
Capítulo 10
Intente mirar hacia otro lado, pero no puede apartar la mirada de un descarrilamiento.
Kim Seojoon.
Digamos que puedo ser muchas cosas, puedo ser demasiadas cosas, pero, un mentiroso nato es una de las pocas habilidades que parece que no he podido dominar, en eso, apesto, con fuerza e ímpetu. Por eso durante la sesión de mi psicóloga he decido que puedo permanecer en completo silencio y jugando con el teléfono, para lo cual la psicóloga me imita y no comenta nada. Recito en mi mente mis materias pendientes, mientras el tiempo pasa cada vez más lento.
Apenas el tiempo termina, estoy dispuesto a levantarme cuando la voz de la psicóloga me frena: —Debí tratarte mejor la primera vez que estuviste aquí, y no atacarte. Así que lamento mi comportamiento, no estuvo bien de mi parte.
— ¿Así que admite que tienes la culpa?
Eso me impresiona porque es una de las pocas veces que un adulto responde de forma coherente, o quizás no he tenido una buena relación con los adultos.
—Si, soy responsable de tu reacción y no espero una disculpa —me da una ligera sonrisa—, pero si espero que pongas de tu parte en estas secciones que tendremos cada día, para poder darle un buen desempeño a la directora.
Quizá no hablarlo solo demostraría que no tengo autocontrol, y para que mi imagen pública cambie, tengo que demostrar un cambio. Es un poco agotador, estar siempre tan tenso todo el tiempo, como si estuviera en alerta constante y mi mente no descansa. Hablar me haría bien, un poco sí, en general, haría bien a la situación. No pienso mucho cuando doy mi respuesta.
—Bien, pondré de mi parte.
La psicóloga me da una suave sonrisa, para hacer que camine afuera.
—Recuerda que siempre son buenos los nuevos comienzos.
Asiento, y salgo de la oficina.
Camino por la institución nocturna, no es tan tarde, pero tampoco es que haya demasiados estudiantes afuera, es más que nada, la inmensidad de la noche.
Salgo a la entrada, esperando el carro (que ya debería estar aquí), pero miro el reloj de mi muñeca, y la hora de las 10:11 pm es un poco retrasado. Trago duro al impacientarme. ¿¡Porque no llega el auto!? Repiqueteo el pie casi por inercia sobre la cera. Min Yeong se ha ido apenas me ha dejado en el instituto nocturno. Puedo escuchar a un par de personas murmurar a mi espalda, así que de inmediato, giró para reconocer cómo me están mirando.
Aún soy una celebridad en desgracia, el chico que agredió a una mujer, el chico que por poco no cae ante una denuncia, una foto en un mal ángulo y las personas te apuntan con dedo de superioridad, decididos a creerle a medios que no saben la historia completa.
¿Injusticia? Quizás, pero no puedo culparlos, ellos piensan que apoyan el lado correcto de la historia.
Mi cuerpo se tensa y mis manos de inmediato se enfrían, puedo sentir como mi respiración se acelera. No te están mirando a ti, Seojoon, no te están mirando a ti. Escucho más murmullos, y como unos pasos se acercan a donde estoy, desvió la vista al percibir como un par de cuerpos, se encaminan a donde estoy.
Kim Doyu, se acerca.
Kim Doyu se acerca a una velocidad impresionante. Su cuerpo parece tenso y sus ojos destilan fuego e ira.
Tropiezo contra mis pies, pero sin llegar a caerme. Por simple inercia, me alejo. Desvió la vista, pero apenas me doy cuenta que algo la obstruye: un pecho; subo la vista.
Lee Seung.
Mide más que yo (es obvio). Sus ojos son café con ligeras motas de verde. Su rostro es ligeramente afilado y sus labios son delgados, pero con forma. Y es que me estoy dando cuenta de estos detalles porque mi cuerpo permanece inamovible, que lo único en lo que me puedo concentrar es en el rostro de Seung, en cómo mi cuerpo permanece a su merced con una mirada lenta.
Un cuerpo se posa detrás, pero, cuando intento moverme, mi cuero cabelludo es jalado, dejando todo mi cuello expuesto ante el chico de al frente. El dolor hace que mis articulaciones ardan ante la posición y mis ojos se cristalizan en un posible llanto a ciegas. No lo permito, al momento cierro los ojos, para aguantar mi respiración.
— ¡Miren que tenemos aquí: la perrita de Park!
Un grupo de por lo menos 10 chicos me bloquean los costados, cualquier que pase no podría ver algo extraño, solo un grupo de personas hablando. ¡Dios, estoy perdido! Lo que me molesta aún más es que la presión en mi cabello solo hace que mis respiración se descompense y me duela la cabeza.
—No llores, aún no te hacemos nada —dice Lee Seung—, sueltenlo, que caiga en el piso y abran espacio.
La orden fue dada, pero la mano en mi cuero cabelludo no vacila, hasta unos 5 segundos después logrando aflojarse. Doyu camina un paso atrás y con fuerza suelta mi cabello, pero al mismo tiempo me derriba en el piso, dejándome de rodillas, a merced de la orden de Seung.
Mis manos se raspan, las rodillas se contraen y el dolor es casi una tercera persona en mi cuerpo. Para ser alguien que está acostumbrado a las palizas de su padre, es casi estupido, que sienta más ganas de llorar justo en este momento. Un cuerpo entra en mi visión periférica, para sentir como una mano sube mi mentón. Sus ojos entran en mi campo de visión y se lleva toda mi atención, quisiera distinguirlos con más precisión, pero el miedo hace que aparte la vista.
—Te vi hoy —dice Lee Seung, precisando con más fuerza mi mentón, intentando que mis ojos lo vean—, te escuche hablar con una señora elegante y me di cuenta que tienes dinero, mucho dinero, y me ayudarás.
— ¿Ayudarte? —mi pulso está sobre mis orejas, intento captar lo que sea que está hablando—, ¿Por qué te ayudaría? —Las palabras son casi un susurro, pero son escuchadas, quizás al darme cuenta que tengo una persona tan cerca como para que las escuche.
El golpe en el rostro fue inmediato, como una cachetada, ligera, pero con escozor, como si no estuviera destinada a herir, solo a molestar.
— ¿Enserio crees que tienes opciones? —se acerca a mi oído, logrando resignarme por el aliento caliente que roza mi oreja—, eres patético, niño bonito.
La forma en que dice el apodo solo hace que baje la vista ante el sentimiento contradictorio, si es eso, solo una sensación extraña.
— ¿Patético? pero, pides mi ayuda. ¿Qué dice eso de ti?
Me da otra cachetada, esta vez dejando los dedos con más precisión en mi rostro, antes de levantarse, para darme una sonrisa ladeada.
—Me esperarás mañana a las 5 en el café Corea Club, que está a las afueras del centro. No me hagas esperar.
Este imbécil nunca podrá ser mejor que yo, pero tiene algo que ocasiona que desee que baje la cabeza. Sí, le tengo miedo. Miedo por cómo desprende una sonrisa ladeada hasta en este momento, en cómo está disfrutando mi humillación. Lee Seung tiene algo que no tiene mi padre cuando me golpea: satisfacción.
—El coche fue movilizado dos calles abajo, deberías correr.
No lo pienso, cuando me levanto y rompo el círculo por el que estoy rodeado para echarme a correr. Los pulmones me arden, las personas me miran con extrañeza y mis piernas quieren ceder en cualquier momento, pero no lo permito. Solo busco la manera de intentar llegar a donde está el auto, de intentar alejarme de Lee Seung y de su extraña presencia.
Me quedo sin aliento, mientras termino de llegar a la primera cuadra. Nunca hago ejercicio, nunca tuve porque hacer ejercicio, y ese simple hecho me hace sentir pequeño, todos los chicos hacen ejercicio apenas cumplen 13 años, o practican algún jodido deporte, pero ese no es mi fuerte, y al parecer nunca lo ha sido, derroche de testosterona se le dice. Llegó hasta la calle para ver cómo un grupo de hombres en traje estaban parqueados, mirando para todos lados y llamando por teléfono.
Son transporte, no guardaespaldas.
Marco el número que es uno de los pocos contactos que tengo por casi inercia bloqueado: mi padre. La llamada contesta en el primer tono.
—Papá el auto se averió, me siento mal y no tengo dinero.
No se oyó ni un sonido detrás de la línea, como si hubieran atendido para solamente dejar rogar. Muerdo mi labio ante la sensación de frío, pero es que a mi papá nunca le ha gustado que hable con él, no de forma directa.
Un nuevo coche llega a lo que parece ser de uno de los hombres de mi padre, y cuelgo el teléfono casi de inmediato. La puerta se abre, camino dentro y me encierro en el mismo. Los vidrios polarizados solo hacen que todo se vea oscuro, pero no le presto atención a nada del trayecto y por un momento cierro los ojos. Puedo sentir un frío asfixiante consumir casi por completo el ambiente, y solo llevo mis manos hasta mis brazos, pero por un momento las siento tan frías como el hielo.
Ignoro cualquier sensación, pero antes de que pueda quejarme, llegamos. Salgo del lugar. Camino descalzo a paso apresurado sin importarme la nota del mesón, dirigiéndome por una manta y envolverla en mi cuerpo. El calor de inmediato es reconfortante. Y me termino quedando dormido ante el confort que me da.
Me despierto pasadas las 3 de la mañana sintiéndome entumecido, con los músculos rígidos y un sudor pegostoso en mi cuerpo. Me quito la ropa, me baño, para caminar con un paso flojo, hasta que escucho algo como un suave casi imperceptible sonido se escucha al fondo de la habitación.
Me lanzo en la cama al escuchar como el sonido se convierten en pasos, pero suenan confiados, así que las posibilidad de que sea un ladrón parecen improbables, dejando de lado los guardias armados en las entradas y ventanas. Puedo escuchar como la puerta de mi cuarto es abierta, y a alguien entrar. Por inercia me quedo tenso y cierro los ojos. Un cuerpo se mueve a medida que avanza por mi habitación, se desplaza con suavidad, se detiene y abre el armario a mi lado. Lo escucho hasta cerca de mi escritorio de escritura, pero no escucho más movimiento hasta que el peso de un cuerpo se posa a mi lado. Me quedé estático por un momento.
Una mano hace que me tensa sobre mi cuerpo, pero la persona o decide ignorar el hecho o no se da cuenta. Un murmullo, un sollozo y después solo un silencio, ya no puedo escuchar nada más. Hasta que el peso se levanta, camina a paso firme y abre la puerta.
—Gracias, hijo.
Y fue como si me hubieran partido el alma.
El sollozo que escapa de mi cuerpo es casi mortal y tan agudo que dudo que no creo que no lo hubiese escuchado pero no me importa. Su voz agradeciendo es como un sueño, su voz dirigida a mi es como un entumecimiento, una sensación nueva. ¿Hace cuánto que dejó de hablar conmigo para algo que no es una orden? Parece mucho tiempo... Es como si hubiera dejado una huella, es como si me hubiera pisado y deshecho.
¿Mi papá aún me quiere? Una cosa es saber que puedo depender económicamente de él, pero otra es que me dé las gracias, como si fuera algo bueno, ¿o si es algo malo? No entiendo a que se refiere, y solo eso me deja en una confusión extraña.
Las lágrimas caen al punto de no retorno.
Mi cabeza duele y mis ojos se sienten pesados, intento no abrirlos, pero ignorar el insistente repiqueteo que parece cada vez más firme, solo hace que me irrite. No puedo dejarlo pasar, así que me levanto, y camino hacia el donde ruido más fuerte: la puerta.
Me incorporo y sin pensarlo mucho, abro la puerta.
Park Siu me da la sonrisa más lascivia que me han dado nunca en la vida. Término de bajar la vista, pero aunque esta un poco borrosa, puedo ver mi cuerpo casi desnudo, de no ser por un boxer negro. ¿En qué momento me desnude? Lo miro, para intentar cerrar la puerta, pero él de inmediato entra al cuarto.
—Largo —ordeno, pero sale un tartamudeo.
—Eres tan lindo cuando eres tímido —dice sentándose cerca de mi escritorio de escritura olvidado—, no pensé que me fueras a pagar con tu cuerpo, pero acepto.
— ¿Qué...?
La frase quedó suspendida en el aire. Dinero, aún le debo lo de la investigación. Sin pensarlo mucho, y con la poca dignidad que me queda, corro hasta la cama, para lanzarme y rebuscar por los cojines mi teléfono.
—No iba en serio, pero tiene un buen trasero.
—Cállate.
Estaba en medio de mis almohadas. Entró en la aplicación del banco, y las letras hacen que me carcajee, dando una sonrisa casi instantánea.
FONDOS LIBERADOS.
Chillo de emoción, haciendo que Park Siu me mire como si hubiera perdido la cabeza. Pero, ¿Quién mierda puede culparme? El dinero es mi motor, mi razón de ser, sin dinero pierdo mi estilo de vida, no podría estar feliz sin él. Terminó de pagarle el dinero a él fastidioso de Park Siu, sentándose a mi lado.
— ¿Cómo conseguiste que tu padre te diera el dinero?
—Tengo un método infalible —le guiño el ojo, haciendo que enarque una ceja—, nunca me subestimes.
—Nunca cometería ese error.
Le doy una corta sonrisa, para después hacerle un triple pago. Apenas le llega el dinero, me da una mirada confundida. Como siempre he escuchado el conocimiento es poder, y mientras sepa algo estaré a la ventaja.
—Investiga a Kim Doyu, Lee Seung y... — ¿Confío en él? La respuesta sale de mi boca con la finalización de la frase—, y a Park Daehyun. Nada extenso, algo simple, pero eficiente.
— ¿Quién es?
—Lee Seung es un matón al igual que Kim Doyu...
—Ellos no —Me da ese rostro de que él hizo su trabajo—, habló del nuevo, no he escuchado de su nombre antes, ¿Por qué lo investigas?
—No es tu problema.
Me levanto para caminar al baño, y entró.
Pero, ¿si es el mío? Park solo ha estado ayudándome, ¿lo considero siquiera una amenaza como para ponerme a investigarlo? No debería hacerlo. El sentimiento de culpa me invade, y decido salir para decirle a Siu que no lo investigue, pero ya no está en la habitación. Muerdo mi labio, pensativo.
Solo déjalo estar, no es como si fuera a tener antecedentes o algo así...
Relajo mi cuerpo y vuelvo a entrar, para darme una ducha rápida, y volver al cuarto.
Me cambio y bajó al recibidor, encuentro a la cocinera y a mi madre con lo que parece ser un nuevo sujeto y su pareja. Intento dar la vuelta, pero ya me han pillado. El nuevo sujeto parece ser extranjero, de cabello rubio y ojos azules.
— ¿Es él verdad? —dice el sujeto, para darme una mirada de pies a cabeza, haciendo que, de inmediato, me tensa. Puedo percibir como mi madre y su novio sonríen de forma lenta y macabra, o quizás sea mi percepción.
—Ven acá, cariño —la voz de mi madre suena dulce, como si le echaran miel a las púas.
—Vo...voy tarde —terminó de hablar, pero mi madre no suelta la sonrisa.
—Me acabo de dar cuenta que no has vuelto a escribir, así que te contrate a un profesor de escritura creativa. La editorial lo está pagando, para así poder reivindicarnos —Vuelve a mirar al sujeto con la misma expresión dulce—, ¿le conté una vez que logre decir un poema de una sentada? Mi hijo tiene esa habilidad artística gracias a mi.
Si claro, porque decir un poema, es lo mismo que escribir un libro, pues claro, quizás no merezco el crédito de nada, ni de mis propias creaciones...
—Eso está bien madre, pero llegaré tarde.
—Cierto, esperemos a mañana para hablar con calma con él, gracias.
Camino saliendo del lugar, olvidándome hasta de comer, por el nudo que se ha formado en mi estomago. Me dejo llevar en el auto, mientras una presión en mi pecho se vuelve mayor. No quiero tener a alguien obligándome a escribir, no quiero tener que hacer que mi pasión, aquello que me hace sentir especial, me haga sufrir un ataque de ansiedad. Dios, lo odio, odio cada vez que mi madre abre la boca con el tema de mi escritura. Me hace llorar, me hace desear nunca haberle dicho que quería escribir, pero sin esto sería solo otro niño que es hijo de padres ricos, no tendría nada.
La escritura es mi lugar seguro, ¿Por qué ya no...? No, aún lo es, amo escribir, solo necesito concentrarme, y quizás esto sea bueno.
El carro me deja al frente, y vuelvo a bajar del auto encontrando en la entrada a Min Yeong, me acerco a él para darle un corto asentimiento, y caminar al salón. Me dejo caer en el asiento de cerca de la entrada, los estudiantes entran, la profesora da la asignatura, copio la tarea y recuesto mi cabeza sobre el pupitre, dejando que las horas pasan sobre mi cuerpo, con ese interminable discurso sobre la asignatura, sobre ese interminable murmullo de los estudiantes sobre algunas de sus cosas, sobre esa interminable sensación de felicidad ajena.
Niego sin ánimo cuando Min Yeong intenta hacer que baje a comer, pero después de varios intento me deja en el salón, que está casi solo, un par de alumnos comienza a molestar a otro, y es cuando lo asocio con el chico "que olía a orina" mal manera de recordarlo.
El chico se ve fuerte, quizás no grande y fornido, pero no era debilucho, sin embargo aún lo molestaban, quizás solo él aún no se daba cuenta de cómo es.
Las horas pasaron, y quizás por la falta de sueño, el pánico que sentía o el simple hecho de no haber comido, pero un dolor de cabeza me empezó a absorber los pensamientos. Reviso mi teléfono, al entrar al instagram puedo ver como una nueva cadena de hate empieza a llegar, y al no entender nada, abro las publicaciones que me han etiquetado: un nuevo libro.
La editorial a la que pertenezco ya dio la fecha, portada y sinopsis de mi nuevo libro. El segundo tomo de Danzando con Ángeles: Amando al Diablo. Títulos poco originales, portadas feas, gracias a Dios que al menos son buenos libros porque en ese sentido son rescatables.
Fecha para dentro de 2 meses, ¿Cómo quieren que haga un libro en 2 meses? ¿Cuánto he escrito? Apuesto que ni el 10%, esto es horrible. No puedo hacerlo, no puedo concentrarme, no puedo sacar química, sustancia o equilibrio de algo como esto. Es sofocante. Estoy sofocado y estoy exhausto.
Debería dejar de quejarme por todo, quizás esto sea la oportunidad para volver a escribir. Será bueno tener orden para volver a escribir.
Me coloco los audífonos para lograr reproducir una canción aleatoria.
La jornada al fin terminó, haciendo que todos los estudiantes seleccionados se fueran a limpiar y los demás hacia afuera. Min Yeong se pone al lado mientras estoy terminando de guardar los libros.
— ¿Quieres tomar algo? —pregunta mientras se sienta en uno de los escritorios que los demás no han limpiado—, te traeré coca cola, te animará.
—No creo que un producto dañino me anime, pero tráelo siempre me ha gustado lo que me puede matar.
—Espero que no sea spoiler —murmura, saliendo del salón de clase.
Es cuando decido acercarme al chico que parece estar en sus propios pensamientos. Lo hizo sin siquiera pensar en las consecuencias, y terminó posando al frente de él.
—Hola —El chico me mira, sus ojos me reconocen casi al instante para hacer una mueca, pero solo asiente en mi dirección. Tiene el labio partido y una ligeras ojeras—. ¿Necesitas ayuda...?
—No, gracias —corta de una vez.
Y es que no puedo culpar, tengo una guillotina para todo el mundo por la amenaza que dio Lee Seung.
—¿Puedo ayudarte a limpiar? Parece que no has dormido últimamente...
— ¿Y a ti qué? —dice ocasionando que me corte por un momento. Quizás no fue buena idea venir, cuando sus ojos ven a otra dirección, y se agrandan con extrañeza.
Un brazo ajeno se posó en mis hombros, de inmediato giró, y los ojos de Lee Seung recorrieron mi rostro. Su mano se mueve a mi mandíbula para hacer que me quede quieto. Puedo percibir cómo su aliento impacta en mi cara dejándome aún más tenso. La distancia parece más corta, pero nuestros rostros en ningún momento convergen, como si una barrera invisible se hubiera formado en ambos.
—Te estuve esperando —habla bajo y con un tono indiferente.
¿Esperando? Sus palabras suenan difusas hasta que me acuerdo del encuentro que tuve con él. Obviamente que no iba a cumplirlo, pero al no acordarme, no tome ninguna vía de escape. Estúpido, estúpido y aún más idiota de lo que me acordaba que era. ¿Dónde está Min Yeong? ¿Vino solo? ¿Está por allí Kim Doyu? Mi mente corre demasiado rápido, pero no puedo ni siquiera pensar. Me quedo en blanco al no saber cómo reaccionar, y puedo sentir como se acerca aún más, logrando que mi estómago se aprieta.
—¿Qué estás haciendo? —inquiero con un tono bajo, al igual que él.
Mueve su rostro hacía al lado para poner su boca cerca de mi oreja.
—Es momento de que hablemos, chico bonito.
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