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2.- Sanación


Llevaba ya varios intentos por conseguir la pócima de restauración de memoria, sin éxito. Era una pócima de mayor dificultad, pero todas las de mi nivel ya las había logrado crear funcionalmente y con facilidad, por lo que mi madre había accedido a mostrarme alguna otra de nivel superior, el problema es que también requería un mayor potencial de energía así como ingredientes más difíciles de conseguir.

Para mi décimo intento ya me había terminado las Hematites que tenía en mi arsenal, era algo noche por lo que tanto Elías como mi madre ya se habían ido a dormir. No quería esperar a la mañana siguiente para poder continuar con las pruebas, además que mi madre quedaría impresionada si cuando despertara yo ya podía lograr la fórmula exacta; así que decidí darme una escapada rápida a la tienda de la señora Lockley que a fin de cuentas estaba solo a algunas cuadras de distancia y nunca cerraba.

Llegar a la tienda y comprar las Hemetitas no fue ningún problema; éste llegó luego cuando, luego de salir de la tienda, me di cuenta de que alguien me seguía. Por los reflejos de algunas tiendas pude ver que se trataba de un hombre bastante grande y musculoso, por un momento me puse bastante nerviosa deseando haber despertado a mi hermano Elías para que me acompañara pero luego recordé que tenía un aturdidor en mi bolsa.

Seguí caminando, fingiendo que no me había dado cuenta pues sabía que no debía utilizar las artes alquímicas en aquel lugar donde todos podrían verme. Me metí al callejón por donde estaba la trampilla oculta de nuestra casa/estudio, pero antes de que pudiera tomar mi arma sentí un fuerte empujón que me arrojó contra la pared y de inmediato me vi inmovilizada por una de aquellas gruesas manos mientras la otra me amenazaba con un cuchillo en el costado.

—Muy bien zorra alquimista. Me darás la piedra filosofal que oculta tu familia inmediatamente o voy a matarte muy lentamente —gritó.

A pesar del miedo no puede comprender qué era lo que me pedía por lo que me quedé mirándolo asustada hasta que se desesperó y volvió a gritar

—Dame la piedra maldita mocosa.

—¡No sé de qué me hablas! ¡Déjame en paz! —contesté aterrada, intentando pensar en alguna manera de poder salir de aquél embrollo, deseando que mi hermano saliera a ayudarme en cualquier momento.

Pero en lugar del rostro de Elías fue el de una chica el que apareció por encima del hombro del atacante. Llevaba un gorro negro pero algunos mechones de cabello rojo escapaban por debajo y sus ojos eran completamente negros (hasta el blanco del ojo) así supe que se trataba de una vampira real.

Sin embargo, en lugar de moverse o hacer algo se quedó mirándome a los ojos durante solo unos pocos segundos pero fueron suficientes. El hombre se dio la vuelta con bastante rapidez moviendo la mano con el arma hacia atrás, la vampira brincó y clavó su propia daga directamente en el pecho del otro.

Cerré los ojos horrorizada y al volver a abrirlos me sorprendió descubrir que el hombre también había atinado a la vampira pero su puntería falló y ella yacía en el suelo boca abajo. Tardé aún unos segundos en notar que el cuerpo de ella no se volvía cenizas como ya ocurría con el otro así que me apresuré a voltearla para poder revisarla.

Al parecer el arma no había alcanzado su corazón, por eso no se había convertido en cenizas, pero estuvo bastante cerca. El mango plateado sobresalía por debajo del pecho de la vampira quien ya ni siquiera respiraba y supuse que también había detenido su corazón; una capacidad que tienen los vampiros cuando están heridos gravemente para no perder su valiosa sangre y quizá para no sentir dolor.

Era obvio que la daga era de plata pero que no había llegado a su corazón, por eso es que no había muerto inmediatamente, pero si el arma continuaba allí la envenenaría hasta matarla, de igual manera moriría si la movía y el arma tocaba el corazón.

Me até el cabello con la liga de terciopelo azul que llevaba siempre en mi mano para que no me estorbara mientras hacía la inspección  de forma cuidadosa y rápida, pues tenía que ir contra reloj o no podría salvarla.

Luego de estar segura tomé el mango del cuchillo y, poniéndolo exactamente en el ángulo que había calculado, extraje el afilado cuchillo con un solo movimiento para no causar más daños, luego de lo cual la tomé por los hombros y con algo de trabajo la arrastré hasta la trampilla oculta que daba acceso al estudio. Pensé en despertar a Elías pero no había tiempo, así que como pude me las apañé para arrastrarla hasta el centro del estudio y colocarla sobre la mesa de curación.

Acerqué la pequeña mesilla con las distintas fórmulas y utensilios, concentrada tomé unas tijeras para cortar la playera negra y ensangrentada de la vampira. Luego limpié toda la zona alrededor de la herida con agua oxigenada. Por un instante me llamó la atención su piel pues, a pesar de ser dura y fría como yo sabía que sería, también era muy suave.

Pero no debía distraerme, eso podría ser fatal para mi paciente; continué con mi intervención. Metí dos dedos de la mano izquierda en un enrome frasco con un antiséptico especial que eliminaría cualquier célula de plata que pudiera permanecer en el cuerpo de la vampira, era verde y de una consistencia viscosa así que al levantar mi mano una buena cantidad quedó en ella. Abrí un poco la piel con la mano derecha antes de introducir los dedos en la herida.

De inmediato su cuerpo se tensó.

—Tranquila, esto es necesario. Limpiará completamente la herida de cualquier posible agente infeccioso así como de la plata —dije aunque sabía que estaba inconsciente, creo que intentaba calmarme tanto a mi como a ella—. Esto es serio, al parecer la daga alcanzó el pulmón izquierdo y quedó bastante cerca de tu corazón.

Mientras hablaba seguía moviendo con cuidado y exactitud los dedos para alcanzar a desinfectar toda la herida sin causar más afectaciones. Al terminar limpié mis manos con una gasa limpia, antes de utilizar al gotero para meter en la herida varias gotas de poción cicatrizante, el cual ayudaría a su ya de por sí rápido factor de curación. Por último pegué las orillas de la lesión para que cuando su corazón volviera a latir no perdiera más sangre.

Me di la vuelta para buscar un par de vendas, sabía que ya el mayor peligro ya había pasado y solo faltaba que la vampira retornara sus funciones vitales para corroborar que todo hubiera salido bien. Satisfecha tomé las vendas y no fue hasta que me di la vuelta que recapacité sobre lo que realmente estaba pasando frente a mis ojos, tenía a una vampira semidesnuda e inconsciente delante de mí, con su piel reluciente y su cabello rojo desperdigado por la mesa.

Sin entender muy bien por qué, sentí como me ruborizaba, así que me apresuré a vendarla. A pesar de que intenté no tocarla más de lo necesario, al percatarme de que sus pechos eran sumamente suaves y más grandes que los míos, me azoré aún más. Cuando terminé por fin mi trabajo me quedé algunos instantes más viendo su rostro, la curva de sus pechos apenas oculta por las vendas, su liso vientre...

Jamás me había fijado en el cuerpo de otra mujer, no de esa manera, por lo que confundida decidí alejarme un poco y esperar a que despertara. Fui a buscar un refresco pues el trabajo y la presión me habían dado sed.

***

Espero que hayan disfrutado de este capítulo, más largo que el anterior

¿Qué tal les cae Agnes?

¿La imagen del inicio les ayuda a imaginarlas mejor?

¡Gracias pro leer! 

Nos vemos en el siguiente capítulo

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