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[ 25 ] ฿‡ BUENOS DIAS ‡฿

Tarde o temprano las mentiras acaban saliendo a la luz

¿Por dónde nos habíamos quedado? A sí, por cuando me quedé dormido toda la noche en el cuarto de Noah.

—¡¿ Qué pasa?! —Noah se despertó agitado y en posición de ataque.

Me senté de forma frusca en la cama llevando mi mano sobre mi boca y comenzando a hiperventilar. Mirando a Noah con una cara de terror absoluta. O eso percibí por como me miraba.

«Mierda, mierda.»

Estaba paralizado por el miedo, y no podía de dejar de mirarle pidiendo a gritos que me hiciera desaparecer.

Miró la hora y se dio cuenta.

—No puede ser —Volvió y me miro, intentando sujetar mis muñecas —, lo siento. Ha sido mi culpa, debí de haberte levantado —Suspiró llevando sus dedos a su entrecejo. Dejando que solo se escuchase mi respiración. —. Déjame que hable con tu padre.

Eso hizo accionar mi cuerpo.

—¡No! ¿¡Estás loco, eso solo lo empeorará más!?

—¿Y cómo piensas mentirle? Ambos sabemos que no le podrás colar que te quedaste dormido en un banco.

Cerré mis ojos y todo mi cuerpo tembló.

No había posibilidades de que él creyera que aquella noche no hicimos nada. Dos adolescentes hormonados, una noche durmiendo juntos, sin que pasará nada. Eso para mi padre era, haber mantenido relaciones sí o sí.

—¡Tío! —Noah me sacudió, y ahí fue la primera vez que vi en la mirada de Noah peligro. —, di algo porfa. Sé que no es la mejor situación. Pero necesito que te relajes para pensar fríamente.

Negué echando la cabeza para atrás temblando. De repente en mi cabeza solo había lugar para todos esos recuerdos espinosos de mi padre.

Noah me abrazó en una muestra de perdón que acepté por unos segundos.

—Perdón de verdad, no era mi intención.

—Tranquilo. —Mi voz tembló al igual que mis manos.

Con falta de aire me separé de Noah con la mirada perdida, pero lo cierto es que él nunca dejó de sujetar mi brazo.

Desenterre el móvil de debajo de las sábanas y lo encendí con dificultad.

Cuando mi pulso se estabilizó gracias a Noah, que sujetó el móvil, pude ver la sombra de la parca a modo de mensaje.

" Cuando tengas las agallas suficientes para dar la cara, hablaremos. | 5:00am "

—¿Blue, todo bien?

Afirmé soltando la primera mentira del día de muchas que faltaban por venir.

Noah frotó mi espalda y corrió al baño. Al volver sostenía un frasco de colonia.

—Toma, es fragancia femenina, con suerte lograras hacerle creer que estuviste con una chica.

—No creo que eso haga mucho efecto.

Mi respiración seguía agitada mientras miraba a todas partes sin poder tener calma en mis pensamientos.

—Escúchame bien, te vas a calzar esas Jordans. Vas a coger tus cosas y vas a subir ahí arriba como si nada de esto hubiera pasado —Lo miré con los ojos rotos. Cogió aire temblando. —. Si le tienes que echar la culpa a alguien que sea a mí.

Lo abracé sintiendo una sensación de vacío. Como si esa fuera a ser la última vez que pudiera abrazarlo.

Con todo listo y una sesión de relajación de Noah después, me encaminé a mi destino.

Si os soy sincero, ojalá nunca me hubiera despertado ese día.

Una vez en el pasillo de superiores, frente a la persona que más temía en este mundo. Podía escuchar mi corazón latir por todos los rincones de mi cuerpo.

Se acercó hasta estar a mi lado. Podía sentir su mirada sobre mí como miles de alfileres. Su respiración calmada contrastaba con la mía.

Su mano paso por mi campo visual, hasta que la sentí enderarse en mi pelo con un aura de rabia. Se agachó e inspiró el olor de una de las mejor noches de mi vida.

—Se duerme bien dentro de las sábanas de otro, ¿verdad? —susurró en mi oído. Sólo podía mirar al frente sin mostrar ningún tipo de emoción. —. ¿Volviste a tomar alcohol? —Silencio. —. Parece que te has tomado muy en serio pasarte las normas por las narices.

No respondí. Me producía escalofríos el hecho de mirarle a los ojos. Unos que ya empezaban a congelar mi cuerpo dejándolo sin vida.

—Me das asco.

—¿Y Beatriz? —Fue lo único que logré pronunciar.

—Hoy entrenas conmigo.

Entré al pabellón cuando él me dio paso, con mis piernas hechas dos gelatinas. A mis espaldas, la puerta se cerró dejando un silencio a su paso.

Dejé la mochila en una esquina sin saber bien como salir de entre la espada y la pared. Con el miedo por mis venas cualquier poder o habilidad se reducía a nada.

—Vamos —Su voz rompio el silencio exterior, alimentando el latido de mi corazón. Me lo encontré en posición, con las palmas sobre su pecho. —, te voy a dar el placer de empezar primero.

—¿Y cómo sé que cuando sea mi turno tus puños no van a ir a mi cara? —Me posicioné frente a él, y negué —. Olvídalo, prefiero hablar las cosas y dejar todo claro. Antes de que tus suposiciones me machaquen. —Me giré intentando evitar lo inevitable, pero él le dio un estirón a mi brazo que casi lo saca del hombro. Y empezó a hacer presión.

—No puedes haceme cambiar de parecer. —Me acercó a él de un empujón —. Te entreno para que uses tu ingenio, y fuerza. No para que uses la fuerza bruta sin ingenio.

Levanté una ceja y le sonreí mostrándole mis dientes a punto de llorar.

—Mira quién fue a hablar.

Pego su frente a la mía y yo cerré los ojos esperando la hostia que me merecía. Pero en lugar de eso liberó mi extremidad, volviendo a la postura de antes.

—Cuando quieras, puedo esperar un poco más.

Solté un suspiro y me puse en posición preparado para darle un puñetazo en la palma de su mano.

Esperé y cuando vi el momento lo hice. Pero antes del impacto agarró mi puño seguido de mi brazo y me giró inmovilizandome, llevando su brazo a mi cuello.

Solté un grito ahogado con la respiración a mil. Con miedo de que me asfixiara.

Agachó su cabeza y se acercó a mí oído mientras nos veía reflejados en el gran espejo del fondo.

—Vamos, en la vida no sólo te vas a cruzar con gente débil. También fuertes, y ahí todo esto no te servirá de nada.

Llevé la mano a mi bolsillo y saqué la navaja sin destapar el filo, y la clave de forma simbólica en el brazo que me mantenía preso.

Acto seguido, lo cogí del otro brazo haciendo una llave al tiempo que usaba mi superfuerza haciéndole perder equilibrio y tumbándolo en el suelo.

Lo miré respirando por la boca y guardando el arma. Él me sonreía desde el suelo con esos ojos azules más oscuros de lo normal.

Le extendí el brazo sin saber bien porque. Pero antes de pensarlo más, ya estaban los papeles invertidos.

—Nunca bajes la guardia, ni muestres fidelidad ni debilidad. Porque será hay cuando te claven el chuchillo por la espalda. Y morirás del infarto por tanta sangre.

Mientras sentía el dolor manifestarse por cada célula, él me extendió su mano. Pero no la acepté, me quería ir.

—Confía en mí Blue, el ingenio también consiste en saber cuando alguien miente o dice la verdad —Lo miré de reojo, y luego a su estúpida mano. Al final la acepté y él me levantó del suelo. —. Ves, estás de una pieza. De momento.

—Fantástica ley de vida Víctor, pero esto son artes marciales no filosofía.

Al final me llevé el puñetazo que me hizo volver al frío, y duro suelo que tantas veces había besado en cuatro días.

—¡Ahh, mierda! —Me retorcí de dolor, apretando mis puños —, ¡perdón, perdón!

—Ni perdón ni pollas, ¿me escuchas? —Bajó al suelo más rápido que la velocidad de la luz. Y me inmovilizó. Ya se había acabado la calma antes de la tormenta.

—Espera, por favor. No me hagas daño, estaba jugando con tu propio ingenio. Tu punto débil, ¿no se trataba de eso?

No habló pero si empezó a doblar mi brazo de una firma inhumana.

Grité haciendo que mi aura soltase una ráfaga de viento en su cara. Comenzando a llorar.

—¡Por favor, no es lo que crees!

—¿Crees que podrás abarzar a ese chico igual con un solo brazo?

Grité intentando huir de ahí.

—Me debes la de anoche, ¿te acuerdas? Porque al niño le pareció bien ir a dormir con otro y no aparecer en toda la noche.

—¡No hicimos nada! ¡Lo juro!

—¿¡Nada!? La nada no existe. ¿De verdad me vas a hacer creer que no pasó nada?

Soltó mi brazo y abracé este hipando. Negué sin poder controlar mis emociones.

Recordé el casi beso con Noah, todos los abrazos, roces...

Entonces, el aire.

—Papá, no puedo respirar.

—Sí claro, hazte responsable de tus hechos. —Pegó mi cabeza al suelo junto a mi hombro.

Entonces mi gárgaras le hizo ver que hablaba enserio, y se apartó provocando que me diera un golpe en la cabeza. Él se limitó a mirar desde arriba y yo a no morir ahogado.

—No voy a hacer nada. Así que relájate por tu bien. No siempre va a haber cerca una bombona de oxígeno para tus problemas. Aprende a no depender de nadie ni nada.

Me senté y y apoyé mi cabeza en mis rodillas, dejando los brazos muertos. Estos empezaron a temblar y yo a llorar entre cortado mientras tenía que acelerar mi respiración para satisfacer a mis pulmones. Intentaba recordar la respiración de Noah, pero el miedo me ganaba.

Una pistola cayó al suelo haciendo eco por todo el pabellón. La miré girando mi cabeza y poniéndome peor. Oí sus pasos a mi lado hasta tenerlo agachado a centímetros de mí.

—No me hagas daño, por favor. —supliqué llorando.

Chasqueó la lengua y llevó su mano a mi cabeza enredando sus dedos en mi pelo y hacerlo su cara a la mía.

—Levántate y da la cara como un verdadero hombre. —me susurró y yo me congelé por dentro.

Di mi último hipar y me deshice metafóricamente de la bola de miedos que había sido hasta hace unos segundos.

Me puse recto y mi última lágrima de agua cayó por mi mejilla. Él me miraba serio y firme como un roble.

—¿Por qué me haces esto? —Alzó los brazos —. ¿Qué te he hecho yo? El qué, Blue. A la que me descuido estás en la cama de un hombre —Dio una gran zancada que me hizo retroceder. Casi caigo pero él logró evitarlo —. ¿Por qué actúas así? —Me soltó el brazo y a los segundos me dio un golpe que me hizo dar un tras pie. —. Vuelve de una vez a la oscuridad.

Cuando vi que venía a darme otro lo cogí de los brazos como pude.

—¡Detente! No pasó nada lo juro —Pegué mi cara a la suya —. Lo juro por la sangre de Cristo si hace falta. Sólo cenamos juntos, y sí, bebimos. Por eso nos quedamos dormidos.

Me empujó y ahí fue donde me dio el puñetazo que me hizo caer.

Cogió una barra de metal y la blandio en el aire al tiempo que despertaba su aura. La mía también dio la cara.

—¡Callate joder! Te voy a matar a hostias. —Soltó una risa. —. Los médicos no podrán reconstruirte la cara de lo desfigurada que estará.

Cogió la barra con las dos manos y alzó está cogiendo fuerza y decisión.

Luego todo ocurrió muy rápido.

Consegui parar el impacto con mis manos pero mis palmas gritaron de dolor, lo miré a punto de llorar sosteniendo aquel aparato con mi pulso tembloroso.

Ignoró mis plegarias y estiró con tal brutalidad que casi me saca un hombro. Y esta vez no pude parar el golpe que fue a parar a mis costillas.

Emané un grito ensordecedor de puro dolor, comenzando a llorar sangre.

—¡Para, me vas a matar!

Se mantuvo callado durante unos segundos en los que se acercó a mí.

—Entonces bailaré sobre tu tumba.

Primero sonó el sonido del aire y luego el metal sobre la misma costilla. Alzó su pierna y pateó mi estómago haciéndome dar un bote de dolor.

Mi respiración se cortó por unos segundos en los que escuchaba distorsionado. Sentía mis pulmones por debajo de las costillas, ardiendo.

En un momento vi al Peque, a no menos de dos metros. Mirándome desconsoladamente con una herida en su pierna. Extendí mi brazo para poder llegar a algo que no estaba ni ahí. Pero mi padre se puso delante y colocó su pie sobre mi mano apretando cada vez más, estiré de mi brazo consiguiendo sacarlo de ahí. Como reacción golpeó el palo contra una columna doblando este y viniendo hacia mí como una bala.

—¡Escucha joder, lo siento! Fue mi culpa.

Cogí su pierna y él golpeo mi espalda dejándome medio abatido en el suelo. Comencé a llorar dejando un río de lágrimas a mi alrededor, pero fue la fuerte patada que me dio en la cara que me dejó muerto.

Minutos de confusión después, sentia como arrastraba mi cuerpo medio inscociente por los pasillos. Mientras que dejaba un riego de sangre de mi nariz y labio. Notaba sus manos rodeando mis tobillos y la fricción contra el suelo sólo me hacía más daño, no lograba ver más alla que lágrimas y todo borroso, con un filtro rojo.

—¡Víctor! —el grito de horror de Beatriz, me erizo los pelos. —. ¿Qué está ocurriendo? —preguntó en un suspiro.

—Beatrix, te pido que te larges de aquí. —Mi padre me soltó, haciendo que soltara un quejido. Los oía a mi lado pero no los lograba enfocar. —. Es una orden Beatrix, más te vale no decir nada. —Silencio. —. El sol a parte de cegar quema.

—Ahora mismo estoy llamando al consejo de directivos, necesita estar encarcelado. Hasta aquí ha llegado mi límite. Es un asesino.

Mi corazón se aceleró.

¿Estoy muerto?

Más lágrimas me taparon la visión.

—Atrévete a llamar a alguien y acabarás peor, o igual que él. Se quedará conmigo, y espero que eso sea todo.

Vi como su silueta se iba sin poder hacer nada más que asentir. Mi cuerpo volvía a ser arrastrado. Ahora tenía que respirar por la boca porque mi nariz seguramente estuviera rota, pero aún así no dejaba de tragar sangre y más sangre, que mi cuerpo queria expulsar de mi sistema digestivo.

Cerró la puerta de lo que percibí mi cuarto. Y me estampó contra la cama dejándome sentado en el suelo.

Llevé mi mano a mi labio y al ver entre tanto borroso, mi mano que estaba teñida de mi propia sangre, me acojoné y empecé a llorar sin dejar de mirar esta. Tenía miedo, tenía miedo porque no veía bien y estaba indefenso. Observé el techo y dejé que las lágrimas se juntan con la sangre.

Al volver la mirada distingui la figura borrosa de mi padre de pie, y la segui mientras se agachaba. Cogió mi barbilla y llevo un paño mojado a mis ojos limpiando las lágrimas y la sangre.

Ahora veía con más nitidez, pero mi ojo izquierdo, el pobre, seguía igual y lo pude comprobar mediante el reflejo en las gafas de mi padre. Estaba rojo por dentro y morado por fuera.

Rompí en llanto de nuevo y eso solo me hacía más daño en esa parte. La vista se me fue al paño y luego a mi mano que estaban rojos.

Comencé a temblar y a llorar de garganta. Él Ignoró eso y limpió mi mano. Cuando acabo hizo que lo mirará, su rostro reflejaba que aquello le resbalaba. Empezó a quitar la salgre de mi nariz y labio.

Y ahí estaba yo, bebiendo veneno de las manos del diablo.

Me pude calmar más cuando él tiró el paño a la basura y ya no podía ver la sangre. Pero mi llanto volvió.

—Sh, tranquilo —Me abrazó y me hizo pegar mi cara a su pecho. —. Está bien, todos cometemos errores.

Lloré aún más por lo inaudito, y el miedo que me daba en lo que era capaz de convertirse Víctor Parckson.

Hipe temblando de forma incontrolable.

Segundos después me soltó y se levantó mojando otros dos paños.

Pero antes de que pudiera usarlos sentí el sabor metálico en mi boca y fue inevitable. Me lancé a la basura para expulsar todo aquello que mi cuerpo había estado rechazando.

Solo se oían mis arcadas de desesperación. Sabía que me miraba esperando. Pero estaba abatido.

Cuando terminé me apoyé en la cama respirando agitado soltando sollozos.

Él se arrodilló y limpio mis labios.

—Y ahora —comenzó a susurrar —, si te preguntan que te paso, ten huevos y les cuentas la verdad. —Me dio una palmadita en el moflete y se levantó yendose por unos segundos, en los que yo aproveche para llorar soltando un grito ahogado de miedo y dolor.

Volvió con Beatrix detrás, tirándome una caja de medicamentos a las piernas.

—Eso te bajará la inflamación, como si te tomas toda la caja y te mueres, no serás una gran perdida. Da gracias de que no te he roto nada.

Sin dejar que nadie más que él tuviera la última palabra, se largó dejando el sonido de la puerta cerrarse a su paso.

Beatrix se arrodilló frente a mí, palpo mi rostro para comprobar que estaba consciente. Y pegó mi cuerpo al suyo. De forma inmediata rodeé su cuerpo con fuerza, y miedo. Miedo de volver a quedarme solo.

—Te voy a llenar de sangre. —solté en un suspiro que se cruzó con el temblar de mi voz, causante del llanto.

—Sh, mi amor. Eso no importa ahora.

Comenzó a masajear mi cabeza de forma delicada.

—. No escuches a tu padre, a mí sí me importas. Y a Noah también, cariño —Me separó de ella por unos segundos. —. Fue un error, es normal cometerlos. Estos días has estado muy apurado. Escucha, necesitas tomar un par de sobres de esos, para bajar el dolor. ¿Me lo prometes?

Afirmé sin voz y me deje caer sobre ella sin fuerzas ninguna.

—Blue —me llamo con la voz rota, nos levantó con dificultad por mi peso muerto.

No tenía fuerzas para nada, mis labios temblaban y me estaba ahogando con mi propia saliba. Saliba que aún tenía ese sabor metálico que me revolvía el estómago.

Quería desaparecer, quería morirme. Borrar las últimas veinticuatro de mi vida. Hacer que nada de esto ha ocurrido.

Por favor.

No pude aguantar más y me lancé de nuevo sobre la basura echando todo lo que mi cuerpo rechazaba.

No podía respirar, mi corazón iba a mil. Y esas naunseas no se iban.

—Blue —Se agachó y recogió mi pelo.

Me senté en el suelo intentando recuperar mi alma que quería desprenderse de mi cuerpo.

Tapé mis oídos desesperado y grité, soltando todo mi dolor, me dolía, me dolía muchísimo. Me estaba muriendo del dolor, era agudo e infernal.

—Blue, ¿vamos a la enfermería? —Volvió a estar al frente preparada para salir corriendo.

Seguía estremeciéndome de dolor, empezando a emitir gárgaras porque me estaba ahogando. La tos apareció, y eso lo empeoró todo. Ya no podía respirar.

Temblorosa, palpó mi brazo y subió mi manga para intentar inyectarme algo, supongo que para calmar aquello.

Se lo impedía agonizando, negué llorando y sudando pero su fuerza en esa situación era mayor. Así que me lo consiguió administrar.

Comencé a respirar por la boca con mis ojos muy abiertos mirando a todas direcciones, y comenzando a sentir como mi cuerpo se dormia.

—Ya está cariño, ya estás bien. Todo ha pasado.

Su voz se comenzaba a escuchar más distante y mis párpados se fueron cerrando hasta que perdí la conciencia.

Todo lo que le siguió fueron recuerdos muy borrosos y confusos.

Para acabar con la calma.

Ahora reposaba sobre mi esta. Oliendo a jabón y detergente. Sintiendo el sabor de la menta dentro de mi boca. Envuelto en una sudadera y sábanas.

A mi lado, Beatrix me daba calor.

Mis ojos no tenían las fuerzas para mantenerse abiertos. Por suerte las heridas no me provocaron más que un dolor que duraría unos días.

Una puerta se abrió con un aire algo brusco. Y de inmediato el miedo se apoderó de mí. Acelerando el compás de mi corazón.

—¿Qué haces aquí? Te están buscando en planta infantil. —Su voz parecía calmada. Cerró el habitáculo dejándonos a los tres en la intimidad de una atmósfera de mal estar.

Apreté con fuerza la mano de ella. Pidiéndole a gritos que no me dejara solo.

—Estoy cuidando de él.

—Tiene diecinueve años, no necesita asistencia las veinticuatro horas del día.

—Mire, no toque más las narices. Él no estaría así si usted no le hubiera pegado una...

—¿Una qué, Beatrix? Dilo, pero bien alto. A ver si así caéis en que esto no es un juego de niños.

—Eres un...

—¡Parad! —suplique, rompiendo su conversación.

—Ahora no me vengas con peticiones, Blue. —Silencio. —. Beatrix, vete hazme el favor.

—Ni en sus mejores sueños.

—¿Has notado la interrogante por algún lado? Te están buscando, no es mi culpa. Así que largo de aquí.

Hubo un silencio, en el que seguro que hubieron miradas. Hasta que Beatrix emitió un sonido de queja.

Acarició mi hombro para alargar más la despedida, y se puso los tacones yéndose obligada.

Y ahí me quedé solo, con el mismísimo diablo a los pies de mi cama.

De nuevo, el miedo estaba regresando a mi cuerpo.

—Mírame, y deja de hacerte el dormido.

El sonido de un vaso de cristal sobre mi mesilla me hizo percibirlo cerca. Tragué saliba sin ser capaz de poder mirarlo sin sentir naunseas.

—¡Blue! —exclamó, asustandome.

Le hice caso sin poder ocultar el miedo en mi cara y respiración. Cuando cruzamos miradas él me miró con una indiferente. Para acabar con una mueca de burlesca tristeza.

Sin duda se veía más relajado. Ahora sus ojos estaban más claros que esta mañana.

—Te he traído esto para la resaca que me llevas encima. Y en el comedor tienes la comida de hoy.

Me senté con dificultad por el dolor en mis costillas. Cuando recuperé el aliento y la expresión, alterné la vista entre el vaso y él.

—¿Cómo sé que no lleva veneno?

—Créeme —rompió la distancia. —, no te daré el placer de morir así. A lo único que has sido condenado es a la muerte lenta, por romper una promesa. Y lo he decidido yo. No un pueblo que no sabía valorar una gran mente.

Esa realidad de nuevo, temblé desviando  la mirada. No había forma de hacerle cambiar de parecer.

—¡No hicimos nada, por Dios! —grité en colera, y lo miré a lo más profundo de su mirada.

Alzó los hombros indiferente.

—Si tu punto de vista es ese, adelante. Defiendelo como si se te fuera la vida en eso. Porque es justo tu situación.

—¡No hagas algo de lo que te puedas arrepentir en un futuro!

—¿Yo? —Alzó una ceja y se señaló. —, arrepentirme de matar a alguien. ¿Cómo iba a ser eso algo posible? Un creador nunca se arrepiente de tomar los mandos correctos sobre su creación.

Me quedé paralizado con mis ojos húmedos. Cosa que él aprovechó para volver a su gran altura y dirigirse a la puerta.

—¿No te podré demostrar que no lo hicimos, verdad?

—Blue, hazme caso por una vez en tu vida, y disfruta de tus últimas horas de vida. —Se fue como si nada, como si la situación fuera lo más normal del mundo.

Me quedé mirando la puerta con los puños apretados, sin poder hacer nada para arreglar mi situación. Grité al punto de que casi rompo mis cuerdas vocales.

Al girarme golpeé lo primero que se me cruzó en mi camino, que fue la cama.

El daño y dolor no tardaron en regresar, presioné mi cara contra la almohada llevando mi mano a mi pie rompiendo en llanto.

—Tete —cantureo El Peque escalando por la cama, me abrazó por los hombros apoyando su cabecita en mi antebrazo. —. ¿Estás bien?

Negué hipando sin ser capaz de girarme y mirarlo, no podía permitir que me viera así. Los críos pequeños no tendrían que pasar por una situación así nunca.

Él plantó un pequeño beso en mi mejilla y volvió a apoyar su cabeza en el lugar de antes.

—Te voy a hacer un dibujo para que te pongas bien.

Me obligué a mi mismo a detener mi llanto y sentarme en la cama sintiendo mi garganta rasgada. Lo observé venir con unos colores y folio.

Al no poder usar sus manos para escalar se choco con la cama y emitió un sonido extraño. Aquello me saco una risa que sonó a sollozo y lo ayude a subir.

—No te mates anda, que quiero ver ese dibujo. —le coloqué bien la camiseta y luego peine su pelo.

Cuando él por fin me vio su dulce expresión cambio a miedo.

—¿Qué te ha pasado? —Se acercó cueioso y no dejaba de ver mi ojo morado y labio. Qué ambos habían sido curados por Beatrix mientras yo estaba dormido.

De la nada beso mi ojo morado y se bajó de la cama corriendo al baño, luego regresando con una crema. Yo me tuve que tragar el llanto a la fuerza.

—Te voy a curar la pupa tete.

«Ay mi pequeño, si todas mis heridas se pudieran curar así de fácil.»

Lo miré, lo miré recordando por todo lo que había pasado. De repente toda mi vida se me echó encima. Miles de recuerdos que iban a desaparecer en cuestión de horas, y que nadie podría recordar, porque la persona que los tenía iba a morir. ¡Joder morir! Mi padre nos iba a matar de la forma más horrible en la que un ser humano podía matar a otro. Y ya nunca vería a ese pequeñajo, ya no volvería a ver nada de lo que amaba.

No pude evitar abrazarlo abatido liberando todo el llanto que me había estado guardando. Lo estreché lo más fuerte que pude contra mis brazos y pecho. Como si está fuera la última vez que lo fuera a hacer, porque en parte era así. Y él no comprendía nada.

Volvío a plantar otro beso en mi mejilla y aceptó mi abrazo rodeándome con sus finitos brazos.

—No llores tete —dijo todo inocente. —. Que sino me pondré triste.

Cogí una bocanada de aire en un sollozo y pase mi mano por su nuca.

—Te quiero pequeño.

—Yo también tete.

Mis labios y cuerpo temblaron, no podía cerrar mis ojos. Necesitaba memorizar hasta el último detalle de mi lugar seguro, mi cuarto.

Sentí sus manos acunando mi cara y lo miré. Beso mi frente y me obligó a hundir mi cara en su pequeño pecho, y rodeo mi cabeza que ya no podía más.

Hipé sollozando, la respiración me comenzaba a fallar de nuevo y eso se podía escuchar entre aquellas cuatro paredes.

Se deslizó de mi y se puso a dibujar inocente, pero yo me levanté de la cama zanbaleandome demasiado y con dificultad para respirar.

—Espera, apóyate aquí —Le di una tabla dura dando un traspié y caí a la cama derrotado. Me tumbé a su lado con mi cabeza en la almohada y abrazando al que quedaba libre. Comencé a temblar, y a cada bocanada de aire era un hipar. Mis labios temblaban sin control y el sudor comenzó a caer por mi frente.

«Blue tranquilo , no pasa nada.»

Cerré mis ojos con fuerza, como si eso fuera a solucionar las cosas.

—Peque —tartamudee abriendo mis ojos y tragando saliva. —, prométeme que vas a ser fuerte.

—Que siiii, tranquilo tete.

Sonreí dejando caer una lágrima por mi mejilla pero la atrapé con mi dedo antes de que cayera a la cama .

—No llores —me regaño él con su vocecilla.

—No estoy llorando —solloce y se me rompió algo la voz. —, se me ha metido algo en el ojo.

Me mordí el labio parando el temblor y lo despeiné bruscamente, provocándole un grito agudo. Reí por lo bajo y él me dio un intento de empujón que no moverían ni a las hojas.

—Te vas a enterar. —me amenazó pero no se le podía tomar en serio.

—¿Tú y el poder de la amistad y el amor? —Lo miré con mis cejas alzadas y como ni me miró lo deje seguir dibujando no antes de plantar un sonoro beso yo en su mejilla. Me acomodé arropándome y lo miré con admiración.

—Te quiero. —susurré.

Sopló cansado de esa frase como lo hacían los niños pequeños.

—Ya lo see.

Eso era lo último que recordaba de ese momento, más tarde, no sé cuánto. Mi subconsciente me hizo despertar y el Peque estaba completamente encima de  mi durmiendo.

Lo tumbé en la cama tapándolo y colocando una almohada a su lado para que no se cayera. Dispuse todo su material en la mesilla pero antes le eche una ojeada al dibujo.

Éramos él y yo felices con un gran corazón en el centro. Le miré con una sonrisa de orgullo y me guarde el dibujo donde había estado guardando todos los que me hacía.

Y sentí la mirada de ese vaso con un supuesto remedio anti resaca.

«Estaría loco si me lo tomara.»

Me calcé y fui a dejárselo a su despacho. Un primer toque a la puerta y no recibi señales de nadie. Esperé y di un segundo, y de nuevo más de lo mismo. Así que decidí abrir la puerta y nadie estaba dentro.

—Patético. —me susurré.

Entré cerrando la puerta. La luz del comenzante atardecer se colaba entre las ventanas abiertas. Dejando en la sala miles de rayos de sol. Los atravesé para llegar hasta la mesa. Donde dejé el vaso.

Pero antes de girarme me detuve en algo que colgaba de la pared. Ese póster del Mito de la caverna.

El viento comenzó a mover mi pelo y cortinas, creando un ambiente frío. Mi corazón se aceleró sin ningún sentido, envuelto en una mala sensación. Como si en cualquier momento todo fuera a estallar en un desastre.

Unos rayos de luz amarillos se movieron, cegandome por un momento. Entorne mis ojos mirando a la luz, con un silencio a mi alrededor.

Tragué saliva y negué.

Quise retrodecer pero me choqué con la mesa a causa de la ceguera.

—Mierda. —maldije viendo el desastre que había causado. Un montón de papeles sobre el suelo.

Me giré enfado a mirar a ese póster, volví a los papeles y me agaché.

—Siempre por el medio, todo acaba en...

Mi respiración se cortó, cualquier movilidad en mi cuerpo desapareció. Si no fuera por mi corazón latiendo fuerte por cada esquina de mi cuerpo dudaría si estaba vivo.

Agarré ese papel que predominaba sobre los otros, el que se quedó más arriba. Me alcé y lo sostuve en alto junto a ese estúpido póster.

Alterné la vista entre ambos, con los ojos cristalizados. Dándome cuenta de que siempre había tenido la respuesta ahí, siempre me lo había estado diciendo. Cada referencia, cada lección, cada clase que acababa en el Mito de la caverna...

"Todos vivimos en una caverna."

Esa frase de mi padre me revolvió más el estómago, haciendo que el papel que sostenía tenblarse en mis dedos.

Un papel, de un mapa. El mapa de la isla donde estábamos. Donde siempre hubo vida. Jamás existió ningún virus.

Y todo este tiempo, habíamos estado ciegos en una oscuridad, la de esa maldita caverna.

Me lancé de nuevo hasta el montón de papeles, mirando nervioso a la puerta por si mi padre la abría.

Entonces mis dedos toparon con un sobre grueso. Al intentar abrirlo con dificultad, miles de aquellos rayos amarillos me rodearon, iluminando mi cuerpo y papeles.

Al ver en el interior del sobre me crucé con un montón de recibos de pagos, todos ellos de veinticinco mil euros o más. Y no había uno, ni dos. Podría afirmar que había uno por día del año. Por cada día de diecisiete años.

Lo solté todo llevando mis manos a mi boca temblando, con alguna que otra lágrima bajando por mi mejilla.

«¿Qué estaba pasando? »

Un miedo terrible se apoderó de mí. Al ver todo aquello frente a mí, toda esa información demasiado valiosa. Esos pagos que no olían nada bien.

En el suelo también había recortes de periódicos donde se hablaba de desapariciones, muertes misteriosas, y acusaciones a mi padre.

Otro papel me hizo lanzarme a por él, olvidando todo lo anterior. Lo desenterre y lo sostuve queriendo morirme en ese mismo instante.

Eran planos e indicaciones para el baile de iniciación, todo estaba amañado. Mi padre planeaba matarlos a todos.

"Todo listo para el sabotaje del baile, todos deben morir."

—¡Maldita sea!

Nota autora

Sorpresa , de seguro no se esperaban este gran desenlace , cierto , aquí comienza la acción y problemas . Todo lo anterior solo ha sido un primer plato. ¿ Estan listos para el segundo ?


Recuerden que les amo y gracias por todo este apoyo que estoy recibiendo

Meme time 🥁🥁🥁

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