[ 23 ] ฿‡ ALGUIEN VA A DECIR ADIÓS ‡฿
Un arma está apuntado a alguien...
Un vacío lleno de terror.
¿Dónde podría estar Noah a estas horas? Se me pasó por la cabeza ir a buscarlo su cuarto, porque la hora de comer ya había acabado. También se me pasó por la mente preguntar a alguien. Pero sinceramente, pereza.
Peraza que me miren mal, así que entré a la biblioteca de comunes, y como si el destino lo hubiera querido, ahí estaba él.
Sentado en una mesa de dos él sólo. Con los cascos a medio poner trabajando en unos papeles.
Miré a mi alrededor y espaldas. La biblioteca estaba solitaria, salvo por una pareja de dos personas entre las estanterías del fondo. Así que me acerqué a mi objetivo, sintiendo mi corazón bombear fuerte.
Más fuerte que nunca.
-Buenas. -Me senté en una silla junto a él. Y esta vez no pude fingir una sonrisa.
Noah saltó en el sitio del susto, me miró respirando agitado y se retiró los cascos con una sonrisa dental. Arrugando su nariz y achicando sus ojos.
-Buenas para ti, casi me matas del susto, Mimado. -Recolocó los papeles sobre la mesa disminuyendo su sonrisa, miró a su alrededor por el rabillo del ojo y acercó la su silla a la mía.
Me fijé en aquel bosque de hojas. Se encontraban sobre la mesa sin orden alguno, sospechoso para el maniático del orden de Noah Folen. Ya me había echado la bronca varias veces en clase por no ordenar mis colores de forma cromática.
Suspiré de vuelta alternando la vista entre los papeles y Noah. No me había hablado de ningún examen en estos días. Y eso que ya teníamos algo de confianza.
-¿Qué estudias? -pregunté mirándolo.
Rio colocando sus gafas, con algo de rubor.
-¿Me ves cara de estudiar? -Sonrió extendiendo sus brazos -. Anda, ven -Se incorporó y me estrechó entre sus cálidos brazos. De pronto senti mucha tranquilidad y como mi cuerpo pesaba menos en este mundo. -. ¿Reñiste con tu padre? Está bien, no pasa nada. Todos tenemos malos días.
Me di cuenta de que las lágrimas de maquillaje y mi cara de muerto me delataban, afirmé sin más. Pero le quite hierro al asusto.
-¿Me dejas leer, o es secreto de estado? -Pegué mi cabeza a su pecho.
-Shh, vieja chismosa. Aún no. Cuando lo acabe te lo dejaré -Arrastró mi silla pegándola con la suya, y entonces fue cuando nos miramos separando nuestros cuerpos -. ¿Quieres hablar de ello? -Comenzó a quitar la manchas de maquillaje de mis mejillas con un pañuelo. -. Tranquilo que no tiene mocos.
Negué y me forcé a sonreír falsamente para no preocuparlo. Noah sonrió pícaramente con su mano aún en mis mofletes.
-¿Qué? -reí abriendo los ojos.
Arqueó una ceja y entornó sus ojos.
-A ti te gusta alguien. -canturreó.
Con sus palabras sentí un vértigo enorme. Como si esa silla estuviera por encima de las nubes, y no pudiera ver el suelo.
La respiración se me cortó, y el pie se me movió como esta mañana en el comedor.
Después de unos segundos recobre algo de estabilidad y solté una risa nerviosa negando.
¿Por qué hacía tanto calor?
-¡No, de qué hablas!
-Buenoo -Soltó mi cara y me miró por el rabillo del ojo. -. Cuando quieras dime el nombre del afortunado, o afortunada. No nos vamos a cerrar puertas.
«Eres tú, Noah Folen, y empezaba a darme cuenta.»
-No prometo nada.
Volví a mirar aquellos papeles, porque su mirada me iba a matar.
Los folios eran grandes, pequeños... Parecía que en vez de estar escribiendo un libro estaba triangulando la ubicación de alguien.
-¿Te ayudo? -susurré cuando vi que comenzó a recoger todo, pero no me dio tiempo ni a pestañear ni a intentar hacerlo sin su respuesta. Cuando él ya había acabado.
-Por cierto -Movió su mano de forma circular en un gesto que no comprendí. -, no hace falta que me devuelvas la ropa.
-Mierda -dije completamente avergonzado llevando mi mano a mi boca para evitar emitir un grito de enfado conmigo mismo. -. Te prometo que mañana...
-Shh, calla, por la chancla de Moises -Me detuvo y siguió hablando, acunando mi rostro muy cerca. -. Dije que te la podía quedar, ya está. No le des más vueltas. Tómalo como un regalo.
Apreté mis labios y me vi obligadona mirar al suelo conteniendo la respiración. Mi pulso temblaba mucho.
-Pero. -tartamudeé, volví a su mirada intentando averiguar la mentira. Pero la verdad estaba escrita en sus ojos.
-Capito -Abrió mucho sus ojos en un gesto que le quedó algo psicópata, y corto la cercanía entre ambos.
Entonces solté todo el aire que había guardado y reprimí mi vergüenza.
-Te lo agradezco Noah. Es lo mejor del día de hoy.
-No me des las gracias, Mimado. Por ti lo que sea. Soy fan de Måneskin, ¿lo recuerdas?
Obviamente no pudo evitar mirarme como él lo hacía, y sonreír con su forma única. Esa mirada que te hacía oír los latidos de tu corazón por todas las partes de tu cuerpo, y que te daban ganas de mearse encima, valga la redundancia.
Esa mirada que le daba electricidad a tu cuerpo. Una con un poder distinto a las demás. Y no os lo voy a negar, cuando me miraba por el rabillo del ojo me entraban pensamientos intrusivos de mandar todo a la mierda y besarlo.
El rubor de mis mejillas se prendió, pero él no lo noto, o eso quiso aparentar. Corté el silencio con un caraspeo y Noah asintió cruzando las piernas sobre la silla.
-¿Y vas a venir al baile? -Lanzó con una mano en su nuca. Suspiró para mirarme. -. Realmente me haría ilusión que vinieras conmigo. Y quitarte esa mala idea de la gente del orfanato.
A mí también Noah, a mi también.
—Pfff —soplé mirando a todas partes, y algunos mechones salieron disparados hacia arriba. Hacia eso para hacerle ver lo chungo que estaba el asunto. —. No sé, realmente quiero ir perooo...
—Tú padre. —concluyó entornando sus ojos.
—¡Bingo, Noah!
—Problemón —dijo frustrado mirando al suelo, pero como si un rayo de ideas le hubiera azotado me señalo. —, ¿quieres que hable con él?
No puede salir nada bueno de eso. Nada de nada.
De inmediato negué.
—¡No! —Agité mucho mis manos.
—Estaba bromeando, pero oye no me parece tan mala idea. Sabes, sería tipo —Se aclaró la voz acompañado de un gesto de ajustarse una falsa corbata —. Disculpe —comenzó a decir con voz grave y graciosa, por lo que tuve que tregarme la risa —, venía a pedirle si sería posible que dejara usted, a Blue ir al baile de iniciación —Se giró bruscamente y miró hacia donde había estado hace un momento haciendo ahora el papel de mi padre. Y ahí comenzó a hacer gestos muy exagerados con los ojos y cejas para acabar con un puñetazo al aire. Y volviendo al papel de Noah, se cayó dramáticamente sobre la mesa.
No os voy a mentir, la caída fue demasiado real. Tanto que de verdad pensé que se había hecho daño, y cuando fui a socorrerlo se levantó como si nada. Estallé en risas sin poder evitarlo, se le dio bastante bien hacer de mi padre. Las cosas como son.
—Sí, algo así podría funcionar.
Hizo una reverencia y se sentó en la silla de nuevo con su mano sobre su hombro, en el que seguro se había hecho daño.
—¿Estás bien, Noah? —Ahora sí me preocupé.
—Sí, tranquilo. —Movió la mano para quitarle importancia.
Suspiré y me di cuenta de que su pelo era todo lo que estaba mal, o sea, que estaba despeinado.
Y sin pensar en las consecuencias lo hice. Me jugué que me dejara de hablar por lo que estaba a punto de hacer.
—Déjame que yo... —le anticipé para que no le tomara por sorpresa.
Acerqué un poco mi silla para estar más cerca de él, cuando lo estuve alcé mis manos con algo de temblor. Y pase estas por su sedoso cabello, violando su regla de que nadie podía hacer eso.
Pero no pasó nada malo, eché su pelo para atrás como si nada y este se quedó peinado perfectamente con un par de pasadas.
—G-graci —No podía casi hablar, era como si mi contacto lo hubiera dejado mudo, y aquello le frustró bastante. —. Me salvaste de él horror de ir despeinado.
—De nada, supongo. —Tomé aire nervioso, volviendo a estar pegado al respaldo de la silla.
Repentinamente él me abrazó sin ningún motivo, fue algo fugaz pero reconfortable para un día como hoy. Y me sabio a poco, para que os voy a engañar. Después de todo lo que había estado pasando estos días necesitaba una dosis de droga de la buena.
Ambos nos separamos después de unos segundos.
—Noah. —Cuando me prestó atención abrí mis brazos, cuando él también lo hizo me deje caer sobre su cuerpo. Rodeando su cuello y hombros. Noah rodeó mi cintura frotando con delicadeza mi cuerpo.
Ahí estaba ese calor indescriptible que me creaba una explosión de emociones felices. Su aroma que me hipnotizada y espantaba a las malas cosas.
Acaricié la tela de la sudadera verde que llevaba hoy y cerré mis ojos por unos segundos para encontrar la paz, cuando la obtuve, cogí aire que me reconfortó y separé nuestros cuerpos provocándome un vacío interno.
El mismo vacío que me revolvió el estómago en el sueño. Un vacío lleno de terror.
—¿Todo bien Blue? —me susurró, queriendo acercarse a mí.
Afirmé nervioso, mirando a todas partes por si mi padre nos hubiera visto. A pesar de que rara vez bajaba a la zona de inferiores. Sólo para ir a la sala de convivencia.
Tomé aire y le devolví la mirada a Noah. Este se acercó y subió sus manos, el contacto de su piel me creo un cosquillas que jamás había sentido.
—Blue. —Noah me sujetaba la cara por ambos lados y acercó mucho nuestros rostros.
—¿Qué? —susurré intrigado e hipnotizado.
Nuestras miradas se fusionaron tanto que se negaban a separase.
—¿Cómo haces para cargar con tanta belleza?
Aquello me pilló por sorpresa y me hizo sonreír demasiado, tanto que hasta mis ojos se achicaron por mi sonrisa. Solté una risa de pura felicidad y bajé mi mirada rojo del alago.
Y por mucho que quisiera no podía bajar aquella sonrisa tonta que me había provocado que iba de oreja a oreja.
—Lo digo en serio. Me encanta como te has vestido hoy. —Pasó su mano por mi pelo empeorando el asunto.
Me quedé con la boca entre abierta sin saber que decir o poder hablar. Aquello subió mi autoestima por encima de las nubes y de nuevo solté otra risa tonta.
Él también sonrió, poniéndose rojo. Bajó la cabeza y miró debajo de la mesa.
—Mira esto, Mimado. Te gustará.
Levanté una ceja mirando a mi alrededor. Al ver que estábamos solos también bajé la cabeza, echando mi pelo detrás de mi oreja para poder ver.
Debajo de aquel lugar estaba repleto de pegatinas. Abrí los ojos sorprendido.
—Las hay donde menos te lo esperas.
—Ya veo.
—Una vez lograron pegar una en uno de los techos del pasillo de cuartos.
Me puse de rodillas en el suelo mirando hacía arriba. Noah también me imitó poniéndose delante mía.
De entre todas había dos que resaltaban.
La primera de unos muros con una frase en palabras rojas.
"Los muros son la venda del ignorante "
Alcé la cejas, y miré a Noah.
—Suena loco, ¿verdad?
—Y tanto.
La otra pegatina era de un puño levantado en llamas. Que decía lo siguiente en letra cursiva:
"En cada dictadura hay una revolución. "
Alcé ambas cejas.
De nuevo esa frase. Como la de la pegatina del baño.
—Veo que no soy el único que piensa así de mi padre.
—Yo sólo espero que cuando subas al poder no te linchen.
Sonreí negando con la cabeza.
—Todo cambiará cuando esté ahí arriba.
—Confío en que así sea. Podré decir que mi amigo es el jefe.
Tragué saliva al oír amigo. Bajé mi mirada y salí de debajo de la mesa.
Una vez arriba Noah intentó salir pero se golpeó la cabeza.
Enseguida llevé mis manos a su cabeza tocando sin querer de nuevo su pelo. Retiré las manos de inmediato y las moví nervioso mirando a todas partes.
—Estoy bien, solo me quedaré más tonto de lo que era.
Mordí mi labio respirando nervioso. Cuando salió por completo me sonrió frotando su cabeza. Y se colgó la mochila a su hombro.
—Anda, vámonos antes de que tengamos que irnos a la enfermería.
Me levantó dejándome de pie con su brazo rodeando mis hombros, y el mío rodeando su cintura. Comenzó a balancear nuestros cuerpos y me tragué de nuevo la risa para no arruinar su momento.
—Mira esto, Mimado. —Me giró para que lo mirará y ahora estábamos cara a cara.
Luego me hizo poner mis pies sobre los suyos y mis manos en cada unos de sus hombros. Entonces rodeó mi cintura con su mano. Por la tela de mi camiseta sentí como si sus manos estuvieran ahí verdaderamente. Y un frío escalofrío recorrió toda mi espalda junto con el erizar de mi piel.
—Así bailariamos si vinieras al baile. —Dio giros lentos, retrocedió y avanzó pero en ningún momento dejarnos de mirarnos.
Sería increíble ponerme de puntillas y besarle mientras que por la sorpresa el rodeaba todo mi cuerpo estando más juntos.
Pero estábamos en público.
Y esos pensamientos no eran reales.
Típico de Noah. No aguantó cinco minutos sin chincharme así que me cargó con gran rapidez sobre su hombro y nos sacó de la biblioteca al pasillo.
Había hecho un trato con Noah, que obviamente no iba a cumplir, para que me bajara. Nah, no se lo crean, os estaba tomando el pelo. Pero en realidad me soltó porque le di pena.
Y en medio de la mejor acnedota que Noah me había contado hasta el momento. Vi a una persona que nos interrumpió al final del pasillo.
Dallana se acercaba furiosa y rápida hacía nosotros con cara de pocos amigos. Y aquello no me transmitía nada bueno.
¿Y si contaba algo falso sobre la fiesta para separarme de Noah? Algo como que había sido yo el que le había intentado hacer daño.
—Tenemos que hablar. —Se dirigió a Noah como si mi presencia fuera en vano.
—Un hola no estaría mal sabes. Lo vas a poner triste. —Rodeó mi cuerpo con fuerza por un momento.
—Tenemos que hablar —Sus ojos verde brillaron —. ¡Ahora! —Insistió sin dirigirme la mirada. Respiraba agitada y si mi memoria no me faltaba llevaba la misma sudadera de ayer.
—Está bien —Noah me miró extrañado —. Espera aquí Blue. —Me señaló y se metieron a una clase vacía.
Entonces aproveché que ella dejo la puerta entre abierta para escuchar lo que decían.
Lo sé, está mal, disculparme. Pero no me reprochen, ustedes también quieren saber. Y Noah parecía preocupado.
—¿Se puede saber que te pasa? —comenzó a decir él. Estaba enfadado, nunca lo había visto así —. Sabes, no he estado todos estos día escuchándolo y apoyándolo en todo para que tú ahora lo mandes a la mierda haciéndole sentir mal. Él se ha convertido en algo especial para mí, y no voy a dejar que gente como tú lo lastime más de lo que ya está. Así que cambia tu actitud con él porque lo de la fiesta de anoche me huele fatal, Dallana.
Ella resopló poniendo los ojos en blanco y le dedicó una mirada de desacuerdo a Noah. Él frunció las cejas mirándola desde arriba con los brazos cruzados. Aquella aura que desprendía no era parecida a cuando hacíamos bromas. Él estaba verdaderamente enfadado.
—¿Me ves cara de que me importe?, de seguro solo está jugando con nosotros.
Noah tomó aire llevando sus dedos a su entrecejo. Zapateo en el suelo mientras ella sonreía de oreja a oreja.
Entonces Dallana se situó frente a él y rebajó su tono. Sentada en una de las mesas.
—Me parece increíble que te ablandes tanto por un gilipollas de arriba.
La ira comenzó a recorrer mis venas. Igual que anoche. Me daban ganas de irrumpir en esa sala y pegarle un guantazo a esa chica.
Noah emitió un gran suspiro para no gritarle por su falta de respeto, y llevo sus manos a su cabeza en un gesto de desesperación. Y mientras Noah se intentaba serenar Dallana y yo cruzamos miradas. ¿Y que hizo ella?, sonrió con una mirada digna del demonio.
Y lo que precedió a eso simplemente fue como una apuñalada por la espalda. Un balazo dolía menos que lo que tuve que ver.
Ella se inclinó y juntos sus labios con los de Noah .
Retirando sus brazos cogiendo sus manos, y de puntillas comenzó a besar fuerte a Noah mientras me miraba.
«Auch.»
Cualquier sentimiento fue desactivado de mi organismo. No era capaz de nada, simplemente me apagué y una fría sensación comenzó a recorrer todo mi cuerpo. Junto con un gran dolor en el pecho y garganta.
Todo daba vueltas a mi alrededor. Todos los recuerdos con Noah de los días anteriores se reproducieron como una película. Haciéndome sentir un completo inútil, por haber ido con intención a por Noah.
Conque eso era lo que se sentía cuando te rompían el corazón, vaya.
Un dolor que dolía más que todos los que había experimentado antes.
Y de inmediato me entraron unas terribles ganas de llorar, y me largué sin mirar atrás. A paso muy rápido, demasiado rápido. Los sollozos se empezaron a hacer escuchar pero yo no dejaba libres mis lágrimas.
Quería correr para llegar a mi cuarto y llorar a mares como nunca, así hasta dormirme y no despertar nunca. Y mi cerebro solo me repetía una frase en mi mente.
Una puta frase:
Ella lo logró antes que tú.
Pero entre mis intentos de escapar de ahí, alguien empujó de mi brazo y me metió al baño.
Noah
Me quité de encima a Dallana de un empujón después de un forcejeo. Ahora sí había pasado el límite de mi paciencia.
—¿¡Qué diablos te pasa !? —La comencé a mirar asustado, esa no era mi amiga, ella nunca haría eso. Nunca intentaría sobrepasarse —. Alejate. —Le ordené con el miedo a que intentara algo más.
—¿Qué pasa? ¿Ya no te agrado? —dijo demasiado cerca de mi rostro.
—¡Qué te jodan, Dallana!
Le grité con mi mayor ira. Ella me había faltado el respeto, pero peor que eso, a Blue.
Me fui de ahí con el mismo o más temor de antes. Pero cuando quise ir a por Blue ya no estaba. ¡Mierda! ¿Dónde te has metido compañero? Te juro que no es lo que parece. ¡Joder!, seguro se había sentido mal al ver eso.
No, no, no.
No podía perderlo después de todo el esfuerzo que había hecho por él.
Por favor Blue, esto no es lo que piensas, ¿dónde estás?
Te necesito, Blue.
—¡Blue! —grité hiperventilando mirando a todos los rincones. Limpié mis labios furioso, estos no eran para ella. —. ¡Blue, compañero! —me giré y vi a Dallana en el pasillo.
Ella lloraba con la respiración acelerada mirándome furiosa. Me giré por completo apretando la mandíbula. Esto había destruido a Blue en mil pedazos, y yo no podía ir en su ayuda. Le señalé que se fue fuera de mi visita porque si no íbamos a tener un problema gordo.
Blue
Cuando reconocí a la persona que me había empujado se me heló la sangre, eso era poco para describir lo que sentí.
—Vaya Parckson. —comenzó a decir Diego acoralandome contra la pared sin permitirme moverme.
—Atrevete a tocarme y estarás muerto. —comencé a hiperventilar, y la tristeza se transformó en miedo, activé mi instinto de defensa.
Soltó una risa digna de un psicópata y comenzó a revisar algo en su bolsillo.
Por favor, ¿podía entrar alguien? ¿Sí chillaba alguien me escucharía? Un silencio demencial se acomodó en aquellos baños y yo sólo me ponía más nervioso.
Cuando vi lo que sacó de su bolsillo me asusté de verdad, un trozo de cerámica potencialmente punzante. Y un trozo muy grande.
Comencé a intentar dar patadas a las piernas del pelirrojo pero él me lo devolvió en una fuerte rodillazo en el adomen, que me cortó por unos segundos la respiración y me provocaron la tos.
No podía usar mis poderes, el miedo era demasiado y este anulaba cualquiera de mis poderes. Y tranquilo sería la última palabra con la que definiría mi estado de ánimo actual.
—Te arrepentirás de esto Diego, no sabes donde te metes. No sabes lo que es capaz de hacer mi padre.
Presionó con fuerza mis mejillas con sus dedos y se acercó a mí oído.
—Dile a tu padre que me coma los huevos.
Diego era más fuerte de lo que aparentaba. Y yo estaba cansado y débil.
La fría cerámica tocó mi siens y se hundió en mi blanca piel que se comenzó a teñir de rojo.
Quise chillar de dolor pero él tapo mi boca con rapidez y mis gritos de sufrimiento sonaban ahogados.
Comencé a palpitar sus brazos mientras él seguía rajando mi piel y cuando encontré su cuello pellizque con las pocas fuerzas que me quedaban su nuez. Haciendo que este se ahogara y cuando bajó la guardia, dejé caer un patada en su estómago y luego un puñetazo en su cara tirándolo al suelo.
Observé cómo tosia e intentaba recuperar el aire, a fin de cuentas los consejos de mi padre sirvieron para algo.
Tomé aire mientras una gota de sangre cayó en el suelo, evite mirarla. Me acerqué a él y otra patada impactó en él con la finalidad de liberar la cerámica y así lo hizo.
Nadie me podía castigar si lo dañaba, mi padre ponía las reglas. Y si era en mi defensa, tenía vía libre.
Pero...
—¡Para! —me suplicó con un llanto en su garganta. —, tú ganas, vete.
Sí, y yo soy gilipollas.
—Ahorrate los monólogos Diego, he vivido todo mi vida rodeado de ellos. Ya no me creo ni uno.
—¡Lo digo en serio!
No le quité ojo de encima algo no me cuadraba. Y como no, la vida dándome una de muchas patadas en el culo.
Diego intento estirar de mi tobillo, y cuando aparte este me cogió del otro y caí al suelo.
Cuando vi que iba a por la cerámica intenté pararlo pero él fue más rápido. Y en un segundo estaba sobre mí intentado clavarme el objetivo en el pecho.
Forcejeaba apretando mis dientes y ojos dando todo lo que quedaba de mis fuerzas. Grité fuerte pateando su cuerpo, pero nada funcionó. Él cogió mi cuello con la otra mano y me empezó a ahogar.
En un último intento desesperado patee su pierna debilitando su pulso, y fui yo el que le clavó el objeto. ¿Dónde?, no lo sé. Huí a mi cuarto aterrorizado, por haber podido matar a alguien.
Me lancé a mi cama sin importarme las sábanas blancas y entonces solté el grito de dolor que me habían silenciado. Y rompí en llanto con mi pecho y herida dolientes. Temblaba e hipaba, me dolía todo, no aguantaba más. Estaba roto. Necesitaba a Noah, necesitaba abrazarle.
¿Qué era este dolor que sentía? Jamás lo había experimentado, ese vacío en mi pecho que me empezaba a consumir.
El corazón me iba a mil al acordarme del beso. Y sólo quería que todo fuera una pesadilla.
Necesitaba a Noah, pero esta vez no como un amigo. Realmente sí que amaba a Noah. Al verlo desvanecerse entre mis dedos e irse para siempre de mi lado.
Había sido ahí, cuando mi corazón le había gritado a mi cerebro que todo este tiempo ame a Noah. Amaba la forma en la que me miraba, en la que me hablaba.
Pero eso sólo se había quedado en simples recuerdos.
Desconsolado llevé mis manos a mis ojos arrastrando lágrimas, maquillaje y algo de sangre de la herida que se escondía tras mi pelo. Soltaba gritos de agonía y sufrimiento mientras un montón de cosas pasaban por mi mente.
Era como si me hubieran hecho una operación abierta, hubiesen cortado mi corazón en dos. Y mientras derrama toda su cálida y ardiente sangre por mi interior, me hubiesen cerrado y soltado a patadas del quirofano.
Enrede mis dedos en mi pelo comenzando a respirar mal y me tragué un grito para intentar calmarme a mí mismo, porque nadie más lo iba a hacer. De nuevo tapé mi rostro con las palmas de mi mano y comencé a llorar más sonoramente dejando caerme a la cama.
No podía controlar mi cuerpo, este temblaba sin control. Mientras mi cerebro volvía a repetir lo mismo —Viste, nunca estaréis juntos, ellos son novios, pareja. Llegaste tarde. —Quería correr, quería huir, simplemente quería desaparecer. Me dolía todo el cuerpo, tenía frío y está roto.
—¡Joder! —grité hundiendo mis dedos en la piel de mi rostro mientras mi respiración se aceleraba más.
«A veces me gustaría fingir mi muerte para ver quién vendría a mi funeral y quien lloraría.»
Seguramente nadie.
De pronto la puerta se abrió violentamente haciendo que yo detuviera cualquier acción. Y puede notar como la mirada de mi padre recaía en mi. A pesar de tener las manos en mi rostro.
No me moví, simplemente me quedé ahí, a la espera de que dijera algo mientras lo único que se podía escuchar era mi acelerada respiración contra las palmas de mis manos. Me daba miedo bajar mis manos por la condición de mi rostro y sangre.
Chasqueó la lengua acompañado de una risita.
—¿Ya te diste el golpe de realidad? Estaba tardando.
Sentí su presencia tan cerca mía que hasta temí que pudiera oler mi dolor.
Y nada, silencio, solo silencio. Eso me hizo ponerme aún más alerta. Y cansado y corrompido por el miedo, baje mis manos de mi rostro lentamente mientras me llevaba por delante todo el maquillaje.
Y nos miramos.
Sólo rezaba para que él no viera mi herida y sangre. Porque si no, sí íbamos a tener problemas.
La única luz que entraba era la de la puerta abierta, por lo que no podía ver bien su rostro.
—Mírate —me dijo con una expresión de decepción —. Me das asco —Soltó un suspiro y desvío un momento se mirada para luego volver a mí —. Ya te dije cómo iban las cosas, te dije que él nunca te podría amar. Has basado los últimos días de tu vida en él. Y ahora no puedes vivir —Soltó un suspiro y se dirigió a la puerta, pero antes de irse me miró. —. Ven a cenar, y hazme un favor. Límpiate esa estúpida cara, eres una decepción tras otra.
Dio un portazo y yo estallé nuevamente en lágrimas.
Después de un tiempo me obligué a levantarme y a lavar mi cara sin mucho esmero. Ni siquiera miré mi herida, solo la tapé con mi pelo. A ver si con suerte se me infectaba y me mataba de un coágulo en el cerebro. Temía demasiado haber podido matar a Diego, y que se descubriera que fui yo. Y entonces ya nadie me quería.
Cogí mi fiel mochila y me fui, sintiendo vacío y dolor. El sueño batallaba con la tristeza. Ya no tenía fuerzas ni para caminar.
Enteré al comedor y lo primero que vi fue a él en una camilla tatuandose la clavícula mientras de fondo sonaba "The chain de Fleetwood Mac."
Aparentemente íbamos a cenar solo los dos juntos. Por las horas que eran el resto ya había acabado, y tan solo quedamos yo y mi padre.
Me dejé caer en el banco y paré a Beatrix que era la otra persona que se encontraba ahí, la abracé y hundí mi cabeza en su abdomen.
—Blue. —me llamó apenada, miró en todas direcciones y rodeó mi cuerpo inmóvil, rompiendo su trabajo. Hoy llevaba de nuevo esas pequeñas trenzas que le hacían los niños.
Sentí como sus pequeñas manos se posaban en mi espalda y cabeza. El parón de la máquina de tatuar me hizo mirara en esa dirección, a mi padre. A ese gilipollas, lo observaba con tanto odio que temía que su cabeza estallara en mil pedazos por algún nuevo poder.
Entonces él sintió esa mirada sobre su persona, y me miró. Lo hizo con indiferencia, como si todo le diera igual.
—Blue —el rostro de Beatrix se posicionó frente a mí y sus manos acunaron mi rostro. —. ¿Estás bien?
Dejé reposar mi espalda en la mesa y por un momento dude si afirmar o negar. Si hablaba lloraría, así que levanté mis hombros y desvié mi mirada.
También en parte porque mi padre estaba ahí escuchando. Beatrix quiso acariciar mi cabeza pero el mencionado llegó y se lo impidió. Ella nos miró a ambos acabando en mí con las cejas hundidas. Se olía que algo no iba bien. Porque estaba ahí sentado con toda la cara manchada de lágrimas, y sin estar con Noah.
—Veo que al final te lo has hecho. —le informé, refiriéndome al tatuaje de una pequeña cruz en su brazo. También me di cuenta del otro nuevo, una polilla de la muerte en la clavícula.
—Y tú te has quitado esa mierda de maquillaje.
Giré mi cabeza para mirarle con ira y él me sonrió malicioso. Con esos ojos azules brillando más oscuros que nunca.
No dejó de mirarme mientras se colocaba una camiseta de manga corta gris.
Levantó sus cejas arrugando su frente.
—¿Qué pasa? —me susurró cuando acabó de vestirse. Alzó la cabeza y se fue acercando más a mí.
Se mantuvo casi pegado a mí por mucho mientras yo lo miraba con la cabeza alzada y el ceño fruncido.
Mi respiración chocaba con los mechones de mi pelo que se movían por encima de mí frente. Apretaba mis puños y labios conteniendo mi aura. Él sonreía de forma dental con la lengua en su paladar mirándome con toda la tranquilidad que contiene una persona.
En un momento dado apretó sus labios y pateó mi pie izquierdo en un ligero golpe. Aquello eso me hizo levantarme desafiante.
Y cuando estaba en medio de mi maldecimiento visual él giró la mirada y se fue después de golpearme el hombro.
—Blue. —Suspiró Beatrix acunado de nuevo mi cabeza, la miré fijamente a sus ojos miel.
—¿Me puedes maquillar porfa? —Le pedí con el delineador en la mano.
Aquello me hizo acordar de cuando Noah lo hizo por mí, y un nuevo nudo en la garganta apareció.
Ella asintió y comenzó con lo pedido. Todo iba casi bien, yo apoyado en la mesa, ella maquillándome. Pero como siempre, mi padre tenía que cagarla.
—¿Cuándo vas a dejar de ponerte esa mierda en la cara? —inquirió de forma violenta pegado a nosotros. —. Se te van a caer los ojos de las cuencas.
Quise abrir mis ojos para lanzarle una mirada desafiante pero ella me lo impidió.
—No le diga eso al crío. Hoy no es el día.
—Mira Beatrix Theano —La señaló con el dedo —, lo primero no es un crío —Le arrancó el delineador de su pequeña mano, y lo lanzó al aire. Usé mis poderes y lo atrapéantes de que cayera al suelo. Mirándolo con ira con restos de aquella niebla azul —. Y lo segundo, ni tú ni nadie me pueden decir lo que hacer con mi hijo. Te guste o no, aquí mando yo, y si quiero te mando a la calle. —Su altura creció al lado de la de ella, teniendo que agachar la cabeza para mirarla.
—¡Enserio... —se quejó pero él la cortó con una mirada.
—¿Perdona? —Arrugó sus cejas girando su cabeza con su mano en la oreja —. ¿Ibas a decir algo? —Comenzó a caminar dirigiendo a Beatrix contra las mesas. Tragué saliva y guardé el delineador en el bolsillo por si me tenía que meter.
Beatrix repitió la acción de mi padre decidida y sin temor a salir herida.
—Que usted no se ha roto la espalda para cuidarlo. Todo lo contrario, usted lo ha roto a él.
Mi padre chistó desviando la mirada y apretó con fuerza su puño, volvió a mirarla y vi la ira reflejada en sus azules ojos.
—Tú no sabes nada de lo que yo hago con la gente, Beatrix. —Señaló a la nada —. Las rompo porque sé exactamente donde pinchar —La miró de arriba a abajo y alzo la cabeza. —. ¿Y quién te ha dado voto de palabra en esta conversación?
—Creo que no lo necesito, soy lo suficiente independiente...
A él se le oscurecieron los ojos sonriendo de forma ladina. Entonces me miró de reojo para volver a ella.
«Alerta por manipulación emocional cercana. Activen todas las alarmas. »
—Mujeres como tú no valen un duro en este lugar. De no ser por hombre como nosotros estaríais muertas ahí fuera.
Ella se acercó mucho más decisiva a mi padre.
—Yo creo que los hombres como tú necesitáis de una mujer, porque tenéis la masculinidad tan frágil que no sois capaces de daros autoplacer, y necesitáis a una mujer para ello.
Mi padre hizo una mueca y sonrió.
—No es culpa del resto de hombres que vayáis probovando a los demás con minifaldas y esas cosas.
Ella pegó su rostro al de él. Con los labios apretados y cejas arrugadas.
—Mire, a mí también me gustan las mujeres y no me mojo cuando las veo en ropa corta.
En repuesta mi padre agarró el brazo de ella con fuerza, y Beatrix le respondió plantando una hostia en la cara. Decisiva y con la mano bien abierta. Acto seguido se fue a la cocina con el mentón bien alto dejando escuchar sus tacones contra el suelo.
No puede evitar soltar una risa ahogada al ver la cara que se le quedó a mi padre. Recuerden rezar todas las noches a nuestra diosa Beatrix.
El plan se le había escapado de las manos.
Llevé mi mano a mi boca aguantando la risa, al fin algo bueno hoy.
Al escúchame me lanzó una mirada de enfado. Paré en seco y carraspee. Él se dirigió a su asiento al final de la mesa y me indicó que me sentara junto a él.
Soplé mirando a mis espaldas, el gran comedor con los restos de la poca gente que aún cenaba.
Se me revolvió el estómago al ver a lo lejos la mesa donde debería estar. Y aparté la mirada para no tener que ver a Noah.
Esa pesadilla se había hecho realidad.
—¿Te vas a sentar hoy o mañana? —Su voz interrumpió en mis pensamientos —. Si logras verlo desde aquí te felicito. Dotas de una buena vista.
Dejé la mochila en el asiento de mi derecha y me senté para empezar a cenar.
Pero tenía un plan por todo lo que me había hecho hoy. Por haberse reído en mi peor momento.
Preparen palomitas y ajusten sus pantalones.
«En verdad no fue para tanto, pero qué sería de la vida sin algo de emoción.»
¿Que qué hice? Sencillo, cuando Beatrix pasó con la bandeja de copas y bebidas hice que todas cayeran sobre él.
Eso le pasa por misógino de mierda, por ti mi diosa.
Después todo ocurrió demasiado rápido. Él se levantó con las manos alzadas murmurando. Pero al ver que una luz más le iluminaba me miró. Sus rostro y ropa mojada brillaron de mi aura azul.
Beatrix me miró bajando la bandeja, y no sabía cual de los dos me reñiria primero.
Mi padre se giró y le pidió a ella que volviera a la cocina en su susurró.
Beatrix me dedicó una mirada antes de huir.
—¡Es que no te ha bastado ya con lo de esta mañana! —Fue lo primero que me gritó y seguido cogió el cuello de mi sudadera y me levanto del asiento —. ¿Qué diablos te pasa para siempre buscarte problemas? —Me miró negando con el ceño fruncido, cogió mis mejillas y temía que mi mandíbula se rompiera —. No es mi culpa que te hayan roto el corazón, pero no puedes conportarte así, te avise de que...
—¡¿Qué ?! —le corté antes de que lo dijera. —. ¡Venga, dilo!
—Blue —Movió su otra mano. —. Estás agotando mi paciencia.
Cogí aire en un intento de no reírme negando.
—¿Ahora eres tú la víctima?
En cuestión de segundos su expresión paso de enfado a risueña. Porque literalmente comenzó a reír, a descojonarse.
Me soltó y negó riendo, girando sobre sí mismo. En un momento soltó una carcajada que retumbó en mi interior congelando mi sangre.
Al darse la vuelta extendió la larga barra de metal extensible que había adquirido en los últimos días.
—¿Quieres que hablemos de víctimas? Convirtamos a uno de los dos en una verdadera.
Me miró dispuesto a pelear si hacía falta, con una mirada que nunca le desearía a nadie. Esos ojos azules se oscurrecieron más que nunca. Mirándome desde las alturas.
Me apunto con aquella arma, pero de nuevo sus acciones se vieron interumpidas.
Sonrió cogiendo aire y de la nada cambió su expresión. A una de dolor. Cerró los ojos con fuerza poniendo una mueca, llevándose las manos a su pecho. Y acto seguido gritó haciendo que mi piel se pusiera de gallina.
Miré a todas partes, ¿y si eso era real? ¿Y si de alguna forma algún cristal le había hecho daño?
Recorde su dato perturbador de que un trozo de cristal se podía ir por el sistema nervioso hasta obstruir tú corazón.
Volvió a gritar pero esta vez parecía llanto.
—¿Papá? —pregunté asustado como un niño pequeño. Y sin darme cuenta volví a mi yo normal. Para nada valiente, no como siempre quería dar a ver.
—¡Callaros! —gritó en un lamento, llevando sus manos a sus oídos como si algo realmente le doliera. Podía ver alguna lágrima caer por sus mejillas y acabar en su húmeda ropa.
¿Qué debía hacer? Llamar a alguien. Estaba en apuros, le había hecho daño, y mucho.
Cuando tenía mi mochila colgada a mi espalda dispuesto a irme él me freno en secó cogiendo mi brazo.
—¿A tí no te molestan? —me preguntó con algo de llanto. Su mirada estaba perdida.
—¿El que? Dime que te pasa, Papá —susurré, con los ojos rotos.
—Las voces. —murmuró, no lo reconocí. Ese tono era de vulnerabilidad.
Busqué en sus ojos la chispa de maldad, la mentira. Pero no la encontré, tampoco había restos de sustancias, hablaba en serio.
—¿Qué te ha pasado? —Saltó llevando sus dedos a mi herida, pero yo me aparté atemorizado.
—¡Nada! —respondí firme con la voz algo rota.
—Dímelo, te lo pido. —me ordenó, mirando sus dedos con enfado y lágrimas por la persona que me había hecho eso y luego me miró a mí.
—Diego. —respondí.
No sé cómo ni cuando, pero enganchó mi mochila en la decoración del respaldo de su silla.
Sonrió de oreja a oreja con las mejillas completamente húmedas. Se acercó a mí cogiendo mi mentón.
—¿Te gustó la actuación? La próxima la versión extendida —rio y palpó mi mejilla. —. Hijo. —Hizo un puchero comenzando a bacilarme.
Cargó su arma y salió corriendo.
Me cago en la puta, había caído como un estúpido.
—¡Papá! —lo llamé intentando seguirle pero cai al suelo, ahora no es el momento para besar los azulejos Blue.
Me levanté acojonado y llamé a Beatrix comenzando a llorar.
—¡Beatrix! —Cuando apareció lo solté sin rodeos. —. ¡Papá va ha matar a Diego!
Corrimos, corrí. Bajé las escaleras con mi corazón y respiración agitada. Todo se comenzaba a nublar a mi alrededor, ¿sería demasiado tarde?
Diego se encontraba en el tenue baño, intentando desenterrar la cerámica de su cuerpo con gran sufrimiento. Que se podía reflejar en sus jadeos de dolor y expresión facial. Pero fue interrumpido por Víctor, que le apuntó con su arma. Esta simplemente apuntaba a su pierna, pero el cañón se vio desviado por la acción de Beatrix de intentar evitar lo inevitable. Y finalmente la bala fue a parar al cráneo del joven que se desplomó ya sin vida en el frío suelo de aquel habitáculo. Habiendo estado agonizando por una hora, hasta su terrible desenlace.
Eso fue lo último que vi de Diego, su cuerpo tendido en el suelo y a su alrededor un charco de sangre como alcritan. No pude ver su cara porque cayó boca abajo, ahora su pelo lucia mucho más rojo.
Y agradecí que mi padre y Beatrix me impidieran ver más poniéndose en frente.
Antes de que se dieran cuenta de mi presencia salí corriendo. Corría mientras las lágrimas me dificultaban todo, mientras todo se volvía más oscuro. Mientras mis pulmones me traicionaban una vez más. Mientras ese puto escenario me observaba mientras trataba de huir de algo que tarde o temprano me iba a acabar dando.
Mientras mi mochila subía y bajaba con rapidez junto con mis piernas.
Había matado a Diego, de cierta manera yo había cargado el cañón de esa pistola.
En frío viento se llevaba mis lágrimas. Y aquel pasillo parecía no tener fin.
¿Qué dónde iba?
Al cuarto 2B, el de Noah, donde sería bienvenido.
.....
¿Qué tal están ? , este capítulo fue realmente 🤯 , no creen . Bueno espero que les haya gustado . ¿ Qué creen que va a pasar en el siguiente capítulo ? ¿ Cuál fue vuestra parte favorita de este?
Yo solo les adelanto que en el siguiente capítulo toda la comunidad shipper de Noah y Blue van a quedar así : 🤭😳.
Como diría Blue : " preparen las palomitas y ajustesen los pantalones
En fin , les quiero mucho . Y recuerden ser buenas personas , que nuestra diosa Beatrix nos está viendo ;)
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