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[49] LUNITA 4/5 ฿‡ BOTÓN DEL PÁNICO ‡฿

"I'm stil standing"

"Nada de lápices, nada de papel, nada de nada, DE NADA"


NOAH:

Había estado aislado por mucho tiempo, o eso percibía yo. No recordaba la gran parte de cosas, por culpa de los efectos secundarios de mi medicina. Solo lo básico, como las prohibiciones que me impusieron. Nada de: salir del cuarto, nada de cuchillos, bolígrafos, lápices y sus derivados de escritura, papel, tijeras, tampoco nada de ropa o zapatillas con cordones. Y sobretodo, nada de visitas. Entre muchas otras cosas.

Otras cosas como, las pastillas todos los días, no estirar la cadena sin avisar y nada de pestillo en el baño.
Aunque tampoco lo usé mucho, no me despegaba de la cama. Lograba dormir algo y cuando no, miraba a la nada hasta que me entraba el sueño. Sintiendo mi cuerpo pesado, no tenía fuerzas para hablar, levantarme o cuidar mi aspecto.

Llegaba a llevar puesta la misma ropa por días hasta que James, me obligaba a cambiarme.

Él se sentaba en una silla y me vigilaba, luego venía otra persona cuyo rostro y voz no recuerdo, ha hacer su turno de noche después de haber tomado mi gran dosis nocturna de pastillas.

Recuerdo algún que otro suceso con Víctor, la medicación para la depresión me estaba dejando tonto y drogado, teniendo en cuenta que para mí suerte una gran lista de efectos secundarios recayeron sobre mí. Recuerdo el primer evento de mí propia enfermedad con exactitud de detalles, estornudé como haría de normal y sentí como si me estuvieran comprimiendo.

Aquello no pasó más con esas magnitudes de ataque, pero sí como estornudos que me dejaban mal. Víctor estaba buscando una cura para mí según James, de las cuales probamos miles de versiones que no funcionaban. Como regalito ahora tenía un botón de emergencia por si me daba un ataque.

Hoy por fin terminaba el aislamiento, las prohibiciones y los nada de nada, las pastillas y la vigilancia.

Los doctores le habían dado el visto bueno a mí pierna hace ya demasiado tiempo, y se suponía que ya podía hacer vida normal.

«Para ellos es fácil decirlo, no han perdido a un hermano como yo. »

No podía dormir por las noches sabiendo que ese infame de asesino llamado Víctor seguía teniendo un ojo en mi nuca.

Tocaron de forma leve a la puerta de mi cuarto. No moví ni un músculo de mi cama, si era algún cuidador o algo así ya habría con llave.

Volvieron a tocar y miré la puerta.

«¿Quién será? »

Me removí en las apestosas sabanas y caminé arrastrando mis pies hacia la puerta.

Al abrir me encontré con una Tana más mayor a mis ojos, que sostenía un ramo de flores mientras sonreía con brillo en los ojos.

-Tana... -susurré y me observó.
Estaba muy cambiada, su pelo, cara, cuerpo y voz. Todo había cambiado en ella. Dejé la puerta abierta y me dirigí al espejo por primera vez en mucho. Porque sí, los espejos también estaban prohibidos.

El tiempo también había hecho estragos en mí. Estaba muchísimo más delgado, mis mofletes ya no estaban. En su lugar solo dos pieles pegadas a mis huesos. Las ojeras cubrían mis ojos como un maquillaje de terror y mi pelo que había perdido brillo y sedosidad, me llegaba más allá de la mandíbula pero menos que a los hombros. Y mucha barba, mucha.
Tana entró y cerró la puerta. Por primera vez en lo que en mi mente eran un par de meses, alguien que deseaba entró a mi cuarto.

La volví a mirar sin encontrar las palabras -Estas... -me costaba pronunciar palabras después de tanto. -...muy cambiada.

-Han pasado ocho meses Noah.

Miré a mi alrededor con los ojos cristalizados. Dándome cuenta en qué había desperdiciado casi un año entero de mi vida en la cama. Y qué nadie me iba a devolver ese tiempo. Algo tan valioso para los humanos, pero que ellos no saben apreciar hasta que ya no lo tienen.

-Perdón por el olor. -no sabía que decir. Tana y yo no nos habíamos visto desde aquel encuentro furtivo cuando mi hueso sobresalía de mi pierna.

-No te perdones -Dejó las flores sobre el mueble de libros de la entrada -. ¿Quieres que te ayude a limpiar? -Posó su mano en mis hombros, había crecido.

Miré a mi cuarto y afirmé preguntándome si eso era realmente el mundo real.

Tana se acercó a mí y acunó mi cara girándola en su dirección. Me sonreía, pero yo no podía expresar nada. Mis ojos abiertos y cristalizados la observaban. Llevó su pulgar a la punta de mi nariz y acarició mi rostro.

Me sentía raro por el contacto, extraño y me atrevería a decir que incómodo.

Nadie me había tocado así en supuestamente ocho meses.

Tana subió su mano a mi pelo y como acto inconsciente me aparté de forma brusca hiperventilando. Ella me miró asustada con sus manos en el aire. Se quedó pensando y luego se metió las manos en los bolsillos de los pantalones.

Afirmó y comenzó a recoger.

Observé todo con mi respiración agitada por unos instantes, luego de un rato en trance reaccioné y me metí al baño.

El agua caliente cayó sobre mi cuerpo haciéndome ser consciente mucho más de eso. Me sentía cansado de estar de pie y apenas podía sostener el brazo en alto para lavar mi pelo.

Que froté sintiendo un nudo en la garganta y un dolor en el pecho.
Después de ducharme y afeitar mi rostro y otras partes del cuerpo, logré mirarme al espejo sin ver a alguien desconocido.
Sonreí ligeramente, mi pelo y cuerpo olía bien y sentía el calor de la toalla rodeando mi cintura.

-¿Noah? -Tana me hizo mirar hacia la puerta medio abierta, la costumbre.

Estiré el brazo y abrí. Llevaba su rubio pelo recogido en una coleta mal hecha. Al ver al Noah que siempre conoció sonrió.

Sentí, sentí tristeza repentina. Verla a ella, oírla y sentirla. Me hizo acordar de que él no estaba, Liam.

Me senté en el taburete de al lado de la ducha y llevé mis manos furioso a mi cabeza.

«¡Maldita sea! »

Porque no puedo recordar nada, ni su rostro, ni voz. Además, ¿qué hice ayer?

¿Y anteayer?

Nada.

«¡Nada! »

No podía recordar nada.

Oí como Tana se arrodilló frente a mí y quité mis manos de mi cabeza. Tenía las cejas hundidas y los ojos brillosos.
Hice una mueca de tristeza y comencé a derramar lágrimas. Sintiendo todo mi cuerpo y malditas emociones.

-Esta muerto. -balbuceé entre llanto.

-Lo sé. -susurró.

Negué apretando con fuerza mis puños -No, tú no lo viste muerto -aumenté el llanto, su rostro se mostraba blanco en mi mente -. No lo viste Tana. -susurré.

Ella se incorporó y me abrazó posando sus cálidos brazos en mi espalda desnuda. Me dejé hundir entre la tela de sus hombros y lo solté todo.

Gritaba de dolor e impotencia contra su ropa, agarrándome con fuerza cerrando mis ojos.

-Eso es, Noah -me animó sollozando. -Suéltalo, no pasa nada.

Su pelo se mezclaba con el mío rozando mi frente y mejilla, su corazón latía haciendo ruido en su interior. Comencé a respirar agitado por la boca y ella me frotó la espalda.

Entre mi llanto comencé a escuchar su respiración que me dejaba hipnotizado. Inspiraba, uno dos, expiraba. Inspiraba, uno dos, expiraba.

-Ya está -susurró, tenía razón.

Lograba respirar mejor y ya solo temblaba. Se separó de mí y me miró con los ojos rojos. Sonrió y un mechón de pelo se escapó de su coleta.

-Huele bien eh, parece lavanda. ¿Y qué me dices de la iluminación? Parece una peli de terror. -rio provocando que me fijará en que los únicos rayitos de luz que entraban se reflejaban en su rubio pelo y dientes blancos.

Miró mi cabellera y se dio la vuelta cogiendo tijeras y papel higiénico. Mis ojos ardían demasiado por las lágrimas y sentía una presión fortísima en la garganta.

Pasó el papel por mis mejillas limpiándome la cara, su cálido tacto me tranquilizaba. Acuné su rostro y ella se detuvo, la analicé para no olvidarme nunca de su rostro. Recorrí su cicatriz de la nariz con mi pulgar derecho. Ella sonrió con sus dientes, ahora llevaba aparato, que era lo que brillaba antes, con las ligas moradas.

Besé su frente y la rodeé con mis brazos mirando a todas partes comenzando a llorar en silencio.

-Te he echado de menos. -logré decir.

-Yo también -cogió aire temblando. -. Yo también. -susurró.

Me permití quedarme así por un tiempo extra. Luego ella volvió a limpiar mi rostro, abrió y cerró la tijeras.

-Necesitas un corte amiguito -leí en su cara, pero también un -¿Puedo? Antes casi muero por tocar tu pelo. -Se me acereló el corazón de solo pensarlo, tragué con dificultad y cerré los ojos moviendo la cabeza para sacar todo eso de mi mente. Era solo pelo. Al cabo de unos minutos mi cabello volvió a estar como siempre, por encima de las orejas.

Tana me ayudó a levantarme y me trajo la ropa y gafas al baño.

Caminé al exterior percatándome de la luz, buen olor y limpieza de mi cuarto. Recorrí cada rincón a mi paso para acabar dejándome caer sobre la cama, aliviado. Las sábanas y todo alrededor olían a lavanda. Me di cuenta que las mantas y demás que cubrían mi cama con estampado de tulipanes no me pertenecían. Intuí que eran de Tana, ella siempre tan servicial con esos pequeños detalles que hacía sin recibir nada a cambio.

-¿Quieres hablar sobre algo en concreto de lo que ha pasado? -Gateó para subirse a la cama y quedarse junto a mí. Con una sudadera morada pastel, que me pasó por la cabeza y luego por el cuerpo vistiéndome.

-Sobre todo.

-Está bien -Se mostró atenta poniéndose cómoda más cercana a mí, pero aún así dejándome mi espacio. -. No tengo planes para las siguientes horas, así que soy todo oídos.

Le conté todo, el aislamiento, el trato, lo que recordaba de como me sentía, las prohibiciones.

Pero no lo de mi enfermedad, aún no era el momento. Pero no podía mentirle.

-Ah -Tragué saliva -, hay algo más. He desarrollado una enfermera de por vida -Me miró confundida, apoyándose en su brazo. Así que decidí explicarle -. Cada vez que estornudo me convierto en un animal, siento como si me muriera. Como mi garganta se cierra a presión y órganos comprimen sin piedad. Aquel botón de ahí -Lo señalé, sobre los pies de la cama -. Es por si me da otro ataque. Víctor me ha estado haciendo pruebas y buscando la cura.

-Pero sigues pensando que él le hizo eso a Liam.

Miré al colchón en vez de a ella -Lo creo -le dirigí la mirada. -. Pero es por mi bien, Tana.

-Yo también creo que él lo hizo, Noah. Quién si no. -susurró.

Miré embobado al botón pensando en Víctor. No tenía noticias de él desde que le confirmaron el fin del aislamiento.

«Él era el único capaz de ayudarme, pero también tenía la carta para echarme abajo. »

Ella se movió colocándose sobre mí sonriendo.

-¿Qué te parece si damos una vuelta por el orfanato? -Hizo una cara rara, queriendo imitar una expresión de maldad. -. Podemos ir a por comida basura de las máquinas de los recreativos.

Cogí aire y eché mi cabeza hacia atrás, estaba muy agusto ahí. Y me asustaba la idea de estar rodeado de gente después de tanto tiempo. Pero necesitaba hacerlo, por mí y por ella. No la quería decepcionar o hacer que se preocupase.

Afirmé y me calcé las deportivas que tanto llevaba sin ver.

El viento azotó mi cara como un golpe de realidad. Las luces de farolas, que tenían mosquitos a su alrededor, estaban encendidas dando esa ligera luz. Se escuchaba la ligera voz de gente en el piso de arriba y dentro de los cuartos.
La luna llena ahora iluminaba el cielo y la acompañaban pequeñas densas nubes. La fuente del diminuto patio interior estaba encendida dejando un ruido ambiental.

Tana estiró de mi brazo, se había soltado el pelo y puesto su sudadera marrón corta. Aceleré mi paso caminando a su lado cogiendo fuerte su mano.

-No han cambiado muchas cosas la verdad -comenzó a explicarme -. Solo han remodelado la enfermería y biblioteca -informó mientras cruzábamos el pasillo que unía las dos alas cubriéndonos de la brisa -. Ah, y en la sala de convivencia han puesto un rincón de lectura. Para que los castigados no se aburran. -rio alegre encendiendo sus mejillas.

-¿Y tus poderes? -pregunté pegándome a ella cuando un grupo paso por nuestro lado.

Alzó y dejó caer nuestras manos en el aire -Genial -suspiró -. Genial. -afirmó mirando al suelo.

Entramos al edificio principal de aulas y salas de ocio. La gente salía y entraba del comedor del que salía un estruendo de voces. Otras bajaban al piso subterráneo y otra se sentaba en los pasillos. Un grupo de chicas estaba en el baño y estás saludaron a Tana alegres.

-Te caerían bien. -afirmó. Sonriendo orgullosa.

La miré despegando de mi mundo y aterrizando en el real.

-Y... -intenté decir mirando a nuestro alrededor -¿La gente sabe lo de...

-No. -me cortó antes de que siguiera hablando.

Agarré con más fuerza su mano y ella giró para meterse a la sala de recreativos.

Para mí suerte y sorpresa estaba vacía. Tana me soltó y alzó sus brazos como si me estuviera mostrando una obra de arte.

-Le han añadido luces nuevas -movió su mano para quitarle importancia y me invitó a que la siguiera a la máquina expendedora. -. Invito yo.

Eché mi nuevo pelo hacia atrás y forcé una sonrisa, estaba bastante cansado.
Tana comenzó a sacar cosas de la máquina. Y me permití sentarme en el sofá de al lado de esta. Los colores fucsias y morados con rojo resaltaban en el cuarto. Sin eliminar por completo la luz cálida de la estancia.

Me entretuve viendo los carteles de pelis y grupos de música de la pared. Luego al par de máquinas recreativas y frente a ellas las mesas de ping pon y futbolín.
La figura de Tana sosteniendo un sándwich se interpuso en mi visión.

-Sándwich vegetal, es lo mejor y más sano de la máquina -hizo comillas en sano y se sentó a mi lado sobre sus piernas cruzadas -. Ah, y por supuesto la comida chatarra. -Puso en el medio refrescos y bolsas de patatillas más unos dulces.

Eché mi espalda para atrás tumbándome en el sofá. Miré al bocadillo entre mis dedos. La comida que me habían dado durante el aislamiento había sido una mierda.

-Oye -Tana rompió el silencio con tono alegre -. Pues no me ha quedado tan mal. -Señaló su pelo comiendo pero se refería al mío.

Alcé mi mirada hacia este -Sí, deberías de dedicarte a esto.

Abrí el paquete y le di el primer bocado a mi cena. Algo en mí se encendió era como una sensación nueva. ¿Felicidad?
Tana posó su mano en mi delgadísima pierna dirigiendo la mano a la rodilla accidentada.

-¿Qué tal? La enfermera me dijo que te tuvieron que operar.

Moví la rodilla mirándola y levanté los hombros sereno.

-Si te soy sincero -Me recosté más e hice una bola -, iba tan drogado de pastillas para vete tú a saber para qué. Que no me dio tiempo a sentir.

Tana me miró como si algo no le cuadrase.

-Sé lo que piensas. -bebí un poco del refresco. Y me apoyé en su hombro.

Víctor no debía de tratar mi medicación así a la ligera, comenzaba a darme cuenta y dudaba de que si su intención era curarme o. Drogarme para que le acabara por soltar todo.

Por un momento solo se escuchaba el mecanismo de refrigeración de la máquina de bebida.

-¿Y te va a dejar así? -preguntó mirándome -. Te quita las pastillas después de tantísimo meses y pretende que vuelvas a tu vida normal.

Odiaba que tuviera razón, en concreto sus palabras. Me hacían ver que no había sido más que una rata de laboratorio.

Levanté los hombros sin cambiar de expresión.

Tana resopló enfadada con Víctor y le dio un sorbo a su bebida.

Me separé de ella y volví mi cabeza al respaldo del sofá.

-Sabes -volvió a hablar -, me he apuntado a teatro. Tenemos previsto acabar la obra para navidad -cambió de tema para olvidar a Víctor. De la nada gritó como si se acabase de acordar de algo. -. ¡No me lo puedo creer!

-¿Qué? -pregunté asustado.

-La semana pasada pasó algo muy fuerte. -Bebió el refresco como si fuera una copa de champán y guardara el mayor secreto del mundo.

Bueno, pues después de enterarme de la vida y problemas de medio orfanato gracias a Tana. Ambos volvimos con un ambiente más solitario a los pasillos, a mi cuarto.

Abrí la puerta y encendí la luz sumiéndome en el calor de mi hogar.

-¿Quieres que me quede a dormir hoy? -Tana cerró la puerta con su espalda.

Me senté en la cama soltando un quejido, negué.

-Necesito estar solo, conmigo mismo. -No recordaba la última noche en la que dormí solo, calentito en mi cama, sin nadie mirándome. Recién duchado y con todos mis pensamientos al completo.

Tana afirmó y me abrazó.

-Mañana vendré después de clases, así no te despierto temprano.

Afirmé, extendí mi mano cogiendo la llave que usaba James para abrir mi cuarto.

-Toma, no sé si mañana tendré fuerzas para levantarme a abrirte.

Tana rebuscó en su bolsillo de la mochila. Sacó el llavero de su cuarto, con una única llave. Cogió la mía que era un poco diferente, y la colgó junto con un gato de adorno que colgaban del llavero. Se agachó y besó mi mejilla.

-Si necesitas algo me llamas. Y buenas noches.

Sonreí no con todas las fuerzas que quería. Y afirmé.

-Buenas noches, Tana.

Se fue, dejándome solo sentado en mi cama. Por primera vez nadie me acompañaba en ese cuarto. Se escuchaba el completo silencio y por alguna razón comenzaba a tener frío. Se sentía gélido.

Tumbé mi cuerpo en la cama dejando caer mis zapatos al suelo. Cubrí mi cuerpo con las sábanas haciéndome una bola pegado a la pared. Apagué las luces e intenté cerrar los ojos para descansar. Pero no podía, no lograba conciliar el sueño, mis ojos se mantenían abiertos, y mis pensamientos activos como una voz que no callaba.

Tapé mi rostro con la almohada y temblé, tenía frío, me sentía solo entre esas cuatro paredes. Lo echaba de menos, echaba de menos su voz, su rostro que empezaba a olvidar.

Una presión en mi pecho y garganta me hicieron sentir como si alguien estuviera comprimiendo esta zona. Mis ojos ardían y comenzaba a llorar llevando mis palmas a mi rostro. Mi cuerpo temblaba al igual que mi llanto. Grité.

Me dolía todo el cuerpo. Solo quería volver a atrás para impedir todo. Obligarle a dormir conmigo esa noche. Y habernos quedado viendo una serie hasta tarde.

Sí tan solo hubiera hecho eso, ahora estaría vivo. Conmigo, con Tana. Viviendo su vida, creciendo y cumpliendo sus metas.

Golpeé el colchón y grité con todo mi dolor haciendo arder mis cuerdas vocales. No podía ver bien por las lágrimas, me dolían los ojos y la cabeza.

Apreté mis puños y dientes pensando en ese cabrón. Quería darle su merecido, gritándole todo lo que sentía.

Una punzada de dolor me hizo detenerme viendo la sangre en mis palmas. Respiré agitado mirándolo y luego me abracé el brazo retomando el llanto.

-Lunita -lo llamé. -. Lo siento.

Tres de la mañana. Las lagrimas secas cubrían mis mejillas. El moco me goteaba de la nariz y mi pelo apuntaba a todas direcciones.

Miraba a algún punto de la oscuridad con un brazo colgando de la cama. La sangre ya se había secado y endurecido quedando oscura alrededor de las heridas.

Mi vista se fijó en la bolsa de deporte del suelo. Esta mañana me habían dejado todas las cosas que me habían restringido durante el aislamiento.
Solté un quejido estirándome para llegar a ella. Cuando logré alcanzarla con la punta de los dedos tiré y la subí a la cama.

Rebusque en la oscuridad, después de un rato me topé con lo que quería. Mis cascos y móvil. Quité el polvo evitando respirar para no estornudar.

Me puse uno de los cascos en el oído y encendí mi móvil absorbiendo el moco metiéndome directamente en la aplicación de música. Dejé que mi grupo favorito volviera a inundar mis oídos llenándome de luz.

Entre todas mis cosas también encontré mi pequeño cuaderno de dibujos junto con mis colores. Lo coloqué todo sobre mis piernas cruzadas y tiré la bolsa al suelo.

Rápido encendí la luz de la mesilla pasando mis manos por mis ojos para quitar la humedad de estos.

Tenía miedo de olvidar a Liam para siempre, así que abrí una hoja en blanco y comencé a trazar líneas oyendo aquella balada, de mis favoritas. Era Torna a casa de måneskin.

Al final me acabé despertando por los cálidos rayos de sol que entraban por la persiana a medio bajar.

Abrí mis ojos con dificultad por la luz y moví mi cuerpo sintiéndome dolido por haber tenido una mala posición para dormir. Limpié las babas secas de mis labios y me incorporé con el pelo de punta.

A mi móvil se le había acabado la batería por no apagarlo. Lo puse a recargar y guardé los auriculares. Recogí los colores que habían acabado desperdigados por toda la cama y los metí a la mochila.

Cogí el dibujo de Liam observándolo en una de mis manos. Solo había llegado a dibujar el rostro y pelo junto con los labios y nariz. Pero no sus ojos. Y mis lágrimas habían manchado el papel dejando gotas con colores alrededor de lo que pretendía ser un retrato de Liam.
Tocaron a la puerta y por la delicadeza supe que era Tan. Cerré el blog de dibujo metiéndolo debajo de la cama, siéndome imposible volver a sentarme viéndome obligado a quedarme tumbado.

Tana abrió la puerta y entró sigilosa. Al escuchar sus pasos más cerca de mí me hice el dormido sin tener que fingir mucho porque la verdad era que estaba muy cansado.

-¿Sigues dormido? -susurró al lado de la cama -. He traído tus patatas favoritas. -Oí que movió una bolsa encima de mí.

Abrí los ojos y ella llevaba una mochila a su espalda, iba vestida como si hubiera vuelto de clase. Arrugue mis cejas y giré mi cabeza para ver en el despertador la hora.

«Las tres de la tarde.»

-No puede ser. -susurré, cerrando los ojos.

Ella apoyo su mano en mis hombros y se sentó en la cama.

-Cuidado, ahora va a oler a queso. -anunció, quitándose las zapatillas de deporte grises.

Me senté y apoyé mi espalda en el conjunto de pared y cojines, ella sacó un bol de la bolsa con una sonrisa.

-¿Pollo empanado? -pregunté, intentando ver a través del plástico opaco.

Afirmó -Hoy la comida está bastante bien -Sacó la bolsa de patatas y antes de que moviera un músculo me señaló con el dedo -. Primero el pollo, aunque sea un poco -Levantó una ceja. -. Ahora yo soy tu cuidadora.

«Acepto el trato rubia.»

Tana dio un pequeño bote como si se hubiera acordado de algo. Rebuscó en la bolsa hasta sacar un refresco. Que estaba envuelto en papel de plata para conservar el frío.

La miré con eso en la mano sintiendo la gélida lata. La miré con los ojos llorosos, dejé todo a un lado y me lancé a sus brazos. Se me escapó un sollozo contra su tela de la sudadera.

-Gracias -Cogí aire exagerado -, y lo siento si estoy borde o algo así, o no hablo mucho...

-Tranquilo, cuñado -dijo entre mis brazos -. Yo tampoco soy de muchas palabras.

Volví a mi sitio pegado a la pared y tapé mis piernas haciéndome una bola. Tana también se metió bajo las sábanas.
Destapé el bol de comida que estaba caliente y comencé a comer. La comida estaba demasiado buena para ser del orfanato.

Y tuve que expresarlo bien porque Tana rio feliz ofreciéndome patatas de la bolsa.

El silencio sumió a la habitación por completo. Tana estaba tumbada con la cabeza en su mochila, mirando hacia la ventana luchando por no quedarse dormida. Sus piernas chocaban con las mías produciendo un calor agradable a mi cuerpo. Su cabeza caía muerta y luego volvía a su posición rígida de un cabezazo.

Meneó la cabeza para despertar de aquel sentimiento y se retorció para sacar una libreta y un boli.

-¿Deberes? -pregunté bebiendo lo poco que me quedaba de refresco.

Ella sonrió sin quitar la vista del papel. Negó y cogió una patata. Y cuando finalizó lo que fuera sobre el papel le dio la vuelta a la libreta. Mostrando un dibujo.

Eran casi garabatos. Una persona y un gato amorfo.

Tana levantó las cejas y sonrió esperando a que reconociera lo que había pintado.

-¿Qué te parece? -Arrugó sus labios y miró el dibujo -. Yo creo que se podría empeñar por mucho dinero.

Unos nudillos en la puerta me frenaron a hablar. Tana borró su sonrisa y miró a la puerta boca abajo. Escribió apurada en el papel y lo volteó.

"¿Víctor?"

Le cogí el papel y escribí.

"Sí"

Otra vez los nudillos con más insistencia.

"Definitivamente" escribí de nuevo.

Tana corrió y guardó toda la comida basura en la bolsa de plástico, nerviosa la lanzó dentro del armario y más rápido guardo todas las cosas de sobre la cama.

Con tranquilidad pero el corazón algo acerelado deje lo que quedaba de mi comida en la mesilla.

Tana fue hacia la puerta impidiéndome verla y después de abrir se escucharon segundos de silencio.

La primera en entrar fue ella haciendo que me asustara, me miró sería y se sentó muy cerca de mí. Luego Víctor tras cerrar la puerta que se quedó de pie enfrente nuestra.

Desde ahí parecía el doble de alto. Me miró con esa cara de inexpresivo y yo también. Me mantuve neutro por miedo a que me analizará.

Tana se pegó a mí y me miró por el rabillo del ojo. Yo no le quitaba la vista a Víctor, ni él a mí.

Hasta que se dio la vuelta sobre sí mismo y agarró una silla sentándose con el respaldo en el pecho.

Víctor cogió aire y echó su pelo hacia atrás, haciendo que mechones fucsias se perdieran entre el negro espesor. Llevó su mano al bolsillo derecho y sacó una pequeña caja. ¿De pastillas?

-Tengo la certeza de que esta vez sí he acertado con la fórmula -estiró su brazo ofreciéndome aquel objeto, mirándome fijamente. Podría jurar que el azul de sus ojos cambiaba con cada expresión que hacía. Ahora se mantenían claros y calmados. -. Si no funciona háblalo conmigo.

Agarré la caja y la observé rompiendo la tensión. Bajé mi cabeza afirmando con el corazón gritando dentro de mí. Sentía nauseas y veía cualquier cosa una posible arma en las manos de Víctor.

-Noah. -Tana me sacó de mis pensamientos. Busqué su mirada evitando la nube gris ficticia alrededor de mi cabeza.

Alcé la vista rápido, ella señaló a Víctor con la cabeza Él mostraba una cara de decepción, sus ojos ahora lucían más oscuros. Negó y echó aire por la nariz.

Se levantó y dejó la silla exactamente en el mismo lugar de donde la cogió.

Caminó hacia la puerta totalmente decidido a irse sin añadir nada más.

Tana corrió después del sonido de la puerta a poner el pestillo. Llevé mis manos a mi cara y solté todo el aire que había guardado, temblando.

Oí a Tana caminar hacia mí y lo que sentí luego fueron sus brazos rodeándome. Se tumbó en la cama y yo sobre ella. Abrió sus piernas y me metí en el medio temblando.

Cogí la caja de pastillas y la puse sobre la mesa.

Cogí aire cerrando fuerte mis ojos y ella acunó mi rostro obligándome a que la mirara. La cicatriz de su piel casi se difuminaba con su tez morena.

-Víctor no te va a tocar. -susurró, afirmó esperando una respuesta de mi parte.

Asentí y ella saltó de la cama para ir al armario. Sacó la bolsa que había tirado para que Víctor no la viera, trayéndola de vuelta a la cama.

Y como un golpe de desgracia y casualidad, tosí. Pero las consecuencias de aquello no fueron las normales. Otro tosido lo siguió, sentí mis órganos comprimirse dentro de mí, llevé mi mano a mi pecho sintiendo mi corazón latír muy rápido.

-Noah. -Tana se incorporó preocupada.

Mis pulmones me exigían respirar más cantidad, pero las bocanadas de aire no eran suficientes. El ritmo que me exigían era uno que no podía seguir. Lo intentaba haciendo sonar mi respiración.

Pero de la nada el aire se me cortó y ya no podía coger aire. Solté una arcada y caí al suelo comenzando a asfixiarme.
Todos mis sentidos y pensamientos desaparecieron. Solo una cosa permanecía en mí, una necesidad.

Aire.

Sentía el calor de mi cuerpo, un bombeo en toda mi cabeza. Llevé mis manos a mi cuello y boca mientras el sudor se deslizaba por mi frente.

Tana me miró completamente pálida, con sus ojos muy abiertos. Y se dio cuenta que no podía respirar. Las lágrimas caían por mis mejillas y aún no había conseguido introducir gota de aire en mi organismo.

Tana gritó auxilio y presionó el botón de emergencia. La luz roja comenzó a dar vueltas, y un pitido que confundía con el de la muerte me comenzaban a ensordecer.

Las cosas se comenzaban a poner muy borrosas, necesitaba respirar.

Solo recuerdo que Víctor me cogió en brazos. Y luego estaba tumbado en un camilla. Él me puso una mascara de oxígeno, o eso creí yo.

Aquello me permitió dar la tan ansiada bocanada de aire. La di poniendo mis ojos en blanco y comenzando a toser llorando con un dolor agudo en el pecho y garganta.

Víctor me recolocó en la camilla. Mi corazón iba igual de rápido que mi respiración. Me abracé a mi tembloroso brazo y cerré los ojos dejando que las últimas lágrimas descendieran de mis ojos.

Víctor dejó de hacer presión en la mascarilla y otra persona lo sustituyó. Era una enfermera que me sonreía y echaba el pelo para atrás. Víctor salió del lugar, lo último que vi de él fue su espalda y ese dragón rojo.

Comencé a toser de nuevo sentándome y la enfermera posó su mano en mi espalda.

Pasaron minuto eternos que se acabaron convirtiendo en horas. Yo estaba tumbado en la camilla respirando aún afectado. Mis mejillas estaban manchadas de lágrimas, estás junto con mis ojos se veían rojas.

Tana descansaba cruzando las piernas en el sillón de al lado. La había invitado a tumbarse conmigo. Pero decía que prefería estar sola.

No me había dado cuenta de cómo le había sentado eso a ella. Cuando dejé de respirar se bloqueó y sufrió un ataque de pánico. Era verdad que en situaciones así ella solía bloquearse demasiado. Pero me alegraba que ahora estuviera más tranquila.

Su sueño aún permanecía activo, tenía los ojos medio abiertos con la cabeza echada para atrás.

-De acuerdo.

Tana casi llega al techo del susto cuando Víctor habló y apareció de la nada en el interior de la sala. Ella me miró confundida y frotó sus ojos.

«Buenos días Tana, despierta.»

Cogí aire y me senté dirigiéndole la mirada a Víctor. Él me observó serio, cogió aire.

-Me temía que esto aconteciera en algún momento -comenzó a decir -. Tenía una maqueta de medicamento que quería probar. Tuve que jugármela a administrarlo ya. Pero aparentemente dio buenos resultados. Lo que respiraste con la mascarilla no fue oxígeno.

Bajé mi mirada y él cogió una silla, volviendo a dejar el respaldo en su pecho. Ahora estábamos a la misma altura. Su expresión era más humana, tenía el ceño fruncido y mostraba interés por encontrar una reacción en mí.

Me extendía un inhalador azul, sonrió levemente. Alterne la vista entre ambos. Y finalmente acepté el objeto, pues lo que había en su interior me había salvado la vida.

Lo moví entre mis dedos analizándolo y quitándome un poco de nervios al pasarlo de mano a mano.

-Noah. -su voz sonó preocupada.

Lo miré. Afirmé para que hablase.

-Me temo que tendrás que tomar eso cada vez que sufras un ataque, o te sientas mal. Además -Llevó su mano a su barbilla -, cada veinte días deberás de transformarte en un animal. Gato, si puede ser. Durante el periodo exacto de una hora. De inmediato, y esto es crucial, tendrás que inhalar el medicamento. Te sentirás peor que hace un rato, multiplicado por mil. Pero si no haces esto -Me miró con el rostro relajado y bajó su voz. -
Me temo que morirás, y no te aseguro que de forma agradable.

«Que yo qué »

No podía recordar nada de sus palabras, solo el "Temo que morirás". Me obligué a no mostrar mi miedo y desconocimiento para que él no lograra analizarme. Pero mi confusión e incomprensión crecía con el pasar de los segundos.

-Cada bote de medicamento dura seis meses de promedio. Si se te acaba antes díselo a una enfermera. Pero cada seis meses me preocuparé de proporcionarte yo el medicamento, y así aprovecho para poder ver el progreso. Además, me comprometo a darte terapias a partir de este instante. Te avisaré con un día de antelación.

Hubo unos segundos muertos y luego extendió su mano esperando que yo la aceptara. Pasé el inhalador a mi mano izquierda y estreche la suya.

De inmediato volvió a su expresión de muerto y se fue. Tana corrió y me abrazó en silencio. Proporcionándome el calor de su cuerpo y el sonido de su respiración.

Esa noche Tana durmió conmigo, y la siguiente, y la siguiente a esa. Así hasta una semana. Ella se había quedado bastante tocada y asustada, tenía miedo de que me ocurriera lo mismo.

En ese tiempo solo tuve que usar el inhalador en una ocasión que estornude y me sentó bastante mal. De todos los medicamentos hasta ahora ese era el mejor sin duda.

Si no fuera porque la temporada de exámenes había empezado para Tana, se habría quedado toda la vida durmiendo ahí. La noche que se fue la extrañé, el calor de su cuerpo y compañía. Me sentía distraído, fuera de la prisión de mis pensamientos. La primera noche solo me sentí igual que cuando James se fue. A pesar de que no hablábamos mucho, me cayó bien. Aún recordaba algún que otro de sus chistes malos.

Una vez más el sol cegador fue lo que me despertó y me hizo darme cuenta de que llegaba tarde a la primera terapia con Víctor.

«No fastidies.»

Salté de la cama y me puse como loco. Removí el montón de sábanas en busca de mi móvil que se había quedado con la música de måneskin puesta. Cuando lo encontré me llevé la sorpresa de que estaba sin batería.

Lo dejé caer de nuevo a su lugar y cerré el libro que me había quedado leyendo.

Cubrí mi torso desnudo con una camiseta que encontré por el suelo y cambié mis pantalones por unos cualquiera.

Cargué mi mochila rápido y salí caminando con buen aire al punto de encuentro. Todos estaban en clase, deducía que por el sol y ambiente serían las doce.

«Estupendo Noah, muy tarde.»

Como Víctor había prometido alguien me estaba esperando en la puerta de las escaleras de superiores. Era alto y cuando me vio aparecer saco unas llaves y me dejó pasar.

-Primer piso, a la derecha. Quinta puerta. -me indicó.

Afirmé agradecido y recé para no olvidarlo. Últimamente olvidaba muy fácil las cosas. Cuando pasé, la puerta se cerró tras de mí haciendo eco. Miré la cantidad de escaleras que tenía que subir y tomé aire.

Seguro que llevaba el pelo hecho un nido de pájaros. Mi ropa estaba arrugada y para el colmo sucia. Cuando llegué al primer piso cerré la puerta, estaba en el pasillo. El corazón me empezó a bombear muy fuerte. Pero me mantuve serio e inexpresivo. No podía dejar que él ganara.

Reconocí la puerta con facilidad, por un cartelito con el nombre de "Víctor Parckson."

Bajé al cuello los auriculares que no tenían nada reproduciéndose, y puse el oído en la puerta. Evité respirar fuerte y arrastrar mucho los pies.

«Parece que no hay nadie.»

De la nada la puerta se abrió y tuve que disimular en primer lugar el susto, y en segundo lo que estaba haciendo.

Víctor me miró con cara de asco y se quitó de la puerta.

-Pasa anda. -murmuró, y caminó hacia la mesa de su despacho con intención de que lo siguiera.

Pasé al interior de la fría habitación y cerré la puerta. Caminé lento hacia la silla frotando mis brazos por el frío. Me senté en la silla y entonces vi mi oportunidad.

-¿Has encontrado al asesino? -Le mantuve la mirada decidido, con mi cuerpo recto y sin realizar otro movimiento.

-No -Levantó la ceja y sonrió irónico, cogió un cigarro lo encendió, se dirigió hacia la ventana abierta. Conque de ahí venía el frío. Lo seguí con la mirada y lo observé expectante mientras echaba el humo fuera -. Y me ayudaría mucho que me dijeras lo que viste esa noche. Porque vas a lograr que te arranque los sesos y los ponga en un traductor.

Retiré mi mirada enfadado, me sentía impotente. Él era el único capaz de averiguar eso. Y parecía que le resbalaba. Comencé a morder mis uñas de forma inconsciente. Entonces él cogió fuerte mi muñeca y apartó mi mano de mi boca. Lo miré con los ojos abiertos y abracé mi muñeca afectada.

-Bueno -Apagó su cigarro y se movió dejando un aroma a ese humo -, se supone que te estoy dando terapias. Pero todo es para quedar bien. Así que, o me cuentas tus problemas y hago como que me importan. O haces lo que te salga de las pelotas en esta hora.

Una hostia me hubiera dolido menos que eso, mucho menos. Sentí un nudo en mi garganta, como un ácido que me quemaba. Moví mis piernas rápido para evitar ponerme a llorar, porque mis ojos estaban a punto de desbordarse.

¿Por qué me trataba así? ¿Qué le había hecho yo? Lo miré sin miedo a que me viera así, de todas formas él no me había quitado ojo de encima desde que entré.

Él hizo un puchero exagerado y luego sonrió de oreja a oreja.

«Vete.»

Cogí mi mochila y me levanté, pero sus pasos me detuvieron. Agarró mi brazo y me devolvió a la silla.

-¿A dónde crees que vas? -masculló -. Si no eres capaz de afrontar este tipo de cosas ahí tienes una ventana abierta. -La señaló y me soltó.

De pronto sentí mucho frío por todo mi cuerpo y me abracé a mí mismo. No pude evitar que una gota cayera por mi mejilla.

-Noah -Lo miré, estaba apoyado en la mesa frente a mí -. No eres el único con un peculiar y poder único -Se mantuvo callado, no sabía a dónde iba a llegar eso. -. Has oído hablar de las visiones.
Levanté la mirada con mis ojos rojos y ardientes. Una fría brisa movió mi pelo y secó mis lágrimas. Negué despacio y él sonrió de oreja a oreja.

«Esto no me gusta.»

«Se acabó.»

Me levanté decidido a irme, pero al levantame ya no estaba en el despacho de Víctor.

Ni en ningún lugar del orfanato.

.........

Pero bueno, cuanto tiempo si aparecer por aquí. Mis disculpas.

Este capítulo sin duda es uno de mis favoritos por el resultado.

Amo como Tana trata a Noah. ¿Ustedes también?

¿Qué creéis que le pasará a Noah ahora?

Sin duda nada que una buena sesión de måneskin no pueda arreglar.

Les recuerdo que si les está gustando el libro un voto y comentario se agradece.

Recuerden que les quiero mucho, hoy, mañana y por siempre.

Ya me callo.

Arrivederchi Mimados.

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