❈•≪04. Colisión≫•❈
Si Hongjoong tenía que describir a Mingi en el agua, la palabra que mejor se adaptaría sería sublime. Como uno de los lienzos majestuosos de Claude Monet, de trazados marcados y líneas brutas pero a su vez hermosas que convergían en una armonía perfecta de colores vibrantes.
Mingi era todo eso y más. Un retrato en combinación de distintos azules que brillaban en perseverancia y determinación férrea que te dejaba sin aliento. Unos ciento ochenta y cuatro centímetros de poder y grandiosidad inmaculada que destacaba a la vista bañada en una piel dorada de músculos torneados y bien trabajados.
Hongjoong en verdad se encontraba fascinado. Abrumado incluso de sus sentidos. Contemplar al atleta era como una viaje onírico indescriptible. Donde la realidad se entremezclaba con la fantasía en una danza seductora que no te permitía apartar la vista.
Mordiéndose el interior de la mejilla, el más bajo se deslizó en la grada que ocupaba y miró su cuaderno de bosquejos, lleno de retratos a medio terminar de su nueva musa. Dedos largos cargados de anillos pesados y pulseras artesanales, hombros anchos que nunca se concretaban y piernas largas siempre despatarradas en una invitación despreocupada. Rostro en ángulos variados pero con una mandíbula marcada y una mirada tenaz perpetua. Sonrisas ladeadas en una indulgencia conocedora y maliciosa.
Registros permanentes de secuencias pasajeras y sin terminar.
Suspirando en un anhelo acogedor, Hongjoong cerró el cuaderno y procedió a guardarlo en el interior de su mochila, escuchando de fondo como el silbato del entrenador retumbaba por las dimensiones del edificio en un eco molesto. Las chicas que habían estado animando a ciertos miembros del equipo, redujeron su alboroto a uno más contenido. Pasando simplemente a aplaudir o murmurar palabras de aliento embolsadas en un arrullo encantador.
Sonriendo con levedad, él sacudió la cabeza con ligereza, encontrando el comportamiento adorable. Los chicos en cambio que se hallaban presentes, se limitaron a silbar, mostrando una actitud más hosca. Lo que le hizo rodar los ojos, sin embargo, reconocía que el espíritu festivo y de aliento, seguía siendo algo positivo cuando se trataba del equipo de su universidad. Por lo que aprendió de Jongho, eran uno de los mejores a nivel nacional dentro del área. No recordaba si en tercer lugar o cuarto a comparación de otros centros.
En definitiva, eran bastante buenos.
—Te está mirando —anunció Wooyoung a su izquierda, una grada por debajo. Levantando la mirada, la dirigió hacia el bicolor, encontrándose con su postura relajada, deslizado en la grada y con los codos en la siguiente, usándola de soporte. Una sonrisa en los labios.
—¿Hace cuánto? —preguntó con una media sonrisa tirando de sus comisuras. En parte por la diversión y en parte por el conocimiento.
—Un rato —intervino Jongho, una cadencia baja y relajada. Su postura era más recta que la del bajo, no obstante, lucía cómodo con su espalda bien estirada y los hombros hacia atrás.
—Desde que salió de la piscina —aclaró Wooyoung, un murmullo divertido—. Yo creo que le gustas. O que quiere acostarse contigo, si es que no lo hicieron todavía.
Cubriéndose la boca con una mano, Hongjoong no pudo evitar la urgencia de reírse. Encontrando hilarante la acotación de uno de sus mejores amigos. Totalmente errónea.
—Ya te dije que no hemos hecho más que coquetear.
—Y tener una cita —recordó el castaño con una mano en alto. Abogando por un acontecimiento que no había sucedido de esa manera.
—Simplemente me llevó a comer —respondió tras rodar los ojos, luchando con la urgencia de mover la mirada—. Y allí no hicimos más que coquetear.
—¿Sí sabes que así es como comienzas a salir con alguien, no?
Hongjoong rodó los ojos, en sus planes no se encontraba salir con Mingi, él sólo quería arrancarlo de su sistema y borrar de su piel el grabado a fuego que había dejado con sus caricias superficiales. Es todo lo que pretendía. Un acostón o dos, y estaba listo para seguir adelante con esa perpetua tensión sexual que los atraía como cuerdas invisibles al otro. Tan delgadas y dispuestas a romperse en cualquier momento.
Como un acontecimiento inminente de proporciones desorbitantes.
—Sí, si las intenciones estuvieran —declaró luego de un rato de pensarlo—. Pero no fue así. Ni siquiera hablamos de la vida del otro, insisto, fue pura tensión y cierta incomodidad.
Lo suyo con Mingi no tenía un nombre que se adaptara a las características de su naturaleza, era inexacto por todas partes, no eran amigos porque las implicaciones significativas de la etiqueta, les quedaba grande, pero tampoco es que fueran simples desconocidos que se topaban de vez en cuando. Porque no era así. Eran más como conocidos casuales con un tema pendiente, pero incluso si lo veía de esa forma, aún faltaban espacios que llenar. Conocido a secas se le hacía ambiguo, y ligue, demasiado apresurado.
Por lo que se mantenían en esa línea borrosa y distante, donde se frecuentaban ocasionalmente y si el ánimo de ambos era preciso.
—¿Por qué la incomodidad? —preguntó Wooyoung con la cabeza ladeada—. ¿Ninguno sabe cómo avanzar?
Ahí estaba la cuestión principal, era más que claro que ambos tenían experiencia suficiente, al menos él sí. Sin embargo, no sabían o fingían que no tenían idea, con respecto a qué pasos tomar a continuación. Lo que resultaba siendo un tanto frustrante, pero al mismo tiempo, alentador, porque le hacía saber que el moreno no había perdido el interés en él. Si es que lo tenía y no era un juego de tira y afloja absurdo.
Pero como todo juego previo, primero venían los pequeños detalles y luego el platillo principal. Bien hecho era una delicia y una caricia para le cuerpo. Lo que él esperaba obtener. Casi como si buscara el mangar de los dioses. Y con lo bien esculpido que se encontraba el nadador, no era una metáfora muy equivocada. Diría más bien que acertada.
—No lo sé, simplemente está ahí. No sabría decir porqué.
—Entonces ten otra cita con él, intenten conversas y conocerse esta vez.
—Hay muchas maneras de conocer a una persona.
—Bueno, intenta que no sea sexual —intervino Jongho con cierta crítica. Haciendo que sonreía, la preocupación bordeaba los filos más ásperos de su voz firme.
Hongjoong no emitió respuesta a eso último y sólo se limitó a sonreír, despreocupado como tendía a ser, viendo como algunas personas comenzaban a marcharse. El ruido metálico de los pasos llenando el silencio repentino de un eco superficial. Él sólo tenía veintiún años y pronto tendría veintidós, quería disfrutar de la vida de la manera que le viniera en gana. Además, estaba en el pico del momento donde las hormonas y los químicos le hacían enredos en la cabeza. Tentándolo y seduciéndolo a comportamientos irreflexivos. Y con tanto estrés que vivía a diario por las tareas que se apilaban como correo y las complejidades de satisfacer las exigencias de algunos profesores, Hongjoong sólo buscaba una vía de escape para todo ello. Algo que lo hiciera sentir en orden y sin la necesidad de tener que tomar tantas decisiones por su cuenta.
Los bosquejos eran una manera de desahogo, cuando se sentía demasiado inspirado, cogía el lápiz y comenzaba con sus trazados. O si no era eso, era una brocha, marcadores incluso. La herramienta que necesitara para expresar las sensaciones que se encontraba transitando en ese preciso instante.
Y luego estaba el sexo, donde podía dejarse llevar sin preocupaciones de ningún tipo. Siempre y cuando encontrara un compañero de cama que fuera lo suficientemente listo y, en primer lugar, supiera reconocer lo qué le gustaba, y en segundo, no fuera un idiota crítico y quejumbroso de los que les gustaban juzgar a los demás. Ya sea a una parte de ellos o al ser en su totalidad. Porque exponerse a otra persona no era tan simple como alguien pudiera pensarlo, o se requería de mucha confianza en uno mismo o de una desesperación incontenible. A veces incluso de ambas.
—Creo que hoy viene hacia nosotros.
Espabilando, Hongjoong finalmente levantó la mirada. Enfocándola directamente en Mingi que salía de los vestidores. Su bolso negro colgado en uno de sus hombros y los brazos como ya se le hacía costumbre, descubiertos a causa de una remera sin mangas y algo ajustada a su silueta. Esta vez era de color gris. Las anteriores siendo negras. Sus compañeros no vestían muy distinto, aunque sí es verdad, que podía notar a un par más arreglados que otros mientras se acercaban a un grupo de chicas.
De las tres veces que Hongjoong llevaba visitando el edificio del equipo de natación, en ningún momento Mingi se le acercó o mostró señales de querer hacerlo. Simplemente se le quedaba viendo a la distancia cada vez que reconocía su figura, pero eso era todo. Según Jongho, en una ocasión lo había visto sonreír al verlo entrar. Lo que dudaba, sin embargo, servía para mantener sus esperanzas en alto. Aunque ese era todo el indicio de reconocimiento e interés que había mostrado el contrario hacia su persona y a sus visitas.
Totalmente innecesarias, para ser justos.
Pero no había que ser muy listos para saber a qué se debían. No conocía a nadie más del equipo y el tal Moonsik había sido un completo imbécil con él la primera vez. Incluso si comprendía que habían reglas y áreas a las que no tenía permitido el acceso, habían formas de hacérselo saber. La que el pelirrojo había optado por tomar, fue una mierda en su humilde consideración. Lo que no le dejó una muy buena primera impresión.
Pero cómo sea, él no tenía que lidiar con el sujeto todos los días. Si es que mantenía esa actitud siempre. No lo sabía y no le interesaba saberlo.
Torciendo sus labios en una mueca, Hongjoong contrajo la expresión cuando una chica a unos pocos centímetros de distancia de él y unas gradas por encima, soltó un chillido estridente. Emocionada por algo en particular. Y podía adivinar de qué se trataba: Mingi caminaba en dirección de ellos, como Jongho había dicho. Sus pasos eran tranquilos, nada apresurados, pisadas firmes y grandes debido a las proporciones de su cuerpo largo y amplio. Y en lugar de usar las escaleras a un costado, el moreno pisó directamente sobre los asientos, acortando el camino en su dirección y en la de sus amigos. El bolso se balanceó con las acciones pero el rostro del propietario se mantuvo inexpresivo. No fue hasta que estuvo lo considerablemente cerca, que uno de sus labios se curvó hacia arriba. Ladeando una sonrisa.
—¿Otra vez por acá? —preguntó en esa cadencia burlesca y grave que le daban ganas de golpear fuera de algún modo muy literal. Porque iba dirigida a él, no a sus amigos que acostumbraban a frecuentar las prácticas y ya eran habituales del lugar.
—Me apeteció ver qué hacían, ya sabes, tomar algo de inspiración —murmuró con un encogimiento, medio diciendo la verdad, medio mintiendo. En parte sí conseguía inspirarse, pero la otra mitad es que sólo quería observar al moreno en su traje de baño y en su elemento.
—Hacemos lo mismo de siempre, no sé qué puede ser tan interesante —comentó el impropio con astucia. Haciéndole apretar los labios.
En teoría no siempre hacían lo mismo, en esas tres visitas que había hecho, Hongjoong aprendió tanto por su cuenta como con ayuda de sus amigos que el equipo tenía diversos entrenamientos. A veces eran competencias entre dos o cuatro nadadores específicos para calcular su rendimiento en el agua, ya sea velocidad o agilidad. Mientras que en otros días, practicaban técnicas, o mejor dicho, estilos en la piscina. Tales como mariposa, pecho, espalda o crol. Términos que había aprendido por Yunho, quien muy amablemente se los había hecho saber. Los tecnicismos en sí mismos, no los acababa de absorber. Y las diferencias entre ellos, de manera muy vaga las lograba distinguir.
Pero eso ya era otro asunto.
Echándose hacia atrás en la grada, Hongjoong cruzó su pierna derecha por sobre la izquierda, provocando que su pantalón corto se subiera y revelara más carne de la que estaba supuesto a mostrar. Él no pasó inadvertido cómo los ojos de Mingi siguieron el movimiento de la tela. Sonriendo para sus adentros, lo tomó como una victoria parcial en su juego tirante.
—Son un montón de hombres en traje de baño, muchas cosas pueden ser interesantes, pregúntale a cualquiera —terminó por responder, mostrando una sonrisa ingenua y plástica que no alcanzó a sus ojos. Totalmente fingida.
—Pensé que los artistas estaban más ocupados que esto —murmuró de regreso, señalándolo con ambas manos.
—¿Te molestaría especificar?
Lanzando el bolso a un costado, Mingi inclinó su figura por encima de la suya pese a que todavía quedaran personas allí, y principalmente, a pesar de que sus mejores amigos siguieran observándolos como dos cuervos al acecho. Sin embargo, Hongjoong no tuvo tiempo de pensar en el nivel de exposición al que lo estaban sometiendo, porque en el instante que el aliento caliente del nadador rozó su oreja, su mente se fue a blanco.
—Arreglarse —susurró el moreno, una cadencia afable que fue incompatible con la profundidad de su voz—. Pensé que no tenían vida —agregó a continuación, rozándole el lóbulo con los labios. La sensación fue electrizante.
Haciéndose aún más para atrás, Hongjoong tuvo el flequillo cubriéndole los ojos parcialmente y obstruyendo una parte de su vista, no obstante, permaneció de ese modo, conectando su mirada con la de Mingi. El café de sus ojos era indescriptible en ese momento, tan indeterminado y oscuro. Como dos obsidianas sin nombre. Intensas y absorbentes en una oscuridad galáctica.
—¿Piensas que me veo bien? —preguntó en un susurro íntimo, asegurándose de que sus amigos no escuchen—. ¿Es eso?
Pegándose a su mejilla, el atleta tomó una profunda respiración antes de apartarse y sonreírle en grande. Mostrando sus dientes desiguales.
Esa era una característica que no había podido trazar aún. Le daba unos aires de ingenuidad que no poseía. O no cuando jugaba con él.
—Te ves encantador, Hongjoong.
Ladeando la cabeza, el susodicho se sintió algo decepcionado, no era exactamente lo que esperaba oír, pero tampoco es que fuera malo para lo que tría puesto. Unos simples pantalones cortos de color azul oscuro, mientras que por encima, llevaba una sudadera con gorra de color celeste. El clima era fresco para todavía mantenerse a finales de primavera. Sin embargo, esperaba que al menos, reconociera su maquillaje casual o los accesorios que se había puesto en el pelo y que usaba en ocasiones especiales.
—Gracias —murmuró con una honestidad delicada y una sonrisa a medias.
Enderezándose, Mingi le mostró una sonrisa que no supo interpretar y se alejó, volviendo a recoger su bolso. En ese preciso instante, Yunho apreció de entre los vestidores, conversando con uno de sus compañeros. Al notarlos allí, rápidamente se despidió y se acercó a ellos con una sonrisa grande, de dientes expuestos y entusiasta. Típica de alguien con una personalidad auténtica y alegre. Similar a Wooyoung en muchos sentidos. Aunque notoriamente más reservado.
—Hey, chicos, no sabía que todavía estuvieran aquí —fue lo primero que les dijo al acercarse. Dirigiendo una mirada de soslayo, el de cabellera morada notó cómo las puntas de las orejas de su amigo más joven enrojecieron en una timidez juvenil.
—Queríamos felicitarte —dijo Wooyoung, tomando la palabra por todos—. Lo hiciste bien en la práctica de hoy.
Mostrando una sonrisa apretada y tímida, el alto desvió la mirada un segundo—. Muchas gracias. No esperaba quedar en segundo lugar.
—Eres bueno —aseguró Jongho con dos pulgares arriba—. No dudes de eso.
—Yo no sé mucho pero te viste increíble, así que anímate —murmuró el artista con una sonrisa sincera, alentando al gigante cachorro.
—Gracias, Hongjoong.
Asintiendo en lo que parecía concordancia, el segundo más alto palmeó la espalda del rubio un par de veces, animándolo seguramente. Un gesto bastante perezoso pero aún así fraternal que se vio recompensado por una sonrisa honesta y de dientes brillantes.
—¿Quieren ir a comer algo? —ofreció Yunho con un tono más alegre de ser posible.
—¡Claro! —respondió Jongho con un declive en la voz que le decoró las mejillas de rosa—. No me parece mala idea —corrigió poco después, tras carraspear.
Hongjoong se rió por lo bajo, enternecido del desliz de su mejor amigo. Era encantador verlo en esa faceta más juvenil y torpe, ya que para ser francos, era el más maduro de los tres. Y que de la nada actuara como un joven de veinte años, colado por alguien más, era refrescante de ver. Sumamente encantador también.
—Seguro —dijo Wooyoung tras encogerse de hombros—. Podríamos invitar a San y Seonghwa si no están ocupados, de paso Hongjoong podría conocerlo, de seguro te agrada.
Mostrando una sonrisa de disculpa, el aludido se abrazó a su mochila—. Lo siento, pero tengo una propuesta que terminar.
—¿La misma de la otra vez? —preguntó el menor entre ellos. Perceptivo.
—Sí, al profesor no le gustó la idea, la ejecución no fue mala pero el escenario le pareció muy "típico" —respondió con el gesto de comillas, rodando los ojos—. Así que tengo que rehacerlo. Desde cero —dijo con una sonrisa forzada, demostrando su descontento.
—Vaya, eso sí es una mierda.
—Ni que lo digas, Yunho, pero tan pronto salga de esto, reunámonos —comentó con aires de promesa, poniéndose en pie—. Tengamos una revancha en los bolos o algo parecido.
—Suena como un buen plan, podríamos salir a tomar incluso —acotó Wooyoung, de repente entusiasmado.
—Tengamos en cuenta a Jongho —le recordó a las risas.
—Cierto —dijo el bicolor—. Lo siento.
—¿Quieres que te lleve? —preguntó Mingi luego de un rato largo en silencio, provocando que todas las miradas vayan a parar a ellos. Removiéndose en su sitio, Hongjoong vaciló un segundo antes de asentir. Humedeciéndose los labios. Ambos sabían lo lejos que quedaba su dormitorio de ese edificio, caminando tardaría una eternidad.
—Te lo agradecería mucho.
Remitiéndose al silencio, el moreno se despidió del resto con un simple gesto mientras que Hongjoong abrazó a quienes era afines y chocó las manos con el único que todavía estaba en proceso de conocer pero le agradaba. Una vez terminó con ello no demoró en alcanzar al alto en el pasillo de las instalaciones. No encontrando un tema que rompa esa quietud que los rodeaba, decidió mantenerla, siguiéndolo con los labios sellados y la anticipación golpeando su pecho en palpitaciones dolorosas.
Al llegar al estacionamiento, no hubieron variaciones en su estado. El silencio reinó por sobre ellos con una rectitud irrompible que incluso con música se sintió pesado, obstinado en una persistencia que no le quedaba. Colocándose el cinturón de seguridad, el más bajo se decidió por no darle importancia. Ignorándolo con el paisaje que transcurría borroso en la movilidad del Jeep. Como un retrato difuminado.
Casi veinte minutos después, Hongjoong se encontró quitándose el cinturón, pero todavía algo pesaba en sus entrañas y el calor de la anticipación le quemaba en la piel. Era extraño, como unas expectativas de que algo pudiera o no suceder si lo ponía a prueba lo suficiente. Relamiéndose los labios, sus ojos fueron en distintas direcciones antes de abrir la puerta y mantener un agarre firme en la manija.
Con el corazón repiqueteando en su esternón y la sangre subiéndole a las orejas, Hongjoong pensó: es ahora o nunca. Las palmas le sudaban y sentía un aire fresco recorrer su nuca, como una advertencia tentadora de que se lanzara, de que diera ese salto de fe y probara esas aguas tumultuosas. Sin embargo, la vacilación era clara y Mingi parecía notarla, porque se le quedó viendo con una atención de predador. Demasiado intensa y demasiado fija.
—¿Sucede algo? —preguntó con una voz rasposa, el codo apoyado en el marco de la ventana y la cabeza descansando en la palma de su mano, en una postura confiada. Frente despejada y cabellera todavía húmeda.
Apretando los muslos, el más bajo respiró hondo—. ¿Quieres tomar algo? —preguntó con la voz ahogada—. Una ofrenda de agradecimiento por haberme traído.
Mirándolo con detenimiento, el de cabellera morada tragó en seco cuando algo, indistinguible e incomprensible a su razón, se iluminó detrás de aquellos ojos cafés. Fue como una llamarada de luz espontánea que no alcanzó a determinar sus intenciones.
—¿No molestaría a tus compañeros?
—Están en clases —murmuró tras carraspear—. Son estudiantes de ciencias, tienen un horario apretado, ya sabes.
—Sí —replicó el moreno, todavía observándolo. Empezando a calentarse, el artista carraspeó por segunda vez, queriendo hacer al otro espabilar, lo que funcionó—. Bueno, otro día puedo comer con los chicos, así que acepto tu invitación.
—Genial —murmuró de manera torpe, bajándose del Jeep.
Apresurado y escuchando la alarma ser puesta, Hongjoong hurgó en su mochila por ese papel que siempre cargaba encima y al encontrarlo, fue rápido para observar el grabado con tinta.
—¿Traes la clave escrita contigo? —preguntó el moreno una vez lo alcanzó en la entrada. Sobresaltándolo.
—Soy malo para memorizar números —respondió con sencillez, devolviendo el papel a su sitio de origen, mientras que a su vez, repetía los dígitos de cuatro números como un mantra en su cabeza.
—Pero lo estás haciendo ahora.
—Eres bueno para observar —le dijo cuando llegaron a uno de los elevadores—, pero en realidad sólo los estoy repitiendo en mi mente. Eso dice mucho de lo mal que se me da.
—Espero que otras cosas se te den mejor.
Hongjoong entrecerró los ojos por la ligera implicación, pero no respondió, encontrándose en un elevador con más personas, el pudor hacía de las suyas y lo cohibía. Lo que no parecía ser el caso del moreno.
Una vez llegaron al tercer piso, Hongjoong guió a Mingi a través de los pasillos, la única vez que había tenido conocimiento de su dormitorio había sido por fuera y en aquella ocasión cuando lo llevó a comer. Por lo que desconocía la ubicación de su dormitorio, lógicamente. De ser el caso contrario, saldría corriendo.
Y al llegar a éste, todos los pensamientos se convirtieron en vapor. Dejándolo a la merced de sus expectativas y la anticipación latente que empujaba sus entrañas revueltas hacia abajo, como si quisiera vomitar pero no tuviera nada en el estómago para hacerlo. Era incómodo y frustrante.
Rara vez le pasaba.
Quitándose sus zapatillas de plataforma, el de cabellera morada las depositó en su sector y le indicó al alto que hiciera lo mismo con las planas que traía. Una vez dejó sus pertenencias en la entrada, le pidió al de cabellera café que lo siguiera. Guiándolo hacia la cocina. Era modesta y pequeña, como la de cualquier dormitorio en general. Carecía de arreglos propios y detalles que le dieran personalidad, prohibido por la institución, si iban a reformar algo, debían limitarse a sus habitaciones y con objetos que se removieran fácilmente sin dejar manchas.
—Estás tenso, cariño —escuchó al moreno decir una vez le tendió el vaso con limonada. Abriendo los ojos en grande, el artista se sorprendió porque lo hubiera notado. No creía estar siendo mesurado con sus acciones, pero tampoco demasiado evidente—. ¿Quieres contarme a qué se debe?
—Sólo estoy nervioso —murmuró de manera torpe, sonriendo de forma temblorosa. Inclinando la cabeza a un lado, el alto le dio un sobro a su bebida antes de pasar a dejarla en la encimera a su costado.
—¿Es por mí? —preguntó con curiosidad, sonriendo de costado. Conocedor y en algún punto intermedio, engreído.
—Tal vez —declaró con reticencia, desviando la mirada, no obstante, una mano ajena no tardó en posarse en su mejilla con suavidad y hacerlo mirar hacia adelante. El gesto fue gentil y nada forzado. Un poco inesperado cabía destacar.
—¿Qué pasó con toda esa confianza que siempre traes? —preguntó en un susurro, acercándose—. Encima el día de hoy, luciendo tan lindo. No deberías sentirte cohibido por mí.
—Creí que lucía encantador.
—Bastante —dijo cuando una segunda mano se pasó en su otra mejilla, tomándola con un cuidado de cristal que le hizo suspirar. Hasta ahora, era el mayor contacto que habían vuelto a tener después de un tiempo—. Eso no significa que te veas mal. Especialmente con ese adorno en tu cabello, es lindo. ¿Qué es?
—Cerezas —contestó con la garganta apretada. Al moreno le gustaban los accesorios en las manos y a él en el pelo, una oposición discreta.
—Te hacen ver bien.
—¿En serio? —preguntó con un tono más dulce, un brillo indiscreto e inclinando la cabeza. Su flequillo cayendo a un costado y revelando las sombras rosas y sutiles que traía puestas.
—Muy bien —dijo cuando el moreno se inclinó encima de él—. Te produces bastante para ir a un lugar cerrado y sin ventilación.
—¿No te gusta? —cuestionó en un susurro audible, apoyando las palmas sobre la encimera. De repente se sentía como si ardiera de los pies a la cabeza. Era tan poco espacio y ellos estaban tan apretados que era mucho para manejar—. Puse mucho esfuerzo para elegir los colores de transición, ¿sabes?
—La verdad es que no tengo idea —murmuró a centímetros de su boca, viéndolo directo a los ojos—. Sólo que te queda bien, destaca el color de tus ojos.
—Gracias, tampoco te ves mal —replicó, de repente alzando las manos y colocando las palmas en los bíceps ajenos—. Es una apariencia bastante fresca —murmuró al azar, dándole un apretón a la carne, sintiendo los músculos duros bajo su tacto.
—Mhm —articuló el moreno, al parecer un poco ido—. ¿Te molestaría si te besara?
—Joder, sí —resopló, viéndolo desde los ojos a la boca en una secuencia repetitiva. Sintiéndose de gelatina y un poco necesitado por contacto.
Con la confianza recobrada gracias a la pregunta, Hongjoong levantó los brazos de donde los tenía y los depositó alrededor del cuello de Mingi, empujándolo hacia abajo con fuerza. La diferencia de altura era algo que siempre lo había traído loco de sus compañeros. Era fascinante.
El moreno dejó escapar un jadeo cuando sus labios se conectaron con un exceso innecesario de ímpetu, sin embargo, pronto se encontró correspondiendo y llevando sus manos a las caderas del más bajo. Sosteniéndolas en una firmeza de acero que dejaría marcas incluso a través del material.
Al principio el beso fue un poco tenso, dubitativo incluso por parte de ambos, pero en cuanto Hongjoong mordió el labio inferior de Mingi, es como si todas esas inquietudes internas se hubieran desintegrado en polvo. Perdiéndose en el beso y en la intensidad de sus bocas. Y él al menos supo que se estaba dejando ir demasiado en las sensaciones, en el momento que ese par de manos fuertes lo levantaron sin aparentes complicaciones y lo hicieron sentarse arriba de la encimera. Recordando aquella posición en la fiesta con el moreno entremedio de sus piernas, sólo que en esta versión, se besaban y teñían sus labios de un rojo arrebatador.
Jadeando a medio beso, Hongjoong sintió como aquellas manos le rodearon la cintura y lo empujaron más cerca del borde, de manera tal que sus ingles estuvieron rozándose. Delirando por lo rápido que escalaba la situación, las manos del más bajo viajaron por aquellos brazos descubiertos y se situaron por encima del abdomen del moreno. Palmeando por encima de su prenda los abdominales delineados con dureza. Gimiendo del gusto, sus manos fueron un poco más traviesas y serpentearon hacia abajo, hasta colarse por el material delgado y sentir el calor de aquella piel dorada. Los músculos se tensaron bajo su tacto y el beso se tornó más vehemente. Exigiendo hasta lo que no tenía en las cavidades de su boca.
Peleando por respirar a través de su nariz, el más bajo tuvo que apartarse unos segundos y redirigir su atención hacia otra parte del cuerpo del moreno, pasando a depositar besos húmedos en la superficie expuesta de su cuello. Al principio fueron eso, inofensivos y superficiales. Sin embargo, con el aumento del calor, se volvió más insistente, dejando marcas rojizas que cobrarían una intensidad posterior.
—¿Quieres ir a mi cuarto? —preguntó luego de hacerse hacia atrás, teniendo que parpadear para enfocar la vista.
Rodeando sus muslos con las manos, el nadador le hizo rodearle la cintura con fuerza—. ¿Dónde queda? —preguntó sin aliento, mirándolo con una intensidad voraz. Meciéndose inconscientemente, apuntó hacia un corredor con la cabeza, no confiando en las palabras que pudieran escapar de sus labios en ese instante—. ¿Qué puerta? —exigió saber cuando se encontraron allí.
—La segunda —murmuró con la voz quebrada.
Luego de que ingresaran, Hongjoong se encontró siendo recostado en la superficie cómoda de su cama y con la figura de Mingi encima suyo, obnubilando el escenario completo. Gimiendo de la impresión, volvió a tirar de él en un beso profundo. Tomando su aliento y sus quejidos en el interior de su boca, sin embargo, el moreno pareció tener distintos planes porque no dudó en apartarse. Dejando un trazo de besos húmedos desde su mejilla a su cuello. Livianos como una pluma.
—Dijiste que te gusta que te traten bien, ¿cierto?
Asintiendo, el más bajó demoró en hallar las palabras—. Sí —fue todo lo que pudo articular.
Esa era una estimación pobre de lo que a Hongjoong le gustaba, porque en realidad, a él le encantaba que lo hicieran sentir adorado. Era algo que nunca comprendió realmente, pero teniendo en cuenta que sus profesores rara vez felicitaban a sus alumnos por un trabajo bien hecho o el empeño adecuado, no era del todo particular que le fascinaran los halagos. Sabía que estaba en la naturaleza humana, después de todo, ¿a quién no le gustaba que lo reconocieran o le dieran el visto positivo? Un cumplido aquí o un cumplido allá de vez en cuando, eran buenos para el ego y acariciaban el alma como nadie más podría hacerlo con acciones. Era lo que más le encantaba en realidad, que le dijeran lo bien qué hacía las cosas para las que fue requerido. En el ámbito sexual, por supuesto. De ahí en fuera, ya era otro tema.
—¿Tanto como para llorar por ello, no?
Hongjoong jadeó, arrugando las cejas—. ¿Recuerdas todo lo que te dicen?
—Bueno, iba a joderte, tarde o temprano la información me iba a ser de utilidad, ¿no crees?
—Preferiría que olvidarás esa parte, sólo estaba coqueteando.
—Entonces, ¿sin lágrimas?
Gimiendo, Hongjoong volvió a mecer las caderas. Mingi era bueno con su lengua, tenía labia, le reconocía aquello, aunque al principio le hubiera dado las indicaciones contrarias, no obstante, dudaba de sus capacidades para tratarlo tan bien como para hacerlo llorar. Después de todo, el placer tenía que ser muy intenso para que eso sucediera y ellos apenas se conocían. Ni siquiera estaban seguros de su compatibilidad sexual, pese a la evidente química que tuvieran.
—Te crees muy capaz de conseguirlo, ¿no?
—Me gustan los retos —admitió con un encogimiento, besando el lóbulo de su oreja con una ternura indescriptible—. Y pareces ser uno bueno.
—Creí que las cosas complejas no eran lo tuyo.
Riéndose de forma ronca, el nadador presionó sus erecciones juntas, robándole el aliento—. Ya te lo dije, no me molesta si eres tú, además, me refería a la vida cariño.
—¿Qué tal si comienzas a dejar de hablar? —replicó con cansancio, intentando de conseguir algo de fricción pero fallando. Empezaba a sentirse necesitado—. Siento que sólo estás dudando sobre qué hacer conmigo.
—Ya te lo dije, me gusta el juego previo —le recordó con una sonrisa, apartándose para que sus ojos pudieran conectarse con propiedad. Obsidianas oscuras y absorbidas en un negro profundo, fue lo que pudo notar. Era devastador—. ¿Y por qué mejor no hacemos esto? Eres bueno para mí y guardas silencio, ¿eh? Con lo listo que te ves, de seguro que lo consigues, ¿no?
Sin darse cuenta, el más bajo asintió repetidas veces, totalmente callado. Riéndose de él, el alto se inclinó a besarlo. Dominando su lengua y tomando su boca con una dureza impresionante. Conteniendo el gemido que quiso abrirse pasó en su garganta, el artista, intentó corresponder de la mejor manera que se le permitió. Inclinando su cabeza en un ángulo favorecedor y moviendo su lengua al mismo ritmo demandante del otro.
Pero lo que lo dejó sin aliento, fue la forma en la que aquellas manos grandes lo acariciaron por debajo de su ropa. Fueron gentiles y suaves, tocando cada extensión de su cuerpo con una ternura que no tenía comparación. Sin poder evitarlo, eso lo hizo gemir en lo profundo de su garganta. A gusto con las suministraciones ajenas.
Y a medida que las prendas comenzaban a desparecer, el calor se volvía más abrasador. Quemando en sus pieles como un fuego sin control. Sintiéndose expuesto, Hongjoong rompió el beso y llevó su mirada hacia la de Mingi, sólo para encontrarlo sentado sobre sus talones, observándolo a detalle mientras se acariciaba a lo largo. Su miembro erecto y venoso, goteando líquido preseminal.
—Mírate ahí, tan callado y obediente —murmuró con la voz ronca y una octava por debajo—. Toda una lindura como el día de la fiesta —mordiéndose el labio inferior, el artista intentó no rogar, sin embargo, sus caderas se mecieron por su cuenta en el aire, exponiéndolo—. Tan necesitado. ¿Qué debería hacer contigo? —preguntó de repente, inclinándose a tomarlo con una mano por la mejilla—. Dime cariño, ¿qué quieres que haga?
El primer instinto de Hongjoong fue separar los labios, dispuesto a ofrecer una respuesta, no obstante, recordó la primer orden que se le dio y rápidamente los volvió a cerrar. Confundido y un tanto desorientado sobre cuál opción era la más viable ahora mismo. Si responder o no.
—¿No vas a responder? —preguntó por segunda vez el moreno, sonriendo como un bastardo y ladeando la cabeza—. Ya veo. Zorro astuto —le dijo mientras le daba un apretón en las mejillas—. Dejándome jugar contigo a mi antojo, qué lindo. Buen chico —felicitó en un tono más afable, una cadencia menos bruta y una sonrisa más auténtica. Gimiendo, él sólo asintió.
Terminando de acariciarse, Mingi soltó su miembro y tras una expresión evaluativa, sus ojos oscuros le perforaron el rostro—. Sé un buen chico y abre la boca para mí, ¿de acuerdo?
Limitándose a las acciones, el de cabellera morada separó los labios lo que consideró justo, inclusive llegando a sacar su lengua. Gruñendo por lo bajo, el moreno se arrimó hasta que la punta de su miembro entró en contacto con su lengua. Fue ligero y muy superficial, apenas dejando un rastro de su líquido preseminal como marca. Sujetándose a los muslos impropios, Hongjoong ensanchó la apertura de su boca cuando el glande ingresó y parte del falo le acompañó. Acomodándose a la sensación pesada en su interior, el artista se dio tiempo a probar la textura resbaladiza que salía de su boca y entraba a tientas. No era ni dulce ni salada, tampoco tenía un matiz amargo pero sí ligeramente ácido semejante a la piña. Lo que no le molestaba, eso significaba que al menos el nadador, tenía una dieta saludable. El olor tampoco era malo, teniendo en consideración que se había duchado hacía no mucho, era una combinación a jabón natural y gel de menta. Notorio pero no intrusivo como para distraerlo.
Cerrando los ojos, Hongjoong hizo lo que se le pidió y además de mantener la boca abierta, se concentró en relajar los músculos alrededor de la garganta lo mayor posible. Permitiendo de esa manera, que el moreno marcara el ritmo muy a su antojo. Lo que hizo sin segundas consideraciones. No obstante, podía rescatar que al principio fue cuidadoso. Probando sus capacidades y teniendo la precaución de no sobrepasarse de buenas a primeras. Midiendo sus límites y la profundidad de la que era capaz. Lo que agradeció para sus adentros.
No había tenido muy buenas experiencias dando sexo oral, algunos sólo eran muy brutos concentrados en su propio placer, olvidándose que tenían a otra persona del otro lado.
Y cuando Mingi pareció seguro del terreno en el que estaba, es que comenzó a moverse con mayor intensidad, profundizando en su garganta lo suficiente como para hacerlo no sólo sentir el peso venoso, sino que también la punta golpeándolo al final. Lo que lo llevó a cerrar los ojos con fuerza y a sentir las comisuras de sus ojos humedecerse. Apretando la carne a la que se sostenía, él hizo lo mejor posible por aplanar la lengua y acariciar esas venas que entraban y salían de su garganta, generando un sonido de saliva desagradable. Sin embargo, a él no le molestó y al nadador tampoco. Incluso parecía que lo hacía adrede. Llenando la habitación del sonido de sus bolas golpeando su mentón y su saliva empezando a deslizarse por un costado de su labio.
Sorbiendo el glande cuando fue sacado a ese extremo, Hongjoong aprovechó la oportunidad de manipular el miembro de Mingi con sus manos, acariciándolo a lo largo y deteniéndose en la bolsa que recubría sus bolas. Acariciándolas con ambas manos con suavidad, masajeando la línea que los unía y deslizando su lengua por una de esas venas que más destacaba. Imponente y gruesa. Gimiendo, sus caderas se volvieron a mecer en el aire ante la ausencia de algo. De una caricia o de unos dedos que lo reconfortaran. No obstante, no articuló sus quejas. Aún así, algo le decía que Mingi ya las conocía.
Y muy para su sorpresa, el susodicho llevó una de sus manos y le apartó el flequillo de los ojos, descubriendo su frente y viéndolo con una intensidad que era comparable a la de un sol entero. Abrasadora y destructiva.
—Buen chico —susurró el moreno, acariciando sus cabellos con suavidad, un ritmo acogedor y lento—. Tan obediente y silencioso —continuó diciendo con la respiración trabajosa—. Cumpliendo con lo que te pedí sin quejarte, vaya criatura más adorable.
Al gemir, el sonido retumbó en su cavidad, llegando al miembro del nadador y haciendo a éste gruñir, apretando su agarre entorno a su pelo un segundo efímero que desapareció tan pronto se dio cuenta de ello.
—Lo hiciste tan bien hasta ahora, cariño. ¿Qué te parece dejarme llevar las riendas?
Sacándose el miembro de la boca, Hongjoong casi comente un error al querer articular su respuesta, sin embargo, fue lo bastante rápido para detenerse a medio camino y proceder a asentir en su lugar, aprovechando la libertad para frotarse en el miembro lubricado por su saliva y el líquido preseminal. Lo que puso una expresión distinta en Mingi. Más oscura. Indescriptible.
Jadeando por ello, al más bajo lo tomaron por la parte final de su cabellera morada y lo hicieron volver a abrir la boca, no sin ante frotar la punta de su miembro en sus labios en un pedido silencioso.
—Si es mucho, golpea uno de mis muslos, ¿entendido, cariño?
Asintiendo como la persona obediente que era, siguió sin pronunciar palabras. Y Mingi, completamente satisfecho por su comportamiento, comenzó un vaivén devastador. Entrando y saliendo de su boca con una habilidad diestra, golpeando profundo en su cavidad al punto de hacerlo enterrar sus uñas romas en la carne de los muslos ajenos con fuerza. El sudor le recorrió la frente y le pegó el flequillo a los ojos, pero incluso así, podía notar el hambre contenida en la pupilas del moreno. Era tan devastadora y abrasadora que lo tenía derritiéndose bajo su tacto castigador.
—¿Quieres tragarlo? —preguntó el nadador después de un rato, el cuerpo perlado en sudor y la frente cubierta por su cabellera café oscura, era arrebatador de ese modo—. Puedes responder. Lo estás haciendo bien, cariño.
—Estoy bien —dijo con la voz completamente destruida y adolorida—. Puedo tragarlo.
Sujetando una de sus mejillas con los dedos, el frío de los anillos lo hicieron sobresaltarse—. Te pregunté si querías hacerlo, no si podías.
—Quiero —murmuró totalmente en trance—. Quiero tragarlo.
Riéndose, el moreno asintió, acariciándole el pelo—. De acuerdo, buen chico. Ahora abre la boca de nuevo y bien, ¿entendido?
Asintiendo, Hongjoong hizo lo que se le pidió, inclusive volviendo a sacar la lengua, la imagen fue obscena como un retrato de Botticelli, careciendo de su sensualidad y trazos delicados. Inclinado más al libertinaje vivo. Algo que pareció gustarle al moreno, que contrajo su expresión en algo ilegible. Sus manos se movieron con mayor rapidez por su miembro y su respiración se convirtió en un desastre laborioso. Antes de que lo supiera, el joven artista sintió las primeras gotas caer sobre su rostro obligándolo a cerrar los ojos, e inconscientemente, un gemido rompió la barrera del silencio. El semen estuvo caliente y pesó sobre su piel, pero no le disgustó.
Y cuando sintió algo húmedo pero frío sobre su cara, se sobresaltó, abriendo los ojos, sólo para encontrarse con que el moreno le limpiaba el rostro con una toalla húmeda que había tomado de su mesa de noche.
—Las tengo allí por el maquillaje —explicó sin necesidad, pero sintiendo que tenía que hacerlo para no ser malentendido.
—No te juzgo, cariño, son tus cosas —fue la contestación despreocupada del moreno, quien al terminar, se inclinó a besarlo largo y tendido—. Lo hiciste excelente. Gracias.
Jadeando, Hongjoong no pudo evitar inclinarse más cerca del calor del moreno y rodearlo con sus brazos, cuando éste finalmente salió de encima suyo. A centímetros de sus labios, la tentación fue mayor, haciéndole robarle un beso corto. Fugaz.
—¿Qué hay de mí? —preguntó con una necesidad que no se había menguado. Le gustaba servir a otros, pero tampoco al punto de que lo dejaran de lado.
Tomándolo por la mandíbula, Mingi le ladeó el rostro y presionó sus labios sobre la superficie de su piel, arrastrando las palabras sobre la misma con una aspereza seductora.
—¿Qué hay de ti? —repitió con cierta burla, usando su otra mano libre para sostener su erección bien formada—. Bueno, parece que tenemos un problema aquí. ¿Por qué no eres bueno y lo solucionas por tu cuenta, mostrándome lo independiente que eres, mhm?
Negando, Hongjoong no pudo evitar lloriquear—. Quiero que me toques.
—Pero eso tiene solución, no tienes porqué llorar, encanto —le dijo en un tono indulgente que rozaba la burla, procediendo a limpiarle las comisuras humedecidas de sus ojos con delicadeza—. Sólo que tienes que hacerlo por tu cuenta, ¿entiendes?
No, joder, Hongjoong estaba demasiado desorientado como para entender a qué se refería realmente el nadador, no obstante, en el instante que éste estiró su mano y se la cedió, los engranes en su cabeza se pusieron a trabajar como nunca.
—Sé independiente y bueno para mí —le repitió con una afabilidad que no le había escuchado antes.
Tragando en seco, el más bajo tomó la mano del alto y la llevó hasta su miembro desatendido, inmediatamente, los dedos largos se rodearon alrededor de su base, cubriéndola con su longitud. La diferencia fue tan obvia que lo tuvieron cerrando los ojos y gimiendo. Asegurando su agarre en la mano impropia, la comenzó a mover con lentitud, probando terreno. Pese a su determinación inicial, la vergüenza se entremezcló en su deseo y ahogó su excitación al punto de que lo cohibieron, haciéndolo detenerse y tirarse hacia adelante, refugiándose en el pecho del moreno.
Recibiendo un beso en la sien derecha, Hongjoong se apartó para encontrarse con la mirada de Mingi.
—Ibas bien, ¿por qué te detuviste? —preguntó con una confusión genuina—. Te veías hermoso jodiéndote en mi mano. ¿Qué pasó?
Rodeando su cuello con las manos, Hongjoong parpadeó varias veces, enfocando la mirada—. Hazlo tú —pidió en un susurro roto—. Por favor, Mingi. No puedo.
—Creí que serías más obediente.
Apretando los labios, el más bajo respiró hondo, sintiendo las comisuras quemar—. Lo siento —murmuró, ido—. La siguiente vez quizás yo pueda, pero ahora... Por favor.
Sintiendo una mano al final de su cabellera, las caricias no tardaron en aparecer, consolándolo.
—Está bien, cariño. No llores —le dijo en una cadencia afable, presionando un beso en el costado de su mejilla derecha—. Lo hiciste bien, ¿de acuerdo? Podemos trabajar en ello, descuida —le prometió en un tono dulce, digno de seducción, a la vez que empezaba a mover su mano con lentitud, causándole un suspiro—. Lo tomaste tan bien que quería retratarte en una foto.
Jadeando, Hongjoong balanceó sus caderas cuando Mingi aumentó el ritmo. Jodiendo su mano con lentitud, el rostro oculto en la curvatura de su cuello. La sal de su piel infiltrándose en sus labios entreabiertos y dejando un rastro salado en su paladar. Besando su cuello dorado, el artista se perdió por completo cuando la uña roma del nadador se infiltró en su hendidura y comenzó a masajearla con insistencia. Haciéndolo retorcerse y causar todo tipo de sonidos inhumanos.
Sin embargo, la sensación fue avasalladora. Llevándolo a un punto de no retorno de lujuria ardiente y colores vibrantes que le hicieron rodar los ojos hacia la parte posterior de su cabeza, consumido por ese calor de mil soles y esa insistencia por liberación que quemaba debajo de sus venas y sacudía sus terminaciones de una sensación arrebatadora. Mordiéndole el hombro al moreno, esa fue la única forma que encontró Hongjoong de acallar el grito que quebró su garganta y lo dejó sin fuerzas en los brazos de Mingi.
—Felicidades cariño, lo hiciste fantástico.
Emitiendo un sonido satisfecho, Hongjoong se mantuvo con los ojos cerrados sobre el hombro de Mingi. Demasiado cansado para mover un sólo dedo. Y éste pareció notarlo, porque de repente, empezó a repartir caricias aleatorias sobre su espalda. Consolándolo por segunda vez.
En los tramos vagos de lucidez, Hongjoong le daba un punto extra por el cuidado posterior, porque para su sorpresa, no se detuvo sólo en caricias reconfortantes, sino que el sujeto fue lo suficientemente amable como para traer una toalla húmeda con él y comenzar a limpiarlo. Asegurándose de que luciera lo bastante limpio como para que no tuviera que molestarse en tomar un baño, inclusive le trajo la pasta de dientes y un vaso con agua para que se lavara la boca.
«Bueno, carajo, denle dos puntos al hombre por eso», pensó cuando la neblina de la excitación disminuyó considerablemente.
—¿Qué tal? —lo escuchó preguntar—. ¿Cumplí con tus expectativas?
—¿Luzco como un desastre andante?
—Te escuchas como si hubieran jodido tus neuronas.
Riendo, asintió una vez—. Pues felicidades —dijo al recostarse en su cama, agotado de verdad pese a que no hubieran hecho nada que involucrara penetración—. Las sobrepasaste.
Rodeándolo con los brazos, el moreno le besó la frente—. Nunca te dijeron que no le digas eso a un egocéntrico. Le subes el ego como espuma.
—Como si lo necesitaras.
Riéndose, el moreno fue rápido para soltarlo y enderezarse, luego de que le hubiera puesto un par de prendas cómodas, no había demorado en vestirse con las propias.
—En ese caso, volvamos a divertirnos juntos pronto. Estoy seguro que algo de todo ese estrés que tenías desapareció.
—En ese caso debería darle gracias al sexo, no a ti.
Inclinándose, el nadador lo tomó por la nuca y lo acercó hasta que sus narices se estuvieron rozando. La distancia fue peligrosa y la tensión palpable.
—Sigue siendo un buen chico para mí y no digas tonterías, ¿de acuerdo?
Fascinado en la profundidad de aquellos ojos cafés, el de cabellera morada asintió sin darse cuenta—. De acuerdo —murmuró en un susurro distraído.
—Bien hecho —le dijo antes de que le planteara un beso superficial en los labios—. Te dejaré anotado mi número de contacto, si necesitas algo o me extrañas, escríbeme. Siempre me aseguraré de tener mi agenda libre para ti. Nos vemos cariño.
Y así, sin más, Hongjoong vio a Mingi desaparecer de su habitación y de su edificio. Como si en un principio nunca hubiera estado allí, pero su mandíbula adolorida y su tono rasposo, fueron indicativos suficientes para hacerle saber que, en realidad, sí había estado y ellos se habían acostado después de un largo juego de tira y afloja.
Cerrando los ojos, Hongjoong estiró las extremidades sobre la cama, exhausto de cualquier posible movimiento. Tuvo al chico y el estrés había disminuido, sin embargo, algo le seguía faltando. Pero con la mente jodida, literalmente, no tenía ganas ni el lujo de darse el tiempo de pensar en qué. Sólo quería dormir un rato, después de todo, en serio tenía tarea que terminar.
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