Capitulo 20
En una calle desierta bajo el resplandor de la luna, Yaito y Yukiha, ahora de pie lado a lado, se preparaban para enfrentar a los tres hombres lobo que les seguían desde hace rato. Los tres enemigos, criaturas enormes con garras afiladas y ojos resplandecientes, rugían con ferocidad mientras saltaban de un edificio a otro, cercando al par. Yaito observaba cada movimiento de los lobos, su mente completamente enfocada en la pelea.
Yaito: ¿Estás lista? —preguntó Yaito con una leve sonrisa, intentando calmar el ambiente tenso.
Yukiha, con la lanza de hielo en mano, asintió mientras respiraba profundamente. El dolor en su hombro aún era evidente, pero había decidido no dejar que eso la detuviera. Tras las palabras de Yaito, sentía una renovada determinación. Estaba preparada para enfrentarlos, sin importar las probabilidades.
Yukiha: Lo estoy —respondió con firmeza, sus ojos brillando con una fría determinación mientras apuntaba su lanza hacia los lobos.
Sin perder más tiempo, el primer hombre lobo cargó hacia ellos a una velocidad asombrosa, lanzando un golpe con sus garras. Yaito, ágil, invocó su nube voladora y saltó hacia arriba, evitando el ataque con facilidad. Mientras estaba en el aire, invocó su espada, listo para contraatacar. Por su parte, Yukiha se desplazó hacia un lado, moviendo su lanza en un arco, creando un escudo de hielo para bloquear el segundo lobo que intentaba flanquearlos.
Yaito: ¡Atrás! —gritó lanzando un golpe horizontal hacia el primer lobo mientras la nube lo mantenía en el aire. El lobo apenas pudo esquivar, pero Yaito fue lo suficientemente rápido para patear la parte de la pata delantera, haciendo que la bestia rugiera de dolor.
El tercer hombre lobo aprovechó la distracción e intentó abalanzarse sobre Yukiha por su lado débil. Con un rápido movimiento, Yukiha levantó su lanza, concentrando su poder en la punta. De repente, lanzó una ráfaga de lanzas de hielo, dirigiéndolas hacia su atacante. Dos de las lanzas impactaron en el pecho del hombre lobo, ralentizando su avance.
Lobos: ¡No es suficiente para detenernos! —rugió uno de los lobos, arrancándose las lanzas de hielo con furia, sangre goteando de sus heridas. Sin embargo, antes de que pudiera atacar de nuevo, Yaito aterrizó frente a él.
Yaito: Tal vez, pero no estamos solos. — le lanzó una mirada confiada a Yukiha, quien, a pesar del dolor, aún se mantenía firme.
Ambos se lanzaron al ataque coordinado. Yaito avanzó hacia el lobo más cercano, utilizando su velocidad con la nube para confundir al enemigo, apareciendo en diferentes ángulos mientras lanzaba ataques rápidos con su espada. Yukiha, aprovechando la distracción, levantó su lanza y, con un grito, creó una barrera de hielo que encerró momentáneamente a los otros dos lobos, dándoles unos segundos de respiro.
Yukiha: ¡Rápido, Yaito! —gritó concentrando todo su poder para mantener la barrera.
Yaito asintió y se enfocó en el hombre lobo que aún estaba libre, lanzando un golpe poderoso hacia su pecho. El lobo intentó defenderse con sus garras, pero la espada de Yaito cortó a través de su defensa, dejándolo gravemente herido. El lobo cayó al suelo, jadeando, incapaz de levantarse.
Con el tiempo que ganaron, Yukiha, ahora exhausta por el esfuerzo, cayó de rodillas, jadeando. La barrera de hielo que había creado comenzó a romperse lentamente.
Yukiha: Lo hicimos bien —dijo aunque su voz reflejaba el cansancio y el dolor que sentía en su cuerpo.
Pero antes de que pudieran respirar aliviados, las otras dos bestias comenzaron a rasgar el hielo con más fuerza. Yaito se posicionó frente a Yukiha, preparado para seguir luchando.
Yaito: No voy a dejar que te lastimen más —dijo, con una sonrisa suave, mientras extendía su mano hacia ella.
Yukiha, viendo la valentía y determinación en Yaito, apretó los dientes y se puso de pie con dificultad. Su herida seguía doliendo, pero ya no podía darse el lujo de ser débil. Con la lanza en mano, Yukiha asintió.
Yukiha: Entonces, terminemos con esto —murmuró.
Los dos lobos restantes rompieron finalmente la barrera y se lanzaron hacia ellos con todo su poder. Pero esta vez, Yaito y Yukiha estaban listos. La batalla aún no había terminado, pero ambos estaban dispuestos a luchar hasta el final, confiando el uno en el otro, listos para enfrentar cualquier desafío que viniera.
Los dos hombres lobo restantes, llenos de rabia y determinación, se prepararon para atacar. Con un rugido ensordecedor, uno de ellos abrió la boca y emitió un potente aullido sónico que reverberó por la calle desierta. El sonido era tan intenso que parecía hacer vibrar el aire a su alrededor, y Yaito y Yukiha se sintieron instantáneamente abrumados.
El impacto del aullido fue devastador. Yaito y Yukiha fueron lanzados hacia atrás como si fueran muñecos de trapo, golpeando el suelo con fuerza. Yaito logró girar en el aire, aterrizando de pie, pero el golpe lo dejó aturdido. Sin embargo, su instinto de héroe se activó de inmediato al ver a Yukiha a punto de caer.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella y la atrapó justo a tiempo, usando su propio cuerpo como escudo para protegerla del impacto. A pesar del dolor que sintió al recibir el golpe de la onda sonora, Yaito mantuvo su agarre firme, evitando que Yukiha se dañara más.
Yaito: ¿Estás bien? —preguntó, respirando pesadamente mientras mantenía su mirada en los hombres lobo, que se acercaban con una velocidad feroz.
Yukiha, sorprendida y agradecida, asintió lentamente, aunque la expresión de su rostro mostraba que aún estaba debilitada.
Yukiha: Gracias, Yaito... pero tenemos que seguir luchando. No podemos dejarlos ganar.
Yaito se levantó con dificultad, ayudando a Yukiha a ponerse de pie. En ese momento, la adrenalina recorrió su cuerpo. Sabía que no podían permitirse perder. Los hombres lobo, ahora más enfurecidos, estaban a punto de atacar de nuevo.
Yaito: No se preocupen, esta vez lo haré bien. —se colocó frente a Yukiha, determinado a protegerla a toda costa. —Tú también, ¡vamos a luchar juntos!
Con una rápida mirada, Yukiha entendió lo que Yaito quería decir. Juntos, formarían una defensa sólida. Usando el poder del hielo, Yukiha concentró su energía, creando una barrera en forma de picos afilados que rodeaba a ambos, mientras que Yaito se preparaba para lanzar un ataque sorpresa.
Los hombres lobo, al ver la barrera de hielo, se detuvieron momentáneamente, pero eso solo alimentó su furia. Uno de ellos lanzó un zancada hacia adelante, rompiendo la distancia en un abrir y cerrar de ojos. Yaito aprovechó la distracción y, con un rápido movimiento, cortó hacia abajo en un ángulo, enviando un rayo de energía hacia el lobo.
Yukiha, sintiendo el impulso de Yaito, también decidió actuar. Con un movimiento de su lanza, lanzó un proyectil de hielo directo hacia el lobo que se acercaba. Las dos fuerzas se encontraron en un explosivo choque, creando una onda de energía que hizo temblar el suelo.
Sin embargo, el primer lobo se lanzó hacia adelante, esquivando el ataque de Yaito con agilidad, mientras el segundo lobo intentaba rodearlos. Yaito tuvo que reaccionar rápido; con un giro, se colocó entre Yukiha y el lobo que se acercaba, elevando sus manos para bloquear un ataque que podría haber sido fatal.
Yaito: ¡No! ¡Debemos trabajar juntos! —gritó sintiendo la presión del lobo contra manos
Yukiha, viendo el esfuerzo que Yaito estaba haciendo, decidió hacer su parte. Extendió la mano y, concentrando su poder, formó una lanza de hielo que lanzó con precisión hacia el lobo que estaba luchando contra Yaito. La lanza atravesó el aire y se incrustó en el lobo, haciéndolo retroceder.
Yukiha: ¡Ahora!
Yaito, sintiendo que el momento era propicio, aprovechó la oportunidad. Con un grito de determinación, se lanzó hacia adelante, atravesando la barrera de hielo con su puño, dirigiéndose al lobo herido.
La batalla se intensificó mientras los dos luchadores continuaban, cada uno apoyándose en el otro, dándose ánimo y confianza. Sabían que debían derrotar a los hombres lobo para salir victoriosos, y juntos, formarían un equipo invencible.
Con un último empuje, Yaito y Yukiha unieron sus fuerzas, decididos a dar lo mejor de sí en la lucha, sabiendo que su vínculo los haría aún más fuertes.
La batalla se intensificaba cada segundo. Yukiha, a pesar de su herida, logró conjurar una enorme cantidad de energía helada, formando un glaciar que se elevó frente a ellos. El frío era casi insoportable, pero la barrera de hielo sirvió para contener momentáneamente a los hombres lobo, dándoles un respiro.
Yukiha: ¡Yaito, ahora! —gritó con todas sus fuerzas, sus ojos brillando con determinación.
Yaito asintió, concentrando toda la energía que le quedaba en su puño. Sintió cómo su Quirk reaccionaba, canalizando su fuerza mientras sus músculos se tensaban. Sabía que este ataque tenía que ser decisivo. Con un grito de esfuerzo, se lanzó hacia uno de los hombres lobo, golpeándolo con toda la potencia de su puño envuelto en energía. El impacto fue devastador, el lobo fue lanzado contra el suelo con tal fuerza que el concreto se rompió bajo él, incapaz de levantarse.
Yaito respiró pesadamente, sintiendo cómo su energía se desvanecía rápidamente. El esfuerzo había sido demasiado, y su cuerpo apenas respondía. Se tambaleó, tratando de mantenerse en pie, pero un rápido movimiento en el rabillo del ojo lo alertó: el segundo hombre lobo, viendo a su compañero caer, no perdió la oportunidad. Con agilidad animal, se lanzó hacia Yaito, sus garras extendidas y su boca abierta en un rugido.
El tiempo pareció detenerse para Yaito. Sabía que no tendría la energía suficiente para esquivar o defenderse. El lobo se acercaba a una velocidad imposible, y la desesperación llenó su mente.
Yaito:(No puedo esquivar esto...)- pensó mientras cerraba los ojos, esperando el golpe que pondría fin a la pelea.
Pero el dolor nunca llegó.
Abrió los ojos, desconcertado, solo para ver algo que nunca había esperado: Yukiha, con una expresión firme y resuelta, se había interpuesto entre él y el ataque del hombre lobo. El lobo la había atravesado con sus garras, perforando su costado mientras su sangre comenzaba a manchar la nieve que ella misma había creado.
Yaito: ¡Yukiha! —gritó Yaito, su voz llena de horror y sorpresa. Vio cómo la mujer de cabellos blancos se tambaleaba, pero aun así mantenía una mirada decidida.
Yukiha: Lo siento... no podía dejar que te pasara nada —murmuró, su voz quebrada por el dolor, pero sin dejar de mirarlo. Con un último esfuerzo, levantó su mano herida y creó una última ráfaga de hielo que empujó al lobo lejos de ellos, debilitando aún más su ya frágil cuerpo.
Yaito, sin poder creer lo que había sucedido, se apresuró a atraparla antes de que cayera al suelo. La abrazó con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo temblaba por el frío y la pérdida de sangre.
Yaito: ¿Por qué lo hiciste? —preguntó su voz rota por la emoción. Sabía que Yukiha estaba gravemente herida y que cada segundo contaba.
Yukiha: Tú... eres un héroe —respondió ella, con una sonrisa débil en su rostro—. Es lo que hacen los héroes, ¿no? Proteger a los demás...
Yaito, aún con Yukiha en sus brazos, sabía que no quedaba mucho tiempo. Sentía cómo su respiración se volvía más débil, y la frialdad de su cuerpo empezaba a intensificarse. Sabía que debía encontrar una solución, pero la desesperación comenzaba a ganar terreno en su mente.
Yaito: Debe haber una manera… no puedo dejar que te vayas así —murmuró, mirando a Yukiha con una mezcla de tristeza y determinación.
Yukiha, con los ojos entrecerrados, lo miró fijamente. A pesar de su debilidad, sus labios esbozaron una leve sonrisa.
Yukiha: Hay... una manera... —susurró, su voz temblorosa pero firme.
Yaito: Dime lo que sea, lo haré —respondió sin dudarlo, su voz cargada de urgencia.
Las palabras de Yaito sorprendieron a Yukiha, quien lo observó por un momento con sus ojos llenos de asombro. Su piel pálida comenzó a teñirse de un leve sonrojo, algo que nunca antes había mostrado. No estaba acostumbrada a ese tipo de promesas, ni a la pureza en la determinación de alguien dispuesto a sacrificarse por ella.
Yukiha: Eres... diferente... —murmuró ella, casi con ternura.
Yukiha, con esfuerzo, levantó su mano temblorosa y la posó suavemente en la mejilla de Yaito. El contacto de su piel fría con la calidez de él hizo que ambos se estremecieran. Yaito no comprendía completamente lo que estaba pasando, pero no apartó la mirada ni se movió. La situación lo tenía completamente desconcertado, pero no podía permitirse alejarse de Yukiha ahora.
Antes de que pudiera decir algo más, Yukiha se inclinó hacia él, y en un acto inesperado, acercó sus labios a los de Yaito, besándolo con una suavidad inesperada. El beso fue breve, pero profundo, cargado de una energía fría y misteriosa que Yaito no pudo entender de inmediato.
Mientras sus labios se separaban, Yaito sintió algo extraño. El cuerpo de Yukiha comenzaba a desvanecerse lentamente. Su piel, antes fría y tangible, empezó a convertirse en pequeños copos de nieve que flotaban en el aire, girando suavemente alrededor de ellos. Yaito miraba, incrédulo, cómo Yukiha se desvanecía poco a poco, pero la sentía presente a su alrededor.
Yaito: Yukiha… ¿qué…? —logró articular con dificultad, su voz apenas un susurro.
Yukiha: Este es... mi legado... —respondió ella, su voz ahora casi etérea, como si estuviera siendo llevada por el viento—. No soy de este mundo… y mi tiempo aquí se acaba... Pero, gracias a ti, pude... sentir algo diferente.
Los copos de nieve que ahora rodeaban a Yaito se arremolinaron a su alrededor, creando un brillo helado que contrastaba con el cálido ambiente de la ciudad. Los últimos restos de Yukiha, en forma de una pequeña esfera de nieve, flotaron frente a Yaito, quien la atrapó con sus manos temblorosas.
Yukiha: Guarda esto... —le dijo su voz, ahora un eco lejano—. Parte de mí estará siempre contigo...
Y, con eso, Yukiha desapareció por completo, dejando solo la esfera de nieve que ahora descansaba en las manos de Yaito. Las lágrimas caían lentamente por su rostro, mientras miraba la pequeña esfera que representaba el sacrificio y la vida de Yukiha.
Yaito: Gracias, Yukiha... —susurró, apretando la esfera contra su pecho, sintiendo el frío que ella le había dejado, pero también el calor de haberla conocido.
El sonido de las sirenas de la ambulancia se acercaba cada vez más, pero Yaito solo podía quedarse allí, de rodillas, contemplando el extraño giro de los acontecimientos. La nieve que Yukiha había dejado en su vida no desaparecería fácilmente, ni de su corazón, ni de su mente.
Yaito caminaba en silencio hacia su casa, su cuerpo estaba exhausto y su mente no dejaba de darle vueltas a lo que había sucedido. Apretaba la pequeña esfera de nieve que Yukiha le había dejado, como si fuera lo único que lo mantenía anclado en la realidad. El dolor físico era soportable, pero el peso emocional de no haber podido salvarla le aplastaba el alma.
Al llegar a la puerta de su casa, Yaito apenas levantó la mano para abrirla cuando ésta se abrió de golpe. Emi, su hermana mayor, lo miró con una mezcla de alivio y preocupación, y detrás de ella, Katsumi, su madre, lo observaba con el mismo sentimiento. Ambas podían notar que algo estaba mal. Su ropa estaba rasgada, su expresión cansada, y aunque no había heridas demasiado visibles, sabían que había algo más profundo.
Emi: Yaito... —susurró, su voz temblando ligeramente al ver el estado de su hermano.
Sin decir una palabra, Yaito entró lentamente. Podía sentir la mirada inquisitiva de su madre y su hermana, pero no tenía fuerzas para explicarlo. El nudo en su garganta se hacía más grande con cada segundo que pasaba en silencio. Katsumi, sin preguntar nada, se acercó a él con suavidad, colocando una mano sobre su hombro.
Katsumi: ¿Estás bien? —preguntó, su tono calmado pero lleno de preocupación.
Yaito intentó hablar, pero las palabras no salían. Su labio temblaba, y sentía que si intentaba decir algo, se derrumbaría completamente. Emi, quien había estado mirando en silencio, se acercó también y lo envolvió en un abrazo, un gesto cálido y protector que rompió las barreras que Yaito había levantado en su corazón.
Al sentir los brazos de su hermana rodeándolo, Yaito finalmente dejó que las lágrimas cayeran. No pudo contenerse más. El dolor de no haber podido salvar a Yukiha, la impotencia de verla desaparecer frente a él, todo lo que había reprimido durante esas últimas horas, salió de golpe en forma de lágrimas silenciosas.
Katsumi, sin decir nada, se unió al abrazo. No necesitaban que él les explicara lo que había pasado. Sabían, como madres e hijas que eran, que Yaito estaba lidiando con algo más grande de lo que podía expresar en ese momento.
Emi: Está bien, Yaito… estamos aquí contigo —susurró acariciando suavemente su cabello, mientras Katsumi asentía, abrazándolo con fuerza.
El joven héroe cerró los ojos, permitiendo que el calor y el apoyo de su familia lo envolvieran. Sentía que, aunque había perdido algo importante ese día, no estaba completamente solo. Aunque no había podido salvar a Yukiha, había ganado algo invaluable: la comprensión y el amor incondicional de su madre y su hermana.
Ahora mismo Yaito estaba sentado en la esquina de su habitación, la luz de la luna entrando a través de la ventana y proyectando sombras suaves en las paredes. En sus manos sostenía la pequeña esfera de nieve que Yukiha le había dejado como último regalo. La miraba en silencio, con pensamientos sombríos recorriendo su mente. Aquella esfera, tan frágil y fría al tacto, representaba el sacrificio de Yukiha, una vida entregada para protegerlo. Yaito había sido testigo de la vida, y ahora había sido testigo de la muerte.
Se preguntaba si realmente merecía seguir adelante, si ser un héroe significaba también soportar ese dolor constante. No podía quitarse de la cabeza el momento en que Yukiha se desvaneció frente a sus ojos, la culpa lo asfixiaba, la sensación de que había fallado.
Justo en ese momento, un suave toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió lentamente, revelando a Emi, su hermana mayor, con una expresión tranquila pero preocupada en su rostro. Ella no sabía exactamente lo que había pasado, pero su instinto le decía que algo no estaba bien. Se acercó con cautela, sentándose al lado de Yaito en el borde de la cama.
Emi: Yaito —dijo suavemente—, ¿cómo te sientes?
Yaito no respondió de inmediato. Su mirada permaneció fija en la esfera de nieve, como si las palabras no pudieran salir. El silencio entre ellos fue profundo, pero Emi no lo presionó. Sabía que su hermano era reservado con sus emociones, pero esta vez parecía diferente. Finalmente, Yaito exhaló un suspiro profundo y habló, su voz apenas un susurro.
Yaito: Hoy... no pude salvar a alguien, Emi.
La revelación hizo que Emi lo mirara con sorpresa. No esperaba una confesión tan directa. Con delicadeza, colocó una mano sobre el hombro de su hermano, transmitiéndole apoyo sin necesidad de palabras.
Emi: No tienes que cargar todo tú solo, Yaito —dijo con una voz firme pero llena de ternura—. A veces, las cosas se salen de nuestro control. No siempre podremos salvar a todos, pero eso no significa que fallaste como héroe.
Yaito apretó la pequeña esfera de nieve en su mano, el peso de las palabras de Emi dándole una sensación de consuelo que no esperaba.
Yaito: Pero... ella confió en mí. Ella dio todo por mí —respondió con una mezcla de angustia y culpa en su tono—. No sé si puedo seguir adelante sabiendo que ella se fue por mi culpa.
Emi lo miró con empatía, sabiendo que las palabras no siempre podían aliviar el dolor, pero también entendiendo que necesitaba decirle algo que lo ayudara a seguir adelante.
Emi: A veces, las personas hacen sacrificios que no entendemos, pero eso no las hace menos valiosas. Quienquiera que fuera, eligió confiar en ti. Y eso no es un fracaso, Yaito. Ella vio algo en ti, algo por lo que valía la pena luchar. No lo olvides.
Yaito guardó silencio, asimilando lo que su hermana acababa de decir. El dolor seguía ahí, pero había una chispa de comprensión. Levantó la mirada, por primera vez desde que Emi entró en la habitación, y asintió lentamente.
Yaito: Gracias, Emi.
Ella le dedicó una pequeña sonrisa, dándole un suave apretón en el hombro antes de levantarse.
Emi: Sabes que estoy aquí, ¿verdad? Para lo que necesites.
Yaito asintió nuevamente, y Emi se levantó para salir de la habitación. Antes de cerrar la puerta, le lanzó una última mirada cariñosa.
Emi: Descansa un poco, Yaito. Lo necesitas.
Yaito la observó irse y luego volvió a mirar la esfera de nieve en sus manos. Tal vez Emi tenía razón. Tal vez el sacrificio de Yukiha no había sido en vano. Aún no estaba seguro de cómo continuar, pero sabía que debía honrar lo que ella había hecho por él. Y, de alguna manera, eso lo impulsaba a seguir adelante, un paso a la vez.
Colocó la esfera con cuidado en su escritorio, cerró los ojos por un momento y respiró profundamente.
Yaito: Prometo ser mejor, un héroe digno para que me mires y es algo que prometo cumplir.
En una sala oscura e iluminada apenas por un tenue resplandor de antorchas, tres figuras encapuchadas se reunían en torno a una mesa de piedra. Sus rostros permanecían ocultos en las sombras, pero sus voces se escuchaban claramente. El aire estaba cargado de tensión, y el silencio sólo era interrumpido por el suave crujir de la madera bajo sus pies y el eco distante del viento que se colaba por las rendijas.
El primero en hablar, con una voz profunda y rasposa, miró a los otros dos con una mezcla de desdén y frustración.
??: Han fallado. Los hombres lobo no cumplieron su misión —dijo, golpeando la mesa con el puño cerrado—. No lograron traerla ni eliminarlo.
El segundo encapuchado, una figura más alta y esbelta, mantuvo la calma, entrelazando los dedos de sus manos.
??: No es momento de lamentarse por su fracaso. Lo que importa es que hemos encontrado al predestinado —respondió con un tono calculador—. La misión principal ha sido completada, aunque no de la forma en que esperábamos.
El tercero, más pequeño y nervioso, se removió inquieto en su lugar.
??: ¿El predestinado? —preguntó con vacilación—. ¿Estás seguro de que es él? ¿No podría ser una coincidencia? Si esto sale mal, podríamos desatar algo que no podemos controlar.
El encapuchado alto volvió a hablar, esta vez con más seguridad.
??: No es una coincidencia. Las señales lo confirman. Es él, el elegido, y ahora que lo hemos localizado, el próximo paso es asegurarnos de que cumpla con su destino... o eliminarlo si resulta una amenaza mayor.
El primero, aún frustrado, exhaló un suspiro largo, pero asintió.
??: Si realmente es el predestinado, las cosas podrían ponerse peligrosas muy rápido. Ya hemos visto lo que es capaz de hacer, y apenas está empezando a descubrir su verdadero poder.
??: Por eso debemos proceder con cautela —intervino el segundo encapuchado—. No podemos subestimarlo, ni apresurarnos. Esta es una jugada que debemos ejecutar con precisión. Si lo manejamos bien, tendremos el control sobre su futuro.
El más nervioso asintió, aunque seguía sin estar completamente convencido. Algo en todo este plan lo inquietaba.
??: ¿Y qué hay de la chica? —preguntó finalmente—. Yukiha. Ella también era importante, y ahora...
??: Ya no importa —interrumpió el encapuchado alto—. Yukiha cumplió su propósito. Su sacrificio es insignificante en comparación con lo que está por venir.
El primero encapuchado se levantó de su lugar, dando por terminada la conversación.
??: Entonces, no hay tiempo que perder. Nos preparamos para el próximo movimiento. El predestinado no debe escapar de nuestro alcance.
Los tres encapuchados se miraron en silencio, sabiendo que el destino de algo mucho más grande que ellos mismos estaba en juego. El destino de Yaito, "el predestinado", apenas comenzaba a entrelazarse con fuerzas que él aún no comprendía. Pero ahora, en las sombras, aquellos que lo observaban habían decidido que no habría marcha atrás.
Continuará ....
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