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Capitulo 8

—Eres asombrosa, Nela, en serio.—dijo Ron impresionado.

No había sido difícil para Nela ingresar al despacho de la profesora Umbridge y desarmar de un simple movimiento a Malfoy y sus matones, logrando así que Ron, Luna, Ginny y Neville de inmediato los golpearan, hechizaran y les quitaran sus varitas. Ahora los cinco se dirigían al bosque prohibido, donde se encontraron con unos despeinados Harry y Hermione llenos de sangre.

—¿Nela?—preguntaron Hermione y Harry confundidos.

—¡Nela nos rescato!—exclamó Ron.—¡Estuvo fantástica! ¡Derrotó a todos de un simple Expelliarmus!

—Sí, bueno, los vi a ustedes con Umbridge y la escuche decir que los chicos estaban ahí. Intuí que no era nada bueno así que fui por ellos, ¿qué sucede? ¿Y dónde esta Umbridge?—pregunto Nela.

—Se la llevaron los centauros.—respondió Hermione.

—Iremos al ministerio.—explicó Ron.—Harry cree que Sirius esta ahí capturado por mortífagos.

—¿No es una trampa?—cuestionó Nela con el ceño fruncido.

—¿Qué viste en la chimenea, Harry?—intervino Hermione.—¿Tiene Voldemort a Sirius o...?

—Sí.—respondió Harry con aspecto sombrío.— y estoy seguro de que Sirius aún esta vivo, pero no se como vamos a ir hasta allá para ayudarlo.

—Tendremos que ir volando, ¿no?—soltó Luna con un tono realista.

—Vale.—contestó Harry con fastidio, volviendose hacia ella.— En primer lugar, olvídate del "tendremos", porque tú no vas a ninguna parte y en segundo lugar, Ron es el único que tiene una escoba que no este custodiada por un trol de seguridad, de modo que...

—¡Yo también tengo una escoba!—saltó Ginny.

—Si, pero tu no vas.—la atajó Ron.

—Todos pertenecemos al ED.—intervino Neville con seriedad.— ¿No se trataba de prepararnos para pelear contra Quien-Tu-Sabes? Pues ésta es la primera ocasión que tenemos de actuar. ¿O es que todo aquello no era más que un juego?

—No, claro que no....—contestó Harry impaciente.

—Entonces nosotros también deberíamos ir.—razonó Neville.—podríamos ayudar.

—Neville tiene razón.—dijo Nela y por primera vez en días, Harry la miro a los ojos.— ¿Qué esperas? ¿Luchar tu solo contra Voldemort y mortífagos? Sin ofender, Harry, pero no deberías tentarle a tu suerte. 

—Bueno, no importa.—dijo Ron con frustración.—porque de todos modos todavía no sabemos como vamos a ir...

—Creía que eso ya lo habíamos decidido.—terció Luna.— ¡Volando!

—Mira.—dijo Hermione con irritación y Nela la miro mal.— tú quizá puedas volar sin escoba, pero a los demás no nos crecen alas cada vez que...

—Hay otras formas de volar.—puntualizó Luna.

—Sí, claro, ahora nos dirás que podemos volar en un scorky de cuernos escarolados o como se llame, ¿no?—dijo Ron.

—Los snorkacks de cuernos arrugados no pueden volar.—aclaró Luna muy circunspecta.—pero esos sí, y Hagrid dice que siempre encuentran el lugar al que quiere ir la persona que los monta.—Y Luna señalo hacía el bosque.

—¡Claro!—exclamó Nela.—¡Thestrals!

Harry se dio vuelta, entre los arboles había dos de esos hermosos animales que observaban a los chicos como si entendieran cada palabra de la conversación que estaban manteniendo. Antes de que Nela se diera cuenta, Harry había aceptado cansinamente que fueran con el y ya todos se encontraban montados en un Thestral.

—¿Listos?—pregunto Nela a lado de Harry y todos asintieron.

—A ver...—dijo Harry tragando saliva.— Bueno, pues...Ministerio de Magia, entrada para visitas, Londres...—indicó vacilante.—No sé si...sabrás...

Pero no hizo falta que terminará la oración, pues el thestral de Harry desplegó las alas, se agacho un poco e inmediatamente salió disparado hacia arriba. Los demás thestrals lo imitaron. Iban en una extraña formación que era encabezada por Harry y Nela, teniendo detrás a Ron y Hermione y detrás de estos a Neville, Ginny y Luna. 

Dejaron atrás los terrenos de Hogwarts y sobrevolaron Hogsmeade. Veían montañas y valles a sus pies. Como estaba oscureciendo, se veían también pequeños grupos de luces de otros pueblos, y luego una sinuosa carretera que discurría entre las colinas y por la que circulaba un solo coche.

Se puso el sol, y el cielo, salpicado de diminutas estrellas plateadas, se tiño de color morado. Al poco rato las luces de las ciudades muggles eran lo unico que les daba una idea de lo lejos que estaban del suelo y lo rápido que se desplazaban. Así estuvieron volando mucho tiempo.

De pronto, Nela supo que estaban llegando cuando la cabeza del thestral apuntó hacia abajo y empezaron a descender. Llegaron hasta una calle solitaria, debido a la hora, donde había una vieja cabina telefónica que parecía no funcionar.

Nela dejo escapar el aire que no sabía que llevaba contenido y se sobresalto al sentir la mano de Harry en su cintura, ayudándola a bajar del thestral.

—¿Estas bien?—pregunto Harry preocupado.

—Sí, ¿y tú?—pregunto Nela y el asintió.

En ese momento, Ron se cayó de su thestral, murmurando maldiciones. Hermione, Ginny, Luna y Neville llegaron y desmontaron con dificultad, excepto Luna, quien lo hizo suavemente. Luna pregunto a Harry, como si aquello fuera una divertida excursión:

—¿Y ahora que hacemos?

—Por aquí.—dijo Harry. Agradecido, acaricio un poco al thestral y despues guio a sus amigos hasta la desvencijada cabina telefónica y abrió al puerta.—¡Vamos!—apremió al ver que vacilaban. En cuanto entraron todos, apretujados, exclamó:—¡El que este más cerca del teléfono que marque seis, dos, cuatro, cuatro, dos!

Ron así lo hizo y una fría voz resonó en toda la habitación:

—Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

—Harry Potter, Nela Longbottom, Ron Weasley, Hermione Granger, Neville Longbottom, Luna Lovegood, Ginny Weasley...Hemos venido a salvar a una persona, a no ser que el Ministerio se nos haya adelantado.

—¿Es enserio?—Nela lo miro incrédula.

—Gracias.—replicó la voz.—Visitantes, recojan las chapas y colóquenlas en un lugar visible de la ropa.

Media docena de chapas se deslizaron por la rampa metálica en la que normalmente caían las monedas devueltas. Hermione las tomó sin decir nada y todos se la colocaron. Harry leyó lo que ponía la primera: "Harry Potter, Misión de Rescate!

—Excelente sistema de seguridad de parte del gobierno británico.—masculló Nela.

De pronto, el suelo de la cabina se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas del cristal. La cabina quedo a oscuras y empezó a hundirse en las profundidades del ministerio. Una franja de débil luz dorada les ilumino los pies, y tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos. Habían llegado.

—El Ministerio de Magia les desea buenas noches.—dijo la voz de la mujer.

—Y por eso estamos como estamos en este país.—murmuró Nela negando con la cabeza.

La puerta de la cabina se abrió y se dirigieron a los ascensores, donde Harry presionó el número nueve. En cuanto llegaron, la voz de la mujer anunció:

—Departamento de Misterios.—y la reja se abrió.

Siguieron caminando por donde Harry los guiaba hasta que cruzaron una puerta y llegaron a una gran sala circular. Todo era de color negro, por lo que cuando Neville cerro la puerta por instrucción de Harry, quedaron en completa oscuridad. A pesar de todo, había cerca de una docena de puertas. Se escucho un fuerte estruendo. La pared circular estaba rotando. Harry rapidamente tomó a Nela de la cintura, quien a su vez tomó a su mellizo de la mano. 

—¿Qué ha sido eso?—pregunto Ron.

—Creo que ha sido para que no sepamos por que puerta hemos entrado.—dijo Nela.

Ingresaron a otra puerta, donde había un enorme tanque de cristal, lo suficiente para que nadaran en el, lleno de un líquido verde oscuro en el que se movían perezosamente a la deriva unos cuantos objetos de un blanco nacarado que pronto Hermione identifico como cerebros.

—¡Flagrate!—dijo Hermione e hizo un dibujo en el aire con la varita y una X roja, luminosa como el fuego, apareció en la puerta.

—Buena idea.—dijo Harry.—Bien, sigamos.

Entraron nuevamente por otra puerta. Esta era una habitación más grande que la otra, rectangular y debilmente iluminada, cuyo centro estaba hundido y formaba un enorme foso de piedra de unos seis metros de profundidad. Estaban de pie en el banco más alto de lo que parecían unas gradas de piedra que discurrían alrededor de la sala y descendían como en un anfiteatro. 

En el centro del foso había una tarima de piedra sobre la que se alzaba un arco de piedra, que parecía muy antiguo, resquebrajado y a punto de desmoronarse. El arco, que no se apoyaba en nada, tenía colgada una andrajosa cortina, era una especie de velo negro que, pese a la quietud del ambiente, ondeaba un poco, como si acabaran de tocarlo.

—¿Quién hay ahí?—pregunto Harry e intento acercarse.—Escucho voces...

—¡No!—grito Nela tomándolo de la mano.

—¿Qué ocurre?—Harry la miro confundido.

—He leído sobre esto, pero creí que era una leyenda.—respondió Nela y procedió a explicarse:— es el Velo de la Muerte. Parece ser la manifestación de una barrera entre el país de los vivos y el país de los muertos. No se puede viajar libremente entre ambos mundos...así que solo es un viaje de ida, lo que significa que si pasas...morirás. La comunicación a través del velo es imposible, pero cuando alguien vivo se acerca, las almas de los muertos que reconocen a un ser querido intentan comunicarse. Si te le quedas viendo demasiado tiempo, te hipnotizará e intentaras pasar por el. 

—Mejor sigamos...—murmuró Hermione, aterrada.

Se dirigieron a otra puerta al azar, pero esta no se abrió. Lo intentaron con otra que si abrió. Harry de inmediato reconoció la sala que aparecía en sus sueños. Vio unos relojes que brillaban sobre todas las superficies, grandes y pequeños. Corrieron hasta otra puerta, que Harry reconoció y entraron. 

Era una sala de techo elevadísimo donde no había más que hileras de altísimas estanterías llenas de pequeñas y polvorientas esferas de cristal que brillaban débilmente. En esa sala hacía mucho frío y fueron avanzando con sigilo.

—Tengan las varitas preparadas.—advirtió Harry.

Avanzaron por las estanterías hasta llegar a la número noventa y siete, la que Harry vio en sus sueños, pero ahí no había nadie y Harry comenzó a temer haber metido a sus amigos en una experiencia suicida sin motivo alguno. Hermione y Nela habían tenido razón, quizá era una trampa.

—¡Harry, mira!—llamó Ron y señalo una esfera de cristal cubierta de polvo.—¡Tiene tu nombre!

—Creo que no deberías tocarla, Harry.—dijo Hermione.

—¿Por qué no? Tiene algo que ver conmigo, ¿no?

—No lo hagas, Harry.—dijo Neville.

Sin embargo, Harry ignoró sus palabras y tomó la esfera. Y entonces, a sus espaldas, una voz que arrastraba las palabras, dijo: 

—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta muy despacio y dame eso.

—Tiene mi nombre

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