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[37] ฿‡ ES LEVITAR NO VOLAR ‡฿

Muéstrame tus marcas
de guerra


Era increíble las veces que Triana había venido a preguntarnos si necesitábamos algo, si teníamos frío, más hambre, dolor, o cualquier cosa existente.

Aquella chica se preocupaba más de lo que debía.

Enjuagué mi boca de la pasta de dientes y sequé mis labios con la toalla, viendo por el rabillo del ojo como Noah se acercaba aún con su pelo húmedo y pijama de ranitas verde.

A pesar del espacio que tenía para pasar cogió mi cintura y paso rozandome.

—Paso. —informó poniéndose a mi lado enchufando el secador.

Mi corazón se aceleró un poco. Me giré con una mirada desafiante y me crucé de brazos.

—Se puede saber...

No me dejó acabar porque me dio aire en la cara silenciando mis palabras con aquel aparato y una sonrisa pícara. Despeinándome en el acto sin tocarme, vaya, íbamos modernizándonos.

—¿Ya te has enfadado? —preguntó burlón, luego movió su cabeza para que la poca agua que quedaba en su pelo fuera a mi cara. Dejo el secador sobre el lavamanos y atrapó la crema para golpes.

Se colocó a mi lado girando su dedo para que yo lo hiciera y me pudiera poner eso en los moratones de la espalda. Me lo pensé por un momento pero al final le hice caso.

Soplé vencido y apoyé mis manos sobre el mueble, notaba como mis dedos se movían nerviosos sobre la fría encimera.

Noah subió mi camiseta teniendo una vista completa de mis golpes. Noté como  repasó mi cicatriz con sus fríos dedos provocando que me estremeciera por el contacto. Levanté la mirada hacía el espejo para verlo mejor.

Todo el tiempo temí que aquella cosa que me acompañaba desde pequeño le pudiera echar. Pero ese día vi la cara que no pude ver la noche anterior cuando le mostré mi cicatriz, esa cara de preocupación, como si le doliera más que a mí. Como si aquella herida fuera suya, y si la tocaba le dolía a él en vez de a mí.

—¿No te gusta por como se ve, o por el trasfondo que tiene? —preguntó echando mi pelo para atrás con su otra mano aún en mi cicatriz.

Tomé aire echando los recuerdos de aquel día.

—Lo segundo —Lo miré a través del espejo, para luego bajar la mirada. —, es una larga historia.

—Me imagino, sabes —Se pauso un momento y sonrió. —, a mí me gusta —Hizo un mohín con los labios. —. No se ve tan horrible.

Negué, viendo su buena fe en aquella actitud. Pero sin estar de acuerdo. Giré un poco mi cabeza para mirarlo.

—Pues yo la odio, es lo más repugnante de este planeta.

Noah negó.

Y de la nada beso mi espalda, haciendo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Luego se hizo un silencio, silencio mientras él me ponía lo prometido por cada golpe. Cuando acabó me bajó la camiseta y alzó los brazos con una sonrisa. Me giré y rodeé su cintura apoyando mi cabeza en su pecho. Él por su parte rodeó mis brazos.

Estos últimos días me había dado cuenta que hablar con Noah de ese tipo de cosas me causaba mucha confianza y tranquilidad. Me agradaba ver como él se preocupaba por lo que sentía a cada momento para hacerme sentir lo mejor posible.

Me había hecho cambiar la forma de ver muchas cosas, de verme. Noah había logrado quitarme muchos prejuicios, muchos complejos.

Asomé mi cabeza entre su brazo y cuerpo porque no pretendía separarme de él. Entonces vi al Peque metido en la bañera mirándonos. Le saqué la lengua y lo saludé entusiasmado con la mano, el Peque me fulminó con la mirada y se cruzó de brazos. Mirando a Noah por la espalda con el mayor odio posible.

—¿Qué haces por ahí atrás? —preguntó Noah, despegándose de mi cuerpo.

—Nada.

Torció una sonrisa y suspiro.

—Cada día me das más miedo. —me arrastró hasta la cama tirándome sobre ella, luego se lanzó de forma exagerada colocándose a mi lado.

—Estás mal de la cabeza. ¿Nunca te lo he dicho? —le informé, tapándome con la colcha.

Levantó los hombros y se quitó la camiseta del pijama quedándose en una de tirantes gris. La tiró a los pies de la cama apoyándose en el cabezal, entonces se quedó mirando a mi brazo vendado y luego a mi rostro. Como preguntándome que si eso me dolía.

—Estoy bien, Noah. Nada diferente a lo que ya he sufrido —respondí moviendo el brazo con gran facilidad ni dolor, para que viera que decía la verdad. —. Lo cierto es que no me duele tanto como el primer día. Ahora es solo si me lo toco o me rozan.

Meneó su cabeza echando su pelo para atrás y se acercó a mí.

—Mira esto —Se levantó el pelo con la mano dejando libre su frente, y justo a la derecha arriba había una pequeña cicatriz en forma de círculo de unos tonos más claros que su piel —. Vamos acércate, no muerdo —Lo miré con los ojos entrecerrados de rodillas para observarlo mejor. Casi era invisible a simple vista y tenía forma irregular, mi respiración se juntaba con la suya de lo cerca que estábamos. —. ¡Me caí por las escaleras! —Noah exclamó de forma tan espontánea y brusca que me asusté soltando un grito.

Tapé mi boca con mi mano como si eso fuera a borrar el grito que acababa de dar. Noah me rodeó aguantando la risa y yo lo empujé.

—¡¿Qué te pasa?! —le regañe.

—Venga, eres un exagerado —se volvió a sentar frente a mí y me animó a hablar. —. ¿Alguna marca de guerra?

Lo miré con el enfado aún notorio en mi cara, posé mi pierna izquierda sobre la suya, levanté el pantalón y él apoyó su mano en mi rodilla. Señalé la pequeña cicatriz de mi gemelo y tobillo. Aquello sí que dolió a rabiar.

—Eso me lo hice intentando volar...

Noah abrió los ojos como si acabara de ver un alien en frente suya.

—¿Puedes volar? —preguntó desconcertado y con razón.

—No —Negué y moví mis manos. —, no es exactamente vol...

—Tío —abrió mucho sus ojos. —, ¿todo este tiempo has sabido volar?

—Levitar —expliqué sin rodeos. —. Así fue como es que no nos partimos la crisma al saltar del muro.

«Sí, Blue Parckson puede levitar.»

—Y no me dijiste que podías —Me señaló con ambas manos. —, levitar.

Dejé escapar aire por mi nariz y me puse de rodillas en la cama. Siempre era buen momento para hacer algo de nuevo.

Tomé aire y me concentré, poco a poco mi aura fue dando la cara. A la vez que sentía como mis rodillas se separaban del colchón. Logré levitar en el aire, y con algo de vértigo e inestabilidad, me impulse para quedar de forma horizontal sobre Noah.

Extendí mis brazos y sonreí levantando mis cejas. Intentando no perder la concentración.

Noah dejó mostrar el asombro en su cara, y sonrió de oreja a oreja, poniéndose de rodillas dejando su rostro frente al mío.

La luz azul de mi aura iluminaba los brillitos de su mirada y rostro. Me miraba de arriba a abajo sin dar crédito a aquello.

Enredó su mano en mi nuca, y atrapó mis labios con los suyos. Bajé mi cabeza dejando que mi pelo cayera en cascada sobre su rostro. Él alzó su cabeza para facilitar el beso.

Bajé mis manos hasta tocar sus hombros y sentir algo de estabilidad. Noah ensanchó una sonrisa cortando aquel beso.

Entonces su cara se tornó algo perversa, y me observó al completo. El club de la comedia había vuelto. Torció una sonrisa y se lo vi escrito en la cara.

—No, Noah, no. —le aclaré.

Él ladeó la cabeza.

—Sí. —me contradijo.

Soplé desviando la mirada por un momento.

—No —le señale haciendo mi aura más potente. —, ya sé lo que estás pensando.

Noah mostró una sonrisa con sus mejillas coloradas.

—¿Es que ahora también lees mentes? —preguntó con tono arrogante.

Puse mis ojos en blanco.

—Noah, no, no puedo hacer que se me levite otra cosa. ¿Te queda claro?

—¡Esta bien! —exclamó, levantó las manos aruagando los labios rindiéndose —. El chico bombilla ahora levita. —Tocó mi pelo ahora azul con una sonrisa dental, yo me crucé de brazos y disfruté de aquello.

—Chico bombilla, Bobo, Mimado... —repetí todos los apodos hasta el momento. —. Aclararte.

Hizo un gesto con la mano de abandono de ese tema. Y siguió observándome como si mi figura se tratase de la mayor pieza de museo que jamás había visto.

—Oye, ¿y para qué sirve? —Movió la cabeza. —. O sea, es como que te persiguen y, pum, te levitas.

Negué.

—No lo sé —Bajé mi mirada para verlo sentado debajo de mí, sintiendo como la sangre me bajaba al cerebro —, La mayoría de mis poderes son inútiles. —Moví mis manos al no respuesta a su duda. Nunca me habían explicado para qué servía ese poder.

Luego extendí la mano para que la cogiera. Me miró desconfiado por lo que pasó en el orfanato.

—Vamos chiflado, no te voy a electrocutar —Finalmente la cogió, y sus manos llenas de anillos se llenó del azul de mi aura. Estaba tan concentrado en eso que simplemente aproveché para vengarme. —¡Cuidado! —grité.

Se sobre saltó soltando mi mano y yo reí por lo bajo.

—No sé cómo es que estoy contigo aún —soltó mi mano y entrecerró los ojos. —. Por cierto, ¿qué era aquello que anulaba los poderes?

—El mied...

No me dejó acabar la frase y gritó asustándome. En ese momento caí a la cama de cara, con mis manos en mi cabeza. Sin aura y sin mi poder. Noah estalló en risas y respiré hondo para no freírlo.

—¿Es que quieres morir idiota? —le amenacé sobre él con mi navaja, la cual siempre iba en mi bolsillo.

—Noo, perdón —me quité de encima y guardé el arma en el pantalón de mi pijama. Él bajó las manos y se acomodó mirándome —. ¿Y qué más poderes tienes, eran veinte no? —Levantó una ceja mostrando interés.

Afirmé y me acomodé para enunciarlos.

—Volar. —comenzó él.

Soplé.

—Que no es...

—Por favor —me rogó como un niño —, me hace ilusión decirlo. —puso morritos y yo lo miré con una cara de pocos amigos.

Extendí mis dedos y proseguí.

—Súper fuerza...

—¿Puedes levantar un coche? —me interrumpió de nuevo.

Negué.

—No a esos niveles. —meneé mi cabeza.

—O sea que le puedes partir la cabeza a alguien.

Arrugué mis labios, y lo miré.

—Sí —exclamé seco —, así que no me enfades —Lo señalé —. Bien; telequinesis, fuego, hielo, aire, electricidad, poder crear objetos sólidos con mi aura. Es como si una parte de mi aura se desprendiera para formar un objeto sólido —Dejé mi esta libre y un fragmento se deslizó por mi mano para formar una flor en el aire, que estaba echa de niebla y luz azul, básicamente mi aura. La deshicé y volví a mi ser. Noah sonreía agitando su mano para dispersar el humo que había dejado la flor. Me puse más cómodo pegado a él retomando mi lista. —. Control sobre mis sentidos, vista previa, láser...

—¡Yaa! —Alzó sus brazos agitandolos. —. Me estas asustando, te voy a cortar.

Reí cerrando mis ojos y él hizo el intento. Bajando sus manos pasándolas por mi cuerpo.

—Sigamos con lo de antes —Echó para atrás todas sus pulseras dejando a la vista sus marcas, aquello me producio un escalofrío y borró mi sonrisa. Al parecer al él no —. Ah mira, esto fue mi gato Misifu. —hizo un gesto gracioso con las manos. Sonreí inconscientemente, pero no estaba feliz.

«Él estaba mintiendo, no había ningún gato.»

Me señaló, más bien a mí brazo.

—¿Tú también tienes gato? A veces son un coñazo.

Asentí siguiéndole el rollo, aquella mentira me hizo sentir menos culpable por hacerme eso. Y esa fue la intención de Noah desde el principio. Hablar de nuestras heridas como si fueran no fueran eso.

—Espera —se subió la camiseta y bajó un poco sus pantalones por el lado derecho, entonces vi sus blancas estrías, ramificaciones blancas que iban de cadera a muslos —. A veces me gusta pensar que son como las olas de la arena del desierto —sonrió apenado y me miró, cogió mi mano obligándome a ponerla ahí. Al principio me dio algo de vergüenza pero luego cedí porque él estaba de acuerdo.

Sonreí para él, y él para mí, mirándome con la cabeza agachada.

Cuando mi mano tocó su piel hizo un espasmo por la frialdad de mis manos y contacto.

Cuando soltó mi mano la quité de su piel, entonces Noah saco barriga y la cogió a modo de boca.

—Hola, soy Don Panzón. —dijo con tono chillón.

Reí mirando al techo, jugando con mis manos.

—Mira que eres bobo. —Negué con una sonrisa dental. Volví mi mirada a él que ya estaba normal —. Háblame de tus poderes. —le pedí.

Negó.

—No te quiero aburrir.

Lo fulminé con la mirada y él lo comprendió.

—A ver, puedo, controlar la naturaleza. No puedo reforestar bosques, solo crear cosas pequeñas, también controlar a los animales y comunicarme con ellos. Y ya —Buscó mi mirada y yo aumenté mi sonrisa. Levantó las cejas arrugando su frente, y ahora era él el que jugaba con sus manos más inquieto. Mirando al alrededor. —. ¿Ya lo sabías cierto?

Supuestamente iba a ser el siguiente en gobernar el orfanato, así que sí. Me conocía al dedillo los poderes de cada facción.

Alcé los hombros y arrugué los labios.

—Sí, pero te quería escuchar a ti.

Me fijé en el golpe de su cara y fui a revisar el de su costilla. Se tumbó sin importarle, y se quejó cuando toque la zona. Cogió aire encorbabdo su cuello y me miró.

—Ah, ese me lo hice borracho. El alcohol te daña. —dijo con su voz casi rota. Aguantando el aire por el dolor.

Lo abracé porque me lo pidió con la mirada. Rodeó fuerte mis hombros con sus brazos, y con sus piernas abrazó mi cuerpo.

—Esta —susurré y puse su mano en mi espalda. —, me la hice en los columpios de pequeño. Intentando llegar a lo más alto. Ahí donde acaban las nubes.

Rio y sonrió de oreja a oreja, creando esos hoyuelos.

—Estamos hechos unos payasos torpes.

—O quizás no somos lo suficiente para este mundo de mierda.

Noah alzó una ceja.

—Al que no se le daba bien dar consejos.

—Es fácil cuando se trata de una situación similar a la mía —Besé sus labios de forma delicada, y luego pegué mi frente con la suya. —. Te quiero, Noah. No lo olvides nunca.

Él posó su mano en mi espalda.

—Y yo, Blue —dijo con la voz rota. —. Cada día que me levanto agradezco porque estés a mi lado.

Fui deslizando mi cuerpo para separarme, sus brazos no se despegaban de mi cuerpo. Cuando lo hicieron me senté en la cama sintiendo un vacío al no estar abrazado a él.

Nos quedamos embobados mirándonos, más bien me quedé embobado.

Solo me pude quedar viendo como él se acercaba a mí rostro con una sonrisa malvada

Entonces lamió mis labios y yo solté una fingida y exagerada arcada. Él rio y corrí a limpiarme los labios en su camiseta.

«Si es lo que llevas queriendo desde que lo viste.»

—Venga quejica, si te encanta. Y lo sabes muy bien.

—Ni puta gracia, Noah —me crucé de brazos y me senté ignorándolo.

—Ohh, venga. —se burló y yo evite mandar a la mierda mi rol de enfadado.

Pero la expresión en mi rostro cambió cuando lo vi. Palideciendo mi rostro por completo, cortandome la respiración.

Tres toques, en la pierna.

Mi padre sonrió desde los pies de la cama y luego miro a Noah con una sonrisa distinta que me heló por dentro, pero Noah no podía verlo, porque esa era una visión para mí.

—¿Cuándo se lo vas a contar? —me preguntó sin quitar la mirada de Noah. Enseguida supe a lo que se refería. Me miró con un puchero, arrugando sus cejas y frente. —. ¿O me vas a obligar a decírselo yo en persona?

—Déjalo. —respondí apretando mis dientes.

—Blue. —susurró Noah con miedo. Busco mi mano entre las sábanas y la apretó fuerte.

Mi padre me miró y relajo cada músculo de su cara.

—Vas a hacer que lo descubra por las malas. Y no me gusta dar sorpresas a nadie.

—¡Largo! —le grité levantándome de la cama bajando al suelo, funcionó. Mi cuerpo entero comenzó a temblar sobre mis débiles piernas.

—Blue, Blue. —Noah palpó mi cara temblando, lo miré con un nudo en la garganta. Debía de saber la verdad.

—Hay algo que debo decirte —su cara cambió a una expresión de horror, el corazón se me empezó a acelerar y los ojos a cristalizar. —. Mi padre sabe donde estamos, Noah —logré susurrar.

—¿De qué hablas Blue? —preguntó confundido. Girando su cabeza mirando cada rasgo de expresión de mi rostro.

Tragué saliva temblando.

—Puede geolalizarnos, su control mental. A parte de parar el tiempo, de las visiones y usarte como marioneta, puede geolalizarnos —Quité la mirada de él, no quería ver su cara —. Y está cerca, sino no podría crearme las visiones. No podemos escapar —Una lágrima cálida cayó por mi mejilla hasta llegar a mi barbilla, subí mis manos a mi cabeza desesperado —. Lo siento, lo siento. ¡Lo siento, lo siento! —Lo miré con los ojos rojos y húmedos —. ¡Te he mentido joder! ¡Soy una mierda! ¡No te merezco! ¡Huye, no te hará nada! ¡Huye! ¡Huye!...

Me abrazó para silenciarme y más lágrimas cayeron por mis mejillas mientras mi agitada respiración chocaba con su ropa, abracé fuerte su cuerpo y él me imitó.

—¿Hay algo más que deba saber? —preguntó en un susurro, pero no como algo malo para reprocharme o enfadarse. Sino como interés sobre todo lo que yo sabía de mi padre.

—No. —balbuceé. Temblando más que antes.

Noah tomó aire y casi pude oírle susurrar un "De acuerdo ".

Se separó de mí y corrió al baño. Me quedé de pie con las lágrimas por mis ojos y mi sonora respiración a flor de pie.

No lloraba por pena, era algo que ya sabía de mi padre, sino por miedo a como reaccionará Noah. Tenía pánico de perderlo o dañarlo más de lo que estaba. Eso sería algo que no me perdonaría en la vida. No debía haberle mentido, se suponía que teníamos una relación, y había confianza.

Salió del baño con el agua micelar en la mano y él algodón. Se quedó mirando donde había estado mi padre como si pudiera sentir a algo que ya no estaba ahí.

Toqué mis ojos y efectivamente el maquillaje de mis ojos se había corrido por mis lágrimas.

Se subió a la cama y como no me movía enganchó mi cintura con sus brazos y me subió a esta quedando él arrodillado sobre mi, con una rodilla a cada lado de mis muslos.

Hipé mientras el ponía aquel líquido en el algodón y antes de que pudiera limpiarme lo besé rápido para agradecerle, cualquiera hubiera salido huyendo con lo puesto. Sonrió débilmente y echó para atrás mi pelo.

—¿Me vas a cortar? —pregunté, hundiendo mi cabeza en la almohada.

Negó y se incorporó para realizar su propuesta tarea.

Cerré mis ojos soltando un suspiro, sus dedos atraparon mi barbilla inclinándola hacia arriba, el algodón humedo comenzó a limpiar mis ojos con mucho cuidado.

No tarde en sentir el calor de su cuerpo, os puedo jurar que Noah era como una estufa con patas. No me quiero imaginar compartiendo cama con él en verano.

«Si seguimos con vida claro.»

Cuando acabó tiró las cosas a la basura de al lado de la cama y dejó sobre la mesilla el agua micelar. Abrí mis ojos poco a poco y sonreí. Noah me sonrió.

—Oye, llevas mis pantalones. —exclamó llevándose la mano al pecho.

Levanté mis cejas y arrugue mis labios.

—Puede ser —Los miré, recuperando el aire. —. Eso parece, sí.

—¿Qué va a ser lo siguiente, los calzones, la sangre?

Levanté mis hombros y esbocé una sonrisa torcida.

—Si quieres. Pero oye que si te acabas de dar cuenta estás muy ciego de verdad.

Me pegó un cojinazo y yo solté una carcajada. Mi cuerpo ya no temblaba y respiraba mucho mejor. El aura de al rededor nuestra se volvía a sentir ligera.

—Duerme anda. —me dijo encendiendo las guirnaldas y apagando la luces dejando solo la de mi mesilla encendida.

Me levanté evadiendo su "sugerencia" y me dirigí a mi mochila, atrapé mi cuaderno más el estuche y para acabar mis cascos.

—¿Ahora qué haces manojo de nervio? —me preguntó con su cara pegada a la almohada.

—Mira quien fue a hablar, súper sereno. —me senté en el suelo de su lado de la cama para empezar a dibujar. No tenía mucho sueño después de lo que había ocurrido, y necesitaba relajarme dibujando.

—No te voy a responder, no te acuestes tarde y no te quedes mucho tiempo en el suelo anda. No te quiero aguantar enfermo.

Lo imité con sonidos de burla y él soltó una carcajada ahogada.

Noah no tardó mucho en caer en el medio limbo. Con los ojos medio abiertos.

«El super trasnochador.»

De vez en cuando me volteaba para enseñarle cómo iba el dibujo y él decía algo cada vez más atropellado por el sueño. Hasta que ya se durmió. Para de vez en cuando roncar.

Terminé el dibujo de como creía que podría ser mi madre, justo cuando una gran tormenta cayo sobre Ángora. Los ronquidos de la persona que tenía detrás se mezclaban con los rayos que caían en frente mía.

Pegué el retrato junto con otros dibujos de Noah. Se podía ver claramente el estilo de cada uno, el suyo colorido y animado y el mío oscuro y abstracto.

Una mujer de edad joven, con las facciones redondas pero al mismo tiempo perfiladas. Una nariz como la mía redonda y pequeña, ojos grandes y azules. Y un abundante pelo negro liso.

Así me imaginaba a mi madre. Sonreí orgulloso de mí creación y miré a mi alrededor sin una pizca de sueño. Paseé mi cuerpo por aquel calmado y cálido cuarto, fijándome en cada junta, detalle, falla y cosa que destacará.

No me juzguen, soy observador, cuando quería. Me gusta fijarme al detalle del lugar en el que estoy.

Por alguna razón del destino o de lógica me crucé con la puerta del baño. Y me reparé en que debía de curar mis heridas y cambiar los vendajes. Y sólo yo ahí podía hacerlo. No iba a despertar a Noah.

Él se veía demasiado tranquilo durmiendo abrazado al cojín con la boca medio abierta. No estaban siendo unos buenos días tampoco para él.

Me senté en la cama con el botiquín junto a mí y comencé por mi tobillo, estaba mejor. Quité la tobillera y me puse el tratamiento con cuidado. Mientras mi piel lo absorbía fui a por mis rodillas. Me deshice del vendaje tirándolo y las curé.

No era la primera vez que hacía eso, y vosotros sois testigos de que en más de una ocasión me he ocupado de mis herridas.

Llegaba el turno de mi brazo, saqué la camiseta de mi pijama y la eche a un lado junto a la chaqueta.

No me sentía para nada incómodo estando sin camiseta en la misma habitación que Noah. Me sentía en una noche cualquiera en mi cuarto curando los golpes que mi padre me acababa de hacer.

Solo que un peculiar y único aroma se había colado en esta, a parte de un Dios del Olimpo que dormía en mi cama.

Despegué la cinta médica de la parte superior y la observé manteniéndola con ambas manos. La mariposa y el nombre de Noah con su caligrafía y dibujo que me hizo ayer mientras dormía. Me lancé a la mesilla de noche y atrapé mi negro cuaderno de hojas lisas Lo abrí y busqué una página en blanco. Pegué el trocito de apoyo y soporte de Noah en la hoja y se me ensanchó una sonrisa de oreja a oreja.

Abracé la libreta cerrando mis ojos y dejándome caer a la cama. Inspiré hondo y ahora ese aroma a incienso que para mí era como una droga era parte de mi vida.

«¿En qué novela de fantasía estaba?»

Un escalofrío que recorrió mi espalda me hizo acordarme que estaba sin camiseta y que mi brazo aguardaba a ser atendido.

Me incorporé apartando del medio todo lo que no me importaba. Y me mentalice.

«No pasa nada Blue, ya te has visto muchas heridas antes.»

Vacíe todos los malos pensamientos de mi cabeza, a fin de cuentas era parte de mi cuerpo, ahora era parte de mí. Y no podía repudiarlo así, de esa forma. De todos modos la voy a tener que ver todos los días por el resto de mi vida. Así que era mejor que me acostumbrará cuanto antes.

Desenvolví mi brazo con delicadeza y mi cara de asco y dolor no se mantuvo escondida por mucho. Solté aire entre mis dientes para evitar un sonido de dolor y retiré al completo el vendaje. Los cortes estaban rojos por al rededor pero sin embargo comenzaban a cicatrizar.

Al menos no se me iba a caer el brazo.

Saqué una gasa y destape el suero fisiológico. Como Triana trabajaba en el hospital había traído suministros para este tipo de inconvenientes. Agradecí que aquello no escociera como lo solía hacer el alcohol que me ponían en el orfanato.

Soplé los cortes para acelerar la limpieza y seque los alrededores con una toalla. Más tarde aguardaba a que el tratamiento se absorbiera mientras reposaba en la cama. Había sido más fácil de lo que esperaba.

«Prometo no hacerte esto nunca más, te lo juro.»

Sollocé recordando aquel día y por ende los remordimientos aparecieron de nuevo, por lo que me hice sin querer. En un estado de locura y sentimientos sin controlar.

La ira, el enfado y la desesperación me consumieron. No supe controlar mis sentimientos y...

Apreté con fuerza mis labios y me evadi de esos recuerdos.

Ahora que lo recordaba, cuando me hice lo de la espalda fue cien veces peor. No podía andar, ni dormir, ni sentarme. Todo me dolía, hasta hablar, iba todo el día drogado de pastillas. Sin hablar de que estuve así un buen mes.

Solté una apenada risa al recordar lo fuerte que fui y lo mal que lo pasé. Menos mal que no podía ver la cicatriz de lleno como en este caso.

Me giré por un golpe de realidad y miré a Noah dormir, no me sacaba de la cabeza lo ocurrido hace un rato. Sus marcas.

«¿Qué coño te han hecho amigo?»

Noah se guardaba todo para él. Eso solo va a acabar con él lentamente, era avivar la llama de una bomba.

Me vendé y vestí antes de que la hipotermia no me matase. Y me di cuenta de que alguien más corría mi suerte.

Me levanté de inmediato. Atrajé mi chaqueta con mis poderes y me arrodille sobre Noah

—Luego te voy a tener que aguantar resfriado yo. —susurré pero parecía que lo estaba mascullando.

El muy inteligente de mi novio y amigo se habia dormido con la camiseta de tirantes y con unos pantalones cortos, y como si eso no fuera suficiente también con las gafas y anillos.

Retiré de su rostro estás dejándolas sobre la mesilla y él ni se inmutó. Se quedó con esa cara de tonto con la boca medio abierta y el pelo por toda la cara.

Cogí su mano y fui retirando cada uno de esos adornos, él murmuró algo desde su quinto sueño, lo miré por el rabillo del ojo y sonreí.

«A ver si él también va a hablar en sueños.»

Pasé un brazo y cuando intenté girarlo con todas mis fuerzas para pasar el otro me fue imposible. De verdad que no sé cómo no se despertó con todo el meneo. Finalmente lo logré y abroché la cremallera.

Peiné un poco su nido de pájaros y se me escapó una sonrisita.

Hace apenas días me estaba martillando la cabeza con la idea de que jamás le podría llegar a gustar. Y ahí estábamos, en el mundo exterior y siendo novios.

Tomé aire pero pronto se me cortó al ver como la puerta se abría ante mis ojos. Pero al ver entrar al Peque pude recuperar la compostura.

—¡Qué asco, estáis haciendo cosas de mayores!

Se tapaba los ojos con los dedos dejando pequeñas ranuras por las que veía por donde caminar.

Negué con una sonrisa tapando a Noah. Y fui en la dirección de aquel enano.

—Solo lo estaba acostando, tonto. —le informé señalando al lugar.

El Peque destapó sus ojos y miró a Noah.

—¿Esta dormido? —susurró, se puso de puntillas para mirarlo con curiosidad.

Imité su tono posando mi mano en su hombro.

—Sí, así que no alces la voz.

La verdad era que sólo yo lo podía ver y escuchar. Pero cuanto antes empecemos a famializar a este ser con Noah mejor. Mi finalidad siempre había sido enseñarle respeto sobre los demás. Y brindarle esa educación que nunca tuvo.

El Peque cogió y me tiró una sonora pedoreta, saliendo corriendo dirección al comedor.

Negué y tomé fuerzas.

—Te vas a enterar renacuajo.

Lo seguí a toda velocidad por el pasillo, pero me frené en seco a la altura de la puerta de la cocina, al darme cuenta de que no estaba solo.

Triana levantó la cabeza del libro y me sonrió saludándome con la mano, desde la penumbra de la cocina. La imité y nos quedamos así como estúpidos hasta que el Peque se puso frente a mí, y también comenzó a saludarla.

—Es mi yo de diez años, Peque. —le susurré, al menos si me iba a escuchar hablar con él, que supiera el porque.

Ella se paralizó por un momento pero luego puso su mejor sonrisa y saludo al Peque, al cual claramente no podía ver.

«Al menos no me había tomado por loco.»

En serio, no sé qué tipo de cosa se tomaba el Peque. Llevaba como diez minutos saltando por el comedor y dando vueltas mientras yo intentaba buscar algo sobre la enfermedad de Noah en internet.

Hasta ahora sabía poco; lo del estornudo, y que cuando le pasaba lo anterior su respiración y pulso se disparaba a tales puntos de hacerle daño. Todo eso lo había oído de él.

Sin embargo, en internet no había nada de dicha enfermedad. Lo más cercano era el asma. Lo cual concordaba bastante, pero no llegaba a ser lo mismo. Y obvio, la gente normal no iba por ahi levantando cosas con control mental.

Que nosotros pudiéramos era causa de haber vivida toda una vida en las sombras. Con una hoguera alumbrando el "buen" camino.

Esa hoguera tiene nombre y apellidos, y no era otro que Víctor Parckson.


Ese cabrón me podría haber enseñado a crear gente con poderes. Y lo único que me enseñó fue a calcular el tiempo que tardaba en impactar una bala en un movimiento rectilíneo uniforme.

Por no hablar de toda la filosofía existente, que no fueron más que migas del gran pastel que había en el horno.


Al parecer El mito de la caverna, si me iba a servir para la vida diaria. Y quién iba a decir que tanto.

En un momento de la madrugada me planteé rogarle a mi padre la cura la próxima vez que me provocara una visión.

Reí, alumbrado por el portátil.

«Sí, y los cerdos vuelan.»

Ahora que recordaba eso. ¿Cuál será el patrón de mi padre? ¿Cuánto tiempo tardaba en morir alguien de locura?
¿Por qué la gente podía morir de eso, verdad?

—No exactamente —dijo una voz súper familiar para mí. Me pareció oírla tan cerca que mire en todas direcciones, con el pulso a mil.

—¿Dónde te escondes cabrón?

Miré en todas direcciones en busca de la alta figura de mi padre. El corazón se me iba a salir por la boca.

—Se está muy bien en vuestro cuarto. —Casi salto del sofá y recorro el pasillo de un paso cuando su risa me interumpió. —. Te estaba tomando el pelo. Parece que no aprendes.

—Más te vale.

La pantalla del ordenador parpadeo en la página principal del buscador de Internet. Creando unas interferencias que devolvió al apartado a la pantalla de inicio.

Se creó un silencio después del pitido de este apagándose.

—¿Acaso crees que vas a encontrar algo sobre su enfermedad?

Arrugué las cejas y  di una vuelta sobre mi mismo. Aún no lograba verlo.

—En serio, ¿dónde estás?


Una mano se posó en mi hombro sin previo aviso, y esto me hizo girar de inmediato, sintiendo las piernas fallar.

Pero al tener de frente a la persona me pude dar cuenta de que solo se trataba de Triana en camisón.

Recuperé el aire llevando mi mano a mi pecho.

—Joder Triana, que susto. —susurré.

Ella apretó los labios y retiró su mano de mi hombro.

—Perdón —susurró también —, solo quería saber si necesitabas algo más —Miró al ordenador. —. ¿Te fue bien?

Me lo quedé mirando y afirmé.

—Sí, fue bien.

Sonreí y ella me informó que estaría en la cocina para lo que pudiera necesitar.

—Yo no diría lo mismo, Blue.

De nuevo él ¿Enserio dónde est...

Levanté mis cejas y ojos para mirar metafóricamente a mi cerebro.

—La madre que me parió. —susurré llevando mis manos a mi cabeza. Ahora me podía hablar desde la mente.  —. ¿Desde cuando puedes hacer eso?

Aguardé su respuesta.

Pero nada.

Desapareció.

—¡Tete! —el Peque se colgó de mi dolorido cuerpo intentando llamar mi atención, pero se bajó de inmediato al ver mi cara de sufrimiento —. Perdón. —me abrazó con fuerza y yo le sonreí.

—No te preocupes —lo cogí en brazos —. ¿Jugamos a parpadeo?

Eso pareció convencerlo, se puso de pie frente a mí y yo me senté en el sofá. Solo esperaba que mi padre se fuera a dormir y que no me tocará más las pelotas. Ya era demasiado tarde, y seguro que tenía un montón de problemas en su mundo perfecto hecho de muros y mentiras.

El parpadeo era un juego entre nosotros. Creabamos una espada con nuestra aura, y quién consiguiera hacerla parpadear más rápido y durante más tiempo ganaba.

Simple pero entretenido en las noches de insomnio.

Lo dejé empezar y me quedé observando su cara de concentración roja y su pelo totalmente azul. Cuando estaba a punto de hacerse un Flash se paró en seco y miro a la puerta volviendo a su ser normal.

Yo también miré.

......

Ahhh , me disculpo por este capítulo tan largo y aburrido . Pronto se viene salseo gente .

Meme time 🥁🥁🥁

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