❈•≪15. Arte y amor≫•❈
Hongjoong se encontraba nervioso, con las terminaciones vibrando y la piel ardiendo en llamas abrasadoras. Él no sabía si tuvieron suerte o Mingi se encargó de que así fuera, pero al llegar al edificio del alto, los compañeros de éste no se hallaron en su dormitorio. El lugar estaba silencioso a más no poder y despejado, sepultado bajo una capa de tensión perceptible y anudado bajo hilos que quemaban. Era insoportable e incómodo de una manera que no sabría especificar.
Removiéndose en el colchón, de repente Hongjoong se preguntó si lo que llevaba era ideal para lo que ellos tenían planeado. Pantalones grises y un poco ajustados, sí, pero por arriba y al ser otoño traía una remera de cuello de tortuga, era un tanto ceñida a su figura y de color negro, sin embargo, seguía siendo una prenda ordinaria que no destacaba demasiado. Mingi en cambio, traía un cárdigan azul oscuro, afelpado y sin nada debajo, lo que le hacía cuestionarse qué tanto frío podía tolerar sin ir realmente abrigado. En las piernas llevaba unos pantalones negros que moldeaban sus muslos fuertes y grandes.
Si bien iba mucho más expuesto que él, seguían llevando prendas casuales. Típicas de otoño. O de mediados de la estación.
Y mientras observaba al moreno posicionar la cámara en un rincón de la estrecha habitación, los pensamientos se amontonaron en su mente como avalancha. La idea le emocionaba, no iba mentir, sería la primera vez que intentaría algo como eso con alguien más. Su única base de referencia eran aplicaciones de citas y fotos sugerentes donde no dejaba ver su rostro, es todo. No había más. Pero que ahora lo hicieran con una cámara profesional y sobre una cama, eso ponía su mente a trabajar de una manera absurda. Llenándola de escenarios pecaminosos que sus familiares no aprobarían sin lugar a dudas.
Pero Hongjoong llevaba conociendo a Mingi por meses ya y confiaba en su integridad personal, tanto como en su palabra y como bien dijo, nada se expandiría de esas paredes ni de los límites acordados. Por lo que no estaba tan preocupado como, quizás y sólo quizás, debería estarlo de ser alguien más.
Sacudiendo las piernas de manera inconsciente, Hongjoong observó a Mingi sostener un aparato pequeño conectado a un cable largo, y confundido, ladeó la cabeza con interés.
—¿Qué es eso? —no pudo evitar preguntar, atrayendo la atención del hasta ahora concentrado nadador.
—Esta de aquí es mi bebé —dijo mientras levantaba el pecho con orgullo y colocaba una mano sobre la cámara en cuestión—. Es una Nikon D5, fue una de mis primeras cámaras —confesó poco después—. Y esto de aquí —agregó, sacudiendo el aparato pequeño con un círculo en el centro—. Es un disparador remoto. Como bien dice su nombre, nos permite tomar fotografías a largo alcance, sin tener que estar detrás de la cámara. Sólo hay que encargarse de la posición, de las luces y lo demás se hace solo.
—Creí que la fotografía era un pasatiempo para ti, nada más.
—Me gusta aprender sobre las cosas que me interesan, ¿cómo piensas que conozco tan bien tu cuerpo?
Riéndose, Hongjoong se echó para atrás en la cama y cruzó una pierna sobre la otra—. ¿Es así cómo coqueteas por lo general?
Antes de que la pregunta llegara a obtener una respuesta, hubo un rayo de luz que ensombreció su vista de aquella sonrisa ladina. Parpadeando repetidas veces, el artista se frotó los ojos con suavidad.
—Así coqueteo contigo, ¿no te gusta? —replicó el nadador, riéndose.
—Estaría bien un aviso de antemano, ¿sabes? —masculló con las cejas fruncidas, enfocando al atleta a unos centímetros de distancia, acercándose como un predador directo a su presa. Pasos lentos y mirada conectada.
—¿El factor sorpresa no te gustó? —preguntó a modo de burla, colocando una pierna entremedio de las suyas e imponiendo su altura por encima de la de él—. Es más natural de esa manera —le dijo con afabilidad, sosteniéndole una mejilla con la mano—. Pero puedo avisarte si el flash te molesta.
—¿Cuántas planeas tomar?
—No lo sé —murmuró con honestidad, empujándolo hacia atrás hasta que su espalda fue amortiguada por la suavidad del colchón—. Soy una persona exigente, me gustan los buenos resultados.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong rodeó el cuello de Mingi con los brazos, atrayendo su cuerpo más cerca, en ese instante, es que el flash se volvió a disparar. Sonriendo de lado, el atleta arrimó sus bocas hasta que estuvieron a una respiración de distancia y por segunda vez, la luz cegadora se esparció por la habitación oscurecida un segundo antes de que desapareciera y dejara ese rastro tenue que los rodeaba.
—¿Así como también te gustan los chicos buenos? —preguntó con la boca seca, removiéndose debajo del peso aplastante del moreno.
—Me fascinan los buenos chicos, hacen que los quiera devorar.
Tomándolo por una pierna, el moreno hizo que le rodeara la cintura y sin nada más que su propio esfuerzo, los cambió de posición, poniéndolos de costado a la cámara. La sola demostración de fuerza, hicieron que las entrañas de Hongjoong se revolvieran y un jadeo escapara de su boca, pintando una mueca triunfal en Mingi y tiñendo el alrededor de blanco momentáneamente.
—Haces que te quiera comer vivo, Hongjoong —confesó con una crudeza que le supo dulce al aludido.
—Sabes qué decir, te doy el mérito.
Apretando la piel cubierta con la mano que tenía disponible, Mingi se inclinó hasta que sus labios estuvieron rozando la tela de su remera negra, y de nuevo, hubo un instante de luz intenso que se difuminó en el aire.
—Sé más cómo usar mi boca, ¿no quieres comprobarlo? —le sugirió al borde del material, delineando la textura sedosa con su aliento. Balanceando su cadera hacia arriba, el más bajo no se pudo contener y gimió. Entregado a la situación.
—Min —susurró, ahogado. Sintiéndose arder de los pies a la cabeza, percibiendo el peso de su ropa y el de su compañero como rocas que necesitaba despejar—. Min —repitió con una desesperación más marcada.
Inclinándose todavía más, el susodicho presionó sus labios sobre la piel disponible del artista y como una brocha sobre un lienzo fresco, tiñó la área de un rojo superficial que se expandió a dos y luego pasaron a ser tres justo debajo de la vena que trasmitía su pulso. En esa fracción de segundo, el flash estalló, retratándolos en una expresión inocente de la sensualidad.
Deslizando la lengua por su manzana de Adán, el nadador, llegó a su mandíbula, la cual besó con suavidad, marcando cada centímetro con una dedicación bien forjada. Y cuando aquellos labios gruesos llegaron a su mentón, ascendieron por éste hasta que estuvieron sobre su boca, flotando en una tentación irresistible a la cual el artista cedió. Aprisionando aquellos labios entre los suyos más finos en un beso fogoso de lenguas enredadas que rápidamente los despojó de sus respiraciones agitadas.
Enredando el brazo en su cintura, el moreno tiró de él hacia arriba, haciendo que se coloque sobre sus rodillas y con los brazos todavía rodeando su cuello bronceado, allí es cuando el flash se volvió a disparar. Con sus bocas a centímetros de la otra y sus pechos presionados en una deliberación astuta.
Cogiendo una profunda respiración, Hongjoong sintió sus párpados pesar y sus entrañas retorcerse en un anhelo que no había sentido antes, insinuaciones que lo llevaron a buscar otro beso de intenciones oscuras y profundidades abstractas. Manos enredadas en las cabelleras y bocas abiertas. Una representación del deseo en su punto más allegado a la euforia desesperada.
Escena que quedó plasmada en la posterioridad.
Pero en medio de ese pequeño forcejeo de besos apasionados, el cárdigan del moreno se bajó y uno de sus hombros se expuso, al igual que parte de sus clavículas y de su piel dorada. Apartándose fugazmente, Hongjoong apreció el desastre que era Mingi y sin dudarlo, le robó el disparador remoto que mantenía en su mano izquierda, oculto del lente y presionó el botón del centro. Capturando la imagen de la tentación personificada.
Luego de eso, lanzó el control a un costado de la cama y presionó sus bocas en una unión, nuevamente, arrebatadora. Donde sus pulmones se vieron desamparados y sus bocas magulladas de una forma fascinante. Entremedio de ese encuentro apasionado de labios, los dedos hábiles del más bajo fueron a parar a los botones del cárdigan del nadador, desprendiendo los cinco con lentitud. Puesto a que prisas no tenía. Y mientras estaba en ello, impulsó su cadera hacia arriba, presionando su erección con la impropia. Los gemidos que escaparon, fueron una expresión de su deseo contenido.
Aferrándose a esa sensación que empezaba a causar estragos en sus respectivos interiores, comenzaron a desnudarse. Primero fueron las prendas superiores y después continuaron con las inferiores. Quedándose únicamente en sus bóxers.
Extasiados y bañados en un placer abrumador, empezaron a frotarse entre ellos en un vaivén, inesperadamente, lento. Cuidadoso y casi gentil. Disfrutando de la sensación que gradualmente iba en crecimiento. Besos aquí y allá que sólo extendieron ese ardor que los conectaba. Y cuando lo consideraron justo, se deshicieron de esas últimas prendas, quedando al desnudo.
Recorriéndose con manos ansiosas, los dos jóvenes se fundieron en un fuego que los hizo quemarse desde adentro hacia afuera. El ingreso del lubricante, sólo sirvió para comprobar lo elevadas que eran sus temperaturas y el calor que los abrazaba en la habitación. Tan denso como el vapor de un sauna.
Rodeados por esas sensaciones abrasadoras, sus bocas siguieron encontrando el camino a la otra. Al igual que sus dedos no dejaron áreas ni superficies sin recorrer.
Moliéndose contra la erección cubierta por un condón de Mingi, Hongjoong se sintió en extremo acalorado. Sus manos no dejaron de amasar la espalda del alto, dejando trazos como pruebas de su travesía e impresiones como rastros de una pasión incontenible. Porque cuando los primeros dos dedos ingresaron a su canal de nervios sensibles, eso fue lo único que él pudo hacer. Aferrarse a lo que tenía a su disposición, y en ese caso, lo era el cuerpo sudado del atleta. Sus músculos tensos bajo su tacto y sus líneas bien definidas que se torneaban al mínimo esfuerzo.
Y muy en contra de las expectativas de Hongjoong, Mingi no fue castigador con él al ingresar, por el contrario, lo hizo lentamente, centímetro a centímetro y con una gentileza que podía palparse. Confundido, se vio incapacitado de una acción mayor que no fuera gemir. Largo y tendido. Lo que llevó a que sus labios se vieran aplastados por otros más gruesos. Acallando sus sonidos.
Esperando a que se acostumbre a las dimensiones de su longitud, el moreno se encargó de repartir besos a lo largo de su cara y de su cuello, había pasado un tiempo desde la última vez que lo hicieron, por lo que fue gentil, pensó el artista. Sumergiéndose en oleadas de placer y ternura incompatibles.
Disfrutando de las suministraciones, el más bajo le hizo saber al alto cuando estuvo listo, y fue en el modo que comenzó a mover sus caderas. Al principio tentativas y luego más confiadas de sí mismas. Bañadas en una determinación por seguir su placer y encontrar su liberación. Fue así, que el nadador se halló acompañándolo en sus movimientos. Yendo al encuentro de sus caderas con embistes certeros que dieron en la base de su próstata. Haciéndolo voltear los ojos y enterrar las uñas en la espalda ajena.
Incluso cuando estuvieron seguros de lo qué estaban haciendo y de lo que el otro podía soportar, no aceleraron el ritmo. Simplemente lo mantuvieron de la misma forma: constante y firme. Seguro y certero. Fue lento en algunos momentos y tierno en otros que Hongjoong supo notar las diferencias de a cuando lo hacían normalmente.
—Min —pronunció en un gemido—. Min —repitió como si se estuviera ahogando del placer—. Más —susurró con un hilo de voz—. Quiero más de ti.
—Dios, cariño —fue todo lo que dijo Mingi. Una voz ronca y tensa por el esfuerzo.
Fundiéndose en un beso arrollador, la mano del moreno se metió entremedio de ellos y envolvió el miembro desatendido del artista, haciéndolo jadear de la impresión y perseguir su palma con las caderas. Un movimiento errático y descompasado del resto. Importándole poco, el de cabellera morada, sólo se concentró en el calor que emanaban aquellas manos, la aspereza de sus callos y los toques sobre su miembro y base. La manera tan delicada con la cual se pusieron a juguetear con su hendidura y el modo tan parsimonioso con el cual descendieron por su falo hasta tocar sus bolas. La sensación fue tan electrizante, que sus párpados se volvieron blancos por un segundo efímero.
Meciéndose con mayor fervor, Hongjoong fue en busca de esa gloria divina y embutido en un ardor que parecía fuego, llenó la habitación de sus sonidos descompuestos. Gemidos rotos y jadeos sin aires. Una sinfonía irregular y dispareja, pero perfecta en sí misma.
Fue de esa manera, que Mingi lo penetró con mayor vehemencia, dando en su próstata de esa forma que sólo él sabía, sin misericordia pero tan buena a la vez que lo tenía con los ojos llenos de lágrimas. Y cuando aquella mano apretó su base y ascendió a su cabeza, masajeándola al ritmo de sus embistes, fue como caer en una laguna de brea y perdición completa. Engullido por un placer más allá del conocido. Tan ardiente y tan espeso que le supo demasiado dulce. Fue así como le dio la bienvenida a su tan aclamada liberación, llegando en oleadas electrizantes que sobrecargaron sus terminaciones y tensaron sus nervios con cuerdas de hierro.
Fue en ese estado de vulnerabilidad e inconsciencia momentánea, que Hongjoong se quebró, los cimientos de su represa se resquebrajaron y en una balbuceada, sus sentimientos corrieron libres en una conmoción estática.
—Joder, como te quiero.
Cuatro simple palabras que congelaron el tiempo como si fuera magia. Y Hongjoong que tenía su rostro oculto en la curva del cuello de Mingi, se encontró echándose para atrás, igual de impactado por la franqueza inopinada de sus propias palabras.
—Ming...
—¿Quieres ser mi novio? —preguntó el moreno de repente, saliendo de su interior pero manteniéndose encima suyo.
Conmocionado, el más bajo sólo abrió y cerró la boca un par de veces, sus ojos se movieron en los contrarios, buscando algún rastro de mentira o burla, pero lo único que encontraron fue una honestidad pura. Casi inocente. Incompatible con el calor del momento.
—También te quiero y me gustaría que fueras mi novio.
—¿Hablas en serio? —consiguió preguntar, luego de un duro esfuerzo por espabilar—. ¿No estás de broma, cierto? Porque es un tema sensible y realmente te odiaría mucho si estuvieras jodiendo...
Sus palabras, como era de esperarse, se vieron sepultadas bajo la suavidad de un beso que apenas se sintió como una presión de pluma. Tan ligera y superficial. Una caricia a un alma perdida.
—No bromearía con algo así, deberías saberlo. Entonces, ¿qué dices?
En una explosión de euforia, el más bajo no pudo evitar rodear los hombros del alto y tirar de él en un beso más apasionado.
—Por supuesto que quiero ser tu novio —pronunció al separarse, sonriendo de oreja a oreja—. Nada me haría más feliz en este momento.
Riéndose, el moreno le besó la mejilla antes de apartarse y proceder a besar su nariz, lo que no quedó allí, ya que no dudó en depositar una presión fantasmal en sus párpados, terminando en sus labios.
—Me alegra que aceptes. Realmente me gustas mucho, ¿sabes?
Removiéndose debajo de Mingi, Hongjoong parpadeó un par de veces—. Lo sé —afirmó con aires de travesura—. Ya te lo dije, ¿recuerdas? Te tengo comiendo de la palma de mi mano.
—¿Y luego yo soy el bastardo? —replicó con una ceja en alto, rodeando su cintura y poniéndolos de lado—. ¿Quieres ver las fotos primero o darte una ducha?
Mordiéndose el interior de la mejilla, el más bajo susurró—. Las fotos.
Enderezándose, el moreno asintió y procedió a quitarse el preservativo del miembro flácido que colgaba entre sus piernas, en lo que iba de camino a la cámara, cogió una toalla de su bolso y se limpió la ingle. Observando con atención, los músculos de su espalda se contrajeron y resaltaron a la hora de arrojarla a un cesto que tenía en un rincón.
Lo que no debió ser nada atractivo pero lo fue.
Viéndolo desmontar la cámara, de repente, el artista se sintió nervioso, sin embargo, mantuvo la calma lo mejor que pudo cuando el nadador llegó a su lado y tomó asiento, tendiéndole el aparato con una confianza que lo arrasó.
—Con esta rueda pasas las fotos, ¿fácil, no?
—Supongo —dijo con desconfianza, aceptando la cámara con recelo. Temiendo romperla—. Que sepas que la mitad de mis ahorros se fueron en los rollos analógicos, no tengo para...
—No vas a romperla, estamos en la cama, Hongjoong.
—Sólo para que sepas —murmuró en un encogimiento, provocando la risa del otro. Relamiéndose los labios, el más bajo se concentró en lo que tenía delante y observó las imágenes con atención. Ninguna de ellas se excedía de lo sugerente, como habían acordado, pero todas ellas tenían algo en común que no pudo evitar comentar—. Parecemos una pareja real.
Riéndose por segunda vez, el moreno apoyó la cabeza en su hombro—. ¿Y no lo somos? —preguntó con diversión—. Literalmente acabo de pedírtelo.
Sonriendo, el artista pronto se corrigió—. Me refiero a que parecen de esas típicas sesiones que ves por las redes sociales, ¿sabes?
—¿No te gustan? —preguntó con curiosidad, sin enderezarse.
—Por el contrario, me encantan —exclamó con una felicidad auténtica—. No te olvides de enviarme unas para mí, así puedo publicarlas.
—¿Quieres exhibirme?
—Por el contrario, quiero hacernos relucir, salgo con la estrella dorada del equipo de natación. Eso es un pez gordo.
Empujándolo por el hombro, el moreno le rodó los ojos—. Qué superficial —masculló en un resoplido exagerado—. Además, no soy tan bueno en base a las estadísticas. Woosik de la Universidad de...
—Eres el mejor para mí —replicó con un tono empalagoso que hizo sonreír al nadador.
—Seguro que sí.
—Por supuesto que sí —insistió, dejando la cámara de lado y pasando a rodearle el cuello con los brazos—. Eres el número uno. Mí número uno.
Carcajeándose, Mingi procedió a estrecharlo en su pecho en un abrazo demoledor, extasiado, Hongjoong lo devolvió como pudo, procurando tener presente el recuerdo de la cámara entremedio de ellos.
—Eres adorable —lo escuchó decir al costado de su mejilla, procediendo a besar la piel a su alcance—. Ahora, ¿qué tal si tomamos un baño? —sugirió en un tono dulce—. ¿Y le damos un tratamiento especial a tu cuerpo?
—¿Masajes? —cuestionó con entusiasmo.
—Tengo una loción corporal en mi bolso, la uso después de mis entrenamientos, es relajante. Te vendrá bien.
Festejando el futuro tratamiento personal, Hongjoong no demoró en salir de la cama y apurar a Mingi para que hiciera lo mismo. Quien muy divertido de su actitud casi infantil, no dudó en acceder y seguirlo a las risas. Disfrutando de la libertad de estar a solas.
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Ingresando a los vestidores del equipo, Mingi colocó su bolso en uno de los asientos metálicos disponibles junto a Yunho y comenzó a desvestirse, empezando por quitarse los pantalones de algodón que traía y dejando al descubierto la pieza de baño que llevaba por debajo. Metiendo la prenda y las zapatillas en su bolso en un apartado especial para ello, procedió a quitarse las remeras superiores. Las cuales sólo eran dos. Al terminar, escuchó una brevedad de silencio que le hizo voltearse hacia Yunho, principalmente, viéndolo con inquisición. Sin embargo, antes de que pudiera cuestionar qué sucedía con su expresión, hubo una mano pasándose por su espalda y unas uñas delineando el borde de unas heridas, haciéndolo sisear. Girándose de golpe, se topó con los ojos divertidos de Moonsik.
—¿Qué coño crees que haces? —farfulló con aspereza, sacudiendo los hombros por la incomodidad y viendo al pelirrojo con disgusto. No le gustaba que lo tocaran de imprevisto. Menos personas que no le caían bien.
—¿Tuviste una noche interesante? —preguntó el el contrario en lugar de responder. Una sonrisa maliciosa colgando de sus labios finos.
—¿Ese es muy mi problema, no crees?
—Bueno, es sólo que no creí que tu pequeño novio fuera tan apasionado. Realmente te dejó un par de heridas allí.
—De nuevo, eso no te incumbe, imbécil.
Alzando las manos, Moonsik retrocedió un par de pasos y miró de soslayo hacia la puerta—. Lo qué digas, amigo, nadie busca problemas aquí. Tranquilo.
Por su reacción, supo que ingresó el entrenador, y no mucho después, su teoría fue confirmada al escuchar la voz ronca del hombre apurarlos desde la puerta. Rodando los ojos hacia el entrometido de su compañero de equipo, se volvió a girar hacia a Yunho, quien continuaba con la misma expresión trastornada.
—No dejas que te marquen —susurró de forma ida, casi perturbada. O desconcertado sería tal vez la palabra más adecuada.
—Cierto —reconoció Mingi con total calma mientras tomaba su gorra de látex y su goggles—. No dejo que lo hagan.
—Entonces, ¿por qué tu espalda parece como si la hubiera arañado un gato?
Riéndose, el moreno sacudió la cabeza a los lados por la ingenuidad de su amigo, a la vez que seguía al resto hacia el exterior. Una vez cruzó las puertas, miró hacia las gradas, notándolas llenas, no obstante, su mirada se dirigió hacia la persona que destacaba con su cabellera morada y se veía acompañada de sus amigos.
Hongjoong lucía precioso, vestido con una remera blanca y un cárdigan celeste pastel por encima, mientras que en las piernas llevaba unos pantalones de mezclilla negros. Su cabellera morada iba atada en una coleta y su flequillo se mantenía adornando su frente con naturalidad. Varios ondulines de colores aseguraban su pelo y lo dotaban de un brillo especial.
Sus labios se curvaron con mayor intensidad cuando sus miradas se encontraron. Tiñendo el momento de un rosa inocente.
—Tengo uno en mi dormitorio, me visita de vez en cuando. Es un poco escurridizo.
—Muy gracioso —masculló el alto con una mueca disconforme y de pocos ánimos—. ¿No se lo dijiste a Hongjoong?
—Es mi novio, Yunho —le confesó con una franqueza que golpeó al rubio de una forma aplastante—. No voy a decirle que se contenga por las prácticas. Es ridículo.
—¿Desde cuándo son...?
—Desde ayer, para ser exactos. Se lo pedí mientras hacíamos el amor...
—Joder —masculló de repente su amigo, interrumpiéndolo—, no me des tantos detalles que me das vergüenza, hombre.
—Pero hablo en serio, fue la primera vez que lo hicimos, ¿entiendes? —murmuró con un tono bajo, en la privacidad de su burbuja cómplice, apartado de los demás—. No digo que las demás ocasiones no hayan sido especiales, porque lo fueron para mí, pero esa noche fue distinto.
—Dios mío, estás enamorado —declaró con sorpresa, cubriéndose el rostro con la mano.
Deteniéndose en seco, el cerebro de Mingi dejó de funcionar un segundo, procesando las palabras de su amigo, espontáneas y totalmente inesperadas.
Enamorado, esa era una palabra grande con un significado enorme. Astronómico se atrevería a decir con un impacto emocional gigantesco. Sin embargo, contrario a lo que creyó en el primer segundo inicial, no se sentía asustado. Estaba paralizado, eso ni cómo negarlo, pero no de mala manera. Era más como una sorpresa o una conmoción esporádica que otra cosa.
—Bueno, sí —susurró al final, casi sin aliento. Como si hubiera tenido una epifanía—. ¿Esperabas que no? —replicó con una sencillez que le asombró incluso a él, para acto seguido, proceder a apuntar con su mentón a donde estaba Hongjoong—. Es encantador y su personalidad es fantástica. No pude evitarlo.
—¿Lo sabe?
—Lo dudo mucho —respondió con naturalidad, colocándose la gorra de látex y alineándose con el resto—. Pero dijo que me quería.
—¿Se te confesó? —cuestionó con una inflexión que llamó la atención de un par de curiosos.
—Por eso nos hicimos novios, básicamente. Nuestros sentimientos son mutuos y en el orden natural de las cosas, debía pasar, supongo.
—¿De lo contrario te tendría llorándome en el hombro?
—Posiblemente —confesó con un asentimiento tranquilo.
—Vaya —fue todo lo que pudo decir el alto, ya preparado para ingresar al agua, pese a que estuviera conmocionado y el entrenador todavía se encontrara dando su discurso de siempre.
Riéndose de su mejor amigo, le palmeó la espalda una vez, haciéndolo regresar a la realidad—. Que no es tan serio, hombre. No sería la primera vez que me pasara, ¿o sí?
—No, pero transcurrió un tiempo desde tu último enamoramiento.
—Por eso debes tomarlo con calma, no voy a proponerme si es lo que te asusta.
—Vete al demonio —le dijo en un resoplido, golpeándolo por el hombro.
Antes de que pudiera responder de regreso con algún comentario insensible de su parte, el moreno se vio interrumpido por el silbato del entrenador, quien empezó a decir nombres y números, lo que sólo significaba una cosa, el posicionamiento de quienes serían evaluados hoy. Y en el instante que escuchó su nombre y el número cuatro ser dichos, fue directo al sector mencionado, sólo para toparse con que Moonsik ocupaba el número cinco. Rodando sus ojos, se colocó los goggles e ignoró la presencia a su costado.
—El día de hoy practicaran el estilo crol —fue lo primero que exclamó el hombre a sus espaldas, mentón elevado y voz firme—. Serán treinta metros, y el primero que cumpla con el recorrido de ida y vuelta, será asignado con el rol principal la siguiente competición. ¿Alguna queja?
—¡No señor! —dijeron todos, al unísono. Casi en un alarido militar.
—Cuando el silbato suene, los quiero ver hacer su mejor esfuerzo para superar a su compañero, ¿entendido?
—Buena suerte, bastardo —escuchó decir al pelirrojo.
Resoplando una risa sin humor, Mingi se concentró en tomar una profunda bocanada de aire y soltarla con lentitud, acción que repitió cuatro veces hasta que sintió como los nudos de sus músculos se deshacían y el ardor de sus heridas más recientes se difuminaba en una inexistencia vacía.
Viendo hacia adelante, acomodó sus hombros en una postura recta y soltó el aire almacenado con lentitud. Ligero y confiado, posicionó los goggles de una forma más agradable para su rostro y cuando la voz del entrenador llegó a sus oídos, se encorvó hasta que sus manos tocaron el borde de la almohadilla y cuando el ruido del silbato retumbó por los rincones de las amplias paredes, su cuerpo actuó por inercia, debido a años de preparación y se zambulló al agua, sus manos rompiendo con la barrera densa que la componía.
Una vez en el frío del azul, salió a la superficie con una destreza espontánea, tomando una bocanada de aire y estirando su brazo con la palma hacia abajo, impulsándose en la densidad del agua con pataletas constantes. Recordándose siempre de mantener la mente enfocada en la meta y el codo relajado para evitar lesiones.
Lo único que sus ojos enfocaron fueron el techo cuando estuvo arriba y la profundidad de la piscina distorsionada, cuando estuvo abajo. Nada más. No miró a los lados ni a sus compañeros. Tampoco se concentró en los gritos del resto que permanecía fuera, sólo continuó haciendo lo suyo con una naturalidad forjada. Alternó piernas y brazos de manera constante, sin detenerse. Una y otra vez.
Y cuando su mano tocó la pared fría del límite acordado, se encogió bajo el agua y luego de hacerse una bola y cambiar de dirección con la mayor rapidez que sus extremidades le permitían, repitió sus acciones de regreso. Pataleando y dando amplias brazadas que lo impulsaban a través de las capas que componían la estructura densa del agua. La sensación del tiempo se perdió y del espacio también. Dejándolo sumergido en una burbuja insustancial.
Continuando de esa manera, el tiempo se le hizo eterno, sin embargo, el silbato sonó en algún punto de su tramo y su mano se apoyó sobre el mármol en otro distinto, segundos después. Impulsándose hacia arriba, se quitó los goggles y se encontró con el rostro de Yunho y otros compañeros golpeando su espalda con rudeza.
—Felicidades Song, ingresas al grupo A —le dijo su entrenador en un costado, mirando su reloj—. El resto son parte del grupo B —anunció con una voz más puesta y alta—. A las duchas muchachos. Es todo por hoy, que tengo una reunión con el director.
Cuando el entrenador se retiró, Mingi fue directo a Yunho, el encargado auxiliar del grupo, insistiendo en que se apuren para que puedan a asistir al resto de sus clases.
—Impresionante como siempre, Gi. Felicidades.
—Gracias...
—Sólo no lo vuelvas a joder —dijo uno de sus compañeros, a los que no les caía bien pero que él ignoró.
Llegando a los vestuarios, el moreno ignoró el murmullo que se instaló a su alrededor y comenzó a tomar sus prendas de su bolso. Un pantalón de algodón y una sudadera negra simple y se fue a las duchas luego de quitarse el gorro de látex. Allí no estuvo más que diez minutos, antes de salir, topándose con Seol de camino a sus cosas. Rodando los ojos por el comentario farfullado que hizo, se colgó el bolso al hombro y aguardó por Yunho. Quien, para su suerte, no salió mucho después que él.
Por un instante se planteó la idea de excusarse con las intenciones de irse directo a su dormitorio, sin embargo, antes de que su desgano terminara de concretarse y de hundir su humor por completo, sintió como alguien se colgaba a su cuello desde atrás y lo hacía detenerse de repente.
—¿A dónde crees que vas? —escuchó preguntar a San, divertido y sonriente.
—A ningún lado, ¿por qué?
—Parecía lo contrario —acotó Seonghwa, alineándose a su izquierda con naturalidad—. No tienes muy buena cara.
—Los idiotas de siempre, es todo —respondió con un encogimiento, rodeando la cintura de San y dándole un apretón amistoso—. Estoy bien, en serio.
Poco convencido, aún así, el de cabellera rosa se apartó—. Lo qué digas —murmuró.
Antes de que pudiera insistir en su postura poco confiable, hubo alguien enredándose en su brazo derecho, donde sostenía su bolso. Y por el aromo frutal, supo de quien se trató sin la necesidad de bajar la mirada, el hacerlo y toparse con un manto morado, sólo sirvió para confirmarlo.
—Hey —dijo Hongjoong con una sonrisa—. Lo hiciste fantástico allí.
—¿Siquiera tienes idea de qué estábamos haciendo? —preguntó con una ceja en alto, de repente, con el humor suficiente para querer molestarlo.
—No, pero Yunho de seguro me lo explica mejor...
—Crol —masculló tras rodar los ojos—. Es una forma de estilo libre. Bueno, suele usarse mucho en esas competiciones.
—Ohh, suena interesante —murmuró con la cara iluminada por la comprensión—. Y se veía bastante complicado.
—No has visto el estilo mariposa entonces —replicó de manera inofensiva, sonriéndole—. ¿Qué tal estuvo tu día?
—Maravilloso, conseguí una buena evaluación y un almuerzo gratis por parte de Wooyoung que perdió una apuesta, aparentemente.
—Suena genial, cariño —le dijo antes de besar su sien.
—Lo sé —dijo con una sonrisa entusiasmada.
—Me dan asco —masculló el susodicho de Wooyoung, apareciendo junto con Jongho—. Se supone que ustedes deberías de haber comenzado a salir hace una semana. O desde la primera vez que tuvieron sexo, pero no dejaron que pasaran tantos meses...
—Apostaron sobre nosotros, ¿cierto? —preguntó él con una ceja enarcada, viéndolo con curiosidad.
—Fue idea de Wooyoung —declaró Jongho, como si no tuviera nada que ver—. Yo simplemente dije que podría aplazarse a cinco meses.
—Al final fueron sólo cuatro —resopló el bicolor, como si estuviera disgustado, haciendo reír a San. No obstante, Seonghwa fue el primero en confortarlo, pasándole una mano en la espalda.
—Si te sirve de consuelo, nosotros no creíamos que su interés duraría tanto tiempo.
Incrédulo, Mingi miró al trío con los ojos bien abiertos—. ¿Ustedes también apostaron? —cuestionó.
—Simplemente hicimos suposiciones —se apresuró a decir Yunho, levantando las manos y una vez se encontraron en el exterior—. Nada que estuviera relacionado con el dinero.
—Aún así —farfulló entre dientes, sin estar realmente enojado.
—Sin ofender, pero su relación era confusa hasta para ustedes —dijo Seonghwa—, daba pie a todo tipo de conclusiones.
—Así que nuestra imaginación sólo voló —aportó San, colocándose a un costado de Wooyoung.
Mingi quiso decir lo mismo con respecto a ese trío que tenían enfrente, sin embargo, se ahorró las palabras. Manteniéndolas en secreto. Después de todo, ellos lo tenían mucho más claro de lo que él y Hongjoong lo habían tenido al principio. Por lo que no encontró la necesidad de molestarlos. Ni a Yunho y a Jongho que iban de la mano.
Sólo los dejó ser.
—¿Qué tanto dinero? —preguntó con curiosidad, rodeando los hombros de Hongjoong y pegándolo a su cintura, la cual fue envuelta por sus brazos.
—Mil wones.
—Es bastante menos de lo que esperaba —comentó con casualidad, haciendo graznar al más bajo.
—Eran los ahorros de mi semana —confesó con pesar el bicolor, provocando la risa del artista.
—Lo hubieras pensado mejor.
Su comentario dio pie a una discusión sobre las apuestas a espaldas de los afectados, sobre si estaba bien o mal hacerlo, lo que fue hilarante, teniendo en cuenta que el tema no era tan serio ni mucho menos la gran cosa. Sin embargo, él lo disfrutó en silencio. Regodeándose de las quejas del estudiante de gastronomía y de los comentarios astutos del menor del grupo.
Y mientras el ocaso se instalaba en los cielos de la universidad y teñía las nubes de colores impensados como el violeta y el naranja en una combinación abstracta que convergía en matices deliberados, Mingi sostuvo la mano de Hongjoong con gentileza.
—Te quiero, cariño —le susurró, confidente. En una cadencia afable y una sonrisa amorosa.
Deteniéndose en su sitio, Hongjoong lo miró con ojos grandes y brillantes, empapados en un cariño inmenso que no se podía contener sin importar el esfuerzo. Su respiración se paró y, lentamente, sus labios se curvaron en una sonrisa suave de intenciones dulces.
—También te quiero, Min.
Sonriendo, el nadador se inclinó hacia abajo y depositó un beso tierno en los labios finos del artista, tiñendo sus emociones de un rosa inocente.
Ninguno de los dos sabía qué les depararía el futuro, o los siguientes meses, pero sus corazones se sentían acompasados, latiendo a un mismo ritmo y teñidos de un mismo color que no se podía comparar a ninguna otra cosa. Y eso era lo único que les importaba. El presente.
Lo que pasaría en la siguiente temporada o en la próxima evaluación, eran temas insustanciales que no tenían cabida en su amor. Había empezado de una forma precipitada y su primer encuentro había sido un torbellino entero, sin embargo, allí estaban.
Y seguramente ahí estarían.
F I N.
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