[ 22 ] ฿‡ LA CHARLA ‡฿
La "bomba nuclear" de papá
La lluvia había parado de caer sobre mi ventana después de un buen rato de bullicio.
Pero lo que me despertó no fue otra cosa que la puerta abriéndose bruscamente por culpa de mi padre.
Aquello me produjo dar un gran bote de la cama, y no pude evitar soltar un gran quejido. Según yo era imposible que ya se hubiera pasado toda la noche. Apenas me sentía descansado.
El peque no estaba y aunque estuviera ni mi padre ni nadie podría verlo. Nunca lo han hecho.
Mi cara estaba manchada de lágrimas, sí, para que voy a mentir. Esa noche llore más que dormí. Con razón tenía tanto sueño.
Mi padre comenzó a zapatear en el suelo junto a mi cama, eso me estaba tocando las pelotas y me estaban entrando unas terribles ganas de volver a pegarle como la otra noche.
«Relájate Blue, solo, respira...»
«A la mierda con ello.»
-¡Qué! -grité levantando la cabeza de la almohada con una voz ronca.
Lo miré con cara de asesino serial, con mis labios apretados, cejas hundidas y frente arrugada. Él mantenía esa cara sin expresión, labios rectos y ojos entornados sin vida.
-Para tu información, llegas un poco atrasado a tu encuetro. -me informó y por un pequeño momento, uno muy pequeño, me lo creí. Hasta que agarré el móvil para ver la hora.
-Esto no me puede estar pasando, maldi... -murmuré pero me mordí la lengua -. Son las seis de la mañana -Sonreí sarcastico enseñándole el movil -. ¡Las seis! -Estampé el viejo móvil en la mesilla y me volví a tumbar. -. Las clases no comienzan hasta las ocho y media. Deberías saberlo.
-No me digas, gracias por recordármelo -De nuevo ese tono vacilante. Pausa. -. Pero hoy no vas a ir con él.
Ya lo que me faltaba, que me quitara la única cosa que me hacia feliz.
-¿Por-qué? -pregunté con la cara pegada aún a la almohada y percibí como él se acercó a mí.
-Porque ayer no pagaste tú deuda, y porque lo ordeno yo. ¿Eso te sirve?
Tenía razón, ayer no me había dado la paliza, y eso me llevo a una conclusión. Hoy me tocaba lo doble.
Malditos tratos con el diablo.
-De acuerdo -concluí más calmado. Me debía de mantener firme para no liarla más. La violencia no iba a solucionar nada en esta situación. -. Pero me puedes dejar dormir porfa. Sólo te pido eso.
No me dejó acomodarme cuando me quito las sábanas y me cogió del brazo.
-Levántate si no quieres que te arrastre. Créeme que no será bueno.
Levanté mis cejas con mis ojos aún cerrados y eche aire por la nariz. Un estirón fuerte y firme de su parte me hizo levantarme casi muerto.
-¿Tú te has visto? -me soltó a mala gana. -. ¿Qué impresión se supone que estás dando? Al menos no llevas ese estúpido maquillaje.
Me acabo de levantar qué esperas pedazo de gilipollas.
-Un poco de respeto -le pedí -. Sólo pido eso. Es muy temprano y me acabo de levantar. Me duele la cabeza y no he dormido bien.
Lo enfadé. Abrió la boca sorprendido soltando aire.
-¿Y te quejas? Tú fueiste voluntario a esa fiesta. Ni siquiera te agrada Dallana. Asi que no te quejes -Me señaló con el dedo indice -. ¡Camina! -Lo seguí dirección a los pies de la cama arrastrando mis pasos.
-¿A dónde? -me quejé.
-Hoy recibirás lecciones de mi parte, como antes de que se te fuera la olla en todo esto.
Solté un suspiro acompañado de un quejido y me tiré a la cama. Sus rápidos reflejos me cogieron del brazo pero la gravedad jugó a mí favor. Y caí a la cama tumbado en un nido de nubes que me abrazaba.
Me estaba ganando una hostia y ni siquiera había salido el sol. Lo oí caminar, quién sabe dónde y cuándo creí que se iba a ir, hizo sonar una bocina en mi oreja y casi llego al techo del susto.
-¡Joder! -Tapé mi oído para amenizar el dolor y picor. Un ligero pitido se acopló en mi oreja derecha.
-Te quiero en tu aula en media hora, ¿me escuchaste? -Dictaminó con enfado y señalando la puerta. Era increíble que a esa hora estuviera con su traje y con el modo, tocarle la polla a Blue, activados.
-¡Está bien! -Alcé mis brazos. -. Ahora, ¿me puedes dejar privacidad para al menos cambiarme?
-Faltaría, y hazme el favor de limpiarte la cara y desayunar. No te vaya a dar algo y tenga que correr a la enfermería. Hoy no me apetece hacer esfuerzo físico.
Que ánimos. Así cualquiera se sentía como en casa. Hogar agrio hogar.
Se fue, pero no sin antes dar un portazo, soplé dejándome caer de nuevo a la cama.
Me costó más de lo que me gustaría admitir levantarme de la cama. Pero tuve que hacer algo muy psicópata y darme una ducha por la mañana. Una muy fría para despertar.
Arrastraba los pies por el pasillo e iba como un zombi hasta que llegué a al comedor común de superiores para desayunar. Abrí la puerta con el propio peso de mi cuerpo y dejé que está se cerrará por su propio peso.
Me senté en la mesa que estaba vacía y me quedé inmóvil con el pelo en la cara y echo un desastre mientras di un cabezazo del sueño que tenía. Levanté la cabeza y me rasqué los ojos intentando despertarme, di un bostezo y me asomé a la ventanilla para ver si había alguien en la cocina. Parecía que no había nadie.
El do grave de un piano a mi lado me hicieron dar un bote. Tomé aire mirando a mi padre sentado en ese gran aparato.
Tenía una manía con empezar las mañanas tocando alguna que otra pieza.
Por suerte él me daba la espalda desde la esquina de la habitación. Negué y volví a mi posición de antes. Mirando embobado el vaso de agua frente a mí.
Y por alguna razón me hizo acordar de la pesadilla de esta noche.
Las primeras notas de Nocturne op9 n2 de Chopin. Me cortaron la respiración en un susto. Lo miré de nuevo para luego volver al vaso y a mis pensamientos.
Supongo que tendría que aguantar esa melodía de fondo.
Pensar en esa pesadilla me revolvió el estómago. Porque era uno de esos sueños malos con una probabilidad baja de hacerse realidad.
El fallar de varias notas me distrajeron por unos segundos, haciéndome mover rápido el pie.
¿Y si de verdad estaba destinado a vivir ese sueño? A ver a Noah realizar su vida con otra persona que no era yo. A estar obligado a casarme con una mujer. A tener hijos con ella, y a besarla.
Otro fallar de notas, y mi pie fue más rápido.
No podía vivir eso, no. Yo jamás me sentiría agusto con una mujer así. Nunca las había visto con ese sentido.
Mi padre falló de nuevo y mi aura dio la cara, mi pie iba a salir volando de lo veloz que iba.
Tener que pensar en hacer el amor con una mujer, a verme obligado. Me revolvió el estómago. No podía ser ese mi destino. Ninguna persona había removido en mi lo que Noah. Nadie, jamás.
Yo quería estar con Noah, con él nada me hacía sentir incómodo.
Mi padre dio un golpe a varias notas del piano y mis poderes tiraron el vaso acabando con todo.
Sólo quedó un ligero silencio, y mi respiración algo acelerada. Poco a poco la niebla comenzó a desaparecer de mi alrededor. Haciéndome volver a mi ser.
Miré a mi padre, él se giró y me observó con una mirada cansada.
Entonces me di cuenta de que el agua estaba por toda la mesa. Mi corazón se aceleró.
-Yo... -Tomé aire. -, lo siento Papá.
Él entró a la cónica, y cuando volvió acercándose a mí me hice una bola.
Él alzó la mano.
-Tranquilo, no pasa nada.
Con un trapo comenzó a quitar todo el agua. Y pude respirar tranquilo.
Al alzar la mirada y ver hacia la puerta que se seguía abriendo y cerrando, pude darme cuenta de que Beatrix estaba dentro.
Asi que me levanté esquivando a mi padre dirigiéndome a la zona. Con el nuevo sonar del piano detrás.
Beatrix se llevó un gran susto al verme aparecer con tanto susurró y de forma repentina. Al darse cuenta de que era yo caminó hacia mí risueña.
—Buenos días mi niño —Me abrazó y me dio un beso en la mejilla que me hizo sonreír —. ¿Qué haces despierto tan temprano?
—Imagínate. —Solté una risa mirándola desde arriba. Señalando con la cabeza a la puerta.
Ella volvio a la encimera donde le hacía el desayuno a los demás.
—¿Te cocino algo?
Negué de inmediato.
—No gracias, no te molestes —Me dirigí a la nevera cogiendo la mantequilla, y del estante el pan.
—Pásame dos naranjas, por favor —Vino a donde estaba, miré a arriba y cogí lo que me pidió porque ella no llegaba. Cuando se las di ella sonrió.
Le devolví el gesto y coloqué el pan dentro de la tostadora. Mientras esperaba me senté en la encimera al lado del aparato. Cerré mis ojos por unos minutos, apoyando mi cabeza en el armario de la pared, hasta que ella me despertó de mi casi sueño.
—Toma anda, te vendrá de lujo ya verás. —Me tendía un zumo de naranjas recién exprimido. Ensanché una gran sonrisa ante tal detalle, poniendo recto mi cuerpo.
—No tenías porque hacerlo de verdad, ya trabajas mucho de por si.
Cogí el gran vaso lleno hasta arriba dándole un sorbo a la bebida mientras la miraba rojo. En cuanto sentí el sabor de tal cosa tan simple cerré mis ojos y alcé mi cabeza por un periodo de tiempo corto.
—Ves como te va bien.
—Si duda —Risa —. ¿Y porque haces esto?
—Será posible, Blue —Desvió la mirada y apoyó las manos en la encimera. —. Pues porque te quiero, eres casi como mi hijo.
Reí bajando la cabeza y poniéndome rojo. No sabía que decir.
Beatrix pasó su pequeña mano por detrás de mi oreja y movió mi pelo. Se despegó de mí siguiendo su trabajo a mi lado.
La miré apoyando mis manos en la fría encimera.
—¿Y no te cansas nunca? Cuidas de los escolares de cinco a ocho años, además cocinas para el guili...
—Eh —ella me señaló con el cuchillo, y le echó un vistazo a la puerta —.
No digas palabrotas, y sí, claro que me canso de cocinar para el gilipollas de tu padre. Pero sino, ¿qué puedo hacer?
—Mandarlos a la mierda. —solté una risa y saqué el pan de la tostadora.
Ella se cruzó de brazos enfrente de mí y comenzó a zapatear con sus tacones. La miré confundido y su cara de seriedad hizo que casi me diera la risa, así que me la tuve que tragar.
—A mí no me hace gracia jovencito —ella siempre me regañaba con ese toque de cariño que no pegaba nada con lo que es la definición de reñir. —. No es tan fácil sabes, además a donde iría después de eso —Se quedó callada por un tiempo en el que sólo se oía el cuchillo sobre la tabla. —. No sabemos los peligros que hay detrás del muro donde el sol cegador se esconde.
Negué.
—Bueno, puedo hablar con mi padre para que te quite horas. —propuse untando la mantequilla en el pan que ya estaba listo.
—Sí, ¿no? —Me miró —, y me creo yo que sólo vais a hablar. Conociéndonos de tantos años se de sobra lo que pasaría.
Levanté los hombros y le di un mordisco al pan.
—Yo sólo digo que trabajas mucho y mereces un descanso.
—No —ella sacudió su cabeza y siguió cocinando. —. Da igual, una se acusmbra.
Dejé que mi cabeza se apoyará en el armario que estaba sobre mi cabeza y la miré.
—¿Segura?
Afirmó manteniendo su postura completamente recta y educada como siempre era ella. Y sí, aunque no lo parecía es de naturaleza. Cualquiera no diría lo mismo. Se mete en problemas por mí, y en todos estos años no le he visto nunca llevarse una hostia por parte de padre. La chica tiene más huevos que todos los hombres del orfanato juntos, y era mi chica la única que había ejercido el papel de madre para mí; y la amaba con todo mi corazón. A pesar de la poca relación que habíamos tenido.
Hoy iba realmente guapa, como siempre por supuesto. Una camisa blanca de manga larga con pequeño y disimulado escote metida por dentro de una falda de color beige. Junto con medias de color carne y unos tacones blancos. Y por supuesto, sus característicos labios rojos.
Entonces alguien estampó la puerta de la cocina, provocando que se me cortara la respiración. Al girarme vi a mi padre con sus manos en su entrecejo. Miré a Beatrix, que respiraba agitada, se había pegado un susto.
Mi padre se fijó en mí y negó viniendo hacia mí.
¿Qué había hecho yo ahora?
Me cogió de las piernas y estiró de estas bajándome de la encimera al suelo.
—No te he enseñado modales para que te los pases por las pelotas.
Una mirada desafiante es lo último que pasó, al menos interesante. Nada más él se fue, Beatrix se puso a limpiar y yo desayuné rápido. Para cuando me quise ir, los superiores ya estaban desayunando. Hablando mal de todo lo que no era normativo, en un tono demasiado elevado.
Les eché una mirada de desacuerdo y rabia, y me fui a terminar de arreglarme.
Ahora mi pelo negro estaba peinado para todos lados, mis ojos azules más maquillados de negro que nunca. Me atreví con un conjunto de pantalones vaqueros anchos rotos y negros, con un color desgastado. Una sudadera de Nirvana, con el logo también desgastado, que corté a la altura del pecho. Y debajo una camiseta de rayas blancas y como no, ya lo saben, negro.
Aquella escena de yo caminando hacia el aula, hubiera quedado perfecta a cámara lenta y con música épica de fondo.
Pero eso no era posible más allá de mi imaginación. Me tendré que quedar con la música de mis cascos.
Entre a clase pero su carraspeó me hizo salir de mi película, y detenerme en el marco de la puerta.
La música épica se cortó como un disco rallado, haciéndome volver a la realidad.
—Sal y toca la puerta. Y cuando te de permiso entras. —Ni siquiera me miró, ¿de verdad?
—No voy a hacer eso. —Me crucé de brazos y solté un suspiro. ¿En serio creían que se merecía respeto después de todo lo que me hizo?
Finalmente y para no discutir le hice caso. Y se demoró tanto en darme paso que estuve por irme y volver a mi cama.
Cuando me dio permiso entré pero algo me paralizó. La larga regla de madera estaba sobre una de las múltiples y solitarias mesas verdes. Se me paró por completo el corazón y la respiración, era incapaz de dar un paso.
—Vaya —él tapó mi visión y yo subí mi mirada hasta verlo directamente a los ojos —, es increíble cómo algo tan simple puede paralizar a un hombre —Entonces me soltó una mueca de asco. —. ¿Dónde te has dejado la otra mitad de la sudadera?
—Donde se quedó la otra mitad de tu cerebro.
Si Noah estuviera aquí me hubiera pegado una cachetada por ir en contra de sus lecciones.
—Se trata de clases no de ser un prostituto.
—A ver si con suerte alguien me quiere de una vez por todas. Y me escapo de este infierno de orfanato.
Soltó una ligera risa.
—Eso es ilegal, créeme.
—¿Y cuándo has hecho tú algo legal? Y no me sirve nacer o el resto de funciones vitales.
Eso lo enfado, frunció el ceño y dio un gran paso hacia mí.
—Siéntate, y no me hagas enseñarte lo que es ilegal. Sabes de lo que soy capaz. —Me señaló una mesa enfrente de la gran pizarra de tiza.
Lo rodeé con su misma energía de enfado y me senté muy bruscamente, ese estruendo se esparció por aquellas paredes sin más vida que nosotros dos.
Él fue a la pizarra con la intención de escribir algo, y así lo hizo. Pero no iba a prestar atención a sus "lecciones" para saber gobernar, que siempre acababan en la física o filosofía. Así que me puse a dibujar y desconecte por completo.
Ahora que me acordaba, quedaban dos días para el baile de iniciación. Realmente me apetecía ir. Pasar desapercibido entre todos por primera vez. Sentir esa emoción de pensar en que ponerme, en arreglarme. En no dormir la noche de antes. Y en buscar a tus amigos. Esas mariposas en el estómago cuando veías a todos correr por los pasillos apurados.
Imaginarme arreglado, con Noah entrando al coliseo. Estando con la música ambiental de fondo. Disfrutar de esa adrenalina juntos. Conocer a más gente y reír mientras nos divertimos.
Pero, ¿cómo iba a ir? O sea ya sé, caminando. Pero me refiero, ¿con qué permiso? Y que me podría poner, hice un repaso mental de la ropa que tenía.
Todo demasiado grunge y negro, maldición.
—¡Blue! —su grito me hizo dar un bote y tuve que llevar mi mano a mi boca porque aquello me había asustado bastante.
—¿Qué? —pregunté seco sin hacer contacto visual por el miedo. Sólo esperaba no haber pensado en voz alta.
—Deja de dibujar y presta atención.
Di un gran soplido y puse mis ojos en blanco cruzandome de brazos. No quería hacer esto, socorro.
—Bien, pues cuéntame tus problemas. —Se prestó atento con la ceja levantada.
—Ja. —solté una risa irónica y luego le saqué el dedo.
¡Lo siento, me sale solo!
Entonces él cogió una silla bruscamente y la puso frente a mí mesa.
—¿Estoy invitado a la boda o al funeral?
—A irte a la mierda.
Lo miré serio alzando las cejas.
Desvío la mirada soltando una risa
—¿Cómo lo pasas con él? —preguntó con la intención de joderme, pero yo no era tonto.
—De puta madre —me crucé de brazos y lo miré con duda. —. ¿Qué te hace pensar que no hicimos nada en mi cuarto?
Esa pregunta le hizo apagar toda sus emociones de su rostro y me miró con esa inexpresividad.
Se acercó mucho, como si lo que me fuera a decir fuera un secreto de estado, puso su brazo sobre la mesa.
—Porque de ser así no estarías aquí tan tranquilo hablando de ello.
Puse recta mi columna, dejando que sólo se escuchará el sonido de mis vaqueros rozando la silla. Aquello se estaba poniendo interesante.
—¿Insinúas que el día que no te hablé es porque hemos hecho algo?
—No —dio un golpe en la mesa y me señaló —. Insinuó que el día que no me hables por miedo a que mal intérprete tus putas palabras será el día, te conozco muy bien Blue. Y lo sabes tan a la perfección como yo.
Abrí mucho mis ojos y sonreí.
—¿Y si soy tan buen actor que no lo notaste?
—Entonces tendría que mataros —hizo énfasis en mataros para que me diera cuenta que en aquello también estaba metido Noah.
—No si me quito la vida antes. —puse mis manos sobre la mesa. De inmediato me arrepentir de decir eso de mí.
Él suspiro y se recostó sobre el respaldo de la silla cruzándose de brazos, ensanchó una sonrisa malvada. La sonrisa Parckson.
—Adelante actor, ahí tienes la ventana. Pero desde esta altura no creo que logres mucho.
Golpeé la mesa lo más fuerte que mi cuerpo me permitió y él respondió con un grito.
—¡Mírame! —me obligó.
Lo hice.
—¿De verás piensas que le podrás gustar? —soltó una risa —. Escúchame, Blue, el amor no existe. Es solo una invención para que nos reproduzcamos —dejé de mirarlo —. ¡Nadie!, nadie daría todo por ti ni por nadie, ¿y sabes por qué? Porque el hombre es un lobo para el hombre. Es un ser egoísta y egocéntrico, créeme, todos lo somos. Sólo pensamos en uno mismo y nos ponemos por encima de todo. Y ya no te digo en una situación de vida o muerte, porque madre mía —otras risa nerviosa con la voz rota —. Ahí sí que somos egoístas en nuestro mayor esplendor. Créeme que si te dieran a elegir entre tú vida o la suya elegirías la tuya por muy enamorado que estés. La sociedad da asco, la gente da asco, aquella persona que te apuñala por la espalda es a la que le das la completa confianza de cuidar de ti o de tus secretos.
Toma bomba nuclear. Esas eran el tipo de bomba que te soltaba mi padre de vez en cuando, que la verdad, no os voy a mentir, razón no le faltaba.
—Y tú qué sabrás. —dije con un poco de llanto y aún sin mirarlo. No me podía dejar pisar.
—Mira niñato de los cojones, yo sé más de la vida porque he vivido más. Y tú no vas a vivir lo que yo ni en cien vidas —Aquello si parecía más una bronca —. Y me vas a decir ya lo que pasó anoche en la estúpida fiesta de Dallana.
Mierda, la droga. No, no, no.
—No pasó nada. —susurré.
—No me hagas ir a por nuestras amiguita y dímelo tú.
No lo iba a decir, no. Pero su alzamiento me puso en alerta.
—¡Me intentó drogar! —Claro, y sin rodeos.
Se giró a mirarme como si lo que hubiera dicho le sonará a chino.
—¿Cómo? —dijo seco y con ira. Y no preguntado porque no hubiera entendido, preguntando como ocurrió porque estaba claro de sobra que ya sabía todo.
Empecé a hiperventilar y me sudaban las manos a mares. Por un momento fui incapaz de articular palabra.
—En la bebida. —me salió solo, algo atropellado.
—Ya está. —sacó su arma de su bolsillo dispuesto a irse pero lo paré.
—¡Quieto! —Le ordené entre dientes. —. No hagas una locura.
—¿Y dejar que se vaya de rositas? —Volvió a intentar irse pero lo agarré del brazo.
—¡Papá!
Lo frené y él me miró fijamente.
—Que más da, ¿no?, igual la íbamos a matar por no tener poderes.
Aquello me heló la sangre, me paralizó. Mis ojos se abrieron como platos haciendo temblar mis labios.
—¿Cómo lo sabes? —tartamudeé.
—Tenía mis dudas pero ahora me lo acabas de confirmar. Hazme enfadar y correré el rumor de que tú me lo dijiste. —Se guardó el arma y regresó a su asiento.
Retiré alguna lágrima de mi rostro y seguí sus pasos hasta mi asiento.
Nos miramos. Y hubiera quedado que ni pintado que mi padre se hubiera encendido un cigarro, pero no lo hizo, quizás porque si lo hacía solo se iba a poner más nervioso.
Me alegró no ver sus ojos al rojo vivo por las drogas. Lo que a una persona normal le provoca un coma de sobredosis a mi padre solo le aceleraba un poco. Había consumido tanto alcohol y drogas que su cuerpo ya no reaccionaba. A pesar de eso se veía como una persona normal, incluso si no lo conocías podrías creer que era una persona hostil.
—Muy bien, hablemos de tu novio Noah y porque te tiene tan distraído.
La forma en la que dijo novio me enfadó y me cabreó aún más que del hecho que de su estúpida boca saliera el nombre de Noah.
Ya está, no me iba a callar.
—Lo primero, no es mi novio —Me levanté bruscamente y comencé a caminar por detrás de la fila de mesas. Él me siguió por el lado contrario —. Y lo segundo, no estaría distraído si me dejaras ir con él en vez de tenerme aquí.
Nos paramos y lo único que nos separaba era una mesa, la cual él empujó con brutalidad. La conseguí parar antes de que impactará con mi cuerpo aplastándome. Lo que no pude evitar fue que él me cogiera del cuello de la sudadera haciéndome daño.
—¿Es que siempre vas a arreglar todo con violencia? —Me atreví a decir —. Pues déjame decirte que así no conseguirás nada.
Me empujó soltándome y tuve que hacer equilibrios para no caerme. Se dio la vuelta y se apartó unos metros.
—¿Qué pasa, llevo razón verdad?
Comencé a respirar más agitadamente por la adrenalina y el miedo estaba en cada célula de mi cuerpo.
—Te estás ganando una hostia, Blue. No me retes. —Volvió furioso y con el dedo alzado.
Sonreí pícaramente.
—Pues yo creo que estoy ganando otra cosa.
Otra mesa salió disparada, esta vez con muchísima más fuerza haciendo un gran estruendo.
—Guarda esa libreta si no quieres que te la quite.
—A cada cerdo le llega su San Martín. —finalicé.
—¿Eso crees? ¿Después de todo lo que me has visto hacer? —Su respuesta, otra mesa salió disparada.
El eco se dejó oír por toda la tenue habitación, y él por fin se puso frente a mí.
Me miraba con esos ojos azules oscuros, muy oscuros bajo la poca luz que había.
Desvie la mirada hacia él final de la clase. Donde sólo había oscuridad, y en la pared del fondo. Un mural del mito de la caverna, este ocupaba todo el espacio.
—Todos vivimos en una caverna, Blue. —susurró.
Lo miré con la respiración algo agitada, con las cejas arrugadas y negando.
«Como si esas cosas pasasen. »
—. A tu sito —Lo señaló —, ¡ahora!
Le di una patada a una silla y me fui a mi asiento, bajé la cabeza apunto de estallar en irá. Cómo podía meter siempre ese estúpido mito de la cavwena en todo.
Su risa me interrumpió, o más bien me calentó más, me enfadó.
Y ahí frente a mí, con una sonrisa que yo imité.
—Borra esa estúpida sonrisa de tu cara.
Bien, en esta situación se podía hacer dos cosas. Hacerle caso y nadie acabaría herido.
Ohhh...
Ensanché más el arco de mi sonrisa.
¡Pam!
Le dio un puñetazo a la mesa rayándola en el acto, y lo último que vi fue su mano llena de sangre. Porque él se fue.
¿Qué cuanto estuvo fuera?, ya iban seis horas. Estaba preocupando, pero no iba a correr detrás de él, porque eso era lo que quería.
Era otro de sus juegos mentales para meterme miedo.
Y no iba a mostrar arrepentimiento, ni debilidad. Qué se joda, ¿a quién se le ocurre darle un puñetazo a la mesa? Sólo a él, a Víctor Parckson.
Por suerte pude dormir algo en unas viejas colchonetas de deporte.
Estaba apunto de irme y recoger mis cosas cuando entró por la puerta con su mano vendada.
—Te gusta jugar con fuego y te vas a quemar.
—Ya lo he hecho, ¿o no te acuerdas? Porque ayer me lo dejaste bien claro.
Me refería a cuando casi me mete una bala entre ceja y ceja.
—Que vas a ir a tu boda, ¿con un vestido blanco o con un traje rojo? —Hizo mucha énfasis en rojo —. ¿Qué va a ser lo siguiente?, ¡tatuajes! —Abrió mucho los ojos y sonrió. —. Ahh no, espera, ¡qué le tienes miedo a las agujas!
Algún día os lo explicaré, porque es una larga historia.
Pero no pude evitar comenzar a llorar, mi padre intentó tocarme pero lo aparté de inmediato, como si me fuera a pegar. Y comencé a a recoger mis cosas.
Esto ya me estaba superado. No hacía más que sacar mierda de mi vida. De hacerme sentir mal. Me quería ir de ahí.
—Blue...
Me llamó serio para que me detuviese.
—¡Estoy hasta los huevos de tus estúpida lecciones de cómo ser un hombre! ¡Nadie debe decirme cómo debo ser, ni siquiera yo mismo! ¡Hago lo que me hace feliz sin esperar nada a cambio! —Me levanté con la mochila al hombro —. Soy Blue, y ese es mi puto problema. Qué no quiero ser Blue Parckson, quiero ser feliz sin tener un destino prescrito.
No le permití hablar, y tampoco vino detrás de mí a reclamarme.
Corrí de ahí como alma que lleva el diablo en busca de Noah. Necesitaba olvidarme del mundo real por un momento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro