❈•≪07. Irregularidades≫•❈
Estirándose en la comodidad de la cama, Hongjoong de todavía ojos cerrados, soltó un suspiro profundo. Pese a no haber bebido demasiado la noche anterior, nada en realidad, sentía el cuerpo adolorido y cansado. Como si pesara una tonelada entera.
Lo que no era buena señal.
Removiéndose bajo las sábanas, notó las primeras anomalías que no correspondían a su dormitorio. En particular, notó una pared repleta con fotografías, no sólo de personas que conocía de hace poco, sino que también de paisajes teñidos de violeta y de horizontes pintados en naranja. Una majestuosidad que no tuvo tiempo de apreciar. También percibió una pila de libros relacionados a la anatomía que no recordaba haber tomado prestados de la biblioteca y algunos sobre dietas que tampoco tenía en la memoria.
Confundido, se enderezó en la cama que ocupaba y miró alrededor con mayor detenimiento. Notando un escritorio de madera oscuro con varios artículos encima. Un recipiente con anillos grandes y llamativos junto a un portador de gafas. Habiendo de sol y lentes de lectura. Los cuales claramente no le pertenecían. A los suyos los tenía en un cajón bien organizados. Pero eso no fue todo, sus prendas de la noche anterior yacían plácidamente en una silla de madera. Bien dobladas y apostaba que incluso hasta lavadas.
Pero eso en lugar de tranquilizarlo, hizo que su corazón comenzara a repiquetear en su esternón como loco, cegado en un pánico trepidante y en un temor desconocido. Era la primera vez que pasaba la noche con alguien que no era más que un acostón, o peor que eso, un simple conocido casual. Por lo cual, la situación era de temer.
Nervioso y con las manos sudando, el más bajo se relamió los labios y miró hacia abajo. Percatándose de que traía prendas holgadas, tanto una sudadera gris ordinaria como un pantalón corto un tono más oscuro. Lo que significaba una sola cosa: lo habían cambiado mientras estaba en las redes reconfortantes de Morfeo.
Lo que no era tan serio si lo pensaba desde la perspectiva de que de ese modo estuvo más cómodo para dormir. Sin embargo, todavía fue sin su consentimiento.
Tragando en seco, no supo si agradecer la muestra de humanidad de Mingi o juzgarla escasamente.
«Y hablando del Diablo», pensó en el momento exacto que la puerta se abrió y el alto de cabellera café apareció. Luciendo increíblemente atractivo que le robó el aliento un segundo. Pelos desordenados en una imperfección deliberada, flequillo cubriéndole el rostro en una apelación juvenil y refrescante. Camiseta azul remangada hasta los codos y pantalones de mezclilla negros en las piernas, lucía como si acabara de salir de una pasarela y no de clases, dato que percibió por la mochila que cargaba en su hombro con soltura. Era de no creer.
Pero espabilando, el más bajo pronto salió de su ensoñación y miró al alto con las cejas fruncidas en una inquisición implícita que por algún motivo, hizo al contrario sonreír de esa manera deslumbrante que tenía. Dejando a la vista sus dientes disparejos.
—¿Por qué estoy en tu dormitorio? —preguntó con los ojos entrecerrados. Dios, él ni siquiera tenía idea de la hora o si se había saltado una clase.
—Porque la noche anterior te dormiste en mi espalda.
—Esa no es justificación suficiente para que me encuentre aquí —declaró con cada vez más relieves en su frente. Riéndose con brevedad, el moreno pasó a tomar asiento al final de la que era su cama, manteniendo una distancia segura y dejando la mochila a sus pies.
—Bueno, explícame cómo hacía para meterme a tu edificio sin la clave —replicó el nadador con astucia, haciéndolo abrir y cerrar la boca torpemente—. Más aún cuando no tengo el número de ninguno de tus amigos.
—Podrías haber usado mi celular para contactarlos.
El moreno enarcó una ceja ante su sugerencia—. Eso sería invasión a la privacidad —destacó sin un tono en particular—. Pero en cambio, usé el mío para contactar con Yunho. Saben dónde estás, así que no te preocupes.
Respirando hondo, el artista exhaló con fuerza el aire que no sabía que había estado conteniendo. Lo que menos había planeado la noche anterior, era desaparecer sin dejar rastros, e incluso si uno de sus últimos mensajes insinuó con quién estaría, le gustaba confirmar los hechos y no preocupar innecesariamente a sus amigos. Era un acuerdo que manejaban entre ellos por cuestiones de seguridad.
Y aunque le hubiera gustado haber sido él quien lo informara, agradecía que Mingi haya tenido la gentileza de contactarlos, así sea por personas aledañas. Y bajando de esa nube de pánico momentáneo, tuvo el tiempo para en verdad apreciar las acciones contrarias.
Había sido más consideradas de lo que pudo haber anticipado.
—¿Más tranquilo? —preguntó el nadador en un tono afable, una sonrisa colgando de sus labios como era usual.
Inhalando con fuerza, el más bajo asintió con lentitud, todavía sin comprender qué de todo lo había sacado de sus casillas. Si pasar la noche con Mingi; cuando en los pocos encuentros anteriores, alguno siempre dejaba al otro por su cuenta, si el no haber podido ponerse en contacto con sus amigos y mantenerlos en suspenso con respecto a su paradero; o si el haber confiado tan a ciegas en Mingi había sido un detonante para lo qué sea en el fondo de su cabeza fue la causa de su pánico inicial.
No estaba seguro de nada, simplemente de que tenía su mente echa un desastre y confundida a más no poder. Repleta de conjeturas y conspiraciones contradictorias. Porque una parte en el fondo de su inconsciente se alegraba de que hubiera sido Mingi y no algún otro imbécil desconocido.
—Sé que al principio puede resultar un poco loco —lo oyó decir, haciéndolo parpadear, desorientado. Levantando la vista de sus dedos que se retorcían como lombrices, se enfocó por primera vez en un rato, en el dueño del dormitorio. Notando que todavía mantenía su puesto al final de la cama y la expresión amistosa.
—¿El qué?
—Esto —dijo y pronto gesticuló entre ellos—. No es como que alguno lo hubiera planeado o tuviera las intenciones de pasar la noche con el otro, simplemente sucedió, pero aún así comprendo a la perfección si estás incómodo.
Incomodidad, esa era la palabra que había estado buscando todo este tiempo en lo que ponía sus pensamientos en orden. La situación en la que se había puesto era engorrosa, y no por el moreno, sino que por él mismo que de repente no comprendía dónde estaban esos límites que habían trazado de forma inconsciente y los mantenían por fuera de la vida personal del otro. Porque al menos para él, esto rozaba la intimidad privada de ambos a unos niveles incalculables.
Porque una cosa era usar la habitación del otro para tener sexo furtivo y luego cortar con la interacción por el día, y otra muy distinta era usarla a modo de ocio. Los hilos se enredaban fácilmente de esa manera y las irregularidades llevaban a las complicaciones. Como un lienzo donde faltaban las luces para crear contraste. No tenía gracia ni sustancia, era plano y absurdo.
—Es que..., no lo sé, es un poco extraño. Rara vez nos vemos —terminó diciendo, un tono bajo y dubitativo—. Lo que menos esperaba era despertar en tu dormitorio. Muy ordenado, por cierto. Me agrada.
—Puedes venir a pasar el rato de vez en cuando, si quieres —sugirió el moreno con facilidad, encogiéndose de hombros—. De seguro esa cabeza tuya encuentra algo de inspiración entre tanta basura.
Hongjoong quiso preguntar a qué basura se refería, porque lo único que podía notar, era orden por todos lados y un brillo inmaculado que no encontraba ni en su propio dormitorio. Era un nivel de cuidado que no se tenía con cualquier cosa y podía notarse. Asimismo, este nuevo escenario estaba repleto de oro. Copas, medallas y menciones especiales, todo brillaba en un oro cegador. Era deslumbrante cuántos puestos número 1 pudo contar en un estante. Asombrado, su boca se abrió sin que se diera cuenta, en una admiración auténtica.
Ocasos, soles y luces tenían esos colores. Ese amarillo cromado fascinante.
—Así que, ¿puedo venir un día a visitarte y rodearme de estos lujos? —preguntó con una ceja enarcada, claramente juguetón. Olvidándose por completo de su efímera crisis.
—Tienes mi número, manda un mensaje cuando quieras y lo tendré pendiente para ti.
La insinuación fue sutil, una declaración desapercibida, no obstante, el artista supo detectarla. Y mordiéndose el interior de la mejilla, el repentino conflicto sobre qué responder, lo hizo enmudecer.
—Gracias por cambiarme —optó por decir, redirigiendo el tema rápidamente, lo que fue sospechoso para el alto. Quien enarcó una ceja.
—¿Me tienes agendado, cierto?
A pesar de que nunca le hubiera escrito, Hongjoong sí guardó el número cuando Mingi se lo dio. Después de todo, no encontró una razón válida para descartar la proposición. El sujeto era agradable y lo atendía bien, si en algún momento sus hormonas volvían a enloquecer, su plan sería contactarlo. Sin embargo, el problema aquí, es que sus hormonas seguían ardiendo en una euforia interminable. Lo que no sabía cómo tomar, si de buena o mala manera. Porque eso llevaba a sólo una cosa: el moreno en verdad le atraía. Más que Inseok, claramente y por suerte.
Estirándose hasta la mesa de noche, tomó el móvil que descansaba en la superficie de madera y tras desbloquear la pantalla, navegó rápido entre sus contactos y luego de hallar lo que buscaba, lo dio vuelta, mostrándoselo a Mingi. El celular brillando con el contacto del moreno allí guardado: Min, decía en grande y de forma clara.
Algo simple pero ciertamente afectivo.
Y de repente, la curiosidad hizo mella en su consciente, queriendo ahondar por información. Así que sin pensarlo, marcó al número del nadador antes de colgar.
—Quiero ver cómo me agendas —declaró con un ambición determinante.
Riéndose. el alto apenas maniobró su celular antes de girarlo en su dirección: Bebé, destacó la pantalla. Haciéndolo enrojecer.
—No soy tu bebé —masculló entre dientes, el rostro caliente y las mejillas sonrojadas.
—¿Ah, no? —replicó Mingi, gateando por encima del colchón en su dirección—. Pero si te tengo malcriado como uno, planché tus prendas y las lavé mientras tú dormías.
—Ya te agradecí por eso...
—Además, cumplí tu capricho —cortó de inmediato, enmudeciendo las palabras ajenas con su tono bajo pero seductor. La reprimenda no siendo más que un teatro—. Te llevé a dormir como me pediste —declaró.
—¿Ibas a dejarme tirado? —preguntó con una ceja alzada, intrigado.
—¿Por qué haría algo cómo eso? —replicó el moreno, descolocado. Cejas fruncidas y comisuras caídas—. ¿No es obvio lo mucho que me gusta cuidar de ti? —preguntó cuando estuvieron cara a cara. Una expresión seria y determinada.
—¿En serio? —preguntó él con la voz temblorosa y en un tono rasposo, impropio.
—Por supuesto —dijo cuando los labios se acercaron lo justo—. Me encanta estar pendiente de ti, cariño —afirmó en un arrullo mentolado que le acarició el rostro con gentileza—. Eres asombroso en todos los sentidos, eres tan obediente y sensato, tan receptivo y dulce. Una adicción que no puedo soltar.
Hongjoong jadeó inconscientemente, seducido por las palabras articuladas en la gravedad de su tono bajo, pero no mucho después, se halló cubriéndose la boca con ambas manos al notar las intenciones de Mingi por acercarse más. Navegando por entre toda esa sensación de nebulosa mental, recordó que aún no se había cepillado los dientes. Nervioso, sus ojos miraron en todas las direcciones posibles menos a los cafés que tenía enfrente. La vergüenza trepó por sus miembros con lentitud, tiñendo las zonas de rojo. Mostrándose divertido, el nadador lo sostuvo por la nuca con las manos, ejerciendo la fuerza suficiente como para que el apretón sea reconfortante y la distancia se termine de acortar, uniendo sus frentes en un acto de características amorosas.
Las caricias no se detuvieron allí, con una sonrisa deliberada, el moreno procedió a dejar un tramo de besos sobre la piel de sus manos, descendiendo por su costado izquierdo, dejando varias presiones efímeras sobre su mejilla hasta llegar al lóbulo de su oreja, con el cual se entretuvo un rato, jugueteando con sus dientes y tironeando de la carne con suavidad, haciéndolo temblar por las leves sensaciones que viajaban en forma de corriente por su sistema.
—Min —dijo cuando los químicos comenzaron a liberarse en su cabeza y a llenarlo de un éxtasis descontrolado—. Tus compañeros...
Dándole un último beso, el susodicho se apartó hasta que sus miradas se encontraron. El alto siendo una composición recta y estable, bien plantada, mientras que el más bajo, temblaba de la anticipación, sobrecogido por las pequeñas estimulaciones recibidas. Con la mirada brillando en admiración, Mingi no perdió el tiempo y llevó sus manos al cuerpo de Hongjoong.
—Entonces, ¿qué te parece si jugamos a algo sencillo? —preguntó en un tono bajo, en la comodidad de su barítono—. Seamos silenciosos, ¿de acuerdo? Si eres bueno y lo consigues, te doy un premio, cualquier cosa que quieras. Si no es así, no obtienes nada, ¿suena bien?
—Pero, ¿y si nos escuchan?
—Podemos parar en cualquier momento, sólo tienes que decirlo —le recordó con amabilidad, acariciando al mismo tiempo, los costados de su cintura.
—¿Y si no puedo hablar?
Deteniéndose un segundo, el moreno se mostró evaluativo—. ¿Conoces el mecanismo de golpes? —tragando en seco, el artista asintió con nerviosismo, no obstante, lo único que obtuvo fue una sonrisa ladina y un apretón en las caderas que lo hicieron separar los labios por aire—. Por supuesto que sí, zorro astuto.
—¿Cómo lo conoces tú? —repreguntó de regreso, sintiéndose expuesto.
—Soy una persona curiosa y el Internet es un libro abierto. Puede mostrarte lo que quieras —ofreció como respuesta, encogiéndose de hombros—. Además, las personas son un mundo en sí mismas —declaró con naturalidad, viéndolo con especial atención, haciéndolo sonrojar—. ¿Qué hay del sistema de colores?
—También lo conozco —murmuró con la mirada en el techo.
—Estás realmente metido en esto, eh.
—Sólo un poco —murmuró con la voz quebrada y la mente dispersa—. Ya te lo dije, me gusta dulce.
—No te estoy juzgando, cariño. Sólo recolecto información útil —declaró con un tono tranquilo, procediendo a inclinarse y besarle el costado del cuello, una presión húmeda que le robó un suspiro prolongado—. Si quieres que me detenga, tócame tres veces. Si quieres que vaya más despacio, dos. ¿Entendido?
—Entendido —respondió ya sin aliento.
—Ese es mi chico. Muy bien —felicitó contra su pulso, dejando una marca allí que le hizo jadear. Inmediatamente, se llevó una mano a la boca y miró con pupilas temblorosas al moreno—. El juego comienza ahora.
Fueron sus últimas palabras antes de que comenzara a besarlo en el cuello con mayor insistencia, una determinación voraz que sólo le había visto reflejada en su silueta en el agua. Cerrando los ojos, Hongjoong separó las piernas debajo de las sábanas y se deslizó unos centímetros en el cabecero de la cama. Las manos de Mingi no tardaron en estar sobre su piel, tocando su espalda y recorriendo la extensión definida con calma y caricias superficiales. Sus dedos no dejaron marca pero sus yemas ardieron con el contacto, fue magnífico.
Su cuerpo musculoso se arrimó más cerca hasta que el calor se fusionó en algo indescifrable. Fue aplastante y abrumador. La colonia frutal llenando sus sentidos y sus caricias ineficientes, sirvieron para hacer que se retuerza en su sitio. Inconforme con las suministraciones. Demasiado suaves, demasiado lentas. Poco tangibles o memorables en el recuerdo de una pasión. Él quería algo diferente, algo que lo llenara y cumpliera con esas expectativas que comenzaban a arder a fuego lento en la boca de su estómago.
Las manos se trasladaron más abajo, hasta llegar al cordón de su pantalón y de un instante al otro, los hilos se aflojaron y la prenda se deslizó por sus muslos, llevándose consigo su prenda interior.
—Qué adorable —escuchó decir al atleta, una voz dulce cerca de su oído—. Ya estás goteando para mí.
Apretando los párpados con fuerza, el artista tuvo que hacer lo inhumano para tragarse el gemido que quiso romper las barreras del sonido y fluir libre por la apertura de sus labios. Sus comisuras se llenaron de lágrimas y su mente se volvió ligera, lentamente comenzando a volver los pensamientos borrosos y sus preocupaciones inexistentes. Como si una burbuja esponjosa y suave comenzara a rodearlo desde afuera para, gradualmente, llegar al interior de su cabeza. La sensación de sentirse entre las nubes y flotar, acogiéndolo con una ternura que no tenía lugar entre tanto calor aplastante.
Suspirando del gusto, el más bajo contuvo otro gemido cuando los labios del moreno volvieron a apoderarse de su cuello, besándolo con dedicación y entrega, llenándolo de marcas duraderas.
Pero lo que sin dudas le hizo ahogarse en sí mismo, fue la mano grande que le rodeó el miembro, los dedos largos que lo acariciaron con lentitud y se sintieron suaves contra la textura resbaladiza de su piel húmeda. Gimiendo por primera vez desde que empezaron con su sesión matutina, el de cabellera morada sintió cómo la cabeza le daba vueltas ante el apretón en la base de su erección. Conteniendo las súplicas, sus caderas empezaron a moverse al ritmo que marcaba la mano ajena. Yendo a su encuentro con ligereza, apenas moviendo su pelvis en un vaivén tortuoso.
Desesperado, sus ojos se abrieron de golpe en el momento justo que Mingi descendía por su cuerpo con presiones sutiles, de mariposa. Encontrándolo entre medio de sus piernas y con los labios separados en una imagen obscena, inevitablemente, sus garganta se rompió en un gemido profundo y sus caderas empujaron hacia arriba, queriendo alcanzarlo. Lo que no pareció gustarle al nadador en su totalidad, por la agudeza de su mirada. Ignorándola, Hongjoong llevó su mano a la cabellera café del tipo y enredó sus dedos entre sus hebras, empujándolo hacia abajo con sutileza. En una indicación directa de qué quería.
Rara vez había recibido sexo oral, y si la oportunidad de tenerlo estaba allí, él no dudaría en tomarla.
Lo que aparentemente pareció decirlo su mirada determinada, porque Mingi pronto fue indulgente con su comportamiento necesitado y abrió la boca lo suficiente como para que el glande pueda caber en ella. La sensación de calor envolviéndolo como un manto y el contacto con la humedad de su lengua, lo hicieron sumergirse en un delirio indefinido. Fue a un grado ancestral.
Sus párpados se cerraron momentáneamente y sus ojos se voltearon hacia atrás, viendo blanco por un segundo. La sensación fue indescriptible. Como ver estrellas en una noche contaminada de luces artificiales.
Jadeando por lo bajo, Hongjoong comenzó a mover sus caderas con lentitud, probando las dimensiones de la boca ajena y el calor que lo rodeaba con gentileza. Fue asombroso a un nivel que no pudo detallar. Las sensaciones se volvieron abrumadoras cuando sintió la callosidad familiar de un dedo en su entrada, acariciándolo con amabilidad y de forma circular, queriéndose infiltrar. Lo que consiguió para sorpresa del artista, quien estaba tan concentrado en las sensaciones alrededor de su erección que se encontró relajado a un punto sin igual, permitiendo dicho acceso.
Tanto el primer dedo como el segundo, ingresaron sin interrupciones, fue relativamente rápido y fácil, lo que llevó a Hongjoong a otro estado de placer. Aunque no descarta que hubo cierta incomodidad cuando empezaron a moverse en su interior. Ésta pronto desapareció. Esfumándose en la parte posterior de su cabeza con la sensación usual de ardor que le hizo acelerar sus embistes. La lengua que aplastó una de sus venas y jugueteó con la hendidura de su glande, procedió a rodear su erección con agilidad, provocando sonidos de succiones que lo enloquecieron.
—Min —pronunció en un quejido roto por primera vez en un rato—. Es demasiado —murmuró, claramente disperso de sí mismo y de su mente, justo cuando el nadador dio con su próstata—. Por favor.
Y él no supo si fue una súplica o una plegaria para que se detenga, de lo único que fue consciente, es que del hombre hizo caso omiso a sus palabras y continuó presionando su bola de nervios interna sin misericordia. Llenando sus ojos de lágrimas, enrojeciendo sus labios por lo apretados que sus dientes lo tenían y calentando su cuerpo de una manera febril. De los pies a la cabeza.
Y sus siguientes sagas de por favor, obtuvieron una respuesta. El moreno sacó su miembro de la boca y se enderezó con rapidez, para en consecuencia, tomarlo por uno de los brazos y girarlo sobre el colchón. Colocándolo boca abajo. Su rostro presionado contra las almohadas y una mano aferrada a su nuca. Lo siguiente que supo, fue que Mingi ingresó en él de una estocada.
El anterior juego previo y la sesión de estiramiento, sirvieron para que no le doliera, no obstante, eso no evitó que un gemido hiciera eco por las paredes cinceladas en beige. Rompiendo el acuerdo de silencio por quién sabe qué vez.
Hundido en los confinamientos de la suavidad esponjada de su mente, el artista se dejó hacer sin reparos. Permitiendo que el nadador embista contra su cuerpo sin culpas o consideraciones. Los sonidos libertinos que hicieron de sinfonía en la habitación reducida, fueron una consecuencia de la bestialidad con la que estaba siendo manipulado. La sensación asfixiante de calor y la mano que no paraba de estimular su erección, fueron como gasolina a la llama que no dejaba de crecer en su interior.
Los nervios tensos como cuerdas y las terminaciones vibrando sin parar, fueron sensaciones que lo sobrecogieron en extremo. El ardor de la liberación y la restricción de aire, se entremezclaron en una danza sin fin. En un contraste bruto. La saliva que corría por un lado de su comisura y los fuegos artificiales que no terminaban de estallar, lo empujaron a una piscina teñida de colores indeterminados. Abrazándolo en un fuego eterno que le quemó capas de piel hasta llegar a las terminaciones más profundas que lo componían.
En ese punto, sus nervios reventaron y su mente se acabó por separar de su cuerpo, llevándolo a un llanto extremo. La mano ajena continuó moviéndose en su erección a un nivel desgarrador y los embistes se prolongaron en el tiempo, haciendo añicos su próstata. Un cúmulo de estímulos que lo hicieron ver en un sólo color intenso y apasionado.
—¡Rojo! —gritó cuando ya no pudo soportar más la sobreestimulación. Un llanto desbordado y lágrimas que no se detenían—. ¡Rojo, Min! ¡Rojo!
Aflojando el agarre en su nuca, Mingi se inclinó sobre su espalda y selló sus labios en un beso demoledor. Dientes que chocaron sin querer y labios que se movieron de forma errática, es todo lo que fue. Desorganizado y caótico.
Rompiendo la unión de sus bocas, Hongjoong presionó su rostro contra la almohada y continuó llorando. Para ese entonces Mingi ya había salido de su interior y lo rodeaba con los brazos, en un intento por contenerlo. Su voz grave, pronunciando palabras de aliento. Reconfortantes en un arrullo de terciopelo.
—Eso es, respira hondo. Despacio, cariño, despacio —susurró con tranquilidad, una cadencia apacible—. Vas bien, buen chico.
Sacudiendo la cabeza, todavía fuera de sí, el artista negó su cumplido—. Lo hice fatal. Se supone..., se supone que...
—No importa —interrumpió el moreno, cerca de su oído y frotando su espalda—. Lo hiciste bien para mí. Fuiste bueno.
Volteando la cabeza, el artista se encontró con la mirada del nadador. Obsidianas oscuras y de identidad indescriptible, suaves en los bordes y amables en su proyección. Hongjoong se sintió resguardado, y más cuando hubo una mano secando sus lágrimas. Fue gentil y suave. Justo lo que necesitaba para volver a tierra.
—¿Tú crees? —preguntó entre hipidos, dubitativo.
—Sin lugar a dudas —respondió de inmediato, presionando la palma contra su mejilla—. Así que no te preocupes, ¿de acuerdo?
Asintiendo lentamente, Hongjoong se mostró más centrado y con la mirada enfocada—. De acuerdo. ¿Pero qué hay sobre tus compañeros?
—No están —dijo con una muestra de sonrisa apenada—. Todavía se encuentran en clases. Mentí. Sólo quería ponerte en situación, lo siento.
—Eres cruel —replicó con los labios abultados, sin embargo, no había veneno real en sus palabras y supieron plásticas—. ¿Por qué fue el castigo entonces?
—Porque de haberlo estado, nos habrían escuchado al primer intento —respondió con sencillez, haciéndolo fruncir las cejas, disconforme. No obstante, calló—. Fue un escenario hipotético, no te enojes.
—¿Me quedé sin mi recompensa?
—¿Qué querías? —preguntó el moreno de regreso.
—Que me volvieras a llevar a ese café, me gustó el menú, además, es económico.
—¿Nada más? —preguntó con una ceja enarcada, viéndolo con atención.
Relamiéndose los labios, el artista dudó antes de pronunciarse—. Y un set de acuarelas nuevo.
—Puedo llevarte al café de nuevo —murmuró el nadador, besando su mejilla—. Incluso si fallaste.
—La siguiente ocasión lo haré mejor —replicó con determinación. Él podía ser mejor que eso, lo sabía. Aún así, su respuesta hizo que el moreno lo mirara un minuto entero antes de asentir, lo que fue extraño.
—De acuerdo, ya lo veremos. Ahora, ¿quieres tomar una ducha antes de que los chicos vengan?
—No estaría mal —contestó con simpleza, la voz quebrada y un tono cansado.
De esa manera, Hongjoong dejó que Mingi se encargara de todo lo necesario. Incluso de su cuerpo mismo. Se hallaba demasiado exhausto mentalmente como para hacerlo por su cuenta.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
—¿Con quién te acostaste anoche que hasta ahora te apareces?
Fue lo primero que le preguntó Wooyoung cuando se vieron dos horas después. Su cuello de tortuga había sido bajado de repente, revelando las marcas a fuego vivo que habían sido incrustadas en su piel. Jongho no lucía impresionado, por el contrario, bastante expectante de oír la respuesta y con un brillo que aún no lograba descifrar en los ojos. A diferencia del bicolor, que lucía impaciente y ávido por respuestas.
Desviando la mirada, se acomodó la prenda lo mejor que pudo y se encaminó a tomar asiento en la mesa. Su bandeja en mano y su mochila colgando del hombro. En efecto, había perdido varias clases, sin embargo, para su suerte o desgracia, lo prefería de ese modo. Teniendo en cuenta la intensidad de su noche y de su mañana.
Después de todo, las podía recuperar luego. Cuando no le hubieran jodido las neuronas.
—¿No te llegó el mensaje? —preguntó con una ceja enarcada que era incompatible con la rojez que comenzaba a acumularse en sus mejillas producto de la timidez.
—Sólo la parte de que estabas con Mingi... ¡No jodas! —se interrumpió el estudiante de gastronomía de repente, las manos yendo a cubrir su boca. Mientras que a su costado, Jongho permanecía imperturbable—. ¡No jodas! —repitió en un tono agudo que le caracterizaba, atrayendo un par de miradas rápidas—. ¿Volviste a tener sexo con él?
—Dos veces —respondió por lo bajo, la voz adolorida y notablemente perjudicada. Lo que no pasó desapercibido para ninguno de sus amigos.
—Suenas para la mierda —declaró Wooyoung en un chasquido, procediendo a enarcar una ceja—. Creí que lo habías superado.
—Según él, a su tensión sexual —recordó Jongho con una seriedad inofensiva. Viéndolo de soslayo antes de continuar comiendo con calma. Admiraba esa compostura, más aún cuando su rostro seguía incendiándose. Avergonzado con su metida de pata.
—Ya no va...
—Ni siquiera te atrevas a insinuar que no sucederá de nuevo —cortó Wooyoung con una mano en alto y una actitud mucho más seria.
Tragando en seco, el artista se apresuró a llevarse su botella de agua a la boca, no comprendiendo los motivos de porqué se encontraba tan nervioso. No era la primera vez que algo así le ocurría: donde decía que no volvería a hacer algo, para días después, estarlo perpetuando. Y menos cuando hace dos horas, literalmente, había dejado en suspenso la promesa de una siguiente vez con Mingi. Lo que contradecía a sus palabras no dichas.
Más aún al deseo que ardía por dentro de concretar ese encuentro. Porque Hongjoong quería volver a ver a Mingi.
—Lo siento —murmuró por lo bajo, carraspeando, sin embargo, no consiguió nada con respecto a su garganta. Seguía siendo un desastre.
—¿Por qué? —preguntó el menor entre ellos—. No hiciste nada malo, pero sólo por curiosidad, ¿sabes lo qué haces?
Inclinando la cabeza, el de cabellera morada se halló diciendo—. ¿Saben algo que yo no sepa de él?
—No —respondió quien tenía su cabellera en dos tonos—. Realmente parece un buen sujeto, pese a los rumores que pesan sobre su espalda, pero sólo nos preocupamos. En verdad te atrae.
—No es como que vaya a hacerme daño de manera intencional, ¿saben?
—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó el castaño. Ceja enarcada y mirada curiosa—. Lo conoces hace menos de dos semanas.
—¿Intuición?
—No te ofendas, pero eso es basura —declaró Wooyoung—. Incluso si es bueno contigo en el sexo, no significa que lo vaya a ser por fuera de éste, ¿entiendes a lo qué voy?
—Por supuesto que sí. Están preocupados de que me rompan el corazón.
—Un poco —concedió Jongho con un asentimiento breve.
—¿Pero qué hay contigo? —dijo él—. A mí también me preocupa que te rompan el corazón, sin embargo, no cuestiono tus decisiones con Yunho.
—Tiene un punto válido ahí —replicó hacia el segundo mayor del grupo.
—Bueno, sí, lo tiene —concordó el bicolor un poco reacio—. Pero creo que sólo nos falta conocer más a Mingi, es todo. Luce demasiado hermético para ser amigo de alguien como Yunho o San.
—¡Oye! —replicó Hongjoong con las cejas arrugadas—. No seas así. Eso es demasiado superficial viniendo de alguien como tú.
—Sólo decía —murmuró con las manos en alto, rindiéndose—. Pero para ser honesto, creo que incluso a ti te falta conocer a Mingi.
—Para ser justos, he tenido más sexo que pláticas con él. Pero no es del todo malo, es sólo otra manera de conocer a las personas.
—Siempre dices eso —susurró Jongho, sacudiendo la cabeza con levedad.
—Pero tengo razón —declaró Hongjoong sin más—. Que no estés de acuerdo, no lo hace mentira.
Wooyoung asintió con calma—. Concuerdo con él en esta ocasión.
—¿Vamos a hacer un debate de esto? —preguntó Jongho con las cejas fruncidas y la mirada yendo de uno al otro.
—No, mejor hablemos de Yunho —pidió Hongjoong con una sonrisa ladeada—. ¿Cómo la pasaste ayer? Todavía no escucho nada de eso.
Cabizbajo, el menor farfulló su respuesta—. Estuvo bien. Wooyoung nos vigiló todo el tiempo, hasta que apareció Seonghwa.
—¿El otro amigo de Mingi? —preguntó confundido, sin estar familiarizado del todo al nombre.
—Ese mismo —contestó el bicolor con una sonrisa—. Me sorprende que no lo hayas cruzado en la fiesta, estaba entusiasmado con la idea de finalmente conocerte.
—¿Le hablan mucho de mí?
—Un poco —reconoció el menor—. Ya que en raras ocasiones tienes tiempo para juntarte con nosotros, aprovechamos para mencionarte al grupo.
—Jongho alardea bastante sobre lo talentoso que eres.
Riéndose, Hongjoong chocó sus hombros con el menor—. ¿Es así? —preguntó en un tono pícaro. Pestañeando repetidas veces.
—¿Acaso es mentira? —replicó el castaño con una ceja enarcada—. Sólo me aseguro de decir la verdad.
—Gracias en dado caso —su respuesta le hizo ganarse un encogimiento de hombros, pero de soslayo pudo percibir el esbozo delicado de una sonrisa a medio formar.
—La siguiente vez —articuló Wooyoung con afabilidad—, no escapes con Mingi y quédate a conocer su grupo de amigos. Son grandes personas.
—Prometido.
Y de ese modo, el trío se sumió en una conversación más trivial y superficial, sobre temas al azar. Dejando atrás todo lo relacionado al nadador y su grupo de amigos.
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