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La chaqueta de Jdi González
—...Once puertas a la derecha.
Triana:
2016
Diciembre
Orfanato Parckson
Un escalofrío me hizo recobrar la memoria.
Era gracioso que recordase aquel día como si hubiera sido ayer. A día de hoy seguía soñando con el reviviéndolo.
Miré a mi alrededor. Todo estaba oscuro. Podía sentir la humedad de aquel lugar con cada movimiento que hacía. Me alcé sobre mis débiles pies de una niña de cinco años. Cuando mis ojos se adaptaron a la luz vi lo que me rodeaba. Niños de mi edad, tumbados en un suelos cubierto de charcos y suciedad. Sobre mi cabeza miles de tuberías decoraban el techo.
Abracé mi cuerpo comenzando a temblar. Era como si todos mis recuerdos se tornaran borrosos. Como si mi vida hubiera comenzado en aquel lugar. Tan solo tenía imágenes borrosas de lo que había sido justa ahora mi corta vida.
Una fuerza mayor me hizo caminar hacia la puerta. Para mí fortuna. No fue difícil salir de ahí.
Un pasillo tenue me recibió, con el mismo patrón de suciedad que la sala de la acababa de escapar.
Mientras me dirigía a la mismísima nada me permití observar por los cristales de las salas que aparecían a los laterales. Pero ni un rastro de vida, solo las gotas del techo cayendo sobre el suelo.
Una extraña sensación provocó que mi pecho subiera y bajara de forma rápida. Haciendo que mi respiración le diera vida al lugar. Una gota cayó, pero de mi ojo a mi mejilla.
—¿Hola? —mi eco se movió por cada rincón del lugar. Haciendo que pareciera como si miles de personas me estuvieran imitando.
El pasillo parecía no acabar nunca. Su oscuridad era cada vez mayor.
Comencé a llorar temblando de frío. Quería salir de ahí. Quería volver a ese campo de rojas flores. A escuchar el sonido del río bajo mis pies.
Por fin algo cambió en el entorno. Una esquina que tenía que doblar. Cuando lo hice frené en seco, al igual que mi respiración.
Una luz blanca salía del interior de una puerta. Una voz fue lo que me hizo detenerme.
Algo dentro de mí me decía que tenía que correr. Y seguir adelante. Pasase lo que pasase. Pero esa luz me estaba hipnotizando.
Un llanto desgarrador me puso los pelos de punta. Sintiendo como mi piel se rasgaba por el frio.
Lo siguiente que se escucho fue un disparo, al que le siguió una luz roja que duro segundos.
Mi respiración volvió, pero se oía entrecortada. Todo mi cuerpo temblaba. Un riego de un líquido rojo y espeso saliendo del interior de la habitación hacia mis pies fue lo que me hizo despertar.
Y corrí.
Corrí tratándome el grito que luchaba con salir de mi interior. Zapateando fuerte contra los charcos para hacer mis zancadas más largas.
Otras pisadas más fuertes detrás de mí me hicieron respirar tan fuerte como podía para mantenerme con vida. Y a correr todo lo rápido que mi altura me permitía. Al ver una puerta al final del pasillo vi una oportunidad.
Entonces grité, porque ya no lo podía aguantar más.
Y antes de poder llegar a la puerta alguien se interpuso en mi camino. Haciéndome frenar en seco y caer de culo al húmedo suelo. Que posiblemente fuese algo más que agua.
Por unos segundos solo nos miramos, con el único sonido de mi fatigada respiración.
Era alto, como esos villanos de los cuentos de hadas. Sus ojos azules como el mar, brillaban en la oscuridad que le rodeaba. Salió de esa espesa nube imaginaria para dejarme ver su rostro por completo. Mis ojos no fueron a otro lugar que a su mecha fucsia que decoraba un lado de su cabello negro.
Se agachó y miró una pegatina que decoraba mi ropa. Seguí su mano con la mirada poseída por el miedo.
—¿Triana?
Al pronunciar mi nombre, lo miré. Con un terror que nunca había experimentado antes en mi corta vida. Recuerdo como mi corazón bombeaba fuerte en cada parte de mi cuerpo. Tragué saliva. Él no mostró ninguna emoción.
Miré su bata blanca para encontrarme con otra pegatina como la mía.
—¿Víctor?
Pronuncie. Como si siempre hubiera sabido leer a la perfección.
Entonces sonrió. Pero los sentimientos que lo rodeaban no eran los que se solían asociarse con una sonrisa.
Me cogió y se alzó. Dejándome muy lejos del suelo.
Grité intentando escapar de ahí.
—No creía que a tu edad supieras leer.
Sólo podía llorar, abrazada a su brazo para no caer al suelo. Al ver que se acercaba a la habitación de antes mi corazón explotó.
—¡No, no me mates, por favor!
Esa fue la primera vez que comprendí y use esa palabra.
Caí, sobre una camilla en la que me inmovilizo. Se acercó con una aguja y un líquido azul radiactivo. Antes de que pudiera gritar, me lo clavó en el cuello. Provocándome un ardor y gárgaras inhumanas.
—Se pasará pronto si funciona —Se arrodilló a mi lado. —. Sino, me temo que irás al cielito. —Hizo una mueca y se levantó.
Cogió una cosa y me la enseñó, era una foto de un bebe. Lo miré con lágrimas por mi rostro, roja. Apenas podía enfocar. Con los segundos sentía que todo dentro de mí ardía como el fuego. Lloraba en silencio, apretando mis labios para aliviar lo que sentía.
—Él es Blue, y espero que tú seas la siguiente persona en ser como él.
Lo miré a los ojos. Pero en ese momento una luz blanca me deslumbró. Luego todo fue negro, y caí al suelo. Me desmayé.
No recuerdo nada de lo que pasó en ese lapsos de tiempo. Solo que desperté sobre una cama muy cómoda. Despertando como una rosa recién florecida. Sin dolor ni ropa sucia. Solo un vendaje en mi cuello, indicándome que el pinchazo y Víctor habían sido reales.
Víctor me podría haber matado en ese instante. Pues no me podía borrar la memoria como al resto de niños. Porque sí, con el tiempo y la madurez fui entendiendo todo. Y que lo que hacía Víctor en esos pasillos y cuartos secretos era borrar la memoria a los niños que traían como mercancía. Luego les clavaba un suero y ellos seguían una nueva vida engañados, dentro del orfanato. Conmigo intento hacer lo que le funcionó con Blue, una persona con múltiples poderes.
Pero el caso es que no funcionó del todo. Pasé varios meses aislada, me entrenaba y estudiaba. Porque creía que funcionaría, y que solo estaba tardando en hacer efecto. Creyó eso por varios años. Hasta que ya crecí mucho y nada apuntaba a que fuera a tener múltiples poderes. Solo resultó en que logré varios poderes opuestos entre sí. Pero nada más.
La verdad que él nunca me amenazó, ni me presionó para que no dijera nada de lo que sabía. Simplemente ese día aprendí, y algo dentro de mí me decía que eso estaría mal. Que no conseguiría nada. Y que en el fondo, estaba bien ahí.
Por algo era que había acabado ahí, y es que seguro que mis padres me vendieron a Víctor aquel día.
AÑOS DESPUÉS:
Como un día cualquiera me arreglé, había logrado despertar temprano. Premio para Triana. Me puse un top pegado con unos campana. Luego peiné mi corto pelo rubio claro con reflejos castaños, y sonreí frente al espejo. Haciendo mis carusas, mientras mi rubia me acompañaba de fondo. Era la quincuagésima vez que reproducía el The eras tour en lo que llevábamos de semana, y era Lunes.
Estaba verdaderamente ilusionada por estrenar mi nueva mochila, para la cual había ahorrado el dinero de cuatro cumpleaños.
Dentro metí material escolar, más el libro que me estaba leyendo. Este estaba repleto de post its de colores y su cubierta era verdaderamente preciosa.
De camino a clase tuve la suerte de no cruzar camino con los descerebrados que me acosaban día tras día. A mi me gustaba decirles “The mans”. A mi pingüino de peluche Rudolf le gustó.
Al sentarme en mi silla, la única separada. Noté que a lo largo de la clase la gente se giraba y me echaba una mirada, para volver a girarse hacia su compañero y susurrar algo.
Algo no me olía bien, así que alcé la mano y pedí permiso para ir al servicio.
Una vez en el pasillo corrí, rezando para no tropezarme y caer.
«Malditos pasillos kilómetros.»
Abrí la puerta apurada, y me mire al espejo, sintiendo como mi corazón latía por mil. Mi respiración era agitada por haber corrido, pero al ver mi reflejo esta se cortó. Un chicle estaba pegado en el medio de un mechón de mi pelo. Llevé mi temblorosas manos a mi boca mientras miles de lágrimas cayeron por mis mejillas.
¿Qué les había hecho yo? Nunca me había metido con alguien en mi vida. Ya no aguantaba más este día a día. Si tan solo ellos supiera todo lo que yo sé, y por lo que he pasado. Tendrían más consideración.
Di un grito proveniente de lo más profundo de mi alma, dejando caer mis rodillas sobre el frío suelo de aquel baño.
No me importaba en lo absoluto que alguien pudiera entrar, y verme así. Estaba acostumbrada a ser el espectáculo de circo de todos aquí.
Para cuando me vi preparada para volver a clase, todos se habían ido. Y lo que me encontré solo empeoró mi día.
Miré mi sitio desde arriba, con los ojos y mejillas rojos de haber llorado, dando un suspiro que hizo que todo mi cuerpo temblase. Me arrodille para recoger los pedazos de lo que quedaba de mi libro. Lo presioné sobre mi pecho comenzando a llorar de nuevo. Sólo quería irme a mi cuarto a dormir abrazada a mi señor pingüino. El libro que me había acompañado durante mucho tiempo en mis momentos difíciles y que se sintió como un hogar. Estaba echo pedazos sobre mis manos.
Me levanté envuelta en mi aura blanca. Agarré mi mochila también rota, y la lancé por los aires soltando un bufido de ira. El objeto se prendió fuego en el aire y cayó calcinado al suelo.
«Y eso no fue lo peor que me hicieron.»
Por no hablar de cuando me empujaron por las escaleras, y tuve que llevar un yeso durante un mes entero. Y luego ir a rehabilitación por dos meses.
Me quedaba en mi cuarto para ahorrarme las risas por ir con muletas y no saber usarlas. Haciéndole trencitas a la parte blanca de mi pelo. Ah, porque al inyectarme el suero se me quedó parte del pelo blanco. En concreto la parte interior, la que rozaba con mi nuca y cuello. De por vida, por mucho que lo cortases seguía saliendo blanco.
Cuando Víctor se enteró unas dos semanas después de mi caída, por un tercero, la bronca que les cayó a esos gilipollas fue la mayor tempestad hasta ahora. Por lo que tengo entendido estuvieron un mes limpiando baños y yendo a clases extra por las tardes con Víctor. Salieron de ahí con la filosofía hasta en la sopa.
Pero mi mayor miedo fue que por eso ellos empeoraran sus acciones sobre mí. Pero no fue así.
5 de marzo de 2023.
Caminaba por los pasillos del orfanato para despejarme un rato después de las clases de hoy, quizás si me subía a un árbol lo suficiente alto a leer, con suerte me caería y me partiría crisma. No puede ser peor que romperse una pierna, morías al instante.
Ver a Mattew, el chico que me acosaba, al final del pasillo me hizo detenerme en seco. Y parar la música de Tay. De verdad que este hombre era de los más inoportuno.
«Ni de coña iba a pasar por su lado, antes dejo que Sanwoon me parta los tobillos.»
No estaba de humor para lidiar con guilipollas hoy. Y menos con el tonto de Mattew.
—Truenos y relámpagos —Sonrió con su blanca dentadura, que resaltaba sobre su piel tono marrón oscuro con manchas del vitíligo. Cuando estuvo a mi altura me rodeo por el hombro teniendo que agacharse. —. No sabia que las chicas como tú podían caminar solas sin morir en el intento.
—Mattew, déjame pasar —Intentaba zafarme de su agarre.
—Pero si ni siquiera hemos hablado, vamos, quédate un poco más.
Paró mis golpes sobre su brazo empujándome contra la fría pared del pasillo.
Sus ojos tan grises que parecían blancos, me miraban con diversión, haciéndome sentir incómoda.
Sin pensármelo más me escapé por debajo de su brazo. Pero me cogió al vuelo atrayéndome a él.
—Déjame, te daré lo que quieras, pero hoy no, por favor. —supliqué a punto de llorar agarrando sus brazos con fuerza para intentar separarlo de mi cuerpo.
Soltó un sonido con aire gracioso y me cargó en sus hombros. Hubiera usado mis poderes contra él. Pero por alguna estúpida razón el miedo los anulaba.
—Pero alégrate, ya verás qué bien nos lo pasamos. Te quedaría estupendo el pelo aún más cortito.
Se acercó a la puerta del baño, y me aferré con fuerza al marco de la puerta. No podía permitir eso.
—¡Mattew, vamos! —Lo miré usando todas mis fuerzas para no dejarme arrastrar. —. Sabes que si lo haces se te cae el pelo.
Alguien quitó mis manos del marco de la puerta y solté un grito ahogado cuando la puerta se cerró.
—La niña de papi ya está lloriqueando. Ya sabemos que eres muy amigita del jefe, estupida.
Cata se puso frente a nosotros. Sonriendo con su lengua partida sobre sus labios. Esa cosa siempre me había creado pesadillas.
—. Déjala calva, Mattew. Que se entere que aquí se cobran a las bocazas.
La miré con los ojos abiertos, mientras Mattew no me soltaba.
—¡¿De verdad seguís con eso?! Ya os dije que no le dije nada a Víctor de lo de la pierna.
Golpeé de un rodillazo el pecho de Mattew como mi última oportunidad. Pensaba salir de ahí corriendo. Pero Cata me placó contra la pared, provocándome un dolor muy fuerte por toda la parte izquierda de mi cuerpo.
Ella me giró y alzó su puño lleno de tatuajes. Pero entonces una pelota envuelta en llamas le golpeó la cara. Tirándola al suelo dando un grito.
El calor de un fuego le hizo girar a Mattew la cabeza, y por ende también a mí.
Una chica muy alta, sostenía sobre su mano una bola de fuego. Que iluminaba su sonrisa y cara. Haciendo también que su pelo se viera mucho más rojo.
—¿Me vas a dar el placer de quemarte, Mattew? No es muy agradable, ¿verdad?
Un chico de su bando entró y me cogió cuando Mattew me soltó.
Salimos al pasillo donde la chica, ya convertida en una persona normal, recogió mi mochila y cerró la puerta de baño. Rompiendo la manilla de un golpe dejando a esos tontos encerrados.
Levantó los hombros acompañado de una sonrisa.
—Ups, me temo que se quedaran ahí por mucho. —Me tendió la mochila y me analizó. —. ¿Te hicieron algo?
La miré teniendo que alzar mucho mi cabeza. Su pelo era rojo como el fuego. Al igual que sus mejillas, que contrastaban con su pálida piel.
Iba vestida de deporte. Por lo que intuí que era del equipo de baloncesto, también porque le había lanzado un balón de esos a la cara de Cata.
Negué temblando, si me mantenía más tiempo de pie me iba a caer. Ella mostró tranquilidad y se quitó la chaqueta poniéndola sobre mi piel. Esta me quedaba enorme por la diferencia de alturas, pero aquella cosa de colores morados y blancos se sentía demasiado cálida.
Tay, ¿será esta mi lover era?
—Soy Jdi, por cierto —Me tendió la mano. —. La j se pronuncia como en inglés y el resto como en español. Jdi González.
Estreché su mano sonriendo, su voz era cálida y suave.
El otro chico se acercó, así que solté la mano de Jdi para atenderle.
—Soy Andrew López.
Arrugué mis cejas por su timbre de voz, pero más tarde caí en cuenta y sonreí.
Andrew tenía su pelo castaño oscuro en un pequeño moño alto. Pero no tanto como su altura, bueno todos comparados conmigo eran altos.
Llevaba una camiseta corta negra, por lo que se podían divisar algunos de sus tatuajes. Los cuales me quedé mirando de forma muy continua.
Andrew carraspeo y me di cuenta de que tenía la mano extendida.
—Uy, perdón —Solté una risa nerviosa. Me señale. —. Triana Herrera. —Los miré a ambos, pero por alguna razón más a ella.
Andrew hizo una reverencia y me giro uno de sus ojos gris ceniza.
—Bonito nombre —dijo Andrew —. ¿Qué opinas Jdi, González Herrera. Es un buen apellido para vuestros hijos.
Al escuchar eso sentí mis mejillas y cuerpo arder en llamas. Solo esperaba no comenzar a brillar como una mirrowball.
Jdi le dio una colleja digna de la rosa de Guadalupe a Andrew, y me miró negando en señal que no le hiciera caso. Con una sonrisa de oreja a oreja.
—Déjalo, hoy se ha levantado tonto —Rodeó mi hombro con demasiada seguridad —. Creo que ya eres de la pandilla. ¿Te vienes a verme entrenar a baloncesto, Triana?
Se me puso una sonrisa de oreja a oreja haciendo que mis pecas resaltarán más. Me sentía feliz de que alguien se portará bien conmigo. Encima alguien como ella.
—Mírala —ella me balanceó. —. Creo que eso es un sí. La verdad no sé por qué no hemos hablado antes.
Afirmé y me separé un momento para recoger su balón. Se lo tendí y ella lo cogió con una sonrisa.
Comenzamos a andar hacia las pistas, y me abracé a mí misma para conservar el calor de aquella chaqueta donde cabían tres como yo. Y que tenía ese olor a otoño.
Un dolor intenso azotó el brazo que había sido golpeado contra la pared, me frené en seco.
—¿Qué se cuece, Triana? —Jdi se paró frente a mí, entonces señalé el brazo.
Ella negó furiosa y me cogió de la mano comenzando a arrastrarme hacia los vestuarios.
—Ese cabrón de Mattew me tiene hasta las narices. —resoplo mientras Andrew intentaba alcanzarnos.
—Ese chico no aprende de ninguna forma. —añadí.
Jdi me dejó sobre un banco y fue hacia una pequeña nevera sacando una bolsa de hielo que estaba envuelta en tela.
Se me hacia raro estar ahí con una desconocida. Pero ella me había “salvado” y tenía buenas intenciones.
—Yo también me he dado buenas hostias jugando al baloncesto, esto te irá bien.
Me quité la chaqueta dejando que ella actuase. Se sentó a mi lado y cargó mi brazo en sus manos. Subió la manga de mi camiseta y examinó el golpe.
Me miró levantado la mirada.
—No se te va a caer el brazo. Pero sí te dolerá unos días.
Comenzó a echar una fría crema dejándola secar.
Entonces mordió su labio y dio un salto en el sitio, mirándome.
—¿Triana? La misma Triana a la que ese imbécil empujó por unas escaleras y le rompió la pierna. La misma Triana que, bueno, está ligada con…
—Víctor —soplé y acabé la frase quitando mi brazo y levantándome. —. La misma.
—¿Y a dónde va Triana? No he acabado, y apuesto mis tetas a que corro más que tú. Así que siéntate.
Saliendo de los vestuarios ella me miró y llevo su mano a mí pelo sorprendida.
—¡Como mola tía! ¿Es natural?
Tragué saliva y la miré confusa. Nunca me había enfrentado a algo así. Y juraba sentir a Víctor detrás de mí esperando a que respondiera.
—¿De verdad te gusta? Y sí, bueno, lo que quiero decir es que, por supuesto. Natural, natural.
Ella alzó los hombros.
—Los privilegios no son para todos.
Suspiré. Era como si la conociera de toda la vida.
—Te los regalo.
—Vamos, antes de que Andrew empiece a pensar que nos hemos liado.
Estaba comenzando a anochecer, y hacia la temperatura perfecta para estar ahí. Las chicas practicaban en la pista de baloncesto, iluminada por unos focos blancos.
El patio de comunes se veía con más ambiente del normal. La gente con sus mantas hablando con sus amigos. Otros haciendo deporte.
Andrew y yo no éramos la excepción. Y estábamos sobre una manta verde de cuadros. Con algo de picoteo y deberes sobre esta.
Retiré los restos de migas de mis pantalones vaqueros de campana y presté atención al entrenamiento, hasta que Andrew me interrumpió.
—Me molan tus pecas, sabes —Se recostó sobre sus brazos y me sonrió de forma amigable —. ¿Y esa llave? —Señaló la llave que colgaba de mi cuello.
Mierda, más preguntas.
Esto me pasaba por socializar.
Ahora sí sentía a Víctor detrás de mí.
—Ah… —La cogí entre mis manos.
Esa llave significaba mucho. Víctor me la dio hace muchos años para poder subir a la zona de superiores. Era para en caso de emergencia. Pero siempre la había usado para tonterías.
—Es de mi diario... —Me frené en seco porque él se puso rígido y miró detrás mía —. ¿Qué ocurre tengo un moco? —me giré y casi muero del infarto al ver a Víctor detrás nuestras.
Parecía que no eta un presentimiento.
—¿Podemos hablar? —preguntó " amablemente" pero en su tono vi su enfado.
Afirmé y me levanté siendo lo último que vi a Andrew y a Jdi mirarse confundidos, lo comprendía no era buena señal que el jefe te pidiera hablar. Pero para mí era lo más normal. O eso creía. Ese tono no sonaba bien.
Oh, Morenita, madre mía. Te pido poder llegar a mañana con vida.
Llegamos a un pasillo sin salida de la planta baja. Me apoyé en la pared y recuperé el aire que había perdido por querer seguir sus pasos de T-Rex
—¿Qué ocurre ahora?
—Me puedes explicar que narices ha pasado con Mattew.
Alcé las manos arrugado mis labios y abriendo mis ojos.
—Nome.
—Triana…
—¿De verás piensas que le hice algo? —Llevé mi mano a mi pecho ofendida. ¿La manipulación no funcionaba con él, verdad?
—Mira yo no creo nada, solo dime qué pasó. Porque tengo a Mattew y a sus amigos tolais en la sala de convivencia hechos unos fieras. Y no es que tenga mucho tiempo libre.
Tenía que estar bromeando.
—¿Y tú cuándo le vas a decirle al resto que lo de los poderes es por…
Dio un golpe en la pared antes de que acabará mi frase. Y jure ver mi alma salir de mi cuerpo por unos segundos.
—Cuando me de la puta gana, y más te vale mantener tu boca cerrada.
Me señaló furioso, temía que su dedo me fuera a arrancar un ojo. Lo miré desde muy abajo con los brazos cruzados.
Entonces me fije en ese tatuaje de serpiente de su contra brazo. Siempre me gustaba pensar que se lo hizo por Taylor Swift. Porque claramente su álbum favorito era Reputation. Y cada vez que hacía justicia sonaba de fondo.
Y porque según estadísticas fiables de Internet su signo correspondía con este álbum.
Un chasquido y su mano demasiado cerca de mi cara me hicieron regresar a la realidad.
Parpadee dando un bote del susto.
Lo miré y él me miraba con una mueca.
—¿Se puede saber en que pensabas?
Alcé mis hombros lenta poniendo un mohín.
—Supongo que nunca lo sabremos.
—Me vas a decir ya lo de Mattew o qué.
—Ah, sobre lo de antes. ¿Piensas que soy una amenaza?
Soltó una carcajada y alzó su cabeza.
—¿Tú? Mira, si abres la boca como una sapa les diré a todos que tienes una grave esquizofrenia y que te lo has inventado todo. Y después, te iré a buscar cuando menos te lo esperes y haré que te arrepientas.
Entorne los ojos mirándolo aún con los brazos cruzados. Haciendo un largo murmuro.
Víctor nunca me había amenazado así. Solo de broma. Pero reconocía que me había tomado muchas confianzas. Y que eso era un peligro las veinticuatro horas del día.
Me giré para irme pero él me cogió fuerte del brazo y me volvió.
—Hablo en serio Triana, no es un juego y lo sabes.
—Yo también habló en serio —Me solté de su agarre —. Y dile de mi parte a Mattew que se coma los mocos y dejé de llorar.
Ahora sí me di vuelta y me fui con la mirada alta. Y en mi cabeza a cámara lenta mientras el viento me movía el pelo.
Pero la realidad era que me temblaban tanto las piernas que no andaba bien. Y cuando doble la esquina corrí haciendo un estruendo por todo el pasillo.
«Obvio que no iba a decir nada de los sueros, eso sería atentar sobre mi propia vida.»
Cuando salí al exterior el aire frío hizo que mis mejillas se sintieran más cálidas, e incluso rojas. Por haber corrido la maratón de mi vida.
Busque con la mirada a Andrew y Jdi. Entonces los vi hablando en el mismo sitio de donde me había ido.
Ella estaba de pie, con la cara confusa. Y él hablaba gesticulando con las manos.
Seguramente trataba de explicarle lo que había ocurrido.
¿Y si me iba de ahí?
Se me pasó por la cabeza sin razón alguna. Pero entendí que ellos querían lo mejor para mí, a pesar de no conocerme.
Anduve entre la gente, a la vista de sus miradas y murmuros de algunos.
Cuando Jdi me vio llegar dejó de hablar con Andrew y se acercó preocupada.
—Triana —Cogió mi rostro por ambos lados, cortando mi respiración por unos segundos. Su tacto era demasiado cálido. —. Estás hiperventilando, ¿acaso has corrido?
Andrew se alzó a nuestro lado, mirándome con las cejas alzadas. Lo miré y tragué saliva. Negué cogiendo aire.
—Estoy bien chicos, solo me fatigue eso es todo.
Jdi fijó sus ojos miel en mí, con una mirada desafiante, negando.
—De eso nada —Me apartó un poco de Andalucía. —. ¿Necesitas hablarlo a solas?, no pasa nada, no tienes porqué sentir vergüenza si…
—Uoh, no, no —Me agaché zafándome de su agarre negando. —. ¡No se trata de eso!
Asegure alarmada y los miré. Negué y me señalé, estaba de una sola pieza.
—¿Ha sido por lo de Mattew, verdad? —Andrew se acercó agachado un poco su cabeza para que solo lo escucháramos nosotras.
Cerré los ojos y afirmé suspirando.
Jdi alzo los hombros acompañado de un mohín.
—Pues si el viejo tiene algún problema que me busque a mí, y no a ti.
Parecía furiosa, recogió su mochila del suelo. Y volvió a dónde estaba con pasos decisivos. Me agarró de la mano y estiro de mí hacia los vestuarios. En el camino sus dedos se enlazaron con los míos con fuerza.
Después de que todas las chicas a falta de Jdi se fueran de los vestuarios pude sumirme tranquila en mis pensamientos.
Temía que Jdi fuera a tirarle algo en cara a Víctor por mi culpa. Y que eso me crease problemas en un futuro.
O peor, que ahora Mattew y sus amiguitos la tomasen más conmigo, ahora que me había unido al grupo de Jdi y Andrew.
Pero la verdad no podía evitar emocionarme al pensar que esta noche cesaría acompañada de mis nuevos amigos. Que podríamos conocernos. Y que mañana ya no la pasaría sola en un cuarto hablándole a un pingüino de peluche.
Si no fuera por el sonido del agua y el tarareo de Jdi, pensaría que estaba dentro de uno de esos juegos de terror donde hay zombis que te quieren devorar.
Cuando ella cortó el riego del agua me centré rápido en mi libro para que no pensara que estaba loca mirando a la nada.
—¿Qué libro lees? —Su cálida voz me hizo dar un bote del susto, llevaba puestos unos pantalones de chándal granates y un top deportivo de tirantes naranja. Su pelo rojo como el fuego estaba suelto cayendo por sus hombros hasta morir en su cintura. Expulsando pequeñas gotas de agua que con la luz se veían como pequeñas chispas de lava.
Le mostré la portada del libro con una media sonrisa.
Ella se acercó y se apoyó de una mano sobre la estructura alta del banco.
—¿Puedo? —Extendió la mano para cogerlo. Yo se lo di con el pulso algo acertado de tenerla en esa posición. Le dio la vuelta y comenzó a leer mostrando una sonrisa, dejando a la luz sus blancos y separados dientes —. Parece interesante. Te lo tendré que pedir cuando lo acabes.
Lo cogí de vuelta y lo dejé sobre mi regazo.
Tragué de nuevo saliva inflado mi pecho. Evitando mirarla más allá de los ojos.
—El problema es que está lleno de post its.
Ella sonrió de nuevo. Con algunos mechones de su pelo cayendo cerca de mi rostro. Y su piel tan cerca que podía sentir como me quemaba el cuerpo.
—Eso no es un problema.
Después de una cena de lo más interesante descubrí varias cosas sobre ellos.
Jdi era de fuego, cosa que explicaba su comportamiento tan protector. Y su gran carácter.
Su cuarto estaba en el mismo pasillo que el mío. Y una vez de pequeñas habíamos hecho un trabajo de arte juntas.
Andrew por otra parte era de aire, todo lo contrario a lo que Jdi. Era bastante avanzado en casi todo, lo que pasaba era que no lo presumía.
Y su cuarto estaba en la otra punta del edificio.
Jdi se despedía de mí en la puerta de mi cuarto, llevábamos como diez minutos despidiéndonos con la mano. Hasta Andrew se había cansado y se había ido a dormir.
Debía reconocer que no me costaba agarrar confianza con la gente, y que cuando lo hacía era demasiado suelta. Sabía que eso me podía traer problemas a la larga.
—Espera —Paré en seco al recordar que llevaba su chaqueta pero cuando intenté quitármela me paró.
—Quédatela, así me aseguro de que mañana vengas a buscarme.
«Eso si no me lo esperaba.»
La apreté contra mi pecho intentando no ponerme roja.
Ella sonrió y me dio el último apretón.
—Nos vemos, Triana, a once puertas a la derecha.
Me quedé en la puerta de mi cuarto tiesa por demasiado tiempo. Ella se había ido pero sus palabras seguían recorriendo mi cabeza.
Abrí la puerta y me adentré en mi habitación oscura, pero un aroma fuerte me dejó fuera de lugar. Olí la chaqueta de Jdi, pero de ahí no venía.
No le di importancia así que encendí las luces.
Pero al ver a Víctor a centímetros de mí di en grito de mi vida cayendo al suelo.
Me arrodille recuperando el aire evitando maldecir en voz alta.
Él miró a su muñeca, como si hubiese un reloj.
—¿Ya has tenido suficiente?
Le indiqué que aguardara un momento y luego me levanté.
—¡Qué diablos te pasa, acaso perdiste la cabeza! —mascullé.
Negó llevando su dedo a su entrecejo. Luego tomó aire y sonrió forzado abriendo los brazos.
—¿Te apetece un cambio de clase?
«¿Qué?»
Lo miré con una cara de confusión, igual que mirarías a alguien que acaba de hablarte en otro idioma.
—Casi me das un infarto por eso, y a que viene esa amabilidad.
Alzó los brazos volviendo a estar serio. Paso por mi lado y lo seguí con la mirada.
—Asumí que querías estar con tus nuevos amigos en clase. Estuve hablando con Mattew y el tontito me lo contó todo. Andrew y Jdi no me parecen malos chavales, con suerte se te pegará algo de ellos.
Levanté mi oscura cejas, estaba más perdida que un pulpo en un garaje.
Afirmé y me incorpor.
—¿Dónde está el truco?
—Sólo tómalo antes de que cambie de opinión.
Alcé los hombros convencida.
—De acuerdo.
Él se fue satisfecho y me dejó sola.
Esa noche tuve muchas pesadillas. Todas ellas recuerdos. Como ese campo lleno se maleza verde, con pequeñas flores blancas. La brisa y el sol sobre mi piel.
Luego aquel sótano, esos túneles. Soñaba conque una de las niñas que estaba conmigo era Jdi, con su pelo rojo destacando sobre la ropa y suelo gris.
Me costó levantarme y asimilar que todo había sido un sueño.
Una semana después había llegado el gran día para Jdi. Su partido final de baloncesto para el que tanto había estado entrenando.
—¿Está usted lista para su gran victoria? —Hice un pequeño baile extendiendo mis manos frente a Jdi. Estábamos a minutos del partido. Y sentía como si fuera a jugar yo.
—Creo que nunca he estado tan nerviosa en toda mi vida. —Hiperventilaba envuelta en nervios. Se mordió el labio y luego me sacudió.
La agarre de los brazos para calmarla antes de que me batiera el cerebro.
—Seguro que lo haces genial.
—¿Y si no es así? —Se llevó las manos a su cabeza. —. Madre mía, no estoy lista, no, no…
—¡Hey!, no digas tonterías, vamos. Tú puedes, haz nacido para esto, estoy segura.
Palpé su hombro y cogí su cara poniéndome de puntillas para estar a su gran altura. Pasé mi pulgar por su mejilla y fue ahí cuando Andrew entró corriendo a los vestuarios.
—Vamos, vamos —Golpeó su espalda para darle ánimos.
Era la hora del partido, me despedí de Jdi con un fuerte abrazo y de nuevo le recordé que lo iba a hacer muy bien
Solía sobre pensar mucho cuando al deporte se refería.
Andrew y yo habíamos conseguido puesto en primera fila del césped. Los grandes focos iluminaban la pista y un poco de los alrededores de una blanca luz.
El equipaje rojo de Jdi hacia que su pelo atado en una coleta resaltará más. Ella se movía ágil y rápida.
Pasado casi todo el tiempo, a su equipo tan solo le quedaba un encesto para ganar y al partido minutos para acabar.
Me iba a explotar una arteria de la tensión, ahora quedaban segundos y Jdi llevaba el balón.
«Vamos, vamos.»
Tiró el balón al aire, ya estaba, o ganaban o perdían. Todo se tornó a cámara lenta. El pelo de Jdi cayendo después del salto, su cara fija en el balón. Este volando por el aire de forma perfecta hacia la canasta.
Y el contador con la vuelta atrás.
Hubiera sido increíble que el balón hubiera entrado, ¿cierto?
Pero no lo hizo. Rebotó en el aro y cayó al suelo.
Todo se tornó a una velocidad normal. El otro equipo corrió a celebrarlo. Y las del equipo de Jdi se apartaron.
En cambio, Jdi se quedo sola frente a la cancha mirando fijamente al balón en el suelo.
Me levanté eufórica y corrí a la vista de todos hasta llegar a ella. Me tiré sobre sus hombros y ella me cogió parándome por los antebrazos.
—No hemos ganado Triana.
Sus ojos me miraban con pena y culpa.
Yo le mostré mi mejor sonrisa.
—Para mí siempre serás mi ganadora.
Ella esbozó una gran sonrisa achicando sus ojos, juré que se le cayó una lágrima. Pero no lo pude ver bien porque me abrazó fuerte.
Su corazón latía fuerte. Y su pequeña risa que disimulada un llanto resonaba por todo su cuerpo.
Cerré los ojos y apoyé mi cabeza en su hombro aislándome de todo.
Tiempo después fue mi cumpleaños, el 13 de diciembre. Como mi reina Taylor.
Por lo que Andrew me hizo la misma tarta que la de Bad Blood. Y lo festejamos en su cuarto, debido a que era el más grande.
Y estuvimos toda la noche viendo capítulos de La Rosa sin parar. Tumbados en un refugio de colchones y mantas improvisados.
Las cosas se podían haber quedado así de bien, con una gran amistad de los tres que iba creciendo por días.
Pero en la vida había retos, algunos más difíciles que otros. Pero yo estaba por descubrir el más duro de mi vida.
Llegó la época, la maravillosa época donde, a los chicos les cambiaba la voz de una forma drástica.
Y donde a las chicas nos bajaba el periodo, y nuestro cuerpo de empezaba a desarrollar.
Estas cosas iban progresado con los años. Pero ahora mismo nos encontramos en lo que era para mí, la cumbre de la adolescencia.
Donde los dramas, complejos y problemas que a los ojos de cualquier anónimo podrían parecer insignificantes. Pero que sin embargo para ti significaba el fin del mundo.
Exacto, los lindos quince.
Si Jdi me sacaba una cabeza antes, ahora me sacaba dos. Y si ayer estaba plana hoy ni os cuento. No sé cuándo, pero solo sé que ahora mi amiga parecía una modelo de revista. Y por alguna razón externa me fijaba más en eso ahora. Como si antes hubiera habido una barrera de ceguera.
Lo único que sabía que no podía dejar de admirar todo su cuerpo cada vez que la tenía cerca. Y cuando no, ella ocupaba mis pensamientos.
Nos encontrábamos en uno de los entrenamientos de baloncesto de Jdi. Ella se había recogido su pelo en un moño rápido y llevaba un chándal granate.
Apuesto a que Andrew había notado mi embobamiento, pero lo que importaba era que ella no notará que la miraba con esos ojos.
Desvíe la mirada de ella para no levantar sospechas. Y me crucé con el patético de Andrew jugando tenis.
Y por arte de magia, mi play list de “Lover” cambio a la canción de The Man. Y el resto ocurrió a cámara lenta, digno de una serie de bajo presupuesto.
Mattew se giró hacia alguien y le gritó. Moviendo la sudadera que llevaba colgada al hombro.
Luego alzó la raqueta en el aire, se agachó, y comenzó a golpearla contra el suelo repetidas veces. Hasta que la dejó doblada y siguió pegando gritos al aire.
Mi cara debía ser lo más parecido a “¿Qué señales son estas?”
Cogí aire y negué mirando la escena salida del mismísimo videoclip.
Entonces alguien bajó mis casco, y Tay se escuchaba alto en mis hombros. Y a lo lejos se podía oír los gritos de Mattew.
Me giré sobre la manta del suelo y tenía a Andrew mirándome.
—¿Qué mosca le ha picado? —Miró con despreció al Man.
No se llevaban para nada bien. Andrew le guardaba mucho rencor por sus acciones del pasado. Nunca le había aceptado como era, ni siquiera tratado como tal.
Y ahora él y su grupito nos besaban el culo. Jdi me había confesado que de seguro era porque le gustábamos o algo así.
—No sé, pero con los años está perdiendo la cordura.
Andrew hizo un sonido de asco y nos giramos para ver a Jdi.
Ella me buscó con la mirada y me saludo.
Entonces se quitó la sudadera quedando en un top corto ajustado del mismo color que su pelo.
La madre que la parió.
Me obligué a tomar aire para no desmayarme ahí mismo.
Esto sólo hacia las cosas más difíciles.
«Joder, ¿qué dices?»
No, definitivamente no me gustaba Jdi.
Era solo una buena amiga nada más. Estaba confundiendo cosas.
Aunque no os lo voy a negar, una pequeña gran parte de mi gritaba que la besara. Mientras otra gran parte suplicaba que eso no era lo que quería.
Y quería ahogar a esa pequeña parte con mis propias manos en todas las lágrimas que me había echo soltar.
—Si fueras un tío ya se te habría empalmado colega —Andrew interrumpió en mis pensamientos.
Me di cuenta de que había doblado mis rodillas. Ocultando gran parte de mi rostro en mis manos. Con una cara de sufrimiento.
Tragué saliva y lo miré intentando que no me temblase hasta el dedo meñique.
—¿De qué hablas ahora?
Señaló a Jdi con la barbilla.
—¿Te crees que no lo he notado? El como la miras lo dice todo.
Hice un sonido de desacuerdo.
—Tonterías —musite.
Me levanté huyendo de ahí hacia los baños. Seguro que en ese lugar podría hablar a solas con mi cerebro y solucionar esto rápido.
Andrew ya lo había notado. Y seguro que ella también. No era tan lista como él. Pero sí más avispada.
Venga, para nada te gusta Jdi, es solo que sois muy buenas amigas y ya.
«Pero matarías por qué me besara y durmiéramos una pegada a la otra.»
Como con casi todas las mujeres que veías en revistas. Sólo que ahora era de carne y hueso. Y ese sentimiento más real que cualquier cosa del planeta.
«¡Ahh cállate! »
Esta bien, la conversación conmigo misma no había salido bien y para colmo Jdi y yo estábamos en los vestuarios.
Cómo siempre nos habíamos quedado las últimas, pero esta vez lo sentía diferente. Se sentía diferente después de todas esas preguntas que se había hecho mi cabeza.
Estaba se nuevo sentada en aquel banco en medio de la sala. Y ella a mis espaldas duchándose. Tardó menos de lo esperado en aparecer delante de mí ya vestida.
Ahora que lo pensaba, teniéndola de frente. No me importaría que se inclinase sobre mí, para juntar nuestros labios en aquel ambiente tan privado.
Pero eso no iba a pasar, porque en verdad no me gustaba tanto Jdi. De seguro estaba confundida.
Seguro que era una fase, estoy segura de que dentro de una semana se me habrá pasado, y lo recordaré con vergüenza.
Estaba segura.
Tomé aire y le quité la vista de encima.
Segurísima.
Segura de que ella no ocuparía más espacio en mi cabeza.
¿Segura?
...
Hola, espero que os haya gustado mucho esta nueva versión tanto como a mí ;)
Pd: No estáis listos para la segunda parte, yo acabé así: 😭
Bueno , bueno . Por fin está aquí el comienzo del bollidrama .
Saben que siempre pueden dejar aquí su humilde opinión .
¿ Qué les pareció Jdi ?
¿ Qué creéis que va a pasar a partir de ahora ?
Les leo .
Hasta la próxima mimados .
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