cinco
Los ojos de Nayeon se abrieron pesadamente a la mitad de la noche, estaba somnolienta, pero igualmente sediento. Se levantó de su cama y se dirigió hacia la cocina, bebió tranquilamente un vaso de agua y se dirigió nuevamente hacia su habitación. Sin embargo, se detuvo en el living al notar un bulto en el sofá, recordó que Mina se había quedado a dormir en su casa.
Se acercó sigilosamente a la pelinegra y se agachó frente al sofá, para quedar a la altura de su rostro. Se apoyó en el mueble, sintiendo la dura e incómoda superficie.
—¿En serio te he hecho dormir aquí? —hizo una mueca y observó el sereno rostro de Mina, y suspiró. —Lo siento. —se disculpó sincera, a la nada, pues la pelinegra seguía dormida. Una linda sensación se instaló en el pecho de la castaña al observar a la azabache fruncir el ceño entre sueños. —A veces me confundes tanto...—susurró. —No es lindo sentir como si el corazón fuera a salir de mi pecho, ¿entiendes?, tonta.
Acarició el oscuro cabello de Mina mientras su mano libre recorría las facciones de esta, hasta llegar a sus labios.
—Me gustan tus labios, quisiera que los míos fueran así de lindos. —con su pulgar comenzó a acariciar y jugar delicadamente con el labio inferior de Myoui. Sabía que la mencionada tenía el sueño bastante pesado. —despierta, te dejaré dormir en mi habitación—sacudió suavemente el cuerpo de Mina. —Ya despierta tonta. —pellizcó el abdomen. — Amanecerás con dolor de espalda si no te levantas. —tiró un poco del cabello. —¿Estás muerta o algo así? ¡Mina! —sin embargo, la pelinegra parecía no reaccionar. —¿no pretenderás que te cargue, cierto? —sin embargo, hizo el intento, abrazó el torso de la pelinegra e intentó levantarla, sin embargo, era inútil, debía pesar al menos cinco kilos más que ella. — ¿Comes piedras acaso? — la soltó.
Nayeon se acercó al rostro de la azabache y plantó un beso en su mejilla. —¡Oye, eres demasiado joven para morir! —observó por unos momentos los ojos cerrados de la más alta y se acercó a su oído. —Minari, despierta... —susurró.
Escuchó una risita ahogada como respuesta.
—¿Qué?
—Lo siento Nay, estoy despierta desde que tocaste mi boca. —dijo riendo. Las mejillas de la castaña se encendieron fuertemente y se sintió sin oxígeno por un momento. Mina sintió el impulso de acariciarla, y así lo hizo.
Nayeon se detuvo a pensarlo un poco, y pudo volver a respirar al saber que Mina no había escuchado lo que dijo antes.
—¡E-Estúpida!, ¡puedes ir y dormir con los vagabundos! —en realidad no estaba enojada, pero estaba demasiado avergonzada como para siquiera verla a la cara. Relajó su expresión y se levantó. —Lo siento, te dejaré espacio en mi cama. —murmuró con la mirada baja y corrió a su habitación, dejando a una pelinegra confundida y con una gran sonrisa en el rostro.
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