Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

하나.El hilo invisible 🎐

La mayoría de las historias de amor comienzan con el nacimiento de una criatura. No importa si la cuna es dorada como la de los emperadores de la recién instaurada dinastía en Silla o si es tan humilde como la de unos pescadores que no creían engendrar hasta que el destino colocara en las suaves aguas que rodeaban su choza el llanto de un pálido niño.

Fuera de la manera que escogiera el destino, la sonrisa de felicidad en el rostro de los que recibían la bendición de Buda por engendrar vida o aceptarla entre sus brazos no tenía precedentes.

El pueblo de uno de los reinos más poderosos de la historia en la Península recordaría con alegría el nacimiento del primero de los príncipes Park; cuando unos meses después, coincidiendo con la llegada del segundo príncipe de manos de la concubina del emperador, la noticia de que la reina consorte había perecido a cuenta de una infección provocada por la misma labor de parto, opacara un poco el regocijo que para el líder de aquellas personas significaba recibir a un nuevo hijo mientras perdía a su esposa.

Se suele decir que las maldiciones acampan donde baila la riqueza o que detrás de cada gran fortuna se esconde la sombra de un crimen. El emperador Park tuvo sus años de tranquilidad mientras observaba crecer a sus dos hijos y expandirse su reinado a cuenta de mano dura y estrategia.

Primero consiguiendo manipular la junta de Gaya, luego absorbiendo aquellos territorios donde el mar era más generoso y se comunicaba con un Japón en esos momentos en litigio con China.

Crear aliados contra las otras puntas del territorio que presidían la Península siempre fue su prioridad.
Por eso desbordó en su primogénito todo el cuidado a fin de que se convirtiera en el soberano venerado por su pueblo, dejando en un segundo plano al jovial niño que era el hijo de su concubina.

Una mujer cuya belleza e inteligencia la hizo ascender al trono, pero en la que muy secretamente no se atrevía a dejar todas sus esperanzas cuando había atisbado el germen de la envidia y el resentimiento por su inclinación hacia el fruto del amor por su reina fallecida.

Los nombres son importantes cuando se establece una dinastía, más aun en tiempos donde era común coexistir con la magia y las venias de Buda, las leyendas de los donceles no eran tan irreales cuando muchas veces había contado con aquellos agraciados hombres donde se mezclaba lo masculino y lo femenino en un solo elemento.

Por eso el pánico cayó sobre el emperador al descubrir que con diez años de edad, su primogénito había sangrado, presentándose como un doncel.

Cómo le explicas a un niño que se ha preparado desde la edad más tierna para dirigir un país que su derecho queda anulado solo por poder engendrar y albergar vida en su vientre.

Cómo le niegas el lugar que siempre le prometiste cuando encarna el rostro perfecto de quien fuera el amor de su vida.

Los más críticos del reino se atrevieron apostar por los celos y las palabras susurradas de Hei Jin, la actual reina consorte y madre del segundo príncipe heredero para tomar aquella decisión.

En una noche donde la Luna no se atrevió a contemplar las silenciosas lágrimas en el rostro aniñado de un joven de cabellos tan pálidos como la nieve, el emperador Park dejaba partir a su primogénito para ser educado en soledad en el antiguo monasterio de la zona costera de Pusan.

Nunca tendría el valor de negarle algo a su padre, pero el corazón de Park Jimin ya sufría la primera cicatriz cuando encontraba la mirada distante de su hermano Taehyung y la sonrisa complacida de Hei Jin.

Por fin lo habían conseguido: alejar de un padre que no volvería a ver en mucho tiempo y a quien sus cartas se encargarían de romantizar. El viaje le supo amargo y la soledad quizás le hubiera endurecido el alma si la vida en el monasterio no fuera tan extenuante.

Habían pasado ocho años de esa abrupta despedida y el joven que ahora corría atándose las cintas en lo alto de la abundante melena rubio platino no parecía compartir más que el nombre y la denominación con el que hubiera llegado años atrás a la villa de Pusan.

—¡Jiminah!¡Siempre es lo mismo, no importa cuánto lo intentes, parece que llegar tarde representa tu marca personal!

Una muchacha de menudas proporciones y aspecto infantil le esperaba cargada de cestas. Jimin casi se fue de bruces contra el delgado cuerpo envuelto por la tela de un hanbok verde claro. Si no le conociera tan bien, la pobre Mizuki se habría caído al tratar de sostener al hiperactivo joven.

—Fue por los pelos. Olvidé mi flauta en la habitación y ya sabes cómo les gusta a los niños del pueblo escuchar...

La muchacha sonrió antes de darle un ligero golpe en la cabeza al de platinado cabello. Jimin sonrió consiguiendo que su nívea piel se tornara de un adorable rosa en el área de las mejillas.

La primavera invadía cada árbol de aquella localidad de clima cambiante y una de las misiones del monasterio era repartir alimentos a los barrios del puerto mientras llevaban la alegría de la música en las notas que marcaba la flauta en manos de Jimin.

—Solo por esta vez te perdono. Vamos, Kai nos espera hace siglos. Seguro él no te la deja pasar tan fácilmente...

—Sí claro, mejor digamos que está más ocupado en seguirte el juego de miradas... ¿Qué? El hecho que he pasado la mitad de mi vida, quizá más, aprendiendo sobre las escrituras de Buda y preparándome para ser el doncel más descorazonado de los Tres Reinos, no quiere decir que no pueda ver entre líneas. Como el poema de la Luna y el Sol, nuestro cochero siente algo por...Auch...

Un fuerte pisotón hizo que el joven se callara de golpe. Mizuki se peinó las puntas que solían enmarcar su cabello antes de dirigirse hacia Kai. Un muchacho moreno de veinte años que desde los últimos dos inviernos trabajaba como parte del personal de servicio del monasterio.

—Hola Jimin, ya veo que traen retraso nuevamente. Hola, Mizuki-chan. Contemplar los cerezos en esta época del año siempre me recuerda a ti...

La muchacha enrojeció de pies a cabeza mientras Jimin se subía al pescante y aprovechaba para colocar las cestas cargadas con víveres que debían ser entregadas en el pueblo.

Con suerte esperaba encontrar a un buen público donde poder liberar sus pensamientos a través de las notas que crecían en la dulce melodía de flauta que le solía acompañar. Eran fechas que siempre conseguían oprimirle el corazón, aun cuando se esforzara por sonreír.

—Listo, vayamos al pueblo.

Resolvió su acompañante femenina antes de cerrar las puertecillas y escuchar el relinchar de los caballos. El camino flanqueado por centenarios cerezos se fue alejando para dejar ver los torreones con forma de pagoda donde ambos habían crecido.

Ella como ofrenda de paz entre los japoneses y el ejército de Silla, él como el inservible doncel heredero al trono a la espera de ser desposado.

No muy lejos del límite entre la costa y los caseríos que servían de asilo a los pescadores, Wang Soo Jin observaba el descenso del Sol del mediodía mientras el ruido del hacha sobre la tierna madera llenaba sus oídos.

Detrás de las miserables chozas donde había llegado a construir un hogar tuvo la suerte de encontrar al muchacho que ahora se hacía llamar su hijo. Sin más indicios que una manta bordada en filigrana y un colgante con el dije de una flor de cerezo, el pálido niño que su esposo rescatara entre la polución del puerto diecinueve años atrás respondía al nombre de Yoon Gi.

—Deja eso y ven almorzar. Trabajas demasiado pequeño...

El chico enarcó las cejas. Era cualquier cosa menos pequeño. La vida en el mar y el trabajo después que el hombre que había llegado a llamar padre falleciera le habían curtido lo suficiente como para poseer una personalidad demasiado madura.

—Madre... ¿Cuándo será el día que te des cuenta que ya crecí?

Se quejó intentando esconder aquella sonrisa donde sus encías eran perceptibles. Aun cuando fuera puro músculo, su cuerpo fibroso y elegante seguía apresando el alma de un niño dulce e ignorante únicamente preocupado por servir a quienes les habían salvado de perecer a manos de la furia del mar.

Nunca supieron cómo un bebé había podido sobrevivir en aquella red de pescar en el estado en que fue encontrado, pero para Soo Jin, una mujer incapaz de concebir por su por cuenta, Yoongi fue una bendición que continuaba iluminando sus días como el Sol más cálido y protector.

—Nunca dejaré de llamarte pequeño, mi adorable bola de arroz. Eres mi hermoso dumpling, así que continuaré mimándote aun cuando formes tu propia familia. Tendrás que soportar mis cuidados al doble para ese entonces.

—Ja, ya veremos quién soporta a quien...

Concluyó él antes de ingresar a la choza que compartía con su madre. Era día de mercado y la mayoría de los vendedores ambulantes aprovechaban para colocar sus puestos en la calle aledaña al puerto de Pusan.

Yoongi terminó de compartir el almuerzo antes de pedirle la bendición a su madre y retomar la labor de preparar la canasta que ahora descansaba en su espalda.

El pregón de "pescado fresco" emergía de su garganta mientras escaneaba a la multitud dividida a uno y otro lado de la vereda. Desde exuberantes telas provenientes de China hasta dulces de arroz y durazno, todo el paisaje le parecía realmente colorido hasta que el sonido de una flauta llamó su atención.

Ubicarse más cerca de la pequeña audiencia, al parecer animada por juglares, sería más ventajoso para vender.

Nunca pensó estar en presencia de los enviados del monasterio en una de sus misiones y mucho menos, que el ser que interpretaba la melodía con tanta destreza fuera más comparable a una ilusión sacada de las pinturas que solía admirar en la tienda de señor Xiao Han.

Tan embobado estaba contemplando a aquel chico que ejecutaba la flauta que no pudo percatarse del coche en su camino hasta que fue demasiado tarde.

La cesta llena de pescado fue a dar al punto opuesto donde su cuerpo fue golpeado, atrayendo a los asistentes en medio del alboroto y los gritos de reconocimiento por el accidente.

Yoongi solo percibió la calidez de una pequeña mano sobre sus mejillas antes que todo se hiciera borroso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro