Capitulo 4
Era domingo por la mañana, y los suaves rayos del sol empezaban a filtrarse a través de las cortinas de la habitación de Yaito. El ambiente en la casa de los Yamanaka estaba tranquilo, como si el día apenas estuviera despertando con él. Lentamente, la luz del amanecer comenzó a bañar el rostro de Yaito, haciéndolo fruncir levemente el ceño mientras sus párpados temblaban al sentir el calor suave en su piel.
Los primeros instantes de la mañana siempre eran los más difíciles para Yaito. Estaba atrapado entre el deseo de quedarse en la cama un rato más y el peso de la realidad que lo aguardaba afuera. Con un suave quejido, se giró en la cama, envolviéndose en las sábanas como si quisiese evitar los rayos del sol. Pero no pudo mantenerse mucho tiempo así. Los eventos del día anterior en el templo comenzaron a filtrarse en su mente, y con ellos, la ansiedad que había estado tratando de ignorar.
Yaito: (El báculo… el polvo... ¡Oh Dios, lo destruí!)- pensó, mientras abría los ojos lentamente.
Suspiró, sabiendo que no podía esconderse para siempre aunque su abuelo iba a mantener el secreto. Sus ojos se acostumbraron a la luz, y poco a poco, Yaito se incorporó en la cama. Los músculos de su cuerpo todavía estaban rígidos por el estrés del día anterior. Miró su teléfono, que estaba en la mesita de noche. No había ningún mensaje nuevo de Akemi, pero tampoco esperaba que hubiera. Después de la desconexión abrupta, seguramente ella se habría quedado preocupada, pero no podía contarle lo que había sucedido.
Yaito: Será un día largo...- murmuró mientras pasaba una mano por su rostro, intentando despejarse.
El sol seguía entrando por la ventana, iluminando su habitación de forma tranquila, como si todo estuviera en orden. Pero dentro de él, el caos y la incertidumbre seguían latentes. Sabía que eventualmente tendría que hablar con su familia sobre lo sucedido en el templo, pero aún no estaba listo. El domingo sería su día para intentar procesarlo todo.
Decidido a no dejarse consumir por sus pensamientos, Yaito se levantó de la cama, estirándose y mirando al exterior por la ventana. La calle estaba tranquila. Algunos vecinos ya paseaban por las aceras, aprovechando el buen clima.
Yaito: Un paso a la vez —se dijo en voz baja.
Con esa resolución, se preparó para enfrentarse al día, aunque en el fondo sabía que la verdadera prueba aún estaba por venir.
Era temprano y, a pesar del nerviosismo que lo había acompañado desde el día anterior, Yaito intentaba mantener la calma. Se levantó de su cama y decidió que lo primero que haría sería darse una ducha para despejarse. Caminó hacia el baño con su habitual sonrisa tranquila, tratando de alejar los pensamientos del báculo y lo sucedido en el templo.
Al llegar a la puerta del baño, sin pensarlo mucho, extendió la mano hacia la perilla. Con un giro suave intentó abrir la puerta, pero de repente...
Crack.
Un sonido seco resonó en el pasillo, y Yaito sintió un peso inesperado en su mano. Parpadeó un par de veces, procesando lo que acababa de pasar, y luego bajó la mirada hacia su mano. La perilla de la puerta estaba completamente arrancada, sostenida en su palma como si fuera un juguete roto.
Yaito se quedó en silencio por unos segundos, sus ojos abiertos de par en par. Luego, levantó lentamente la perilla hacia su rostro, como si no pudiera creer lo que veía.
Yaito: Eh... —logró decir, sin que sus pensamientos lograran ponerse en orden.
Con un pánico creciente, miró de nuevo la puerta del baño, donde antes había estado la perilla. Ahora había un agujero donde solía estar conectada, y el mecanismo de la cerradura parecía completamente inutilizable.
El nerviosismo comenzó a apoderarse de él, su mente trabajando rápidamente mientras empezaba a dar vueltas en círculo, exactamente como había hecho la noche anterior tras destruir el báculo.
Yaito: ¡Oh, no, no, no! ¿Qué voy a hacer? —murmuró para sí mismo, su sonrisa habitual ahora completamente ausente mientras sostenía la perilla rota—. ¡Esto es culpa de ayer, lo sabía! ¡Algo raro está pasando conmigo!
Intentó desesperadamente encajar la perilla de nuevo en su lugar, pero estaba claro que no iba a funcionar. Cuanto más lo intentaba, más parecía que solo estaba empeorando la situación. Comenzó a sudar, pensando en cómo explicaría esto a su madre o a su hermana cuando vieran la puerta destrozada.
Yaito: ¡Vamos, vamos! —murmuraba, hablando consigo mismo mientras intentaba de todas formas posibles reparar el daño.
En ese momento, la realidad de lo que había pasado el día anterior en el templo empezó a invadir su mente de nuevo. La extraña voz, el brillo del báculo, las marcas que aparecieron en su piel. Todo esto no era coincidencia. Y ahora, parecía que su cuerpo estaba reaccionando de maneras que no podía controlar.
Finalmente, Yaito soltó la perilla, dejándola caer al suelo con un suave clink. Se dejó caer de espaldas contra la pared, respirando profundamente, con la mirada perdida en el techo.
Yaito: Genial... primero el báculo, ahora la puerta... ¿qué será lo siguiente? —dijo en voz baja, tratando de recuperar su compostura—. No puedo ocultar esto para siempre...
Sabía que tendría que enfrentarse a lo que estaba sucediendo dentro de él, pero por ahora, solo quería resolver este pequeño desastre antes de que alguien más lo descubriera.
Yaito finalmente logró entrar al baño después del pequeño desastre con la perilla. Cerró la puerta con cuidado, como si el simple hecho de tocar algo pudiera causar más problemas. Caminó lentamente hacia el espejo, con una mezcla de ansiedad y curiosidad latiendo en su pecho. Se plantó frente al lavabo, mirando su propio reflejo como si esperara encontrar algún cambio visible en su apariencia.
Se miró fijamente, como si su reflejo pudiera darle alguna pista sobre lo que estaba sucediendo. ¿Era más fuerte ahora? ¿Había algo diferente en él? Pero a primera vista, no había nada fuera de lo común. Su cabello despeinado, sus ojos medio adormilados, la misma expresión tranquila pero alerta. Todo parecía normal.
Soltó un suspiro de alivio, tal vez había sido solo una coincidencia o algo temporal. "A lo mejor fue solo un mal día", pensó, tratando de convencerse.
Decidido a empezar su día con normalidad, Yaito tomó su cepillo de dientes y la pasta. Con la misma rutina de siempre, comenzó a apretar el tubo para poner una pequeña cantidad en el cepillo. Pero, apenas apretó el tubo...
¡Pffft!
La pasta de dientes explotó hacia adelante con una fuerza inesperada, como si hubiera apretado un cañón en lugar de un simple tubo. Una gran cantidad de pasta voló en todas direcciones, salpicando el espejo, el lavabo y, por supuesto, su rostro.
Yaito se quedó congelado por un segundo, mirando el desastre que había causado en cuestión de un par de segundos. El espejo frente a él ahora estaba cubierto de manchas blancas y verdes de la pasta de dientes, como si alguien hubiera arrojado pintura sobre él. Las gotas de pasta goteaban lentamente hacia abajo, creando líneas torcidas en el reflejo.
Yaito: ¿Eh? —balbuceó, mirando el tubo de pasta aún en su mano, que ahora parecía vacío después de haber lanzado todo su contenido de una sola vez—. ¿Qué...?
Miró al espejo nuevamente, ahora con su rostro manchado de pasta de dientes. Se tocó la cara con una mano, comprobando si esto era real, mientras sus pensamientos volvían al báculo destruido y las extrañas sensaciones que había tenido desde ese momento. Todo comenzaba a parecer cada vez más surrealista.
Yaito: Genial... —dijo con un tono de sarcasmo—. Ahora también soy peligroso con la pasta de dientes.
Intentó limpiarse el rostro con una toalla, mientras miraba el espejo con frustración. ¿Cómo iba a explicar esto? Primero la perilla, ahora el espejo lleno de manchas... Estaba empezando a preguntarse si podría pasar el día sin causar más desastres.
Yaito, aún con el rostro salpicado de pasta de dientes y el espejo hecho un desastre, decidió que lo mejor era lavarse la cara y olvidar el pequeño accidente. Se inclinó hacia el lavabo y estiró la mano para abrir el grifo.
Yaito: Vamos, solo un poco de agua, —se dijo a sí mismo, intentando mantener la calma.
Giró la perilla del grifo con la misma suavidad de siempre, pero apenas hizo el movimiento, escuchó un sonido seco y fuerte:
¡Crack!
Miró hacia abajo, y en su mano estaba la perilla del grifo, completamente desprendida. El agua comenzó a brotar con fuerza del grifo, como si hubiese abierto una presa, lanzando un chorro directo al lavabo y luego a todo lo demás. El agua salpicaba por todas partes, empapando el suelo, las paredes, y casi inmediatamente, el mismo Yaito.
Yaito: ¡No, no, no! —gritó, intentando poner la perilla de vuelta en su lugar, pero cada vez que lo hacía, el agua salía con más fuerza—. ¡Esto no puede estar pasando!
Desesperado, intentó tapar el flujo de agua con sus manos, pero solo logró que el agua saliera a mayor presión, empapando aún más el baño. Las gotas de agua volaban en todas direcciones, empapando su pijama y dejando el suelo resbaladizo.
Yaito: ¡¿Qué hago, qué hago?! —murmuró frenéticamente mientras el baño se convertía en un caos acuático.
En un momento de pura desesperación, miró alrededor en busca de algo que pudiera ayudarlo. Sus ojos se posaron en las cortinas de la ducha, su única esperanza. Sin pensarlo dos veces, las arrancó con un rápido tirón y las envolvió alrededor del grifo roto, intentando bloquear el agua.
Se las arregló para ajustar la cortina sobre la tubería y, de alguna manera, el flujo de agua empezó a disminuir. Yaito respiró profundamente mientras el agua dejaba de salir con tanta fuerza. El suelo seguía mojado, el espejo estaba cubierto de pasta y agua, pero al menos el chorro de agua había sido contenido, aunque solo fuera temporalmente.
Se quedó de pie, completamente empapado, con la cortina de baño atada torpemente al grifo y un charco de agua cubriendo todo el suelo.
Yaito: Esto... es un desastre... —dijo en voz baja, mirando alrededor con una mezcla de resignación y agotamiento.
Miró su reflejo nuevamente, esta vez más mojado que antes y con la cortina de la ducha colgando precariamente del grifo. Se pasó una mano por el cabello empapado y dejó escapar un largo suspiro. Este no era el tipo de sábado que esperaba.
Justo cuando Yaito intentaba procesar el desastre que había causado en el baño, escuchó un suave golpeteo en la puerta. Su cuerpo se tensó al instante, sus ojos se abrieron de par en par, y su corazón se aceleró. No podía ser otro desastre ahora… y mucho menos con su madre.
Katsumi: Yaito, ¿estás bien? —preguntó desde el otro lado de la puerta—. Escuché algunos ruidos, ¿todo está bien ahí?
Yaito tragó saliva, mirando la cortina de la ducha que ahora colgaba torpemente del grifo y el agua que aún goteaba silenciosamente en el suelo. Pensó en todas las posibles respuestas que podía dar, pero ninguna parecía adecuada. Respiró hondo y trató de calmarse.
Yaito: ¡Sí! Todo bien, mamá —respondió rápidamente, intentando que su voz no sonara demasiado nerviosa.
Katsumi: ¿Seguro? Porque he escuchado bastante movimiento... — Su voz sonaba preocupada, pero con un toque de paciencia maternal.
Yaito, aún empapado y rodeado del desastre que había causado, se apresuró a secarse un poco con la toalla antes de volver a hablar. No quería que su madre viera el baño en ese estado.
Yaito: Sí, no te preocupes, solo estaba... moviendo unas cosas. Nada serio. —Sonrió nerviosamente, aunque nadie podía verlo detrás de la puerta.
Katsumi, del otro lado, guardó silencio unos segundos, como si estuviera sopesando la situación.
Katsumi Bueno, si dices que todo está bien, confío en ti —dijo finalmente, pero luego agregó algo más—. Voy a salir un momento con tu abuela y tu hermana al patio del templo. Queremos ver algo juntos, ¿quieres venir con nosotros?
Yaito miró su reflejo otra vez: su cabello todavía goteaba, la cortina seguía enrollada alrededor del grifo, y todo el baño estaba en un caos. Definitivamente, no podía mostrarse así ahora.
Ya: No, gracias, mamá. Creo que me quedaré aquí un rato. Estoy... terminando algo. ¡Diviértanse! —respondió, tratando de sonar tranquilo y casual.
Katsumi dejó escapar una pequeña risa.
Katsumi: Está bien, cariño. Nos vemos en un rato entonces. Si necesitas algo, avísame.
Yaito escuchó los pasos de su madre alejándose lentamente, y dejó escapar un suspiro de alivio. Se apoyó contra el lavabo, observando el desastre que tenía a su alrededor, y se preguntó cómo iba a arreglar todo antes de que alguien más lo notara.
Yaito: Menudo día... —murmuró, pasando una mano por su cabello mojado nuevamente, mientras su mente empezaba a planear cómo salir de esta sin mayores problemas.
En otro lado de templo
En una sala silenciosa, alejada del bullicio del patio y el resto de la casa de los Yamanaka, la oficina del abuelo de Yaito emanaba un aire antiguo y solemne. Las paredes estaban decoradas con varios dibujos tradicionales japoneses, algunos con caligrafía elegante y otros con figuras de mitología antigua. Uno de los más prominentes mostraba a una figura humanoide con ciertos rasgos de mono, empuñando un báculo con destreza. Este dibujo parecía más importante que los demás, como si tuviera un significado especial dentro de la familia.
El abuelo de Yaito, un hombre de avanzada edad con un rostro surcado de arrugas profundas pero serenas, estaba sentado en su escritorio. Su cabello era blanco como la nieve y su postura rígida, aunque mostraba signos del paso del tiempo. Tenía los ojos cerrados, concentrado en su respiración y en sus pensamientos. El silencio en la habitación era casi absoluto, roto solo por el leve crujido de las viejas vigas de madera que sostenían el techo.
Sin embargo, ese silencio fue interrumpido por el suave sonido de una puerta deslizante abriéndose. El abuelo no abrió los ojos de inmediato, pero su mente, siempre alerta, captó la presencia de quien acababa de entrar.
??: ¿Abuelo? —dijo una voz suave y juvenil.
Entro una una joven de cabello rojo intenso, que contrastaba con el ambiente tradicional de la oficina. Era Mitsuru Yamanaka tenía unos ojos calmando y analítico, y su expresión siempre mantenía un aire de tranquilo. Es una joven de carácter fuerte, seria y responsable. Como heredera del poderoso Grupo Yamanaka, siente una gran presión por cumplir con las expectativas que su familia y su posición conllevan.
Tiene una actitud muy madura y, a menudo, distante, pero esto se debe a su sentido del deber y la carga emocional que lleva por las acciones pasadas de su familia.
El abuelo abrió lentamente los ojos, sus pupilas negras enfocándose en Mitsuru con una calma imperturbable.
Abuelo: Mitsuru —dijo en un tono grave pero cálido—, no esperaba verte tan pronto. ¿Algo ocurre?
Mitsuru avanzó unos pasos dentro de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella con cuidado antes de responder. Aunque mantenía una expresión respetuosa, era evidente que había algo en su mente que la preocupaba.
Mitsuru: Sí, abuelo —respondió con un ligero asentimiento—. Quería hablar contigo sobre algo importante. Algo relacionado con... Yaito.
El anciano alzó una ceja, interesado. Sabía que el viaje al templo era más que una simple tradición, y también sabía que Yaito habia tomado el baculo el cual este desaparecio a momento de que dejo de brilla, a pesar de no haber manifestado un Quirk hasta el momento, tenía un destino especial dentro de la familia. Las viejas historias y el linaje de los Yamanaka pesaban sobre ellos de una forma u otra.
Abuelo: Adelante, cuéntame —dijo, mientras indicaba con un gesto que Mitsuru se sentara frente a él—. ¿Qué ha ocurrido con Yaito?
Mitsuru, aún de pie, suspiró ligeramente antes de hablar.
Mitsuru: No estoy segura, pero hay algo diferente en él desde que llegó al templo. No ha sido obvio, pero... lo siento. Algo ha cambiado. —Hizo una pausa antes de añadir—. ¿Crees que finalmente haya despertado?
El abuelo observó a Mitsuru en silencio durante unos segundos, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, desvió su mirada hacia el dibujo del humanoide con rasgos de mono en la pared. Ese dibujo había sido testigo de muchas generaciones de los Yamanaka, y siempre había sido un símbolo de poder y legado.
Abuelo: Es posible —murmuró el abuelo—. Si Yaito ha despertado... será puesto a prueba, de una forma u otra. Pero no es algo que debamos forzar. Lo que sea que esté destinado para él, vendrá en su debido momento. Aunque... —sus ojos se entrecerraron levemente—, algo me dice que ese momento está cerca.
Mitsuru asintió, aunque la preocupación seguía reflejada en su rostro.
Mitsuru: Solo espero que esté preparado para lo que sea que venga —dijo con un tono más bajo.
El abuelo permaneció en silencio, observando el dibujo en la pared. Sabía que el linaje de los Yamanaka era más que sangre y tradiciones, y que Yaito, al igual que muchos antes que él, tenía un destino que cumplir. Pero también sabía que no todos los destinos eran fáciles de aceptar o seguir.
Abuelo: Confía en él, Mitsuru. Yaito es más fuerte de lo que aparenta —dijo finalmente, cerrando nuevamente los ojos, como si su mente ya estuviera trabajando en algo mucho más allá de la conversación.
Mitsuru, aunque aún preocupada, esbozó una pequeña sonrisa antes de inclinarse respetuosamente y retirarse de la oficina. Las palabras del abuelo siempre tenían un peso particular, y aunque su preocupación por Yaito no desapareció, sentía que al menos no estaba sola en esto.
El anciano, por su parte, se quedó en silencio, reflexionando. Sabía que algo grande se avecinaba, y que su nieto iba a ser parte central de ello. Solo esperaba que estuviera listo para afrontar lo que el destino le tenía reservado.
Regresando con yaito
Yaito se encontraba solo en la habitación de invitados del templo, un lugar que había sido un refugio temporal tras el tumultuoso fin de semana. Había intentado reparar el daño que había causado, aunque solo había logrado solucionar una parte. A pesar de su esfuerzo, el cansancio le había llevado a acostarse en la cama, mirando fijamente al techo mientras su mente procesaba los eventos recientes.
El caos del fin de semana parecía más abrumador con cada momento que pasaba. Su mente divagaba sobre lo que había ocurrido, desde la llegada al templo hasta las sorpresas inesperadas que había enfrentado. A medida que intentaba ordenar sus pensamientos, una idea repentina lo sacó de su ensimismamiento.
Yaito: Un momento —se dijo a sí mismo, levantándose de la cama con rapidez—. ¿Acaso esto es mi Quirk?
Se miró la mano, tratando de comprender lo que había sucedido. La revelación de su Quirk lo dejó atónito. La idea de tener un poder propio, algo tan vital y personal, lo sorprendía enormemente. Sus pensamientos se apresuraron mientras procesaba la información.
Recordaba las habilidades de sus padres: su madre tenía psicokinesis, el poder de controlar objetos con su mente, y su padre podía manipular y proyectar imágenes como si fueran realidades tangibles. Aunque la psicokinesis de su madre parecía bastante concreta, el Quirk de su padre era más abstracto, relacionado con la proyección y la manipulación de la realidad.
Yaito sabía que los Quirks podían ser heredados de varias maneras, y a menudo resultaban en combinaciones o manifestaciones únicas en la siguiente generación. Las posibilidades se le presentaban como una encrucijada:
1. Herencia Directa: Podía haber heredado el Quirk exacto de uno de sus padres, aunque en su caso parecía improbable ya que su hermana mayor había heredado el Quirk de su madre.
2. Combinación de Quirks: Era posible que su poder fuera una mezcla de los Quirks de sus padres, lo que podría resultar en una habilidad que combinara aspectos de ambos.
3. Quirk Diferente: También podía ser que hubiera desarrollado un Quirk completamente distinto, una variación genética que no estaba directamente relacionada con los poderes de sus padres.
4. Mutaciones o Evoluciones: Los Quirks podían evolucionar o cambiar con el tiempo, lo que significaba que su habilidad podría ser una versión mutada o mejorada de lo que esperaban.
Yaito: Tendré que hacer algunas pruebas después de esto —se dijo, reconociendo que necesitaba explorar su habilidad para comprenderla mejor. A pesar de la incertidumbre, no podía evitar sentir una oleada de felicidad. El hecho de que finalmente hubiera despertado un Quirk, independientemente de su naturaleza, le daba una sensación de logro y expectativa.
Yaito se levantó de la cama, decidido a comenzar sus pruebas en cuanto tuviera la oportunidad. Aunque el camino hacia el entendimiento completo de su poder parecía largo, la simple idea de haber despertado una habilidad lo llenaba de una energía renovada. Estaba listo para enfrentar lo que viniera, confiado en que su Quirk, sea cual fuera, jugaría un papel crucial en su futuro.
Con el paso de la hora, Yaito salió de la habitación, todavía intentando asimilar la reciente revelación sobre su Quirk. Caminaba por los pasillos del templo, absorto en sus pensamientos, cuando se encontró con su hermana mayor, Emi.
Emi, que acababa de termina de llega del templo donde su madre iba hacer el desayuno notó de inmediato la expresión distraída de Yaito. Su rostro, normalmente sereno y confiado, ahora mostraba un aire de concentración que le resultaba inusual. La preocupación se reflejó en sus ojos al ver a su hermano tan ensimismado.
Emi: Yaito, ¿estás bien? —preguntó con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su tono era suave pero cargado de interés genuino.
Yaito, sacado de su ensimismamiento, se giró hacia su hermana con una sonrisa ligeramente forzada. Aunque su rostro trataba de mostrar tranquilidad, sus ojos todavía estaban un poco perdidos en el torbellino de pensamientos sobre su nuevo Quirk.
Yaito: ¡Claro, Emi! —respondió con su típica alegría—. No pasa nada, solo estoy... procesando algunas cosas. Pero todo está bien.
Sin embargo, antes de que Emi pudiera responder, algo en el aire llamó la atención de Yaito. Una pequeña mosca zumbaba cerca de él, volando en círculos erráticos. Sin pensarlo, Yaito extendió su mano en un movimiento rápido e instintivo. Con una precisión sorprendente, su dedo atrapó la mosca por las alas en pleno vuelo.
Emi observó la escena con asombro mientras Yaito mantenía la mosca atrapada en su dedo, su expresión momentáneamente perdida en la extrañeza de la situación. Parecía como si el acto fuera un reflejo automático de su nuevo poder. La mosca, agitando sus alas frenéticamente, no parecía tener forma de escapar de la habilidad de Yaito.
Emi: Yaito esta bien?- pregunto notando la expresión perdida de su hermano menor.
Finalmente, Yaito recuperó la compostura y, con una pequeña sonrisa algo nerviosa, dejó libre a la mosca. Esta voló rápidamente y desapareció en el aire.
Yaito: Eh si claro, supongo que fue por instinto ya sabes como son de molestar la moscar jeje jeje.
Emi se acercó, su expresión de preocupación aun seguia recordado lo de ayer y la mencion de quirk, sabia muy bien que yaito querria ser un heroe como all might pero siempre el destino tenia que recordar eso, incluso si no posee uno para ella seguira siendo su heroe. Aunque la situación era inusual, estaba claro que Yaito estaba comenzando a experimentar con su habilidad de manera espontánea.
Emi:Parece que tienes buenos reflejos —comentó tratando de ocultar su asombro—Aparece esa clase de karate te ayudando ¿Cómo te sientes al respecto?
Yaito: Es extraño, Creo que tengo mucho que aprender, pero es un buen comienzo.
Emi asintió, comprendiendo que su hermano estaba en un proceso de descubrimiento. Aunque sabía que el camino por delante no sería fácil, también confiaba en que Yaito enfrentaría los desafíos con la misma determinación y alegría que siempre había mostrado.
Emi: Bueno, si necesitas ayuda o quieres hablar sobre lo que está pasando, estoy aquí —dijo con una sonrisa alentadora—. Mientras tanto, parece que te has convertido en un experto en capturar insectos.
Yaito se rió, aliviado por el apoyo de su hermana. Aunque aún tenía mucha duda de lo que acaba de pasar, se sentía más preparado para el viaje que tenía por delante.
El día había transcurrido en un ambiente tranquilo y acogedor en el templo de los Yamanaka. La familia yamanaka, se había reunido para una comida especial en la sala principal de la casa cerca del templo, donde el aroma de la comida casera llenaba el aire. La mesa estaba cubierta con platos tradicionales japoneses, y todos se sentaron a disfrutar de la comida mientras compartían historias y risas.
Yaito, ahora más relajado y con una sonrisa genuina en el rostro, había pasado el día explorando su nuevo Quirk. Aunque la situación seguía siendo un enigma en muchos aspectos, el ambiente familiar y el apoyo de sus seres queridos le proporcionaban un gran consuelo.
El abuelo, sentado al frente de la mesa, observaba a su familia con una mirada satisfecha. A pesar de su avanzada edad, su presencia transmitía una autoridad serena que no pasaba desapercibida. La abuela, a su lado, sonreía mientras servía el último de los platos principales. La conversación en la mesa giraba en torno a recuerdos compartidos, planes futuros y los pequeños detalles del día a día.
Al llegar la tarde, después de una comida abundante y agradable, el abuelo se levantó y, con un tono que reflejaba la seriedad de la ocasión, dirigió la palabra a Katsumi, Emi y Yaito.
Abuelo: Ha sido un día muy especial para todos nosotros —dijo con una sonrisa— Pero aparece será mejor que vaya temprano.
Emi: Creo que es hora de volver.
Yaito asintió, mirando a sus abuelos con gratitud. Aunque el tiempo en la casa de su abuelo había sido breve, había sido significativo. Se giró hacia madre quien también estaba preparándose para el regreso.
Yaito: Gracias por todo, abuelo, abuela —dijo con una sonrisa—. Ha sido un día muy revelador para mí. Agradezco su apoyo y hospitalidad.
El abuelo asintió, su mirada cálida pero firme.
Abuelo: Recuerda siempre lo que has aprendido, Yaito. Lo que está por venir requerirá de tu determinación y fuerza. La familia Yamanaka está siempre aquí para ti.
Con las despedidas hechas y los últimos preparativos concluidos, Katsumi, Emi y Yaito se dirigieron a la salida, acompañados por el cálido adiós de la familia Yamanaka. La puerta se cerró suavemente detrás de ellos, y el hogar de los Yamanaka volvió a sumergirse en el silencio acogedor de la tarde.
Mientras se dirigían hacia su hogar, Yaito miró a su hermana y madre sintiendo una mezcla de emoción y determinación. Aunque su viaje estaba lejos de haber terminado, el apoyo de su familia y las lecciones aprendidas ese día le daban la confianza necesaria para enfrentar lo que estaba por venir. Con el atardecer como telón de fondo, comenzaron el viaje de regreso, listos para lo que el futuro les deparara.
Continuará.......
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