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Hyoma Chigiri 💙 Broken Soul - Pt 1

TROPE: Soul Mates


⠀⠀⠀--¿Te duele si te doblo la pierna así?

El siseo que le soltaste al enfermero fue una respuesta más que suficiente. La culpa era tuya, de todas formas. Sabías que era tuya. Te empeñaste en decir que no te pasaba nada, que aún podías continuar con el entrenamiento y que tenías la pierna perfectamente bien.
Alomejor si no hubieras sido tan testaruda, no tendrías los ligamentos de la rodilla hechos jirones.

Un poco más, y te habrías quedado sin dientes al aterrizar mal durante una voltereta. Te habían tenido que traer al enfermero del gimnasio a toda prisa, porque ni siquiera querías moverte del dolor. Aún tenías el maillot de competición plateado y negro puesto, y el moratón que tenías en la rodilla prácticamente se fundía con el color de las medias ceñidas.

⠀⠀⠀--No vas a competir así.

La voz de tu entrenadora te quitó el dolor de un tortazo, y trataste de recoger la cinta plateada del suelo. Debía estar de broma. ¿Verdad? Llevabas preparando esa coreografía desde mayo, ¿Y ahora iba a tirar tu número por tierra solo por un pequeño dolor en la rodilla?

⠀⠀⠀--De verdad que no es nada. Me duele un poco y ya está. Solo he aterrizado mal. Les pasa a todas.

⠀⠀⠀--Pero la que compite la semana que viene eres tú. No ellas. Lo aplazaremos para el festival de la danza en noviembre. Pero tú no vas a salir así.

No habías levantado cabeza desde ese día. Pasaste por todas las etapas del duelo: te negaste rotundamente a reconocer que te habías destrozado los ligamentos de la rodilla, ni siquiera querías ir al médico a confirmar lo que todo el mundo te decía, te enfadaste cuando viste la forma en la que tu entrenadora llamaba a la junta directiva de la escuela de danza y gimnasia rítmica para anunciar que una de las actuaciones iba a ser cancelada, trataste por todos los medios asegurar que aún podías competir con un par de cambios.

⠀⠀⠀--¿Y si cambiamos esta suspensión por una rueda sin manos? ¿Y si cambiamos la cinta por mazas? ¿O por aro? ¡Puedo recuperarme en una semana! ¡Deja que vaya al fisio esta tarde, porfavor!...

Sonabas patética. Pero te daba igual humillarte ahora para triunfar después. Tu ansiedad estaba más que justificada, llevabas planeando esto demasiado tiempo, era tu gran oportunidad y ahora te la estaban arrebatando de las manos, y por más que luchabas con uñas y dientes por la mínima brizna de esperanza, la respuesta era inminente; no estabas en condiciones de competir.

Llevabas casi un año y medio esperando para esto. Entrenando como una esclava de tu propio talento, forzando tu cuerpo a límites que ni siquiera tú creías posibles. Habías aprendido a remontar un escorpión en casi dos semanas, tú misma habías estudiado tu pista de baile para saber cuántos segundos tenías de reacción entre cada vuelo, o cómo caía tu cinta para que favoreciese cada maldito rizo y curva de tu cuerpo.

Y ahora tenías que pasar cinco meses de rehabilitación, fisioterapia, muñequeras, caldo de huesos, calcio, colágeno, vitaminas y hierro en pequeños botecitos color betún.
Lo normal eran cuatro meses, tres incluso. Pero tu entrenadora se había empeñado en que te tomaras un tiempo. Un tiempo que se sentía cómo una jodida condena.

⠀⠀⠀--Mi alma gemela el otro día debió de haber pasado mucho frío, estuve todo el día sin poder levantarme de la cama. ¿No es romántico compartir el dolor y la frustración entre dos...? Oh, bueno...

⠀⠀⠀--A mí no me hace ninguna jodida gracia.

Le gruñiste a tu amiga como si fueras un perro. Sabías que no se merecía que fueras mezquina, pero ella no se jugaba su futuro por culpa de un desgraciado que probablemente no había tenido nada mejor que hacer que tirarse al suelo y hacer el indio. Y te había costado la parte de tí misma de la que más orgullosa estabas.

Ni una sola gimnasta tenía tu empeine, ni mucho menos tu facilidad para hacer giros en el aire. O tu velocidad. Tu bendita velocidad.

Esa velocidad que tenías al ejecutar cada pirueta, que hacía que los jueces tuvieran que analizar el arco de tus articulaciones fotograma a fotograma. Eras una gacela, una centella. Rápida y vivaz como el corazón de un colibrí... Y todo lo que tu maldita alma gemela había hecho desde que cumpliste los doce años fue llenarte de moretones, de escamarte y quemarte las rodillas, de hacerte despertar con cardenales azules que no tenías la noche anterior.

Si pudieras encontrar el hilo que te unía a esa bala perdida que era tu alma gemela, lo cortarías, aunque fuera con los dientes.

Para colmo, tu cita con el fisio estaba demorándose más de lo usual con el paciente que iba antes que tú. Y tú tenías que estar en la parada del bus a las siete y media.

⠀⠀⠀--¿Entras a las seis y media?

⠀⠀⠀--A las seis. Pero llevo esperando media hora.

Le escribiste el mensaje a tu madre pulsando los dedos tan fuerte contra la pantalla que los colores alrededor de tu dedo se dispersaron y casi pensaste que te habías cargado el protector cuando el mensaje tardó en enviarse.

Resoplaste y jugueteaste con las muletas. Si pudieras encontrar al desgraciado que te había hecho esto, le tirarías la maldita muleta a la cara, y si los dos os partíais el labio, pues que así fuera, joder. Seguramente tu alma gemela era uno de estos chicos estúpidos de cuarto, uno o dos años mayores que tú que le gustaba rodar colina abajo por las cunetas de las aceras.

⠀⠀⠀--¡Oh, mira! Ya estás aquí. ¿Tu cita no era a las siete menos cuarto?

⠀⠀⠀--Era a las seis.

La mirada que le echaste a tu fisioterapeuta lo perseguiría más tiempo que su peor pesadilla, "desgraciado aficionado recién licenciado"era lo más suave que se te ocurría, porque no podías llamar "cabrón" al único fisioterapeuta especializado en articulaciones que había en tu ciudad.

⠀⠀⠀--Perdóname. Pero gracias a que has esperado, Chigiri se encuentra mejor. ¿No es así?

Habrías esperado un mísero "lo lamento" por parte del tal Chigiri, pero te miró por encima de esas pestañas larguísimas y carmesí que coronaban sus ojos bergamota y luego te ignoró como si fueras un hierbajo en un campo de flores.
Oh, cómo habrías deseado borrarle esa mirada de indiferencia de su preciosa cara. A veces odiabas a la gente que era tan exageradamente guapa, y Chigiri te acababa de mirar como si haberte tenido ahí esperando por otra media hora, no hubiera sido tan grave.

Si creía que le ibas a saludar o a sonreír acorde con la broma. Lo llevaba claro. Porque ahora estabas media hora más lejos de volver a ser la mejor gimnasta de tu ciudad.

⠀⠀⠀--¿Por qué has venido?

Le miraste furiosa. ¿Ni siquiera recordaba las dolencias de sus propios pacientes? Estabas más que harta. Frunciste el ceño y te aseguraste de que él se diera cuenta de que estabas indignada, y de que si hubiera un fisioterapeuta más cercano, dejarías a este incompetente plantado.

⠀⠀⠀--El ligamento de la pierna derecha. Te lo dije por teléfono.

⠀⠀⠀--¡La derecha! Qué coincidencia. ¿Qué te parece, Chigiri-kun? Ni entre los dos formáis una persona sana.

No debiste pasar ese comentario de largo. Y para cuando te diste cuenta, no supiste si querías hacer algo al respecto. Pero hasta entonces, tendrían que pasar dos meses.

⠀⠀⠀--Contrae... Relaja... Empeine... Contrae... Relaja... Empeine... Muy bien, cielo, otra vez... Contrae... Relaj-...

Chillaste de dolor tan fuerte que todo el mundo en la sala de rehabilitación se quedó callado. Lágrimas de vergüenza y rabia te picaban en los ojos, pero no ibas a pedir disculpas por sentir dolor.
Siseaste, haciéndole una señal a la enfermera de rehabilitación para que te dejara en paz un rato. Ella no tenía culpa de nada, pero tú tampoco.

Además tenías otro cardenal, y te quemaba la rodilla como si te hubieras tirado colina abajo por un barrizal.

⠀⠀⠀--¿Estás usando eso?

⠀⠀⠀--¿No ves que no?

Apenas eres capaz de reconocer la voz a la que le chistaste con desdén. Pero a tu favor, tampoco es como si hubiera hablado mucho contigo. Y la vez que tuvo la oportunidad de hacerlo, te ignoró.
No estabas acostumbrada a que un chico guapo te ignorase, pero no ibas a exponer tu ego herido con amabilidad falsa. Y menos cuando no podías ni andar bien.

⠀⠀⠀--Cálmate. ¿Quieres? No eres la única con problemas aquí. Yo no tengo la culpa de que te hayas destrozado una pierna.

Si hubieras tenido suficiente fuerza para tomar carrerilla, le habrías empujado sobre la bola de pilates para que se pegase un trompazo hacia atrás, incluso si tenías que caerte tú encima.

⠀⠀⠀--Por tu culpa, siempre tengo que esperar para entrar al fisio. ¿Acaso no puedes acordar las sesiones para otra hora?

⠀⠀⠀--A la hora que a tí te parezca. ¿Verdad?

Te comentó con sorna, de nuevo ignorándote con esa actitud tranquila y pausada, frustrante y a la vez pasiva.
Pero apenas tenías tiempo para pensar en lo imposiblemente insoportable que era este chico, el dolor en tu rodilla pulsaba tan intensamente que querías arrancarte la pierna a mordiscos sino fuera porque la necesitabas.

No sabías por qué, pero necesitabas ponerte a llorar en ese mismo instante. Si no fuera porque ese niño bonito estaba parado frente a tí, mirándote como si estuvieras empezando a desarrollar una segunda cabeza, en vez de a punto de echarte a llorar...

⠀⠀⠀--¿Te duele?

⠀⠀⠀--No. Lloro por diversión.

⠀⠀⠀--¿Eres así siempre con todo el mundo que se te acerca? Yo también me tardaría si tuviera que ser tu médico.

Aquello fue un golpe sorprendentemente bajo. Las lágrimas se te quedan atascadas en los ojos, pero la rabia y la indignación te empieza a bombear en la garganta.

⠀⠀⠀--¿¡Te puedes ir!?

⠀⠀⠀--No estoy en rehabilitación por diversión. Alomejor tú sí.

⠀⠀⠀--¿¡Te puedes callar!?

Tu ego resulta ser completamente insalvable en el momento en que se sienta a tu lado y comienza a estirar las piernas. Tiene toda la rodilla hinchada y roja. Debe doler una barbaridad, pero estás demasiado ocupada pensando en el escozor de tu propio dolor como para pensar en el suyo. Mucho menos cuando el tuyo parecía haberse duplicado.

⠀⠀⠀--¿Ya te han cosido?

⠀⠀⠀--Me cosen mañana.

⠀⠀⠀--Deberían haberlo hecho cuanto antes. No has empezado a flexionar.

La rodilla del joven tiene el mismo color verduzco enfermizo que el tuyo, y es cuando él sisea de dolor al tratar de flexionar un poco la rodilla, que olvidas el tuyo para centrarte en él. Los parches blancos se le levantan con cada movimiento dejando una parca roja en su piel, y los puntos aún están recientes.

⠀⠀⠀--¿Cómo fue?

⠀⠀⠀--Aterricé mal durante un partido. ¿Tú?

Casi gemiste de frustración, y las ganas de llorar volvieron a aparecer. Pero aún no has gastado todo tu orgullo.

⠀⠀⠀--No lo sé. Un día de repente no pude sostenerme sobre la punta del pié... Pero no sé cómo pasó.

⠀⠀⠀--Es imposible que no sepas cómo ocurrió. Duele una barbaridad cuando te lesionas así.

⠀⠀⠀--Te digo que apareció de repente. ¿Vale? ¿Eres médico ahora?

El joven separó los labios para decir algo, y tú le seguiste, irguiendo la barbilla y tu postura con ella, para lucir dispuesta, intimidante y decida. Si no fuera porque era más alto que tú, tu intención habría funcionado.
Sus pestañas eran más largas que las tuyas. Pero no observaste aquello desde la envidia. Casi sentías admiración. Curiosidad. ¿Cómo se sentiría ver sonreír a unos ojos tan bonitos?

⠀⠀⠀--Cariño, pásate por la consulta del fisio cuando puedas, ¿Vale? Ya tenemos las radiografías.

Se te olvidó completamente lo que ibas a decir cuando la enfermera te interrumpió, y parece que al chico también, porque simplemente miró confundido hacia otro lado, y se limitó a observarte mientras intentabas levantarte.

⠀⠀⠀--¿Te ayudo?

⠀⠀⠀--Puedo sola.

No puedes sola. Y te habrías dado de bruces contra el hierro del banco acolchado de rehabilitación si no hubiera sido porque el chico del pelo rojo consiguió agarrarte del antebrazo y alcanzarte la muleta antes de que perdieras el equilibrio.

⠀⠀⠀--Gracias... Eh...

⠀⠀⠀--Chigiri.

Ahora sabías su nombre. Y ya podías ser un poco más concreta cuando quisieras mandar al infierno al chico bonito del pelo rojo. Simplemente podrías pensar en él como Chigiri.
Que tenía unas pestañas bermellón larguísimas y tres cardenales verdosos en el mismo lugar que tú.

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