ella con una sonrisa amistosa, lo que captó de inmediato la atención de la chica, que lo miró con sus usuales ojos neutrales, aunque esta vez con un destello de sorpresa.
??: ¿Sucede algo? —preguntó la chica, su voz tan inexpresiva como su rostro, aunque sus ojos mostraban una ligera curiosidad.
Yaito, sin titubear y con una sonrisa relajada, simplemente le respondió:
Yaito: Estábamos por ir a jugar un juego nuevo que Akemi acaba de conseguir, Héroes Storm Fighter. ¿Te gustaría venir con nosotros?
Akemi, que observaba la situación desde atrás, se quedó perpleja. La invitación fue tan repentina que incluso la joven de 3-B, que normalmente mantenía su expresión neutral, levantó ligeramente una ceja, notoriamente sorprendida, aunque su rostro apenas lo reflejara.
??: ¿Por qué me invitarías? Apenas nos conocemos —respondió la chica, claramente intrigada.
Yaito se encogió de hombros con naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo.
Yaito: ¿Y qué tiene de malo? —dijo con una sonrisa—. ¿Acaso hiciste algo que me impida invitarte?
Akemi observó la escena, aún sorprendida, pero luego sonrió al entender el gesto de Yaito. Siempre había sido así: abierto y genuino, sin prejuicios ni barreras para conocer a los demás. La chica de la clase 3-B lo miró por un momento, sopesando la invitación.
??: Supongo que… podría acompañarlos un rato —respondió la chica, algo cautelosa, pero con una pequeña chispa de curiosidad en su voz.
Yaito sonrió ampliamente.
Yaito: ¡Genial! —dijo con entusiasmo—. Será divertido, ya lo verás.
Akemi, aún un poco sorprendida pero feliz de que Yaito fuera tan abierto, se unió a la conversación mientras los tres caminaban juntos hacia la salida de la escuela. Aunque la chica de 3-B seguía manteniendo su expresión neutral, había algo en su mirada que sugería que quizá, solo quizá, disfrutaría de la compañía más de lo que esperaba.
Mientras caminaban hacia el lugar donde jugarían el nuevo videojuego, el ambiente entre los tres se mantenía relativamente tranquilo. Yaito, siempre curioso y abierto, decidió romper el silencio con una pregunta que lo había estado rondando desde que conoció a la chica de la clase 3-B.
Yaito: Oye, por cierto... —empezó volteándose ligeramente hacia ella—. Nunca nos dijiste tu nombre.
La chica mantuvo su expresión neutral, mirando hacia adelante antes de responder con su voz monótona, pero clara.
Yui: Yui Kodai —respondió simplemente.
Yaito sonrió al escuchar su nombre.
Yaito: Es un nombre bonito —dijo con sinceridad, algo que no pareció impactar mucho a Yui, quien mantuvo su rostro impasible.
Mientras seguían caminando, Yaito no pudo evitar seguir preguntando, interesado en conocer más sobre su nueva compañera.
Yaito: ¿Y qué hay de tu Quirk, Yui? ¿Cuál es?
Yui se tomó un momento antes de responder. No era el tipo de persona que hablaba mucho sobre sí misma, pero decidió responder a la pregunta de Yaito.
Yui: Mi Quirk se llama Size. Puedo alterar el tamaño de cualquier cosa que toque, siempre que no sea un ser vivo. —Explicó con calma—. Por ejemplo, puedo hacer que algo tan pequeño como una tuerca sea del tamaño de una roca enorme.
Yaito se detuvo un momento, sus ojos brillando de emoción y asombro, casi como si estrellitas cómicas aparecieran nuevamente a su alrededor.
Yaito: ¡¿En serio?! ¡Eso es increíble! —exclamó con entusiasmo genuino, mientras Akemi observaba la reacción de su amigo con una pequeña sonrisa.
La reacción de Yaito parecía haber sorprendido a Yui, quien levantó ligeramente una ceja, lo suficiente como para que Akemi también notara el pequeño cambio en su expresión.
Yui: ¿En serio? —preguntó aunque su tono seguía siendo tan neutral como siempre—. Siempre he pensado que es un Quirk inútil. No es como si pudiera usarlo en combate de forma efectiva.
Yaito negó con la cabeza con energía, completamente en desacuerdo.
Yaito: ¡Para nada! —dijo con convicción—. ¡Tu Quirk tiene un montón de potencial! Imagínate todas las cosas que podrías hacer, como detener a un villano usando el entorno o salvar a alguien aumentando el tamaño de una herramienta clave. ¡Podrías ser una gran heroína con esa habilidad!
Yui lo miró fijamente, su expresión neutral manteniéndose, pero había algo en sus ojos que mostraba una leve sorpresa. No estaba acostumbrada a recibir ese tipo de elogios sobre su Quirk, y mucho menos de alguien que acababa de conocer. Aunque no lo dijo, las palabras de Yaito parecieron resonar dentro de ella.
Yui: Gracias —murmuró, sin apartar la vista de él.
Yaito le devolvió una gran sonrisa mientras seguían caminando. Akemi, que había estado observando la interacción, dejó escapar una pequeña risa.
Akemi: Yaito siempre ha sido así —le dijo a Yui—. Siempre encuentra lo bueno en los demás, incluso cuando ellos mismos no lo ven.
Yui asintió ligeramente, sin decir mucho más, pero algo en su forma de caminar parecía haberse relajado un poco. Quizás, solo quizás, empezar a pasar tiempo con estos dos no sería tan malo después de todo.
Al llegar a la casa de Akemi, el ambiente se volvió más relajado. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, iluminando el interior con un brillo cálido mientras el trío se acomodaba en la sala. Akemi rápidamente conectó la consola y encendió el televisor, mientras Yaito, entusiasmado, se frotaba las manos.
Yaito: ¡Es hora de Storm Fighter! —exclamó con energía, tomando uno de los controles.
Yui, por su parte, se sentó en silencio en el sofá, observando cómo Akemi y Yaito comenzaban su primera partida. Aunque mantenía su habitual expresión firme y neutral, había algo en el ambiente que le resultaba... reconfortante. Era una sensación nueva, pero agradable, una de esas que se experimenta cuando se está rodeado de personas con las que, aunque no se hable mucho, puedes sentirte cómodo.
Mientras Akemi y Yaito peleaban ferozmente en el juego, intercambiando movimientos rápidos y comentarios competitivos, Yui los observaba en silencio. Akemi se reía cada vez que lograba sacar una ventaja sobre Yaito, mientras él intentaba mantener la calma, concentrándose completamente en la pantalla.
Akemi: ¡Te tengo ahora! —gritó riendo, mientras lograba conectar un combo que dejaba a Yaito sin muchas opciones.
Yaito: ¡No tan rápido! —respondió, contrarrestando con un movimiento sorpresivo, logrando igualar la pelea.
Yui miraba atentamente a Yaito, observando su determinación y su capacidad para adaptarse rápidamente a la situación. Aunque no estaba participando directamente en el juego, podía sentir esa calidez de la compañía, esa sensación de pertenecer a algo, aunque fuera solo por un rato. Era una sensación extraña, pero reconfortante. Sus ojos azules se entrecerraron ligeramente mientras su atención se enfocaba en Yaito, quien estaba completamente sumido en la partida, sin darse cuenta de que estaba siendo observado.
A pesar de su expresión neutral, algo dentro de Yui empezó a cambiar, algo pequeño pero significativo. Aunque aún no lo entendía del todo, esa sensación de compañía, de estar rodeada de personas que la aceptaban tal y como era, comenzó a suavizar levemente las barreras que había construido a su alrededor.
Yaito: ¡Toma eso! —dijo logrando una victoria final sobre Akemi, quien soltó un suspiro exagerado de derrota.
Akemi: ¡No puede ser! —dijo con una sonrisa—. ¡Siempre me ganas en el último segundo!
Yaito sonrió ampliamente, girándose hacia Yui, quien permanecía sentada tranquilamente, observándolos.
Yaito: ¡Tu turno, Yui! —dijo, extendiéndole el control.
Yui lo miró por un momento, algo sorprendida, aunque no lo mostraba. Asintió levemente, tomando el control que Yaito le ofrecía, lista para su turno en el juego. Aunque no lo diría en voz alta, algo en su interior se sentía bien. Una sensación nueva, pero agradable.
Tal vez, pensó, estar con ellos no era tan malo como había imaginado.
Así el trío la pasando jugaron hasta que notando que ya era muy tarde donde yaito y Yui salieron de la casa de Akemi cuando el cielo empezaba a teñirse con los tonos anaranjados y rosados del atardecer. El aire fresco de la tarde envolvía la calle, y el ambiente tranquilo contrastaba con las risas y la diversión que habían compartido dentro de la casa. Ambos caminaban en silencio, disfrutando del aire libre y de la compañía mutua.
Yaito: Parece que se hizo tarde, ¿eh? —comentó con una leve risa mientras metía las manos en los bolsillos—. Fue divertido, ¿no crees?
Yui, caminando a su lado, lo miró con su expresión neutra de siempre. Asintió con la cabeza, manteniendo su tono calmado.
Yui: Sí. Fue... divertido —dijo, sin que su rostro cambiara mucho.
Yaito sonrió, genuinamente feliz de escuchar esas palabras de Yui, a pesar de su falta de expresión. Se detuvo un momento y la miró de lado.
Yaito: Me alegra que lo hayas disfrutado. Al final, eso es lo que cuenta.
Sin embargo, Yui frenó su paso, pensando por un momento antes de mirar a Yaito con más seriedad, aunque su rostro seguía tan neutral como siempre.
Yui: Oye... ¿no te sientes incómodo conmigo? —preguntó con curiosidad genuina, aunque su voz no mostrara muchas emociones—. Mi expresión, la manera en la que no hablo mucho... la mayoría de las personas piensan que soy distante. ¿No te molesta eso?
Yaito se detuvo también, girando hacia ella. Sus ojos amables la miraron con una mezcla de comprensión y sinceridad.
Yaito: ¿Incómodo? —repitió, rascándose la cabeza por un segundo, como si realmente lo estuviera considerando—. La verdad... no. No me importa eso. Lo importante no es cómo luces o cuántas palabras dices. Lo que importa es que te sientas cómoda siendo tú misma. No necesitas adaptarte o cambiar para encajar con los demás.
Yui lo miró, ligeramente sorprendida, aunque su rostro seguía sin mostrar demasiadas emociones. Sin embargo, algo en su interior comenzaba a moverse.
Yui: Pero... —empezó a decir, con una ligera duda en su voz—, ¿me consideras una amiga a pesar de todo eso?
Yaito se detuvo, dándole una mirada seria, pero al instante su expresión se iluminó con una sonrisa que parecía irradiar más luz que el sol que se escondía en el horizonte.
Yaito: ¡Por supuesto que sí! —dijo con total sinceridad—. ¿Qué otra cosa seríamos si no? Pasamos el día juntos, nos divertimos jugando, y me la pasé genial contigo. Eso es lo que hacen los amigos, ¿no? Disfrutan del tiempo juntos sin importar los detalles.
Yui se quedó inmóvil por un momento, casi como si las palabras de Yaito la hubieran desarmado por completo. Aunque no mostraba una reacción evidente, en su interior algo cambió. En ese breve instante, como si fuera una pequeña ilusión, pudo ver una imagen de Yaito cuando era más joven, un niño con la misma sonrisa brillante, con esa inocencia y bondad que aún mantenía.
El corazón de Yui, aunque lo ocultara bien, sintió un ligero impacto ante la pureza de esas palabras y esa imagen. Era la primera vez que alguien la aceptaba de esa manera, sin esperar que cambiara para encajar o ser "mejor" según los estándares de otros.
Yaito comenzó a caminar de nuevo, aligerando la tensión del momento con su habitual energía.
Yaito: ¡Vamos! No quiero llegar tarde a casa o mi mamá me matará.
Yui lo siguió en silencio, pero esta vez, algo dentro de ella se sintió diferente. Aunque su rostro no lo mostrara, por primera vez en mucho tiempo, se sentía comprendida y valorada tal como era.
Continuará........
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