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❈•≪09. Desconocimiento≫•❈

A pesar de que en un principio Hongjoong no estaba muy convencido de la sugerencia de Mingi, pronto se encontró accediendo a ella y pasando el rato en su dormitorio. Quebrantando otro de sus acuerdos no dichos: tiempo de calidad; sin embargo, no es como que alguno se hubiera dado cuenta de ello. O de las miradas intrigadas de sus amigos.

—Así que, ¿estás pasando el rato con Mingi? —preguntó un día Jongho, tono sereno y una cadencia natural. Pese a ello, algo le hizo ruido en los oídos al artista. Por lo que se encontró vacilando en su respuesta.

—Sí, ¿por qué?

—Nada especial —comentó con la misma inflexión—. Sólo curiosidad. Últimamente pasan mucho el rato juntos.

Lo que era un hecho bastante impresionante, si Hongjoong no hacía sus escabullidas al cuarto de Mingi, era éste quien se aparecía por el suyo. Y nunca con las manos vacías. Lo que más le impresionaba. Siempre se veía acompañado de algún dulce o de alguna comida en particular, según le decía, algunas pertenecían al café que habían vuelto a visitar en dos ocasiones más.

Un gesto que encontraba adorable de su parte.

No muchas personas eran así de consideradas y a sabiendas de lo mucho que le había, realmente, gustado el menú de ese café, era digno de aplaudir el esfuerzo que hacía el moreno por traerle algo de allí.

—¿Está mal? —se halló preguntando. Una ceja enarcada.

—Por supuesto que no, ya te lo dije, sólo es curiosidad. ¿Qué tal les va?

Inclinando la cabeza, esta vez se mostró desconcertado—. ¿Con respecto a qué?

—¿A su relación? —murmuró Wooyoung, dubitativo.

Al instante de oírlo, Hongjoong se quedó en blanco, desprovisto de palabras y rozando la conmoción inmediata. Parpadeando varias veces, dejó su jugo de uvas a un lado y miró a sus amigos con una expresión abierta que lo reflejaba todo. Su  incomodidad y su falta de aliento.

Pero la realidad es que Hongjoong y Mingi no tenían una relación convencional, ni siquiera estaba seguro de que tuvieran un tipo de relación en específico; porque seguro: tenían sexo y de vez en cuando; cuando el ambiente era propicio y sus ánimos parecían alineados como los astros en el cielo, conversaban un poco. Pero siempre eran temas superficiales que rozaban lo aleatorio y sinsentido. Palabras sueltas e inconclusas que no llevaban a nada.

Es todo lo que eran. Nada más profundo ni nada más superficial, sumamente abstracto e indefinido con bordes difuminados y confusos.

Porque siendo claros, la etiqueta de "amigos" no les quedaba ni era apropiada para el tipo de relación que llevaban, las concepciones que ese concepto tan estimado arrastraba estaba por lejos, desusado en ellos. Era materia insustancial que no tenía cabida. No obstante, es verdad que no se llevaban mal. Por el contrario, él diría que tenían una excelente química y unas muy buenas maneras de interactuar con el otro.

Pero siendo justos, eso no tenía valor alguno, y era sumamente impreciso por todos lados. Ya que para ser exactos y realmente crudos en lo que tenían, era un concepto ubicado a mitad del desconocimiento y la tensión perpetua. Es como si estuvieran estancados en una distancia calculada e inconsciente pero metidos dentro de una intimidad ambigua que no llegaba a buen puerto. Inexactitudes que no convergían en ningún punto exacto.

Pero en denominaciones simples o más apropiadas, lo suyo no tenía una categoría en la que podían encajar con facilidad, tampoco tenían una explicación que sirviera para complacer a los demás. Sólo eran ellos. Ni un esto ni un aquello.

Conceptos abstractos y de procedencia desconocida pero de magnitudes astronómicas. Como dos supernovas en colisión constante. Iguales en composición pero distintas en intensidad.

—Tienes que estar de broma —musitó Wooyoung al verlo tan callado—. ¿Sólo tienen sexo?

—Bueno, no, pero aún así, ¿cuál sería el problema?

Cruzando miradas con Jongho, Hongjoong creyó que al parecer sí existía un problema de que sólo se frecuentaran para tener sexo. Aunque ni siquiera era así, no lo planeaban o acordaban un día. Sólo se daba. Lo que tampoco sabía cómo poner en palabras.

Desde que era joven, Hongjoong siempre encontró complejo el expresarse, seguro, podía gritar su opinión y las cosas que consideraba mal según su ética o moral, pero era muy diferente cuando los sentimientos se relacionaban; no quería decir que en esta ocasión lo fuera, pero sí es verdad que las emociones complicaban su funcionamiento por alguna razón. Volviéndolo más torpe y dotándolo de dificultades que, tal vez y sólo tal vez, no deberían de estar allí en un primer lugar.

—Ninguno —murmuró el chico bicolor después de un rato, bebiendo de su gaseosa con tranquilidad. Parecía plástica y claramente armada, construida en cimientos temblorosos—. Si les funciona de ese modo —comentó con un encogimiento—, no hay problema.

Arrugando las cejas, Hongjoong no se mostró convencido de lo que escuchaba y lo hizo saber:

—¿Qué esperaban? —replicó con honesta curiosidad—. ¿Que estuviéramos en una relación?

—Se ven tan domésticos el uno con el otro que, sí, de hecho pensábamos que estaban en una.

¿Domésticos? Hongjoong quiso reírse, porque no había manera en el mundo que él tuviera nada parecido con Mingi. No es que la idea le desagradara, porque no lo hacía, pero tampoco es que le hiciera gracia. O lo llenara de un éxtasis particular. Ya que en su consideración, se comportaba bastante igual con el moreno, no es como si le fuera indiferente por completo, pero tampoco es que le importara a morir. Se encontraba en ese punto medio de insignificancia vaga.

Para ponerlo de un modo.

—¿Pensábamos? —cuestionó con detalle, enarcando una ceja—. ¿Ustedes y quiénes más?

—El resto de los chicos —comentó el castaño del grupo. Jongho todavía lucía sereno con esos ojos redondos que le caracterizaban, viéndolo de forma prolongada y profunda—. Seonghwa fue quien plantó la idea.

—¿Por qué? —preguntó al borde de la risa. Encontrando hilarante que sus propios amigos: quienes lo conocían mejor que un, prácticamente extraño; creyeran algo de tal magnitud.

—Por la escena de celos de la otra vez —murmuró un confundido Wooyoung.

Hongjoong se encontraba por explotar, era un hecho. Las lágrimas comenzaban a acumularse en sus comisuras—. ¿De qué están hablando? —preguntó a más no poder, carcajeándose.

—De aquella vez en la piscina —respondió Jongho con un matiz de obviedad que lo desconcertó—. Cuando te llevó a rastras —explicó.

—No me llevó a rastras, ya habíamos quedado —justificó con las cejas fruncidas, ligeramente disconforme por la manera de expresarse de su mejor amigo. No le sentó bien que hiciera sonar al moreno de esa forma. Como un bruto que lo había arrastrado contra su voluntad.

—No es el punto —le recordó Wooyoung, rodando los ojos—. Sino la escena que armó por Seonghwa.

Y con esas palabras, las piezas encajaron en su lugar de manera apropiada, iluminando de compresión al más bajo en un instante. Sin embargo, pese a entender a qué se referían sus amigos, no halló las palabras para explicar que eso no había sido una escena de celos. Sino parte de la actitud llamativa y en algún punto maquiavélica del atleta de alto rendimiento. Quien le gustaba tomarlo de improvisto.

No es que se quejara, después de todo, si le disgustara su actitud ya lo habría mandado a pescar. Lo que claramente no había sido el caso.

—No fueron celos —fue lo único que pudo decir, totalmente incapacitado de una mejor explicación.

—Por más que te guste tener la razón, temo decirte lo contrario. No la tienes, lo fueron.

—¿Son exclusivos? —preguntó Jongho, cortando a Wooyoung y mirándolo directo a los ojos con una seriedad real.

Relamiéndose los labios, el más bajo boqueó una vez y una segunda—. Supongo —fue su respuesta más honesta.

—¿Estás diciéndome que ni siquiera sabes si puedes meterte con otras personas? —inquirió el bicolor, bastante desconcertado.

—Para ser claros, no me interesan otras personas ahora mismo.

—Pero hipotéticamente si pasara, ¿lo tienen permitido? ¿Sabes si él no se está metiendo con más personas?

Removiéndose en su asiento, Hongjoong hizo a un lado lo poco que le quedaba por terminar de su comida para mirar a ambos chicos frente a él con ojos grandes y pupilas temblorosas. Las preguntas, evidentemente, no le estaban sentando muy bien. Pero peor era la sensación de no saber qué responder. La falta de conocimiento y de información era como sal en la lengua y piedras en el estómago, pesaban con una densidad insoportable que no podía digerir. Haciéndole cuestionarse qué rayos estaba haciendo o en qué demonios se había metido.

Porque hasta el momento, no había hecho más que fluir con la corriente. Dejándose arrastrar por las olas quietas que representaban la personalidad austera de Mingi. Dándose cuenta recién ahora, que no tenía la menor idea del curso que estaban tomando. Lo que no era muy propicio para ninguno, ya que dudaba que el nadador se hubiera cuestionado algo que tuviera que ver con ellos, sabiendo lo liberal que era de mentalidad.

Y en el fondo, la pregunta de si el moreno estaba metiéndose con más personas, lo perturbó de una manera vertiginosa. Pero de forma honesta creía que no podía ser posible con lo apretado que era su horario de clases y de prácticas, ya que en las veces que había solicitado un encuentro furtivo por el impulso de simplemente querer una interacción real entre ellos, había sido cancelado por cuestiones de estudio. Y dudaba, sinceramente, que le hubiera mentido para verse con alguien más.

O al menos eso es lo que quería pensar, porque ante cualquier cosa, valoraba la franqueza de una persona. Incluso si no eran nada, la seguía teniendo en consideración. Ya que creía que era un rasgo humano que no debía de perderse, independientemente a cualquier cuestión.

—El horario no se lo permitiría —se encontró diciendo de manera descolocada.

—No fue lo que te pregunté.

—No tengo la menor idea, Woo —respondió con brutalidad, sobresaltando al par—. Podría estarlo haciendo como no. Yo qué sé.

Tragando en seco, el mencionado se acomodó mejor en su asiento, a sabiendas del comportamiento hosco de su amigo. El cual se producía cuando algo le incomodaba demasiado. Lo que parecía estar siendo el caso para sorpresa del bicolor y del castaño más joven. Ambos habían anticipado una actitud más tranquila y relajada, después de todo, no se llevaban conociendo mucho tiempo. Sólo un par de semanas y según su amigo, no eran nada.

Nada por lo que valiera la pena alterarse, pero al parecer ese no era el caso, y el de cabellera morada no parecía darse cuenta.

Carraspeando, Jongho tomó la palabra—. ¿Tú lo estás haciendo?

Hongjoong era una persona que le gustaba disfrutar de la vida y de sí mismo, no significaba que le temiera a las ataduras, porque no era el caso. Disfrutaba de las relaciones tanto como de su soledad. Asimismo, no era un elevado moral que crucificaba las relaciones simultáneas por así decirlo. Ya que si no se estaba en nada serio con nadie, no veía el problema de estar con alguien a su vez de que se frecuentaba con otra persona totalmente diferente.

Cuando se era algo sin ataduras y compromisos, podía darse el lujo de hacerlo. De lo contrario y de tenerlos, los respetaba como a un templo sagrado, ya que al final del día, valoraba la fidelidad por sobre todas las cosas.

—No —susurró en una realización que lo golpeó duro. Humedeciéndose los labios, sintió el vibrar de su celular en ese preciso instante que su mente se instalaba en una encrucijada.

Min
¿Qué te lleva tanto en aparecer? ¬¬

Recibido, 17:50.

Confundido por el contenido del mensaje, desbloqueó la pantalla y le respondió con propiedad. Queriendo suprimir cualquier pensamiento relacionado a la conversación con sus amigos.

Hongjoong
¿De qué hablas? ¿Aparecer dónde?
¿Quedamos en algo? Porque no lo recuerdo. Lo siento.

Enviado, 17:52.

Min
En mi práctica, cariño.
No te veo por ningún lado.

Recibido, 17:55.

Hongjoong
Oh. Pero hoy es jueves.

Enviado, 17:57.

Min
Sí, lo sé. ¿Qué sucede?

Recibido, 18:00.

«Deberías saberlo», pensó casi de inmediato, conteniendo la respiración. Apretando los labios en una sensación de inconformidad, tecleó una respuesta que sonara menos agresiva que sus repentinos pensamientos intrusivos.

Hongjoong
Tengo clases en este horario, ¿recuerdas?
No puedo visitarte, sólo los chicos. Aunque no sé si vayan a animarte.

Enviado, 18:05.

Min
Cierto. Lo siento.
Soy malo para estas cosas.

Recibido, 18:07.

Hongjoong
Descuida >.<
Aunque no sabía que te interesaba a ese punto de quererme ver en tus prácticas.

Enviado, 18:10.

Min
Me traes suerte.
Mis mejores récords son contigo presente.

Enviado, 18:15.

Hongjoong
En ese caso, deja el móvil, fanfarrón y concéntrate.

Enviado, 18:22.

La siguiente respuesta que recibió lo hizo sonreír momentáneamente. Pero después de que se decidió por guardar su celular, la mueca se distorsionó como pintura en el agua, perdiendo su pigmentación característica. Dejándolo desprovisto de color y tiñéndolo de sombras.

—¿Mingi?

—Deberían ir a animar a los chicos —aconsejó con un entusiasmo forzado, eludiendo la pregunta—. Yo tengo clases, como saben, así que no los puedo acompañar —agregó con una mueca semejante a una sonrisa torcida, falsa—, pero hagan lo mejor por mí, ¿sí?

Suspirando, Wooyoung fue quien tomó la palabra en este ocasión—. Sólo estábamos curiosos, Hong. No teníamos malas intenciones ni queríamos sabotearlos...

—Lo sé —interrumpió con una sonrisa menos fingida, terminando de recoger sus cosas—. El problema somos nosotros, supongo.

—No lo creo —dijo Jongho, evaluativo—. Si funcionan de ese modo y no tienen expectativas de algo más, están bien. Sólo son conocidos que tienen sexo, para ponerlo simple, no son los primeros en ese ámbito ni serán los últimos. No enloquezcas por nuestra culpa.

Es que ese era el problema, Hongjoong no sentía que fuera culpa de ellos, sino de él mismo y de sus repentinos pensamientos que no tenía idea de adónde habían salido.

—De acuerdo, nos vemos luego. Gracias por la preocupación.

Y con eso dicho, se acercó a cada uno y luego de un abrazo rápido se apresuró por salir directo a su siguiente clase, aunque los tres supieran que le sobraba tiempo para no tener que correr. En el exterior, el cielo lo recibió con nubes cargadas y oscurecidas en una promesa inminente. Tragando en seco, sacudió la cabeza y se decidió por no darle importancia a nada.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Hongjoong no podía creer lo mierda de suerte que tenía y que justo mientras caminaba por el campus, directo a su dormitorio luego de haber recibido una de las peores evaluaciones en su vida, las nubes que se habían tornado de una oscuridad espesa como la brea, liberaran su carga a mitad de camino. Haciendo que se empape por completo.

Apretando los labios, el más bajo respiró hondo para no tener una crisis en ese momento y maldecir a cualquiera que se le cruzara por delante, y en cambio, decidió actuar con sabiduría, buscando dónde cubrirse. Siendo junto a otros estudiantes bajo la marquesina de concreto del edificio de ingeniería.

Apoyándose contra la pared fría, el artista hizo lo posible para no insultar a nadie en particular y se encargó de verificar que sus pertenencias en el interior de su mochila se hubieran mantenido intactas, y como bien dijo el anuncio de dónde la compró, era impermeable. Lo que le alivió enteramente. Suspirando del gusto, cerró los ojos un segundo. Recobrando la cordura. Y al abrirlos, sus ojos se dirigieron a los edificio aledaños a los suyos, destacando el de matemáticas y ciencias.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong lo dudó al principio, cuestionándose si estaba bien contar con él para eso o no, no obstante, las alternativas que le quedaban eran dos: correr bajo el agua y sufrir las consecuencias de un posible resfriados de principios de otoño o esperar a que la lluvia aminore mágicamente, cuando ésta misma, había sido inesperada para todos.

Las opciones eran limitadas y no le gustaba la sensación de encierro que le causaban. Era asfixiante y determinante al mismo tiempo que lo abrumaban.

Tragando la masa de bilis que se había instalado en sus garganta con una dureza de piedra, finalmente se decidió por sacar el móvil de su bolsillo y marcar al número que nunca antes había marcado. Sintiendo como la parte trasera de la nuca le traspiraba y las manos le sudaban con nerviosismo. Relamiéndose los labios, llevó el celular al oído y escuchó el primer tono con claridad, mientras que el segundo fue un eco distorsionado que se sintió lejano. El tercero nunca llegó a percibirse.

—¿Qué sucede, cariño? —fue el saludo del moreno al otro lado de la línea, adornado con un matiz de humor—. ¿Me extrañas tanto que llamas de repente?

—Un poco —susurró en un hilo tímido, desviando la mirada a sus zapatillas arruinadas. Pateando una piedra fuera de la marquesina—. ¿Qué hacías?

Su pregunta ocasionó un silencio efímero pero notable que le hizo darse cuenta por primera vez en un tiempo, que esas preguntas nunca habían existido entre ellos antes. Tan casuales y ordinarias. Honestas de alguna manera. Siempre se habían manejado dentro de una cordialidad simulada y una indiferencia escasa. Casi superficial como todo lo que los envolvía.

—Terminaba mi tarea, ¿por qué? —preguntó con un tono de sospecha—. ¿Sucedió algo?

—No, sólo estaba aburrido.

—Y una mierda —masculló el moreno al otro lado, sorprendiéndolo y haciéndole abrir los ojos en grande—. Te escuchas raro, ¿te pasó algo que no quieres contarme? ¿Alguien te hizo daño?

Riéndose, Hongjoong desvió la mirada hacia un lado, repentinamente sintiéndose vulnerable—. Rojo —murmuró con la garganta seca—. Rojo.

—Hongjoong —advirtió Mingi en un tono seco y bajo.

—Es la primera vez en un tiempo que dices mi nombre —notó con una tranquilidad que no le acompañaba.

—¿Dónde estás? —preguntó el nadador, ignorando su comentario superfluo—. La lluvia se escucha demasiado fuerte.

—Fuera del edificio de ingeniería —respondió por lo bajo, impostando la voz—. ¿Por qué? ¿Vas a venir a buscarme? —intentó bromear. Fallando. Su tono fue muy agudo y con un declive notorio.

—Sólo quédate ahí.

Antes de que pudiera preguntar por el motivo, la línea murió, dejándolo suspendido en una inquietud constante y una incomodidad latente que lo llevo a cambiar el peso de una pierna a la otra. Sorbiendo por la nariz, Hongjoong parpadeó un par de veces antes de alejarse del grupo que comenzaba a ser mayor. Plantándose la idea de correr a su edificio.

Sin embargo, el ruido de un vehículo acercándose llamó su atención al igual que la del resto, y al voltear hacia la izquierda, se llevó la sorpresa de reconocer el Jeep gris que se acercaba con naturalidad en su dirección. Deteniéndose enfrente suyo, específicamente. Incrédulo, miró la puerta del pasajero abrirse y distinguir un asomo de la silueta atlética del moreno. Viéndolo desde el interior con las cejas fruncidas, claramente descontento.

—Sube —le ordenó con una cadencia poco amistosa, mirándolo desde el interior con una profundidad avasalladora—. Hongjoong —llamó de repente, haciéndolo sobresaltar y atraer un par de miradas indiscretas—. Que subas.

—No quiero mojar tu interior —fue la primera excusa estúpida que se le ocurrió. Aquello ya era demasiado. Demasiado doméstico por parte de Mingi. A pesar de ello, éste se mostró aún más ceñudo y la mano en el volante se apretó con fuerza.

—No pasa nada, hombre, es sólo cuero. Se puede arreglar. Entra.

Sacudiendo la cabeza, el lado obstinado de Hongjoong salió a relucir—. Rojo —repitió con mayor claridad, indicando que claramente se estaba cruzando un límite imaginario, sin embargo, el nadador no lo tomó.

—Entra —insistió con una cadencia más gentil, pero todavía seguía siendo una orden.

Pero por alguna razón inconsciente, Hongjoong no quería obedecer, temiendo que si lo hacía no hubiera marcha atrás a lo qué sea que estuviera sucediendo entre ellos. Y la sola idea le daba miedo, porque su cerebro todavía no comprendía la magnitud de los acontecimientos que estaban ocurriendo.

—No tenías que molestarte en...

—Ya déjate de esa actitud, Hongjoong y entra que estás temblando.

Y él quería decirle que se debía por una razón totalmente diferente al clima, aún así, guardó silencio. Poniéndose a pensar en una excusa que sea válida para declinar el ofrecimiento ajeno, sin embargo, nada le llegó a la mente. Nublada de una congoja indescriptible que lo tenía paralizado.

—Cariño —dijo el alto en un suspiro, cansado—, sólo entra para que lo podamos hablar. ¿Qué tal suena eso? —preguntó, pasando a negociar—. ¿Sólo un rato, hasta que la lluvia disminuya? 

Vacilante de su acuerdo, el más bajo aún así se puso en movimiento, impulsándose hacia el interior del Jeep con algo de dificultad. Habían traído bastante atención y por su culpa nada más. Con la puerta cerrada, los murmullos se convirtieron en ecos insustanciales teñidos de gris.

—Siento causarte molestias —articuló cuando las cuerdas vocales le funcionaron.

—¿Cuándo dije que fueras una?

—En la fiesta dijiste que no te gustaban...

—¿Podrías olvidar la fiesta? —preguntó en un suspiro, viéndolo a pesar de que él estuviera haciendo lo imposible para enfocarse en cualquier otra cosa menos en la presencia a su izquierda—. Ya pasó cerca de un mes, y si bien es cierto, no me gustan las complejidades. No pienso que seas una, ya te lo dije una vez...

—Rojo.

De soslayo, pudo divisar cómo las comisuras del moreno se apretaban y sus cejas caían en un barranco sin fin, disgustado. Era la primera vez en la vida que lo veía con semejante expresión y no resultaba agradable, ya que realmente lucía dispuesto a maldecirlo. O peor aún, bajarlo del Jeep.

—Ya deja eso y háblame. ¿Qué te pasó?

—La lluvia me atrapó a mitad de camino...

—Puedo darme cuenta de eso —interrumpió el atleta con un ápice de lo que podía definir como exasperación—. Me refiero a tu actitud, ¿por qué estás tan distante y raro? ¿Alguien se metió contigo?

—¿Qué importa? —replicó con las cejas fruncidas, comenzando a frustrarse—. No es como si fueras a decirles algo, ¿o sí?

—Sólo dime y lo sabrás.

Ese era el punto, que él no sabía nada. Iba a ciegas en lo qué sea que tuviera con Mingi pero aún así, ninguno parecía interesado en ponerlo en voz alta y articular las irregularidades que comenzaban a salir a flote. Porque para empezar, si eran simplemente compañeros de cama, ¿era necesario que el moreno se tomara todas esas molestias por él si no iba a recibir nada a cambio? ¿Cuando no estaba obligado por ningún compromiso a ser así de atento? ¿Cuando no eran más que meros conocidos casuales?

¿O acaso el equivocado era él? Al final, ¿cómo se suponen que funcionaban las físicas entre ellos?

Lo único que podía distinguir el artista eran líneas difusas que comenzaban a desaparecer en conceptos abstractos y ajenos a su comprensión mundana. Lo que no le gustaba. Habían veces que prefería el control y las cosas claras.

—Mi profesor me dio la peor evaluación que recibí hasta ahora, ¿sabes? —murmuró mientras se hundía en el asiento, la voz ahogado por una razón distinta a la narrada—. Me hizo sentir fatal, ¿y fallar en algo tan básico como la proyección de luz? Dios, es que soy patético.

—Endereza la postura —ordenó el nadador con un tono hueco, sorprendiéndolo, sin embargo, obedeció con tal de ahorrar confrontaciones innecesarias. Y al hacerlo, tuvo el cinturón de seguridad rodeando su cuerpo como debería de ser—. Listo —susurró al apartarse, acomodándose en su propio asiento—. ¿Es por eso que te ves como si fueras a romper a llorar en cualquier momento?

—Qué sensible de tu parte el resaltarlo.

—Viendo que no quieres responder a ninguna de mis preguntas, me voy por las opciones que me dejas. Así que, ¿fue tan malo? —preguntó cuando se pusieron en marcha.

Asintiendo, el de cabellera morada hurgó en su mochila y extrajo su cuaderno de bosquejos y tras pasar un par de hojas pesadas, le mostró una réplica del Río Han y uno de los doce puntes que lo atravesaban. Era una composición de líneas definidas y sombras. Sin embargo, fue obvio para el artista que el nadador no comprendió el problema y fue allí que comenzó a señalarlos.

—Se supone que la luz viene de este punto, por lo que estos edificios a espaldas del sol, deberían estar sombreados al igual que estos árboles, el agua debería ser clara recién a mitad de su punto de inicio y...

—Hongjoong, no sé nada de arte, lo sabes —le recordó en medio de su verborragia, interrumpiéndolo con suavidad—. Pero viéndolo desde este punto, no luce como nada que no puedas salvar.

—Eres el único que pensaría de esa manera —susurró mientras cerraba el cuaderno y lo volvía a guardar, apoyando la frente contra la ventana—. La lluvia disminuyó, puedo irme caminando...

—No vas a bajarte —dictaminó el moreno de repente, un tono serio que le había escuchado en pocas ocasiones con anterioridad—. Vamos, cariño, no seas tan hermético conmigo y dime qué más hay.

—Tú —exclamó con las manos temblando, apretándolas juntas, bajó la mirada a su regazo—. ¿Te acuestas con alguien que no sea yo?

Deteniéndose de repente, Mingi se giró a mirarlo como si acabara de decir la cosa más estúpida del mundo, sin embargo, él mantuvo la cabeza en alto. Carcomido por la desinformación y el desconocimiento pleno. Perdiendo en su totalidad contra los pensamientos que se habían colado sin darle tiempo a una defensa apropiada.

—¿Qué acabas de preguntar? —masculló el moreno con incredulidad—. Porque déjame decirte que, por si no lo habías notado aún, tengo un horario igual de apretado que el tuyo y tengo que hacer milagros para poder verte fuera de la piscina. Así que no, no me estoy viendo con nadie más aparte de ti.

Allí estaba otra vez, esas confesiones que daban pie a una doble interpretación en la que no quería sumergirse, porque sabía qué rumbos tomaría su mente disfuncional. Y lo que menos necesitaba ahora mismo era eso: pensar; necesitaba que le apagaran las neuronas y le frieran las funciones por unas cuantas horas.

Y sólo había una manera de conseguirlo. Al menos para él, y era mediante el sexo.

—Rojo —susurró con la voz entrecortada, el temblor de sus manos yendo en aumento—. No puedes decir cosas como esas de la nada. Harías que cualquiera se ilusione.

—¿Qué es lo que rayos quieres? —terminó preguntando Mingi, completamente desesperado.

—A ti —murmuró, viéndolo directo a los ojos—. Te necesito a ti, ¿no puedes notarlo?

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Al entrar a su habitación, lo primero que Hongjoong sintió, fue el impacto de su cuerpo contra la madera de su puerta cerrada. La humedad de su ropa haciéndolo sentir inquieto, desesperado por quitársela de encima, no obstante, Mingi parecía tener otros planes porque no hizo amague de quitarle ninguna y en su lugar, a medida que se besaban con mayor ahínco, era arrastrado por las dimensiones modestas de su habitación hasta que sintió el impacto duro y filoso de su escritorio contra su cadera. Jadeando a medio beso, sus manos fueron directo a la superficie vacía de su escritorio y se apoyaron en ella, buscando estabilidad. Lo que no consiguió del todo.

Besándolo con una fogosidad deslumbrante, Hongjoong apenas pudo seguir el ritmo castigador de Mingi. No sólo era demasiado bruto, sino que también demasiado profundo. Excavando en las amplitudes de su cavidad bucal como si buscara algo en específico, aparte de hacer que sus piernas tiemblen como gelatina. Ahogado por el poder de aquella lengua que lo dominaba sin misericordia, se vio en la obligación de usar sus dedos y golpetear dos veces en el hombro izquierdo del nadador. Inmediatamente después de hacerlo, la densidad aminoró lo suficiente como para permitir que sus pulmones consigan algo de aire.

Respirando varias bocanadas de aire, Hongjoong no se quejó cuando Mingi lo volteó, poniéndolo de espaldas y de enfrente a la ventana cerrada de su dormitorio. Siendo tela beige todo lo que podía observar desde esa posición.

Jadeando por lo bajo, el artista cerró los ojos cuando sintió unos dedos ásperos deslizarse por debajo de sus prendas húmedas. Trazando las lineas inexactas de su cuerpo con amabilidad, al mismo tiempo que besos de mariposa eran presionados en la base de su cuello y en la parte posterior de su nuca. Llenándolo de sensaciones cosquillosas que comenzaban a tener efecto en la base de su vientre, creando una bola de masa caliente de procedencia lujuriosa. Contaminando sus mentes de una indecencia vigorosa y espesa. Adictiva en una concentración desbordada.

Y en el momento que unos dedos ásperos se posaron por encima de sus pezones con delicadeza y empezaron a masajearlos con un cuidado de cristal, las órbitas de sus ojos se fueron a blanco, engullidas por un placer que ardía como mil soles y resultaba igual de incandescente.

Presionando las caderas hacia atrás, Hongjoong pudo sentir el bulto bien alzado de Mingi pegado a su culo, su primer instinto fue comenzar a realizar movimientos circulares con la cadera, estimulándolo por encima de las prendas. Sin embargo, la advertencia que le llegó en forma de una nalgada, no hizo más que arrancarle un gemido necesitado. Lo que por consecuencia, hizo que se presionara en la erección impropia. Robándole un gruñido gutural al moreno.

Sus dedos perdieron el balance y antes de que pudiera recobrarlo, presionaron sus pezones con fuerza, arrancándole un quejido adolorido, que pronto se vio reconfortado por la suministración de unas caricias más suaves en sus areolas hinchadas y enrojecidas por la manipulación. Su nuca mientras tanto, continuó siendo mordisqueada y magullada en marcas imborrables. Un fuego que le quemaba en la piel y se infiltraba a sus venas con una pesadez de mil toneladas. Obstruyendo la circulación de su sangre y descarriando las palpitaciones, ya de por sí desaforadas de su corazón.

Gimiendo de forma prolongada, Hongjoong echó la cabeza hacia atrás cuando una impresión de dientes se presionó en la piel apenas descubierta de su hombro izquierdo. Fue tan brutal y salvaje, que lo tuvo removiéndose de forma incómoda. Todavía llevaba sus prendas encima, al igual que el moreno y el calor que comenzaba a ascender por la habitación era insoportable. Quería arrancárselo de la piel a tirones y sumergirse en una piscina de intenso azul, fría hasta la muerte. Que suprimiera algo de ese ardor que comenzaba a trepar por su espina dorsal y acaparar sus terminaciones en un fuego eterno.

Gimiendo por tercera vez, Hongjoong apretó los párpados con fuerza en el instante que una de sus exclamaciones se escuchó y la mano del moreno se coló al interior de sus pantalones, otorgándole a su erección algo de atención pese a que aún estuviera apresada bajo capas pesadas de ropa mojada. No le importó en lo más mínimo. Las caricias suaves a lo largo de su tronco fueron el consuelo perfecto y una tortura romana de la que quiso escapar. Incluso lo intentó, impulsándose hacia adelante, pero sólo consiguió que una mano abandonara sus pezones maltratados y fuera a parar a la base de su cuello. Sosteniéndolo con una firmeza sentida.

Parpadeando varias veces, Hongjoong tuvo mucho en lo qué enfocarse de repente, sus pezones que pulsaban por las anteriores atenciones, su miembro que era acariciado con una lentitud tortuosa, los besos húmedos que se repartían en su cuello y oreja, en conjunto con la mano que le rodeaba la garganta con una seguridad férrea.

Era mucho en distintas partes que su mente, gradualmente, comenzó a empujarse fuera de sí misma con lentitud. Apartándose a un rincón de suavidad extrema y asilada de cualquier pensamiento o intromisión no deseada. Acogida por un calor menos abrasivo y más reconfortante. Como nubes de seda que lo rodeaban con un cuidado de cristal, procurando no hacerle daño.

Echando la cabeza hacia atrás, se apoyó en el hombro amplio del nadador y dejó que las sensaciones lo envolvieran por completo. Estimulándolo a un punto donde sus lágrimas se manifestaron y su mente entera se llenó de un color vibrante que no podía poner en palabras.

—Te sientes tan bien, cariño —susurró Mingi contra su oído, jugueteando con su caparazón, a la vez que continuaba masajeando su escroto—. Tan suave por todas partes —agregó en cuanto lo oyó gemir—. Quisiera comerte entero. ¿Color?

Disperso como estaba y fuera de sí mismo, lo único que hizo el más bajo fue asentir de forma seguida, continuando a su vez, frotándose en la erección del moreno que parecía haber crecido más. El grosor entremetido en su pantalón, trazando la línea con dureza.

—Verde —dijo sin pensar en las implicaciones de las palabras ajenas, sumamente concentrado en las sensaciones que lo comían vivo por dentro y por fuera, como un incendio interminable.

—Tan bueno para mí —susurró el nadador con adoración, arrastrando los labios por su mejilla—. ¿Cómo podría ver a alguien más teniéndote?

—¿Me tienes? —preguntó con un hilo de voz roto.

—Entero —aseguró con un esbozo de sonrisa, besando su mejilla—. Y sólo para mí, ¿no es así?

—Completamente tuyo —dijo en una voz quebrada, ido en su totalidad.

Riéndose contra su mejilla, el moreno procedió a bajarle los pantalones hasta los talones y en ese instante, en el que la masa de sus nalgas era amasada con devoción, Hongjoong comprendió lo qué estaba por pasar. Que Mingi se pusiera de rodillas, lo hizo más explícito para su mente embriagada en emociones abrumadoras.

Jadeando profundo, miró hacia abajo, por entre sus piernas, sólo para encontrarse con el retrato obsceno del nadador comiéndole el culo. Cerrando los ojos, se aferró a la madera de su escritorio con fuerza y agradeció que sus compañeros estuvieran refugiados en el laboratorio o de lo contrario, el rubor en sus mejillas sería de un tono escarlata.

—Min —dijo entre balbuceos incoherentes—. Min...

Apartándose, el aludido introdujo un dedo por la bola de nervios que era su entrada y asintió a pesar de que no lo estuvieran viendo.

—Lo sé —susurró con la boca humedecida—. Lo sé —repitió en un intento de consuelo, moviendo su primer dedo, probando la resistencia del más bajo. Encontrando un poco de ella.

—Más —replicó el artista con la voz quebrada, sin aliento—. Quiero más.

Y remitiéndose al silencio, el más alto simplemente fue indulgente en su comportamiento y obedeció, volviendo a fundirse entre la hendidura de sus nalgas. Usando su lengua para alcanzar aquel círculo de nervios que mostraba resistencia, incluso con un dedo dentro.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong no pudo evitar empujar hacia abajo cuando la sensación fue demasiado placentera y sus piernas se sintieron temblar, recordándole que debía de mantenerse sujeto a su escritorio o se derrumbaría. El calor que lo envolvía desde lo talones a la nuca, era incomparable a ningún sol. Quemaba por dentro de la misma forma que lo hacía por fuera. Era como ser devorado por una lujuria de intenciones demoledoras. Absorbido por un abismo interminable y denso. Sus entrañas pesaban y sus venas ardían de una manera que no podía describir con palabras sencillas. Era como una llamarada sin fin.

Y cuando un tercer dedo ingresó, expandiéndolo de esa forma dolorosa que tanto le gustaba, sus ojos se llenaron de lágrimas cuando el verdadero desafío comenzó: ser preparado al mismo tiempo que todavía sentía la lengua del moreno entremedio de sus falanges.

Enloquecido por las sensaciones astronómicas, Hongjoong se encontró jodiéndose a sí mismo en los dedos de Mingi, frotando su miembro contra la madera dura de su escritorio, encontrando satisfactorio el contraste suave de una parte y el castigador de otro. Mordiéndose los labios hasta hacerlos sangrar, pudo distinguir un sonido similar a un gruñido, y de repente, aquella lengua abandonó su trasero y se hizo un camino hasta su cuello, donde dientes determinados dejaron impresiones visibles e imposibles de ocultar. De una coloración rojiza que pronto se tornaría morada.

Lo siguiente que Hongjoong supo, es que su entrada estaba siendo estrechada por algo más grueso y caliente que unos dedos. Gimiendo de forma prolongada, sus ojos se voltearon hacia atrás en un placer devastador y sus uñas dejaron marcas permanentes en su mueble de estudio. La sensación del látex y la preparación previa, lo volvieron más intenso. Haciéndolo soltar incoherencias sobre la pertenencia y de si lo estaba haciendo bien. Lo que inmediatamente lo llevó a escuchar cosas dulces.

Y cuando la cúspide de las sensaciones lo abrazaron en un manto de calidez indescriptible, dispuesto a saltar al vacío, hubo una mano en la base de su erección presionándose con fuerza y otra en su cuello, restringiendo su oxigeno con levedad. Al mismo tiempo, los embistes se volvieron más lentos, rítmicos a comparación de lo erráticos y profundos que venían siendo. Igualmente de esa manera, el nadador consiguió dar con su próstata. Golpeándola una y otra y otra vez. Haciéndolo salivar y parpadear repetidas veces, en un intento fallido por controlar las lágrimas que se escapaban por el costado de sus comisuras.

—Amarillo —murmuró del modo en el que pudo, saliva escurriendo por un lado de su boca—. Amarillo.

—¿Pero qué dices? —replicó el moreno con la respiración pesada—. Ya vamos lento, ¿no querrás decir rojo?

—No lo sé —susurró con la mente perdida. ¿En verdad iban lento y su percepción estaba daña? ¿O el moreno le estaba haciendo creer lo contrario? ¿Era incorrecto pensar de esa manera?—. Sólo quiero correrme —agregó con mayor claridad, los ojos todavía cerrados y las piernas temblando por el esfuerzo de mantenerse recto. Sus dudas quedando sepultadas.

—¿Pero quién dijo que yo quiero que lo hagas? —repreguntó con una ceja enarcada de la que sólo él fue consciente, impactando contra su próstata con determinación—. Con lo listo que eres, ya te habrás dado cuenta de que te estoy castigando.

—Rojo...

—Qué linda criatura, queriendo escapar sin obtener su liberación —murmuró el moreno en un arrullo de papel, completamente falso—. ¿Qué debería hacer contigo, cariño? —preguntó para sí—. Pensando tonterías y armando escenas delante de otros estudiantes. ¿Por qué?

—No lo sé —dijo con lágrimas corriendo por sus mejillas.

—¿Cómo podrías no saberlo con lo listo que eres? Con lo bien que me haces sentir siempre.

—Min...

—¿Sabes que puedes confiar en mí, no? —preguntó en un susurro trémulo, pegado a su oreja—. Incluso si sólo estabas de mal humor, puedes decírmelo, cariño

Inclinándose hacia adelante, queriendo esconder su rostro entre sus brazos, hubo una mano en su garganta que se lo prohibió. Haciéndolo gruñir de la frustración y de la impotencia, quería confesarse pero no sabía cómo hacerlo. Y lentamente, eso comenzaba a manifestarse en su pequeño llanto. El cual iba en aumento.

—No quiero.

Oprimiendo su garganta con ligereza, el nadador no se tomó a bien su respuesta—. No voy a juzgarte —intentó esta vez, una voz de seda que se oponía a la restricción que se encontraba aplicando.

Moviendo las caderas en busca de un estímulo mayor, Hongjoong no se dejó engañar, en lo que su mente drogada de endorfinas, le hizo creer, era una trampa. Y probó de nuevo diciendo su color que le teñía la vista de una intensidad abrumadora. Sin embargo, nuevamente, no funcionó y la opresión en su cuello fue en ascenso al igual que la restricción de su liberación.

Desarmado por completo y agotado de la sobreestimulación que comenzaba a devorarlo por completo y a escupir sus partes una a una. Como si fuera basura.

—Seúl —exclamó en medio de su llanto, cabizbajo—. Seúl.

Y eso bastó para que la mano que lo oprimía perdiera su fuerza y la que estaba en la base de su erección, comenzara a bombearlo en simultáneo que el moreno lo embestía un par de veces más. Sobrecargado por los estímulos abrasivos, la mente de Hongjoong colisionó por completo. Desarmándose en mil piezas distintas. El fuego de la liberación encerrándolo en una jaula de barrotes ardientes que se marcaron en su piel con dureza. En una marca perpetua de lo que había sido su encuentro.

En cuanto esa mano se perdió de su garganta, Hongjoong finalmente se derrumbó sobre su escritorio, desplazando un par de libros que se encontraban allí al suelo. La respiración le pesaba y el pecho le subía y le bajaba con una fuerza inconcebible. Las piernas le temblaban y la mente la tenía vacía de cualquier pensamiento al punto de que la neblina era ta espesa como difícil de alejarse de ella. Abrazado por su suavidad característica, le era imposible.

—Hongjoong —susurró al que podía identificar como Mingi—. ¿Estás conmigo?

Girándose, el de cabellera morada le rodeó los hombros con los brazos y como estaba, continuó llorando en sus brazos. Ocultando el rostro en la curvatura de su cuello perlado por el sudor.

—Está bien, cariño, lo hiciste bien.

—¿Por qué no te detuviste cuando te lo pedí? —preguntó entre hipidos, aún sin revelar la cara.

—Era un castigo, Hongjoong. Me hiciste esperar innecesariamente, armaste una escena y me mentiste, ¿esperabas que fuera dulce contigo todo el tiempo? Bueno, déjame avisarte que estás con la persona equivocada, no abalo ese tipo de actitudes y ya deberías saberlo.

—Tú deberías saber que no puedo verte los jueves pero no te niego un orgasmo por eso.

—¿Estuvo tan mal?

—Lo odié —dijo al apartarse, restregándose las manos por las mejillas—. Fue la peor sensación del mundo. Te odié también. Ya te lo dije, no soy masoquista. No tanto —susurró por lo bajo, avergonzado—. Puedo soportar algo, pero no me gusta demasiado intenso.

—¿Pero sí al punto de las lágrimas? —preguntó el moreno, limpiándole el rostro con suavidad. A diferencia de él que estaba siendo un bruto absoluto.

—No es lo mismo.

—Sé que hay distintas maneras de conseguirlo, pero tienes que recordar que no soy un experto, Hongjoong, por mucho que me guste jugar contigo, sigo teniendo aspectos que conocer de ti y de cómo te gusta. La mayor parte del tiempo tengo que adivinarlo.

—Al menos eres bueno para deducir, otros lo han hecho peor.

—Me alegro —susurró al besarle la mejilla—, supongo —murmuró dubitativo, viéndolo directo a los ojos—. ¿No me dirás lo qué te pasó, cierto? Y hablo de lo que te tiene perturbado.

—No estoy en condiciones de confesar nada en este estado.

Tomando consciencia de sus estados respectivos, el nadador murmuró una disculpa auténtica antes de tomar un par de toallas húmedas y comenzar a limpiarlos. Quitándose el preservativo, lo ató antes de tirarlo en el recipiente de basura más cercano. Con eso hecho, ayudó al artista a llegar al baño, allí, mientras se bañaban, reinó el silencio. Fue como una capa perceptible y tangible de algo invisible que podía cortarse con facilidad de quererlo.

Al terminar de ducharse, Mingi colocó a Hongjoong contra la encimera del lavado y comenzó a secarle el pelo con suavidad, pasando los dedos por entre las hebras moradas que comenzaban a perder intensidad.

—¿Por qué ese color? —preguntó de repente, curioso.

Parpadeando hacia arriba, el artista tardó en contestar—. Quería probarlo, no hay una razón especial para ello.

—Te queda bien.

—Rojo.

Rodando los ojos, el moreno apagó el secador cuando se encontró lo suficientemente satisfecho con su trabajo—. Y ahí vas de nuevo con eso, ¿podrías parar de cortarnos? —pidió en una inflexión que no pudo determinar—. Quiero conocerte, y deteniendo cada intento que tengo no sirve de mucho. Entiendo que nos vemos para tener sexo mayormente, pero me agradas, incluso pienso que podríamos ser buenos amigos.

—Los amigos no joden, Mingi. No me vengas con eso. Las cosas siempre se complican de ese modo.

—¿Quién dijo que no lo hacen? —preguntó con una ceja enarcada—. Wooyoung se mete con los míos y no es nada serio, además, se llevan de puta madre.

—Vocabulario —advirtió con los ojos entrecerrados, apoyando las manos sobre el lavado—. No soy como Wooyoung por si no lo habías notado, necesito límites. O es blanco o es negro, estos grises me están confundiendo.

Estirándose, el moreno lo tomó por las mejillas con suavidad, acunando su rostro con ambas manos. Una expresión seria pero una mirada compasiva que rozaba lo dulce.

—Entonces hagamos esto, me atraes, Hongjoong, como nadie, pero si no te sientes cómodo, ¿qué tienes que decirme?

Tragando en seco, el artista desvió la mirada antes de contestar, una voz quebrada y seca—. Seúl.

—Y aquí se acaba todo, quedamos de la manera en la que quieras y listo. Sin grises. Pero realmente me gusta la combinación que hacemos, así que arriesgándome a que me destruyas el ego, ¿qué color eliges?

Tenía tres opciones, evidentemente: continuar, dejarlo, o mantenerlo en suspenso en lo que lo pensaba. Verde, rojo y amarillo. Cualquiera que eligiera, marcaría un antes y un después en ellos.

Pero de lo único que estaba seguro Hongjoong, es que no se arrancaría a Mingi tan fácil del cuerpo, se había infiltrado en las profundidades de su piel, tan por debajo, que no sabía qué hacer sin el tipo presente. Incluso si sus interacciones eran mínimas.

Y teniendo esto presente, hizo su elección.

—Verde.

—¿Seguro? —le preguntó con una seriedad que sólo le había visto en las prácticas.

Asintiendo de manera torpe, Hongjoong intentó un amague de sonrisa—. Seguro, ¿qué daño podría causarme? ¿Cuidarás de mí, no?

Rozando sus labios, Mingi asintió con seguridad, y sin palabras de por medio, lo besó con una profundidad arrebatadora y una lentitud demoledora que le robaba el aliento y le aceleraba el corazón. No comprendiendo el motivo detrás de tal suceso.

Pero para el torbellino de emociones que había sido su día, ese momento teñido de un tierno rosa, era lo mejor que le había pasado.



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