19.- Cazando
—¿Por qué son siempre tan débiles? —pregunté mientras dejaba caer con pesadez el cuerpo del humano del que me había alimentado.
—Son poco más que ganado —contestó Aarón a mi lado.
Asentí mientras dejaba que los vampiros neófitos se encargaran del cuerpo, era uno de los mejores beneficios de ser cabeza de una de las familias de traficantes más prolíficas de la ciudad, no tenías que ensuciarte las manos.
«¿Cabeza de familia? Parece que se te está subiendo el poder a la cabeza Angel» sonó de pronto la voz de mi maestro en mi cabeza.
«Sabes a lo que me refiero, además mientras tú no estás aquí yo soy la que está al mando»
«Siempre regresaré, que no se te olvide»
«Jamás lo olvidaría maestro». Recordé la última vez que me había castigado por ser impertinente con él, escuché el eco de su risa antes de que el contacto se perdiera.
Habíamos estado caminando por la calle y en ese momento llegamos a contra esquina del callejón donde habían visto a Troy por última vez.
—¿Estás seguro que es aquí? —Veíamos al callejón ocultos entre las sombras del otro lado, cosa fácil pues no era una zona muy transitada.
—Así es, mi señora, las cámaras y los rastros perdieron a Troy luego de que entrara en esa calle. —Señaló Aarón, revisando algunos datos en su teléfono.
—De acuerdo, quiero que vigilen permanentemente éste lugar y me informen de inmediato de cualquier anormalidad.
—Muy bien, mi señora... —dudó.
—¿Qué ocurre?
—¿Qué buscamos exactamente?
Saqué de mi abrigo la foto doblada en la que se podía ver a la chica peliblanca.
—-A Scar y a ésta niña. —Le di la foto—. No hagan nada, solo infórmenme todo lo que encuentren.
—Así se hará, mi señora.
Asentí nuevamente y me di media vuelta para continuar mi recorrido por la ciudad. Aún tenía que entrevistarme con algunos de los traficantes para poder corroborar cómo iba nuestro negocio.
No fue hasta mucho después de media noche que me desocupé y pude ir a las estancias de los cocineros. Se trataba de una bandada de humanos alquimistas que se dedicaban a crear la Desmodontinae, además de alguno que otro artilugio que se les requería.
Entré a la estancia pequeña y bochornosa, de entre el vapor salió un humano de mediana edad, bastante delgado y con lentes profundos. Me molestaba que de por sí los sentidos de los humanos eran bastante decadentes, algunos como éste eran mucho peor. Al menos su inteligencia y su capacidad alquímica lo hacían mínimamente útil para mí.
—Buenas noches, Evan.
—Mi señora, buenas noches
—¿Qué tienes para mí? —me acercó una serie de papeles en una tabla, conocía muy bien los resultados así que apenas lo hojeé
—La producción ha mejorado, gracias a la sangre de los neófitos nos es más rápido crear las píldoras y con menos ingredientes.
Asentí a sus palabras sin prestarles demasiada importancia.
—Sí, sí. Todo eso lo sé ¿Qué pasó con lo que te pedí especialmente?
Evan se tensó y su corazón se disparó, haciéndome sonreír.
—La droga está casi completa, es capaz de paralizar el cuerpo de un humano hasta la muerte... —dudó—. Pero con los vampiros la reacción es diferente, además de que tarda más.
—¿Lograste el objetivo de que puedan oír y ver a pesar de estar inmovilizados?
—Por lo que me han dicho los que... —tragó saliva, estos humanos de verdad podían desesperarme—. Los que han sobrevivido, se percatan de todo lo que ocurre a su alrededor, ven, oyen y sienten de forma normal, pero no son capaces de reaccionar.
—Perfecto, poténcialo y muéstrame los resultados en no más de una semana.
—Así lo haré, mi señora.
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