Capitulo 19
Era un tranquilo sábado por la tarde, y la luz del sol entraba suavemente por la ventana de la habitación de Yaito. Sentado en su escritorio, miraba con atención algunos videos de héroes en acción, analizando sus movimientos y estrategias. Había algo en la forma en que luchaban, en cómo enfrentaban el peligro sin vacilar, que siempre lo fascinaba. A medida que avanzaban los videos, tomaba notas mentales, pensando en cómo mejorar sus propias habilidades y qué técnicas podría incorporar en sus entrenamientos.
Justo cuando se sumergía más en un análisis de una pelea reciente de All Might, la voz familiar de su hermana mayor, Emi, rompió la concentración.
Emi: ¡Yaito! —llamó desde el pasillo—. ¿Puedes hacerme un favor y bajar al supermercado? Me olvidé de comprar algunos ingredientes para la cena de esta noche.
Yaito pausó el video, una sonrisa suave apareciendo en su rostro. Era típico de Emi olvidarse de algo a último momento, pero siempre contaba con él para solucionarlo.
Yaito: Claro, no hay problema —respondió mientras se levantaba de su silla, estirándose un poco—. Dame la lista, iré en un segundo.
Emi apareció en la puerta de su habitación con una lista en mano y una expresión algo apurada.
Emi: Gracias, eres un salvavidas —dijo, entregándole la nota—. Solo faltan algunas cosas, pero son importantes. No te tardes demasiado, ¿vale?
Yaito asintió mientras tomaba la lista y se ponía una chaqueta ligera. Antes de salir, lanzó una última mirada a la pantalla de su computadora, donde la imagen congelada de un héroe en plena acción parecía mirarlo de vuelta.
Yaito:(Parece que mis entrenamientos tendrán que esperar un poco más)—pensó con una sonrisa, antes de salir de su habitación y dirigirse al supermercado.
El día había comenzado de manera tranquila, pero Yaito siempre disfrutaba los pequeños encargos como este.
Yaito caminaba por los pasillos del supermercado, concentrado en recoger cada uno de los ingredientes que su hermana le había pedido. Mientras se movía de un estante a otro, su mente vagaba por los eventos de la última semana. Desde la prueba agotadora de Aizawa hasta el intenso entrenamiento con All Might, cada día en la U.A. había sido un desafío constante. Y luego, estaba el inesperado momento en que fue elegido como presidente de su clase, con Izuku Midoriya como vicepresidente. Un giro que nunca habría imaginado.
A pesar de todo lo positivo que había sucedido, algo lo inquietaba. Ese poder extraño que había despertado dentro de él. Aunque hasta ahora lo había manejado bien, no podía evitar preguntarse cómo habría sido su vida si no lo hubiera despertado. ¿Seguiría siendo un héroe? ¿Habría sido capaz de proteger a Akemi y Yui en esa situación crítica? Esas preguntas rondaban en su cabeza, pero decidió apartarlas por ahora. No podía cambiar el pasado, y sabía que lo mejor era concentrarse en el futuro.
Con las bolsas llenas de compras en la mano, Yaito salió del supermercado y empezó a caminar de regreso a casa. Cruzando un puente, su atención fue atraída por el lago que fluía tranquilamente debajo. El reflejo del sol en el agua lo dejó momentáneamente hipnotizado. Sin embargo, algo en el agua llamó su atención de inmediato. Sus ojos se enfocaron y vio una figura flotando.
Yaito: ¿Qué…? —murmuró alarmado.
Sin perder tiempo, dejó caer las bolsas al suelo y corrió hacia la orilla del lago, bajando rápidamente por el terraplén. Al llegar al agua, sin dudarlo, se lanzó y nadó hacia la figura. Al acercarse, notó que se trataba de una mujer, su cabello blanco flotando alrededor de ella como una nube en el agua. Su cuerpo estaba inerte, y lo que más le llamó la atención fue una herida visible en su hombro.
Yaito la tomó con cuidado, asegurándose de que su cabeza quedara fuera del agua, y con esfuerzo la arrastró hacia la orilla. Su respiración era débil, pero estaba viva.
Yaito: ¿Qué te pasó? —murmuró alarmado, mientras la depositaba suavemente sobre la hierba.
El joven héroe miró a su alrededor, esperando encontrar a alguien que pudiera ayudar, pero la zona estaba desierta. Miró de nuevo a la mujer, observando la profundidad de la herida en su hombro. Necesitaba atención médica urgente.
Yaito: No puedo dejarte aquí… —susurró mientras su mente comenzaba a analizar las opciones.
Su corazón latía con fuerza, pero mantuvo la calma. Sabía que tendría que actuar rápido, por lo que decidió cargarla y llevarla a un lugar seguro donde pudiera recibir ayuda. Mientras se preparaba para levantarla, no podía dejar de preguntarse quién era esta misteriosa mujer y qué la había llevado a este estado.
La mujer abrió los ojos de golpe, jadeando como si acabara de despertar de una pesadilla. Antes de que Yaito pudiera decir algo, ella se levantó rápidamente, sus ojos plateados se fijaron en él con una mezcla de desconfianza y ferocidad. Parecía asustada y desorientada, pero lo que más destacaba era la intensidad en su mirada.
Yaito: ¡Espera! —intentó decir levantando las manos para mostrar que no tenía intención de hacerle daño.
Pero no hubo tiempo para hablar. La mujer alzó una mano y, en un movimiento fluido, una estaca de hielo se formó en el aire frente a ella, disparándose directamente hacia él.
Yaito: ¡¿Qué...?! —exclamó mientras instintivamente se echaba a un lado, esquivando por poco la estaca que se clavó en el suelo donde había estado parado segundos antes.
El aire a su alrededor se enfrió de inmediato, y pequeñas ráfagas de nieve comenzaron a formarse alrededor de la mujer. Yaito retrocedió, sorprendido por la repentina agresión, pero mantuvo la calma. Sabía que tenía que desactivar la situación antes de que las cosas se salieran de control.
Yaito: ¡No quiero pelear! —gritó, tratando de hacer que lo escuchara mientras se mantenía alerta—. ¡Te acabo de sacar del agua! ¡Estabas herida!
La mujer lo miró con desconfianza, pero no lanzó otro ataque de inmediato. Parecía evaluar la situación, su respiración agitada y la herida en su hombro visible, aunque parecía estar curándose lentamente con una fina capa de hielo alrededor de la herida.
??: ¿Quién eres? —preguntó con voz ronca, sin bajar la guardia.
Yaito respiró profundo, manteniendo las manos visibles, mostrándole que no tenía malas intenciones.
Yaito: Me llamo Yaito Yamanaka. Solo estaba de camino a casa cuando te vi en el lago. Te saqué porque parecía que te habías desmayado. No sé quién eres ni qué te pasó, pero no quiero hacerte daño.
La mujer lo observó por unos momentos más, sus ojos escrutándolo en busca de mentiras. Aún mantenía su poder listo para atacar, pero algo en la expresión sincera de Yaito pareció calmarla un poco. Aunque no bajó completamente la guardia, dejó de lanzar estacas de hielo.
??: ¿Por qué… me ayudaste? —preguntó con voz baja, casi como si no entendiera el concepto.
Yaito la miró directamente a los ojos y, con una sonrisa suave, respondió
Yaito: Porque es lo correcto.
La mujer lo miró confundida, sus cejas fruncidas mientras intentaba procesar la respuesta de Yaito. Era evidente que no estaba acostumbrada a que alguien le ofreciera ayuda sin esperar nada a cambio.
??: ¿Lo… correcto? —murmuró, más para sí misma que para él, como si la idea le resultara extraña. Pero antes de poder formular alguna otra pregunta o comentario, una punzada de dolor agudo la recorrió desde el hombro herido —Ah… —dejó escapar un débil gemido, tambaleándose mientras su mano instintivamente se dirigía hacia la herida. El hielo que había formado para detener el sangrado empezaba a agrietarse, y sus fuerzas flaqueaban. La mujer sintió sus piernas fallar, el suelo acercándose rápidamente.
Pero justo antes de que pudiera colapsar, una mano firme la atrapó. Yaito, con reflejos rápidos, la sostuvo con delicadeza, evitando que cayera. Su expresión, que hasta ahora había sido calmada y amable, mostró una clara preocupación.
Yaito: ¡Hey! ¡No te esfuerces! —exclamó, mientras la ayudaba a mantenerse en pie—. Estás herida… No puedes moverte tanto, necesitas descansar.
La mujer lo miró, atónita por la calidez y firmeza en su toque. Podía sentir cómo el dolor la debilitaba, pero el apoyo de Yaito evitaba que se derrumbara por completo. Por un momento, sus ojos se encontraron, y ella vio la genuina preocupación reflejada en los de él.
??: ¿Por qué…? —logró susurrar, luchando contra la sensación de mareo—. No entiendo… No nos conocemos… ¿Por qué te importo?
Yaito no dudó al responder, su tono lleno de convicción.
Yaito: Porque no puedo dejar a alguien lastimado sin hacer algo. No importa si te conozco o no. —La ayudó a sentarse suavemente en el suelo, asegurándose de que estuviera cómoda antes de continuar—. Además, nadie debería pasar por esto solo.
La mujer lo observó, luchando por mantenerse consciente mientras el dolor la consumía. Aunque la situación era desconcertante para ella, había algo en la presencia de Yaito que le daba un extraño sentido de seguridad. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba completamente sola.
Yaito: Descansa un poco… Voy a buscar ayuda —le dijo suavemente, su tono calmado pero decidido.
Ella, aún desconcertada, solo pudo asentir débilmente, dejándose llevar por la extraña pero reconfortante sensación de confianza que sentía hacia él.
Yaito, sin perder tiempo, decidió llevar a la extraña mujer al hospital. Con cuidado, la cargó en sus brazos, sintiendo el peso liviano de su cuerpo debilitado, y se dirigió lo más rápido que pudo hacia el hospital más cercano. A pesar de la confusión y las preguntas que rondaban su mente, su principal preocupación era que la mujer recibiera atención médica.
Al llegar a la entrada del hospital, las puertas automáticas se abrieron de par en par y una enfermera, alarmada por la situación, corrió hacia ellos.
Enfermera: ¡Necesitamos ayuda aquí! —gritó atrayendo a un par de médicos con una camilla.
Yaito: Tiene una herida en el hombro, parece reciente —explicó aún con la mujer en sus brazos—. La encontré cerca de un lago, estaba inconsciente.
Los médicos rápidamente tomaron el control de la situación, colocándola en la camilla con cuidado. Yaito observó con preocupación mientras la llevaban hacia la sala de emergencias. El ajetreo de la sala era intenso, pero la profesionalidad del personal le dio un poco de alivio. Estaba en buenas manos.
Una enfermera se acercó a él.
Enfermera: Gracias por traerla tan rápido. ¿Eres pariente o conocido?
Yaito negó con la cabeza, todavía recuperándose de la tensión del momento.
Yaito: No, no la conozco. La encontré herida y… pensé que lo mejor era traerla aquí —respondió, su tono lleno de preocupación.
La enfermera sonrió con agradecimiento.
Enfermera: Has hecho lo correcto. Vamos a encargarnos de ella ahora. Si quieres esperar para saber cómo está, puedes quedarte en la sala de espera.
Yaito asintió, pero su mente aún estaba agitada. Mientras caminaba hacia la sala de espera, se dejó caer en una silla, intentando procesar todo lo ocurrido. La imagen de la mujer luchando por levantarse, el ataque de hielo que había esquivado por poco, y su expresión confundida mientras él la sostenía, seguían girando en su cabeza.
Yaito: (¿Quién era esa mujer?)- pensó recordando la intensidad de su mirada. Había algo en ella, más allá de la herida y su debilidad, que indicaba que no era una persona común. Quizá era una heroína, o tal vez una villana, pero en ese momento nada de eso importaba.
Pasaron varios minutos antes de que la misma enfermera regresara.
Enfermera: Está estable —dijo con una sonrisa—. La herida no era tan profunda como parecía, pero aún necesitaba atención. Ya está en reposo, aunque no sabemos cuánto tiempo tardará en recuperarse por completo.
Yaito soltó un suspiro de alivio.
Yaito: Gracias… —murmuró—. ¿Puedo… verla?
La enfermera dudó por un momento, pero asintió.
Enfermera: Está descansando, pero puedes pasar un momento si lo deseas.
Yaito se levantó de su asiento y siguió a la enfermera hacia la habitación donde estaba la mujer. Al entrar, la vio tumbada en la cama, conectada a algunos monitores médicos, con el brazo vendado y descansando. Aunque estaba inconsciente, su expresión era más tranquila que antes.
Se acercó lentamente a la cama, mirándola en silencio.
Yaito: Espero que te recuperes pronto —murmuró para sí mismo, sin esperar respuesta.
Mientras se alejaba de la cama, algo en su pecho le decía que este encuentro no era una coincidencia.
Yaito se encontraba afuera del hospital, apoyado contra una pared mientras observaba el atardecer. El fresco viento golpeaba su rostro, pero su mente estaba aún concentrada en la mujer que había encontrado en el lago. ¿Quién era? ¿Por qué estaba herida? Las preguntas no dejaban de rondar su cabeza.
De repente, su teléfono vibró en su bolsillo. Al sacarlo y ver el nombre en la pantalla, su corazón dio un pequeño vuelco: "Mamá". Recordó de inmediato por qué había salido en primer lugar; había ido al supermercado para comprar los ingredientes que su hermana mayor Emi le había pedido. Pero entre todo lo que había pasado, había dejado las bolsas de compras tiradas cuando corrió hacia el lago.
Tomó una respiración profunda antes de contestar.
Yairo: ¿Hola? —dijo, tratando de sonar despreocupado.
Katsumi: ¡Yaito! —La voz de su madre sonaba dulce, pero con una ligera preocupación—. ¿Dónde estás? Emi me dijo que te pidió que compraras unas cosas, pero ya ha pasado bastante tiempo. ¿Todo está bien?
Yaito se quedó en silencio por un momento. Tenía que pensar rápido. No quería preocuparla con todo lo que había pasado, pero tampoco podía simplemente decir que había perdido las compras.
Yaito: Sí, todo está bien, mamá —respondió finalmente, intentando sonar tranquilo—. Me encontré con una ancianita en el camino que necesitaba ayuda con algunas cosas, y… bueno, la ayudé a llevarlas hasta su casa. Lo siento, me tomó más tiempo de lo que esperaba.
Su madre rió suavemente al otro lado de la línea.
Katsuli: Eres tan considerado, Yaito. Está bien, no te preocupes. Solo me alegra saber que estás bien. Pero trata de no tardar mucho más, ¿sí? Tu hermana quiere empezar a cocinar pronto.
Yaito se mordió el labio, sintiéndose un poco culpable por la mentira, pero sabía que era lo mejor para evitar preocuparla.
Yaito: Claro, mamá. Estoy en camino —dijo, despidiéndose rápidamente.
Colgó el teléfono y soltó un largo suspiro. Sabía que eventualmente tendría que enfrentarse al hecho de que había perdido las compras, pero por ahora, al menos su madre no estaba preocupada.
Mientras guardaba el teléfono, no podía dejar de pensar en cómo este día había cambiado por completo. Lo que comenzó como una simple tarea se había convertido en una situación inesperada, y sentía que algo más grande estaba por venir. Ajustándose la chaqueta, decidió que lo mejor sería regresar a casa antes de que surgiera cualquier otro imprevisto.
Pero una cosa era clara en su mente: pronto tendría que regresar al hospital para obtener más respuestas sobre la misteriosa mujer de cabello blanco.
Yaito llegó a casa con las manos vacías, el peso de la bolsa de compras que había olvidado lo acompañaba como un recordatorio de su día extraño. Empujó la puerta de entrada y fue recibido por el olor familiar de la comida que su madre estaba preparando en la cocina. Su corazón se relajó un poco al escuchar las risas de su hermana y su madre.
Emi: ¡Yaito! —gritó desde la sala—. ¿Dónde estabas?
Su hermana mayor apareció en la entrada, con una cuchara de madera en la mano y una sonrisa en el rostro.
Yaito: Me encontré con una ancianita que necesitaba ayuda. —Se apresuró a explicar, recordando la mentira que había contado—. La ayudé a cargar algunas cosas.
Emi lo miró con admiración ante lo muy bondadoso que era su hermanito.
Emi: Siempre tan considerado. Bueno, ¡estamos a punto de cenar!
Yaito sonrió, pero un sentimiento de culpa seguía acechando en su mente. No quería que supieran que había dejado las compras, así que decidió cambiar de tema.
Yairo: ¿Qué están cocinando?
Justo en ese momento, su madre apareció en la cocina, secándose las manos en un paño.
Katsumi: Estamos haciendo tu plato favorito: espagueti a la boloñesa.
El estómago de Yaito gruñó ante la mención de su comida favorita, y sintió que la culpa se desvanecía un poco.
Yaito: ¡Genial! —exclamó, intentando mantener el tono ligero—. Pero, um, creo que me olvidé de comprar algo de pan.
Su madre frunció el ceño, cruzando los brazos.
Katsumi: ¿Olvidaste comprar el pan? Yaito, ¿qué haremos sin pan para acompañar la cena?
Yaito sintió un ligero escalofrío de preocupación, pero antes de que pudiera responder, Emi interrumpió con una sonrisa traviesa.
Yairo: Está bien, ¡podemos improvisar! Siempre podemos tostar algunas galletas.
Yaito se unió a la risa, aliviado de que su hermana hubiera tomado el relevo. Sin embargo, en el fondo, seguía pensando en la mujer del lago. ¿Qué habría pasado con ella? ¿Estaría bien?
Mientras la cena avanzaba y se sentaban todos a la mesa, Yaito intentó concentrarse en la conversación familiar. Su madre hablaba sobre su día en el trabajo, y Emi compartía historias divertidas de su escuela. Sin embargo, su mente continuaba divagando.
Emi: Oye, Yaito, ¿por qué estás tan callado? —preguntó Emi, mirándolo con preocupación—. ¿Te encuentras bien?
Yaito parpadeó, regresando a la realidad.
Yaito: Sí, estoy bien. Solo… pensando en cosas.
Su madre lo miró con suavidad.
Katsumi: Recuerda que siempre puedes hablarnos si algo te preocupa, cariño.
Asintiendo, Yaito sonrió, aunque en su mente seguía rondando la imagen de la mujer de cabello blanco. Sabía que no podría ignorar lo que había ocurrido, y que pronto tendría que regresar al hospital para averiguar más. Pero por ahora, mientras disfrutaba de una cena deliciosa rodeado de su familia, se permitió disfrutar de la calidez de su hogar, al menos por un momento más.
Después de una cena tranquila, Yaito se levantó de la mesa, sintiendo la necesidad de salir a tomar aire fresco.
Yaito: Voy a dar una vuelta —anunció, evitando la mirada curiosa de su madre, que claramente había notado su extraño comportamiento.
Katsumi: ¿No prefieres quedarte aquí? —preguntó ella, pero Yaito le sonrió, asegurándole que estaba bien.
Al salir, la brisa fresca de la noche lo recibió. La ciudad estaba iluminada con luces parpadeantes, pero su mente estaba fija en la mujer de cabello blanco que había rescatado. Sin perder tiempo, se dirigió al hospital.
Al llegar, se dirigió a la habitación donde había dejado a la mujer. Con un ligero toque en la puerta, entró, y su corazón se detuvo por un momento al verla sentada en la cama, mirando por la ventana.
La mujer se volvió lentamente al escuchar el ruido de la puerta, y sus ojos, de un profundo azul, se encontraron con los de Yaito. Parecía sorprendida de verlo.
??: Tú… —murmuró, todavía algo débil. Su voz era suave, pero había un toque de poder que no podía ser ignorado.
Yaito: Hola —dijo con una mezcla de nerviosismo y alivio—. Me alegra ver que estás despierta.
Ella le sonrió, aunque su expresión estaba cargada de dolor.
??: ¿Por qué me ayudaste? Nadie hace eso en estos días.
Yaito dio un paso hacia adelante, sintiendo la necesidad de responder honestamente.
Yaito: No podía dejarte allí. Vi que estabas en peligro y… solo actué.
La mujer lo observó por un momento, como si estuviera evaluando su sinceridad.
??: Hay algo diferente en ti. Tu aura… es inusual.
Yaito se sonrojó ligeramente por ese comentario aunque no entendía nada sobre aquello de aura
Yaito: Yo… bueno, tengo un poder, pero no estoy aquí para hablar de eso. Quiero saber si estás bien.
Ella asintió, intentando cambiar de tema.
??: La herida es dolorosa, pero me recuperaré. Agradezco que me hayas traído aquí.
En ese momento, un silencio incómodo se instaló entre ellos. Yaito miró a su alrededor, notando las máquinas que pitaban suavemente y los equipos médicos que rodeaban la habitación.
Yaito: ¿Quién eres? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio.
Yukiha: Yukiha —dijo con una voz serena pero helada—. Mi nombre es Yukiha.
Yaito inclinó la cabeza ligeramente, reconociendo el significado detrás de su nombre. "Yuki", nieve. Le pareció apropiado, considerando su habilidad para controlar el hielo y su apariencia.
Yaito: Es un nombre bonito —comentó, intentando suavizar el ambiente—. Soy Yaito, por cierto.
Yukiha lo miró de nuevo, esta vez con un destello de curiosidad en sus ojos.
Yukiha: Yaito… —repitió en voz baja—. ¿Por qué sigues aquí?
Yaito: Porque quiero ayudarte —respondió Yaito sin dudar—. No sé lo que te pasó ni quiénes te perseguían, pero no parece que estés sola en esto. Y si puedo hacer algo, lo haré.
Yukiha lo miró en silencio por un momento más, antes de desviar la mirada nuevamente hacia la ventana.
Yukiha: No entiendes en lo que te estás metiendo… —susurró, apenas audible.
Yaito sintió un ligero escalofrío recorrer su espalda, pero no estaba dispuesto a echarse atrás.
Yaito: Entonces explícamelo —dijo, con un tono suave pero firme—. Estoy aquí para escuchar.
Yukiha no respondió de inmediato, pero algo en la atmósfera había cambiado. Había una sensación de vulnerabilidad en su postura, como si estuviera considerando bajar sus defensas, aunque solo fuera un poco. Yaito sabía que, aunque las respuestas no llegarían esa noche, ya había dado el primer paso hacia la comprensión de lo que realmente estaba ocurriendo.
Yukiha: ¿Por qué te preocupas por mí? —preguntó con voz baja, pero firme.
Yaito: Te encontré en el lago, y no podía simplemente ignorar lo que te pasó. Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo.
La mujer lo miró fijamente por un momento, como si evaluara sus palabras. Finalmente, habló, su voz más suave esta vez.
Yukiha: No cualquiera lo habría hecho… —murmuró, antes de regresar su mirada a la ventana.
Justo cuando Yukiha estaba a punto de hablar, Yaito sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo no estaba bien. Su instinto de héroe lo alertó de un peligro inminente, y sin pensarlo, movió rápidamente a Yukiha hacia un lado. En ese instante, una explosión sacudió la habitación, haciendo que los vidrios de la ventana estallaran en mil pedazos y llenando el aire de humo y polvo.
Yaito cubrió a Yukiha con su cuerpo, protegiéndola del impacto de la explosión. El sonido ensordecedor llenó la sala, seguido por gritos y el eco de alarmas resonando en los pasillos del hospital. Cuando el humo comenzó a despejarse, Yaito se levantó, sus oídos aún zumbando, y se giró hacia Yukiha.
Yaito: ¿Estás bien? —preguntó, con evidente preocupación.
Yukiha, todavía aturdida, asintió ligeramente mientras se ponía de pie. Sin embargo, una expresión de miedo cruzó su rostro cuando murmuró.
Yukiha: Me han encontrado…
Yaito: ¿Qué? —respondió sin entender a qué se refería.
Antes de que pudiera procesar sus palabras, un fuerte ruido llamó su atención. Al mirar hacia la ventana rota, Yaito vio cómo unas figuras enormes y siniestras se acercaban lentamente entre las sombras. Cuando emergieron, su forma se reveló bajo la luz de la luna: eran hombres lobo, criaturas enormes con colmillos afilados y ojos rojos brillantes, que parecían salidos de una pesadilla.
Yaito: ¿Qué… qué demonios es esto? —pensó boquiabierto. Al principio, asumió que se trataba de un quirk de tipo mutación, pero cuanto más los observaba, más se daba cuenta de que algo no cuadraba. Estas criaturas no eran simples usuarios de quirks. Parecían más salvajes, más feroces… más peligrosos.
Los hombres lobo se movieron con una velocidad sorprendente, sus ojos fijos en Yukiha, como si fuera su presa. Sin pensarlo, Yaito se colocó delante de ella, en guardia. Su mente corría a mil por hora, buscando una estrategia.
Yaito: ¿Quiénes son estos tipos? —preguntó, sin apartar la vista de las criaturas.
Yukiha, con el rostro endurecido, murmuró.
Yukiha: Son enviados de quien te dije que me perseguía. No son humanos… no del todo. Vinieron por mí.
El corazón de Yaito latía con fuerza. Estaba preparado para enfrentarse a cualquier villano con quirks extraños, pero esto... esto era algo completamente diferente. Respiró hondo, tratando de calmarse.
Yairo: No importa qué sean —dijo, mirando a Yukiha con determinación—. No voy a dejar que te hagan daño.
Los hombres lobo, al ver la protección que Yaito ofrecía, emitieron gruñidos bajos, avanzando lentamente hacia ellos. Las garras de uno de ellos brillaron bajo la luz, y sin previo aviso, saltó hacia Yaito.
Con una rápida invocación de su nube voladora, Yaito esquivó el ataque, agarrando a Yukiha y llevándola fuera de la trayectoria de las garras mortales. La criatura golpeó el suelo con fuerza, destruyendo parte de la pared en el proceso.
Yaito: ¡Rápido! —gritó agarrando a Yukiha—. Tenemos que salir de aquí.
Pero Yukiha, aunque débil por su herida, sacudió la cabeza.
Yukiha: No… no huiré más —dijo con firmeza, extendiendo su mano. De inmediato, el aire a su alrededor se enfrió y el suelo comenzó a cristalizarse bajo sus pies. Con un gesto rápido, lanzó estacas de hielo hacia los hombres lobo, forzándolos a retroceder.
Yaito observó la escena con asombro, impresionado por el poder que ella controlaba. Pero no había tiempo para admiraciones. Sabía que la batalla apenas comenzaba, y aunque no entendía del todo en qué estaban involucrados, estaba decidido a protegerla.
La batalla se desarrollaba de manera feroz. Yukiha, con una mirada decidida, invocaba poderosas estacas de hielo que lanzaba contra los tres hombres lobo que la acorralaban. A pesar de la diferencia numérica, su control sobre el hielo era impresionante. Cada movimiento que hacía creaba barreras heladas o afilados proyectiles que mantenían a raya a las bestias.
Los hombres lobo rugían con furia, pero Yukiha no retrocedía. Uno de ellos intentó atacarla por un lado, pero fue recibido con una ráfaga de cristales de hielo que lo obligaron a saltar hacia atrás. Los otros dos intentaron coordinarse para rodearla, pero Yukiha, rápida como un rayo, congeló el suelo bajo sus pies, haciéndolos resbalar y tambalearse.
Yukiha: No puedo seguir huyendo… —murmuró mientras preparaba su siguiente ataque, un gesto con su mano invocando una lanza de hielo que comenzaba a brillar con una luz intensa. Estaba lista para acabar con ellos de una vez por todas.
Sin embargo, justo cuando se disponía a lanzar el ataque, un dolor agudo atravesó su hombro. Su herida aún no había sanado por completo, y el esfuerzo la había debilitado. Su cuerpo se tensó, y el ataque se disipó en el aire. Ese breve instante de debilidad fue suficiente para que los hombres lobo se abalanzaran sobre ella.
Con una fuerza brutal, uno de ellos la golpeó directamente en el abdomen, lanzándola contra la pared. El impacto fue tan fuerte que la pared se agrietó detrás de ella, y Yukiha cayó al suelo, jadeando y aturdida. Los hombres lobo se acercaron lentamente, con sus ojos rojos brillando de triunfo.
??: Patética —gruñó uno de ellos, su voz gutural y llena de desprecio—. No eres más que una sombra de lo que solías ser. Será fácil llevarte de vuelta con nuestro señor.
Yukiha intentó levantarse, pero su cuerpo no respondía. La vista se le nublaba y el dolor en su hombro era insoportable. Pensó que este sería su fin. Cerró los ojos, aceptando su destino.
Pero entonces, un golpe seco resonó en el aire.
Varias siluetas aparecieron de la nada, atacando a los hombres lobo con una precisión y velocidad sorprendentes. Los gruñidos de los lobos se convirtieron en gemidos de dolor mientras eran golpeados y repelidos por los recién llegados. Yukiha, aún aturdida, abrió los ojos solo para ver cómo una de las figuras se abalanzaba sobre ella. Sintió que alguien la levantaba del suelo con cuidado, y de pronto, una brisa fresca acarició su rostro.
Al mirar hacia arriba, se dio cuenta de que estaba siendo sostenida firmemente, y la sensación de elevarse en el aire la sorprendió. Cuando logró enfocarse, vio el rostro de Yaito, que la miraba con una mezcla de preocupación y determinación mientras la llevaba en su nube voladora.
Yaito: ¡No te preocupes, te tengo! —le dijo sonriendo con esa calidez característica.
Yukiha, aún desorientada, solo pudo observarlo en silencio mientras el viento los envolvía. El sonido de la batalla disminuía a medida que se alejaban, pero en su mente, las palabras de Yaito resonaban como un eco tranquilizador. Había llegado justo a tiempo, una vez más.
Yukiha: ¿Por qué…? —susurró débilmente sin poder entender por qué alguien como él arriesgaría tanto por ella, una desconocida con un oscuro pasado.
Yaito: No necesitas entenderlo ahora —respondió Yaito, su voz calmada mientras seguían volando—. Lo único que importa es que no estás sola. Yo te protegeré, pase lo que pase.
Esas palabras, tan sencillas y llenas de convicción, le dieron a Yukiha una sensación de seguridad que no había experimentado en mucho tiempo. A pesar de todo el caos y el peligro, por primera vez en mucho tiempo, no se sintió completamente perdida.
Mientras Yaito sostenía a Yukiha con firmeza en la nube voladora, de repente, notó algo en su visión periférica. Los hombres lobo no se habían rendido. Con una velocidad impresionante, los vio saltando de edificio en edificio, persiguiéndolos. Sus movimientos eran ágiles y precisos, con sus garras clavándose en las paredes de los edificios mientras subían y descendían, como sombras que se deslizaban rápidamente.
Yaito frunció el ceño, su corazón acelerándose. Sabía que no podía mantener esta situación por mucho tiempo. Aunque la nube voladora les daba una ventaja aérea, los hombres lobo parecían adaptarse rápidamente, acercándose más con cada salto.
Yaito: ¡No nos dejarán ir! —murmuró apretando los dientes mientras calculaba sus opciones.
Yukiha, aunque aún débil y adolorida, abrió los ojos lo suficiente para ver lo que ocurría. Su rostro se tensó al ver a los hombres lobo acercándose con una ferocidad inhumana.
Yukiha: Son más rápidos de lo que pensaba... —dijo con voz débil, intentando concentrarse a pesar del dolor en su hombro.
Uno de los hombres lobo dio un gran salto, impulsándose desde un edificio cercano, intentando alcanzarlos con una garra extendida. Yaito reaccionó rápidamente, elevando la nube con un impulso hacia arriba, esquivando el ataque por poco. Sin embargo, eso no detuvo a las criaturas, que continuaban saltando a su alrededor, buscando el momento adecuado para atacar.
Yaito: ¡No podemos mantenernos solo esquivando! —exclamó sintiendo que la situación se volvía cada vez más tensa.
Yukiha, a pesar del dolor, intentó levantarse un poco en los brazos de Yaito. Aunque su herida aún no estaba curada, sabía que no podían seguir huyendo para siempre. Tenían que contraatacar.
Yukiha: Déjame… ayudar —dijo, cerrando los ojos y extendiendo una mano hacia los hombres lobo que se acercaban.
De la nada, una ráfaga de aire frío comenzó a rodearlos, y pequeños cristales de hielo se formaron alrededor de la nube voladora. Yukiha, concentrándose al máximo, creó una barrera de hielo que envolvió a ambos, protegiéndolos temporalmente de los ataques de los hombres lobo.
Yukiha: Esto debería… darnos tiempo —dijo ella, respirando con dificultad mientras sostenía la barrera.
Los hombres lobo golpearon con furia la barrera, sus garras raspando el hielo con fuerza. Aunque no podían atravesarla de inmediato, sus ataques eran constantes, y Yaito sabía que no podrían mantenerse a la defensiva por mucho más tiempo.
Yaito: Esto no es suficiente… necesitamos una estrategia —murmuró, mirando a su alrededor mientras buscaba una forma de escapar o enfrentarse a las bestias de una vez por todas.
Mientras los hombres lobo continuaban su asedio, Yaito recordó algo que había visto en un combate anterior: los puntos débiles de los enemigos más rápidos a menudo residían en su dependencia de su velocidad y agilidad. Si podían desacelerarlos o bloquear su movilidad, podrían ganar algo de ventaja.
Yaito: ¡Yukiha! ¿Puedes congelar el suelo de los edificios por los que saltan? Si logramos que pierdan el equilibrio, podríamos tener una oportunidad de detenerlos.
Yukiha asintió débilmente, comprendiendo lo que Yaito intentaba hacer. Con el último esfuerzo de energía que le quedaba, extendió su otra mano y comenzó a liberar ráfagas de hielo hacia los edificios cercanos. El hielo comenzó a cubrir las superficies de los tejados y las paredes, creando áreas resbaladizas que harían difícil para los hombres lobo mantener su ritmo.
Uno de los hombres lobo, al intentar saltar, resbaló sobre el hielo recién formado y cayó varios pisos antes de estrellarse contra el suelo. Los otros dos, aunque más cautelosos, también comenzaron a perder algo de velocidad mientras intentaban adaptarse al nuevo terreno.
Yaito: ¡Funciona! —exclamó viendo que su plan estaba dando resultado.
Pero todavía quedaban dos hombres lobo, y seguían persiguiéndolos implacablemente. Sabía que necesitaban una oportunidad más para terminar con la amenaza de una vez por todas.
Los dos hombres lobo, viendo que su estrategia de ataque estaba funcionando, se comunicaron entre ellos con gruñidos y miradas furtivas. Uno de ellos se lanzó hacia Yaito y Yukiha, mientras que el otro se preparaba para seguirlo. Con un potente salto, el primer hombre lobo se lanzó en tacleada hacia ellos, derribando a Yaito y a Yukiha, quienes cayeron pesadamente en un basurero cercano.
El impacto fue contundente, y Yaito sintió que la respiración se le escapaba momentáneamente. Cuando se dio cuenta de la situación, vio a Yukiha a su lado, visiblemente débil, con su herida aún doliéndole. La caída había sido un golpe duro, y el caos del momento no ayudaba en nada.
Yaito: ¡Yukiha! —exclamó, preocupado. —¿Estás bien?
Ella lo miró, sus ojos llenos de determinación, pero su cuerpo claramente no respondía como ella quisiera. Las fuerzas la abandonaban poco a poco. A pesar de eso, su mirada mostraba que estaba lista para seguir luchando, aunque sabía que su condición no se lo permitía.
Yukiha: Estoy... bien, solo necesito... un momento —respondió ella, respirando con dificultad.
Pero Yaito no podía permitirse el lujo de esperar. Sabía que el tiempo corría y que los hombres lobo estaban muy cerca. Recordando una técnica que había desarrollado, decidió actuar rápidamente. Se rasgó un mechón de cabello y, con un movimiento rápido, creó un clon de sí mismo. El clon se materializó a su lado, un reflejo exacto de él, pero con la habilidad de actuar independientemente.
Yaito: Llévala a un lugar seguro —ordenó a su clon, sintiendo la urgencia en su voz. —No te detengas hasta que esté a salvo.
Yukiha, sorprendida, miró a Yaito y a su clon, incapaz de comprender del todo lo que estaba sucediendo. La confusión se apoderó de ella.
Yukiha: ¿Qué estás haciendo? —preguntó, su voz llena de incertidumbre.
Yauto: No debes preocuparte por eso —respondió con una sonrisa tranquila. —Esto es lo que hace un héroe. Siempre hay que proteger a los demás, incluso si eso significa arriesgarse.
Sin más, el clon tomó a Yukiha en brazos con suavidad y comenzó a moverse rápidamente, saliendo del basurero y dirigiéndose a una calle lateral donde estarían más a salvo. Yaito sintió un alivio momentáneo al saber que Yukiha estaría en buenas manos, al menos por un tiempo.
Mientras tanto, el hombre lobo que los había derribado estaba justo frente a él, listo para atacar de nuevo. Yaito se levantó rápidamente, su mente centrada y decidida. Sabía que necesitaba enfrentarse a esta amenaza por sí mismo, pero ahora contaba con la ventaja de su clon y su propio ingenio.
Yaito: No te tengo miedo —declaró enfrentándose a la criatura con determinación en sus ojos.
El hombre lobo, al ver la valentía de Yaito, se lanzó hacia él, sus garras extendidas y sus colmillos a la vista. Pero Yaito, recordando los movimientos de Yukiha y cómo había utilizado el hielo, decidió hacer uso de su propio "Quirk" para defenderse.
Con un movimiento rápido, Yaito convocó su nube voladora, usando su energía para crear un pequeño remolino de viento que lo empujó hacia un lado justo cuando el hombre lobo atacó. Este movimiento de evasión sorprendió al lobo, que chocó contra el basurero en lugar de golpear a Yaito.
Aprovechando la confusión, Yaito se giró y lanzó un ataque rápido, utilizando un filo de viento para golpear al hombre lobo en su costado. La fuerza del ataque lo hizo tambalear, pero Yaito sabía que no podía relajarse. Había que terminar con esto antes de que su clon regresara.
Con una resolución renovada, Yaito se preparó para el siguiente movimiento, concentrando su energía mientras enfrentaba al hombre lobo que, furioso, se levantaba para atacar una vez más.
Mientras el clon de Yaito avanzaba por las calles, cargando a Yukiha en sus brazos, ella, aunque debilitada, comenzó a removerse ligeramente, mostrando su descontento.
Yukiha: Déjame —susurró, con la mirada fija al frente. —Esta es mi pelea. No tienes por qué meterte en esto.
El clon de Yaito no detuvo su paso, pero la miró con calma, sin rastro de duda en su expresión.
Clom: No tienes que cargar con todo eso sola, Yukiha —respondió con firmeza, mientras mantenía su mirada enfocada en la dirección en la que corrían. —Ser un héroe no significa pelear todas las batallas por uno mismo. También se trata de confiar en los demás, de saber que hay personas dispuestas a ayudarte, incluso si piensas que no lo mereces.
Yukiha, quien había estado a la defensiva desde el inicio, se quedó en silencio por un momento, mirando el rostro del clon de Yaito. Su ceño se suavizó ligeramente, sorprendida por la serenidad y sinceridad en sus palabras. Había pasado tanto tiempo luchando sola, en conflicto con aquellos que la perseguían, que había olvidado lo que significaba depender de alguien más.
Yukiha: Tú... no lo entiendes —murmuró apartando la mirada hacia el suelo. —Si me atrapan... si me capturan, muchas personas podrían sufrir. Yo... no puedo permitir que otros se involucren en esto. No quiero arrastrar a nadie más conmigo.
El clon de Yaito, sin detenerse, esbozó una ligera sonrisa, casi idéntica a la original de Yaito.
Clon: Justamente por eso no estás sola. Porque no podemos permitir que cargues con todo tú sola. Nadie debería enfrentar ese tipo de sufrimiento sin apoyo. Tú eres fuerte, Yukiha, pero incluso los más fuertes necesitan ayuda a veces. Y no es una debilidad aceptarla. Es lo que nos hace humanos... y lo que nos hace héroes.
Las palabras resonaron profundamente en Yukiha. Nunca antes había considerado esa perspectiva. Su vida siempre había sido una constante lucha por sobrevivir, por mantenerse un paso adelante de quienes la perseguían. Pero escuchar esas palabras de alguien que apenas conocía, y que no tenía ninguna obligación de ayudarla, la hizo reflexionar.
Yukiha: ¿Por qué lo haces? —preguntó finalmente, con un tono más suave, casi vulnerable. —¿Por qué estás arriesgándote por mí?
El clon la miró de nuevo, esta vez con una mirada cálida.
Clon: Porque es lo que haría un héroe —dijo con simpleza. —Yaito no cree en abandonar a los demás. Tampoco creo que lo haría yo.
Yukiha se quedó en silencio, sin saber qué responder. Por primera vez en mucho tiempo, sintió una pequeña chispa de esperanza, algo que había creído haber perdido. Mientras se dejaba llevar por el clon, su mirada volvió hacia el lugar donde Yaito se había quedado enfrentando a los hombres lobo. Había algo en sus palabras que la hacía querer creer, incluso aunque todo lo que conocía le dijera que debía ser precavida.
Con un suspiro resignado, pero más tranquila, Yukiha finalmente cedió.
Yukiha: Está bien —murmuró, más para sí misma que para el clon. —Tal vez... tal vez no deba pelear sola esta vez.
El clon asintió en silencio, sintiendo que algo en Yukiha había cambiado, aunque fuera solo un poco.
En medio de la arena Yaito observaba con atención a los hombres lobo que se lanzaban hacia él. Sus ojos se concentraban en los movimientos veloces y feroces de las bestias, pero algo dentro de él estaba cambiando.
El primer lobo saltó, extendiendo sus garras con un rugido feroz. Yaito, casi instintivamente, dio un paso hacia un lado, evitando el zarpazo por apenas un milímetro. El segundo lobo no tardó en atacar desde un ángulo diferente, pero Yaito volvió a esquivar con la misma facilidad, moviéndose con agilidad y precisión. Cada vez que una garra rozaba el aire donde él había estado, su cuerpo se movía como si lo supiera antes de que ocurriera.
Con cada esquive, su sorpresa aumentaba. ¿Desde cuándo podía moverse así? pensó, mientras sus pies se deslizaban con naturalidad. Los hombres lobo lo atacaban en conjunto ahora, tratando de acorralarlo, pero Yaito, con una sonrisa asombrada, giró y esquivó cada golpe. Era como si el tiempo se ralentizara solo para él, permitiéndole ver con claridad cada ataque.
Finalmente, tras un último zarpazo, Yaito saltó hacia atrás, aterrizando con gracia a una distancia segura. Miró sus manos y luego al frente, donde los hombres lobo, furiosos, rugían al ver que no podían tocarlo.
Yaito: ¿Qué está pasando…? —susurró para sí mismo, sorprendido por la facilidad con la que había evadido cada ataque.
Pero no había tiempo para respuestas. Los lobos volvían a atacar, y Yaito, esta vez más consciente de su nueva agilidad, se preparó para enfrentarlos con confianza renovada justo dio un barrido a unos de los lobos donde este se recuperó con los brazo cruzado para luego extendiendo a ambos lado generado aire.
Mientras Yaito se preparaba para el siguiente ataque, una sombra veloz se acercaba por detrás. El tercer lobo, más silencioso y astuto que los otros, había aprovechado un momento de distracción para atacar desde su espalda, con sus garras listas para caer sobre él. Yaito, todavía adaptándose a su agilidad recién descubierta, no se percató de la amenaza a tiempo.
Justo cuando parecía que el lobo lo alcanzaría, un sonido sordo resonó en el aire.
¡Crash!
Un pilar de hielo emergió de la nada, golpeando al lobo con fuerza y lanzándolo contra el suelo. Yaito giró rápidamente, sorprendido por lo ocurrido. El aire a su alrededor empezó a enfriarse, y una fina niebla helada comenzó a cubrir la arena. Yaito pudo ver cómo pequeños cristales de hielo flotaban en el aire, formando delicadas mariposas que revoloteaban con gracia.
Yaito: ¿Qué…? —murmuró observando la escena con asombro mientras sentía cómo la temperatura descendía a su alrededor.
De entre la neblina fría, una figura apareció. Yukiha, con su cabello plateado brillando bajo el sol, avanzaba con pasos decididos. Su expresión era tranquila, pero había una firmeza en sus ojos que no había mostrado antes. A medida que caminaba, el hielo se extendía por el suelo, formando caminos congelados bajo sus pies.
Yukiha: No pienses que te dejaré enfrentarlos solo, Yaito —dijo mientras las mariposas de hielo giraban a su alrededor, danzando en el aire congelado—. No voy a huir, no esta vez.
Yaito se quedó boquiabierto por un momento. Ver a Yukiha, normalmente tan reservada, intervenir de esa manera lo llenó de sorpresa. Su poder no solo estaba protegiéndolo, sino que también había cambiado por completo el ambiente del combate.
Yaito: Yukiha… —musitó aún procesando lo que acababa de suceder. Pero no tuvo tiempo para más palabras, ya que los hombres lobo, furiosos y desconcertados por el hielo, volvieron a rugir, preparándose para atacar de nuevo.
Mientras yukiha con su hielo generaba una lanza mientras la mariposa bailaban a su alrededor.
Yukiha: Es hora de acabar con esto —dijo su voz firme y decidida—. Peleemos juntos.
Yaito asintió, sintiendo una renovada confianza al saber que no estaba solo.
Continuará........
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