𝙲𝚊𝚙𝚒́𝚝𝚞𝚕𝚘 49: 𝙴𝚜𝚝𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜
Penúltimo capítulo
Ara se había convencido que era el momento de visitar el cementerio, se lo había dicho a su tío Tae y éste iba a llevarla, pero Ara quería que la acompañara la única persona que entendía perfectamente su dolor. Por esa razón, Jung Hoseok se encontraba con ella en el auto en el estacionamiento del cementerio.
El día estaba bonito, el cielo se encontraba con nubes esponjosas y el sol no calentaba mucho pero tampoco calentaba poco. Ara respiró profundo mirando la caja blanca sobre sus piernas, era de tamaño pequeño, había un obsequio dentro para SoHyun.
— ¿Ara?
Ella volteó a verlo.
— ¿Sí?
—Te preguntaba si te sentías bien con esto.
—Ah, no—respondió apartando la vista—Pero creo que si me iré de Seúl debería despedirme en persona.
— ¿Estás segura?
—No. Pero aquí estoy—forzó una sonrisa. Ambos bajaron del vehículo caminando hacia las lápidas, Ara sintió una presión crecer en su pecho, como si aquel lugar tuviera una energía extraña que la sofocaba, se detuvo diciéndose que todo estaría bien. Hoseok al ver que se había quedado atrás se acercó a ella agachándose.
—Ara, si no estás lista...
— ¿Puede tomar mi mano y no soltarla, por favor? —pidió—Nunca había estado en un cementerio y...no es nada agradable.
Hoseok tomó su pequeña mano dándole un suave apretón.
—Es común encontrar mucho silencio en este lugar—susurró—La energía puede oprimir tu pecho, pero sólo respira profundo e intenta mantener la calma, ¿Entiendes?
Ara asintió. Hoseok se colocó de pie retomando la caminata con ella sin soltar su mano esta vez, algunas personas estaban frente a las lápidas de sus seres queridos, muchos hablaban en voz baja, algunos cambiaban las flores y otros lloraban. Hoseok acarició el dorso de su mano asegurándose de que estuviera tranquila, Ara tragó con dificultad cuando se detuvieron, su respiración se agitó un poco, estaba viendo la lápida de su madre, tenía su nombre grabado junto a la fecha de nacimiento y la fecha de fallecimiento.
Sus pequeños ojos se llenaron de lágrimas, el nudo en su garganta se hizo más fuerte y no pudo evitar que salieran, intentó apartarlas aclarando su voz, Hoseok se sentó con ella en el césped, había un ramo de flores muy colorido y bonito, Ara acarició el pétalo de una margarita.
—Vine ayer a visitarla—comentó el pelinegro—Me pareció buena idea decirle que vendrías a verla—él todavía no soltaba su mano. Ara miró la lápida de nuevo, esta vez el llanto salió al leer el nombre una vez más. Hoseok la abrazó permitiéndole llorar en su pecho.
Acarició su cabello dejando que llorara cuanto necesitara, su llanto fue cesando a los minutos, Hoseok limpió sus mejillas sonriéndole con un poco de tristeza.
—No tengo una cura para esto, siempre pienso en mi madre incluso siendo adulto—Ara hizo un puchero—Y siempre pensarás en ella.
—La extraño mucho.
—Lo sé.
—Ella no debió irse así—Hoseok la abrazó de nuevo—Si Omma lo hubiera dejado a tiempo...si ella no lo hubiera conocido...
— ¿Sabes que me decía tu madre todo el tiempo? —acarició su espalda—Lo mejor que Kim DaeHyung pudo darle fuiste tú—Ara levantó sus ojos rojos—Tu madre te amaba muchísimo, no sirve de nada arrepentirse del pasado, eso no cambiará, lamentablemente.
—Yo...le escribí una carta, ¿Debería...leérsela?
—Claro que sí, debe estar ansiosa de escucharte.
La niña abrió la pequeña caja exponiendo la bola de cristal que ella misma hizo. Dentro tenía una figurita de una madre abrazando a su hija, Ara la había pintado de azul, al sacudir la bola de cristal caían diminutos pétalos rosados, la colocó cuidadosamente junto al ramo de flores. En la caja estaba la carta que Ara había hecho.
Hoseok guardó silencio escuchándola.
Flores en invierno.
En abril las flores nacen y abren sus pétalos de uno a uno, sus colores son muy bonitos, son fuertes, ansían conocer el mundo desconociendo los peligros que hay en él.
Algunas personas lastiman sus pétalos, sus raíces e incluso son pisoteadas, pero otras personas las cuidan con su propia vida, las riegan, les brindan comodidad y calidez, así eras tú, omma.
Tú eras una de esas personas que cuidan de las flores, solías cuidarme olvidando muchas veces que también necesitabas que alguien cuidara de ti, olvidabas que eras otra hermosa flor. Tus pétalos fueron fuertes mucho tiempo, hasta que fueron pisoteados y arrancados.
Eras una flor en invierno, soportando las bajas temperaturas, soportando cualquier estación y esperando a abril para cuidar de mí.
Ahora la pequeña flor se ha quedado sola y debe aprender a cuidarse, quizás un día pueda cuidar a otra flor.
—Eso es muy hermoso, Ara—Hoseok la felicitó— ¿Lo escribiste tú?
—Lo hice anoche—asintió apartando sus lágrimas. Dejó la carta pisada con la bola de cristal, acarició las letras del nombre de su madre sintiendo el nudo en la garganta.
Quería decirle muchas cosas, pero dicho nudo no se lo permitió.
▪︎▪︎▪︎
Un nuevo día iniciaba, Kim Ara tenía las sábanas hasta su cintura mientras sus párpados estaban cerrados, la cama se hundió un poco por el peso de la persona, subió las sábanas cubriendo mejor a la niña, acarició cuidadosamente su mejilla viéndola despertar un poco. Ara distinguió un rostro familiar, su cabello castaño caía suelto por sus hombros, el sol creaba una imagen hermosa de Moon SoHyun, la mujer sonrió con dulzura, no tenía heridas, rasguños ni cortes, llevaba un vestido blanco suelto, era extraño no verla cubrir su cuerpo por completo.
—Omma—el sueño fue desapareció— ¡Omma! —Ara saltó a sus brazos abrazándola con fuerza. El llanto de la niña se mezcló con el de SoHyun, aquel abrazo era irremplazable, la sensación tan...cálida era la que sólo una madre podía brindar—Omma—Ara no quería soltarla.
—Shh, tranquila—acarició su cabello. Ara sollozó más con su voz, era su madre, ¡Estaba ahí!, pero también asumió que estaba soñando—Respira, mírame—tomó su pequeño rostro acariciándolo con dulzura, besó su frente, sus mejillas y su nariz—Mi hermosa Ara.
La niña tocó sus orejas, ambas estaban sanas, recordó la imagen de su madre con sangre mientras la vida se iba de su cuerpo. Sus pequeñas manos fueron tomadas por SoHyun besándolas con delicadeza, volvió a abrazar a su madre recostando su cabeza en su pecho, el sonido de su corazón fue el más hermoso.
Ese corazón debió seguir latiendo.
—Te extraño mucho.
—Y yo te extraño mucho más.
— ¿Por qué te fuiste?, ¿Por qué me dejaste sola? —acusó entre llantos—Prometiste no irte, prometiste no dejarme, lamento no haber sido yo, debí ser yo.
—Ara—acarició su cabello largo—Nunca permitiría que algo malo te pasara, si hubieras sido tú habría fallado en mi deber como madre—se encontró con la mirada llorosa de su hija—No me arrepiento de haberte salvado, eso era lo que quería, nada más me importaba, eras tú, siempre serás tú.
—Me dejaste sola. Soy huérfana ahora, estoy sola, no tengo familia.
—Tienes dos tíos que se preocupan y lo dan todo por ti, sé que no es lo mismo, pero no puedo volver, Ara—aquello dolió decirlo—Algunos sacrificios son injustos y dolorosos.
—Llévame contigo, ¿Sí?
—No puedo hacer eso.
—Por favor, no quiero vivir sin ti, omma, te necesito.
SoHyun besó su cabeza abrazándola con fuerza, recordó cuando tuvo a Ara en sus brazos la primera vez, recordó sus primeros pasos, sus primeras palabras, cuando fue a la escuela, pero...habría momentos en los que ella no podría acompañarla. Tragó con dificultad sin soltarla.
—Tienes una larga vida por delante, Kim Ara, tienes personas que te aman y se preocupan por ti, amigos que te ayudarán cuando lo necesites, hay muchas etapas que debes vivir, que mereces vivir conmigo o sin mí—suspiró—Sé que no lo entiendes ahora, con el tiempo lo harás.
—El doctor Jung dice que el tiempo no sana esas cosas.
—Cierto, pero el tiempo trae las respuestas a algunas preguntas—sonrió un poco—Me gustó la bola de cristal que me llevaste—Ara se sorprendió—Y esa carta...—sus ojos se volvieron llorosos como los de su hija—Tienes razón, somos dos flores, pero mientras yo permanezco en invierno, tú brillas en primavera—miró su rostro—Siempre estaré orgullosa de ti, siempre estaré contigo incluso cuando no me veas, cielo.
—Omma.
—Será difícil, pero cuando el dolor se vaya sé que las cosas serán mejor.
Ara sólo necesitaba decir una cosa más.
—Te amo, omma.
—Y yo te amaré mucho más, mi hermosa hija.
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