❈•≪02. Secuelas≫•❈
El día de Hongjoong estaba siendo un desastre, primeramente, porque se levantó tarde y con resaca. Lo que era fatal, ya que le costó organizarse y buscar todas las herramientas pertinentes para su clase de la hora, a la cual, por cierto, no llegó en tiempo y le hizo ganarse una mirada crítica y la atención de sus compañeros; lo que era peor que cualquier reprimenda verbal, pero eso fue sólo el comienzo.
A sus siguientes clases las supo manejar con mayor facilidad, sin embargo, su atención se mantuvo dispersa, presente en los acontecimientos de la noche anterior. En la insistencia de Inseok, quien al parecer no entendía lo que era un no, ya que todavía le escribía mensajes disculpándose por su conducta descuidada, lo que era comprensible, Hongjoong no estaba en contra de eso. Se hallaba negado a la idea de volver a intentar algo con el sujeto, lo que era distinto. Su abandono silencioso, había bastado para bajarlo de las nubes y estrellarlo contra el suelo. Los chicos como esos, no le interesaban, por más buenos que fueran en otros ámbitos.
Luego estaba lo aburrida de la fiesta, se chocó con tantos borrachos enloquecidos que le gritaron en el oído alguna estupidez de fraternidad, que casi lo dejan sordo. Un desastre absoluto. Que esperaba, no se volviera a repetir. Porque la siguiente ocasión que alguien sugiriera algo relacionado a una fiesta, se lo pensaría tres veces antes de aceptar. Además, él ni siquiera era fanático de éstas, porque para empezar, la música rara vez era buena y la compañía tendía a ser dudosa. Aparte de que los lugares abarrotados, le generaban cierto estrés si no había un grado de moderación. Asimismo, no era un gran bebedor. La noche anterior simplemente fue un desliz de su parte producto del estrés y el abandono sufrido, es todo. Pero beber, que se diga gustarle, no lo hacía. Era una práctica que en escasas ocasiones se permitía. Y no tenía nada en contra, sólo le gustaba cuidar su cuerpo, después de todo, su hermano mayor insistía con que era su templo de alguna manera metafórica.
—¿Pero está el sujeto con el que casi sucede algo, no?
Ah, sí. Hongjoong se encontraba en medio de la cafetería, ocupando una de las mesas con su grupo de amigos, el cual ni siquiera era tan grande como para denominarlo así, ya que en realidad consistía de otras dos personas: Wooyoung y Jongho. Grandes sujetos y asombrosas personas. Maravillosas en verdad.
Y como la pobre chica de la fiesta, se encontraba desahogando sus penas con ellos, pero tenía el derecho de hacerlo, porque los conocía de hace años, a uno más que al otro; y había un vínculo emocional que avalaba su verborragia desmedida.
—Bueno, bien dijiste, "sujeto". No llegué ni a preguntar su nombre.
El moreno, como Hongjoong tendía a referirse al alto de gran corpulencia de la noche anterior, había dejado una fuerte impresión en su memoria, como un sello de fuego hecho en carne viva. Una presencia imborrable como un tatuaje. De esa manera que hasta parecía ficticia y todo por su trato al principio hostil, pero luego juguetón si se lo miraba de cierta perspectiva.
Por algún motivo que todavía no descifraba, su presencia enigmática se le había quedado pegada en la memoria y traspasado capas de superficialidad. Quizás se debía a que era su tipo, tal vez influyó el alcohol y las cosas locas que provoca en los químicos de la cabeza, quizás y sólo quizás, se debió a la tensión inmediata que hubo después del primer acercamiento.
Fue como una cacería, un juego de gato y ratón, donde el predador y la presa no estuvieron definidos por completo. Algo adictivo y sumamente volátil que pudo haber salido mal, pero acabó siendo un recuerdo inconcluso y bordeado por la frustración indeterminada. Un hecho fugaz que animaba a la repetición de secuencias, pero que de alguna forma, resultaba absurdo.
Después de todo, se había tratado de un tipo aleatorio.
—¿Y no se te ocurrió en ningún momento preguntarlo? —cuestionó, esta vez, Jongho. Una ceja enarcada mientras se detenía a verlo y dejaba su emparedado de lado.
Él se había cuestionado lo mismo mientras estaba en una de sus clases, permaneciendo en la ensoñación de las sensaciones vividas la noche de ayer. ¿Por qué no preguntó su nombre? Oportunidades no le faltaron y aperturas para hacerlo, tuvo varias. No obstante, su mente embriagada de calor humano ajeno al suyo y de un tacto cariñoso, lo hicieron olvidarse de los detalles más simples.
—Estaba más ocupado evaluando si era viable o no.
—Dijiste que se puso entremedio de tus piernas —objetó Wooyoung con rápida astucia—. Yo creo que era bastante posible que no fuera heterosexual para ese punto de su interacción.
Cubriéndose el rostro con ambas manos, Hongjoong se deslizó en el asiento metálico y soltó un quejido lastimero. En primer lugar porque le hicieran acordar lo sucedido, y en segundo, por su incompetencia. Seguro, habían algunos chicos heterosexuales a los que les gustaba seguirte el juego con tal de que les inflen el ego, sin embargo, todo era hasta cierto tramo, cuando las cosas se ponían muy intensas, salían corriendo o te ponían un alto desagradable. Pocos tenían la decencia de disculparse, a pesar de la estupidez de su conducta. Pero de nuevo, él no había estado en sus cinco sentidos como para haber pedido por un nombre.
—Al menos sabes que viene a esta universidad. No hay otra manera de que se haya colado a la fiesta de una fraternidad si no conoce a nadie, así que tiene posibilidades de encontrártelo por ahí.
—Seamos objetivos, tampoco son tan altas —intervino Jongho con un golpe de realismo que le supo salado en la garganta—. Además, ¿qué tanto quieres volver a verlo? Fue un cruce en una fiesta, ambos habían bebido y ninguno sabe el nombre del otro. Las desventajas son muchas.
Unos puntos muy válidos, pero para ser honestos, Hongjoong no era el más reflexivo de los tres. Todo lo contrario, era impulsivo y le gustaba tomar riesgos, entonces, con respecto a la pregunta, ¿qué tanto quería volver a ver al moreno y anónimo? La respuesta era bastante clara: mucho. Sencillamente porque algo en su modo de coquetear le causó intriga y la manera en la que lo manejó, casi sin esfuerzo y con una rectitud imponente, ardieron en su cuerpo como ningún otro. Fueron escenas que se pintaron de rojo. De una intensidad abrumadora y de una sugerencia implícita que estaba dispuesto a conocer.
Tan simple como eso.
Tan simple como la atracción a primera vista, que es lo que había sido.
—¿Pero qué sería de la vida si no corremos riesgos? —replicó él con una sonrisa optimista. Haciendo reír al chico con su cabellera en dos tonos: Wooyoung.
—Siempre que dices eso las cosas en tu vida se malogran —recordó el castaño del grupo, un tanto vacilante con la idea de su amigo. Preocupado de que no sea la mejor decisión.
—No voy a terminar con un corazón roto, si es lo que te inquieta, sólo quiero sacarlo de mi sistema. Nada más. Lo prometo.
—Lo que decidas, va por tu cuenta, hyung, sólo quisiera que lo pensaras con más profundidad. Es todo. No tienes nada que prometer.
—Menos cuando son cosas que no puedes controlar —adjuntó Wooyoung.
—Uno decide a quién le entrega su corazón, por lo que considero que en mi humilde opinión, sí es algo que pueda manejarse.
—Lo dices como si nunca te hubieran roto el corazón antes —replicó Jongho con una ceja en alto.
—Por eso mismo, es en base a la experiencia, cuando llegues a mi edad lo entenderás —murmuró con un ademán despreocupado. Enderezándose de golpe. La decisión estaba tomada, si la oportunidad se daba, iría a por ello. Si no era así, lo olvidaría.
—No necesita ser un año más viejo para entenderlo —intervino el estudiante de gastronomía del grupo, con media comida fuera de su boca. Hongjoong torció los labios en una mueca, era desagradable la falta de modales que tenía en la mesa—. Está colado por el atleta este, ¿cómo dijiste que se llamaba?
—No estoy colado por nadie —murmuró entre morros, frunciendo las cejas y creando relieves en su frente—. Sólo me parece interesante Yunho-ssi, es todo.
—¿Notaste eso, Hong? —preguntó Wooyoung con una sonrisa de zorro—. Yunho-ssi. Ya no es más hyung.
—Y eso que no está colado —molestó de forma inofensiva, haciendo al menor de ellos resoplar—. ¿Pero en qué deporte dijiste que era miembro?
—El de la universidad.
—Jongho, querido, la universidad tiene diez equipos oficiales.
Rodando los ojos, el aludido le dio un trago a su botella de agua, como si estuviera exasperado, pero ambos lo conocían bien y lo hacía con la idea de disminuir el tono superficial de rosa que se asomaba por sus mejillas. Una aparición inofensiva por parte de la vergüenza.
—Pero es reconocido por el grupo oficial de natación —les recordó con una seriedad familiar, casi paternal. Ojos atentos y bien abiertos, postura correcta y que realzaba el tamaño medio de su altura.
—Así que nadador, uuuh —murmuró de repente interesado— no sabía que te iban de esos. Dicen que hay que tener cuidado con ellos y los bailarines. Son demasiado..., inquietos, si lo quieres ver así.
—Bastante juicioso de tu parte —señaló el más joven, sin veneno real, sólo queriéndolo picar—. Teniendo en consideración que vas detrás de un extraño agresivo.
—Hey, nunca dije que lo fuera. Sólo que no fue de lo más amable al principio.
Sus amigos le dieron miradas de crítica claras como un lienzo virgen, sin embargo, él las ignoró y empezó a recoger sus cosas. No estaba en sus planes llegar tarde a una de sus últimas clases, sin importar cuán aburrido estuviera hoy o lo cansado de su cuerpo. La vida universitaria no era fácil y se volvía más compleja cuanto más te quejaras en lugar de actuar. Por eso una de sus filosofías era: actuar sin temor a los arrepentimientos, lo que viniera después, era una consecuencia natural que se debía sobrellevar.
Tener miedo a todo y actuar con precaución excesiva no formaba parte del concepto de vida que se había construido Hongjoong. Era alguien más aventurero y despreocupado que eso. Además, si algo no le gustaba del chico y comenzaba a ver las señales teñidas de rojo, mandaría todo a la mierda. Esto suponiendo que algo sucediera en primer lugar, lo que no estaba seguro en base al porcentaje general que jugaba de su lado.
Sin embargo, no iba dejar que esas cosas lo desanimaran. Era alguien tenaz, ¿y qué tan difícil podía ser encontrar a alguien en un campus universitario?
—Si quieres distraerte, ven con nosotros a los entrenamientos del equipo, son divertidos —ofreció Wooyoung con su tesitura dulce, amable—. Después de que terminen podemos ir a los bolos, incluso invitar a Yunho, es un buen sujeto. Te gustara. Si sacaras la cabeza de tu trasero un segundo, lo sabrías.
—Mi trasero se encuentra repleto de trabajos atrasados, lo cual en parte es tu culpa por obligarme a ver tus series estúpidas, así que cállate. Pero si termino el trabajo de mañana antes de las seis, me sumo a su salida a los bolos. Va por mi cuenta.
—¿Todavía tienes una?
—Muy gracioso, Jongho —replicó con una falsa sonrisa. Colgándose la mochila al hombro.
—¿De qué es?
—Retrato a carbón. Un juego de luces y sombras. Nada muy complejo, estén tranquilos, hablo en serio —les dijo al verlos cruzar miradas escépticas.
—Confiamos en que aparezcas.
—Nos vemos luego, chicos. No se atrasen tampoco. Cualquier cosa les escribo.
Y tras zarandear su mano en el aire a modo de despedida, Hongjoong tomó camino a su siguiente clase, no le emocionaba demasiado, pero la idea de bajar su rendimiento le entusiasmaba menos, por lo que esforzarse era parte de otras de su filosofías.
Tenía un par pese a que no las siguiera al pie de la letra.
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A pesar de que sólo sería una salida a los bolos, Hongjoong no dudó en producirse de la manera en la que le gustaba, cuidando su cabellera y ordenándola en hondas imperfectas para dar una apariencia relajada, junto con un poco de maquillaje, ofrecimiento de Wooyoung quien se encargó de empolvar su cara y retocar sus labios con un tinte con sabor a fresa. Queriendo reducir el exceso de calor en su cuerpo, tomó un pedazo de tela negra y ató su cabellera en una coleta discreta. Permitiendo que los trozos de tela oscura caigan a los lados. En cuanto a su apariencia, optó por una remera gris y negra de Balmain, obsequio de su hermano mayor, junto a unos pantalones grises deslavados con unas cadenas en un costado de la prenda. Accesorios que podía quitar a su antojo, pero prefería mantener. Botas negras de cuero en los pies, y así, estaba listo para huir de la prisión que eran sus dormitorios.
Al ser mayor de edad, no necesitaba de un permiso de sus padres o de un llamado de éstos a dirección para una confirmación, por lo que estaba en su propia libertad de hacer lo que quisiera, siempre y cuando, terminara regresando en buen estado. O regresando a secas.
En cuanto a Wooyoung, lucía una camiseta azul con dos botones desprendidos, revelando la curvatura de su garganta y la piel de sus esternones con una confianza arrebatadora. Pantalones oscuros, estrechos y que delineaban las curvas de sus piernas con delicadeza. Su cabellera suelta, ordenada en hondas discretas y perceptibles. Maquillaje ahumado en los ojos y tinte oscuro en los labios, la vivida imagen de la tentación.
Jongho iba más reservado que ellos, luciendo una camiseta negra, suelta y cómoda a la vista, pantalones azules debajo enrollando sus piernas y unas zapatillas simples pero bonitas. El maquillaje era sutil, apenas una capa de color rosado sobre los párpados y rubor en las mejillas, obra de Wooyoung, eso era seguro. El chico sabía qué les gustaba lucir de acuerdo a la ocasión y teniendo en cuenta la personalidad reservada del castaño, no se iría por nada muy extravagante. Lo que había sido el caso, se veía relajado pero juvenil, como debía ser, después de todo tenía apenas 20 años.
Caminar hasta el salón de juego fue relajante, la conversación que se instaló fue casual y cuando llegaron al punto de encuentro sólo se toparon con dos sujetos más, explicando que el tercero les reservaba una pista. Comprensivo, Hongjoong no pudo evitar poner su visión analítica y prestarle atención en detalle a ambos. Uno de cabellera rosa, llamativa y el otro de cabellera rubia cenizo. Atractivos los dos, eso innegable, pero el que llamó su atención fue el más alto y dedujo con rapidez que se trataba del tal Yunho. Quien tenía a su amigo interesado. A pesar de que se negara a reconocerlo.
Ya que ahora, era como estar delante de un cachorro de tamaño extra grande, ojos redondos y marrones, suaves y al igual que sus facciones que todavía parecían tener grasa de bebé en ciertas áreas, lo que resultaba encantador. Dedos largos y hombros anchos, sin dudas pertenecientes a un atleta de alto rendimiento. La figura lo decía todo. Sin embargo, no se esperó que fuera tan risueño y alegre al trato, eso lo descolocó, pero teniendo en cuenta su primera impresión, hacía sentido.
Pero igualmente se dijo de mantenerlo a la vista.
El otro chico se presentó como San y fue casi igual de sociable, si no más, que Yunho. Una sonrisa cegadora y una espontaneidad envidiables que dieron paso a un extroversión de manual. Sonrisa carismática y ojos penetrantes, casi de inmediato, pareció simpatizar con Wooyoung que se adjudicó a su lado con una autoridad desconocida para él. Asumiendo a que quizás ya se conocían.
Lo que de hecho, resultaba probable.
Encogiéndose de hombros, participó de las conversaciones con casualidad, soltando detalles superficiales de su persona sin ahondar en su vida desorganizada demasiado. Causando algunos momentos de risa y otros de silencio incómodo por lo malo de sus chistes. El humor nunca se le dio bien a menos que estuviera influenciado por una sustancia externa, de ese modo todo resultaba divertido.
Bostezando, Hongjoong tomó la decisión arriesgada de adelantarse luego de que le dijeran dónde estarían y con zancadas ingresó al arcade y subió a la segunda planta, donde el ruido fue mayor y la abundancia de clientes le hizo caminar hacia la sección de bolos entre disculpas borrosas y maldiciones desdibujadas. Y cuando finalmente encontró su línea de juego, quiso darle patadas literales al universo, porque de espaldas a él se encontraba el chico de la fiesta. Ese perfil cincelado y esa mano llena de anillos vistosos podía reconocerla en cualquier sitio desde que se grabaron a fuego en sus retinas.
Humedeciéndose los labios, se acercó con cautela, no sabía cuánto había bebido el moreno la noche anterior pero esperaba que hubiera sido poco o lo suficiente como para todavía recordarlo. Sin embargo, en el instante que se arrimó lo justo como para ser notado, lo primero con lo que se topó fue con un par de cejas arrugadas en inconformidad y un rictus poco acogedor. Y la familiaridad fue inmediata en el fondo de sus entrañas, como aquella vez en la fiesta.
Y pareció que la familiaridad también golpeó al sujeto porque de arrugas en la frente pasó a tener los ojos bien abiertos, analizándolo con una expresión más auténtica que aquellas mostradas en la fiesta. Labios ligeramente entreabiertos hasta que la expresión se perdió y sus facciones se transformaron en algo más neutral e ilegible, escurriendo en una mezcla de diversión y confusión sutiles.
—Pero si es la lindura de la otra noche, ¿de nuevo te encuentras perdido? —preguntó el moreno en un barítono acogedor que le estremeció por dentro y le hizo erizar los vellos por fuera. El cambio de actitud lo echó para atrás, esperaba algo más distante. No obstante, era favorecedor de ese modo.
—¿Qué, vas a tomar cuidado de mí en ese caso? —preguntó con una ceja enarcada y una picardía teñida de rojo. Con la ausencia de alcohol, Hongjoong seguía sin tener una conexión con su filtro cerebro-boca, por lo que decía lo que consideraba apropiado acorde la situación. Y la de ellos es que ya habían coqueteado antes, entonces, ¿por qué no seguir dónde habían quedado?
Una lógica muy funcional según él.
—No me gustan las cosas complicadas.
Sonriendo, avanzó hasta que la distancia se difuminó en un trazado inestable—. ¿Consideras que lo soy?
Inmediatamente después de sus palabras, el moreno estiró una mano y lo tomó por las mejillas con fuerza, el acero frío de sus anillos acariciando su piel caliente y la cercanía era a tal grado que sus respiraciones se entremezclaron. Sus iris oscuras analizándolo con una minuciosidad estremecedora, viendo cada detalle de su cara como si hubiera algo qué descifrar debajo de su capa de maquillaje.
Eso era lo que le gustaba, desde ya podía decirlo, esa confianza que exudaba en sus acciones. En el modo de manejarlo que no llegaba a ser bruto en su totalidad, pero sí un tanto áspero. La promesa de un ardor duradero y una marca que traspasaría su piel.
Dios, ya quería probarlo y seguir adelante.
—Considero que eres una criatura astuta —respondió una octava por debajo de la que le correspondía—. Una criatura demasiado codiciosa para su propio bien.
Parpadeando varias veces, Hongjoong no pudo evitar sonreír—. En la fiesta no parecía molestarte.
Apretando el agarre en su mandíbula, el alto ladeó su cabeza a un lado con facilidad y se inclinó sobre él, hasta que sus labios gruesos le rozaron la oreja—. Ya te lo dije, parecías dispuesto a que alguien te comiera entero. Es todo.
—¿Qué tal ahora? —preguntó, labios secos y mente desorientada—. ¿No me veo bien?
—Más como una distracción que cualquier otra cosa.
Hongjoong no tuvo tiempo a pensar qué significaba eso, cuando de repente, la voz del tal San rompió su burbuja y se anunció entre ellos con una sonrisa descompuesta, probablemente por la postura que mantenían y gradualmente desenredaron.
—Ya veo que conociste a uno de los nuevos, viene de parte de Yunho. Ya sabes, amigo de Jongho. El que te mencionamos en la tarde —explicó con un nudo indescifrable y una mirada evaluadora que cualquiera podría notar—. Es idea mía, ¿o acaso estaban peleando?
—Yo no lo pondría de ese modo —respondió el moreno, mirándolo un segundo antes de regresar a la atención de su amigo, sin darle tiempo a réplica—. Soy Mingi, por cierto.
—¡Kim Hongjoong! —respondió con mayor euforia de la que hubiera esperado—. Un gusto conocerte —dijo con una sonrisa inclinada a la timidez, más compuesto, aunque avergonzado por su exabrupto.
Estirando una mano, el moreno tomó la suya en un agarre suave y en un apretón sentido—. Llevémonos bien, ¿entiendes?
Sin palabras, la única cosa que pudo hacer, fue asentir torpemente. Riéndose en un registro bajo y ronco, el alto de cabellera café oscura, se apartó de su lado y fue directo a uno de los sofás que le correspondían a su sección, desplomándose allí con naturalidad. Piernas abiertas con exageración en una invitación libertina y brazos descansando en el respaldo con soltura. La sonrisa de bastardo permaneciendo en su rostro incluso cuando el resto llegó.
Mordiéndose los labios, Hongjoong sacudió la cabeza y espabiló a la fuerza, obligándose en concentrarse en el resto de los recién llegados y en actuar con normalidad, sin embargo, sus amigos lo conocían bien y uno de ellos no tardó en preguntar qué le sucedía. Limitándose a los susurros apuntó con su mentón hacia el alto que conversaba con Jongho.
—Es él —susurró hacia Wooyoung. Cubriéndose la boca con ambas manos, el chico con su cabellera en dos tonos, sepultó un chillido nada discreto.
—¿Estás de broma? —preguntó al recomponerse, ojos bien abiertos y atentos.
—No, ¿por qué?
—Dios, Hongjoong, por eso te digo que vengas con nosotros más seguido —resopló en un quejido, pasándose la mano por una mejilla—. Ese de allí es la estrella dorada del equipo nacional de la universidad. No puedo creer que coquetearas con él.
—¿Qué, está prohibido? —preguntó sin comprender.
—No, pero el bastardo es conocido por tener un mal temperamento. Al menos algunas veces en la piscina.
—Parece llevarse bien con Jongho —señaló un tanto incrédulo.
Encogiéndose de hombros, el bicolor le dio una mirada de desconocimiento—. Es lo que se rumorea. Tuvo un conflicto a principios del año que lo mandó a la banca toda la temporada. Si antes pensaba que no estaba mal que fueras por ello, ahora creo que deberías pensarlo mejor. Teniendo en cuenta el contexto. No sé qué tan bueno sea meterte con alguien como él.
—No lo conocemos, y para hacer un juicio de alguien primero hay que darle una oportunidad, además, tú lo dijiste, son rumores. Sabes cómo funcionan esas mierdas.
—Aún así...
—Sólo vamos a divertirnos. ¿No vinimos a eso? Luego lo resolvemos.
Wooyoung suspiró—. Te odio.
Dándole un beso rápido en la mejilla, se apartó con una sonrisa ganadora y se giró hacia el grupo que parecía estar esperando por ellos. Satisfecho con haber obtenido la victoria por encima de su mejor amigo, se encaminó hacia el resto con confianza. Su anterior timidez había sido a causa de la sorpresa, nada que no pudiera sobrellevar ahora. Y al llegar, admitió para sí verse un poco descolocado ante el anuncio de que su compañero sería el mismísimo nadador, Song Mingi.
Eso no lo vio venir. Sin embargo, no le importó tanto. Eran bolos. ¿Qué podría salir mal?
Todo. Porque a medida que el juego fue avanzando y ellos fueron quedando a lo último, la frustración de Hongjoong volvió a aparecer. Al principio nadie se tomó muy en serio al juego, hasta que el cachorro de medidas desproporcionadas llamado Yunho, reveló su faceta competidora y comenzó a arrasar con ellos uno por uno.
Pidiendo un descanso a veinte puntos de perder, el de cabellera morada se aisló en el baño ante la urgencia por orinar y tomarse unos minutos para sí mismo. Habían pasado muchas cosas en poco tiempo.
Y mientras se refrescaba la cara, la puerta del baño volvió a abrirse, revelando esta vez, a quién menos hubiera esperado. Cerrando la llave, se giró sobre el lavado, apoyando las manos sobre el mármol y ladeando la cabeza con curiosidad.
—¿Algo que se te ofrezca? —preguntó en un tono de ignorancia fingido.
—Los chicos me mandaron a buscarte por ser mi compañero. Nada más.
—¿Desde cuándo soy tu compañero? —cuestionó con diversión, sonriendo ligeramente por su deliberación. Viendo con atención como el alto se acercaba a pasos lentos.
El sujeto llevaba únicamente una remera negra, de cuello de tortuga apretada, la cual acentuaba las líneas de sus brazos esculpidos y lo estrecho de su cintura que bajaba en una V. Y era ridículo notar lo bien proporcionado que estaba. Lo grande de su pecho y lo amplio de sus hombros que contrastaban con lo ceñido de su parte baja y volvía a realzarse en piernas fuertes de muslos grandes. Pero sobre todo, era absurdo lo atractivo que le parecía. Era abrumador.
Y cuando el moreno estuvo lo suficientemente cerca, se inclinó en su dirección y apoyó las manos detrás suyo, sobre el lavado, encerrándolo en una prisión de músculos bien construidos. El aroma de su almizcle le recordó al campo con notas frescas de menta. Una colonia diferente a la de la fiesta, menos frutal y más varonil.
Le gustó tanto como la otra.
—¿Usando un juego de palabras conmigo? —preguntó el moreno con una ceja enarcada—. Tienes un punto por eso, pero según sé, por hoy al menos, eres mío.
—¿Tuyo? —replicó con impresión, casi riendo—. ¿No es muy osado de tu parte asumirlo de esa forma?
—Me remito a los hechos —le dijo a centímetros de su boca, podía sentir como sus labios se rozaban con ligereza, era tan efímero como un trazado inseguro. Cerrando los ojos inconscientemente, pudo imaginarse cómo sería la sensación de esos labios abultados contra los suyos más delgados—. Y deberías cambiar la cara, no te lo tomes tan en serio, lindura. Es sólo un juego.
Y con esas palabras dichas, el roce se perdió en un milésima de segundo, dejándolo a él suspendido en un anhelo latente y un ardor inexplicable que se manifestó en la rojez de sus mejillas. La vergüenza lo envolvió hasta ahorcarlo y el estupor le cortó la garganta. Privándolo de palabras coherente, reduciéndolo a sonidos ininteligibles.
—Pero, ¿qué carajos...?
Presionando un dedo sobre sus labios, Hongjoong sintió las aspereza de la callosidad ajena. Mingi lo miró directo a los ojos con una profundidad absorbente que le comió las palabras por segunda vez.
—¿Pretendías que te besara? —preguntó con un matiz de burla—. Nuestros amigos están afuera y por lo que sé, ya se ve bastante sospechoso que estemos tardando demasiado, imagínate si salieras con el tiente corrido. ¿Y no sería una lástima? Con lo lindo que se te ve.
Jadeando por la sorpresa del cumplido, Hongjoong no pudo evitar rodear las caderas ajenas con sus piernas. Subiéndose por consecuencia al lavado—. ¿Es lo que piensas? —no pudo evitar preguntar.
—¿Por qué lo diría si no fuera así? —replicó con ambas cejas enarcadas, llevando una de sus manos a su muslo, recorriendo la superficie con las yemas y con un cuidado de artista. Grabando garabatos abstractos en la tela apretada—. Incluso si te gustan los cumplidos, es importante siempre decir la verdad, ¿no crees?
Un tanto ido por las caricias, el de cabellera morada no pudo evitar asentir en un jadeo—. Cierto.
Y con esa declaración atontada hecha, Hongjoong sintió la presión sobre sus labios desaparecer, para que otra totalmente diferente y húmeda, se plasmara como un grabado a carbón en la comisura izquierda de su boca. Abriendo los ojos, se encontró con la mirada paralizante de Mingi.
—Fresa —pronunció en observación mientras se relamía los labios—. Me gusta. Te sienta bien.
Ido como estaba, Hongjoong intentó rodearlo por los hombros, sin embargo, se vio frustrado por los reflejos contrarios, ya que en una sucesión de movimientos rápidos, Mingi entrelazó sus manos y las mantuvo a sus costados. Sonriendo en grande.
—Demasiado codicioso —repitió con diversión, soltándolo y desenredando sus piernas. El más bajo lo miró con desconcierto, no obstante, el más alto no pausó su retirada. Y se vio todavía más descolocado, cuando el moreno comenzó a chasquear los dedos frente a él—. Espabila, lindura, que pareces un desastre y ni siquiera hice nada.
La implicación de que podría haber hecho algo, destruyeron al artista.
—Para ser un estrella, no cumples muchos deseos.
Riéndose de su tontería, el alto lo miró con una ceja alzada—. No parecía que me conocieras en la fiesta.
—Bueno, ya pasó un día de eso —dijo al enderezarse, palmeándose las mejillas. Terminando de romper su ilusión—. Además, tengo un amigo extrovertido y bastante sociable. Sabe cosas.
Asintiendo en comprensión, el moreno se mostró divertido—. ¿Cómo cuáles? ¿Secretos de estado?
—No, que tuviste un supuesto altercado que te dejó fuera de la temporada.
Inmediatamente después de decirlo, hubo una mano tomándolo de la mejilla y oprimiéndole la carne con aspereza. Hongjoong ahogó un grito y se sorprendió de encontrarse a centímetros de la cara de Mingi. Las sombras enmarcando su rostro en una hostilidad inofensiva.
—Eso es pura mierda y por tu bien, no la iría repartiendo por ahí.
—Para ser falsa, deberías actuar con mejor control del que tienes —masculló como pudo—. Además, ¿quién dijo algo sobre esparcir las cenizas? Simplemente respondí a la estúpida pregunta que me hiciste.
—Mi error, entonces.
Rodando los ojos, Hongjoong apartó la mano del tipo de un manotazo y se acomodó las prendas. Una vez hecho, se dirigió hacia la salida, para ese punto, ya era más que sospechoso que hubieran tardado más de veinte minutos allí encerrados, sin embargo, no le dio importancia, para lo que había sido.
Un desastre completo, en su consideración.
—Llevémonos bien, cariño.
Sin ambos saberlo, ese apodo pronunciado en una cadencia dulce y embellecido de una gentileza de galán, marcaría un punto de inflexión entre ellos.
—Eso debería decírtelo yo.
Y como si el retrato antes rojizo hubiera perdido su vida, ahora la escala se transformó en grises monótonos. Desanimando al más bajo considerablemente. Y como si el moreno tuviera la capacidad de percibir su cambio de ánimo, se le acercó en grandes pasos y le rodeó los hombros con los brazos, sorprendiéndolo con su confianza. Mirándolo con una ceja enarcada, Hongjoong se asombró de que Mingi se inclinara y depositara un beso en extremo sutil en su mejilla. Fue tanto como la caricia de una pluma.
—Hay que hacerlo entonces. Llevarnos bien.
—Sí. Intentemos eso.
A la hora de volver con sus amigos, no hubieron preguntas ni cuestionamientos de su tardanza, no obstante, Hongjoong no pasó desapercibida la miradas conocedoras de sus amigos y la implicación detrás de ese brillo. Lo sospechaban, y simplemente para avivar sus creencias, les guiñó un ojo a sabiendas de las preguntas que le harían luego.
El resto de la noche se la pasaron con calma, la competitividad disminuyó a algo más inofensivo e infantil, provocando las risas generales, mientras que entre él y Mingi no volvió a existir un acercamiento real. Hubieron un par de roces discretos y miradas cruzadas, pero nada más allá. Sólo migajas que sirvieron para alimentar la imaginación sobre-estimulada del joven artista. Tiñendo sus fantasías de un naranja descompuesto y un verde indefinido.
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