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Capítulo [N]

"Quiero poder amar en este mundo, a mi resplandeciente ser, a mi preciosa alma"
-BTS (Epiphany)

Esta era la situación, me encontraba en la casa de mi pareja, comiendo en la misma mesa en compañía de su familia y con otro sujeto que al parecer había formado un  gran lazo con Allen.

Descubrí que el chico venía cuatro días a la semana.

¿Y yo no podía venir a casa de Emmett ni un solo día?

Ja! Falacias.

Por eso y el sentimiento de decepción hizo que me mantenga distante de Emmett, no podía verlo ahora, no con ese ácido que se formaba en la boca de mi estómago.

Incluso la comida que se veía exquisita -y estaba seguro que sabía tan bien como lucía- no tenía un buen sabor para mi paladar.

—Me alegro de verte por aquí Adrik—Fue Chiara quien rompió el incomodo silencio en la mesa— Al parecer Allen también te extrañó—Comentó tras colocar la palma de su mano sobre el dorso de la mía.

—Al igual que yo—Sonreí sin quitar mi mano de ahí—También extrañé a mi chico de los planetas—Expresé y sin tener la intención de incomodarlo demasiado extiendo mi brazo hasta Allen y  despeino un poco de su cabellera castaña.

Y su reacción hizo que me sintiera orgulloso,   quería levantar el pecho, inflarlo y presumir lleno de satisfacción al hacer que la silueta de una sonrisa se esboce en su rostro.

Pero el otro sujeto, ese de cabeza plateada me miró de la peor de las formas posibles.

¿Celos?

No tenía idea de ello, apenas y lo conocía.

¿Alguien interesado en el lindo castaño?

Eso sería bueno, aunque quizás solo sean ideas mal formuladas.

Después miré a mi pareja, él me miraba sin decir algo, sabía que estaba celoso y molesto por mi comentario y mis acciones, pero era mayor la emoción de poder acercarme de esta forma a Allen; pues esto era nuevo y creo que no solo para mí, sino que también para todos los presentes.

Es que me pareció completamente injusto, yo era quien había logrado calmar a Allen en una crisis, y ni siquiera podía tocar su cabello con tanta libertad como ese intruso.

Incluso lo hizo sonreír.Nunca había visto ese gesto en el rostro del chico, genial.

—¿Y tú quién eres?— Me había preguntado el cabeza de cerillo encendido, con puntos en el rostro y un increíble aspecto.

—Soy Gavin Hudson, y soy el mejor amigo de Allen— Me presenté, dandome dicho título, sonriéndole con altanería.

—Oh, mucho gusto—Y toda su faceta egocéntrica se derribó— Soy Adrik Zim, un amigo de Allen— Creí que el chico venía con Emmett, al menos que...

Oh.

—El gusto es mío —Dije, viendo de inmediato al hijo mayor de los Stone, quien solo miraba a cualquier parte de la habitación, evitando contacto visual por alguno de nosotros.

Entonces mis suposiciones eran ciertas, pero la pregunta aquí era ¿Por qué demonios Emmett no presentó al pelirrojo como su pareja?

Yo sé que algo está pasando, y no está bien, esto será un caos si no tiene solución ahora.

Algo me hace pensar y estar completamente seguro de que esto fue culpa de mi hermano, lo sé porque lo conozco desde que nací, además de que es bastante expresivo con sus gestos y suele crispar las cejas cuando está confundido, molesto o se siente culpable.

Sabía que una discusión se avecinaba, o incluso era lo que pasaba entre Adrik y Emmett.

Lo peor de todo es que era yo quien recibía y percibía la inquietud presente al estar en medio de ambos, todo era tan agobiante que tuve que desviar mi atención de aquella situación.

Así que opté en levantar mi pizarra.

—Deja eso, no es momento de jugar—Me regañó mi madre, le tengo bastante respeto pero su sobreprotección  a veces llegaba a ser agobiante.

Miré el calendario de la pared, confirmando que hoy era el día, y lo extraño es que nadie había felicitado o abrazado a mamá por ser un día especial para ella.

Así que por primera vez desobedezco una petición de mi madre y no bajo la pizarra, aunque escuchara la orden una vez más yo la ignoro, tenía algo más importante que hacer y terminar.

Hago algunos garabatos por un par de minutos, miré el resultado y aunque no fuera tan llamativo o la gran cosa a mí parecer era aceptable.

Así que comparto con timidez por segunda ocasión uno de mis dibujos.

—¿Es mamá?— Kia fue la primera en preguntar, y yo escribí un "sí" en respuesta.

—Cariño, es hermoso, deja que tome una fotografía—La voz de mi madre se escucha quebrada, podía notarse la cantidad de fuerza de voluntad que tuvo para retener alguna lágrima.

Me pongo de pie y dejo el dibujo de la pizarra en mi lugar después de levantarme.

Porque hoy no era un día como los demás, este tenía un motivo para festejar, y digno de conmemorar, pues hace 26 años, mamá aceptó a papá en su vida.

Hoy era su aniversario de bodas.

—Oh mi querida Amelia, creo que alguien lo recuerda— Sonrió mi padre, mostrando ese hoyuelo tan bonito que adornaba su rostro. Me gusta verlo sonreír.

—Y sé que ese es el mejor regalo que pude recibir, ¿Cuál será tu obsequio?—Oh, no.

Bien dicen que a veces es mayor el sentimiento de un hijo hacia su madre, y esa hipótesis es confirmada porque solo pensé en mi progenitora sin siquiera recordar a mi padre quien también me ha cuidado con tanto empeño.

Ahora me sentía avergonzado por olvidarlo.

—No lo sé, pero es bueno saber que mi hijo es inteligente y recuerda nuestro aniversario —Comentó mi padre lleno de orgullo, algo no muy común en él, lo que aumentaba su valor e importancia.

Sé lo que tanto tiempo han querido mis padres, lo que anhelan recibir de mi parte.

Y eso era...

Que yo volviese a hablar. Pero ya eran casi 10 años desde que pronuncié algún monosílabo o frase completa, así que seamos sinceros, lo más probable es que mis cuerdas vocales estén atrofiadas y secas.

—Ven y felicita a este viejo hombre—Escuché , también viendo como daba dos palmadas sobre su pecho, ¿Quería un abrazo?

Sé que puedo hacerlo.

Mis pulmones se expandieron al inhalar aire con fuerza y con cautela exhalé, me acerqué con torpeza, extendí mis brazos y lo rodeé hasta que llegué a contar cuatro segundos, después de eso me aparté de inmediato, sin darle la oportunidad de devolverlo.

—E-el acaba de...—Articuló Adrik—OH POR DIOS, NECESITO UNA CÁMARA—Exclamó a gran voz, entusiasmado por lo que sus ojos acababan de ver.

—Demonios, ¿Podrías avisar cuando lo hagas de nuevo? —Gavin me pidió entre risas llenas de emoción.

No debí haber hecho eso.

Ahora el bullicio en casa era demasiado grande.

Gritos, risas, llanto, incluso saltaban en su lugar, haciendo el torpe intento de contener su euforia.

—No es justo—Se quejó mi mamá—Yo también quiero un abrazo de mi hijo—Sentí como se acercaba con los brazos abiertos de par en par, y por acto de reflejo retrocedí—Entiendo, demasiado por hoy—Dijo, deteniendo su andar, soltando una risa nerviosa.

—Me siento celoso—Después de permanecer en silencio y simplemente observando decidió hablar Emmett—¿Algún día seré yo quien reciba un abrazo?—

—Gracias Allen, gracias por hacer de este día un recuerdo tan único, por devolver las esperanzas en este corazón viejo y desilusionado—Murmuró mi padre, haciendo que mi corazón latiera con frenesí,  causando que mi alma estuviera completa de nuevo.

Encajando perfectamente en uno de los tantos huecos y espacios que había en mi fragmentado ser.

¿Esto era amor?

Leí alrededor de tres libros distintos en esta semana que me ayudaron a comprender mejor mis emociones, a poder asimilarlas y aceptarlas en lugar de rechazarlas.

Todos fueron asignados por mi psicólogo, quien estaba entusiasmado por mi intención de conocer más de mí.

Explicó que era un gran avance, un paso de gigantes, y que era valiente por esa necesidad de querer saber lo que siento.

Porque no solo quería eso, había un trasfondo de todo esto, y era por la incertidumbre de saber qué era lo que yo sentía al verme en el espejo del sanitario, o en cualquier superficie que lograra mostrar mi reflejo.

¿Y eso es... repugnancia?
¿Podía sentir esto por mi persona?

La respuesta era si.

Es posible odiarse a sí mismo de forma irrazonable. Puede ser que no me guste mi aspecto físico, que perciba que no soy bueno en algo o considere que le causo daño a otras personas. También existen pensamientos que pueden conducirme a aquellos impulsos de querer dañarme o castigarme.

Nadie debería vivir así.

Eso no me gustaba, prefería y era mejor el siguiente capítulo que hablaba del amor a los demás y el amor propio.

Algo que me enseñó fué que este es un sentimiento tan reconfortante que llega a curar hasta al corazón más herido, y a la mente más destruida y dañada.

Como medicina, un remedio para todo mal.

Lo cual parecía mágico e irreal.

¿Qué se siente ser amado?
¿Podré alguna vez amar?

Lo que más llamó y captó toda mi atención fué el punto de que primero tenemos que aceptarnos tal y como somos, ya que una persona no puede amar a otra sin tener ese sentimiento, es decir, no podemos dar lo que no tenemos y si yo no me amo, me respeto, me cuido, me atiendo, y trato de mejorar con el pasar de los días significa que no podré hacerlo con otras personas.


Entonces supe que tenía un nuevo sueño, una meta, un objetivo.

Quería saber que es aceptarme, que es querer ser diferente pero sin perder mi esencia.

Experimentar uno de los sentimientos y sensaciones únicas y tan hermosas que llegan a la vida humana.

Pero no era lo único que mi persona necesitaba, también desea la aceptación, no para encajar en el mundo lleno de monstruos que llenan la mente de comentarios negativos.

No, yo solo...

Solo busco amarme.

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