Capítulo 07 ~ Nuevo compañero
Mientras terminaba de vestirse, tocaron a la puerta.
— Voy — dijo mientras dejaba caer sobre la cama la toalla con la que se sacaba el exceso de humedad del cabello.
Al abrir la puerta se topó de frente con el alegre rostro de Abigail. Sus ojos, ahora negros, lo inspeccionaron velozmente con evidente satisfacción.
— Bien, vamos — dice Abigail dando media vuelta y desapareciendo.
En ese momento Vincent deseó poder leer la mente.
Cerró la puerta tras de él y bajó las empinadas escaleras del ático. Al final lo esperaba Abigail junto con Samara. Ella solo le dirigió una mirada indiferente y comenzó a caminar por el pasillo.
Vincent no entendía porque la mujer de cabello negro era tan descortés con el. Trató de no tomarse personal su actitud, pero nada le costaba decir "buenos días" o un simple "hola".
Las observo en silencio. Abigail era más baja que Samara, podía calcularle un metro setenta, aparentaba a lo mucho unos quince años y descartando los colmillos y los ojos diabólicos, con su cuerpo menudo se veía tierna y adorable. Pero Samara, Dios santo, podía sentir su odio hacia él. Pero, era realmente hermosa, tan alta como él y su cuerpo era más atlético.
— Escucha — dice Samara de pronto mientras bajaban las escaleras en dirección a la gran sala — Aparte de tus clasecitas de magia a lo Harry Potter, tendrás que aprender defensa personal. Te observe y das asco...
— Y Sam te ayudará con eso — dijo Abigail sin contener la emoción y suavizando la tensión.
Samara solo la miró con paciencia y resignación.
— Escucha — Continuo Samara —, sobre lo que dijo anoche la vieja, no te preocupes, no estás obligado a revelar tus habilidades a nadie...
Al llegar a la sala, Vincent fue interceptado por el tipo extraño que lo recibió cuando llegó, dejándolo con las preguntas que quería hacer en la boca.
Sin decir una palabra el hombre le indicó con un gesto de la mano que le siguiera. Las chicas le dieron el visto bueno y lo siguió por un largo pasillo. Cuando llegaron a la habitación del fondo, el hombre dio dos golpes suaves y se escuchó un débil "entre". Al abrir la puerta de la habitación se encontró con una mujer, tan mayor, que debería estar en un asilo. Estaba sentada tras un enorme escritorio de madera rojiza. La anciana era tan pequeña en comparación, que le resultaba cómico. Llevaba su cabello blanco en un muy bien peinado y relamido tomate alto, y unos enormes lentes tipo poto-botella. En su blusa verde llevaba una credencial con su nombre y su puesto: Alfonsina Rodríguez. Orientadora.
No hablaron mucho, solo los saludos formales de presentación y una insípida bienvenida. Rápidamente la anciana con manos temblorosas le entregó una hoja que contenía su horario.
La mujer le hizo algunas preguntas sobre sus conocimientos sobre la magia y hechicería. Y al ver su nulo conocimiento, torció la ceja con desaprobación y comenzó escribir en otra hoja que decía "clases espaciales" y, aparte otra hoja con una lista de libros, y una solicitud para una credencial para la biblioteca. Al final le entregó una carpeta en la que le hizo meter las hojas y le aclaró que de inmediato tendría que ponerse al día y que cualquier duda, le preguntara a su compañero y sin más lo invito a retirarse.
Camino a la sala, Vincent le echó un vistazo a la carpeta. Para su suerte o desgracia, según el punto de vista por el que se mire. Tendrá que compartir clases con un puñado de muchachitas, muy probablemente pubertas. Fuera del contacto con su abuela y madre, Vincent no sabia muy bien como interactuar con el sexo opuesto. Lo bueno es que esas clases sólo eran un par y por las mañanas. Y eran clases normales, materias como matemáticas, ciencia, historia y lenguaje. Asignaturas que se repartieron durante la semana. Pero al observar las clases especiales casi se va de espalda.
Lunes: Construcción del ritual // Magia, Hechicería y chamanismo // La divinidad.
Martes: Ritual y preparación para el ritual // Herramientas.
Miércoles: Música, danza y gestos // Ejercicio y técnicas mágicas // Auto consagración.
Jueves: Círculo mágico y el altar // Los días de poder // Resguardo a la iniciación.
Viernes: El espiral del renacimiento // Rueda de años; los Sabbat y los Esbbat.
Clases extra: Defensa propia.
Eso era todo.
El horario también incluía la hora de la comida que se dividía en cuatro grupos; él comía junto a su compañero en el último.
Cuando llegó a la sala, se encontró con algunas de sus nuevas compañeras de casa. Muchas de ellas estaban sentadas entre sillas, sillones y sofás, compartiendo y bebiendo té. Vestidas con lo que podría considerarse un uniforme; un simple vestido negro de mangas largas que les llegaba a la rodilla, aunque cada una lo personificaba a su manera. Cuando Vincent hizo acto de presencia todas ellas dejaron lo que estaban haciendo. Las que hablaban se silenciaron; las que bebían té se quedaron con el líquido en la boca; las que simplemente leían dejaron de hacerlo; y las que simplemente iban pasando se detuvieron en seco. Era como si por un instante el mundo entero se hubiera detenido en su órbita.
Vincent solo atino hacer un amago de sonrisa incómoda, intentando descifrar qué era lo que esas niñas pensarían de él. Por su parte, pudo leer las diversas emociones del ambiente; en su mayoría era miedo, incertidumbre y rechazo. No lo querían ahí. Pero por otro lado, había mucha curiosidad, interés y deseo. Pero las emociones más fuertes venían de un rincón de la sala, dentro un grupito de tres niñas, una de ellas de aspecto infantil lo perforaba con la mirada. Vincent no le echo más de doce años. Perfectamente podría estar a la par de la hostilidad de Samara. Aunque su aspecto en vez de intimidarlo, le resultó cómico. La mocosa pericia una muñeca de porcelana; cabello rizado y rubio como el oro, brillantes ojos azules, redondas y rosadas mejillas, y por la forma en que sus pies apenas alcanzaban con la punta en suelo, sabía que no podía medir más que el metro cincuenta. A su lado, Abigail parecía más intimidante. Era muy obvio que no sería bienvenido en ese lugar.
Vincent decidió que lo mejor que podía hacer era ignorarlas. Respiró profundo y sin dejarse intimidar, camino por la sala. Se sentó en un sillón libre y siguió hojeando el horario y la lista de libros.
Algo me dice que pasaré mucho tiempo en la biblioteca.
El estómago le recordó que aún no había desayunado. Observo la hora en el reloj de pared de la gran sala. No pasaban de las dos y su turno para comer era a las dos y media. Samara y Abigail se mantenían a una distancia prudente, solo observaban y hablaban entre ellas en murmullos.
— Eres el nuevo — dijo una voz femenina a su derecha.
Vincent se volteo para mirar a la dueña de la voz y se topó con una muchacha de cabello pelirrojo, corto hasta el cuello y alborotado, de grandes gafas o ojos verdes, cara redonda y su piel pálida estaba salpicada de pequeñas pecas marrón claro.
— Yo soy Alhelí — Le sonrió ampliamente y le tendió la mano.
Vincent la tomó por simple cordialidad.
La muchacha tomó el gesto como una invitación a charlar y tomó un pequeño banquillo y se sentó junto a Vincent.
— Es un gusto conocerte, al fin. Todo el pueblo está vuelto loco con la noticia de tu llegada...
A Vincent le costó un poco seguir el hilo de la conversación, básicamente porque la muchacha hablaba de muchas cosas al mismo tiempo. El solo sonreía y asentía educadamente, mientras sentía en su nuca, la mirada psíquica de Samara.
— ¿Cómo pudiste sobrevivir en el exterior sin la ayuda de nadie? — preguntó la muchacha con demasiado interés — Es decir, eres huérfano y menor de edad...
— Tengo dieciocho — le aclaro Vincent..
— Ahora — puntualizó con mirada inquisitiva.
Vincent se puso rígido de pronto. Sabía que no tenía que decir nada.
— No fue tan difícil — mintió —, existen albergues y centros de ayuda.
La verdad era, que Vincent muchas veces tuvo que dormir en la calle y mendigar para poder comer. Los mejores trabajos a los que podía aspirar siendo menor edad era ayudando a poner y sacar puertos en ferias ambulantes, donde al momento de cerrar podía recolectar algo de la fruta o verdura que los feriantes dejaban atrás y no estaban en tan mal estado. Solo en tiempos de invierno podía ir a algún albergue para pasar la noche. Pero esos lugares, si no sabias cuidarte, podrás pasarlo realmente mal durante la noche. Más de una vez se le fue ofrecido alimento o dinero a cambio de prestar su cuerpo para saciar el deseo carnal tanto de otros hombres y como de mujeres que veían en él una presa fácil. Pero fue gracias a esas interacciones que Vincent fue descubriendo su habilidad. Evitar ser abusado sexualmente de menor, fue su mayor logro hasta el momento. Después de todo, cuando tienes hambre, puede ser muy fácil caer en la prostitución solo por un trozo de pan.
— ¿Enserio? — pregunto incrédula.
Vincent se preguntó por un momento si ella, al igual que él, podía percibir las emociones, así que hizo lo posible por proyectar confianza y seguridad en sus palabras.
— Claro, creo que has oído hablar del SENAME, estuve ahí hasta los dieciocho.
(servicio nacional de menores)
La muchacha se incomodó un poco. No era ajena a la fama que tenía esa institución. Pero se recompuso y comenzó a hablar como un perico nuevamente. Vincent nuevamente se limitó a sonreír, asentir y responder lo justo y necesario. No conocía de nada a esa muchacha y no podía arriesgarse a decir algo fuera de lugar. Su alegre parloteo se esfumó cuando alguien apareció junto a él. Era Samara que con solo una mirada la hizo pararse y salir corriendo.
— Creo que tu hora de comer ya llegó.
Su tono autoritario hizo que Vincent se pusiera de pie de inmediato. Observó a su alrededor buscando alguna pista de donde podría estar el comedor.
— Sígueme — dijo Samara al verlo perdido.
¿Acaso no puede ser más amable?
Camino tras de ella deseando poder decirle algo para que cambiara su actitud, pero el instinto de supervivencia se lo impedía.
Cuando entró en el comedor sintió un vacío en el estómago. No por su aspecto. Era bastante lindo y elegante, con una larga mesa de unas doce sillas, de mantel blanco y un hermoso centro de mesa. Lo que sintió feo fue ver a un niño de unos diez años completamente solo; cabizbajo y con sus ojos clavados en su plato vacío.
Vincent se recompuso y caminó hacia él. El muchachito apenas si desvió la mirada de su plato al ver que se acercaba.
— ¿Me puedo sentar? — preguntó Vincent solo por cortesía, se sentaría de todas formas — Soy Vincent — le sonrió —, ¿y tú? — tomó la carta que había frente a él
— Níjar — dijo el niño con timidez.
Vincent lo observó de reojo. Tenia una complexión delgada y pequeña, de cabello negro, rebelde y espeso, piel morena y ojos color miel.
— ¿Qué hay de bueno? — preguntó Vincent mientras fingía leer el menú.
El niño solo encogió los hombros con timidez.
— No hablas mucho — murmuró Vincent — Sabes que soy tu nuevo compañero ¿verdad?
El niño solo asintió.
— Eso quiere decir, según mi horario y la habitación del ático en la cual ya deje mis cosas, que pasaremos mucho tiempo juntos — habló con calma —. Además de eso, soy nuevo y no conozco a nadie aquí. ¿Podrías ayudarme con eso?
— Me gusta el pollo — dijo el niño con timidez —, es de campo y es más sabroso que el de supermercado.
— Entonces será pollo — Vincent le sonríe
No pasó mucho cuando el hombre delgado apareció con la orden del del niño y para tomar la orden de Vincent.
*****
A medida que iban comiendo, el niño comenzó soltarse un poco más.
— ¿Cómo ha sido tu primer día? — le pregunta a Vincent.
— Bueno — Vincent no quería entrar en detalles, pero tampoco cerrase —, muchas miradas.
— Si, eso... ya te acostumbraras.
Vincent analizar sus emociones en silencio, temor, angustia, vergüenza...
— ¿Te acostumbraste? — lo observo de reojo.
— Al cabo de un tiempo te ignoran.
— ¿Te han tratado mal?
— No... — el niño dudo un poco — ya no.
Por fuera Vincent trataba de verse sereno y despreocupado, pero por dentro, estaba molesto. De forma mental estaba haciendo una lista de las cosas que le empezaban a preocupaban; Un niño que duerme solo, estudia solo y come solo. ¿Por qué?
— Dime con honestidad — le busco la mirada — ¿Por qué estás solo?
Otra vez el niño se encogió de hombros.
— Te recuerdo que somos compañeros ahora...
— Es una tontería... — niega el niño con la cabeza —. Ellas creen que somos impuros por tener padre.
— ¿Qué? — Vincent lo miró sin comprender.
— ¿Has oído hablar alguna vez de la inmaculada concepción?
— ¿Eso tiene que ver con Cristo?
A Vincent nunca se le educó dentro de ninguna religión, sus conocimientos al respecto eran básicos.
— Si, pero para ellas es diferente — le explica el niño —. Se dice que las hechiceras de sangre pura vienen de una línea directa de la primera mujer y que nacen por inmaculada concepción.
— ¿Una paloma viene y las embaraza? — Vincent se rio aun sin comprender.
— No, pero pueden hacerlo ellas mismas. Aunque solo una vez y solo pueden tener niñas, que nazca un niño significa que fornicaron un hombre.
Vincent se quedó atónito ante la palabra "fornicar" saliendo de la boca de un niño.
— Bueno, no soy un experto en la materia, pero biológicamente es así como se hacen los bebés. — quiso sonar como un adulto, pero se sentía como un niño de ocho años.
— Así nacen los hijos de los primeros hombres "Adán" — el niño marco las comillas — y de las segundas mujeres "Eva". Pero las hechiceras nacieron de la primera a la que llamaron "Lilith"
— ¿Quién es "Lilith"...? — Vincent imitó el gesto de las comillas.
— Se supone que fue la primera mujer... — el niño miró a Vincent como si esa fuera una respuesta obvia.
— No, la primera mujer mujer fue Eva.
— No te preocupes — el niño le palmeó el hombro en forma de consuelo —, cuando llegué tampoco sabía nada. Lo bueno es, que no importa si eres un hijo de Adán, mientras la sangre de Lilith corra por tus venas, tienes el derecho de aprender los secretos de la magia. En este lugar el conocimiento jamás es negado. Y se necesita un gran conocimiento para ser un gran hechicero — al fin el niño sonrió.
Vincent terminó de comer en silencio, completamente confundido.
~Gracias por leer, recuerda que tu apoyo es muy importante para seguir creciendo.
Toda critica constructiva es bien recibida si viene desde el respeto.
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