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❈•≪13. Compenetración≫•❈

Hongjoong no sabía poner en palabras cómo es qué se sentía. El sudor en sus manos era incontrolable, persistente en una sensación que no podía regular. Mientras que su sangre viajaba a una velocidad descontrolada hacia sus oídos y el sonido de sus palpitaciones eran como las de unos tambores. Molestos y ensordecedores. Los labios los tenía secos sin importar cuánto los humedeciera y sus piernas no dejaban de moverse de un lado al otro. Pasando el peso de manera constante.

No sabía si calificarlo de inquietud o nerviosismo. Tal vez, incluso de ansiedad. Era tan enredado y confuso que lo tenía un poco desequilibrado.

Lo único de lo que estaba consciente, era de las sensaciones antes mencionadas, de su entorno ruidoso: voces al pasar en conversaciones entusiasmadas, carcajadas lejanas que se sentían plasmadas en una constancia perpetua y murmullos ininteligibles que se perdían en el viento. Y también, Hongjoong era muy consciente de sí mismo, de cómo vestía y de su sola presencia parada de forma nerviosa al costado de su propio edificio.

Cuando Mingi y él quedaron para la cita, decidieron que el moreno lo recogería, en cuanto al código de vestimenta, lo único que se dijo, es que sería casual. Nada muy forma o informal. Relajada al gusto de ambos. Después de todo, no visitarían nada muy lujoso, todo acorde al presupuesto de ambos. Y Hongjoong estuvo bien con eso, pero cuánto más tiempo pasaba sumido en la anticipación de cuándo Mingi aparecería, más comenzaba a dudar de si lo suyo encajaba en la etiqueta de "casual".

Porque para al día de hoy y al ser mediados de otoño, Hongjoong decidió vestirse con una prendas que fueran realmente cómodas y nada ostentosas. Manteniendo esa primera idea cómo base, se decantó por una remera blanca, simplona y lisa, combinada con una remera crop-top azul y de un material afelpado, para no sentir la brisa y andar descubierto ante ella. Porque en algunas ocasiones, podía ser una bastarda. Y él prefería evitarla. Razón por la cual, en esta ocasión decidió ponerse unos pantalones sin roturas, de color negro y de mezclilla. En los pies llevaba unas zapatillas de plataforma american sport y también negras. En sus ojos había apenas un rastro de sombras naranjas y su cabellera, la llevaba atada, en una coleta alta. Su flequillo caía sobre su frente en una indicación juvenil y de soltura refrescante.

Siendo esa su definición de casual.

Y cuando el ruido conocido del Jeep de Mingi entró en escena, ingresando con naturalidad en su campo de visión ese gris opaco, Hongjoong pudo atestiguar; después de que se detuviera y la puerta fuera abierta, la definición del moreno sobre la casualidad.

El nadador llevaba una remera de cuello de tortuga ajustada a las líneas profundas de su cuerpo, remarcando su pecho amplio y sus pectorales firmes, era de color negro y parecía ser de un material fino. Sin embargo, encima traía la misma chaqueta de mezclilla gris deslavada que le vio usar por primera vez en la fiesta hace meses atrás. En las piernas traía unos pantalones azules, oscuros y con cadenas que podía quitar si así lo deseaba. Eran tres, ni muy gruesas ni muy finas. Y el único rastro de maquillaje era en sus ojos, en tonos cafés, claros, y mientras que en sus manos, los anillos y las pulseras no faltaron. Teniendo tres en el derecho y dos en el izquierdo. Los cinco siendo grandes. Distintivos, pero sólo uno de ellos tenía una joya roja que lo hacía destacar por encima de los demás. Su calzado constaba de unas zapatillas deportivas negras y planas.

Lucía de revista y Hongjoong, todavía parado en su lugar, no pudo apartar los ojos de él. Sintiéndose atraído como un insecto a la luz. No obstante, todas esas sensaciones, sólo amplificaron las anteriores. Haciendo que se remueva en su sitio y se relama los labios. Borrando todo rastro de tinte que alguna vez existió.

Lo único que rompió su burbuja, fue su mismo acompañante, que luego de unos minutos que se percibieron eternos, carraspeó la garganta, para acto seguido, echarse una risa ronca. Breve pero algo maliciosa.

—¿Te vas a quedar viéndome todo el rato? —preguntó con un tono de burla palpable.

Chasqueando la lengua, Hongjoong se cruzó de brazos, intentando en el proceso menguar la agitación sin precedentes de su corazón. La cual no había disminuido ni un poco desde la llegada del nadador. Por el contrario, él tenía la teoría de que habían aumentado.

—Lo siento por esperar a que tengas algo de modales y te bajes a saludar —masculló de regreso, en un tono indignado que flaqueó cerca del final. El temblor de sus manos, afectando su voz.

Para sorpresa de nadie, Mingi se carcajeó en su cara. Echando la cabeza hacia atrás y pasándose una mano por la cabellera, ordenada y pulcra. Para cuando terminó, la ofensa en Hongjoong se había establecido. Aún así, pudo reconocer que el moreno se vio atractivo cuando apoyó el codo en el marco del ventanal y lo miró de costado, una ceja curvada con ligereza y una media sonrisa tironeando de sus labios con indulgencia.

—Siempre tan malcriado —lo escuchó susurrar, antes de proceder a quitarse el cinturón y abrir la puerta del conductor.

En ese instante, Hongjoong tomó magnitud de la situación, y mientras Mingi rodeaba el Jeep para llegar a su encuentro, el más bajo se cuestionó de qué manera se supone que debería saludarlo. ¿Un beso en la mejilla era lo suficientemente cordial y afectivo? ¿Un saludo de manos se vería demasiado distante y formal? ¿Un abrazo sería muy repentino y extraño? ¿Un asentimiento de cabeza se vería muy flojo? Fueron las preguntas que llenaron su mente y lo confundieron hasta que una parte de su cabeza punzó.

A pesar de ello, el alto parecía más decidido que él, porque antes de que tuviera tiempo para elegir una de las tantas variantes que inundaba su cabeza, el moreno se inclinó cuando estuvo lo suficientemente cerca y le presionó un beso en la mejilla. El toque de sus labios fue suave, rozando lo gentil y trazando lo efímero. Apenas sintiéndose como una caricia fantasmal.

Completamente sin palabras, Hongjoong parpadeó hacia arriba y se encontró con la mirada brillante de Mingi. Bordeada en una amabilidad familiar y una calidez inesperada. Fue como un lienzo fresco, teñido de un rosa sutil. Lo que por alguna razón provocó que sus entrañas se retorcieran en un nudo indescifrable.

—Te ves precioso, Hongjoong.

Tragando en seco, el aludido se relamió los labios y asintió de manera lenta—. Gracias —susurró con un hilo de voz, todavía atrapado en esa pequeña burbuja—. Luces increíble también —agrego con mayor claridad, sosteniendo el borde de la chaqueta con los dedos. Siendo apenas un toque superficial en el material—. Me gusta tu chaqueta.

—Gracias, cariño. A mí me gustas tú.

Riéndose tontamente, el más bajo rodó los ojos—. ¿No crees que es muy temprano para coquetear conmigo?

—Es una cita, Joong, se supone que tenemos que coquetear.

—¿Joong? —inquirió con ambas cejas alzadas hacia arriba, sorprendido—. Es la primera vez que escuchó ese apodo viniendo de ti.

—Ya te lo dije una vez, puede llamarte del modo qué quieras. Sólo dímelo.

Mordiéndose el labio inferior, el de cabellera morada sacudió la cabeza—. Cualquiera está bien. Lo sabes.

Sonriendo con aires de autosuficiencia, el moreno asintió—. Lo sé —aseguró con una confianza de muerte, viéndolo directo a los ojos. Enseguida de ello, apuntó hacia la puerta del acompañante aún abierta—. ¿Listo para irnos?

—¿No vas a decirme dónde iremos? —preguntó mientras ingresaba al vehículo. Desde abajo, el moreno sólo se dedicó a sonreír.

—No —fue lo único que le dijo antes de proceder a cerrar la puerta. Dejándolo con la réplica en la boca—. Las sorpresas son mejor así, manteniendo su estado en secreto —le aseguró mientras se subía y ocupaba el asiento de conductor—. ¿Quieres mantener las ventanas bajas o subirlas para no arruinar tu cabellera?

Parpadeando varias veces, el más bajo demoró en su contestación por algún motivo que desconoció. Quizás fue la sorpresa de su consideración o tal vez el no estar tan acostumbrado a ese trato por su parte. No lo sabía.

—Está bien así, no te preocupes.

—Cómo digas —murmuró luego de encender el motor. Hongjoong se inclinó hacia la pantalla táctil e intentó ver el GPS, sin embargo, no había un destino seleccionado, lo que le decepcionó—. No vas a hacer trama —le advirtió el moreno—. Cuando lleguemos lo sabrás por tu cuenta, no seas impaciente.

—Bueno, estoy algo nervioso, ¿no es normal querer saber a dónde me llevas?

—No es a un terreno abandonado, así que no te preocupes.

Golpeándolo en el hombro, Hongjoong frunció las cejas—. Muy gracioso.

—Oh vamos —exclamó el moreno, retrocediendo el Jeep—. No haría que te pongas lindo para terminar en un lugar así, ¿qué clase de personas crees que soy?

—No lo sé, por eso estamos teniendo una cita.

Mirándolo un instante, el atleta pasó a colocar una mano en su rodilla de forma casual, apenas sosteniéndola—. ¿No siempre cuido de ti, cariño? —preguntó con una ceja enarcada—. ¿O soy bueno contigo?

Humedeciéndose los labios, el más bajo tardó en asentir—. Sí, lo eres. Me tratas bien.

—Entonces confía en mí —le pidió con un indicio de sonrisa, dándole un apretón antes de soltarlo—. Estuve pensando esto demasiado, y si no te gusta, bueno, ponle la etiqueta de tu peor cita.

Riéndose, Hongjoong se aseguró al cinturón de seguridad y sacudió la cabeza con levedad, un movimiento apenas perceptible. Dudaba que esta fuera su peor cita, cuando ya había tenido la experiencia de Inseok y de sus primeros años en secundaria. En su despertar romántico y sexual. Esas habían sido experiencias de horror. Mingi lucía como alguien atento, no podía ser peor que las de su pasado.

—¿En qué piensas?

Mirándolo de soslayo un segundo, el más bajo se decantó por decir la verdad. Después de todo, no tenías razones para omitir el tema o inventar otro. En una cita, lo primordial era la honestidad, aparte de otros factores que influenciaban la situación para que saliera bien o fuera un total fracaso.

Y en su caso, esperaba lo contrario a uno.

—En mis primeras citas —respondió de manera natural, sorprendiéndose consigo mismo. Se hallaba tan nervioso que esperaba algún tipo de inflexión que lo traicionara—. Fueron un desastre un par de ellas.

—Bueno, ¿quién ha tenido unas primeras citas exitosas?

—Apuesto a que tú —respondió a modo de broma cuando llegaron a la entrada de su universidad.

—Oh por favor, aunque no lo creas, era un desperdicio en el ámbito social. Si las chicas no se me acercaban, no había manera de que diera el primer paso.

—¿Y qué lo cambió?

—La natación, supongo —dijo con un encogimiento, deteniéndose en el primer semáforo—. Hizo que ganara masa muscular y determinación de algún modo, lo que me llevó a tener algo de confianza en mí mismo. Eso derivó en que pudiera relacionarme mejor con las personas.

—¿Al punto de que te volviste un egocéntrico?

—Sólo contigo, cariño. No estés celoso.

—Así que, ¿no eras bueno para relacionarte con las personas? —preguntó luego de ignorar su intento de guiño.

—No, no sólo no sabía cómo hablar con ellas, sino que tendía a meterme en problemas seguido.

—¿Por qué?

—A los chicos les gustaba burlarse de mí, nada importante en realidad, sólo comentarios al pasar de mi apariencia. Sufría de acné y problemas en la piel, pero es lo que esperarías de idiotas sin nada mejor que hacer —comentó con casualidad, encogiéndose de hombros—. Pese a que fuera un larguirucho sin conocimientos de nada, no temía levantar los puños, ¿sabes? Tomar acción. No es algo de lo que esté orgulloso.

—¿Por eso te sancionan con regularidad en el equipo de natación?

—En parte —admitió con un asentimiento vago, poniéndose en marcha—, hay un par de chicos con los que no me llevo muy bien, son unos tocapelotas de primera. Pero comprendo que mi actitud tampoco es la mejor al reaccionar a sus mierdas. El entrenador es un hombre sensato y no le gustan esas actitudes, tampoco los insultos, así que es fácil ganarte una sanción bajo su mando.

—Suena como a uno de mis profesores, sin embargo, parece tenerte cierto aprecio.

—Bueno, soy la estrella dorada de su equipo —dijo con una sonrisa de autosuficiencia tirando de sus comisuras—. No esperaría menos, ¿sabes?

—Idiota, arrogante —masculló tras rodar los ojos.

Riéndose, el moreno no replicó—. ¿Qué hay de ti? —preguntó en su lugar—. ¿Siempre fuiste tan malcriado?

—¿Malcriado? —preguntó en un jadeo, indignado.

—Que era broma, déjame preguntar de nuevo. ¿Siempre fuiste tan seguro de ti mismo?

—Desde que tengo uso de razón —contestó con toda certeza, asintiendo en apoyo—. Vengo de una familia de artistas, mi madre era cantante de jazz en un bar, mi padre fue director de orquesta en un conservatorio un tiempo y mi hermano es bailarín —explicó con cierto tinte afectivo en la voz—. Siempre estuve en el foco de la exposición, pero en vez de hacerme retraído, me incentivó a seguir el mismo camino.

—Supongo que lo traes en la sangre —comentó el moreno de forma casual—. ¿Pero alguna razón por la que decidiste irte por el rumbo del arte?

—La magia —respondió con aires de ensoñación y una pequeña sonrisa en la boca—. Puedes crear tantas cosas con tus manos que es como magia. La fusión de colores, la combinación de líneas y el juego de luces, es majestuoso. Podría estar encerrado horas creando cosas, incluso si me frustro.

—¿Así de impresionante, eh?

—¿No es igual para ti con la natación? —cuestionó con la cabeza ladeada—. Parece gustarte estar dentro del agua.

—Y me gusta —afirmó con un asentimiento—, es liberador estar allí dentro solo con tu mente. Bloqueando cualquier molestia exterior, pero no soy como tú.

—¿A qué te refieres?

—No lo amo —respondió con una pesadez que no le había oído antes, era agridulce y un tono que casi bordeaba la amargura absoluta—. Simplemente soy bueno en ello. Por lo que estoy condicionado a practicarlo y satisfacer las expectativas de mi padre.

—¿Era nadador? —preguntó, inseguro de si era apropiado.

—No, sólo un fanático acérrimo —murmuró con cierta seques—. No soy Park Taehwan, ni nunca lo seré probablemente. Pero mi padre espera que me convierta en medallista olímpico algún día, así que trabajo duro para al menos superar las competencias institucionales.

—Vi que tienes muchos número uno en tu habitación.

—La mayoría son triunfos de mi adolescencia, la más reciente pudo haber sido la temporada anterior pero la jodí en grande. Un chico del equipo opuesto, era uno de mis antiguos compañeros en la secundaria, el cual empezó a decir basura sin sentido sobre mi sexualidad. Para entonces era más confiado y abiertamente coqueteaba con chicos, por lo que los rumores sólo le llegaron, supongo. El bastardo fue siempre de mente cerrada y yo no tenía el mejor temperamento, por lo que nuestra discusión escaló a los golpes y terminé siendo descalificado por conducta antideportiva. Lo que hizo que sancionaran al equipo entero ese año.

—Lo siento —murmuró sin saber qué más decir. No se esperaba que la historia que tanto quería sepultar Mingi, fuera así de seria. Pero en retrospectiva, hacía sentido con su comportamiento hermético.

—Lo tengo superado, descuida.

—La segunda vez que nos conocimos no pareció ser así.

—Lo siento, por eso, cariño. Sólo es un tema sensible, si lo quieres poner de una manera. ¿Y recuerdas al tipo pelirrojo del equipo? —él murmuró una respuesta afirmativa, le había dejado tan mala impresión que sin quererlo se le grabó en la mente—. Para entonces andaba tergiversando la historia a su antojo, simplemente por el rencor.

—¿Pero cuánto tiempo pasó del incidente?

—Tres años.

Hongjoong no pudo evitar exclamar de la impresión—. Jodida mierda, ¿no es mucho tiempo para guardarle rencor a alguien?

—Como dijiste una vez, es sólo un idiota más. No le busques explicación.

—Qué imbécil —susurró en un resoplido—. Pero es bueno saber que nunca me equivoco.

—¿Ah, sí? En ese caso, ¿qué pensaste de mí la primera vez que nos conocimos?

—Que eras un idiota malhumorado.

—Bueno, admito que no tuve la mejor actitud ese día. No estaba en mi mejor momento —reconoció entre risas—. San me obligó asistir luego de que sacara una pésima nota en un examen. Imagínate lo contento que estaba cuando vi a un tipo recostado en la heladera como si fuera el dueño.

—Pero no dudaste en coquetear conmigo —le recordó con una sonrisa de triunfo.

—Viéndote mejor, resultaste más lindo que molesto.

—¿Hubiera estado en problemas si no?

—Nah, sólo te hubiera dejado una peor impresión.

Riendo, Hongjoong sacudió la cabeza a los lados, incrédulo de lo que escuchaba. Sin embargo, no dijo nada más y disfrutó de lo que restó del viaje en silencio. Para cuando llegaron a un estacionamiento levemente ocupado, sus ojos comenzaron a recorrer el lugar con avidez, en busca de señales que le dijeran dónde estaban. No fue hasta que las palabras museo y exposición saltaron a la vista, que la compresión iluminó su rostro en una sonrisa extensa de dientes expuestos y comisuras arrugadas.

—¿Me trajiste a una exposición de arte? —preguntó con una inflexión aguda que no pudo controlar.

—Sorpresa —dijo Mingi a las risas, quitándose el cinturón de seguridad.

Imitándolo, Hongjoong no dudó en tirarse en su dirección y rodearle el cuello con los brazos, entusiasmado por completo. Pero cuando se encontró dispuesto a besarlo, Mingi giró el rostro con una rapidez que lo tomó por sorpresa.

—Es sólo nuestra primera cita, deberías ponerlo más difícil.

—Bueno, la siguiente vez llévame a una de tus conferencias y de seguro consigues que no me entusiasme porque me trajiste a un museo de arte.

—¿La siguiente vez? —cuestionó con una ceja enarcada, rodeándolo por la cintura—. Eso queda en tus manos cariño, no soy el único involucrado.

—De acuerdo, voy a hacerlo bien. Lo prometo.

—Seguro que sí, eres inteligente.

Pavoneándose en el cumplido, se estiró a depositar un beso en la mejilla ajena antes de separarse y abrir la puerta. Vibrando de la emoción, Hongjoong aguardó con impaciencia a que Mingi lo siguiera, y para cuando colocó la alarma, lo tomó de la mano y lo llevó al interior a las prisas. Y una vez pagaron las entrada, se toparon con un interior aseado y ocupado por varias personas. Quizás un centenar o más.

Fascinado, Hongjoong arrastró a Mingi por las distintas secciones, desde el arte abstracto, al barroco, de allí se pasaron al surrealista y al contemporáneo. Viajando a través de décadas de arte grabados en lienzos y plasmados en esculturas eternas.

Y a pesar de explicarle cada obra que vieron, fue obvio notar que el nadador no estaba comprendiendo ni un poco de lo que decía. Lo que fue motivo de burla para el más bajo. Su cara descompuesta y su falta de entendimiento, le fueron de entretenimiento.

Y para cuando el sol comenzó a caer en un ocaso de mil tonalidades mezcladas en una paleta de colores indistinguibles, el par se halló saliendo del edificio. Sin fotos que retraten su visita pero con memorias cinceladas en sus mentes de recuerdo.

Hongjoong que iba muy contento caminando hacia el Jeep, de repente, sintió el brazo de Mingi rodearle el cuello y acercarlo a su costado izquierdo. Apoyándose en su abdomen inconscientemente, levantó la mirada hacia arriba, el momento exacto, que el moreno bajaba la cabeza y pegaba la nariz a su mejilla.

—¿Qué tal te la pasaste? —preguntó contra su piel, antes de apartarse y dejar un rastro fantasmal de su colonia—. ¿Lo disfrutaste?

—¿Hablas en serio? —cuestionó—. Fue asombroso, lástima que no dejaran tomar fotos. Aunque sea una de nosotros.

Riendo, el nadador apoyó la cabeza contra la suya—. Pero eso se puede solucionar —le dijo mientras caminaban, hurgando en su chaqueta hasta sacar su móvil y extenderlo en su dirección—. Toma una ahora. Aprovecha que tenemos el edificio detrás.

—¿En serio? —preguntó con sorpresa. Una que no debería de estar en primer lugar.

—Seguro, ¿es una cita, recuerdas?

Asintiendo, Hongjoong no perdió el tiempo de abrir la cámara y enfocarlos, en el instante que lo hizo y su dedo presionó el botón para capturar el momento, sintió algo húmedo en su mejilla y pronto supo que se trató de unos labios. Al mirar la imagen, estuvo en lo cierto y entre risas, le devolvió el móvil al nadador.

—Aprovechado —susurró entre dientes, todavía divertido.

Extrayendo las llaves del Jeep de su pantalón, el moreno lo contempló en silencio antes de sonreírle y pasar a quitar la alarma del vehículo, abriéndole la puerta para que ingrese incluso. Emocionado por su muestra de modales, el más bajo ingresó sin reparos. Sonriendo de regreso.

El viaje de vuelta, estuvo repleto de conversaciones superficiales y paradas en locales de comida rápida. Hubieron risas y miradas cómplices que llenaron los espacios vacíos. Y al momento de la despedida, Hongjoong fue el de la iniciativa, inclinándose hacia Mingi y presionando sus labios juntos en un beso plano que no llevó a ningún lado. Fue dulce y simple. Lo que dejó encantado a ambos.

—¿Nos vemos luego? —preguntó contra sus labios, en una caricia fantasmal.

—Nos vemos luego —confirmó el moreno, sonriéndole—. Cuídate, cariño. Y no te olvides de escribirme si te sientes solo.

Empujándolo por el pecho, el artista se apartó—. Podrías escribirme tú —le dijo mientras abría la puerta y procedía a bajarse—. Gracias por lo de hoy, Min. Lo disfruté.

—Cuando quieras.

Saludándolo por última vez con la mano, Hongjoong se giró hacia su edificio y luego de corroborar la contraseña en su móvil, se dirigió directo a las ascensores. Metiéndose en el primero que llegó a puerto mientras se movía de un lado al otro con inquietud.

Al llegar a su dormitorio, lo primero que hizo luego de sacarse las zapatillas, fue correr hacia su habitación, ignorando las miradas curiosas de sus compañeros de piso. Una vez dentro de su habitación, cerró la puerta y se desplomó sobre su cama. La sonrisa plasmada en su cara como una eternidad de ilusiones.

—Hasta que llegas —exclamó Wooyoung en su escritorio—. ¿Cómo te fue?

—Dios, creo que me gusta demasiado —fue lo primero que dijo, totalmente aislado en su pequeña burbuja de colores brillantes.

—¿Y siquiera te atreviste a dudarlo? —inquirió Jongho con una crudeza ya familiar.

—Bueno, para ser justos, cualquier se lo hubiera cuestionado de estar en mi posición —se aventuró a defenderse, enderezándose y frunciendo el ceño con ligereza—. Nuestra relación era confusa.

—Sin ofender, pero creo que ustedes la hicieron compleja. Nunca hablaron nada. Apuesto a que en las únicas ocasiones que lo hacían, era cuando tenían sexo.

—Es importante comunicarse durante el sexo —defendió nuevamente, en una postura terca. No queriendo admitir que quizás, se había complicado él solo.

—Lo qué sea —declaró Wooyoung en un resoplido—. Luego siguen discutiendo esto —agregó en un ademán desinteresado—. ¿Cómo te fue? ¿A dónde te llevó?

—¡Una exposición de arte! —exclamó con una sonrisa grande que transformó sus ojos en dos medialunas—. No saben lo increíble que fue. De las mejores citas que he tenido.

—Para ser sincero, creí que te llevaría al cine. No me lo esperaba para nada —comentó el bicolor, sorprendido.

—¡Yo tampoco! —exclamó con los brazos abiertos, tirándose hacia atrás en el colchón—. Eso fue lo mejor. No creí que fuera alguien tan atento, ¿saben? Me tomó con la guardia baja.

—Al menos tiene un punto a favor.

—¿Uno? —cuestionó Hongjoong con incredulidad—. Yo le voy sumando diez.

—Porque te gusta —acotó Jongho tras rodar los ojos—. Le sumarías veinte más de ser posible.

—Oh cállate, eres igual con Yunho.

—Al menos no negué que me gustara.

—Wooyoung, por favor, haz los honores.

—Al principio dijiste que sólo lo admirabas y no estabas colado por él, lo que era mentira porque te sonrojabas fácilmente. Luego admitiste que quizás podría parecerte atractivo, pero nada más. Después de eso, insististe con ir a las prácticas más seguido diciendo que te interesaba ver a Yunho en su elemento, lo que suena a excusa en mi opinión, y sólo querías verlo en traje de baño. ¿Pero hace no mucho no confiesas que tal vez te guste, en serio? —exclamó con una ceja enarcada, casi atropellándose con sus palabras—. Las señales estaban ahí, los ciegos eran ustedes.

—¡Oye! —exclamó Hongjoong, ofendido.

—Tú me diste pie para que hablara.

—Sobre él —dijo luego de tomar una almohada y lanzarla en su dirección—. Ya admití que cometí un error, ¿de acuerdo? Déjenme en paz.

—Es que era tan obvio, hyung. La manera en la que buscabas su atención y siempre estabas al pendiente de sus movimientos, no había un segundo que no mencionaras algo sobre él. Incluso si te confundiste un poco por el ámbito de sus interacciones sexuales, seguía siendo fácil de ver que te gusta. Confundirlo con atracción era ridículo.

—Tenía mis razones.

—Completamente válidas —mencionó Wooyoung en aceptación—. En la cama él es tu amo y tú eres su ciervo, por lo que es normal que después de todo su sexo desenfrenado, te trate bien. Por lo que es difícil delimitar las cosas y distinguir las fronteras, pero aún así, al menos que fuera parte de su personalidad. Nadie es tan dulce fuera de la cama como él lo era contigo o te regala una paleta de acuarelas que cuesta cuarenta millones de wones.

—No es mi amo en la cama, idiota —replicó entre dientes, lanzando una segunda almohada en su dirección—. Aparte de esa tontería, la paleta fue por una recompensa al...

—Sí, sí, ya lo sabemos. Por seguramente haberlo hecho bien —descartó Wooyoung con desinterés, haciéndolo sonrojar—. El punto es que pudo optar por una marca más barata, como las que ya usabas o consultarlo contigo, pero no, te compró de las más caras.

—Eso dice mucho de las intenciones de una persona sobre otra.

—Ya reconocí mis sentimientos, ¿podemos seguir adelante?

Tanto Wooyoung como Jongho cruzaron miradas y, al instante de verlos sonreír, Hongjoong supo que no sería de esa manera y lo continuarían molestando un rato más. Posiblemente hasta antes de que tuvieran que irse a sus dormitorios, exhalando con fuerza, se cubrió el rostro con el brazo. Ya cansado con la sola idea.

Y a pesar de que tuvo razón con respecto a sus amigos, la sonrisa de afecto por ellos no se le borró cuando les tocó marcharse.



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