Capítulo 8: Poesía de una madre muerta
Estoy en el bar de siempre, tomando desde las 10 de la mañana. El two more ha sido mi casa desde hace mucho, me ha acogido y creo que me he encariñado. Suelo venir después del trabajo o antes. Hoy no tengo trabajo, es sábado, lo que me da libertad de beber y ahogar mi dolor. Un dolor que ella causó. ¿Por qué tienes tanto poder sobre mí? Me haces esclavo de ti, de un pensamiento tuyo. Lo lamento, tomé la decisión equivocada. Esa noche, la noche que te vi en este bar yo debí dejarte ir. No puedo ser feliz contigo en mi cabeza. Tengo una obsesión. A veces es escalofriante. Cada minuto estoy pensando en ti. Todo esto comenzó hace mucho y no creo que termine todavía. Soy demasiado controlador y obsesivo.
Todo esto debe ser por mi padre, él era machista y durante toda mi infancia maltrató a mi madre. ¡Oh! Madre, tú yaces en una tumba, fría y sola. Claro que de seguro fuiste al cielo, eras tan buena, nunca le hiciste daño a nadie y por supuesto eras la más hermosa del barrio. Te fuiste muy joven, dejaste este mundo muy pronto. Te casaste con ese hombre, el equivocado. Eso me recuerda que tengo que ir a visitar a papá. Me levanto y tomo un taxi.
— ¿Me lleva a la prisión estatal? —digo al conductor.
—Claro.
Mi madre aguantó años y años de torturas. Mi padre, creía que mi madre era una inútil y la golpeaba por la mínima cosa que hiciera mal. Estaba loco, lo sé. No fue una vida fácil. Mi pobre madre, no tenía la fuerza para dejarlo, estaba demasiado atemorizada. Luego de años y años, al fin dejó de golpearla, claro que ese momento llegó al saber que estaba muerta. Recuerdo mirar su cuerpo contra el suelo, la paliza que al fin la mató, yo estuve allí y no es fácil presenciar la muerte de una madre. Duele más que todo aquello que haya sentido, sientes como si una parte de ti, se fuera con ella. Te deja un vacío, un espacio sin ocupar que con el tiempo se hace más y más profundo.
Estoy escondido detrás del sofá, esperando a mi padre. Quiero escuchar una de sus peleas finalmente. Quiero saber quién exactamente es mi padre, tengo 16, no soy un niño. Me he cansado de todo, de él y de mi madre llorando cada noche. Sería más fácil si lo mataran o si yo pudiera matarlo. Escucho el viejo sonar de sus botas, mamá solía acostarme apenas las escuchaba desde el piso de arriba, ahora no les tengo miedo. Cuando paran de escucharse, busca a mi madre. Lastimosamente, ella salió y mi padre llegó antes de lo que se esperaba. Ella tiene prohibido salir, ni siquiera a la esquina o a la casa de la vecina.
Pasa mucho tiempo de un lado a otro y sale de la casa enfadado, tira la puerta y sus gritos se escuchan varias cuadras a la redonda. Las personas con sus pijamas puestas salen a mirar que sucede, aunque le tienen tanto miedo a mi padre, que no se le acercarán.
— ¡Margaret! —grita muy fuerte.
Salgo a ver que sucede afuera y mi padre está golpeando al Sr. Young, un maestro amable. Mi madre se dirige a su lado e intenta que lo suelte. Mi padre toma a mi madre del cabello y la trae a la fuerza. Vuelvo detrás del sofá. Él se acerca a la casa, mete a mi madre y luego de minutos llenos de insultos, la golpea demasiado, debo decir que ha exagerado. Sube a su habitación como el cobarde qué es. Apenas voy a ver a mi madre, está tendida en el piso. La sostengo entre mis manos, todo el esfuerzo es insuficiente, veo como la luz del alma en sus ojos desaparece.
Dejo a mi madre con cuidado en el sillón, subo al segundo piso y entro al cuarto de mis padres.
— ¡La mataste! —reclamo.
— ¿A quién?
—A mamá. La mataste despreciable bolsa de...
—Cuidado con tus palabras —me proporcionó una cachetada.
Baja las escaleras y llega al cadáver de mi madre en el suelo. Su reacción fue lo peor. Se sienta al lado de su cuerpo y varias lágrimas salen de sus ojos. Nunca lo había visto así. No sé si son lágrimas verdaderas o son puro engaño, pero ya no sirven de nada. Él la mató, me dejó sin mi madre, era la única que me cuidaba, que se preocupaba por mí. Ahora se ha ido. Se ha ido como un mal recuerdo. Sin embargo, él aún está aquí. Todavía respira y se mueve. Se sigue retorciendo en el suelo al lado del cuerpo inerte, como si fuera a despertar. En todo caso, creo que mi madre no quisiera volver aunque pudiera.
— ¡Regresa! ¡Margaret te estoy hablando! —grita entre sollozos, sostiene el cuerpo con sus brazos, sus ojos están lastimados por tanto mar entre ellos.
—No regresará. Todo esto es por tu culpa. La mataste ¿no lo entiendes?. Me quitaste lo único que amaba, a mi madre. Espero que te pudras en la cárcel.
Creo que está demasiado triste y tal vez arrepentido, como para levantarse y golpearme. Mi madre, mi bella y perfecta madre.
La amé tanto, ella era el tipo de madre con el que uno sueña con tener. Mi padre, ese hombre, aun así se declaró inocente del crimen, sin embargo lo condenaron a cadena perpetua. La descuenta en la cárcel estatal. Lo visito cada sábado y generalmente, me odia y luego me pide dinero. Puedo decir que mi padre está viejo, él a veces me pregunta por mamá o no recuerda por qué esta allí, temo que esté mal mentalmente.
Recuerdo que mi madre solía decir que la muerte vendría primero por ella y así fue. Sé que dicen que los hijos deben enterrar a sus padres, eso no lo hace más fácil. Le encantaba la poesía y su poema favorito lo puedo recordar perfectamente, cómo las hojas se deslizaban entre sus dedos y leía en voz alta:
A la muerte que en esta carta le escribiré sobre sus acciones, a la muerte que me llevará muy pronto, que sentiré sus fríos brazos en mi apagado cuerpo. Su frío será mi calor, sus lágrimas serán mi sonrisa y mi corazón susurrará y suplicará tu piedad.
Todas las cosas que harás, con las que me sentiré a gusto. La muerte nos lleva a todos, pero a mí me alcanzará más rápido, pedirá mi vida y yo con gusto se la daré.
Las razones que me mantienen en ésta tierra no existen, dudo que el pavimento sujete mis pies, dudo en que mis zapatos puedan ser reparados porque han sido rotos y mis pies lastimados.
Sus brazos me cobijaran para llevarme a la vida que no conozco, a la vida que la muerte besa. Mi alma será libre y podrá ser lo que quiera, para cuando lo haya hecho mi corazón será prisionero de mi propia soledad, pero él preferirá eso a ser libre y sufrir lo que una vida humana ofrece.
En el día verás lo que en la noche no se ve, en el suelo notarás lo que en el cielo no se nota y en la tierra observaras lo que no se observa desde el más allá.
Cuando la muerte te dé su abrigo, agradecelo porque será tu única cobija.
Cuando los portadores se deciden a querer seguir sufriendo no hay nada que se pueda hacer ya que ellos han decidido su camino, un camino al infierno.
Quiero seguir los pasos de la muerte, pero ella se niega; Se niega a la idea de que alguien pudiera amarla, el cariño para ella no es conocido y ruega por un poco de dolor.
La vida es como la muerte, pero sin color, sin una pizca de alegría ni diversión. Disfruta la alegría que tendrás en la vida, pues en la muerte no existirá.
Cuando la vida nos despide, la muerte nos contrata para que seamos sus únicos proveedores de dolor.
Lo anterior era su poema favorito, ella lo recitaba con pasión, amor y dulzura, hacia ver la muerte como algo deseable y no como una perra que se lleva tus seres queridos. Lo sé, lo sé, ellos van a un mundo mejor, pero eso no significa que los que seguimos aquí, no suframos.
Nos detenemos, así que me bajo y entro a la prisión estatal. Camino muy lento, no tengo ganas de entrar con él. Me registro a la entrada e ingreso. Allí está, sentado, con ese rostro de hombre patético.
—Hola, padre —digo sin ánimos.
—Jack, hace un mes no vienes. ¿Ha pasado algo?
— ¿Aparte que no quiero ver al asesino de mi madre? —respondo con sarcasmo e ira.
—Ella se lo merecía, salió de la casa sola.
— ¿Al menos te escuchas a ti mismo? Eres un asco.
—Tú eres mi hijo, lo que pasa es que yo no soy un inútil, tú si. Vives solo, obsesionado con esa tal Amaria, está bien que tengas una novia de vez en cuando, pero ni eso, eres un completo inútil, tienes 36 años y no estás casado, no tendré nietos.
—Papá, nuestra conversación terminó, te veo dentro de un mes.
Camino y dejo la sala. Tomo un taxi y me dirijo al bar two more, con suerte, encontraré a Amelie. Cuando estoy en el bar, miro a una joven realmente bella. Acomodo mi cabello. Intento acercarme a ella. Sus ojos celestes me atrapaban.
—Hola.
—Hola —dice la joven.
— ¿Quieres un trago? —pregunto ansioso, tal vez demasiado.
—No, no bebo. Aparte que estoy de paso, mi primo Arthur está hablando con Amelie.
— ¿Amelie? ¿Qué quiere Miller con ella? —digo con mucha furia.
— ¿Conoces a Arthur?
—Es historia muy vieja. Hace mucho pasó. Nada que valga la pena rememorar.
— ¿Seguro? Lucías muy alterado —comenta ella. Se nota la ternura en su voz.
—No te preocupes, tengo demasiados problemas. Pero, no me has dicho tu nombre — tomo un trago y me giro.
—Soy Bethany —me mira con sus ojos perfectamente azules.
—Yo soy Jack, un gusto. ¿De dónde vienes Bethany?
—Pues de todos lados —vacila.
—Interesante. Yo vengo de Londres. Mi acento me abandonó hace muchos años —levanto las cejas y me acerco.
—Linda ciudad. ¿De dónde conoces a Amelie? —pregunta sorpresivamente.
—Es mi exnovia —respondo neutral.
— ¿Tú no eres muy joven para ella? —dice y yo me quedo sin que responder.
Esta niña debe de estar muy distraída. Traigo los años pisando mis talones y las canas luchan con mis neuronas. Tengo 36 años. ¿Cuántos ha de tener ella? máximo 20.
—No, tengo 36 y Amelie 35.
—Yo tengo 21.
—Se te nota —comento.
— ¿Eso te molesta?
—No — respondo.
Arthur sale con Amelie.
—Bethany ven —grita Miller.
Bethany se levanta y se va con Arthur. Debo admitir que ella es ciertamente una mujer muy hermosa. Lástima que tenga 15 años menos que yo. Me agrada mucho, no obstante tengo que pensar en qué es lo que quiere Miller con Amelie. Ahora sigo ahogando mis penas en licor. Así como lo hice con James, hablando de él. Al mirar al otro lado del bar, se encuentra sentado con un trago en la mano, tiene puesta una camisa color púrpura. Me levanto y voy a ver que sucede con él. Veo que parece estar hablando solo.
—Hola, James —digo en lo que me siento a su lado. Sus ojos no parecen ser muy felices al verme.
Su mirada podría responder a nuestra última borrachera, terminé por golpearlo con un bate, ese fue completamente mi error. Me pongo así ebrio.
—Hola Jack
— ¿Qué te sucede amigo? Parece que estás hablando solo y luces muy mal.
—El remordimiento Jack, el remordimiento. La más dura condena del alma, me persigue. Ahora más que nunca.
—Cuéntame, porque no entiendo nada —digo y me mantiene muy intrigado.
—Yo esperaba que ella me amara y no lo hizo.
Está hablando de Amelie de nuevo. Le dije que no lo hiciera de nuevo.
— ¿Y qué? Amelie no te ama.
— ¡Ella no me ama! —grita y llora—ha de ser por lo que pasó hace 20 años.
— ¿Qué pasó? —pregunto con mucha intriga. No sabía nada de esto hasta hoy.
—En el 96, yo traté de abusar de Amelie. Lo cual no hice. —llora desconsoladamente.
No sé qué sentir a decir verdad, estoy tan confundido. Aun de esta manera, me levanto y golpeo la mesa. Él violó a la mujer que amo. En cierta manera, me la arrebató.
— ¡Eres un completo idiota! ¿Cómo pudiste? —le doy una bofetada— yo la amo y lo dices así de tranquilamente, tú dices amarla, pero la violaste. ¿Cómo puede ser? Al menos yo nunca la violé.
—No, pero le quebraste unas costillas y un brazo. ¿Por eso te crees más hombre que yo?
—Si lo vuelves a decir, te golpearé.
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