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❈•≪11. Complejidades≫•❈

—¿Nervioso porque tu novio no aparece?

Dejando de rodar los hombros, Mingi miró por encima del derecho sólo para encontrarse con el rostro de uno de sus compañeros. Moonsik. Un sujeto pelirrojo y de complexión atlética como la suya pero unos centímetros más bajo, rozando la estatura de Seonghwa si lo ponía en perspectiva. Al principio le había parecido alguien agradable, pero desde su error de novato, se había convertido en un auténtico tocapelotas. Intentando sacarlo de sus casillas con la mínima cosa.

Era un imbécil de primer nivel que se juntaba con sus semejantes, como Jinsuk, Minsoo y Seol. El cuarteto entero no parecía tener nada mejor que recalcar su inexperiencia pasada y su desliz indiscutido. Es como si se hubieran quedado estancados en esa faceta de hace años. Era absurdo.

Habían pasado años y desde entonces, procuraba tener una mejor compostura y no reaccionar fácilmente a las provocaciones ajenas, sean de su propio equipo o de equipos contrarios, como había sido su caso, que por unas pocas palabras que golpearon su ego, terminó casi yéndose a los golpes con un contrincante. Lo que lo llevó a pasar la peor experiencia de su vida, porque no sólo quedó fuera de la temporada y en la banca, sino que un día después, su equipo fue descalificado de las competiciones entre universidades. Una cadena de acontecimientos por la cual se lo tachó de culpable, no por el entrenador, el hombre era alguien razonable y ecuánime en su trato, pero si por un par de sus compañeros.

Y él comprendía la frustración que todos vivieron en aquel entonces hace tres años, pero como bien mencionó, ya habían pasado tres jodidos años y había aprendido la lección. Sumado a eso, no era el mismo Mingi descarriado y que buscaba pleitos por todos lados. Esa faceta suya la había dejado en la secundaria, cuando aprendió por las malas que esa actitud no lo llevaría a ningún lado. Todavía tenía algunos desaciertos, pero como todo ser humano en formación, buscaba corregirlos.

Lo que no parecía ser el caso de esos tipos en cuestión.

—Piérdete —fue la única respuesta que ofreció antes de volver la vista al frente. Yunho se encontraba en el agua, en una prueba de nado estilo libre. Hasta el momento iba haciéndolo bien y suponía que los gritos de Wooyoung y Jongho, aunque mayormente del primero, lo tenían bien aceitado.

—Últimamente lo veo mucho alrededor —continuó el pelirrojo, como si en un principio no hubiera dicho nada—. Al menos tiene una linda cara.

Respirando hondo, Mingi cerró los ojos un momento y procedió a estirar los brazos. Tenía conocimiento de las intenciones de Moonsik, por lo que no debía caer en sus provocaciones y sólo debía de ignorarlo. Sabía que eso golpeaba más fuerte que cualquier cosa que pudiera decirle de regreso.

Sin embargo, con lo intenso que tendía a ser el pelirrojo al igual que sus amigos, no terminó allí y sólo continuó apretando sus botones incorrectamente.

—No podría decir lo mismo de su personalidad —agregó no mucho después, un tono despectivo—. Pero viendo con quién sale, eso dice mucho, ¿no estás de acuerdo?

—¿A quién le interesa su cara? —dijo una segunda voz que pronto reconoció como la de Suol, el pitido agudo y molesto de su cadencia lo hacía resaltar por lejos. Como si el pelinegro nunca hubiera superado la pubertad. Tampoco era mejor que el resto, de ojos chicos y ego grande, no se podía esperar buenos modales—. En lo único que me fijé de él es en su culo gordo. Bastante lindo para ser de un chico.

—Min...

Su cerebro lo registro como una articulación distorsionada junto con el sonido del silbato del entrenador.

—¿Qué mierda acabas de decir?

Ellos dos podían no tener una relación convencional o determinada por ningún concepto mundano, no obstante, Mingi respetaba la persona que era Hongjoong y todo lo que lo componía desde los pies a la cabeza, no sólo porque se estuvieran acostando, por todos los cielos, si el sujeto era asombroso. Un poco complejo de entender en su mentalidad, pero maravilloso al fin y al cabo. Y es todo lo que le importaba.

Por esa misma razón y la afinidad que había terminado desarrollando hacia el más bajo, no permitía que nadie le faltara el respeto. Menos si no estaba presente para defenderse a sí mismo, porque si de algo era capaz ese pequeño zorro astuto, era de poner en su lugar a cualquiera que se propasara tan sólo un poco. No sólo tenía el ingenio, sino que la impulsividad y el carácter apropiado para poner un alto a las situaciones que no le gustaban o le incomodaban.

No sólo lo había notado aquella vez en la piscina, cuando el mismo Moonsik fue un poco brusco con él innecesariamente, sino que lo notaba con su propia persona. Cada vez que intentaba indagar más en lo qué conformaba a Kim Hongjoong, recibía una señal de alerta para que se detuviera. Poniendo límites a lo qué sea que tuvieran. Ya que al parecer, para Hongjoong era difícil de definir.

—Que tu novio tiene buen culo. No me mires así, hombre, es un cumpl...

Suol no terminó de hablar cuando Mingi estuvo haciendo un amague de lanzarse sobre él, sin embargo, un apretón fuerte en su codo, lo hizo detenerse a medio camino de llegar a su objetivo. Y al voltear, enfurecido y con los nervios vibrando, lo primero con lo que se topó fue Yunho, goteando agua de su cabellera rubia y una expresión confundida en su cara de cachorro. Ojos grandes bien abiertos y labios separados en una exclamación que no terminó de formarse. Conmocionado, aparentemente.

—¿Qué se supone que haces? —logró finalmente articular.

—Poniendo en su lugar a ese bastardo —respondió sin miramientos, embravecido en una furia incontenible.

—Mingi —exclamó Yunho en advertencia—. Si el entrenador se entera, te castigara de nuevo.

Y en lo que llevaba de iniciada la nueva temporada, Mingi había sido sancionado tres veces. Todas ellas por conducta antideportiva. Su entrenador era alguien sensato y ecuánime, sin embargo, también estricto, no soportaba los comportamientos inapropiados ni los insultos dentro de su área de trabajo, cualquier problema que existiera entre sus atletas, o se solucionaba con una comunicación adecuada entre las partes o lo resolvían fuera de la piscina. Donde no perturbaran el ánimo general del resto.

Una regla de oro que no debía ser quebrantada por nada en el mundo. Lección que al moreno le estaba costando en aprenderse.

—Sí, Song, escucha a tu amigo. Él sí tiene algo de inteligencia.

Pero cualquiera cosa que hubiera sido la respuesta de Mingi, ésta quedó atorada en su garganta cuando una voz áspera se pronunció a espalda de los tres, sobresaltándolos.

—¿Qué sucede con los muchachos hoy en día y sus hormonas? —fue la inquisición que vino acompañada de un resoplido exasperado. No mucho después, se escuchó el sonido estruendoso del silbato—. La práctica termina por hoy —anunció el hombre de complexión menuda y entrado en sus cuarenta—. Todos exceptos Im y Song, pueden marcharse.

—Entrenador, hubo un malentendido —dijo Yunho, queriendo abogar por él, como siempre hacía.

—Reglas son reglas, Jeong. Vete antes de que te sumes a ellos.

Mirándolo a los ojos, Mingi notó la reticencia en esos ojos cafés de cachorro, e inevitablemente, sus labios se curvaron en una sonrisa afectiva. Mientras que los "amigos" de Seol se marchaban como ratas espantadas, ahí estaba Yunho, queriendo hacer algo honorable sólo por su bien. Dándole un apretón en la mano que todavía lo sostenía le dio un asentimiento de aceptación. Podía marcharse. Después de todo, él no tenía porqué verse envuelto en sus problemas de temperamento.

Aún reacio, Yunho le dio un último vistazo para comprobar que estuviera bien antes de marcharse hacia los vestidores.

—¿Cuándo aprenderán la lección? —preguntó su entrenador cuando quedaron relativamente solos, algunos estudiantes todavía permanecían en las gradas. Quizás esperando a alguien en especial. Tal vez por el chisme. Difícil de precisar—. Son compañeros, en la piscina deben dejar sus diferencias de lado, fuera de ésta podrían intentar solucionarlas. Hay un profesional designado que podría escucharlos, no sé cuántas veces ya se los he repetido.

—Lo siento, entrenador —murmuró Mingi de manera honesta, lo que menos quería era causarle dolores de cabeza al hombre, pero es que simplemente las confrontaciones seguían llegando a él y los idiotas también. Si no era por medio de la intimidación, no dejaban de joderlo—. Sé que mi conducta en los últimos tiempo ha sido inaceptable. Prometo mejorar.

—Las disculpas no tienen sentido si no se ve ese cambio, Mingi —dijo el hombre con un tono compasivo. Suspirando—. Comiencen a limpiar ahora para que se puedan ir temprano. Sé que al menos a uno de ustedes les importa mantener sus notas.

Pronunciando una exclamación indignada, Mingi casi se ríe de la cara que puso Seol, ya que el comentario estaba claramente dirigido a él. El tipo era pésimo en sus estudios, y no sabía cómo conseguía para avanzar en su carrera de filosofía, cuando era evidente para todos los del equipo, que no le podía interesar menos.

Y mientras sacudía la cabeza de un lado al otro, Mingi escuchó el ruido metálico de la puerta ser abierto con brusquedad, simplemente por instinto, volteó en la dirección de ésta, encontrándose con la silueta menuda de Hongjoong con las manos apoyadas en las rodillas. Lucía agitado y desde la distancia incluso estaba claro que había corrido. Cabellera morada revuelta y prendas fuera de lugar. Era evidente para ese punto que se había apresurado por llegar.

Le reconocía el mérito por intentarlo. Era dulce de su parte.

Esbozando una sonrisa, miró hacia el terco entrenador de brazos cruzados a unos metros y enseguida de ello, descartó las posibilidades de acercarse. Tachando la misión de imposible, eso sólo lo haría ganarse otro regaño. En cambio, puso su mentalidad en terminar de recoger las toallas sucias y colocarlas en el cesto, mientras observaba como Suol apenas hacía un intento por colaborar.

Apretando los dientes, Mingi aguardó, sembró paciencia como un santo y actuó con la indiferencia de un felino. No fue hasta que ambos estuvieron en el cuarto de almacenamiento y suministros, que tomó cartas en el asunto. Arrinconando al más bajo contra una de las paredes, colocándole el brazo en el cuello y privándolo de oxigeno. Recibiendo arañazos en el brazo por lo inesperado de su acción, sin embargo, eso no lo echó para atrás y lo motivó a presionar su agarre. Hasta ponerle el rostro escarlata.

—Voy a dejarlo claro ahora para que no vuelvan a surgir malos entendidos entre nosotros, ¿de acuerdo? —murmuró con un filo de acero que cortó respiraciones, o en este caso en particular la de uno—. No quiero volver a escuchar esa mierda de nuevo sobre Hongjoong. Ni siquiera quiero que lo mencionen, ¿entendido?

—Vete al carajo —logró decir con la voz quebrada—. Puedo acusarte de agresión con el entrenador...

Riéndose de forma seca, Mingi arrimó su cara a la ajena, hasta que sus narices estuvieron en contacto y sus pupilas se fundieron en un negro de fuego.

—Hazlo, por lo que me importa esta mierda de equipo, puedes ir y decirle cualquier basura que se te ocurra. No me importa.

Y no era del todo mentira, a Mingi le gustaba la natación y sabía que era bueno para ella, asimismo, sabía que era un mundo muy competitivo al que no estaba dispuesto a sumergirse por el bien de su salud mental. Mucho menos con el riesgo de exposición que corría. Y si él participaba de las prácticas universitarias, era para darle el gusto a su padre. Pero en el fondo sabía que no era el mejor, quizás sí dentro de su equipo, pero más allá de eso como para dedicarse de manera profesional, lo dudaba. Pero en cuanto a los números, sabía que era excepcional. Un trabajo seguro y bien remunerado.

Además, con tanto rechazo que había recibido en los últimos años por un pequeño error de novato, sus ilusiones iniciales se convirtieron en cenizas que se perdieron en la brisa de un temporal. Lejanas a las éticas que representaba actualmente.

La natación, para el Mingi de casi veintidós años, no representaba más que una distracción. Un entretenimiento de medio tiempo que le exigía un grado de responsabilidad y disciplina que no encontraría en ningún otro lado. Y eso era todo. No le interesaba el mundo de nadador profesional, los logros, las medallas o el reconocimiento. Incluso si ya los tenía. Eran accesorios que venían con la disciplina. Nada que amara demasiado como para sacrificar parte de su juventud en rigurosidades extremas.

No era como Hongjoong que amaba su arte y se encontraba entregado a ella. Él era lo opuesto, lo suficientemente bueno para ejercer el rol pero no perfecto para destacar por encima de otros. Y estaba bien de esa manera, era así como se creaba el balance en la vida y lo tenía aceptado.

—No creo...

—No me interesa lo que creas, simplemente te estoy advirtiendo, vuelve a decir una estupidez semejante y date por muerto. ¿Quedó claro?

—No te tengo miedo —pronunció como pudo, cada vez más rojo.

—No tienes que temerme, sólo tienes que probarme.

Y con eso dicho, procedió a soltarlo. Viéndolo toser mientras se sujetaba la garganta. Completamente indiferente a su malestar, le lanzó la llave del cuarto de almacenamiento a los pies y lo dejó recuperándose solo antes de salir. Percatándose de que del entrenador iba en su dirección y con la cejas fruncidas, claramente consternado por su tardanza.

Explicándole que Seol se encontraba acomodando las toallas, se fue directo a los vestidores. Quitándose el traje de baño apretado con resentimiento, cada vez le gustaba menos lo que hacía.

Resoplando de malhumor, se colocó una remera gris y por encima una sudadera negra, perfecta para el ánimo que cargaba. Terminándose de colocar los pantalones, se puso las zapatillas y cogió su bolso con brusquedad. Saliendo de las instalaciones en silencio. No obstante, la silueta recompuesta de Hongjoong en la puerta, le hizo recordar que todavía estaba allí. Sacudiendo la cabeza con ligereza, sepultó sus sentimientos de amargura e intentó sonreír. A pesar de ello, Hongjoong pudo presentir que algo no iba bien, porque de repente, lo tuvo abrazándolo. Brazos en su cintura y el rostro pegado a su pecho.

—Yunho me contó que tuviste un altercado, ¿estás bien?

Colocando una mano en su espalda, la acarició con suavidad. Más por instinto que por consciencia—. ¿Luzco herido? —preguntó en un intento de humor.

—Deberías verte a un espejo —murmuró el más bajo contra sus prendas—. Luces perturbado. ¿Qué pasó?

—Sólo un imbécil creyéndose demasiado —respondió con indiferencia.

Levantando la cabeza, Hongjoong lo miró directo a los ojos. Dos orbes castaños que brillaban con una preocupación que no podía camuflarse con facilidad. Y ese era uno de los problemas principales de Mingi con respecto al más bajo, éste siempre intentaba indagar en su vida, perforando hondo en cuestiones personales, pero si él intentaba hacer lo mismo, lo primero que recibía de su parte era un aviso de alto.

Lo que era sumamente contradictorio, por no decir que injusto también.

¿Por qué uno podía y el otro no?

—Entonces, ¿de verdad estás bien?

—Me halagas, cariño —le dijo luego de colocar una mano en su mejilla, sosteniéndola con la mayor suavidad posible. Verlo recostarse en su palma, hizo cosas locas en su corazón—. No sabía que te preocuparas por mí.

Soltándolo, el artista procedió a golpearlo en el pecho—. ¿Qué estupidez es esa? —cuestionó con cierta aspereza—. Por supuesto que me preocupo por ti, no eres un desconocido, idiota.

—No, sólo tenemos sexo.

Torciendo los labios en un rictus disconforme, Hongjoong de repente se mostró molesto con él. Lo supo por las líneas que trazaron su frente con relieves marcados y la oscuridad que iluminó sus hermosos ojos. Lo cual fue inesperado.

—Qué idiota.

Y Mingi quiso preguntar cuál era el maldito problema ahora, porque no había dicho nada que no fuera cierto, ellos tenían sexo más de lo que mantenían una conversación.

Sin embargo, en vez de permitir que Hongjoong sólo se fuera con esa impresión de él, quien sólo había intentado de levantar el ánimo a la situación, se encontró rodeando al más bajo por los hombros desde atrás, deteniendo su huida en el momento justo que se hallaba por traspasar las enormes puertas.

—Sólo bromeaba, cariño. No tienes porqué reaccionar así. Lo siento —y al decirlo, le besó la mejilla con suavidad. Intentando reconfortarlo.

—Gran manera de hacerlo —replicó con cierta acidez, sin detenerse y abriendo las puertas, sólo para encontrar del otro lado, a su grupo de amigos. En un principio, Mingi se planteó la idea de separarse, pero al notarlo todavía malhumorado, se mantuvo en su lugar. Caminando con algo de dificultad—. En serio, fue buena.

—No seas sarcástico —le pidió con gentileza—. Eres más que sexo para mí —le admitió en un susurro íntimo, procurando no ser escuchados.

No sabía exactamente qué era Hongjoong para él, ni siquiera estaba seguro de qué significaba para éste, pero por lejos, estaba seguro que era algo más que una vía para liberar su frustración o encontrar el placer. Algo abstracto que sus dedos no podían sentir pero su corazón percibía con naturalidad. Como una pieza que no podía amoldar por completo.

—Con los chicos planeamos ir a una barbacoa —murmuró Hongjoong de repente, cambiando el tema de forma evidente—. Para celebrar a Wooyoung —aclaró con un tono menos espinoso—, logró pasar uno de sus exámenes. ¿Quieres unirte?

—Seguro —confirmó de inmediato, besándolo en el lóbulo de la oreja antes de apartarse y caminar a su lado. Sin embargo, Yunho tuvo otra idea al rodearle los hombros y alejarlo del más bajo, quien se mostró sorprendido pero no protestó. Sólo lo vio marchar—. ¿Qué haces? —preguntó cuando la distancia fue evidente.

—¿Qué pasó en la práctica de hoy? —preguntó de manera directa, tomándolo por sorpresa.

Pese a la apariencia de cachorro que su amigo pudiera proyectar con esos ojos grandes y expresivos, era una persona sagaz y perceptiva. Bastante inteligente también, cualidades que lo hacían más atractivo para quienes estaban interesados en él. Tal como podría serlo Jongho.

—¿Otra vez te metiste en problemas? —escuchó preguntar al siempre recto de Seonghwa. Comedido en su forma de actuar y prudente en general. Un chico de carisma elevado y sonrisa cegadora. Naturalmente protector y avispado, es cómo lo describiría.

—El idiota de Seol y su mierda de nuevo —respondió en un chasquido, cuando San se les unió al círculo—. Dijo cosas que no me gustaron, es todo.

—¿Y tu primer instinto es atacarlo? —preguntó éste último, una ceja enarcada y los brazos cruzados. Resaltando los músculos trabajados y su contextura de bailarín en formación.

—No se lo iba a dejar pasar, ¿de acuerdo?

—Podrías haberlo ignorado —intentó de razonar Seonghwa en un murmullo cuidadoso. Palabras suaves y una mirada apacible.

—No se trató de mí, sino de Hongjoong. No iba a ignorar que le faltara el respeto de esa manera.

—¿Así que se metió con él? —preguntó un asombrado Yunho—. ¿Por qué?

—Porque se junta conmigo —explicó de manera simple, suspirando—. Quiero decir, fui un inmaduro en el pasado que cometió algunos errores, pero ya pasaron tres años. Lo deberían de superar de una vez.

—Son acosadores, Mingi —le recordó Seonghwa con amabilidad, palmeando su espalda un par de veces—. No saben lo qué es eso.

Mordiéndose el interior de la mejilla con inquietud, su vista se dirigió hacia el chico de cabellera morada que iba unos pasos por delante, hablando con sus respectivos amigos. Andar relajado y mochila colgando de los dos hombros. Mingi se sintió conteniendo el aliento por alguna razón. Hongjoong sólo tenía ese poder en él cada vez que lo miraba demasiado tiempo.

—¿Te gusta? —escuchó preguntar a Yunho de la nada.

Viéndolo, él frunció el ceño—. ¿Hongjoong?

—¿Te ves con alguien más? —quiso saber San, una ceja enarcada en obviedad.

—Por supuesto que no —respondió de inmediato, casi ofendido. Regresando su vista al frente, esta vez no viendo a nadie en particular—. Si no me gustara, no tendría sexo con él, ¿no crees?

—Hablo de sentimientos reales, Mingi.

—La atracción es real —contraatacó con elocuencia. Y era cierto, al menos para él, era tan palpable como cualquier otra cosa. Como los metros de agua que dejaba atrás con una brazada o la sal pegada a su piel dorada.

—Entonces, ¿no te gusta?

Y la única cosa que pudo hacer Mingi, fue relamerse los labios, totalmente desamparado y desorientado. No es que Hongjoong no le gustara, porque sabía en el fondo que lo hacía, simplemente era complejo de poner en palabras. No era tan fácil de admitir tampoco.

Y cuando se encontró dispuesto a razonar de porqué no era de ese modo, el mismísimo Hongjoong, se halló interrumpiéndolo de repente. Acercándose con una sonrisa en los labios y tomándolo de la mano, apartándolo unos centímetros de sus amigos y quebrantando un límite indefinido al mostrarle una de las páginas de su cuaderno de bocetos.

Lo que halló en ella, lo dejó sin aliento, era una representación de él en la piscina. Mejor dicho, sentado al borde de ésta. Piernas relajadas y cruzadas, mientras que sus manos se apoyaban en el suelo por detrás, la cabeza inclinada hacia arriba contemplando la filtración de luz incandescente mientras que nada más que color y luz lo rodeaban. Los toques de las diversas brochas eran sublimes, y la combinación de colores uniforme de una manera etérea. La sensación de paz que le trasmitió fue surrealista.

—El acabado de las acuarelas es magnífico, muchas gracias, de nuevo.

—La verdad que no tengo idea de qué signifique eso, pero de nada.

Riéndose, Hongjoong cerró el cuaderno y lo miró un segundo antes de volver la vista al frente—. Los chicos insistieron en que te lo mostrara, ¿qué te parece? —preguntó—. ¿Te gusta?

—Es precioso, Hongjoong. Realmente tienes talento.

—Gracias, Min.

Sonriendo fugazmente, todos se sumieron en un silencio cómodo hasta llegar al estacionamiento del edificio. Donde todos se quedaron paralizados en un momento, el Jeep de Mingi no tenía espacio suficiente para que cupieran todos en el interior. Por lo que, luego de un extenso debate y conversaciones serias sobre las reglas de seguridad vial por parte de Seonghwa, decidieron que caminarían hasta la primera barbacoa que encontraran. De ese modo no dejarían a nadie afuera o con la alternativa de buscar otro método de transporte.

Fue así como el grupo de de siete personas, se sumieron en una caminata extensa hasta el primer local que encontraron dentro del campus que ofreciera barbacoa, ya que Wooyoung no quería otra cosa, puesto a que si iba a celebrar, iba a hacerlo con calidad y a lo grande. Al llegar, notaron a un par de otros estudiantes en el recinto de estilo tradicional, las conversaciones eran vivas y el ambiente relajado para ser un viernes.

—Finalmente —anunció el mismo Wooyoung cuando encontraron una mesa disponible. Dejándose caer en el suelo de madera—. Estoy muerto.

—La siguiente vez organicemos esto con antelación —pidió Mingi al ocupar uno de los extremos, no mucho después, Yunho se sentó a su lado.

—Bueno, si tú y Hongjoong estuvieran menos ocupados en el otro, sería más fácil para todos —murmuró San sin un tono en particular, simplemente resaltando un hecho. Voz relajada y mirada divertida, fresca en una jovialidad auténtica—. No quiero decir que sea algo malo, pero se saltan bastante de nuestras reuniones.

Sentado junto a Seonghwa, Hongjoong se rió de manera nerviosa antes de esquivar la mirada, aparentemente culpable de la pequeña acusación inofensiva.

—No es como si tengan una cada mes, apenas si podemos vernos todos algunos días —intentó defender.

—Con más razón —apuntó Jongho, increíblemente.

—Quiero decir, apenas nos estamos conociendo entre todos así que es normal que me mantenga en contacto con quien más trato tengo...

—Hong —dijo Wooyoung de repente, un tono serio y una mirada falsamente exasperada—. Sólo lo estás empeorando, cállate y mira qué vas a pedir de guarnición.

Fingiendo estar indignado, el más bajo no demoró en golpear a su amigo en el hombro, lo que llevó al bicolor a una mueca exagerada y a refugiarse en el costado de Jongho, quien inmediatamente lo empujó hacia San. Éste sí lo resguardó en sus brazos, consolándolo de manera teatral. Palabras con exageración dulces y sonidos de arrullo desmedidos. Sonrojado, Wooyoung se apartó de golpe y tomó el menú ya puesto en la mesa para cubrirse la cara. Simulando leerlo.

Riéndose de toda la ridiculez que presenciaba, sus ojos se desviaron hacia Hongjoong, encontrándolo metido en una conversación sobre música con Seonghwa. Disminuyendo su gesto a una sonrisa afectiva, sostuvo el menú entre sus manos y se concentró en la comida en lo que Yunho, a su derecha, conversaba con Jongho que estaba a su izquierda sobre algo de la práctica del día. De aquella parte menos tumultuosa.

La caída del sol y el ascenso del ocaso, fueron iguales, con pequeñas provocaciones aquí y allá. Nada grave o muy preocupante, sólo ingenuo y jovial. La llegada del alcohol, hizo todo más escandaloso, principalmente para San que era ligero y Wooyoung con su risa estridente y peculiar en muchos aspectos. Jongho en algún punto demostró sus dotes vocales y Seonghwa lo acompañó como segunda voz de una manera excepcional.

Si no hubiera sido por todo ese alboroto, quizás no les hubieran pedido que se retiraran cerca de las once de la noche. Después de todo, estaban siendo los más llamativos del local. En el camino de regreso, las cosas no se calmaron. Wooyoung se abrazó tanto a Seonghwa como a San y los obligó a seguir su juego en cuanto a una canción infantil, algo absurdo de ver pero risible a partes iguales.

Yunho y Jongho iban por detrás, manteniendo una conversación más tranquila y civilizada, por lejos que el circo que iba por delante, atrayendo las miradas de quienes disfrutaban de la noche otoñal fuera de sus dormitorios. En consecuencia, eso los dejó a él y Hongjoong un poco aislados de los demás. Caminando hombro a hombro. Pero en algún punto, el artista se enredó a su brazo y presionó la mejilla contra el material de su sudadera. Cerrando los ojos.

—¿Cansado? —le preguntó en silencio, pese a la obviedad del estado ajeno. Asintiendo, el de cabellera morada se tomó su tiempo en formular una respuesta verbal.

—Siento que podría morir en cualquier momento —articuló de manera arrastrada. Ojos todavía cerrados, dejándose guiar por él. Confiando de manera ciega.

—Podría cargarte si quieres —sugirió de manera seria, escuchando una leve risa.

—Puedo caminar por mi cuenta, sólo estoy algo cansado. Tranquilo.

Asintiendo de manera amena, el moreno se encargó de guiarlo en silencio. Notando una peculiaridad que había pasado por alto hasta el momento y que no pudo evitar no comentar.

—Te vuelves pegajoso borracho, ¿debería preocuparme?

Arrastrando una risa, el bajo abrió los ojos para enfocarlos en él. Brillantes y enormes—. Eres tú, es por eso que soy así. ¿Por qué? ¿Eres del tipo celoso?

—Sólo un poco —admitió con facilidad. Volviendo a provocar la risa en el bajo. Fue dulce.

—Seré cuidadoso entonces —dijo con evidente diversión. Pasando a sonreír de manera ladeada.

Riendo el moreno sólo chocó sus hombros a modo de juego, obteniendo en respuesta, un golpe en el pectoral. Fui inofensivo pero aún así exageró una mueca adolorida y se llevó la mano a la zona agredida. Lo que sólo provocó mayor diversión en el bajo, que no paraba de reírse.

Encandilado por su aura brillante, se agachó a besarlo en la mejilla. Cortando con el sonido de su risa de inmediato para obtener a cambio, una expresión sorprendida y casi avergonzada. Satisfecho, intentó guiñarle un ojo.

—Deja de coquetear conmigo —advirtió Hongjoong a medida que divergían caminos con los demás y se acercaban de regreso al edificio de natación. Las despedidas fueron cortas y superficiales.

—¿O qué? —preguntó—. ¿Voy a tener que tomar la responsabilidad?

Sonriendo en grande, Hongjoong se desprendió de su lado y pasó a colocarse frente a él, rodeándolo por la cintura con los brazos y dificultando su andar, sin embargo no se detuvo. Mentón elevado y ojos brillantes en una insinuación libertina. La cabellera morada revoloteando y los labios humedecidos en una tentación sin precedentes.

—¿No te gusta hacerlo? —cuestionó de regreso, un tono encantador y sedoso.

—Lo prefiero cuando no estás tomado, es más divertido.

—No fui el único que bebió esta noche —replicó con viveza, chocando la espalda contra su Jeep, cuando finalmente llegaron a él—. Además sólo tomé dos cervezas.

—Gran consuelo —murmuró de forma sarcástica, procediendo a ladear la cabeza—. ¿Qué tan seguro estás?

—¿No luzco muy convencido para ti?

De hecho, lucía bastante seguro sobre lo qué quería hacer, no obstante, algo no terminaba de encajar para Mingi. Por ese motivo quería asegurarse de que nada estuviera fuera de orden.

—¿Y pretendes tener sexo en el estacionamiento, corriendo el riesgo de que el guardia del edificio nos atrape?

—Siempre hay otras alternativas.

Y tras pensarlo un rato, el moreno sacó las llaves de su bolsillo, desactivando la alarma del Jeep—. Tienes suerte que los vidrios sean de vinilo.

—¿Qué significa eso?

—Que no podrán vernos dentro y si no haces mucho ruido, no nos atraparan en tu travesura —explicó, a la vez que abría la puerta trasera, invitándolo a entrar. Sonriendo con malicia, Hongjoong lo apuntó con el dedo antes de subir.

—Eres un pervertido.

Mingi se rió, siguiéndolo dentro y cerrando la puerta tras su espalda, bloqueándola. Con el único pensamiento de que eso iba a ser un tanto incómodo por las limitaciones del espacio. Pese a ello, no se detuvo a la hora de trepar encima del cuerpo de Hongjoong en los asientos traseros.

—El único zorro aquí, eres tú, cariño.

—¿Pero no es lo qué te gusta de mí? —preguntó mientras le rodeaba los hombros con los brazos. Acercándolo.

En ese instante, lo único en lo que pudo pensar Mingi es en que todo de Hongjoong le fascinaba. Y con sus alientos rozándose en una caricia fantasmal y sus miradas conectadas en una unión transcendental, no pudo evitar el confesarse.

—Me fascina.

Y con esa declaración hecha, sus bocas se unieron en un beso lento y apasionado que les supo dulce. Lenguas entrelazadas y respiraciones superficiales. Ambos saborearon cada fracción de su duración con un deseo que no podía describirse en palabras mundanas y que abarcaba la intensidad de mil soles combinados.

Separándose, Mingi comenzó a dejar rastros humedecidos por su lengua a través del cuello ajeno. Deslizándose por su costado con habilidad y succionando una marca duradera en la vena donde latía su pulso con un ímpetu descarriado. Toda la sangre viajando en dirección sur y levantando una carpa. Una excitación que podía sentir incluso en su pantalón.

Tragándose un quejido con la leve fricción que se formó cuando Hongjoong abrió las piernas, dándole lugar, Mingi aprovechó para dejar sus impresiones dentales en una zona de su cuello. Haciéndolo gemir. La presión fue sutil e inofensiva, pero el ardor rojizo que se extendió como fuego por la piel del artista, fue real. Acariciando sus costados, el nadador no perdió tiempo en infiltrar unas de sus manos en el interior de sus prendas, sintiendo la piel tensa de su abdomen hasta subir a sus pezones receptivos.

Dominado por una brea espesa similar a la lujuria ardiente, el moreno llevó sus manos a los pantalones ajenos y tras desprender el botón y bajar la cremallera, se enderezó cuanto su propio vehículo le permitió y procedió a bajar el pantalón con lentitud, enfocándose en aquellas piernas carnosas y en la suavidad que las adornaba. Con la prenda fuera, su primer instinto fue tomar aquellos muslos y apretarlos, viendo como su acción ocasionaba que el artista se deshiciera en un gemido prolongado e intentara juntar las piernas, fracasando al tenerlo en medio. Seducido por la imagen lujuriosa que representaba Hongjoong, Mingi no pudo contener un gemido. Más semejante a un gruñido.

Atraído a esa proyección sensual que era Hongjoong, Mingi se inclinó nuevamente para aplastar sus labios en un beso demoledor que les supo a pasión y los dejó con los pulmones adoloridos.

Embriagado por las sensaciones, y en medio de ese beso acalorado, el moreno aprovechó para deshacerse de su propio pantalón y su prenda interior, quedando igual de expuesto que el más bajo. Enlazados en un baile tirante y un compás desordenado, sus labios siguieron presionándose en el otro. Arrebatándose lo que no tenían y otorgándose de lo que necesitaban. Contacto y calor. Abstracciones que los enloquecían.

Y en ese juego de caricias complacientes, sus caderas comenzaron a moverse. Sumergiéndose en un placer superficial que los dejaba con ganas de más, y de repente, Mingi se encontró tomando asiento y llevándose a Hongjoong consigo, haciéndolo tomar asiento en su regazo. La espalda pegada a su pecho y ligeramente encorvada para que su cabeza no toque el techo del Jeep. En esa postura, las manos de Mingi fueron a parar al culo de Hongjoong, abriéndolo y permitiendo que su miembro completamente erecto, pueda restregarse contra la hendidura de sus mejillas. El calor liviano y el agarre superficial, los hicieron delirar. Pero fue de esa manera, que sin miramientos de ningún tipo, el más bajo comenzó a frotarse en su erección con cuidado. Sintiéndola en la plenitud de su desnudez.

Echando la cabeza hacia atrás, el pulgar de Mingi no tardó en comenzar a frotar la entrada de Hongjoong, ayudándose con su líquido preseminal como lubricante. Y en un inicio, hubo resistencia, cierta tensión que obstruyó sus atenciones pero fueron menores, porque después de un par de caricias, el anillo de nervios cedió con lentitud. Abriéndose a su intrusión como una flor en primavera. Teniendo a Hongjoong con las manos aferradas en los asientos delanteros y hundido en un placer desgarrador que provenía de las dimensiones abstractas de su mente nublada.

—¿Estás limpio? —preguntó Hongjoong después de un rato de suministración, la voz agitada y ligeramente quebrada. La espalda perlada y el flequillo adherido a su frente en una expresión de sensualidad.

—Mis últimos exámenes salieron bien, ¿por qué? —Mingi no se encontraba en un mejor estado, el placer tenía a su voz adornada en una gravedad incomparable y a su respiración descontrolada.

—¿Quieres intentarlo a pelo?

Sin poder contenerse, el nadador se encontró riendo, pegando su frente a la nuca del artista y escondiéndose de su mirada empañada. Las mejillas rojas y la incredulidad desbordada.

—Bonita ocasión para sugerirlo —comentó al calmarse, retomando sus atenciones en la entrada del más bajo, expandiéndola con los pulgares. Escuchándolo gemir—. En el medio del estacionamiento, en plena madrugada y dentro de mi Jeep, ¿cómo debería llamar a un zorro travieso como tú?

—Cómo quieras —murmuró con la voz quebrajada. Apoyando la frente en el respaldo del asiento de pasajero.

—No deberías darme ese poder, cariño, o las cosas se teñirían de negro —le susurró cerca del oído, alejándose sólo para ver como la punta rozaba el anillo de nervios. Cerrando los ojos un momento, el nadador tuvo que tomar una fuerte inhalación—. ¿De verdad quieres intentarlo?

—Sólo una vez —susurró con determinación—. Quiero probarlo.

Jadeando como si lo hubieran golpeado y el aire le faltara de repente, Mingi tuvo que darse un par de segundos para recomponerse, la idea pintando escenarios demoledores en su cabeza intoxicada por la lujuria.

—De acuerdo.

Y con la declaración hecha, Mingi observó como el glande traspasaba las paredes de Hongjoong con lentitud, teniendo algunas dificultades por la falta de lubricante. Mareado y con la cabeza dándole vueltas, el nadador pudo sentir la opresión inicial y el calor desgarrador. Sin embargo, no fue una experiencia tan distinta a cuando usaban protección, no obstante, Hongjoong se halló acallando un gemido prolongado y encorvando la espalda de una manera erótica. Su respiración se volvió ruidosa y una de sus manos fueron a parar a sus rodillas, apretándola con fuerza. En un agarre tenso. 

Cuando su miembro se encontró al ras del culo de Hongjoong, Mingi le dio un tiempo para acostumbrarse a la sensación. No había pasado mucho desde que lo habían hecho, pero aún así se encontraba apretado. Y eso sólo lo hizo más placentero. Inclinándose hacia adelante, mordió su hombro descubierto en un intento de contención para sí mismo.

Y fue luego de un par de minutos en silencio, que Mingi comenzó a moverse, al principio meció sus caderas con tranquilidad, probando a Hongjoong y cuando nada se le hizo incómodo y la resistencia anterior desapareció, procedió a mantener un ritmo más constante. Sus embistes no llegando muy profundo, sólo lo justo como para tener a ambos gimiendo por lo bajo. No fue hasta que el artista salió de su neblina mental y comenzó a colaborar, moviéndose también, que el placer se duplicó. Las sensaciones elevándose a un plano ancestral.

Manteniendo una de sus manos en la cadera del más bajo, el alto arrastró la otra hacia adelanta, serpenteando por el costado de su cintura estrecha hasta llegar al miembro ajeno, sólo para notarlo humedecido en abundancia. Gimiendo de incredulidad, él no pudo evitar resaltarlo.

—Tan receptivo como siempre —susurró en un tono grave pero una cadencia gentil, casi de seda—. Tan mojado para mí, qué asombrosa criatura.

—Min —dijo Hongjoong con la voz rota y la garganta seca.

—Desearía encadenarte —murmuró contra su oreja, mordisqueando el lóbulo antes de pasar a besar su cuello—. Tenerte disponible y abierto, ¿no harías eso por mí?

Jadeando de la impresión, Hongjoong asintió de manera frenética—. Lo haría, yo podría.

—¿Porque eres un buen chico, no es así, cariño?

—Porque quiero ser un buen chico para ti, Min.

Bombeando su miembro con la misma velocidad que lo embestía, el susodicho se dio un tiempo para respirar de manera pausada y concentrarse en otra cosa que no fueran las sensaciones que lo abrazaban o las palabras que lo seducían.

—Seguro que sí —dijo a modo de burla—. Tú serías un buen chico para cualquiera, ¿no es cierto? Con tal de que te hagan llorar o te traten bien.

Sacudiendo la cabeza en negación, Mingi lo escuchó sorber—. Eso no es cierto —dijo con cierta dificultada, la garganta obstruida por lo que identificaba como bilis y lágrimas no derramadas—. Eso es mentira —insistió con una inflexión evidente—, yo no te engañaría.

—¿Ah, no? —preguntó con falso escepticismo, jugueteando con le hendidura de su erección, frotándola con su uña roma. Persistente en su atención—. ¿Cómo podría creerte?

—Es la verdad, Min —dijo con mayor determinación, las lágrimas corriendo por su rostro. Soltando su cadera, Mingi fue rápido para sostener su mandíbula y voltear su rostro, contemplando el desastre que era bajo su mano, haciéndolo delirar.

—¿Es así? —cuestionó con una dureza fingida, viéndolo cerrar los ojos y morderse los labios mientras asentía—. No te creo —le dijo poco después, pasando a girar la muñeca que permanecía en su erección, acariciándole el falo a lo largo con una destreza que hizo al más bajo apretar las piernas y mecer las caderas de forma desordenada.

—Amarillo —balbuceó Hongjoong entre lágrimas—. Amarillo —repitió cuando curvó la cadera y dio en su próstata.

—Creí que eras capaz de soportar lo qué sea por mí, ¿también mentiste en eso?

—Es que..., es mucho... Min —balbuceó entre lloriqueos.

—¿Tú crees? —preguntó con una media sonrisa—. Pero si tú cuerpo me dice lo contrario, ¿en serio debería ir más despacio?

Confundido, el más bajo no supo qué responder, sus ojos se enfocaron en los suyos y lucieron perdidos, buscando una respuesta que no parecía encontrar con palabras. Adorando su expresión, no pudo evitar oprimir su cara y resaltar sus labios para atraparlos en un beso dictador. Rudo. Deshaciéndose en sonidos dulces, Hongjoong meció sus caderas de forma irregular. Empujándolo más cerca de ese calor abrasador y de intenciones oscuras.

—No lo sé —terminó admitiendo al separarse. Y cuando sus manos rozaron sus bolas y apretaron su base, los ojos del artista rodaron hacia atrás—. Verde —masculló como pudo—. Verde —y siendo indulgente, el nadador repitió la maniobra, viendo al más bajo contraerse—. Min...

—Lo sé, cariño, lo sé.

—Yo...

La voz de Hongjoong se perdió no mucho después, quedando su boca suspendida en una exclamación silencio y sus párpados a medio cerrar, sus piernas temblaron por completo y su cuerpo se estremeció entero. La avalancha del clímax lo abrazó primero, aplastando su diminuta figura en una oleada de placer que no pudo controlar.

Mingi, en cambio, siguió embistiendo el cuerpo sensible de Hongjoong, llevándolo más lejos en su placer, prolongando sus contracciones y su incapacidad, para cuando pudo recuperar algo de su habla, las primeras palabras que pronunció, empujaron al nadador de un barranco en caída libre. Haciéndolo chocar contra una masa de agua sofocante y caliente.

—Lo quiero dentro.

Y sin poder controlarlo, el orgasmo de Mingi lo avasalló por completo, destruyendo cada célula desde adentro hasta desarmarlo por fuera. Sus ojos se cerraron y sus labios se aplastaron de forma brusca en la boca enrojecida e hinchada de Hongjoong, devorando su boca en un beso desesperado. Sus músculos se contrajeron y su abdomen se hundió. La lujuria cubriéndolo en un vilo oscuro de sensaciones destructivas.

Separándose, lo siguiente que vio Mingi fue la imagen obscena de un Hongjoong que se deslizaba fuera de su miembro flácido y procedía a cubrir su entrada con una mano. Evitando que su semen escurriera sobre el cuero de su auto. Jadeando y sin poder contenerse, actuó por irreflexión, dándole una nalgada que resonó en el silencio del interior. La reacción del más bajo fue inmediata, pasando a gemir.

—Dios —exclamó él en un tono ronco—. Eres fascinante, Hongjoong. Lo hiciste tan bien.

Cualquiera fuera la respuesta del susodicho, se vio interrumpida por una serie de maldiciones—. Joder, mierda —farfulló de repente, echándose a un costado y con una expresión adolorida—. Puto infierno.

Confundido, Mingi apenas pudo preguntar qué le sucedía antes de que notara el problema, a Hongjoong le había dado un calambre en una de las piernas. Su gemelo izquierdo se encontraba contraído y levemente resaltado, señales que le dijeron todo.

Teniendo en cuenta en lo incómoda de su posición y el tiempo que había estado en ella, era de esperarse que algo de eso sucediera, y más cuando su cuerpo fue atacado por espasmos consecutivos.

Reaccionando rápido, Mingi limpió sus manos y las llevó al músculo afectado, masajeando el área con suavidad, sin aplicar demasiado presión.

—Hacerlo en tu Jeep fue una pésima idea —murmuró Hongjoong con el rostro crispado, labios abultados y cejas caídas, formando relieves.

—Te lo advertí —replicó con una media sonrisa, viendo al músculo ceder. Perdiendo volumen y regresando a la normalidad.

—Y una mierda —masculló el de cabellera morada—. No me advertiste nada.

—Con lo listo que eres deberías suponer que podría llegar a pasarnos. No es el lugar más espacioso ni cómodo, por si no lo habías notado.

Presionando su rostro en el cuero, Hongjoong masculló una contestación que lo dejó mudo—. Nunca lo había intentado en un auto antes.

—¿Así que querías probar eso también? —cuestionó con una ceja enarcada.

—No me juzgues.

Riéndose, Mingi se inclinó a besar la oreja de Hongjoong al ser lo único disponible—. No lo estoy haciendo, cariño. Por si no te diste cuenta, lo disfruté.

—Me alegro.

—Aunque tu semen manchó mi cuero —susurró con falsa lástima, sacudiendo la cabeza incluso.

Girando el rostro, Hongjoong lo miró con ojos nublados—. ¿Quieres que lo limpie? —la implicación de cómo, fue sutil. Una migaja de insinuación que estremeció al moreno.

—Joder, Hongjoong, ahora quiero ponerte una correa —le confesó en una cadencia grave entremezclado con un jadeo a medio formar.

—Bastardo pervertido —le acusó con un indicio de sonrisa, sin embargo, no emitió ni estar a favor o en contra.

Deslizando sus manos hacia arriba por los muslos del artista, el nadador llegó a su culo y sin importarle las protestas del artistas, separó sus nalgas, lo que inmediatamente ocasionó una abertura en su entrada, y lo siguiente que se halló mirando, fue como su semen se deslizaba por la pierna del más bajo.

Gimiendo por la imagen, apretó sus nalgas con fuerza, hasta imprimir sus dedos en la piel.

—No siento que te estés quejando —murmuró al recuperar algo de cordura.

—No lo estoy —dijo luego de un rato, las orejas comenzando a cubrirse de rojo—. ¿Puedes dejar de verme el culo, por favor?

—Lo siento —murmuró con las mejillas encendidas. Enderezándose el moreno se colocó su ropa interior, para acto seguido, fijarse en el asiento del acompañante donde estaba su bolso de entrenamiento, de allí extrajo una toalla de mano nueva y con ella limpió el cuerpo del artista—. Realmente hacerlo en mi Jeep es un inconveniente.

—No vi que te quejaras cuando lo sugerí.

—Bueno, se trata de ti. No se me da muy bien negarte algo.

Riendo, el de cabellera morada se apoyó en sus codos y lo miró directo a los ojos—. Si continuas diciendo cosas como esas, comenzaré a pensar que te gusto.

—Qué locura, ¿no?

—Algo —admitió el artista. Enseguida de ello, bostezó.

Mordiéndose el labio inferior, Mingi sintió cómo algo se removió en sus entrañas, pesando de manera desagradable. Ignorando la sensación, el anunció a Hongjoong que había terminado. Procediendo a ponerle sus prendas. Tanto su ropa interior como su pantalón. El más bajo se dejó hacer con gusto, sonriéndole incluso. Al concluir, se puso su propio pantalón.

—Mingi —llamó el artista de repente, haciéndolo voltear—. ¿Me das un beso?

Sorprendido por la petición, el nadador se detuvo en su intento por pasar hacia el asiento delantero y sin mediar palabras, se inclinó hacia Hongjoong, tomándolo por la mejilla con gentileza antes de fundir sus labios en un beso lánguido de bocas abiertas. Fue lento y en algún punto que no supieron determinar, dulce.

Al separarse, Mingi no resistió la tentación de volverlo a besar, esta vez siendo más profundo. Pese a tomar a Hongjoong por sorpresa, éste no demoró en corresponder con la misma intensidad.

—Gracias —susurró con las pupilas brillantes.

Riéndose, el moreno le dio un ligero apretón en las mejillas antes de apartar la mano—. No actúes tan lindo, cariño, o voy a querer comerte de nuevo.

—Lo siento, pero por hoy fue suficiente para mí, quizás en otra ocasión.

—Te tomaré la palabra —le dijo al encender el motor—. Aunque espero que sea en un lugar más convencional.

—Aburrido —abucheó el artista con el pulgar hacia abajo.

Sacudiendo la cabeza, Mingi se encargó de llevar a Hongjoong a su dormitorio, para cuando llegaron, pasaba de medianoche y el vigilante se veía muy descontento, sin embargo, no los regañó. Tras unas promesas sueltas que perduraron en el aire, ambos partieron por caminos diferentes.

Y en lo que Mingi se dirigía a su residencia, se dio cuenta de que estaba probablemente jodido.



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