—Mina, dijiste que esto no sería raro.

—¿Y lo es? — aferró su agarre en la cintura de Nayeon.

—Mmh, caminar así no es cómodo. — dijo mirando de reojo a la pelinegra, que estaba con la cabeza recargada en su hombro mientras le abrazaba por la espalda.

—Pero siempre me has dejado hacerlo, ¡incluso cuando salimos con Tzuyu y Sana! — reclamó un poco indignada. — curiosamente, después de cinco días de haberte enterado de que me gustas, es raro e incómodo.

Nayeon bajó la mirada. Mina suspiró, tomó los hombros de la castaña y la giró. — Sabía que sería una mala idea decirte eso. Te conozco, y sabía que actuarías así, porque eres tan tímida...

—¡No soy tímida!, ¡soy lesbiana!, ¡no! — respiró profundamente, intentando controlarse. — no soy lesbiana.

Mina rió. — Escucha, es cierto. Me gustas, y me gustas mucho. Pero no importa que tanto me gustes, yo siempre voy a respetar tu decisión, y por eso no tendría que cambiar nuestra amistad. — sonrió mostrando los dientes y se dirigió hacia la taquilla del cine.

Nayeon golpeó suavemente su cabeza con la palma de su mano.

Se sentía tonta por dejarse conmover por tan dulces palabras.

Haciendo que rápidamente sus mejillas tomaran un suave color rojizo mientras su corazón se aceleraba. ¿Desde cuándo se sentía así?

Pellizcó sus mejillas intentando que el color rojo de su piel desapareciera.

Y así se dirigió a la taquilla junto a la pelinegra, solo había logrado hacer más notorio su sonrojo.