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Capitulo 1

En la televisión, las imágenes mostraban un caos absoluto: edificios en ruinas, llamas consumiendo lo poco que quedaba en pie, y humo cubriendo el cielo gris. El estruendo de las explosiones resonaba mientras las cámaras temblaban por el impacto. Entre los escombros, un grupo de personas corría en pánico, sin saber hacia dónde ir o qué hacer.

De pronto, una sombra imponente apareció entre las llamas. La cámara enfocó al héroe más grande de todos, All Might, quien sostenía en sus brazos a varios civiles heridos, mientras otros lo seguían con la esperanza reflejada en sus ojos. Su imponente figura destacaba entre la devastación, y su sonrisa invencible, aunque la situación era crítica, iluminaba la pantalla.

??: ¡No teman, porque ya estoy aquí! —dijo con firmeza, su voz resonando como un trueno entre los gritos y el caos.

Con un solo salto, se elevó hacia un lugar seguro, dejando atrás las llamas y los escombros, asegurándose de que cada vida estuviera fuera de peligro. Mientras lo hacía, una explosión sacudió el lugar, pero él no se inmutó. All Might seguía adelante, indomable.

En una pequeña sala de estar, un joven Yaito, de apenas seis años, miraba la televisión con los ojos llenos de asombro y admiración. Su rostro irradiaba felicidad al ver a su héroe favorito en acción, sin apartar la mirada ni un segundo de la pantalla. Los restos de un bocadillo olvidado estaban a su lado, pero Yaito no podía comer. Estaba demasiado emocionado.

—¡Es All Might! —gritó emocionado, dando pequeños saltos en el sofá. Su corazón palpitaba con fuerza mientras veía cómo All Might salvaba a todos, manteniendo su promesa de ser el símbolo de la paz.

Aún siendo solo un niño, Yaito sabía en lo profundo de su corazón que algún día quería ser como él, un héroe que pudiera salvar a los demás sin importar las circunstancias. Mientras la escena en la televisión mostraba a All Might elevándose con los civiles en brazos, Yaito apretó los puños con fuerza, su sonrisa más amplia que nunca. Su sueño apenas comenzaba, inspirado por la determinación y el poder de su héroe.

La imagen de All Might aún brillaba en la televisión, y Yaito seguía absorto, con los ojos llenos de entusiasmo. La emoción de ver a su héroe favorito salvando vidas lo hacía soñar despierto con un futuro donde él también pudiera hacer lo mismo. De repente, la puerta de la sala se abrió suavemente, y su madre, Katsumi Yamanaka, entró junto a su hermana mayor, Emi Yamanaka, quienes se detuvieron por un momento al ver a Yaito tan concentrado en la pantalla.

Katsumi: ¿Otra vez viendo a All Might? —dijo con una sonrisa cariñosa, mientras caminaba hacia él y se sentaba a su lado. Emi se acercó también, sentándose en el borde del sofá.

Yaito, sin apartar la vista de la televisión, asintió con energía.

Yaito: ¡Sí, mamá! All Might es increíble. ¡Mira cómo salvó a todos! —exclamó, levantando ambos brazos al aire en un gesto exagerado, como si él mismo estuviera realizando la hazaña. Sus movimientos cómicos arrancaron una pequeña risa de su hermana, que lo observaba con dulzura.

Emi: Lo sé, lo sé —respondió riendo suavemente mientras le revolvía el cabello—. Un día podrías ser tan genial como él, ¿no crees?

Yaito se levantó de un salto sobre el sofá, imitando una pose heroica, inflando el pecho y levantando un puño al aire, como si ya estuviera listo para salvar el mundo. Su expresión exagerada y su seriedad teatral hicieron que tanto su madre como su hermana soltaran una carcajada.

Yaito: ¡Seré el mejor héroe! ¡Voy a salvar a todos, justo como All Might! —declaró con una voz imponente, aunque aún conservaba su tono infantil. Al hacerlo, se tambaleó ligeramente en el sofá, perdiendo el equilibrio y cayendo de espaldas, lo que provocó más risas en Emi.

Katsumi lo miró con ternura, mientras lo ayudaba a levantarse. Al ver la pasión en los ojos de su hijo, no pudo evitar imaginar el futuro que le esperaba.

Katsumi: Vas a ser un gran héroe, Yaito —le dijo con suavidad, acariciándole la mejilla—. Estoy segura de ello.

Yaito la miró con una gran sonrisa, su pecho lleno de orgullo por las palabras de su madre. Aunque su Quirk aún no había despertado, en ese momento, poco le importaba. Sentía que, con el apoyo de su familia y la inspiración de héroes como All Might, nada lo detendría.

Yaito: ¡Voy a esperar a que mi Quirk despierte! —dijo, ahora con una mirada decidida, apretando sus pequeños puños—. Y cuando lo haga, seré el héroe más fuerte del mundo.

Su madre y su hermana lo observaban, sonrientes y llenas de amor. Aunque Yaito era solo un niño, su corazón ya estaba lleno de sueños, y ellas sabían que no había nada que pudiera apagar esa chispa.

[Hospital]

La atmósfera en la sala del hospital era tensa. Las paredes blancas y el suave sonido de los monitores médicos solo intensificaban la incomodidad en el aire. Yaito, aún con su habitual sonrisa, estaba sentado en la camilla, balanceando sus piernas de un lado a otro, nervioso pero tratando de mantener su optimismo. Katsumi, su madre, permanecía a su lado, sosteniendo su mano, mientras Emi, su hermana mayor, observaba desde una silla cercana, cruzando los brazos con preocupación en su rostro.

El doctor, un hombre de mediana edad con una expresión cansada y seria, entró finalmente a la sala con unos documentos en la mano. Sin preámbulos, se detuvo frente a la familia y lanzó una mirada fría a Yaito. Katsumi y Emi lo miraron, esperando alguna palabra alentadora, alguna señal de que todo estaría bien.

Doctor: Yaito, ¿verdad? —dijo el doctor, mirando al niño por encima de sus gafas.

Yaito asintió con energía, aún manteniendo su sonrisa nerviosa, esperando alguna noticia sobre su condición. Creía que pronto llegaría el día en que su Quirk se manifestaría. Él sabía, en su corazón, que sería un gran héroe como All Might.

Sin embargo, lo que siguió fue como una bofetada de realidad.

Doctor: Muchacho, creo que deberías rendirte —dijo de manera directa, su voz carente de empatía—. Hay casos donde los Quirks no se manifiestan, y temo que podrías ser uno de esos casos. Es muy poco probable que desarrolles un Quirk a esta edad.

Las palabras cayeron como una losa. Yaito se quedó petrificado, su sonrisa congelada en su rostro. Por un momento, fue como si el tiempo se hubiera detenido. Su mente se negaba a procesar lo que acababa de escuchar. Todo lo que había soñado, su ilusión de ser un héroe como All Might, se veía derrumbado en un solo instante.

Katsumi se levantó de inmediato, sorprendida y molesta por la frialdad del comentario del doctor.

Katsumi: ¿Cómo puede decirle eso a un niño? —exclamó, con una mezcla de indignación y preocupación—. ¿Cómo puede saberlo con certeza? ¡Mi hijo no se rendirá tan fácilmente!

Emi también se levantó, colocándose junto a su madre, mirando al doctor con los ojos entrecerrados.

Emi: ¿Por qué diría algo así? —dijo con dureza, claramente molesta—. Hay niños que manifiestan sus Quirks más tarde, ¿verdad?

El doctor suspiró, como si estuviera acostumbrado a este tipo de reacciones.

Doctor: Lo entiendo, señora Yamanaka —respondió, dirigiéndose a Katsumi—. Pero a los 4 años, la mayoría de los niños ya han despertado sus Quirks. Cuanto más tiempo pase, menos probable es que ocurra. No quiero darles falsas esperanzas.

Mientras su madre y hermana continuaban discutiendo con el doctor, Yaito permaneció en silencio, inmóvil, aún con esa sonrisa vacía en su rostro. En su mente, las palabras del doctor resonaban una y otra vez: “deberías rendirte.” Sentía un nudo en el estómago, pero no quería mostrar su tristeza. No quería preocupar a su mamá ni a Emi. Un héroe no se rinde, pensó para sí mismo. All Might nunca se rendiría.

Pero, por primera vez, la duda se instalaba en su corazón. ¿Y si nunca desarrollaba un Quirk? ¿Y si nunca podría ser un héroe?

Katsumi: Yaito… —la suave voz de su madre lo sacó de sus pensamientos. Katsumi se arrodilló frente a él, tomando sus pequeñas manos con fuerza—. No escuches lo que te dicen. Tú eres fuerte, y no necesitas que un Quirk defina lo que puedes lograr. Siempre hemos creído en ti, y lo seguiremos haciendo.

Emi se acercó también, colocando una mano en su hombro.

Emi: Vamos, Yaito. Sabemos lo que sueñas, y aunque sea difícil, no significa que no puedas alcanzarlo —añadió su hermana, sonriendo para tratar de animarlo.

Yaito, todavía con esa sonrisa forzada, asintió lentamente. Un héroe nunca se rinde, se repitió una vez más en su mente. Pero las palabras del doctor seguían pesando en su corazón, como una sombra que no podía sacudirse.

Había pasando algunas horas donde la familia yamanaka regreso a su casa luego de la visita al hospital.

La puerta de la casa de los Yamanaka se cerró suavemente detrás de ellos, pero el silencio en el hogar era mucho más pesado de lo habitual. Katsumi y Emi caminaban detrás de Yaito, intercambiando miradas de preocupación. No habían dejado de pensar en lo que el doctor les había dicho. Aunque su madre y su hermana intentaron animarlo, la atmósfera era tensa, y ambos sabían que aquellas palabras habían dejado una marca profunda en el pequeño Yaito.

Sin decir nada, Yaito fue directamente hacia la sala de estar, encendió la televisión y se acomodó en el sofá, mirando con sus ojos llenos de esperanza una repetición de su héroe favorito. Allí estaba All Might, una vez más, en medio del caos y la destrucción, salvando a todos con su poderosa sonrisa, irradiando la confianza y el valor que tanto admiraba Yaito.

Katsumi y Emi se quedaron de pie en la puerta, observándolo. Yaito no había dicho mucho desde que salieron del hospital, pero ellas podían sentir la tristeza en su pequeño cuerpo, notando cómo sus hombros se encogían ligeramente, como si estuviera cargando un peso demasiado grande para él.

Emi: Parece que lo está tomando peor de lo que pensábamos —susurró, con la voz rota por la impotencia.

Katsumi: Lo sé —respondió Katsumi, sus ojos llenos de lágrimas contenidas—. Pero no quiero que pierda esa chispa. No quiero que deje de soñar…

Justo en ese momento, en la pantalla, All Might lanzó un golpe poderoso que disipó el peligro, salvando a todos los civiles que lo rodeaban. La escena familiar de triunfo se desplegaba ante los ojos de Yaito, y como siempre, All Might terminó con su frase icónica:

—¡No temáis, porque ya estoy aquí!

Al escuchar esas palabras, Yaito no pudo más. Sus pequeños hombros temblaron mientras mantenía su mirada fija en la pantalla. Su sonrisa, esa que siempre había usado para mostrar su alegría y fortaleza, aún estaba allí, pero algo había cambiado. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que rápidamente rodaron por sus mejillas, cayendo sin control.

Tembloroso, Yaito levantó una mano y señaló la pantalla, donde All Might, fuerte e invencible, seguía sonriendo. Giró la cabeza lentamente hacia su madre y su hermana, que lo miraban con el corazón roto.

Yaito: ¿Puedo…? —preguntó, su voz entrecortada por el llanto contenido—. ¿Puedo… aún convertirme en un héroe?

El tono de su voz, que siempre había sido tan alegre y lleno de confianza, ahora estaba lleno de una duda desgarradora. Su sonrisa aún estaba allí, pero era una máscara, y las lágrimas que fluían no podían ocultar la verdadera tristeza y confusión que sentía en su corazón. Yaito, el chico que siempre había soñado con ser un héroe, ahora estaba perdido, preguntándose si ese sueño se había desvanecido para siempre.

Katsumi sintió que algo dentro de ella se rompía al verlo así. Este era su hijo, el niño que siempre había sido una fuente de luz, de esperanza. Ahora, esa luz titilaba, a punto de apagarse. Las lágrimas nublaron su visión mientras daba un paso adelante, cayendo de rodillas frente a Yaito, abrazándolo con fuerza.

Katsumi: Claro que puedes, mi amor —dijo  su voz temblando por la emoción, mientras las lágrimas caían sobre la cabeza de su hijo—. No importa lo que digan los demás… ¡Tú tienes todo lo que necesitas para ser un héroe! No es solo el Quirk lo que te define. Es tu corazón, Yaito. Y tú tienes el corazón más grande de todos.

Emi, de pie al lado de ellos, también se arrodilló junto a su hermano, colocando una mano reconfortante en su hombro.

Emi: Eres nuestro pequeño héroe, Yaito. Y siempre lo serás. No importa cuánto tarde tu Quirk en despertar. No necesitas rendirte —añadió con suavidad, tratando de contener su propio llanto.

Yaito, aún con lágrimas desbordándose, abrazó a su madre con fuerza, mientras Emi se unía al abrazo. Su pequeña figura temblaba entre los brazos de su familia, pero en ese momento, aunque el dolor de la duda seguía presente, el amor y el apoyo incondicional de su madre y hermana le recordaron que aún podía soñar, que aún tenía un camino por recorrer.

Aunque el futuro parecía incierto, Yaito, rodeado por su familia, empezó a sentir que no todo estaba perdido.

[ Presente ]

Era un día soleado, y el cielo azul se extendía sin una sola nube que lo interrumpiera. El bullicio típico de los estudiantes llenaba las calles cercanas a la escuela secundaria, pero en medio de toda esa actividad, destacaba una figura caminando tranquilamente. Yaito Yamanaka, en su último año de secundaria, avanzaba por la acera con su habitual sonrisa que parecía iluminar su rostro, una sonrisa que muchos conocían y admiraban.

Llevaba su uniforme escolar con cierta soltura, su mochila colgada en un solo hombro y las manos en los bolsillos, mientras tarareaba una canción alegre en su cabeza. Su paso era relajado, como si nada en el mundo pudiera sacudir su calma. Aunque muchas cosas habían cambiado desde aquel momento en el hospital años atrás, su sonrisa se había mantenido intacta, una promesa silenciosa a sí mismo y a su familia de que seguiría adelante, sin importar lo que ocurriera.

Lo que pocos sabían, sin embargo, era la cantidad de dudas y miedos que había detrás de esa sonrisa.

Caminando solo por la calle, Yaito empezó a reflexionar. Estaba en su último año de secundaria, y el tiempo parecía avanzar más rápido de lo que había imaginado. Recordaba con claridad el día en el hospital, cuando el doctor había sembrado dudas en su corazón. Pero también recordaba cómo su madre y su hermana se habían aferrado a él, dándole la fuerza para no rendirse. Ahora, a pesar de que su Quirk aún no se había manifestado completamente, Yaito seguía soñando con ser un héroe. La chispa en su corazón nunca se había apagado.

Mientras avanzaba, llegó al parque donde solía sentarse de niño. Todo estaba igual que siempre: los bancos viejos, los árboles que se mecían con la brisa, y el sonido lejano de los niños jugando. Se detuvo por un momento, observando a su alrededor y recordando aquellos días en los que soñaba despierto con salvar el mundo, igual que All Might. A pesar de que su camino había sido más difícil de lo que imaginaba, Yaito no podía evitar sonreír al pensar en lo lejos que había llegado.

Yaito: ¿Puedo aún convertirme en un héroe?" —susurró para sí mismo, recordando aquella pregunta que le había hecho a su madre y hermana cuando era niño.

Ahora, la respuesta era clara. No importaba lo que los demás pensaran o lo que dijeran los doctores. Ser un héroe era mucho más que tener un Quirk. Se trataba de ser alguien que no se rendía, que sonreía frente a la adversidad, y que siempre encontraba la manera de ayudar a los demás. Yaito sabía que, de una forma u otra, se convertiría en el héroe que siempre había soñado.

Con esa convicción renovada, siguió caminando, su sonrisa brillando aún más. El mundo podía ser duro y lleno de desafíos, pero Yaito había decidido, hace mucho tiempo, que nunca dejaría que eso lo derrumbara.

Yaito: Voy a ser un héroe —dijo en voz alta, mientras se dirigía hacia su casa, lleno de determinación.

Y en ese momento, Yaito no era solo un chico sonriente en su último año de secundaria. Era alguien que había elegido su propio camino, alguien que nunca dejaría de creer en sus sueños.

Al llegar a casa, Yaito abrió la puerta principal con un suspiro de alivio. Aunque le gustaba estar en la escuela, había algo especial en el calor y la tranquilidad de su hogar. Dejó su mochila en la entrada y se quitó los zapatos, percibiendo al instante el aroma de la comida recién hecha que venía de la cocina. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras caminaba hacia allí, sabiendo exactamente quién lo estaría esperando.

Al entrar a la cocina, Yaito encontró a su madre, Katsumi Yamanaka, ocupada preparando la cena. Katsumi era una mujer de porte elegante, incluso en las tareas cotidianas del hogar. Su cabello largo y rojo, recogido en una trenza, caía con naturalidad sobre su hombro. Sus ojos, de un profundo color ámbar, irradiaban una mezcla de serenidad y fortaleza, cualidades que la definían desde su juventud. Vestía un sencillo delantal sobre una blusa de tonos pastel, pero incluso con esa ropa casual, conservaba la gracia y distinción de alguien que había crecido en una familia noble.

La familia de Katsumi pertenecía a una antigua y respetada nobleza, con una larga tradición de personas influyentes en la sociedad. Sin embargo, años atrás, cuando decidió casarse con el padre de Yaito, un hombre de estatus mucho más humilde y sin una gran herencia que ofrecer, las opiniones dentro de su familia fueron divididas. A pesar de las críticas y la presión, Katsumi siguió su corazón y eligió el amor por encima de las expectativas sociales, algo que nunca había lamentado. Su matrimonio había sido una prueba de que el valor de las personas no estaba en su apellido o en su riqueza, sino en su carácter.

Cuando escuchó a Yaito entrar, Katsumi levantó la vista de la comida que estaba preparando y sonrió cálidamente.

Katsumi: Bienvenido a casa, Yaito —dijo con su suave y melodiosa voz, la misma que siempre lograba calmar cualquier preocupación que él pudiera tener.

Yaito: Gracias, mamá —respondió, acercándose a la mesa de la cocina y tomando asiento—. Huele delicioso, como siempre.

Katsumi sonrió ante el cumplido de su hijo y siguió trabajando en la comida, aunque no pudo evitar notar la ligera tensión en sus movimientos. Con el paso de los años, había aprendido a leer a Yaito mejor que nadie. Aunque su sonrisa seguía siendo tan brillante como siempre, había algo en su mirada, una leve sombra que solo una madre podía detectar.

Katsumi: ¿Cómo estuvo el día? —preguntó  mientras colocaba algunos platos en la mesa.

Yaito  Bien, bastante normal —respondió manteniendo su tono alegre mientras se recostaba en la silla—. Ya sabes, solo las cosas típicas de siempre… Exámenes, trabajos… ¡Ah, y Sawada casi se duerme en clase otra vez!

Katsumi rió suavemente, pero no dejó de observar a su hijo. Sabía que Yaito no era del tipo que se quejara o compartiera fácilmente sus problemas, al menos no directamente. Su naturaleza optimista lo llevaba a ocultar sus preocupaciones bajo esa fachada de alegría, pero ella, como madre, podía ver más allá.

Katsumi: Me alegra que todo vaya bien en la escuela —dijo mientras se sentaba frente a él—. Aunque… no puedo evitar preguntarme, ¿cómo te sientes? Últimamente te noto pensativo.

Yaito levantó la vista y, por un momento, su sonrisa se desvaneció ligeramente. Sabía que no podía esconderse de su madre. Katsumi siempre había sido su mayor apoyo, desde aquel día en el hospital cuando le había prometido que podía ser un héroe, hasta ahora, cuando estaba a punto de terminar la secundaria.

Yaito: Bueno… —comenzó rascándose la nuca—. Es solo que… a veces me pregunto si estoy en el camino correcto, ¿sabes? Aún no he despertado un Quirk fuerte, y todos mis amigos ya están pensando en su futuro como héroes. Y aquí estoy yo, sonriendo como siempre, pero... no sé si realmente puedo llegar a ser un héroe como All Might o como tú creías que podría ser.

Katsumi lo miró fijamente, sus ojos amables pero llenos de comprensión. Sabía que este momento llegaría. Desde que Yaito era un niño, había puesto todas sus esperanzas en su sueño de convertirse en héroe, y aunque siempre había sido fuerte, también sabía que su hijo enfrentaba una lucha interna constante.

Katsumi: Yaito… —dijo con ternura, apoyando una mano sobre la de él—. El camino de un héroe no siempre es el que otros esperan. Puede que tu Quirk no sea como el de los demás, pero tú tienes algo mucho más importante. Tienes un corazón lleno de bondad, de valentía. Has enfrentado más desafíos de los que otros ni siquiera pueden imaginar, y aún así, aquí estás, con esa sonrisa que nunca se apaga.

Yaito bajó la mirada, escuchando atentamente las palabras de su madre.

Katsumi: Ser un héroe no siempre significa tener el Quirk más fuerte. A veces, significa seguir adelante cuando el mundo te dice que te rindas. Yaito, tú ya eres un héroe para mí y para Emi. Y sé que, pase lo que pase, encontrarás tu propio camino. Estoy segura de eso.

Las palabras de Katsumi resonaron profundamente en Yaito, y por un momento, el peso de sus dudas se alivió. Miró a su madre, agradecido por su apoyo incondicional, y una vez más, su sonrisa regresó, esta vez más genuina y llena de esperanza.

Yaito: Gracias, mamá —respondió, sintiendo que esas palabras eran lo que necesitaba oír.

Katsumi le devolvió la sonrisa y, sin decir más, continuaron preparando la mesa, sabiendo que aunque el futuro fuera incierto, estaban juntos en el camino, y eso era lo que realmente importaba.

Mientras Yaito y su madre Katsumi terminaban de poner la mesa para la cena, el sonido de pasos ligeros bajando por las escaleras llamó la atención de ambos. Emi, la hermana mayor de Yaito, apareció en la entrada de la cocina. Con su cabello igual a de nuestro protagonista y, que caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus brillantes ojos azules que reflejaban una vivacidad natural, Emi era la viva imagen de su madre, aunque con una energía juvenil que la hacía destacar.

Yaito: ¡Ya era hora! —dijo con una sonrisa burlona al ver a su hermana—. Estaba empezando a pensar que te habías quedado dormida otra vez.

Emi le devolvió una mirada fingiendo molestia, pero no pudo evitar sonreír también. Se sentó en la mesa, dejando escapar un pequeño suspiro mientras estiraba los brazos.

Emi: No me quedé dormida, solo estaba terminando unos deberes… —respondió aunque su tono era relajado—. Pero claro, tú siempre tienes que bromear sobre eso.

Yaito: Es que eres muy predecible, Emi —le dijo manteniendo su habitual sonrisa alegre.

Los dos compartieron una mirada cómplice, una de esas que sólo los hermanos que han pasado por tanto juntos pueden entender. Aunque ambos habían crecido con personalidades diferentes —Emi siendo más tranquila y directa, mientras que Yaito era más tranquilo y optimista—, su vínculo era inquebrantable.

Katsumi, que observaba la interacción de sus hijos con una sonrisa cálida, se sentó también en la mesa, colocando los últimos platos.

Katsumi: Bueno, me alegra que todos estemos aquí —dijo, su voz calmada llenando el ambiente con una sensación de paz—. Tengo una noticia que creo que les gustará.

Yaito y Emi la miraron curiosos, alzando las cejas en sincronía.

Emi: ¿Qué noticia, mamá? —preguntó inclinándose ligeramente hacia adelante, intrigada.

Katsumi: He estado pensando en algo —respondió mientras servía las porciones de comida—. Hace tiempo que no tenemos una escapada familiar, y creo que sería un buen momento para hacer un viaje. Quiero que vayamos al templo de la familia, el que pertenece a los Yamanaka desde hace generaciones.

Yaito dejó los cubiertos en la mesa y miró a su madre con una mezcla de sorpresa y emoción. El templo al que se refería era un lugar lleno de historia para su familia. Aunque no habían hablado mucho de él cuando eran más pequeños, Yaito recordaba vagamente algunas historias sobre cómo el templo estaba profundamente relacionado con las raíces nobles de su linaje. Para él, siempre había sido un sitio casi místico, un lugar que contenía secretos de sus antepasados.

Emi: ¿Al templo familiar? —preguntó con los ojos brillando de curiosidad—. ¡He oído tantas historias sobre ese lugar! Mamá, ¿de verdad vamos a ir?

Katsumi asintió, sonriendo ante el entusiasmo de su hija.

Katsumi: Así es. Quiero que conozcan más sobre nuestra historia y nuestras raíces. El templo está en las montañas, rodeado de naturaleza, y será una oportunidad para desconectar un poco de todo lo que nos rodea aquí en la ciudad. Además —agregó con una ligera sonrisa—, creo que será bueno para ambos, especialmente para ti, Yaito.

Yaito, que había estado escuchando en silencio, sintió una chispa de emoción al pensar en la idea de un viaje familiar. Aunque su madre no lo había dicho directamente, sabía que ella tenía una razón más profunda para querer llevarlos al templo. Quizás allí, rodeado de la historia de su familia, Yaito podría encontrar alguna respuesta o al menos una mayor claridad sobre su propio camino.

Yaito: Suena genial, mamá —dijo  finalmente, devolviendo la sonrisa a su madre—. Creo que un viaje será justo lo que necesitamos.

Emi asintió estando de acuerdo con su pequeño hermano

Emi: Es algo bueno que tengamos esto momento familia, Además, quiero ver si de verdad hay esos misteriosos "amuletos" que mencionas en tus historias —dijo refiriéndose a las leyendas que Katsumi les contaba sobre el templo cuando eran niños.

Katsumi: Bueno, ya lo verás por ti misma —respondió con un toque de misterio en su voz—. Pero lo importante es que pasemos tiempo juntos como familia. A veces es fácil perder de vista lo que realmente importa cuando estamos atrapados en nuestras rutinas.

La conversación fluyó de manera animada, con Katsumi contando más detalles sobre el viaje y Yaito y Emi bromeando sobre qué tipo de aventuras podrían esperarles en el templo. La atmósfera en la cocina estaba llena de calidez familiar, y las preocupaciones que Yaito había cargado a lo largo del día parecían desvanecerse, al menos por el momento.

Mientras la cena continuaba, Yaito observó a su madre y a su hermana, sintiendo una gratitud profunda por tenerlas a su lado. Aunque su camino hacia convertirse en un héroe aún estaba lleno de dudas y desafíos, sabía que no estaba solo. Su familia siempre había estado allí para él, apoyándolo en los momentos más oscuros y celebrando cada pequeño triunfo.

Y en ese momento, mientras las risas resonaban en la cocina, Yaito sintió una renovada determinación. El viaje al templo no solo sería una oportunidad para reconectar con su herencia, sino también una oportunidad para encontrar respuestas sobre su propio futuro.

Continuará.

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