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extra: galletas de fresa

Calor de verano, piernas entrelazadas, manos tímidas que no saben donde quedarse. Vacaciones y un fin de semana en casa de Nayeon, un sueño para Mina.

Ni siquiera podía distinguir el ruido de la televisión que estaba de fondo porque estaba sumamente nerviosa, tenía a su novia medio recostada sobre ella, repartiendo pequeños besos en su rostro, y la pelinegra no sabía ni donde esconderse. 

Evidentemente, tras un par meses, su relación había cambiado drásticamente. Estar con Mina >de esa manera<, hizo que Nayeon se replanteara muchas cosas en su vida, le hizo pensar en todas las cosas que había evitado hacer, por pensar en el qué dirán, porque así es como había sido educada en la infancia. Ni siquiera su madre había podido hacerla cambiar de opinión al respecto, no hasta que llegó Mina (de manera romántica) a la vida de la antes castaña. Antes, porque por fin había cumplido su sueño de teñirse el cabello de rubio. Al principio estaba un poco tímida al respecto, pero tras una larga sesión de besos con su novia, se vio convencida de que se veía increíble. Y ahora no podía estar más contenta. Usaba la ropa que quería y se había vuelto un poquitín menos retraída, solo un poquitín.

Pero sin duda, el mayor cambio de Nayeon lo había vivido Mina en carne propia, pues tenía que ver con su relación de pareja. 

La pelinegra no conocía ese lado suyo propio, el que podía ponerse tímida tan rápido, y Nayeon era la única con el privilegio de verla así, porque es la única que podía provocarlo.

—Mi papá sacó una nueva receta de galletas, son de fresa.

Había sido una sutil manera de intentar detener a Nayeon de lo que sea que estuviera pretendiendo, una distracción de la inquietud en sus manos, no quería que la rubia notara que estaba tan nerviosa, y era buena disimulando.

—¿Uhum? ¿Y sabes hacerla?

Mientras tanto, Nayeon estaba jugando sus cartas de manera precisa e inteligente, manos acariciando el cabello negro de Mina, bajando por su nuca y subiendo de nuevo. Su pecho rozando el contrario, y pequeños pero minuciosamente intencionados besos en su rostro.

—Sí.

Un beso en la mejilla, en la sien, en la nariz, en el pómulo, uno en los labios. Las mariposas revolotearon en el interior de ambas.

—Deberíamos hacerlas mañana.

—Nay...

—¿Mhm?

—Estamos en tu casa, si sigues haciendo eso...

—¿Qué cosa, Mimi?— dice fingiendo inocencia, sonríe sin poder evitarlo y Mina sonríe junto a ella.

—Tú lo sabes bien.

—¿Darte besos? Solo son besos. ¿No quieres?

—No son solo besos y lo sabes.— están tan cerca que sienten la respiración de la otra en la piel, Mina intenta remarcar la cercanía acariciándole la espalda, pero Nayeon la ignora un poco.

—¿Y qué son entonces?

La pelinegra suspira y la mira, como obviando que no cree en la inocencia de sus actos. —Yo solo te recuerdo que estamos en tu casa y tu mamá puede entrar en cualquier momento.

—Está bien, no estamos haciendo algo malo.— sonríe de nuevo y se acomoda mejor sobre su novia. Mina se alarma y trata de incorporarse en la cama, pero solo provoca que Nayeon se acomode a horcajadas de ella.

—Nay, espera...

La rubia la ignora divertida antes de abrazarle por el cuello y juntar sus labios. Esta vez, sin sutileza, va directo a lo que quiere de ella. 

Mina cierra los ojos y deja sus manos sobre el colchón, intentando sostenerse. Corresponde, ambas mueven los labios. Nayeon teniendo el control del beso, toma las manos de Mina y las coloca sobre su cintura, la pelinegra la aprieta contra ella sin poder evitarlo. Ladea la cabeza para tener mejor acceso, le concede a la rubia todo lo que le pide sin reprochar.

Pero Nayeon quiere probar el límite de Mina, atrapa su labio inferior entre sus dientes, y la pelinegra sonríe. En verdad no entiende que pretende la rubia, realmente no puede pasar nada dentro de esas cuatro paredes. Sin embargo, se limita a acariciar su cintura mientras la otra se divierte provocando a su novia. 

Da un paso más y quita una de sus manos del cuello de Mina para moverla hacia sus mejillas, las presiona ligeramente para abrir su boca y la toma desprevenida cuando pasa lentamente la lengua sobre sus labios. La pelinegra se sobresalta y sube sus manos a sus hombros para separarse un poco.

—Nayeon...

—¿Dime?

—Ya está bien, es suficiente. Si entra tu mamá nos va a ver y esto— acaricia sus piernas, como señalándole algo —se ve muy sugerente.

—Lo único que entiendo es que no quieres besarme.— hace un puchero y acaricia los hombros de Mina. 

—Sabes que sí.— aclara rápidamente, viéndose superada por las lindas expresiones de la contraria.

—Demuéstralo.— le dice justo antes de volverse a abalanzar sobre ella, la besa rápido, apresurada. Mueve sus labios y roza la nariz de ambas repetidamente por la cercanía. Le muerde el labio inferior de nuevo y Mina esta vez no puede evitar que Nayeon vuelva su beso más húmedo cuando mete su lengua en su boca. Entiende que no puede evitarlo más y le corresponde con gusto, metiendo sus manos bajo su camiseta y acariciando suavemente su torso. 

Pelea un poco y en realidad no tarda demasiado en tomar el control del beso, el ambiente comienza a calentarse y Mina se preocupa un poco, pero no le toma demasiada importancia, está disfrutando del descaro de Nayeon, y eso la hace sentir bien.

—Me gustas mucho, Mimi.— le recuerda tras separarse unos centímetros para tomar aire. La aludida sonríe y le da un piquito en los labios. 

—También me gustas, mucho.

Nayeon le sonríe de vuelta y la toma de las mejillas para besarla una vez más, esta vez más lento, más calmado, solo deseando transmitir sus sentimientos a través de ese contacto. Mueven sus labios despacio, dando suaves succiones y dándose piquitos entre cada beso. Están ensimismadas en su propia burbuja de calor, placer y sentimientos. Respirando el aliento y el amor del contrario. 

—¡Nayeon!

No pasa más de un segundo cuando ambas están a los extremos de la cama de la rubia, agitadas y sonrojadas. La puerta se abre justo después y ninguna está siendo lo suficientemente disimulada.

—...¿Nayeon? ¿Qué están haciendo? ¿Por qué tenían la puerta cerrada?

—Nada.— responde de inmediato. —nada mamá, estábamos viendo la televisión.

—Ah...— las mira con una ceja alzada, sobre todo a Nayeon. Que la mira con los labios apretados, no parece muy avergonzada de la situación. —ven Nayeon, creo que ya es hora de dormir y no creo que sea prudente dejarlas en la misma habitación toda la noche. 

La rubia suspira y se levanta de la cama para acompañar a su madre, Mina está sonrojada hasta las orejas, avergonzada a más no poder y evitando la mirada de la mujer a toda costa.

—Mina, tú puedes dormir aquí, me llevo a Nayeon.

—S-sí, gracias...— las vio salir de la habitación y entonces soltó un gran suspiro, ni siquiera se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración desde que la madre de Nayeon entró por la puerta. Se levantó de la cama para acomodarla un poco, se dirigió al baño con su mochila para ponerse su ropa para dormir. Se enjuagó el rostro y agradeció al cielo el tener la cabeza lo suficientemente fría para no tener un problema húmedo entre sus piernas.

Salió del cuarto de baño para encontrarse a Nayeon entrando de nuevo a la habitación, igualmente con ropa para dormir, que le quedaba grande, como casi toda su ropa. 

—Me asustaste. 

Nayeon rie suavemente y se acerca a ella. —vine a dejarte esto.— le extiende una sábana y Mina ríe también. 

—Tu cama ya tiene sábanas.

—¿No soy muy sutil?

—No mucho. 

La rubia la abraza, ella le corresponde y se separan tras unos segundos.

—Buenas noches, Mimi.

—Buenas noches, Nay.— acomoda un par de cabellos de la rubia tras su oreja con ternura y se miran por largos segundos.

—Te quiero, Mina.— la confesión la toma por sorpresa, la aludida se sonroja y oculta su rostro en el cuello de Nayeon.

Realmente las cosas habían cambiado, ella no solía avergonzarse fácilmente, por lo contrario, ella era quien avergonzaba con mucha facilidad a Nayeon. Sin embargo, no se quejaba, le gustaba esa nueva faceta, se sentía más sincera, más feliz. Y lo que más le gustaba de su novia era verla feliz.

Sale de su escondite para tomarla de las mejillas y darle un corto beso en los labios.

—Te diviertes, ¿no es así?

Nayeon sonríe y alza los hombros, como haciéndose la desentendida. Mina la mira seria, directo a los ojos. Y parece pensarlo un poco, pero de pronto su mente se despeja y solo puede decirlo sin más.

—Te amo.

Nayeon abre la boca sorprendida, siente que su corazón se salta un latido, y sus mejillas enrojecen tanto, que el vívido color se extiende hasta sus orejas. Baja la mirada sin poderla sostener un segundo más. No sabe donde esconderse, se avergüenza tanto que cubre su rostro con sus manos. Mina se ríe y la abraza de nuevo, dándole el refugio que busca entre sus brazos. 

Después de todo, en el fondo las cosas no cambiarían del todo, y Mina siempre encuentra el punto débil de Nayeon, la que le hace sonrojar hasta parecer una fresa y la hace querer ocultarse bajo su cama. Y le encanta, porque piensa que su chica es la mujer más dulce y genuina del mundo. Nayeon no se queda atrás, porque Mina ha sacado la mejor parte de ella y la quiere incondicionalmente. 

—También te amo.— le dice al oído cuando siente que puede volver a formar oraciones coherentes sin titubear. Mina se aleja y le da muchos besos rápidos y cortos en los labios, que hacen reír a Nayeon justo antes de despedirse al fin para ir a dormir.

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