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❈•≪03. Tensiones≫•❈

Luego de lo sucedido en los bolos, había transcurrido una semana, en la cual Hongjoong se la pasó encerrado en su habitación, terminando proyectos de último momento y tiñendo sus dedos de esfuerzo y llenando su frente de sudor.

Fue una semana ardua en la que apenas pudo ver la luz del día, sin embargo, tuvo el apoyo moral de sus amigos, los cuales tampoco la pasaron muy bien con sus respectivas tareas. Jongho al ser estudiante de artes escénicas le tocó armar un guión desde cero, diseñando la perspectiva y funciones de cinco personajes mientras que Wooyoung, se la pasó preparando una comida de orígenes occidentales. Quejándose de la complejidad del platillo por su grupo de Kakao.

Fue divertido los primeros días, debido a la cantidad exagerada de emoticones llorando que les mandaba, pero después de que transcurrieran otros, dejó de ser entretenido, el pitido del celular volviéndose molesto. Sin embargo, siempre estaba la opción de ponerlo en silencio. La cual descartó por encontrarla demasiado trabajosa en ese punto de su semana.

Para cuando pudo salir de esa carga de tareas agobiante, era viernes. Un día soleado de finales de la primavera y ligeramente fresco, las nubes flotando en la extensión del cielo y el manto celeste bordeando la infinidad vasta de su horizonte. Bostezando, cargó su cuaderno de bosquejos consigo y siguió al animado de Wooyoung en silencio. Es como si su amigo tuviera la energía de mil soles, siempre carismático y sonriendo a cada persona que conocía. Las cuales nunca terminaban de parecer pocas. Jongho no estaba a ningún lado a la vista y el campus en general se mantenía quieto, sumergido en una burbuja de finales recién salida que nadie quería romper demasiado rápido.

—¿A dónde vamos? —preguntó por tercera vez.

—Una sorpresa no puede revelarse, sabes eso.

—Incluso si lo sé, no me vendría mal una pista.

—Te gustara.

A Hongjoong le gustaban muchas cosas: dormir, comer, escuchar música y dormir todavía más. Cuando estaba triste le gustaba rodearse de sus amigos y cuando se encontraba feliz le gustaba hacer actividades con ellos, pero cuando se hallaba cansado, nada lo satisfacía. Razón por la cual, dudaba que algo de lo que Wooyoung fuera a mostrarle ahora, fuera de su estilo. Sin embargo, dejó la ilusión pintada y se calló la boca. Siguiéndolo sin decir una palabra.

Pero a medida que caminaron hacia un edificio en el que no había estado nunca, las sospechas se encendieron en su mente con rapidez. Él no era tonto y menos cuando todo lo que escuchó fue el sonido rebotando del agua rompiendo sus capas y de cuerpos impactando contra ella. Era la piscina cerrada de la universidad.

Incrédulo y atónito a partes iguales, el corazón de Hongjoong comenzó a latir con fuerza contra su pecho. Ensordeciendo sus oídos como tambores y bloqueando las palabras como avalanchas de su amigo. El sonido metálico de la puerta abriéndose fue como un antes y un después, un punto cero que inició en uno. Y en el interior se encontró con un mundo nuevo teñido de azul por todas partes.

Impresionado por cómo la luz daba a través de los cristales y rebotaba en el agua creando un efecto lumínico etéreo, Hongjoong no pudo evitar abrir y cerrar la boca. Apretando su libro de bosquejos con intención.

—¿Qué tal? ¿Te gustó? —preguntó su amigo. Sonriendo con orgullo a sabiendas del impacto causado—. Allí se encuentra Jongho, por cierto. Siempre que tiene tiempo viene a ver las prácticas.

—¿Son a puertas abiertas?

—Sirve para incentivar al equipo —le explicó Wooyoung, caminando hacia las gradas—. Allí está tu chico estrella.

Hongjoong no debió, pero la tentación fue mayor, haciéndolo gravitar hacia quien era su opuesto en muchos aspectos, y así, sin quererlo, acabó mirando en la dirección que apuntó el chico bicolor, encontrándose con nadie más que Song Mingi, parado a un costado de la piscina con las manos en las caderas. En una posición de jarra. No traía la gorra de látex puesta como algunos otros pero si lo goggles sobre el pelo, eran pequeños lógicamente, y de color negro que casi se perdían en su cabellera café, la cual lucía mojada, como si recién hubiera salido del agua. Estando de espaldas a la luz, su silueta proyectaba sombras invaluables y su cuerpo se llenaba de líneas indefinidas.

Era majestuoso.

Humedeciendo sus labios, miró hacia el bicolor de soslayo—. Pensé que querías que analizara la situación con más calma, ¿pero ahora me arrojas a él?

—Y todavía lo quiero —declaró Wooyoung con honestidad—. Esa cantidad de testosterona en tu cabeza ahora mismo no debe ser sana, pero te entiendo, es atractivo y veo la tensión. Creo que todos lo hicimos cuando salieron de ese baño media hora después, pero sólo sé cuidadoso. Es todo lo que pido.

—Lo sé, Woo, lo sé. Y lo agradezco, en serio —le aseguró con una sonrisa—. Tal vez sí esté corriendo un poco con él, pero tiene esa aura de inalcanzable que me obliga a dar grandes pasos, ¿entiendes?

—¿Cómo si necesitaras alcanzarlo? —preguntó confundido.

Riéndose de la metáfora cliché, aún así asintió—. Es extraño pero siento esta especie de adrenalina alrededor de él que es adictiva y sólo me lleva a actuar.

—Sólo ten cuidado y no te dejes arrastrar demasiado o las olas te tragarán.

Poniéndole una mano en la cara, lo alejó con disgusto—. Qué asco de ejemplo. Lárgate.

—Cómo si fueras mejor.

Rodando los ojos, el chico bicolor se fue donde su otro amigo con los hombros en alto, en signo de dignidad que le hizo gracia momentáneamente. Pero con los dedos picando y las yemas ardiendo, Hongjoong no pudo reprimirse mucho más y no dudó en tomar asiento una grada por encima de sus amigos. El libro de bosquejos abierto en su regazo y el lápiz que lo aguardaba en una de las páginas, en mano. La tentación manifestada en forma de herramientas creadas por humanos.

Y fue así que, en menos de un minuto, se encontró aislado del mundo que lo rodeaba de estímulos y sensaciones, dejándolo suspendido en su propia burbuja de colores y garabatos. Delineando en un comienzo formas borrosas y pasando a trazar líneas compuestas. La goma al final del lápiz, las difuminó en algo más abstracto y resaltó las sombras con una claridad palpable. Más legible y casi real. Hubieron trazos perezosos, sin lugar a dudas, y líneas inexactas que compusieron los elementos secundarios. Aquellos que detallaría a futuro. O permanecerían como elementos de fondo. Inadvertidos y discretos.

No sabe cuánto tiempo pasó encerrado en su pequeño tiempo recreativo, pero sabe que apenas hubo un indicio de silueta, el ruido a su alrededor comenzó a ser mayor. Más bochornoso y revuelto. Como si alguien hubiera alterado un gallinero, sin embargo, no le dio relevancia y siguió con lo suyo. Delineando los contornos más duros de la silueta y aquellos que se deslizaban en una caída más suave, resaltando los ángulos filosos y la profundidad de sus sombras.

Sin embargo, estaba tan concentrado en ello que no se dio cuenta de la presencia extra hasta que, repentinamente, gotas comenzaron a caer sobre su más reciente inspiración, llenándola de manchas oscuras que acentuaron la profundidad de algunos detalles y agregaron cierta brusquedad al lienzo a medias. Convergiendo dos extremos inexactos en una plenitud increíble. Sorprendiéndolo en demasía por el efecto causado

—¿Ese soy yo?

Ahogando un grito, Hongjoong cerró su cuaderno de inmediato y se lo llevó al pecho con las mejillas ardiendo, las pocas personas que todavía quedaban allí, los miraron con extrañeza por su comportamiento abrupto. Mingi frunció las cejas, confundido y levantó las manos en señal de rendición.

—Tranquilo, hombre, sólo era una pregunta. No tienes porqué reaccionar así.

Él sí tenía motivos para hacerlo, en primer lugar, nadie le anunció la presencia del moreno ni siquiera éste mismo lo hizo por mera cordialidad, caminó hacia él y se colocó delante suyo con total cautela. Lo que era de terror. En segundo lugar, a ninguno le gustaba que hurgaran en sus cosas, menos a los artistas. Era privado por una razón, además, rara vez desvelaban lo que ocultaban entre las páginas de sus bosquejos. Y a quiénes sí les confiaba esos secretos de estado, era únicamente a dos personas. De los cuales ninguno recordaba que se viera así.

Por lo que insistía, su reacción era válida. Mayormente por el efecto sorpresa.

Levantando la mirada de sus rodillas, Hongjoong se encontró con que Mingi todavía estaba allí, ropas cómodas puestas en esta ocasión: una camiseta negra sin mangas y unos pantalones de lana gris en las piernas. Un contraste chocante que no hacía sentido. Parecía más como si acabara de salir del gimnasio.

Lo que tampoco era malo. No se veía horrible, aunque si lo pensaba con seriedad, ¿era posible que alguien como él pudiera verse mal?

—¿Para qué son las llaves? —preguntó luego de espabilar, fijándose en la cuerda que colgaba en el cuello impropio—. Ah —exclamó de repente—, y lo siento por mi reacción. Me sorprendiste, es todo.

—No hay problema, hombre —dijo con despreocupación el contrario, pasándose la mano por la cabellera húmeda, haciéndola hacia atrás. Para el más bajo no pasó inadvertido el movimiento de los músculos y cómo se hinchó su bícep por el esfuerzo mínimo—. Las llaves son del lugar, estoy encargado de organizar todo y cerrarlo.

—¿Responsabilidades de ser el favorito?

Riéndose, Mingi se inclinó hacia abajo hasta que sus respiraciones se rozaron—. Castigo por conducta antideportiva.

Abrazándose a su libro de bosquejos, notó que sus amigos ya no estaban allí a la vista y las únicas personas que quedaban eran un grupo pequeño de atletas con un par de chicas.

—Así que, ¿sí hay algo detrás de todo esto?

—¿A que te refieres? —dijo al enderezarse.

—A tu reticencia —explicó de manera vaga, levantándose para seguirlo—. Sobre lo qué pasó en tu pasado.

—No te ofendas, pero no te conozco más allá de tu nombre. Y a tus amigos rara vez los veo. No eres la primera persona con la que me confesaría, para ser sincero, para eso están ellos —dijo con un tono neutral, apuntando a Yunho que aún aguardaba por ellos. El único que había tenido la decencia de hacerlo.

Comprendiendo a qué se refería, cambió de tema por el bien de ambos—. ¿Y no te interesa conocerme más allá de mi nombre?

Riéndose, Mingi continuó juntando las toallas restantes del grupo que conversaba como si nada, dándole la espalda. Llevando el carrito que no había notado hasta un habitación de almacenamiento y limpieza. Cuando se encontró listo a dar un paso dentro, hubo una mano en su brazo, deteniéndolo con rudeza.

—No sé quién seas pero no puedes entrar allí. Es sólo para el personal y los miembros calificados.

Soltándose del agarre brusco, Hongjoong se volteó, muy dispuesto a sacar su corazón fuera, sin embargo, no fue necesario por otra interrupción más calma de la que él tenía en mente.

—Viene conmigo —anunció Mingi, pegándose detrás suyo. Lo suficiente como para que sienta su calor corporal.

—Aún así, conoces las reglas...

—No olvides que rompió una de ellas —anunció alguien a la distancia, haciéndole fruncir el ceño por lo estridente de su tono.

—Si el entrenador se entera estarás en más problemas.

Enarcando una ceja, Hongjoong no pudo evitar que su boca funcionara más rápido—. ¿Es una amenaza?

—¿Quién rayos eres tú? —cuestionó el nadador pelirrojo. Claramente disconforme con su intromisión y su actitud revolucionaria.

—Cálmate —pidió Mingi en un tono firme que, increíblemente, no estaba dirigido a él—. Me esperara en la puerta, ustedes deberían irse yendo también. El horario de entrenamiento ya terminó. Liguen en otro lado.

—No estábamos ligando con ellas...

—Lo qué sea —comentó el moreno con desinterés, cortándolo de golpe y volviendo a sus actividades en el interior.

Dirigiéndose hacia el pelirrojo, el más bajo no pudo evitar que su lengua viperina soltara las siguientes palabras:

—¿Puedo apoyarme en el marco o también es algún tipo de infracción?

—Haz lo qué quieras, bicho raro.

—Hey, hey, hey —murmuró, ofendido—. Sin insultar, amigo, que sólo era una pregunta.

—Seguro que sí.

—¿Cuál es tu problema? —inquirió, verdaderamente enojado. Cualquier cosa que fuera a decir el pelirrojo se vio cortado por la intervención de Mingi, quien causó un silencio de muerte al cerrar la puerta con una fuerza innecesaria. El eco que se propagó le debió llegar incluso a Yunho en la entrada y en el extremo opuesto.

—Córtalo, Moonsik, y ya lárguense que tengo que cerrar.

—Él empezó, hombre.

Mirando por encima de su hombro, Hongjoong encontró a Mingi rodando los ojos—. No me interesa, dije que lo cortaras, ahora largo. Tú —dijo cuando quedaron relativamente solos—, ¿qué pasa con ese comportamiento?

—No me gustan los imbéciles, es todo.

—Algo me dice que no tienes control de esa lengua tuya.

Sonriendo de lado, Hongjoong pestañeó un par de veces, tomando su oportunidad cuando se presentó—. ¿Quieres comprobarlo? —preguntó.

Mirando por encima de su hombro, Mingi se mostró reflexivo al principio pero segundos después, determinado. Fue un brillo intenso y cegador que lo dejó paralizado, al igual que sus acciones siguientes. Sin él esperarlo, se vio apoyado contra la puerta del cuarto de almacenamiento y con el moreno a centímetros de su cuerpo. Hongjoong quiso tomar una respiración profunda, preparándose mentalmente para lo qué sea, sin embargo, no fue suficiente para lo qué sucedió.

Mingi lo tomó por la mandíbula con una firmeza que no dolía, increíblemente, y pasó a girar su cara en diferentes direcciones. Viéndole un perfil a detalle para hacer lo mismo con el otro. No obstante, lo que hizo a continuación, llevar su mano disponible y obligarlo a abrir la boca, lo dejó atónito. Totalmente fuera de sí. Se sentía despojado de su voluntad y como si fuera un animal al cual le analizaban los dientes para ver si era de valor.

Esto lo tuvo teñido de negro con pequeñas manchas de naranja en los bordes.

Que un dedo se presionara en la humedad de su lengua, fue inesperado por decir algo, no obstante, lo tuvo con las piernas apretadas y aferrándose a su libro con fuerza. Lo que no pasó desapercibido por la forma en la que sonreía el alto.

—Irreflexivo y receptivo, una combinación peligrosa. En las manos equivocadas podrías arder.

—¿Qué pasaría si estuviera en tus manos? —preguntó cuando finalmente fue liberado. El rojo presente en su rostro.

—Arderías como fuego eterno.

—Con esa labia asumiría que quieres acostarte conmigo.

—Con esa desesperación, asumiría que tú eres quien quiere que lo jodan de una vez.

—Si lo sabes, ¿por qué no haces algo? En la fiesta parecías bastante confiado de saber cómo tratarme.

Inclinándose hacia abajo, el moreno susurró contra su oído, estremeciéndolo—. Me gusta el juego previo, cariño. ¿A ti no?

—¿Por qué no lo descubrimos juntos?

—Sería un halago para mí, pero tengo trabajo que hacer. Quizás otro día —prometió con un rastro de anhelo en la voz que no pudo deducir verdadero o artificial, sin embargo, no lo cuestionó con palabras, sólo lo miró con ojos entrecerrados, llenos de sospecha. Sonriendo, Mingi, esta vez, lo tomó por la mejilla con suavidad y le besó la piel un segundo. Tan efímero que le hizo llorar por más—. Cambia la expresión, cariño, y sé bueno mejor. Dame un beso también —pidió tras agacharse, cediendo la mejilla.

—¿Estás de broma? —cuestionó, incrédulo. Descolocado por esa dulzura.

—No, cariño. Anda, dame un beso.

—Siento que te estás burlando —replicó con acidez, sin creerlo. Riendo, el moreno se enderezó y sacudió la cabeza—. ¿Era de en serio?

—¿Por qué me burlaría de ti, cariño?

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong tomó la decisión de hacerlo, fuera juego o no. Y tras apoyar una mano en el hombro impropio, se puso de puntillas y aplastó sus labios en la mejilla de Mingi. Percibiendo su gel de baño y la sal del agua pegada en aquella piel dorada. La sensación fue electrizante y lo dejó con ganas de más.

—Buen chico —escuchó susurrar contra su oído. Jadeando por instinto, golpeó el hombro del contrario con la fuerza suficiente para hacerlo torcer los labios—. Lo hiciste bien —tuvo el descaro de decir pese al dolor.

—Ya deja eso, idiota. Creí que tenías trabajo que hacer.

—Esperaba a que cumplieras con mi petición. Ahora sí, ya tenemos que irnos, los chicos deben estar haciendo conjeturas locas.

Hongjoong mismo las estaba haciendo, comenzando a creer que, a pesar de la sensualidad de Mingi y su facilidad para coquetear, fuera de esos sujetos que luego se terminaban disculpando cuando las cosas llegaban demasiado lejos como para mantener el teatro. Estaba claro que tenía una confianza en sí mismo desmedida, atractiva, sin dudas, pero rozaba la arrogancia y eso lo hacía vacilar. Su propia fascinación por el sujeto no era de ayuda. Apenas tres encuentros y ya estaba dispuesto a que lo desarmara y lo volviera a armar a su antojo.

«Dios, ¿qué estoy haciendo ahora mismo?».

Pero si pensaba en la fiesta, la química allí no había sido un sueño o producto del alcohol, había estado. Existió algo entre ellos que los empujó al otro como la fuerza gravitatoria. Como cuerdas invisibles. Fue tan natural y orgánico que lo quería volver a experimentar. Ahora es como si tuviera que trabajar el doble para conseguir siquiera la atención del moreno, cuando en la fiesta, vino por sí sola.

Y Hongjoong pronto entendió a qué se debía y maldijo a Mingi que ya no estaba: se encontraban jugando al gato y al ratón. Una persecución constante por un deseo inconcluso. No es hasta ahora que lo notaba.

Pero si algo no sabía Mingi, es que Hongjoong no sería el eterno ratón de su juego.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Para su cuarto encuentro, sucedió tres días después y en el estacionamiento de la universidad. Cuando ambos, al parecer, iban de salida de sus clases. Colgado del brazo del más bajo, iba Wooyoung. Quien fue más hábil para reconocer la silueta del moreno a unos metros por delante y como era de anticipar en su persona, no dudó en saludarlo. A pesar de que se trataran poco.

Mingi se mostró sorprendido pero igualmente devolvió el saludo, inclusive ralentizó sus pasos hasta que estuvo a un costado suyo. Rozándole el brazo con el suyo descubierto. El corazón del chico con cabellera morada, latió con fuerza en sus costillas. Temiendo que alguno de sus acompañantes lo pudieran escuchar. Nervioso, se relamió los labios y guardó silencio. Enjaulando cualquier posible desliz.

—¿Cómo está San? —preguntó Wooyoung, rompiendo esa pequeña burbuja de quietud que se había instalado.

—Bien, harto de las lecciones de Seonghwa pero bien.

—Puede ser un poco intenso cuando se pone a cantar, no lo culpo.

—Yo tampoco —respondió y Hongjoong juró que sintió la mirada de Mingi sobre él a pesar de que estuviera viendo al suelo, porque de repente, era lo más interesante entre estos dos—. ¿Quieres que te lleve, cariño?

El de cabellera morada cerró los ojos un segundo, cuestionándose cómo hizo su amigo para controlarse a su lado y no chillar o bombardearlos a preguntas, pero sostiene la teoría de que, el hecho de que le apretara el brazo de forma constrictora, sirvió de alivio al impulso natural por hablar sin parar.

—¿Cómo sabes a dónde voy? —preguntó luego de carraspear—. Puede ser la dirección opuesta a tu dormitorio, ¿no sería eso un inconveniente?

—No tengo problemas con hacer paradas rápidas en algunos lugares.

—Creí que no te gustaban las cosas complejas.

Tirando de su brazo, Wooyoung se le pegó a la oreja—. Luego me cuentas todo —susurró en una cadencia divertida, sonriendo en grande—. ¡Nos vemos, chicos! —exclamó de repente, deteniéndose a mitad de camino y sacudiendo la mano—. No se maten, por favor. Adiós.

Tras despedirlo, el nadador estrella fue el primero en pronunciarse—. ¿Estás resentido por algo?

En general por muchas cosas, pero con Mingi, por una: por traerlo de tonto. Aunque en parte era su culpa, si se detenía a pensarlo. La fascinación que había desarrollado por el hombre más joven, lo traía con una correa detrás suyo. La anticipación y la expectativa, también jugaron en su contra, llenándolo de ideas posibles y escenarios tentadores.

Y esa tensión que los rodeaba como velos de seda, era pequeña, apenas un arrullo seductor, pero distinguida en rojo. En un carmesí inolvidable y sin comparación. Sólo que lejano. Tal vez Wooyoung y Jongho tenían razón y debía calmarse, reducir la adrenalina y tomar otra perspectiva en la situación. Una más tranquila y menos forzada.

Después de todo, el juego previo siempre era lo más placentero. No el objetivo final.

—No, sólo tuve un día agotador —murmuró con calma, en parte no era mentira. Su profesor había amanecido más estricto de lo normal, lo que repercutió en ellos.

—Entonces, en ese caso, ¿por qué no te llevo a tomar algo?

Deteniéndose, Hongjoong observó el que parecía ser el vehículo del moreno con impresión, cejas ligeramente elevadas y brazos cruzados. Desde ya sabía que se trataba de un auto caro. O en realidad, de una Jeep cara. Una Jeep Renegade para ser precisos y por lo que podía leer. Era de un color gris oscuro, bastante bonito y de cuatro puertas. No era enorme a diferencia de otras que había observado por el campus ni muy alta, por el contrario, era bastante compacta pero por lo que podía notar desde afuera, con un interior amplio.

—¿Regalo de alguien? —preguntó con la cabeza ladeada.

—Mis padres —respondió el nadador con simpleza, desactivando la alarma—. ¿Quieres subir o no?

—¿La oferta de llevarme a comer sigue en pie?

—Por supuesto —dijo el otro con facilidad. Sonriendo con ligereza.

Asintiendo cortamente, se impulsó hacia adelante y se abrió la puerta, ingresando con fingida comodidad. Y como había anticipado, el interior era relativamente amplio y olía a pino, dando una sensación refrescante. Los asientos adornados en cuero eran cómodos y en general, si ignoraba el bolso que apareció en los asientos traseros de repente, lucía limpia. Inmaculada para pertenecer a un hombre joven.

Lo que decía bastante de su persona: era organizado. O al menos con su Jeep.

Mingi ingresó no mucho después que él, y una vez se aseguró el cinturón, encendió el motor y las pantallas digitales cobraron vida en consecuencia, marcando los indicadores del vehículo de los cuales no tenía mucha idea. Acomodando el espejo retrovisor, el moreno miró por éste antes de retroceder en el apartado que ocupaba, y lo hizo parecer tan fácil utilizando sólo una mano. Hongjoong se mordió el interior de la mejilla al verlo conducir, el brazo torneado y las venas saltando, fueron un escenario que quiso plasmar en carbón. Una inspiración que surgió desde el placer mundano.

Aferrándose al cinturón de seguridad, volvió la vista al frente y disfrutó de la pequeña canción veraniega que sonaba en ese instante. Tarareando el tono. No la conocía pero los tintes alegres lo relajaron en el asiento y lo hicieron disfrutar del viaje, sumiéndolo en una quietud acogedora.

Cerca de quince minutos después, el Jeep se detuvo frente a una tienda de batidos, ideal para finales de primavera. La decoración era en tonos pasteles, con paredes beige y plantas de plástico que le daban un ambiente diferente. Nada que hubiera visto antes por los alrededores de la universidad. Sorprendido y a gusto con la elección, no demoró en escoger una de las mesas donde sentarse. En ella había un pequeño cactus, aparentemente artificial, en el centro. Tenía flores diminutas y de color amarillo, era tan intenso que le hizo sonreír.

Sacando su móvil de la mochila, le tomó una foto y la compartió en sus momentos de Kakao, pensó en subirla a sus redes también pero decidió dejarlo para más tarde. A la hora de ordenar, no tuvieron que esperar demasiado, apenas unos escasos minutos que transcurrieron en silencio. Pero no fue del todo incómodo, por lo que estuvo bien para el más bajo. Con su batido de fresa y su postre de zanahoria en mano, nada pudo importarle menos. Una orden opuesta a la del alto, que se decidió por una tarta de queso y un jugo de naranja.

—Así que, ¿fue un día duro el de hoy? —lo escuchó preguntar, dando pequeños bocados a su postre.

Asintiendo, Hongjoong terminó de masticar antes de responder—. Pero no hablemos de eso, no importa. ¿Qué hay de tu entrenamiento?

—Fue un poco agotador pero estuvo mejor que tu día, supongo.

Y de esa manera, sin ahondar en sus cuestiones personales, ambos marcaron una línea delimitadora y simultánea en los aspectos de sus vidas. Manteniendo sus futuras conexiones en la superficie de lo casual.

—Es fascinante lo mucho que puedes asumir —replicó el de cabellera morada, sonriendo de lado.

—¿Tú crees? —preguntó el moreno con una cadencia suave, rozando lo zalamera—. Si tuviera que asumir algo, sería que te la pasaste pensando en mí.

Riéndose, Hongjoong estiró las piernas por debajo de la mesa, chocando con las del nadador—. ¿Qué te hace pensar eso?

—Bueno, tengo razones —dijo con simpleza, encogiéndose de hombros, para acto seguido, meter una de sus piernas por entremedio de las suyas, enredándolas con destreza—. Y un fuerte instinto.

—Según recuerdo, a eso se le llama egocentrismo.

—¿Qué puedo decir? Me tengo un alta estima, pero nada que haga daño, cariño.

—¿Acostumbras a llamar a cualquier extraño por apodos? —cuestionó con una ceja enarcada, intrigado.

—No eres un extraño —afirmó el moreno con una sonrisa de bastardo—. Eres Hongjoong —agregó con aires de una implicación que el susodicho no pudo desenredar—. Y si no recuerdo mal, en la fiesta pareció derretirte. ¿Por qué las quejas ahora, cariño? ¿No te gusta o prefieres otro?

—Simplemente es algo que me preguntaba. ¿Te suele funcionar?

Ensanchando la sonrisa, el alto se mostró engreído—. Funciona contigo.

Enrojeciendo, Hongjoong maldijo por dejárselo tan servido a Mingi y se llevó un trozo grande de postre a la boca, dejando el silencio ser. A veces era mejor que soltar alguna posible tontería que te dejara en ridículo y te hundiera más profundo.

Y tan concentrado se encontró en sus pensamientos, que no se percató de la mano acercándose en su dirección hasta que unas yemas ásperas hicieron contacto con la suavidad de su muñeca y unos dedos la rodearon con gentileza. Desconcertado, se llevó la sorpresa de ver cómo el nadador se inclinaba por encima de la mesa y con una sutileza de seda, le plantaba un beso en los nudillos.

—Las arrugas no te sientan bien —pronunció con una afabilidad auténtica.

—Eres todo un galán, eh.

—No suenas disgustado, ¿sabes?

—¿Qué puedo decir? —murmuró con un encogimiento, soltándose del agarre gentil—. Me gusta que me traten bien.

—¿Qué tan bien? —preguntó el moreno con un tono descendente. En un susurro íntimo y claramente interesado por la respuesta.

Apoyándose en su palma, el artista se relamió los labios—. Tan bien como para llorar por ello.

Sonriendo, el nadador lo apuntó con su tenedor en reconocimiento—. Eres un zorro astuto.

—Gracias.

Luego de ese pequeño cruce, no conversaron mucho más, algunos comentarios sueltos pero nada relevante, permaneciendo en un silencio extendido que terminó cuando sus postres desaparecieron y sus bebidas se redujeron a nada.

De regreso a la universidad hubo un velo de tensión persistente que ninguno mencionó, pero por las miradas robadas, ambos fueron consciente de su existencia tentadora, sin embargo, no hicieron nada al respecto más que despedirse con oraciones cortas y promesas silenciosas.


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