—Así que además de atleta, bailarín y cantante, ¿eres repostera?

—Mmm, si para ti ser repostera significa saber hacer brownies de cajita... sí, lo soy. —rió mientras medía leche en una taza.

—¿Entonces me invitaste a tu casa a hacer brownies de cajita? —sonrió y se acercó a la pelinegra. —Bonito delantal.

—Mhm... no lo veas. —soltó una risita avergonzada. —¿Me vas a ayudar?

—Mmm, depende. ¿Con qué me vas a pagar? —bromeó.

—¿No te parece suficiente comer brownies de cajita con tu mejor amiga? —hizo un puchero mientras precalentaba el horno.

—De acuerdo, me convenciste.

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Nayeon ayudó a Mina a terminar de hacer los brownies de cajita mientras platicaban y hacían algunas bromas. Después de meter al horno los brownies, la castaña comenzó a recoger los ingredientes, pero Mina tenía otros planes.

—Nay, ¿qué ves aquí? Creo que hay algo en la harina. —se acercó, señalando el saco de harina.

La castaña, ingenua, se acercó a ver.

—¿De qué hablas?

—Creo que es un insecto.

—Yo no veo nada. —se concentró en buscar algo en la harina, hasta que Mina sopló el saco, llenando el rostro de la otra de blanca harina.

—¡Ay! Eres una inmadura. —se molestó y rápidamente lanzó un puñado de harina a su sedoso y brillante cabello negro.

Ambas rieron por la apariencia de la otra, pero Mina no se iba a quedar así.

—¿Así vamos a jugar? —tomó un poco del polvo de chocolate que había sobrado y lo lanzó nuevamente sobre su rostro.

—Myoui Mina, vas a morir.

Así es como comenzó una guerra de ingredientes entre ambas chicas, terminando de pies a cabeza bañadas en harina, azúcar glass y chocolate en polvo.

—Mina, ¿ya terminaste los brow... —entró a la escena el padre de la pelinegra, viendo el desastre que había en su cocina, llevándose la palma de la mano a la frente. —No saldrás de aquí hasta que quede impecable mi cocina, Myoui. Voy a la tienda. —salió de la cocina para después salir de su casa.

Ambas chicas quedaron estáticas, mientras Nayeon se ponía roja hasta las orejas. Mina comenzó a soltar una carcajada, seguida unos segundos después por una avergonzada castaña.

—¿Te parece muy gracioso, grandísima idiota? Tu papá me va a odiar ahora. —rió mientras se acercaba a la escoba para comenzar a limpiar el piso. —Ven aquí y ayúdame con esto.

—Lo siento, te ves graciosa, llena de harina y además toda roja. —se acercó a ella para quitarle la escoba y dejarla a un lado. —además de graciosa, también te ves muy linda, yo me encargo de eso luego.

Nayeon creía que no podía estar más sonrojada, hasta que Mina abrió la boca para decirle linda de la nada.

—Nay, ¿crees que, si nos besamos, el beso tenga sabor a brownies de cajita? —le preguntó con una sonrisa mientras se acercaba a la castaña y le quitaba algunos cabellos de la cara.

—Mhm... N-No lo sé. —su mente le decía que se alejara de la pelinegra, pero algo la mantenía ahí estática, observando lo graciosa, pero adorable que se veía Mina con la cara llena de chocolate.

A decir verdad, ninguna de las dos estaba pensando demasiado, y la castaña ni siquiera se dió cuenta cuando ya tenía los ojos entrecerrados, estando tan cerca del rostro de Mina que se mezclaban sus alientos, creando un ambiente cálido a su alrededor.

Su mente se apagó en el momento en el que sintió unos suaves y cálidos labios sobre los suyos. Tan solo fue un pequeño roce, una leve presión.

Le sorprendía el hecho de que no quería alejarse, aunque no quisiera admitirlo, pero se sentía bien.

Mina se alejó después de pocos segundos. Pasó su lengua por sus propios labios para después sonreír.

—Sip, sabe a brownies de cajita, y tus mejillas son la cereza.