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final

Mina se encontraba en el baño de un teatro en la ciudad, estaba acompañando a su padre a ver a la hija de su nueva novia actuar en una obra de teatro. Era una obra nocturna, eran alrededor de las diez y media de la noche cuando logró escapar de la aburrida obra para ir al baño. De hecho, pretendía quedarse ahí un buen rato hasta que estuviera por finalizar el acto. 

Tomó su celular del bolsillo de su pantalón después de lavarse las manos y enjuagar un poco su cara, hacía calor y su padre la había obligado a llevar traje porque era un evento "importante".

Su teléfono no recibía señal, estaba averiado o algo así. Por lo que se dispuso a jugar algún juego para matar el tiempo, esperaba que no fuera demasiado. 

No pasaron más de quince minutos cuando sorpresivamente recibió una llamada, por primera vez en el día, pues su celular no había reaccionado desde ayer en la noche, cuando se le cayó de un segundo piso. Pero esa es otra historia. 

Rápidamente, contestó la llamada, era Momo. 

—¿Mina?

—Hola, Unnie.

—¡Mina!, estábamos preocupadas por ti, ¿por qué no fuiste a la fiesta de Nayeon?

—¿La fiesta de Nayeon?, pero la fiesta es mañana... ¿No?

—¡Claro que no!, la fiesta acaba de terminar. 

Mina palideció al instante, ella le había prometido con el meñique a Nayeon ir a su fiesta de cumpleaños. —P-Pero...

—¿Aún puedes venir? le diré a Nayeon que te reciba, nosotras ya nos vamos.

La pelinegra revisó la hora en su celular, eran las once de la noche. —Uh... ¡Sí! Dile que me espere, por favor. Yo... ¡Ya voy! adiós Momo Unnie, gracias. —habló rápido para después colgar la llamada y salir del baño. Fue algo difícil convencer a su padre de que se tenía que ir, pero él era accesible cuando se trataba de Nayeon. También recibió un par de "shh" por parte de otros espectadores, pero poco le importó cuando recibió el permiso de su padre para salir del lugar.

Escapó de prisa y llamó un taxi para que la llevara a la casa de la castaña. Estaba nerviosa, aún algo pálida, y su corazón palpitaba rápido. Sintió una presión en su pecho al ver la fachada de la casa de Nayeon por la ventana. Bajó del auto después de pagar y se acercó a la puerta. Dudó un poco en tocar, pero al final lo hizo. 

Escuchó la perilla ser girada e inmediatamente sus ojos divisaron a una castaña con los brazos cruzados y una expresión muy seria, tanto que daba un poco de miedo.

—Nay, hola... yo-

—Pasa. —dijo en seco y se hizo a un lado para dejar entrar a la pelinegra. La aludida le hizo caso y Nayeon cerro la puerta detrás de ella. Bajó la mirada sin cambiar su postura, como esperando algo de parte de la pelinegra. Una explicación, por supuesto.

—Lo siento, en serio lo siento. 

—No me contestaste en todo el día... estaba preocupada.

—Mi teléfono se averió.— aclaró rápidamente. —por eso no recibí ninguna llamada, tampoco mensajes...

—Uhm... Ya veo. ¿A qué viniste?

—Yo... a verte, a desearte feliz cumpleaños y... Disculparme por no haber llegado a la fiesta.

Nayeon se quedó en silencio un momento, aun mirando al suelo, y dijo: —Aunque... tu teléfono se haya averiado... yo te dije que la fiesta era hoy, y me prometiste que vendrías. 

—Lo sé, lo siento. Yo creí que la fiesta era mañana, te juro que yo iba a venir. Se me pasó la fecha, perdón...

La castaña suspiró y cambió el tema. —¿Por qué vienes en traje?

—Ah, fui al teatro con mi padre y... Es una larga historia en realidad... 

—Ya... te ves bien.— soltó bajito y se dirigió al sofá. Se sentó en él e invitó a Mina a sentarse a su lado. —te guardé algo de pastel... ¡No acepto un no por respuesta! Lo menos que puedes hacer por mí es probar mi pastel.

—Completamente de acuerdo. — responde Mina con una boba sonrisa, Nayeon era muy adorable para ella. La castaña se levantó del sofá y no tardó mucho en regresar con una rebanada de pastel de fresas. Mina lo comió con gusto mientras Nayeon jugaba con sus propias manos. Al terminar, dejó su plato en la mesa del centro. 

—¿Te gustó?

—Mhm, reconozco la receta de mi papá en cualquier lado.— dijo con una sonrisa y Nayeon asintió aún con una expresión seria. Parecía molesta aún, y Mina no la culpa, sabe que las promesas de meñique no son cualquier cosa.

—... ¿Estás molesta? en serio lo siento.— envolvió en sus brazos el cuerpo de la castaña, que solo se dejó hacer. Mina olía a colonia y eso le gustaba. —de verdad creí que la fiesta era mañana... 

Nayeon disfrutó del cálido abrazo que le brindaba Mina, apenas le correspondió dándole unas palmaditas en la espalda.

—Vino mi papá en la tarde, le dije que le iba a presentar a una chica... y no fue nada fácil convencerla, ¿sabes?, pero no viniste.

Mina se quedó en silencio un momento, procesando un poco lo que acababa de soltar Nayeon. —Pero yo conozco a tu padre desde hace tiempo...

—No te iba a presentar como mi amiga, idiota.

Mina abrió los ojos como platos y Nayeon hizo una mueca, apartándola de encima. Rápidamente la pelinegra reaccionó intentando abrazarla de nuevo, pero la castaña se lo impidió alejándose un poco.

—Vamos a ver una película.— dijo Nayeon en seco y tomó el control de la televisión. Y mientras ella elegía la película, Mina la veía, preguntándose como es que pudo ser tan tonta para olvidar la maldita fecha de la fiesta, sintió que había echado todo a perder.

La castaña se levantó para apagar las luces y se sentó a un lado de la pelinegra otra vez, Mina se sintió un poco confundida cuando Nayeon se acercó más a ella y apoyó su cabeza en su hombro. Pero después de meditarlo un segundo, pasó su brazo por detrás de la espalda de la castaña y comenzó a acariciar su cabello. 

La película transcurrió en silencio, era tarde y ambas estaban cansadas, más Nayeon porque estuvo bailando y jugando toda la noche. Así que cerró los ojos y se relajó con las caricias de Mina, que bajaban a su nuca y regresaban a su cabello. 

La película estaba terminando cuando Mina se dio cuenta de que ella misma estaba cabeceando del sueño. Miró hacia abajo y Nayeon ya estaba acurrucada en su pecho con los ojos cerrados y la respiración calmada. Tomó el control de la televisión con cuidado de no despertar a la castaña y la apagó. Suspiró, de todas formas tendría que despertarlo para llevarla a su habitación.

—Espero que me hayas perdonado por no haber llegado a tiempo... tenía tu regalo en casa, de hecho— volvió a suspirar. —es una pulsera... en realidad son dos, son de pareja. He sido algo lento para pedirte que seas mi novia, ¿cierto? Quiero hacerlo... quería pedírtelo en la fiesta... lo siento.

Habló bajito, pensando que la castaña no la escucharía. Pero entonces lo sintió removerse sobre ella. —Si quiero...

—¿Uh?

—Que si quiero ser tu novia.— habló suave levantando su rostro.

—¿M-me escuchaste?

—Uhum... Eres linda cuando te pones cursi, Mimi.

Con sus rostros tan cerca, Mina percibió el olor a alcohol de la boquita de Nayeon.

—Tomaste...

—¿Uh? Un poco... ¿Por qué?

—Por eso estás tan relajada, Nay.— dice con una sonrisa y acaricia la mejilla de la castaña.

—Arruinas el momento romántico, Mimi. Mejor dame un beso.

La pelinegra rio y obedeció sin rechistar, posando sus labios sobre los de su novia.

Su novia.

Sonrió en medio del beso al pensar en esa palabra, lo que provocó que se separaran un poco. Y con la tenue luz que salía de la cocina, pudo distinguir con claridad el rostro de la contraria.

—Estás rojita... 

Nayeon giro los ojos y rio suavecito. —sí, tonta. Estoy sonrojada, y es por tu culpa.

Ambas sonrieron antes de darse un beso, un poquito más largo, pero suave. Tan inocente como el primero que se dieron, tan dulce como los que compartían después de comer helado, tan rico como las fresas.

Fresas.

Como las fresas más rojas del huerto, porque ese era el color de las mejillas de Nayeon cuando el sonrojo se apoderaba de ellas.

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