Capítulo [E]
"La herida se vuelve cada vez más profunda, como un cristal roto, imposible de arreglar"
-BTS (Stigma)
Escuché el nombre de aquél chico el responsable de que Allen le temiera a las personas,el culpable y responsable de todo.Porque era así, Adrik fué el causante de que mi pequeño cambiara tanto.
Por un descuido y por estar perdidas en mis pensamientos había resbalado un plato de mis manos; haciendo ruido y llamando la atención de Gavin, Kia y Allen.
—Disculpen, ha sido un descuido de mi parte—Me excusé levantando aquél plato, colocándolo en la encimera de inmediato.
Antes de seguir hablando escucho aquella melodía musical que proviene del timbre; Emmett llegó tan rápido a la puerta, que me fué imposible ser yo quien abriera esta.
Allen por desgracia estaba viendo todo, en sus ojitos destacaban la curiosidad y temor, estaba en cuclillas con sus dos manos cubriendo sus orejas, algo normal por el sonido del plato caer y el timbre sonar, solo que ahora estiraba la cabeza para ver a quien había llegado.
Iba dispuesta a ahuyentar a aquél chico, no quería que mi pequeño volviera a tener miedo, pero fué Gavin quien me detuvo.
—¿Ese chico es Adrik?—Preguntó en susurros, pues al parecer tampoco quería que Allen supiera de quién se trataba, asentí y el miró con preocupación a mi hijo, su ceño se arrugó y me miró—Ahora vengo—
Quedé en silencio observando los pasos del novio de mi hija, quien iba en dirección de la entrada, se veía molesto, parecía que sacaría a patadas al intruso, pero Emmett lo detuvo.
Allen, interesado por lo que estaba pasando se acercó aún más, y estirando un poco su cuello vió a quien estaba en el umbral de la puerta.
—Hola Allen—Le saludó con timidez—Tanto tiempo sin vernos ¿No es así?—Me acerqué para ver al "amigo" de Emmett, tan brillante y con completa tranquilidad que parecía que no había dañado a mi hijo.
—Adrik quería verte, y lo invité, espero que no te moleste—Mi otro hijo le explicaba a Allen, así que rápido giré para ver la reacción de Allen.
Quedó estático, sus ojos fueron expandidos de par en par, y salió corriendo hasta llegar a su habitación y dar un portazo.
Maldición.
Era él, no podía creerlo, pensé que estaba siendo una ilusión o producto de mi imaginación, pero no, Adrik estaba justo ahí con una sudadera de un color tan brillante, esta era de un verde tan llamativo, aunque preferiría que trajera la de la primera vez que lo ví, iba más con su personalidad, y era más tolerable que este color.
Estaba igual que la última vez que nos vimos, tenía aún ese cabello color fuego, y esos diminutos destellos que parecían galaxias en su rostro.
Estaba emocionado, incluso la tristeza que se había generado en mi corazón por el rechazo de Grace pasó a segundo plano, pues Adrik había vuelto.
Pero mis emociones fueron tan fuertes que de la euforia creciente en mi pecho subí a pasos torpes y apresurados a mí habitación, quería mostrarle mi nueva figura coleccionable, un pequeño planeta del mismo color que su cabello,se trataba de Marte.
Lo busqué entre mi estante y lo tomé con delicadeza, pasé con cuidado los escalones y al llegar a la planta baja fuí a la entrada, pero ya no había nadie.
¿Se fue?
Gotas tibias y saladas empezaron a brotar entre mis ojos, ese horrible hueco en mi corazón volvía, parecía ser un hoyo negro que estaba absorbiendo mi energía, haciendo que quedara seco, compacto, vacío.
¿Porqué todos tienen que huir de mi?
¿Acaso no pueden estar a mi lado?
¿Soy tan repugnante como me lo han dicho?
Comencé a golpearme con la figura que tenía a la mano, que casualmente era Marte.
Mi cabeza recibía cada impacto de aquél planeta rojizo, que se volvía más doloroso conforme pasaban los segundos.
Después desapareció el malestar, siendo sustituido por aparente anestesia. Ya no sabía si era de ese tono por el daño que me estaba causando o por la naturaleza de este.
Me odiaba, me detestaba, no soportaba más el tener que ser así.
¿Por qué tuve que nacer autista?
No era normal, lo estaba aceptando de nuevo, yo no era más que un asqueroso fenómeno, «una falla» de la sociedad.
Miré mis manos, las cicatrices de aquellos cristales que me habían herido hace unas semanas estaban sanando, ya no usaba las vendas, pero aún así esa sensación de dolor seguía, y la única forma para escapar de mi realidad era esta, hiriendome.
Me habían sacado a empujones de la casa de Emmett. Fue ese chico de cabello plateado que me miraba con odio, obviamente no me iba a dejar así que le sonreí burlón, viéndole con superioridad.
¿Quién se creía?
—Vete de aquí sino quieres que llame a la policía—Amenazó, haciendo que mi sonrisa se ampliara aún más
—Hazlo, ten—Dije, sacando el móvil de mi sudadera, extendiendo este para que llamara.
—Eres un mocoso tan arrogante y grosero—Habló entre dientes la madre de Emmett.
—¿Es así como recibe a sus visitas señora Stone?—Le pregunté con molestia
—Solo cuando de quien dañó a mi hijo se trata—Aquello no entendía ¿Alguna vez le había hecho daño a Emmett?
—¿Te he dañado?—Le pregunté, él solo me sonrió con timidez, haciendo que yo sacara conclusiones apresuradas—Lo siento—Me disculpé, y comencé a alejarme más de aquella casa, tenía la intención de irme pero logré divisar algo que hizo que detuviera mis pasos, tomando un nuevo destino.
—¿QUÉ CREES QUE HACES?—Escuché gritar a la señora, pero no le hice caso; comencé a acercarme más, casi corriendo hasta entrar a la casa de los Stone y ahí estaba, alguien a quien hace un tiempo asusté por no saber y comprender sus límites.
—Allen, hey, amigo—Dije en un suave murmullo, estaba asustado, su cabello castaño tenía rastros rojizos, y su frente también tenía sangre seca y otra que estaba fresca. Estaba golpeándose con uno de sus figurines—Detente ahora—Hablé con firmeza, para después arrebatarle la réplica de un planeta, me alejé lo suficiente para no evadir su espacio.
—¿Qué le has hecho a mi hijo?—Una escandalizada señora preguntó en cuanto me había visto con aquella pieza sangrada y a su hijo herido—Te vas a pudrir en la cárcel por...—
—A-a—Escuché una voz suave y quebrada, era él quien estaba pronunciando aquella vocal, haciendo que la señora dejara de hablar.
—¿Allen?—Parecía asombrada,incluso me atrevería a decir que estaba pálida, tanto que la confundirías con un fantasma por su aspecto y falta de color—¿Podrías repetirlo, por favor?—
Pero el chico se quedó en silencio, dejó de golpearse, se puso de pié y se acercó a mí. Con cuidado tomó la figura de aquél planeta rojizo, casi arrebatandola de mis manos, frunció el ceño, formó un pequeño puchero en sus labios y se fué de ahí.
—¿Puedes irte?—Escucho como la madre de mi pareja me pide, con más calma que hace unos minutos, parecía estar aún cohibida por lo sucedido—Sé que eres el amigo de Emmett, pero no quiero verte cerca de nuevo—aquello me sorprendió bastante, ¿Aún no lo sabía?
Miré a Emmett con dolor, él no les había contado, eso me hizo sentir herido, confundido, menospreciado y rechazado.
Di media vuelta, dispuesto a salir; irme a un bar y beber hasta terminar sucio y oliendo horrible, pero eso se fué a la borda cuando Allen llegaba con la misma figura de hace unos instantes.
Ahora no tenía sangre en ella, pero también traía algo nuevo, era una pizarra, lo cual me pareció interesante.
—Debes irte o volverás a espantar a mi hermano—Pidió Chiara, haciendo que me sintiera aún poco aceptado; con un movimiento de afirmación comencé a avanzar un poco más, pero de nuevo escuché aquellos monosílabos.
—A-a—Y silencio, entendí que quizás era a mi a quien llamaba, así que me detuve, y él comenzó a escribir en aquella pizarra, cosa que me sorprendió pues según Emmett el chico no lo hacía bien.
~Te extrañé Adrik, ¿Comerás con nosotros?
Leí alrededor de quince veces aquél mensaje, no sabía como sentirme al respecto.
—Yo...—Iba a negarme,pero el chico peli plateado habló.
—¿Por qué Allen te invitó?—Parecía confundido, y lo entendía, ni siquiera yo sabía el motivo, si yo lo había asustado la primera vez que llegué a verlo.
—Puedo quedarme...—Respondí, observando al chico castaño, su cabello tenía tonos rojizos por los golpes que se había dado—Allen, ¿Puedo limpiar tus heridas?—Le pregunté, había leído bastante para comprenderlo mejor, no quería que esta vez él me tuviera miedo.
Pero fueron segundos que parecían interminables los que tuve que esperar, hasta que escribió de nuevo.
~Puedes, sí, pero primero come con nosotros
Sonreí con satisfacción al leer su respuesta, aunque un dolor siguiera en mí pecho, pues seguir siendo un secreto para Emmett estaba causando estragos y golpes en mi corazón.
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