Capítulo 20: El orden de las cosas
Aun estoy trabajando, un horario horroroso. Mis ojos no resistirán por mucho más tiempo del necesario. Trabajo en la morgue de noche, algo escalofriante y tenebroso, al mismo tiempo, siento que aviva los sentidos de la muerte.
—Vamos por café —me dije a mí mismo—. Tienes que resistir.
Camino unos cuantos pasos dirigiéndome hacia la mesita de noche, la cuál apreciaba. Saco el azucary demás cosas. El frío de la noche azota mi garganta. La niebla abraza mi cuerpo.
Un golpe me saca de mis pensamientos. Viene de la puerta de mi oficina. Es cansado que toda esta gente venga siempre, de hecho esta noche falta que traigan el cuerpo de Lea McTombs. Es una noche un tanto larga.
— ¿Quién es? —digo con duda.
Nadie contestó—Lárguese de mi oficina —digo una última vez—. Estoy ocupado.
—He estado esperando por seis horas el cuerpo de mi hermano Grand —susurró sin fuerzas un hombre demasiado cansado como para derribar la puerta.
—Aún no está listo. ¿Quiere ver los intestinos de su hermano en 3D o prefiere esperarse? Además cuando esté terminado, irá a un congelador. Lo único que hará será verlo. Una última vez.
—Soy médico, puedo ver a mi hermano con los intestinos fuera. Soy especialista en cirugía neuro–craneal.
—No me importa, solo largo.
—Necesito verlo, doctor. Fue mi culpa que muriera y no me perdonaría sino lo veo una última vez.
El muchacho que golpeaba en la puerta lucha por no irse. Un esfuerzo que conmigo duraría mucho menos de lo que quería. 28 pacientes he tenido. Cada uno con un análisis perfecto de todo. Tal vez soy el más prodigioso en su categoría. Hago cortes e analizaba con perfecta precisión.
—Vete ya.
Escucho al hombre pedir ayuda. Así que salgo a buscarlo. Con mucho cuidado pues no pretendo morir esta noche. En la mañana veré a la hermosa Vicky.
—Chico, Chico. —dice desesperado.
Camino 6 pasos antes de toparme con el cuerpo de Dani Westerly. Su hermano Grand había muerto.
No me percato de qué había alguien a mis espaldas. Volteo y allí se encuentra, ese sujeto encapuchado qur no deja de mirarme. Con su mano derecha saca el bisturí.
—Hola. —dijo sarcásticamente.
Su bisturí atravesó mi garganta de lado a lado. Trato de pedir ayuda y es inútil. Me arrastro hacia la puerta y no puedo. Me termino ahogando en mi propia sangre. El sol de mis ojos se había apagado.
—Que desastre —comenta el asesino. —creo que es suficiente o no.... —miró la placa en mi uniforme—Dr Flynn. Así tiene que pasar, es el orden de las cosas.
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