❈•≪05. Consecuencias≫•❈
La segunda vez que Mingi y Hongjoong se encontraron, fue en la ausencia de sus amigos y por mera casualidad del universo. Ya que justo en ese instante, uno se encontraba saliendo de un edificio y el otro a punto de ingresar a la bien conocida biblioteca. Libros en mano y todo. Distinto a la despreocupación que brillaba en las manos vacías del alto.
Decir que no les sorprendió verse después de dos días sin toparse en lo absoluto, sería mentir, porque les asombró y más sin rastros de sus amigos. Eso, sin embargo, no impidió que el alto con la confianza que rozaba a veces la arrogancia, estirara una mano y le colocara un mechón detrás de la oreja a Hongjoong, haciéndolo sobresaltar por el gesto cariñoso.
—¿Por qué la sorpresa, cariño? —preguntó con un esbozo de sonrisa—. Ya nos hemos visto en la plenitud de nuestros cuerpos al desnudo, que te acomode un mechón no es nada.
Bueno, podría no tener un significado más allá de ser eso: un simple gesto por cordialidad y educación, pero aún así le sorprendía. Una vez que jodía a alguien fuera de su sistema, iniciaba con el contacto cero. No obstante, por alguna razón muy válida, se sentía inapropiado aplicarlo con el nadador. Al final del día, se llevaba bien con sus amigos y tarde o temprano terminarían chocándose más seguido. Además, no era un sujeto desagradable y lo había tratado bastante bien la última vez que se vieron.
Increíblemente bien, para ser honesto.
—Sólo me sorprendiste, es todo —respondió después de espabilar, abrazándose a sus libros—. Nunca te había visto en la biblioteca antes.
—Rara vez tengo razones para visitarla. Prefiero estudiar en mi dormitorio, es más cómodo allí. —inclinando la cabeza, el moreno lo miró de arriba-abajo—. Te ves precioso hoy, Hongjoong.
Bajando la cabeza, el de cabellera morada observó sus prendas del día: unos pantalones negros con roturas exageradas y una camiseta blanca con dos botones desprendidos. A diferencia del moreno que tenía sus manos llenas de anillos, él no llevaba ningún accesorio en el pelo, pero sí traía una pequeña coleta. Dejando su frente parcialmente descubierta, algunos mechones caían sobre ella de manera organizada. Dándole un aire juvenil y fresco.
—Gracias —dijo luego de carraspear, extrañamente tímido—. Luces bastante mejor hoy que en los anteriores días.
En esta ocasión, Mingi no traía una remera sin mangas ni pantalones de lana como si acabara de salir de una sesión dura en el gimnasio, por el contrario, lucía como la mayoría en el campus: bien arreglado. Unos pantalones azules estrechos y una camiseta azul oscuro por encima, remangada hasta los codos y desprendida un botón, dejando a la vista sus clavículas marcadas y parte de su tez dorada. Una invitación tentadora en la cual podía observar que ya no quedaban marcas de su encuentro.
Una verdadera lástima.
—Gracias, cariño. Acabo de salir de una conferencia —respondió con honestidad, sonriéndole—. No había forma de que luciera como una vago allí, ¿o sí?
Enarcando una ceja el más bajo no pudo evitar decir—. ¿Hay forma de qué luzcas como uno?
—La cara no lo es todo, cariño —le dijo con un matiz ligero de reproche—. Pero qué hay de ti, siempre tan bien arreglado. ¿Queriendo impresionar a alguien?
—No.
Aunque era cierto que últimamente se vestía con mayor empeño y le dedicaba más hora al maquillaje cuando antes lo hacía si tenía el tiempo para ello. En la actualidad, incluso se despertaba media hora antes para comenzar con su rutina de cuidado de piel. Lo que era absurdo pero sabía a qué se debía, después de todo, debería ser muy estúpido como para que no lo supiera y sólo actuara por inercia. Esas cosas no pasaban. En el fondo, no tanto en realidad, buscaba impresionar al nadador. O mínimo atraer su atención.
Y eso que se supone que lo había eliminado de su sistema con la jodida del otro día, no obstante, todavía percibía ese hilo gravitatorio que los tenía dando vueltas alrededor del otro sin un punto claro de salida o de llegada.
—Es una pena —le informó el moreno con lo que parecía ser una intención real—. Porque a mí me dejas sin aliento cada vez que te veo.
Apoyándose en la pared detrás de su espalda, el más bajo no pudo evitar reír, cubriéndose la cara parcialmente con los libros que cargaba. Fascinado y un tanto divertido con lo que había escuchado. Bastante honesto de alguien a quien le gustaba jugar al tira y afloja antes de concretar cualquier tipo de insinuación que hiciera entre ellos.
—Si lo pones así, es como si te gustara.
—Seguro —dijo el moreno con despreocupación, sin un ápice de vacilación, avanzando hasta que la distancia entre ellos se convirtió en un recuerdo de irrelevancia—. Me gusta arruinarte. La primera vez que lo hice, actuaste tan bien para mí —recordó en un susurro íntimo—. Fuiste tan bueno en cada cosa que te pedí, me dejaste deseándote más.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong ahogó una exclamación en lo bajo de su garganta ante las palabras de Mingi, bastante crudas en su franqueza e inesperadas. No obstante, lo tuvieron temblando y con las terminaciones ansiando más. Más de ese vocabulario dulce y de esas caricias que no se habían sentido lo suficientemente eternas sobre su cuerpo.
Quería robarlo todo y luego seguir adelante. Cómo sea que quedara su relación después de ello, era un problema que podían resolver sus personas del futuro, ¿cierto? Lo que más importaba ahora mismo era el presente y la oportunidad que se encontraba presentándose en bandeja de oro.
—Entonces, ¿por qué no me muestras qué tan bueno puedo ser para ti?
—¿No tienes que estudiar? —preguntó el moreno, de repente, a centímetros de su rostro—. ¿Qué hay de tus compañeros? ¿No serían un inconveniente?
—Ya te lo dije, estudian ciencias, rara vez se la pasan en los dormitorios o tienen una vida sana —murmuró en respuesta, respirando el aliento a mente del contrario. La distancia era tan reducida que podía percibir incluso su gel de baño fresco y su almizcle natural—. Nunca llegan temprano. Se la pasan en el laboratorio o haciendo trabajos en grupos.
—¿Qué hay sobre lo de estudiar? —replicó con la cabeza inclinada—. No respondiste a esa pregunta.
—Puedo permitírmelo. Saqué una buena nota en un examen reciente —explicó de forma vaga, sin entrar a detalles. Lo que le llevó a tener una mano en su mejilla, el agarre inofensivo y gentil, tan encantador que lo tuvo derritiéndose.
Eso era lo que le gustaba de sus parejas o compañeros de cama, que lo supieran manejar, que existiera una dosis intermedia entre la burla y la gentileza, entre la educación y la malicia. Un balance entre los cumplidos y la humillación. Pero sobre todo, entre las acciones. No le gustaban las cosas muy bruscas o dolorosas, pero eso no significaba que no pudiera tolerar un poco de castigo o de juego ligero. Siempre y cuando lo hicieran sentir adorado, no tenía problemas con cruzar algunos límites.
—Mírate, siendo el chico listo que dije que eras —murmuró el moreno con un orgullo que no se sentía fingido ni plástico, mucho menos parte de su dinámica recién descubierta, sino que era auténtico. Un reconocimiento sincero nacido de una cadencia dulce—. Pero queriendo saltarse sus estudios para una jodida rápida conmigo, eso no es muy inteligente de tu parte.
Relamiéndose los labios, él buscó la manera de defender su punto—. Quiero sentirte de nuevo —fue todo lo que logró articular. El deseo nublando parte de su juicio.
—¿Tanto te gustó cómo te traté? —preguntó con un dejo burlesco. Y a pesar de notarlo, él se encontró asintiendo con honestidad.
—Fuiste tan dulce —murmuró, ido—. Me diste justo lo que necesitaba.
—¿Y lo quieres de nuevo?
—¿No te complací? —preguntó con cierto temblor en la voz.
—Oh, cariño, fuiste fantástico. Sólo me gusta tener las cosas claras antes de llevar alguien a mi cama. O de regreso a la suya, ya que mi dormitorio está ocupado.
—¿Por eso estabas aquí?
—No es importante —le dijo con suavidad, inclinándose para robarle un beso fugaz que fue como la caricia de una pluma—. Todavía usas el tinte de fresa —observó con asombro ligero—. Me gusta.
—Sí, lo dijiste en la fiesta.
—¿Y a ti te gusta? —preguntó de regreso, curioso. A lo que el bajo asintió.
—A veces me lo termino comiendo de tanto relamer mis labios. Sé que no debería, pero no puedo evitarlo, sabe bien, ¿no?
—Mejor si es de tu boca —le dijo antes de apartarse, apuntando con el brazo hacia el final de las escaleras—. ¿Quieres guiar el camino?
Acomodando los libros en su agarre, Hongjoong asintió con las mejillas enrojecidas. La biblioteca, por suerte, no quedaba tan lejos de su dormitorio, por lo que la caminata fue corta. De unos diez minutos aproximados. Y al llegar al edificio y subirse al ascensor, lo primero que se notó, fue esa cuerda que tiraba de ellos, esa sensación gravitatoria que buscaba hacer colisionar sus planetas y construir uno solo de sus ruinas. Era intenso e innegable.
Y lo primero que Hongjoong hizo una vez ingresó la clave de su puerta, fue soltar los libros en el mueble a un costado y tomar a Mingi por el cuello de su prenda y hacerlo entrar a tropezones. Desesperado por una urgencia que no había experimentado antes, devoró los labios del nadador con un ímpetu férreo que lo hizo gemir para sus adentros. El contraste de sus bocas era magnífico. Labios finos en sumisión de unos más abultados. Simplemente fascinante.
Eran contrastes por todas partes.
Sintiendo los brazos del moreno rodear su cintura, Hongjoong jadeó con fuerza, disfrutando del ligero apretón que recibió. No fue constrictor pero sí lo considerablemente sentido para que percibiera la masa de músculos bien delineados por debajo de su camiseta. Y mientras caminaban hacia atrás, a ciegas hacia el dormitorio del más bajo, sus bocas no se separaron en ningún momento. Permaneciendo conectadas en un frenesí descontrolado y una euforia desmedida.
Al llegar al interior de su habitación, el artista fue presionado contra la puerta de madera, el cuerpo fornido y más grande aplastando el suyo más pequeño fue una maravilla. Como escalar en el nivel de éxtasis sin esfuerzo, simplemente teniendo en cuenta la diferencia de tamaños. Porque esa era otra cosa que volvía loco a Hongjoong, no sólo la altura.
Y dispersando esos pensamientos de su mente, el artista jadeó con fuerza cuando hubo una pierna colándose entremedio de las suyas, presionando su erección a medio formar, junto con dedos que se aferraron a sus caderas con una brutalidad que dejaría marcas posteriores. Separando la boca aún más, intentó seguir el ritmo del moreno, pero era demasiado rápido, demasiado imponente y demasiado exigente. Como si lo estuvieran castigando por algo, y de igual forma, se sentía bien.
Estimulándolo con la rodilla, el nadador finalmente se apartó de su boca y le dio la posibilidad de respirar hondo, recuperándose de lo que había sido uno de sus besos más largos hasta ahora. Gimiendo en voz baja, sus ojos desenfocados, capturaron la mirada hambrienta del atleta. Quien había soltado sus caderas, meramente para comenzar a recorrer su cuerpo por debajo de sus prendas, acariciando cada pequeño tramo con lentitud, como si no tuviera prisas.
Pero sin dudas tuvo un objetivo.
Al llegar a sus pezones, el moreno los acarició con amabilidad, frotándolos superficialmente hasta que ambos se alzaron por la estimulación. El artista jadeó, no muy cómodo con la sensación. En escasas ocasiones exploraba su cuerpo de esa manera y no porque no le gustara, simplemente porque no tenía tiempo y rara vez se encontraba en la totalidad de su soledad. A veces, sus compañeros tenían el suficiente tiempo libre como para pasarlo en los dormitorios y no en algún otro lugar. Y con lo fina que eran las paredes, prefería evitar percances mayores.
Y Mingi debió notar que su mente se había deslizado fuera del ambiente que habían creado, porque repentinamente, le dio un apretón a ambos pezones haciéndolo chillar de la impresión. Confundido y con la mirada nublada por la excitación, Hongjoong parpadeó varias veces, encontrándose con unos orbes arrebatadores y críticos.
—Pensé que querías ser bueno para mí —dijo el moreno, en un tono áspero y acusador.
Desorientado, él asintió—. Yo quiero —le dijo sin comprender—. Yo puedo.
—Entonces, ¿qué te tiene tan distraído?
—No lo sé, yo..., yo lo siento.
Inclinándose a su cuello, el nadador dejó un par de besos húmedos sobre su piel, no sabiendo el artista si de consuelo o de recompensa, de cualquier forma se sintieron bien. La presión fue justa y lo tuvo estremeciéndose. Su boca incluso se abrió, en una exclamación silenciosa.
—Mhm —articuló el moreno—. ¿O será que no lo estoy haciendo bien?
Sacudiendo la cabeza, el más bajo negó con vehemencia—. Es mi culpa —admitió con la voz rota, avergonzado—. No suelo jugar mucho con mis pezones y..., no lo sé, no se siente mal, pero quiero hacerlo bien.
—Ay Hongjoong —dijo Mingi de repente, en una cadencia baja y un anhelo indescifrable—, quisiera encerrarte y no soltarte nunca.
La declaración franca del atleta, dejó al artista sin aliento, sin embargo, no llegó a replicar cuando tuvo aquellos labios gruesos devuelta encima de los suyos. Besándolo con una pasión aplastante. Saqueándolo desde adentro y desde afuera con sus manos hábiles que no dejaron de recorrer su cuerpo, esta vez con mayor ternura. Y aprovechando la distancia reducida, envolvió sus brazos alrededor del cuello del más alto, pegándolo más a su cuerpo. Obteniendo más de su calor.
Encorvándose unos centímetros, el moreno dejó de serpentear a través de su piel y pasó a descender por los costados de su cuerpo en una danza aleatoria de caricias superficiales. Hasta que sus manos grandes llegaron a la parte trasera de su cuerpo y lo sostuvieron por el culo, Hongjoong gimió cuando le dieron un apretón y jadeó de la sorpresa, cuando aquellas manos lo obligaron a levantarse del suelo y enredar sus piernas alrededor de las caderas ajenas. Ocasionando que sus erecciones cubiertas se rocen con las acciones.
Fue mínimo y fugaz, pero se sintió tan bien momentáneamente.
Respirando a través de su nariz, Hongjoong soltó una exclamación desalentadora cuando el beso se cortó y la distancia se volvió amplia. Sin embargo, cuando observó al moreno deshacerse de su camiseta y descubrir su cuerpo esbelto, las quejas murieron a inicios de su lengua. Era toda una escultura de trazos dorados y líneas firmes que quisiera retratar en un futuro.
Y cuando sus prendas también comenzaron a desaparecer gradualmente, el calor de la habitación se convirtió en un horno. Húmedo y abrasador como un sauna.
Las caricias se volvieron más firmes y el contacto entre sus pieles se hizo más prolongado, en una eternidad que quemaba y dejaba manchas rojizas. Impresiones de dientes y besos morados. Un sendero de lujuria apasionada e incontenible. Un delirio sin comprensión o final. Era maravilloso, un viaje de no retorno.
Y cuando el frío del lubricante se entremezcló con el calor de sus cuerpos, Hongjoong estuvo removiéndose inquieto, había pasado un tiempo desde la última vez que había jugado consigo mismo, por lo que se lo hizo saber a Mingi, quien le aseguró que tuviera paciencia y, principalmente, confianza. No obstante, los ojos del artista fueron a parar a aquellos dedos largos cubiertos de joyas. Lo que provocó la risa ronca del nadador, quien no mucho después de percatarse de su mirada temerosa, comenzó a sacar pieza por pieza, colocando cada una de ellas en su mesita de noche. Hasta que al final, sus dedos se encontraron libres y dispuestos a trabajar aún más sobre su cuerpo.
Y cuando el primer dedo se asomó por su anillo de nervios cerrados, Hongjoong supo que iba ser tarea compleja cuando la intromisión vino acompañada de una resistencia obstinada, sin importar cuánto el moreno se esforzara por masajear la zona y ser paciente también. Su cuerpo no quería ceder y él se encontraba demasiado tenso como para colaborar de alguna manera, lo que por algún motivo y bajo cualquier otra circunstancia hubiera desanimado a alguien, a Mingi pareció motivarlo y encender una chispa de su ingenio. Porque rápidamente estuvo retirando lo poco que habían ingresado de su dedo para encorvarse encima suyo y rozarle la mejilla con los labios, con cada palabra que pronunciaba, aquellos belfos le proporcionaban caricias alentadoras.
—¿Por qué no eres bueno para mí y haces el trabajo? —preguntó el moreno en una cadencia amable, embelesada en una dulzura extrema—. ¿Eh, cariño? —agregó con un indicio de sonrisa que le hizo cosquillas en la piel—. Muéstrame cómo lo haces usualmente tú sólo. ¿Puedes hacer eso para mí?
Hongjoong podía hacer eso y mucho más.
Asintiendo vagamente, el artista no demoró en enderezarse y envalentonado en las palabras del nadador, tomó asiento en su regazo, pidiéndole que le pase el lubricante. Obediente, el moreno se lo cedió. Sus dedos entrando en contacto con fugacidad.
Embarrándose el líquido en la mano, Hongjoong no dudó en frotarla junto a la otra, calentándolo, no le gustaba frío y eso pareció darle un indicio al moreno porque su mirada brilló con lo que pareció comprensión. Y una vez listo eso, apoyó una mano en el hombro ajeno mientras que a la otra la llevaba hacia atrás, el ángulo era incómodo y un poco laborioso, pero no le importó. Estaba montando un espectáculo, después de todo. Ya que de la manera en la que solía jugar consigo mismo, era acostado, pero ahora, no le apetecía.
Y con el calor recorriendo todo su cuerpo, movió su primer dedo de forma circular, ocasionando que su expresión se crispe y sus ojos se cierren momentáneamente. Sin embargo, no se rindió allí, presionó su círculo de nervios hasta que la resistencia obstinada se hizo añicos y la primera falange se hizo en su interior, soltando un fuerte suspiro, el de cabellera morada siguió empujando a través de sus nervios hasta que el dedo estuvo dentro por completo y sin perder tiempo, lo comenzó a mover adentro y afuera, con lentitud, cuidando no ser muy brusco. Y cuando se sintió lo suficientemente preparado, ingresó el segundo, esta vez, siendo más fácil. Y ahora con dos en su interior, empezó a realizar movimientos de tijeras, buscando expandir lo estrecho de su canal.
No sabe cuánto minutos pasaron, pero en algún punto de su preparación, dio con su próstata luego de encorvar los dedos y eso lo hizo gemir de manera prolongada, sin embargo, cuando lo quiso intentar por segunda vez, apenas si rozó la bola de nervios en su interior. El ángulo incómodo y el tamaño corto de sus dedos, fueron los principales causantes para que el placer no llegara a manifestarse. Y frustrado como estaba, dirigió su atención a Mingi por primera vez en un rato, notando la intensidad de su mirada abrasadora en la cara y la manera lenta con la cual se acariciaba.
La estimulación visual fue a un punto de lo inconcebible que lo tuvo gimiendo nuevamente y con sus labios siendo atrapados en un beso largo y profundo que lo dejó con sus pulmones ardiendo y luchando por oxigeno, pese a que respirara a través de su nariz. Al separarse, Mingi tomó el control, insertando su primer dedo con facilidad y haciéndolo voltear los ojos hacia atrás, era más largo y grueso que el suyo, por lo que la diferencia lo tuvo como loco. La segunda y la tercera intromisión se dieron con mayor sencillez e hicieron que el joven artista en formación, se deshiciera en gemidos rotos.
Pero la mejor parte no fue esa, sino que la manera en la que aquellos labios recorrieron la extensión de su cuello, dejando marcas imborrables sobre el blanco de su lienzo. Mordiéndolo de vez en cuando y tironeando de su piel con lo dientes en un jugueteó eterno que lo hizo delirar.
Y cuando el momento de la verdad llegó, Mingi ya traía un preservativo puesto y su miembro erecto como un mástil. Las venas saltaban y la rojez que lo decoraba era igual a la misma que teñía sus ojos. Inyectados en una excitación desmesurada.
Cuando el miembro de Mingi se abrió camino por su entrada, los centímetros se hicieron notar, fue lento y doloroso, que incluso ardió, pese a ello, los besos de consuelo y las manos que le acariciaron la espalda en patrones aleatorios, hicieron la travesía mucho más simple para él. Y Hongjoong no pudo estar más satisfecho, más aún cuando lo bañaron en cumplidos por lo bien que lo había tomado. Pavoneándose en los halagos, Hongjoong comenzó a mover las caderas cuando se sintió lo considerablemente cómodo, al principio fue en círculos, probando el terreno y luego, cuando tuvo la confianza suficiente, comenzó a bajar y a subir con lentitud por el miembro ajeno. Yendo a sus encuentros, el más alto movió la pelvis.
Ocasionando que de esa manera, la sensación fuera directo a sus terminaciones en modo de relámpagos electrizantes. Sensaciones que ardían y quemaban en las entrañas.
Por largos minutos, la secuencia se mantuvo, siendo superficial y lenta, caricias ocasionales que se encargaban de repartir con sus bocas o con sus manos. Recorriendo cada tramo a disposición. Y cuando las sensaciones comenzaron a no ser suficientes, a no bastar y el calor abrasador comenzó a aumentar, sus movimientos fueron más erráticos y desesperados. Necesitados en una urgencia arrolladora.
Y en ese frenesí de emociones, el éxtasis puro comenzó a formarse. Caliente. Como una masa sin contención. Puro en su fórmula.
En cuanto a sus besos, eran hambrientos y desorganizados, respiraciones pesadas que se entremezclaban entremedio y devoraban del otro lo que no tenía. El calor en la habitación no podía compararse con nada existente en el mundo terrenal y, sólo tal vez, con la crudeza de mil soles. O quizás más.
Hongjoong estaba en su límite, la cordura había desaparecido y su mente estaba en blanco. Sumergida en una piscina de placer rojiza y naranja. Vacía de ideas y construcciones palpables. Todas sus neuronas se encontraban fundidas y su raciocinio era peso muerto, un pedazo de irrelevancia que no aportaba nada a la ecuación. Su cuerpo se encontraba tenso y sus piernas dobladas entumecidas dulcemente, al borde del acantilado. El aire le hacía falta de una manera abrumadora y sus pulmones quemaban por las exhalaciones. Mientras que su corazón golpeteaba las paredes de su pecho con un ímpetu de acero, queriendo romperlas y salir corriendo fuera.
Y fue en ese momento de adrenalina pura, compuesta de la más alta tensión, que los fuegos artificiales estallaron detrás de sus párpados. Todos de distintos tamaños y formas, creando un arcoíris completo. Toda su persona convulsionó del placer cegador. Los espasmos atacaron a sus músculos con crueldad al igual que la flacidez, dejándolo de goma. Sin fuerza se dejó caer sobre la figura del moreno y con pereza ocultó su rostro en la curvatura de su cuello perlado de sudor. Adormilado y complacido a partes iguales.
Encontrándose en ese rincón seguro, Hongjoong pudo percatarse de varias cosas: que otra vez, el atleta había usado una fragancia refrescante, masculina de alguna manera. Era seductor y relajante, al haberse entremezclado con su almizcle natural. Y estando allí, no pudo evitar presionar su nariz en la piel de su cuello, atraído por la fragancia. Era cómodo estar allí refugiado por lo que no le encontró un problema. Y Mingi tampoco, porque de repente, comenzó a acariciar su espalda, los patrones fueron al azar pero suaves. Dedos largos y cálidos, fue todo lo que pudo percibir. Y al estar sus pechos tan pegados entre sí, le fue inevitable no sentir las palpitaciones ajenas. Eran más tranquilas que las suyas, eso seguro.
Cerrando los ojos, disfrutó del tiempo de calidad en lo que sus extremidades se volvían a recomponer.
—Lo hiciste fantástico, cariño —le susurró Mingi después de un rato. Un tono bajo y una sinceridad palpable.
Todavía con los ojos cerrados, Hongjoong no pudo evitar sonreír—. Gracias, lo hiciste increíble también.
—Pero tú fuiste el mejor —le susurró mientras le besaba la mejilla—. Tan bueno para mí.
Riéndose, el artista se frotó en la piel del moreno—. Ya para o vas a hacer que me sonroje.
—¿Cuál sería el problema? Cualquier color te queda bien.
Sonriendo por el cumplido inesperado, el más bajo volvió a agradecer. Y más aún cuando el alto se encargó de trasladarlo al baño común de su dormitorio, luego de haber comprobado de que sus compañeros de piso no hubieran regresado. Allí lo ayudó a tomar una ducha.
Hongjoong no lo iba a negar, fue dulce de su parte y le fascinó. Hubieron un par de besos robados y un juego previo a algo que no se concretó, no obstante, fue valioso. Y él lo agradeció enteramente. Eran pocos los chicos que se preocupaban por las atenciones posteriores.
Y a la hora de la despedida, Hongjoong sólo recibió un beso en la mejilla y una promesa por parte de Mingi de que se verían por ahí. Algo inconcluso que le dejó con un extraño sabor en la boca, sin embargo, no se dio el lujo de pensar en eso.
Había sido una buena jodida y definitivamente, lo había eliminado de su sistema. Ahora sí podía apostar por ello.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
—Mingi es increíble —fue lo primero que Hongjoong dijo cuando se encontró en la cafetería ocupando una mesa con sus amigos. Dos días después.
Riéndose, el castaño terminó de beber su botella de agua antes de responder—. Dinos algo nuevo —pidió con un dejo de burla.
—Sí, ya sabes, ¿cómo que tan bien lo hace? No lo sé, algo de valor —bromeó Wooyoung con un ademán desinteresado.
—Acabo de hacerlo —murmuró Hongjoong con una sonrisa—. El sujeto es de los mejores. Dentro de mi top cinco, sin dudas.
Parpadeando varias veces, Jongho lo miró con las cejas fruncidas—. ¿Hablas en serio? —preguntó—. ¿Ustedes tuvieron sexo?
—Tres veces —contestó con orgullo, llevándose algo de sopa a la boca—. Y las tres veces fueron asombrosas.
—Aguarda, aguarda un momento —pidió el chico bicolor, las manos en alto y su celular olvidado a un costado—. ¿Me estás diciendo que tuviste sexo con Song Mingi?
—Sí —murmuró confundido—. ¿Qué es lo difícil de creer?
—Bueno, para empezar, parecía bastante heterosexual para nosotros la primera vez que lo conocimos en los entrenamientos.
Hongjoong asintió, comprendiendo porqué. En las prácticas de natación, Mingi siempre tenía una postura recta y una mirada inexpresiva que no se rompía bajo ningún contexto más que el de la tenacidad de su determinación por ganar. Y eso que sólo lo había visto en tres entrenamientos del equipo, a diferencia de sus amigos, que llevaban frecuentando las piscinas más tiempo.
No era mucho con lo que trabajar, nada en realidad si se lo ponía a pensar, pero ayudaba a realizar una leve estimación de alguien. Y más cuando ese sujeto nunca sonreía y se la pasaba sólo con su amigo, hablando de quién sabe qué cosas. Sin mencionar los rumores corriendo tras sus espaldas y que lo había visto recibir el mismo castigo dos veces. Lo que decía algo de su conducta, al menos en lo que era los entrenamientos, porque de ahí en fuera, no parecía mal sujeto.
Él lo había comprobado, aunque sus datos estuvieran ligeramente influenciados. Por no decir corrompidos.
No obstante, también estaba el detalle de la fiesta a la cual ninguno había decidido asistir. Hongjoong había visto a Mingi en ese elemento y si bien el tipo al principio actuó como un bastardo sin educación, luego fue más amable, si se le puede etiquetar de esa forma a su comportamiento, llegando al punto de coquetear con él de regreso. No se mostró incómodo ni forzado, pese a que estuvieran bajo la influencia del alcohol.
Por lo que, suponía que tenía más terreno de experiencia en lo que era Song Mingi que el resto. O bueno, que sus amigos, al menos. Lo que ya decía suficiente.
—Exacto, ahí está la clave, "parecía" —dijo el más bajo entre ellos con una sonrisa—. Resultó que no lo era y que encima, supo cómo tratarme.
—¿En serio? —preguntó Jongho con asombro, ojos abiertos y cejas alzadas.
Entre ellos no habían secretos, eran un grupo de amigos cercanos y se conocían hace relativamente varios años, algunos más que otros, pero el punto era que lo sabían casi todo del otro, sino es que todo. Si bien Hongjoong no era alguien de ventilar sus fetiches y las cosas que le gustaban en la cama, Wooyoung era lo opuesto a él. Más abierto y expresivo, literalmente en esto último. Pero de que los tres sabían de que a Hongjoong le gustaban los cumplidos en la cama, lo sabían. En algún punto de la amistad, el tema simplemente salía a la luz. Lo que había pasado con ellos.
—No sé cómo lo supo, pero fue tan bueno —dijo en un suspiro prolongado. Apoyándose en las palmas de sus manos.
Y Hongjoong en realidad suponía cómo el moreno lo habría sabido, aparte de habérselo dicho de manera explícita el día de su salida casual, en la fiesta había mostrado indicios de qué le gustaba, porque al primer cumplido que recibió del tipo, ya estuvo pavoneándose delante de él y susceptible a cualquier acción que fuera a tomar. Ya que el alcohol lo hacía más vulnerable y receptivo, contrario a inhibirlo.
—Entonces, ¿es correcto asumir que lo superaste, no? —preguntó Jongho con la cabeza ladeada y un brillo indescifrable en los ojos. Siendo la primera vez que se lo veía.
¿Superarlo? Desde un inicio el objetivo de Hongjoong había sido, en primer lugar, encontrar al tipo atractivo de la fiesta que lo había sumido en un sueño onírico de expansiones estelares. Y en segundo lugar estaba el objetivo final y real, concretar esa tensión que los había suspendido en el tiempo de una manera ficticia. Lo que ya había pasado y tres veces.
Y en consideración del más bajo, ese era un número bueno para superar a alguien y seguir adelante. Quitarlo de tu sistema como había querido desde un principio. Después de todo, incluso si se encontraban por casualidad o por gracia de sus amigos, dudaba que fuera a pasar algo cuando ambos usaron al otro para eliminar sus frustraciones fuera de sus organismos.
Y eso es todo lo que había sido. No era más ni era menos.
—Está totalmente fuera de mí —aseguró con un asentimiento corto pero firme. Mostrándose confiado de sus palabras, lo que por alguna razón, le hizo ganar otra mirada de Jongho que se vio acompañada por una más cruda de Wooyoung.
—¿Seguro? —preguntó el chico con su cabellera bicolor.
Rodando los ojos, él asintió—. ¿Por qué no lo estaría?
—Sólo quiero asegurarme, entonces, ¿si lo ves por ahí, no vas a querer treparlo como un árbol, cierto?
—¿Cuándo hice eso con alguien? —preguntó, indignado.
—La última vez que estuviste enamorado —acotó Jongho, para acto seguido, agregar:—. Y la otra vez que te rompieron el corazón.
—No nos olvidemos de Inseok. Tuviste una fuerte atracción con él.
—Sí, pero ¿de qué sirvió? El imbécil me dejó tirado y no entendió porqué quise dejar las cosas hasta ahí. Encima me trató fatal al final de la fiesta.
—¿No lo has vuelto a ver desde entonces?
—Por suerte, no.
—Si sabes que, cuando Jongho comience a salir con Yunho, verás a Mingi con mayor frecuencia, ¿no?
—Lo puedo manejar —aseguró en un resoplido—. No estoy colado por el sujeto, ¿de acuerdo? Sólo fue atracción sexual, es todo. Y les recuerdo que ya está resuelta.
—¿Le creemos? —preguntó Wooyoung con diversión hacia Jongho, quien emitió un falso sonido evaluativo.
—Sólo veamos cómo lo maneja en los siguientes días y luego saquemos conclusiones.
—Son unos idiotas.
Riéndose el dúo no emitió otro juicio al respecto, pero no fue necesario que lo hicieran. Sólo estaban de broma, y el más bajo lo sabía a la perfección. Esos dos tenían una tendencia por hablar como si no estuviera presente cada vez que decía superar a alguien, cuando o no era cierto y les estaba mintiendo para hacerse el fuerte o, de hecho, era la verdad y sólo querían molestarlo.
Una tontería que sólo ellos comprendía.
✾
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro