Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[ 5 ] ฿‡ UN BAJÓN DE AZÚCAR ‡฿

-¿Te gustan? -

-Ehhh , ¿qué? -

"Esas dos plantas con un Dios en cabeza."

En un momento repentino, volví a oír y a ver. Fui abriendo los ojos poco a poco para verme en la enfermería de escolares, con la ayuda de respiración por mascarilla y mi padre sentado a mi derecha en un sillón robusto y viejo.

Él se encontraba totalmente recto sobre su asiento, pero con el cuello inclinado hacia abajo porque leía un periódico viejo.

Lo solía hacer mucho.

Llevaba su traje habitual, blanco con pantalones negros. Sus ojos eran azules como los míos. Su pelo negro con corte mullet, con la nuca muy corta y su mechón de pelo fucsia en el lado derecho.

—Mierda, no te has muerto —dijo sin levantar la mirada del papel.

Se había dado cuenta de que me había despertado.

Aturdido negué con la cabeza cogiendo aire artificial, haciendo ese característico ruido.

Lo miré incrédulo esperando a que él me observara también y empecé a toser quitándome la mascarilla de oxígeno.

—No te quites el oxígeno si aún no puedes respirar bien —acabó de calcular una cosa y lo apuntó en una libreta. A mi padre se le daba de puta madre la física y la química, los cálculos y todo eso.

Se podría decir que calculaba hasta cuando no existían una hoja y papel que mirar.

Levantó la mirada y pasó una hoja mirándome de reojo por encima de sus gafas para leer rectangulares.

—Déjame —seguía tosiendo porque era tan inútil que no sabía ni respirar, mi padre ni se inmutaba. Mi aura iba y venía con la tos. Entonces se levantó bruscamente y me puso la mascarilla echándome el pelo para atrás y haciendo presión con esta sobre mi boca para que no me la quitara.

—Así vas a conseguir morir.

« Exagerado »

—¿Qué más te da? —mi voz hizo eco en la mascarilla, lo miré — Ayer casi lo haces tú solito.

Lo callé por unos segundos en los que él miró a su alrededor y luego me miró a mí levantando una ceja.

—Sí tú sabes que tienes un trauma con la sangre, ¿por qué miras? Sabías de sobra lo que hacías.

Abrí mucho los ojos y me incliné hacia él —¿Y tú te has parado a pensar por qué tengo ese trauma? ¡Porque me parece que conoces muy bien a la persona!¿No es así? Víc-tor.

Dio un golpe a la mesilla y se llevó la mano a la boca soltando un soplido de ira. Fueron unos segundos en los que el corazón se me disparó al darme cuenta de mi error. Pero sabía que él estaba conteniendo toda su ira dentro de él, porque sería impensable que me pusiera una mano en aquel lugar tan público y común.

Me quité la mascarilla y empecé a respirar por la boca, provocando que mi respiración rompiera con ese silencio que había envuelto la sala, y que poco a poco se fue juntando con una ligera risa, ¿de miedo? No lo sé. Mi padre se giró mirando cada detalle de mí, entonces aproveché y le saqué el dedo. Le saqué toda esa ira en el único lugar donde no tendría consecuencias. Al menos hasta esta noche, pero de eso ya me ocuparía luego.

Vino como una bala hasta donde me encontraba sentado, que era aquella camilla. Su acercamiento me obligó a tumbarme, y no pude contener la risa cuando acercó su rostro al mío.

—Buh. —levanté las cejas y la cabeza haciendo que él se apartara. Me empecé a descojonar como nunca y su cara de enfado aumentó.

—No tiene puta gracia, ya veremos quien ríe esta noche. —cogió su periódico y se largo por la puerta.

« Oh Dios había actuado como un auténtico psicópata »

Tomé aire y me recosté en la camilla, disminuyendo mi risa. Mirando al techo con una mueca. Eso había sido raro, pero se había sentido bien.

Sí, tenía un pequeño trauma con la sangre. Bueno, pequeño gran trauma. Cada vez que veía mucha sangre me desmayaba o me daban ataques de pánico. Si era un simple corte o un leve sangrado casi superficial no me ocurría nada. Solo me aceleraba y ponía nervioso, pero nada más. Todo provocado por años de tener que ver cosas horrible, cosas que ningún humano debería de estar obligado a ver.

—¿Mimado?

Cuando me giré, lo vi. Noah estaba apoyado sobre el marco de la puerta con su mochila al hombro. En su rostro mantenía una sonrisa, pero su ojos eran de preocupación.

Miré en todas direcciones rezando para que mi padre y él no coincidieran en el mismo espacio tiempo.

—¡Noah!

En un abrir y cerrar de ojos ya estaba de nuevo en sus brazos. Cerré los ojos sin pararme a pensar que mi padre podía estar en esa mismísima puta puerta, viendo cómo abrazaba a un chico que para mí era inalcanzable y un dios.

Lo rodeé sintiendo su mullido y suave jersey en mi mejilla, y por unos segundos olvidé todos mis problemas. Aquello de abrazar a Noah para sentir su aroma y calor ya se había convertido en una auténtica droga.

—Menudo susto, cabrón —Noah me dio una palmadita en la espalda y me soltó. —. No sabes lo que corrí a la enfermería pensando que te había dado un jari.

Emané una risa tonta y me senté para que él pudiera hacer lo mismo a mi lado.

—¿Y qué te ha ocurrido? —quiso saber. Se peinó el pelo con los dedos y se sentó.

Su presencia tan cercana me causaron nervios por todo mi cuerpo, su voz, respiración. Todo cerca de mí no me dejaba pensar con claridad.

« Tenía tantas ganas de contarle a alguien mis problemas y sentía que Noah era el indicado pero... Seguro que le aburrirían mis problemas y traumas. »

—Un bajón de azúcar, nada más.

Afirmó y sonrió. —Deberías de contarme tus problemas y como te encuentras. Así si te pasa algo podré ayudarte, ¿vale? —extendió la mano.

Sonreí y casi se me escapa una lagrimilla de alegría. ¿De verdad había dicho eso?

Sólo pude afirmar. Viendo su mano alzada, esperando a que la recibiese. Cogí aire y estreché nuestras manos. Su calor quemaba la palma de mi mano.

Y fue ahí donde me detuve para ver los anillos que decoraban sus finos y largos dedos. Quizás era la oportunidad perfecta para hacerlo.

El que más resaltaba era uno de serpiente, en el dedo corazón, rodeando todo su dedo. Y otro negro en el dedo gordo.

—¿Te gustan?

—Ehhh, ¿qué?

—Los anillos bobo.

—Ahhh sí. Bueno, molan.

«¡¿Qué haces!? »

—¿Quieres uno? —soltó mi mano y yo me puse muy nervioso viendo que iba en serio.

Retrocedí un poco en la camilla por miedo a que escuchara mi corazón gritar.

—No, no. De verdad, no hace falta.

Él negó bajando la cabeza. Y su sonrisa llenó de nuevo su rostro de felicidad.

—De acuerdo —rio levemente levantando sus brazos y se levantó de la camilla. —. Vamos, tenemos que volver a clase. ¿O piensas poner esto de excusa para saltarte tu primera clase?

—No —reí —, ya voy. —me levanté y antes de que pudiera coger mi mochila él lo hizo y me guiñó el ojo.

—Ya la llevo yo, no quiero que hagas mucho esfuerzo.

Me quedé pensativo.

—Gracias. —lo miré pero dejé de hacerlo para no parecer un psicópata.

Oí un resonar de pulseras y segundos después sentí su mano cogiendo a la mía. Lo hacía con algo de distancia, pero queriendo sentir cada parte de ella.

Nos miramos, Noah me observó con una expresión seria. Cogió mi mano más fuerte y sentía que me iba a morir de un infarto. No podía mantener la mirada mientras cogía mi mano. Sentía que el corazón se me iba a salir por la boca. Todo era demasiado intenso. Su olor, tacto, y mirada sobre mí. Cuando me giré él seguía mirándome, con los ojos algo estornudos mirando con atención. Mi pecho subía y bajaba rápido, miré sus  gruesos labios. Y algo dentro de mí me dijo que los besara.
Fui pegando mi cabeza con la suya y él hizo lo mismo de forma automática. Estábamos demasiado cerca y necesitaba romper la barrera de la amistad de menos de veinticuatro horas.  Algo dentro de mí me lo suplicaba.

—¿Qué? —susurró y soltó una carcajada. Nuestras narices se juntaron.

—Nada. —susurré y me quedé unos segundos mirándolo a los ojos esperando a que hiciese algo pero me separé al ver que eso no sucedía. Arruinando así lo que podría haber sido un....¿beso?

« ¿Eso había ocurrido realmente o solo había sido producto de mi imaginación?¿Y por qué esto iba tan ¡rá-pi-do!? »

Sentía el calor de su mano con el roce de sus vaqueros mientras caminábamos por esos pasillos.

Seguía sin comprender lo que había pasado ahí dentro. Yo no quería hacerlo. ¿Por qué iba a querer? Sólo quería conocer más a Noah. Pero no hacer eso con él.

Lo miré de reojo, él parecía serio, y de la nada todo se tornó a cámara lenta.

« Increíble, verdad. »

Dejé de oír cualquier sonido y su pelo ondulado se comenzó a mover con delicadeza al tiempo que parecía estar movido por el viento. La nuez de su cuello se marcaba en su piel, y en pequeño, en la parte izquierda de su cuello, estaba su tatuaje. Era un árbol, naturaleza.

En ese momento, pasamos frente a una de las clases de los niños pequeños. Y algo hizo que me detuviera en seco. En el interior pude ver a mi yo de diez años. Iba como siempre, como aquel día. Pantalones cortos negros y su camiseta corta azul marino.

—¡Eh! —Noah se dio la vuelta y se acercó a mí. Me rodeó por detrás y pasó los brazos por encima de mis hombros, pero sin pegarse demasiado —. ¿Qué pasa, compadre? Creo que ya no tenemos edad para entrar ahí dentro.

—¿Eh? —giré la cabeza y lo miré a los ojos. Me di cuenta de que ahí dentro no estaba ninguna versión pasada de mí. Negué y me separé de Noah. —. Nada.

—Pues perfecto. Vamos entonces, están dando clase con el profe de guardia .—me dio una palmada en el pecho y se separó de mí corriendo por el pasillo.

Antes de llegar a clase pasamos de paso por el aula de convivencia. Un aula donde llevaban a la gente que se portaba mal, durante el tiempo necesario y con un profesor de guardia. Pero si tus daños acumulaban un parte mayor, era Víctor el que venía a verte.

Y creerme, eso nunca acababa en nada bueno.

Pasé lento mirando lo menos disimulado que pude. Siempre había tenido curiosidad por el temido aula.

Para darme cuenta de que al final esta estaba vacía. Vaya, la gente estaba serena hoy. Bueno...no todos.

Junto a mí, en el marco de la puerta pude ver los restos de una vieja pegatina. Era una especie de carta, nunca la había visto antes. Por lo que los restos me dejaron ver era una especie de torre.

—¡Blue, deja de distraerte con cada baldosa del suelo, pared y techo. Ya te haré un recorrido luego, pero mueve ese culo de Mimado y vamos a clase! —Noah me hacía señas bastantes exageradas desde el final del largo pasillo.

Reí y me despedí de esa pegatina.

Una vez llegamos a la puerta de la clase Noah pidió permiso y pudimos entrar.

Todo estaba a oscuras salvo por el proyector encendido el cual proyectaba cosas de biología. Y algunos móviles al final. Noah se desprendió de mi mano, la miré meterse en su bolsillo con una sensación rara en el estómago.

Juntos pasamos como balas entre las mesas hasta llegar a la nuestra.

—Señores, pongan la fecha en su cuaderno —el profesor cogió una tiza y con soltura y rapidez escribió la fecha en la pizarra concluyendo con un punto que casi hizo que esta se cayera —. Seis de noviembre de dos mil treinta y cinco.

Noah puso la mochila en el suelo y yo me senté en mi pupitre a su lado.

—¿Noah?  —susurraba para no interrumpir la explicación.

—Dime —giró su cabeza y un par de mechones le cayeron sobre los ojos y gafas.

—¿Me dejas una hoja, porfa?

—Claro, toma —arrancó una de su cuaderno de cuadros y me la tendió sonriendo.

Asentí para agradecerle y para no hablar más. Era difícil hablar tan flojo.

Saqué un lápiz y mi cuaderno de dibujar negro, colocando todo sobre el pupitre verde claro.

Me fijé en el corcho de mi derecha en el cual estaba colgado un plano de todo el orfanato. Aparte de muchos nombres escritos con diferentes bolis y rótulos. Pero el que más me sorprendió fue el de “Ivy nunca morirá.” Al parecer no todos odiaban al virus. Pero sigamos con los planos.

Como ya os mencioné, de pequeño me llevaban a dar una vuelta para que me aprendiera bien la distribución de todo. Pero a la edad de los once dejaron de hacerlo para llevarme únicamente al coliseo, a que me diera el aire. O como yo lo llamaba la jaula de héroes.

El orfanato parecía un laberinto en vez de un sitio donde vive gente.

Se componía de dos bloques rectangulares unidos por un pasillo.

Cada uno de estos edificios tenía tres plantas cada uno, salvo el principal que tenía una más de forma subterránea.

Alrededor de cada uno de estos se encontraban los grandes jardines, pegados a los muros.

El primer bloque, al oeste, y el más pequeño eran los cuartos de todos los niños y personas inferiores, el cual en el medio de este había una fuente con plantas y bancos. Y en cada una de las plantas, habitaciones.

El bloque más grande, en el que estábamos ahora, en el hueco del medio estaba la jaula de héroes, coliseo. Las dos plantas superiores eran destinadas para mi padre y sus manos derechas que le besaban el culo, es decir, todos los superiores. La primera planta y la subterránea eran clases, enfermerías, bibliotecas, aulas de ocío... Y para terminar, los comedores que estaban en la parte norte adheridos al bloque grande.

La verdad es que no me costó mucho situarme ni aprenderlo de pequeño.

Para mí era como un juego, como vivir en una de esas ciudades de los libros que leía. Me sentía fuera de todo mi propio infierno. Y mientras el sol quemaba y ruborizaba mi rostro me sentía libre por primera vez, lleno de paz.

—¡Parckson!

Pegué un salto que casi me hizo llegar al techo. Todo mi campo de verde césped y sol resplandeciente se sustituyeron por un aula oscura y gente mirándome.

El profesor me miraba con odio, queriendo tirarme lo primero que tuviera a mano, que seguramente sería un borrador. Bueno, el profesor más bien era Paco para vosotros. Sí, el mismo Paco de la comida.

«Si es que de verdad. El orfanato era un pañuelo. »

—¿Sí?

Lo dije con toda la autoridad que me merecía y debía. Cruzado de brazos indiferente a alguien como él.

—Preste atención, hágame el favor  —se dio la vuelta y se empezaron a oír risas y susurros de fondo —. ¿Sabe su padre que está aquí?

Y dale con mi padre, pero bueno, como si no tuviera ya pelos en los huevos para poder ir solo por ahí.

¿Por qué a todo el mundo le gustaba tanto besarle el culo a mi padre? De verdad que se veían inútiles queriendo guardarse un buen hueco en este nuestro cielo, esas dos últimas plantas con un Dios en cabeza.

—Sí —puse los ojos en blanco y me apoyé en mi brazo suspirando del asco que le tenía a todo el mundo.

A veces sólo deseaba que toda la plaga de este sitio se acabará algún día. Y esperaba que fuera pronto.

En medio de mis más oscuros pensamientos sentí una ligera patadita en el tobillo que me hizo girar mi cabeza.

—Eh, no te pongas sentimental tú primer día —Noah me sonreía. —. No le hagas caso, es así de imbécil siempre.

«No me digas, Noah.»

En las últimas veinticuatro horas pensaba que la única persona que me podía entender ahí dentro era él.

Solté una risa con los labios cerrados y miré al profesor. —Que ganas de darles una hostia a cada uno.

—Sí quieres te ayudo, seremos algo así como compañeros sicarios. Pero necesitamos un nombre. Hmm ¿el escuadrón de la muerte?

—Muy típico. ¿No crees? -—nos miramos cara a cara sin decir nada y yo le eché una mirada a sus gruesos labios.

¿Por qué sentía que cuando hablábamos todo a nuestro alrededor desaparecía? Cada segundo tenía esa necesidad de hablar con él, de pensar en él.

—¡Estáis aquí por una simple razón! —el profesor empezó a pasear por las mesas y me echó una mirada fugaz. Que por supuesto le devolví —. ¡Sois la esperanza para el planeta! —volvió a su posición dando grandes zancadas. —¿Alguien me puede decir que es lo que azotó a nuestro planeta?

« Los aliens, no te jodes »

—Un virus, maestro. —Dallana levantó la mano y el profesor la señaló.

—¡Exacto! —la apuntó con el dedo.

Ah, cierto el virus, como os dije anteriormente un virus se cargó a todo el planeta. Yo más no sé, nunca me lo han contado.

Entonces vi mi oportunidad.

Levanté la mano y todos me miraron —¿Y qué hacía el virus exactamente?

Eso ya lo sabía pero quería que él me lo repitiese, para ver la versión que le daban en las aulas. 

—Verás, al principio de pillarlo no ocurría nada. Pero cuando era muy tarde daba indicios. Consistía en que te quemaba los pulmones creandote un dolor inhumano y acababas muriendo de asfixia en cuestión de minutos. Era un daño inseparable. Por eso la gente tuvo que ir durante mucho tiempo con mascarillas, y en algunas ciudades muy afectadas con máscaras antigas. Hasta que sacaron una vacuna. La cual como podéis observar, no funcionó.

Quería buscarle las cinco patas al gato y no me quedé satisfecho con hacer simplemente una pregunta. Entonces cuando se dio la vuelta pregunté sin pedir permiso.

—Y si tenemos que salvar al planeta, Dios sabe cómo ¿Por qué nos matan? —toma zasca.

Todos empezaron a susurrar y él se giró despacio y me miró con cara de gilipollas mientras yo lo miraba con una sonrisa pícara.

Pude ver a Noah alzar una débil sonrisa mientras me miraba, con una postura que gritaba orgullo por mí.

—¡Parckson!

—El mismo —abrí mucho los ojos.

—Debería saber usted que el virus es recesivo contra los poderes. Es decir, la probabilidad de que el virus os contamine es nulo. Pero a la gente sin poderes la mata, y la gente sin poderes debe ser sacrificada para no contagiar y así poder erradicar con el virus.

—¿Y cómo carajo obtuvimos poderes? ¿Acaso esa estúpida vacuna llevaba algún tipo de droga?¡Y si la enfermedad no nos afecta qué hacemos aquí y no fuera! —Solté mi aura y eso le hizo explotar.

Ahora la cara de Noah era de susto, y estaba iluminada de azul, al igual que todo el aula.

Me tomé la discusión como si él fuera mi padre, y le estuviera reclamando por todo.

Por todo el daño y mentiras.

—¡Ya está bien! Eso se lo preguntas a tu padre que para algo es el jefe.

Estampé mi cuaderno de dibujos en la mesa y me puse a dibujar y él a explicar. Y así finalizó todo, teniendo risas en algunas partes del aula.

« Cuando sea el jefe te vas a cagar por la pata baja, cabronazo de mierda. Eso sí sigues con vida. »

Llevaba cosa de minutos dibujando garabatos que empezaban a tomar la forma de una persona cuyo pecho había desaparecido, y sus pulmones estaban derretidos. Junto a él había más dibujos que hacía cuando me aburría, como referencias a ese estúpido mito de la caverna.

Un papel doblado rozo mi mano izquierda hasta estar dentro de esta de forma torpe. Miré al frente, y luego a Noah el cual se hacía el loco pero sabía que había sido él.

Deshice los múltiples pliegues y en la parte superior estaba escrita una frase ...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro