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❈•≪06. Adictivo≫•❈

Hongjoong se había engañado a sí mismo y no podía creerlo. De hecho, se negaba a aceptar que se había equivocado y que en realidad no había eliminado a Mingi de su sistema como pensó, y por el contrario, lo había fundido más profundo en su interior.

Se dio cuenta de ello la semana después de sus aseveraciones. En la misma fiesta de fraternidad a la que había asistido con el idiota de Inseok, quien por cierto, había tenido el descaro de darle lata apenas lo vio ingresar con la esperanza de que se dejara joder o algo parecido. Lo que no estaba pasando.

No se dejaba tocar por idiotas que preferían abandonarlo en un lugar desconocido sólo para ponerse borracho hasta el culo en una azotea. Tenía estándares y era mejor que eso.

Y si en esta ocasión decidió asistir a la misma fraternidad, fue por insistencia de Wooyoung, ya que Seonghwa los había invitado, quien al parecer era un miembro honorario del lugar, y aparte de hacer fiestas locas, hacían causas humanitarias y que ayudaban al medio ambiente. De lo que no tenía idea, ya que las fraternidades nunca fueron de su agrado al igual que cierto deportes. Menos el tenis, a él le fascinaba el tenis.

Pero volviendo al punto, como se trataba de una fraternidad, mientras conocieras a alguien siempre podías ingresar, sin importar tu edad, y fue gracias a ello que lograron infiltrar a Jongho. Un menor de edad que no estaba supuesto a escapar de su dormitorio a altas horas de la noche para beber. Pero Yunho les aseguró que estaría allí para que su amigo no tuviera excesos, y si bien ellos le creyeron, ya que el cachorro de verdad lucía como alguien confiable, el par hizo un juramento de no dejarlos solo por mucho tiempo. El suficiente como para que pudiera conocer más a fondo al alto pero no tanto como para que ambos desaparezcan de sus vistas.

Y fue en una de esas guardias, que Hongjoong detectó la presencia de Mingi a la distancia, ocupando uno de los sofás que habían sido dispuestos para descansar, se encontraba vistiendo prendas negras en su totalidad. Pantalones ajustados con cadenas a los lados, y un par de roturas pequeñas en la zona de los muslos y las rodillas. Mientras que por encima, llevaba una camiseta negra, simple, pero con el logo de Diesel grabado en el cuello de la prenda. El conjunto entero lo acompañaba con una chaqueta de cuero negra abierta y una zapatillas de estilo militar cafés. Se veía arrebatador, y aún más con la cabellera peinada hacia atrás con algún tipo de gel y un par de mechones puestos al costado de sus sienes de forma estratégica.

Sus manos picaron con la imagen y sus yemas ardieron en una sensación familiar.

Por su parte, Hongjoong había optado por algo más osado y revelador, en recomendación de Jongho. Ya que según el menor, tenía demasiadas prendas sin estrenar que le quedarían bien, y entre ellas se encontraban una remera gris con cuello de tortuga, era fino y delgado con cuatro estrellas bordadas al frente, mientras que para crear capas, llevaba una remera crop-top con líneas tribales, mientras que por debajo de esto, para no ir tan descubierto, poseía una remera holgada con letras grandes en el material delgado. Para la parte inferior de su cuerpo, no sólo había optado por ponerse unos pantalones cortos y ajustados, sino que también, los terminó combinando con una falda abierta por delante y larga. Casi le llegaba a los tobillos. Y unas botas para finalizar, cortesía de Wooyoung. Las cuales eran de cuero sintético y le llegaban hasta por unos centímetros debajo de las rodillas. Todo era en diversos tonos de grises, excepto las botas negras.

Y por las miradas que había recibido desde que entró, sabía que lucía fantástico. Él mismo sabía que así era. El maquillaje en tonos cafés, sólo era un accesorio irrelevante en esta ocasión, al igual que el tinte que adornaba sus labios y le quitaban ese tono rosa pálido que siempre traían.

Sin embargo, la persona que, inconscientemente esperaba que reconociera su apariencia, se encontraba ocupado en un sofá, con la piernas abiertas como siempre acostumbraba y hablando con una chica. Preciosa, sin lugar a dudas, pero eso no le terminaba de sentar bien. Y se supone que lo había superado. Oh bueno, a su atracción sexual.

O lo qué sea que tiraba de ellos y los ponía en la misma situación una y otra vez.

Bebiendo de su cerveza, Hongjoong sintió a alguien instalarse a su costado y al voltear, no pudo hacer otra cosa que rodar los ojos. Inseok. Otra vez.

—Luces hermoso, Hongjoong.

Frunciendo la nariz, el susodicho pudo percibir el aroma de alcohol hasta allí, pese a que unos buenos centímetros los separaban. Fue desagradable y lo tuvo crispando su expresión. Era demasiado alcohol para alguien como para que le apestara así la boca.

—Es la tercera vez que me lo dices, Inseok, me quedó claro a la primera.

Riéndose, el tipo se recostó a su lado, bloqueando su vista de Mingi. Genial, pensó con desanimo.

—Siempre con esa actitud de malcriado, me sorprende que le atraigas a alguien.

Cerrando los ojos, el artista se preguntó en qué momento Inseok se había convertido en semejante idiota. Porque en los primeros días de su convenio, por llamarlo de una manera, el sujeto había sido bastante agradable con él y educado, principalmente educado. Ahora en cambio, era un bastardo boca floja. Lo que no hacía sentido con su primera impresión. Y era por eso mismo que no las tomaba tan en serio, las personas siempre tenían un segundo lado.

—Tú estás aquí, ¿no? —replicó con indiferencia, viéndolo desde abajo con una ceja enarcada.

—Porque parece como si esperaras a alguien —le respondió con arrogancia, enderezándose y tomándolo por el mentón—. ¿A quién es, dulzura?

Estremeciéndose de la repulsión, Hongjoong apartó la mano de un golpe, el apodo nunca le había gustado. Era dulce, sí, pero demasiado para él. Además de que Inseok siempre lo decía de una manera perturbadora que no llegaba a ser del todo gentil o afectiva, lo que hacía que su repelús sólo aumentara.

—A ti no, tranquilo —y luego de palmear su pecho un par de veces y mostrarle su sonrisa más falsa, pasó a retirarse, alejándose del obstinado pelinegro—. Vaya pesado —susurró contra el pico de su cerveza.

Deteniéndose a medio camino de la pista, el más bajo lo pensó mejor, dándole un sorbo a su bebida. Estaba lo suficientemente achispado como para culpar al alcohol incluso si sabía que lo que haría a continuación, era adrede. Además, él mismo lo dijo una vez, ¿qué era la vida si no se corrían riesgos? Asimismo, saludar era inofensivo. Diría hola y se marcharía a cambiar de lugar con Wooyoung. Simple, rápido y efectivo.

Asintiendo con lo claro que sonaba su plan en el interior de su cabeza, sacó el celular del interior de su pantalón corto y le mandó un mensaje al bicolor de su mejor amigo, avisándole de su pequeña desviación, asegurando que sería breve. La única respuesta que obtuvo fue un emoticon que no le dijo nada, sólo que algo era gracioso, pero no sabía qué. Sus acciones descabelladas, tal vez.

Ignorando las palpitaciones exageradas de su corazón, volvió a guardar el móvil en el bolsillo secreto de su prenda y redirigió su marcha, yéndose hacia donde estaban los sofás. En el camino reconoció a un par de personas que pertenecían a su curso y se decidió por obviar, no tenía tiempo para charlas causales.

Y el momento determinante llegó cuando la distancia se redujo y su silueta se hizo visible para quienes no bailaban en la pista improvisada, incluyendo a Mingi que miraba alrededor con aburrimiento. O aparentaba estarlo. No estaba seguro. Sin embargo, en el instante que sus miradas se toparon, algo brilló en aquellos ojos cafés. Fue efímero antes de que se desintegrara.

—Lindo atuendo —dijo el moreno cuando estuvo lo suficientemente cerca para ser escuchado, atrayendo la atención de los demás que reposaban en el sofá alargado.

Bajando la mirada con falso desconocimiento, volvió a mirarlo para luego sonreír, tomando los costados de su falda y sacudiéndolos con suavidad—. ¿Tu crees? —preguntó con una inocencia teatral.

—Te hace ver bien, acentúa tus piernas —comentó con toda la casualidad del mundo, haciéndolo sonrojar. Eso había sido honesto de su parte, lo supo por la pequeña inflexión en su tono. Y más por cómo las personas lo miraron con ojos grandes, impresionados por alguna razón. Quizás el tipo no daba cumplidos tan seguido. Quién sabe.

—Gracias —murmuró, cohibido. No se esperaba ese giro de acontecimientos. Menos lo que pasó a continuación.

—¿Quieres sentarte? —preguntó con una gentileza familiar—. Luces cansado.

Y lo estaba, pasar un tiempo recostado contra una pared sin nadie que lo entretenga, había sido aburrido y agotador a partes iguales, por lo que sentarse no le vendría mal. Pero por más largo que fuera ese sofá, estaba a su límite, por lo que no tenía dónde caber. Y la chica que reposaba en el costado del nadador, no parecía muy dispuesta a hacerse a un lado.

—Estoy bien —mintió con una sonrisa que esperaba fuera creíble—. Sólo pasaba a saludar, es todo.

Y cuando se encontró dispuesto a marcharse, el moreno volvió a pronunciarse, un tono divertido y simple—. Pareces bastante malhumorado también, ¿por qué razón?

Apretando los labios, no respondió de inmediato. Hongjoong no quería reconocerlo. No tenía el derecho de hacerlo tampoco. Se supone que ellos eran dos conocidos que jodían de vez en cuando. O que lo habían hecho. Se suponía que él había eliminado a Mingi de su sistema y no tenía motivos para andar montando una escena de cartón. No obstante, allí estaba. Haciendo todo lo contrario a lo que debería.

Semejante estupidez de su parte.

Volteándose, Hongjoong se llevó la cerveza a la boca y miró cómo la linda chica se presionaba más contra el brazo del nadador, pidiendo por su atención indirectamente. Nada por lo qué culparla. Su movimiento fue un detalle sutil pero perceptible, al igual que su propia mirada, porque Mingi se encontró siguiéndola y sonriendo como un bastardo al percatarse de su blanco. Poco impresionado de que lo hubiera notado, se sacó el pico de la cerveza de la boca.

—Creo que es una falsa percepción tuya. Sólo estoy un poco cansado, no es la gran cosa.

—Entonces siéntate conmigo un rato —pidió el alto con gentileza, suavizando los bordes de su sonrisa en algo más amistoso—. Pasó un tiempo desde la última vez que nos vimos —continuó en la misma cadencia—. Quiero conversar.

¿De qué? Quiso preguntarle Hongjoong, ellos nunca habían platicado antes, simplemente se insinuaban y coqueteaban un poco, para luego terminar con una tensión innegable atada a sus cuerpos como cuerdas de fuego. Pero conversar, eso era un mal chiste. Y ambos lo sabían. Como ambos sabían que él se encontraba ardiendo en celos sin tener el derecho a ellos. Ambos eran implícitamente, la liberación de frustraciones del otro. Nada más.

—Ya parece que tienes buena compañía, no quiero molestar —murmuró con una falsa modestia. Señalando vagamente a las personas que tenía al lado y todavía los observaban como buitres. Sin parpadear o disimular.

—Sólo ven, un rato —insistió el nadador, pasando a palmear sus muslos. Pegándose más contra el brazo del sofá, haciendo espacio—. De paso me dices qué te molesta. Sé bueno, anda.

Mordiéndose el interior de la mejilla, el más bajo hizo caso omiso a su sentido del control y la moderación, por lo que optó por ser indulgente y obediente. Y algo especial en el modo que se acercó a Mingi, ya que en lugar de sentarse en su regazo como cualquier otra persona lo haría: de espaldas a su pecho o de lado para no dar la espalda a los demás; se colocó a horcajadas. Teniendo también el descaro de rodearle el cuello con los brazos y arrimando sus rostros hasta que el aire caliente les sopló al mismo tiempo y la conmoción de quienes lo presenciaron fue un eco distorsionado.

—¿Contento, Gi? —preguntó en un susurro.

Riéndose, el moreno llevó una de sus manos libres a la cadera del más bajo, descansando la palma con naturalidad—. Sólo mis amigos me llaman así.

—Entonces, ¿qué te parece, Min? —preguntó con la cabeza a un lado. 

—Llámame cómo quieras, encanto, era un comentario. Nada más.

Farfullando un sonido evaluativo, el más bajo no respondió de inmediato. Considerando sus opciones. Y luego de darle un trago a su cerveza, se inclinó hacia el oído del moreno. Buscando intimidad.

—¿Seguro que no te estoy interrumpiendo algo? —preguntó con una cadencia dulce, casi zalamera. La mano en su cadera, se presionó hacia abajo, arrimando sus cuerpos más cerca con una facilidad impresionante.

—¿Como el qué? —replicó el moreno con un tono bajo, privado—. Por el contrario, me salvaste.

—¿Por qué? ¿Demasiado insistente? —preguntó con curiosidad, alejándose para poder verlo con propiedad.

—No, no era mi tipo —contestó con sinceridad, sonriendo de lado.

En lugar de molestarle su respuesta, que como ya dijo, no entendió en un principio porqué debería de haberlo hecho, le causó gracia. Y achispado como estaba, era normal que todo le divirtiera el doble. O la mayoría de cosas.

—¿Cuál es tu tipo?

Ensanchando la sonrisa, Mingi retiró la mano que tenía en su cadera, para acto seguido, llevarla a uno de sus muslos, garabateando sobre su piel desnuda con suavidad y una ternura que no pudo explicar pero lo hizo estremecer y arder como fuego eterno.

—Los prefiero bajos de estatura, un poco obstinados pero buenos chicos al final. ¿Sabes a qué me refiero?

Cerrando los ojos un momento, él asintió, completamente embelesado por sus palabras. No sabía si eran del todo ciertas y Hongjoong indirectamente era su tipo, pero que Mingi era el suyo, eso desde luego y sin lugar a dudas. Le fascinaba tanto el alto que era incluso adictivo. Como una sensación de euforia constante y de adrenalina imparable.

—Sí —dijo en un suspiro, viendo cómo la mano pasaba a cubrir su muslo, tomándolo por completo y apretando la carne en un agarre ardiente—. Entiendo —logró articular, sin aire.

—Buen chico entonces —le susurró contra el oído, haciéndolo estremecer por segunda vez y suspirar del gusto. El beso que recibió en el lóbulo antes de que se apartara fue sólo un premio doble.

—Gracias —murmuró de forma inconsciente. Removiéndose en el lugar—. ¿De qué querías conversar?

—Podrías empezar por decirme cómo estás. ¿Qué te parece, cariño?

—¿Me veo mal? —preguntó con una ceja enarcada.

—No, sólo un poco cabizbajo.

Sonriendo con malicia, inclinó el rostro a un lado—. En ese caso, ¿por qué no me entretienes un rato? —preguntó con intención—. Estuve solo y aburrido. De seguro tú puedes cambiar eso.

La expresión de Mingi, por primera vez en lo que llevaban conociéndose, se mostró vacilante. Indecisa en algún punto intermedio que no pudo determinar, pero estuvo allí. A pesar de ello, rápidamente lo cubrió con una sonrisa deliberada y asintió. Dándole un apretón a su muslo antes de hacer que se levantara.

—¿Cuántas cervezas bebiste? —le preguntó de camino a la cocina. Rodeándolo por la cintura para mantenerlo cerca mientras esquivaban los cuerpos en movimiento.

—Apenas es la primera que abro, ¿por qué?

—¿No quieres tomar algo más refrescante? —preguntó el moreno con gentileza—. Hay bebidas en la heladera o agua. Lo qué prefieras.

—Para lo bien que sabe esto, no me vendría mal. Así que, seguro —dijo con un encogimiento, sin pensar más allá.

Al llegar a la cocina, lo primero que Mingi hizo fue tenderle una botella de agua completamente cerrada. Agradeciendo el gesto, él la bebió con calma, apoyado en la encimera. Viendo como otras personas conversaban con casualidad a su alrededor y mantenían el espacio lo bastante despejado.

Al terminar de beber su botella de agua, se encontró platicando con Mingi de lo caluroso que había sido el día en la mañana mientras salían y se encaminaban hacia las escaleras, era un tema casual y sumamente impersonal que no los involucraba en nada. Siguiendo de manera inconsciente, delimitando su relación a lo exterior y superficial.

—¿Qué pretendes hacer en un pasillo? —preguntó entre risas, cuando vio al nadador intentando abrir una de las puertas, que según le dijo, eran del baño.

—Nada —declaró el moreno con una sonrisa maliciosa, logrando finalmente abrir una tercer puerta, encontrándose con un baño vacío y de apariencia pulcra. Definitivamente nadie lo había usado hasta el momento—. Aquí adentro, muchas cosas. ¿Querías que te entretenga, no?

—No soy un exhibicionista —le advirtió con una ceja enarcada.

—¿Y quién habló de eso, para empezar? —replicó el moreno, imitando su gesto—. La puerta estaría cerrada en todo momento, además, no voy a probar suerte en alguna habitación. La mayoría están cerradas con llaves. Nadie quiere los fluidos de un extraño en sus sábanas.

—¿Pero sí en su baño? —preguntó con gracia, empujando al moreno al interior—. Mejor esto a un hotel.

—O a molestar a tus compañeros de habitación con tus ruidos —le dijo el moreno al colocar el pestillo de seguridad.

—¿Acabas de insinuar que soy ruidoso?

—¿Y por qué sería malo? —preguntó el alto con seriedad—. Tampoco soy muy silencioso cuando se trata de ti.

Apoyando las manos en la superficie, aparentemente limpia del lavado, Hongjoong se inclinó hacia atrás con un esbozo de sonrisa y ladeó la cabeza a un lado. Permitiendo que su cabellera morada siguiera el movimiento y descubriera sus ojos en una seducción letal. Mordiéndose el labio inferior, Mingi lo miró con atención acercándose hasta que sus manos repletas de anillos fríos, se posaron en sus mejillas. Sus labios estuvieron a un suspiro de distancia de tocarse.

—¿Ah, sí?

—Con lo hermoso que eres, cariño, ¿cómo podría controlarme?

Sintiendo el frío de los metales contra su piel como marcas perpetuas, el más bajo no pudo evitar suspirar—. ¿Eso piensas?

—A más no poder —aseguró con un ímpetu palpable y una seguridad inquebrantable—. Eres tan hermoso que no puedo quitarte de mi cabeza.

Rodeando la cintura ajena con los brazos, Hongjoong exhaló hondo—. ¿Por qué no me lo muestras entonces?

Y con esa petición de su parte, sus bocas se estuvieron encontrando en un beso profundo de intenciones deliberadas y anhelos contenidos. Fue arrebatador y hambriento. Como si la última vez que se hubieran besado habría sido hace mucho más tiempo que una semana. Sus bocas se movieron en sincronía, acoplándose a la ajena de una manera experta y ángulos que complacían la intensidad de sus emociones.

Fue adictivo y arrebatador sentirse nuevamente después de un tiempo. El deseo contenido y el anhelo quemando sus cuerpos hasta convertirlos en cenizas, fue sólo el inicio de ese ardor que se esparció por sus terminaciones.

Presionándolo contra el borde del lavado, Mingi tomó a Hongjoong por la parte trasera de sus muslos y lo hizo sentarse en la superficie de mármol. Robándole el aliento por la demostración de fuerza bruta y lo inesperado de la acción. Sin embargo, eso no bastó para romper su beso. El cual continuó saqueando sus interiores con una vehemencia abrasadora al igual que el calor que empezaban a emanar sus cuerpos. Sedientos de un contacto más estrecho.

Apartándose un instante, el nadador hizo la cabeza hacia atrás para que sus ojos pudieran encontrarse de manera adecuada. Y todo lo que pudo ver Hongjoong, fueron dos obsidianas negras de un profundidad innombrable. Embelesado por la imagen, se tiró hacia adelante, queriendo capturar aquellos labios rojos que creaban un contraste, no obstante, hubo una mano en su pecho empujándolo hacia atrás con suavidad. Fue tan ligero, un toque amoroso y superficial. Como la seda contra la piel, apenas existente.

—Luces tan hermoso, Hongjoong —murmuró Mingi con las pupilas dilatadas en un negro sin nombre. Absorbidas en la plenitud de su lujuria incontenible.

—Gracias —susurró sin aliento. Un deseo denso que nublaba su tono.

—No sé qué debería hacer contigo.

—Muéstrame como ser bueno para ti.

—Entonces, ¿por qué no empiezas por quitarte un poco de prendas? —replicó el moreno con un tono pesado, grave en su estructura y demandante en los bordes que lo construían—. No queremos manchar ninguna de ellas, ¿cierto? —Hongjoong sólo sacudió la cabeza, en una negativa—. Con lo lindas que son, ¿por cuál deberíamos de empezar, cariño?

Hongjoong no pudo evitar jadear y apretar los muslos, el apodo era tan sencillo, tan básico incluso y generalizado, sin embargo, la manera en la que Mingi lo empleaba marcaba la diferencia. No usaba su tesitura grave por completo, sino que se hallaba en la comodidad media de su barítono, era gentil pero también dulce. No lo suficiente como para empalagar sus oídos, pero sí lo justo como para tenerlo deseando por más de ese mote.

Era como un afrodisíaco para él.

Pero en cuanto a la petición que se le hizo, el más bajo no supo qué hacer, porqué prenda empezar o de qué manera actuar sin lucir como un tonto. Le gustaba que le ordenaran, era fantástico en su opinión tener esa liberación de carga y responsabilidades. Desde su perspectiva, la sensación de entrega, era como pétalos de rosas que te acariciaban en una eternidad perpetua. La sensación de tener la mente en blanco y libre de pensamientos intrusivos, dejándote llevar por la emociones y los comandos, era incomparable a cualquier otra experiencia. Como estar en la novena nube. Sumido en un mar de calidez infinito.

Sintiendo los dedos del nadador transitar rumbo a sus muslos, Hongjoong espabiló, notándolo más cerca y entremedio de sus piernas. La cabellera desordenada por sus manos ansiosas y los labios hinchados en una provocación tentadora. Enrojecidos en un fuego llamativo.

Olvidándose completamente de la indicación que se le había dado, el hombre más bajo se inclinó hacia adelante, fundiendo sus bocas en un beso profundo y abierto, de respiraciones ruidosas y erráticas. No obstante, no pudo llegar muy lejos. De improvisto, hubo una mano que lo tomó por el final de su cabellera morada y tras un tirón firme, rompió la conexión que había creado. Destinándolo al desconsuelo y a la decepción.

—Oh cariño, qué desesperado estás —susurró el moreno a centímetros de sus labios—, pero eso no fue lo que te pedí. ¿Por cuál prenda deberíamos comenzar?

—¿Cualquiera? —respondió, confundido. Con el rostro arrugado y las cejas fruncidas. ¿Había diferencia por cuál quitaban primero? Y si es que lo hacían.

Mostrándose descontento, el alto chasqueó su lengua varias veces en desapruebo—. Piensa —le pidió—. Si empezamos por las superiores, significa que quieres que te joda la boca. Si son las inferiores, los muslos, entonces, usando esa cabeza linda que tienes, ¿qué quieres hacer hoy?

—Ambas —dijo en un jadeo profundo, afirmándose a los bíceps impropios. La sola idea ya lo tenía mareado.

Estirándose a tomarlo por la mandíbula en un agarre duro, el moreno arrimó sus rostro a la imposible, divididos por una capa invisible de aire denso que se cortaba con la tensión acumulada de sus respiraciones.

—Chico codicioso —murmuró con una seda de voz que encontró increíblemente atractiva. Una gentileza rasposa y una gravedad generosa. Oposiciones que creaban una lluvia de colores diferentes—. Ya que así serán las cosas, ¿te importaría ponerte de rodillas para mí?

Limitándose a las acciones, Hongjoong procedió a ponerse de rodillas con ayuda de la mano del moreno quien, muy amablemente se la tendió. Una vez allí, sus rodillas se resintieron por el contacto con la superficie dura, lo que tuvo a Mingi murmurando una disculpa. Aparte de la caricia que le repartió en la cabellera a modo de consuelo. Fue tan suave que apenas pudo percibirla.

Humedeciéndose los labios, el artista procedió a desprender los botones del pantalón ajustado del alto, siendo lento y cuidadoso adrede, extendiendo ese vilo de tensión que los acogía con un calor familiar al límite. Una vez hecho eso, procedió a bajarla, junto con la ropa interior, evitando posibles daños colaterales. Para ese entonces, el miembro ya se hallaba erecto, en la plenitud de sus centímetros y en la gloria de su grosor venoso, brillando por la luz fría de la habitación reducida.

Relamiéndose los labios con anticipación, lo primero que hizo Hongjoong fue tomarlo entre sus dos manos, sintiendo la textura suave bajo su tacto. Levantando los ojos, se encontró con la mirada penetrante de Mingi, que observaba sus movimientos con una atención predadora. Excitado y dispuesto a servir, sacó la lengua afuera con sus miradas aún conectadas y la pasó a lo largo de su longitud, empezando desde la base hasta llegar a la punta, deteniéndose en su hendidura. El gruñido gutural que hizo el moreno, no fue de este mundo. Su pecho vibró y una de sus manos fueron a parar a su cabellera morada, tomándola con fuerza. Jadeando sobre el glande impropio, abrió aún más la boca para meterlo dentro, pero simplemente unos segundos antes de succionar y quitarlo. El sonido fue obsceno y una representación vulgar de la lujuria.

Mentalizado con hacer un buen trabajo, respiró hondo por la nariz y comenzó a introducir centímetro a centímetro el miembro ajeno en la cavidad de su boca. Hasta donde pudo soportar, de ahí en adelante y seducido por la suavidad de la textura resbaladiza en su poder, empezó a trabajar con las manos. Cubriendo aquellas zonas que no alcanzaba. Y en un principio el ritmo lo marcó él, fue lento y tortuoso, como un castigo romano. Lleno de succiones superficiales y trabajos manuales prolongados.

Pero pronto supo que Mingi tenía un límite para esas cosas, porque de repente y sin advertencia de por medio, sus caderas que habían permanecido quietas, permitiéndole hacer las suministraciones a su antojo, comenzaron a moverse. En un inicio fueron lentas, tentativas con tal de no espantarlo, y pronto, se encontraron marcando un ritmo acelerado y profundo. Llegando a provocar que se ahogara en una que otra ocasión. Sin embargo, eso no lo detuvo, ni las uñas que se clavaron en sus muslos con dureza. Dejando marcas duraderas en la piel morena.

Lo único que se encontró capaz de hacer, fue aflojar la mandíbula y apretar los muslos, buscando algo de placer propio. Su miembro olvidado y la excitación que ardía en sus venas como soles, lo tenían agobiado y con la mente un poco mareada.

—Qué lindo —escuchó decir al moreno entre respiraciones laboriosas. Alzando la mirada, lo encontró con la espalda apoyada en la puerta, una mano desordenado su cabellera prolija y una media sonrisa tirando de sus labios gruesos—. Eres tan patético que me das risa —continuó, embistiendo su boca con la misma precisión sin adulterar—. Queriéndote tocar a escondidas, es adorable.

Gimiendo hondo, Hongjoong apartó la mano que había colado a su regazo y la regresó al muslo ajeno, buscando sostenerse. No fue hasta que apretó la carne dura y bien trabajada de músculos torneados, que Mingi no le quitó su miembro de la boca.

—¿Qué deberíamos hacer con una criatura tan patética como tú? —preguntó entre jadeos, acariciándose con lentitud. Presionando el pulgar en el glande y girando la muñeca de vez en cuando. El más bajo gimió ante la visión, volteando los ojos y aferrándose a sí mismo—. ¿O qué quieres hacer tú? —continuó con un tono más gentil—. Si no queremos manchar tus prendas, ¿dónde debería venirme?

—En mi boca —dijo sin aliento, enderezándose y abriéndola con predisposición.

—Tan desesperado —declaró el moreno en un tono bajo, tomándolo por la nuca y volviendo a meter su miembro—. Pero tan lindo.

El semen de Mingi pesó sobre su boca de manera natural, no supo ni dulce ni amargo, tampoco demasiado agrío. Fue una mezcla extraña pero que no le disgustó y por el contrario, lo tuvo saboreando su textura espesa por segunda vez.

Lo siguiente que supo después de eso, es que se encontró siendo levantado del suelo y puesto contra la encimera del lavado con brusquedad. Su falda se deslizó hacia abajo con suavidad al igual que su pantalón corto, lo que fue un contraste interesante, sin embargo, su mente nublada, no tuvo tiempo para pensar en las diferencias y se concentró más en el placer de las acciones. De esa mano grande que lo envolvió por completo y del calor que emanaba, mirando hacia abajo, Hongjoong notó que Mingi se había quitado los tres anillos que cargaba encima. La dulzura del gesto lo tuvo echando la cabeza hacia atrás. Apoyándola en el hombro del nadador pegado a su espalda.

Las sensaciones y los cumplidos, llegaron casi al mismo tiempo, felicitándolo por haberlo tomado bien, a su vez que, aquella mano grande y de dedos largos, lo acariciaban con un ardor eufórico que vibraba en los nervios y repercutía por dentro de una manera descomunal.

Pero lo que tuvo llevándolo a esa novena nube, fueron las suministraciones ásperas que se dieron en su abdomen, ascendentes a sus pezones, los cuales fueron pellizcados con un destreza incomparable, y esa dosis de ardor, le hizo voltear los ojos y sentir como las comisuras de sus ojos quemaban en lágrimas contenidas. Su boca abierta en una exclamación silenciosa de clemencia, se vio acogida por un par de dedos que presionaron con fuerza la suavidad resbaladiza de su lengua, distrayendo su mente de las sensaciones que quemaban su cuerpo. Era como incendiarse de los pies a la cabeza en un fuego que no tenía final.

Y pese a la dificultad de las exigencias del moreno, el más bajo se encontró cumpliendo con ellas de la mejor manera que pudo, succionando sus dedos, en simultáneo que su mente comenzaba a deslizarse fuera de su control, a ese lugar seguro y afelpado donde los pensamientos no tenían cabida y sólo era una masa de sensaciones. Fue en el momento preciso que el aliento caliente de Mingi chocó con su oreja y su voz grave pronunció las siguientes palabras, que Hongjoong se perdió en las profundidades de su mente.

—Mírate poner todas esas caras lindas, tesoro, tan receptivo como el primer día —murmuró contra su lóbulo, mordiéndolo al final antes de apretarse contra su mejilla—. ¿Qué cosas no podría hacer contigo? ¿Mhm?

—Todas —dijo cuando los dedos abandonaron su boca—. Puedes hacer todo.

Y la mano que había estado danzando a través de su dorso, se colocó en su garganta, aplicando la fuerza justa para ladear su cabeza a un lado y darle mayor acceso al nadador. La opresión que apreció a continuación, fue totalmente imprevista para el artista, quien cogió una respiración profunda y temblorosa, viendo por el reflejo del espejo como aquellos dedos se fundían en la piel de su garganta en trazados brutos de líneas rojas e imprecisas.

—Deberías cuidar tus palabras, o alguien podría tomarlas literales.

—Me gusta que me presionen —murmuró de regreso con la cuerdas obstruidas y la voz quebrada en un desastre sin nombre.

—Oh cariño, eres tan encantador.

Y por alguna razón, sumadas a la presión en su cuello, leve pero perceptible, esas fueron las últimas palabras que su cerebro registró antes de que se fuera a negro literalmente. Sus ojos se cerraron con fuerza y las lágrimas escaparon por sus comisuras al igual que su gemido retumbó en el eco del baño. Siendo el único sonido presente en todo el lugar luego de que alcanzara el clímax. Sus piernas perdieron fuerza al igual que sus brazos, los que estuvieron dispuestos a rendirse, sin embargo, el agarre alrededor de su cintura lo mantuvo estable como para que no colisionara sobre el lavado y se llevara alguna indeseada marca morada de recuerdo.

Con los ojos todavía cerrados, Hongjoong balbuceó un par de cosas sobre haber sido bueno o no, lo que tuvo riendo a Mingi, quien luego de bajar la tapa del inodoro, lo colocó allí. Intentándolo traer a tierra. Sus manos secas pero frías le acariciaron el rostro limpiándole las lágrimas, mientras que su barítono, murmuró encantamientos que lo hicieron regresar a un estado más centrado de sí mismo. Con los sentidos en alerta pero los músculos hechos gelatina. En lo que tardaba de recuperarse, Mingi aprovechó para limpiarlo, usando lo que tenía a disposición.

—Qué gentil resultaste —comentó el más bajo con aires de diversión, y notoriamente somnoliento.

—¿Te molesta? —dijo cuando terminó de acomodarle las prendas de regreso a su lugar. Subiendo tanto la ropa interior como el pantalón y la falda.

—No, creo que es encantador de algún modo. Tu apariencia es lo opuesto a tu personalidad. Te ves duro por fuera pero eres todo un encanto.

—Puedo tratarte duro, si es lo que quieres.

—Lo sé —murmuró con un esbozo de sonrisa, rodeando su cuello—, pero no es lo que me gusta. Me gusta dulce.

—¿Qué te hagan sentir adorado? —preguntó el moreno por lo bajo.

—Como si fuera el mundo de esa persona —respondió con seguridad, sonriendo, antes de besarlo superficialmente—. Tengo sueño, Min. ¿Me llevarías a dormir?

—Lo qué quieras.

Y tras cruzar un mar de palabras más, Hongjoong terminó recargado en la amplia espalda del nadador, abrazado a sus hombros y con los ojos cerrados, disfrutando de la sensación mientras lo trasladaba por la fiesta rumbo a la salida.  No sabe con quién se cruzaron en el proceso, pero Hongjoong pudo distinguir la voz de Yunho y de alguien más, mucho más sedosa y amable, sin embargo, su cerebro encontró ideal ese momento para apagarse. Yéndose a negro por segunda vez.

Sólo que en esta ocasión, fue más duradero. Como un sueño perpetuo en la redes de Morfeo.



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