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[ 17 ] ฿‡ ESCALERAS ABAJO ‡฿

Al suelo del orfanato le van a poner Blue.

Y el husky del orfanato echa carreras.

Corríamos por los pasillos cogidos de la mano y riendo a carcajadas, como niños pequeños. Doblamos la esquina y él tiró de mi hasta llegar a las escaleras con única dirección hacia abajo.

—Noah —Lo paré entre risas. El pelo me tapaba los ojos y mis mejillas ardían. Él se detuvo en seco y me quito el cabello del rostro echándolo para atrás y dedicándome una sonrisa. Dejando que sus hoyuelos se marcaran y que la luz de sus ojos brillara. —. Tómate un descansillo anda, que me va a dar algo. —Le pedí intentando recuperar la respiración.

—Venga anda, que eres un flojo.  —Agarró mi brazo y tiró de mi cuerpo bajando el inicio de las escaleras.

—Se hacerlo solo —lo frené y pegue mi cara a la suya. Él apretó sus labios y alzó los hombros, pero un tras pie me hizo resbalar y me lleve a Noah conmigo escaleras abajo. Por suerte sólo caímos desde los tres últimos escalones, cayendo él sobre mí.

Noah estalló en carcajadas poniendo su cabeza en mi pecho.

Yo intenté recuperar la compostura, me senté apoyando mi cuerpo en la pared y sus carcajadas se me contagiaron. Noah lloraba de la risa y a poco yo también, alcé mi cabeza sin poder respirar de la risa. Me dolía a rabiar el pecho y el culo de la caída. Posé mis manos en los hombros de él que lloraba a carcajadas apoyado en mi pecho.

Iba a añadir algo pero me ahogue con mi propia risa y empecé a toser, giré mi cabeza y entonces él comenzó a darme golpecitos en la espalda mientras seguía riendo.

Con mis últimas fuerzas le saqué el dedo y dejo de darme palmaditas para cogerme y tumbarnos en el suelo. Él boca arriba y yo de lado mirándolo.

—¿Qué te pasa? —dije aún con un poco de risa. Me dolían las comisuras de los labios de tanto sonreír.

Él sólo negó con su dedo y cabeza mientras seguía descojonándose todo rojo y llorando. Y a mí me volvió a contagiar la risa, mi abdomen ya dolía mucho por ello.

Me puse de rodillas y lo empecé a chinchar pero se incorporó y me abrazó por la cintura apoyando su cabeza de nuevo en mi pecho dejándose caer sobre mí.

—¡Para te vas a morir! —exclamé recuperando mi voz y sacudiéndolo con gracia y brusquedad. —. Acaso no sabes que es una forma de morir, y muy tonta.

Por fin comenzó a respirar pero muy agitado y rápido, su risa se fue calmando y después de un largo segundo me miró. Nunca lo había visto tan rojo y feliz.

Sus ojos brillaban debajo de sus gafas. Y su sonrisa se extendía por toda su cara. Marcando cada uno de sus hoyuelos.

Entonces soltó una risita y me reacción no fue otra.

—Que te jodan, Noah —Le di un pequeño empujón y me volví a dejar caer en la pared cruzando mis brazos.

—Oye —se le escapó un gallo junto con un tono de reclamación pegándose a mí —. ¿A qué viene eso? —casi no pronunció pero yo lo entendí. Entonces cogió mi mano y la beso.

—¡Noah! —le chillé avergonzado y riñendolo. De nuevo soltó una risilla. —. No sabes lo que he hecho con esa mano.

Levantó los hombros indiferente. Se acercó abrazando mi brazo, pegó su cara a mi oído pero entonces le salió una risa como un cerdo, que desencadenó de nuevo carcajadas.

Lo miré con cara de pocos amigos y su risa se hizo más fuerte.

Al final íbamos a acabar en el aula de convivencia, en el mejor de los casos. El peor era en unas bolsas de comunidad hechos cachitos.

Puse mis ojos en blanco soltando un suspiro y me tumbé en el suelo.

—Ya está, me voy. —Cogí mi mochila y comence a caminar. —. Búscate la vida.

—¡Espera! —dejó de reír tan sonoramente y alzó sus brazos. Me posicioné a sus pies y con mucha fuerza lo logre levantar del suelo pero como no, él me cogió en brazos dándome una vuelta muy rápida que me despeino demasiado.

—¡Para! —le reclamé dándole un empujón como venganza. —. Al final te voy a matar yo.

Noah se colocó de cuclillas y dejo escapar un suspiro de mal estar.

—Me va a sentar mal el desayuno joder. —puso una mueca de dolor y yo no pude evitar soltar una risa.

—No me extraña si vas...

—¿Cómo? Parckson. —se incorporó con gran rapidez y no me dejo acabar mi frase.

—Bobo, que vas bobo. —exclamé alzando ambos brazos.

—Ahora me copias eh —Se cruzó de brazos y me miró de reojo. —. Eso no es muy Parckson de tu parte.

Torné mis ojos y lo observé levantando una ceja con cara asesina.

—Ay perdón no me mires así —me peinó el pelo y seguido comenzó a abanicar su cara con sus manos. —. Que puto calor joder.

Oír a Noah decir palabrotas me causaba mucha gracia, porque en este poco tiempo había captado que él era ese tipo de persona que lo ves y dices – Joder que persona más educada —Y cuando lo conocías era como —. Este tío está puto loco, pero en el buen sentido —Si pudiera definir a Noah en una palabra seria, hiperactividad y sociable.

Me sorprendía lo rápido que nuestra amistad había crecido y conectado. La manera en la que él me había integrado había sido de lo más gratificante. Pareciera que nos conocemos de años.

Aunque cualquiera que nos viera desde fuera pensaría que nos queremos coger de los pelos cada cinco minutos.

Le sujete la mochila mientras él procedía a quitarse la sudadera para estar más fresco. Pero al intentar levantar esta, la sudadera arrastró también la camisa dejando a la vista su torso. Por lo que de inmediato desvié mi mirada. No quería mal entendidos a este punto.

—Alaa —dije, rompiendo el silencio un tanto incomodo y cunado Noah vino a recuperar su mochila lo miré mientras guardaba la prenda.

—Blue. —golpeó mi pecho haciéndome dar un pequeño bote.

—¿Qué sucede?

Extendió una sonrisa picara con cara de perturbado que me dio hasta miedo. Los sustos de mi padre ya me daban demasiados microinfartos.

—Una carrera hasta el fondo del pasillo.

—No, gracias. —No estaba para correr después de esa caída.

—No era un pregunta —susurró con voz ronca —. ¡Vamos! —Salió corriendo sin dar una cuenta atrás ni nada. Ósea con ventaja y no me iba a dejar ganar tan fácil. 

—¡Una mierda!

En poco tiempo lo pillé y estuve a su altura adelantando en milésimas. Pero Noah se guardaba un as bajo la manga, un as muy útil. Uno bastante grande, nunca mejor dicho.

En un parpadeo ya se había transformado en un gran husky que me pisaba los talones.

No sabía si seguir corriendo o detenerme a asimilar lo que estaba pasando.

—¡Eso no vale! —por mirar hacia atrás me caí, por suerte sin hacerme mucho daño, y él me dio una lametada. A las milésimas una ráfaga de aire y Noah había vuelto a su ser —. Tramposo —dije recuperando un poco la risa de antes. Él se tumbo junto a mí boca arriba. —Que asco tío.

Cogí su brazo y me limpie en su camisa el moflete de sus babas. Soltó una sonora carcajada intentando apartase.

—¡Pero bueno!

—Ni puta gracia, no decías que te daba vergüenza que la gente te viera así. —Me puse de rodillas recuperando el aliento y paso sus brazos por detrás de su cabeza.

—¿A sí? ¿Yo dije eso, cuándo, dónde? —dejó que en su cara se dibujara una sonrisa torcida y soplé dejando de mirarle.

Todo era demasiado sospechoso. Primero lo del pelo y luego esto.

«A la mierda, no tenía las fuerzas para pensar con claridad.»

—Ayer, en el patio de comunes —Cuando giré mi cabeza de vuelta a él, Noah estaba sentado y me quitaba las pelusillas de mí, bueno, su sudadera.

—Discúlpame, quizás no fue la mejor opción. —Me abrazó y yo acepté aquella ofrenda de paz. Su cuerpo se sentía cálido y reconfortante. Como estar tumbado en una cama muy blanda y suave.

—Esta bien, como sea —Obvio que sólo estaba actuando, claro que no me había hecho daño ni molestado, pero no podía rechazar un abrazo de Noah.

Dejé caer sutilmente mi cabeza en su hombro y cerré mis ojos pegándome más a él, rodeando con mas fuerza su cintura.

—¿Molesto? —le pregunté.

—Que va, quédate así todo el tiempo que quieras. —quiso rodear mi cintura así que yo pase mis brazos a sus hombros y este pudo rodear mi cintura, que masajeo de arriba abajo con una sutil delicadeza sin saber que ocultaba esta.

Sólo había silencio, y algo de voces muy lejanas.

Estaba entrando en un trance de maravillosas sensaciones, pero sin duda,  de paz.

—¿Estás bien? —logró preguntar con su timbre de voz un poco roto pero sereno.

—Sí —pausa —, gracias —le susurré al oído.

—No es nada —también lo susurró y apoyó su cabeza en uno de mis hombros comenzando a masajear mi nuca y peinar mi pelo.

Pasados unos minutos me puse rígido cogiendo una gran bocanada de aire que me hizo captar ese olor tan peculiar de Noah, incienso de pino.

Ambos dejamos de rodearnos, pero Noah no quitó su mano de sobre mi cabello, me sonreía mientras sus mejillas estaban pigmentadas de un rojo rubor que incitaron a las mías a estar igual.

Él emano una dulce risa desviando su mirada y deslizó su mano delicadamente por mi nuca para acabar en mi espalda.

—Anda, vamos a dar un paseo antes de que me entre la risa tonta de nuevo.

Acepté su propuesta cogiéndole la mano que me tendía y ambos nos levantamos deshaciendo las arrugas de nuestra ropa.

—¿Te hiciste daño al caer? —Me señaló con las cejas arrugadas.

Le negué soltando una risita y seguí los pasos que comenzó a dar hacia el piso de arriba.

Andábamos por los largos pasillos kilométricos mientras a nuestra derecha teníamos vistas al gran coliseo de piedra gris. Y a nuestra izquierda puertas de clases y paredes color crema y techos oscuros y altos.

Llegamos al final del pasillo donde si te ibas a la derecha seguías por otro pasillo kilométrico. Pero sin embargo si seguías para adelante pasabas por el pasillo que llevaba a los cuartos de comunes, es decir, el pasillo que unía ambos bloques.

—Eh, ahora vengo no te muevas —salió corriendo y yo solté un suspiro y negué con una sonrisa en la cara.

Me di la vuelta y observé aquel lugar que me fascinaba de pequeño, mientras me dejaba caer sobre la barandilla.

Aquel coliseo era realmente hermoso, con su piedra y centro. Asomé más mi cabeza por el hueco del balcón y alcé mi mirada haber si veía a mi padre por la planta de superiores, en esta planta no había balcones como aquí solo grandes ventanales.

El sonido de un monopatín me hizo darme la vuelta y ahí estaba él, montado en ese objeto el cual dominaba a la perfección sin dar ningún traspié. Crucé mis brazos y le sonreí con el mentón alto.

—Vaya, vaya, te lo tenías callado.

Noah paró en seco pisando el patín y haciendo que este saliera despedido a su mano, cosa que me provoco dar un bote por el susto que me lleve.

—Joder, que susto. —dije con la mano en el pecho.

Él rio aguantando el objeto en una mano y con la otra se peino el pelo.

—¿Quieres probar? No es tan difícil, lo juro. —Me rodeó por los hombros y comenzamos a andar.

—No gracias, quiero conserva mi cuerpo entero. Y ya he besado suficiente el suelo hoy —Me lo quité de encima y comencé a andar sonriendo.

—Vamos, ¿o acaso eres un gallina. —insistió con euforia y se pego a mí, imitando a una gallina.

Torné mis ojos y emané una ligera risa.

—Escúchame —Lo señalé y abrí mucho los ojos. —. Como me mate te atormentare en forma de fantasma por el resto de tus días. Cada noche, tarde y mañana. No podrás ni mear tranquilo.

Soltó una carcajada muy sonora y dejó el patín en el suelo con una ilusión irremplazable.

—De acuerdo, tomaré los riesgos —Extendió su mano —. Dame tu mano —Le hice caso y puse uno de mis pies sobre la tabla.

Era demasiado inestable así que rodeé a Noah por los hombros y él dejo sus manos cerca de mi cintura por si me caía. Si le arrancaba un brazo a Noah por la presión no me hacía cargo de pagar las consecuencias.

—Anda, pero mírate si eres más alto que yo. —Se burló cuando consegui subirme a la tabla.

Por querer darle un empujón casi caigo pero gracias a él, que soltó una risa, no lo hice.

—Ni puta gracia Folen, sabes lo que puede durar un yeso en el brazo. Ya lo que me falta, estar manco o cojo.

—Ohh, venga no te enfades —soltó mi cintura y cuando me vi seguro me dejé de apoyar en sus hombros. —. Ahora te impulsas, y cuando estas rodando mantén el equilibrio. Ves lento, no te quiero llevar a la enfermería y que tu padre me de un billete con destino a villa muerto.

Cerré los ojos evitando reír para no caer. Afirmé y extendí mis brazos horizontalmente y un pequeño impulso fue suficiente.

La verdad es que era algo inestable, bueno, muy inestable. Pero balanceándome y manteniéndome recto lograba el control.

Miré hacia atrás para buscarle y cuando logre visualizarlo le hice un okey con el dedo, pero no lo pude evitar, una turbulencia. Y caí al suelo mandando el patín a buscar espárragos. Fue gracias a mi mochila que no tuvimos que lamentar daños mayores. De nuevo a besar el suelo, le iban a poner mi nombre a este paso.

—Dios, pedazo leche  —Noah se tiró a mi lado acompañado de una risita. Di un suspiro entrecortado que se convirtió en una risa que luego Noah imitó a carcajadas dejándola escuchar muy alto.

Mi risa se volvió entrecortada y quería llorar del ridículo que había hecho. Me recosté sobre mi lado derecho y apoyé mi cabeza en su hombro soltando un suspiro de dolor.

Noah reaccionó de inmediato, corto su risa y nos sentó a los dos.

—¿Estas bien? ¿Vamos a la enfermería, a mi cuarto, al tuyo... —preguntó bastante inquieto.

—¡No! —exclame por la peligrosa última opción —. Sí, sí. Estoy de puta madre. Al menos de una pieza. —Quité mi cabeza de sobre su hombro y posé mi mano sobre el hombro dañado.

—A ver, ven —Se veía realmente preocupado, cogió mi brazo malo y se acerco mucho más a mí —. ¿Lo puedes mover? —afirmé cerrando los ojos y alcé mi cabeza suspirando de nuevo, pero se me escapó una carcajada que transforme en una risa tonta incontrolable —. Anda, tira por ahí, menudo susto. —Se levantó a por el patín y yo me tumbé boca arriba riendo con todo el pelo sobre la cara y con mis manos sobre mi abdomen.

Cuando fue a pasar por mi lado lo agarré del tobillo haciéndole dar un gran traspié que casi lo tira al suelo, y no pude evitar reír a carcajadas.

—Corre Parckson, corre. —Tiró el patín y me levanté corriendo teniendo por mi vida pero me atrapó enseguida sin darme oportunidades, me hizo dar la vuelta sujetándome solo con una mano como si no pesara nada.

—¡Noah! —exclamé entre puras risas  intentando poner mis manos en algún lugar para incorporarme. Pero mi pelo me tapaba toda la visión y mi mochila que colgaba como yo no mejoraba la situación, la verdad.

Cuando llegó al patio de comunes, conmigo aún colgando, me bajó un poco permitiéndome descender. Me tumbé exhausto donde ayer, junto al gran árbol.

—Perdón. —dije con tono apenado para hacer las paces.

Obviamente ninguno se había enfadado con el otro, era una de nuestras simples bromas, que nadie había escrito pero se habían creado con el tiempo. Así que no nos tomen enserio.

—Shh, calla bobo. —Posicionó su mochila junto a mi cabeza y se tumbó, pero seguido presionó el hueco de mis costillas creándome unas cosquillas inmensas. A lo cual yo respondí con un empujón que él contraatacó con otro más fuerte pero no violento. Entre forcejeos le logré coger de las muñecas inmovilizándolo, pero el problema era que Noah era más fuerte que yo. Sorprendente, a primera vista no lo aparentaba, realmente tenía mucha fuerza.

Para ganar esa batalla tuve que fingir que le iba a golpear sus partes de una patada, este soltó un gritó con un gallo quitándose de encima de inmediato, al menos había funcionado. Comence a reír por lo bajo con las manos en los oídos por su grito,  mientras él me miraba con cara de querer matarme con sus brazos cruzados. Sobre mí.

—No te enfades. —dije entre risas y él me imitó de forma burlona, eso me hizo estallar en risas. ¿Y su respuesta?, sacarme el dedo. Mostrándome la serpiente que adornaba su dedo corazón. Hice uso de mi mítica broma de intentar morderle el dedo de coña, pero por bromista él llevo su mano a mi cara y me impulsó al césped de nuevo, ganando y finalizando la pelea.

—Vas bobo, ¿nunca te lo he dicho? —Me miró de reojo, comenzando a rebuscar en su mochila y aproveché para acomodarme sobre mi mochila. Sería gracioso que ahora sacara una pistola y me matara cierto, perdón, mi humor estaba roto. Culpa de Noah, me estaba contagiando sus chistes.

Y hablando de armas, palpite mi bolsillo y saqué mi navaja con filo giratorio, para poder guardar este en el mango.

Esa cosa significaba todo para mi si os soy sinceros. Lleva conmigo demasiado tiempo literalmente se podría decir que me ha visto crecer. Y obvio que nunca la había usado en serio contra nadie, yo nunca sería capaz de dañar a ninguna persona.

—Noo, para nada me lo dices todos los días. —le respondí.

Él me miró de reojo varias veces para asegurarse de que efectivamente sostenía una navaja entre mis dedos. Pasado un momento introdujé el arma en el bolsillo de mis pantalones y me acomodé sobre el pasto.

—¿Quieres? —él me ofrecía cacao liquido en tubo para los labios, pero yo le negué —. No hace falta que digas que no por cortesía —dijo con un tono que incitaba a hacer cosas muy sucias, ya sabéis. Y como si me hubiera leído la mente se posicionó encima de mí apoyándose con una mano en el suelo, me miró dudoso, afirmé para que hiciera lo que quisiera conmigo.

Se echó un poco de ese cacao, barra glos en su fino y largo dedo corazón y lo fue acercando hasta que este estuvo en contacto con mis finos y rosados labios. Lo miré a sus hermosos ojos verdes que observan mis labios, nuestras mejillas ardían en un rojo vivo pero las mías mucho más.

Mi respiración se aceleró sin sentido, y mis manos comenzaban a sudar.

Cuando dejo mis labios sujetó mi cara con dos dedos bajando esta obligándome a que lo mirara fijamente.

Su mirada estaba fija en mí y no liberaba mi rostro.

—¿Qué pasa mimado? —susurró con una voz ronca. Echó para atrás mi pelo y eso realmente movió algo dentro de mí, pero no sabía el que.

Me vi obligado a mirar a sus gruesos labios porque me sentía demasiado intimidado por su mirada. Sentía la necesidad de inclinarme y besarlo apasionadamente. Tal y como pasó en mi sueño.

Pero eso realmente nunca ocurrió, simplemente estaba en el mundo real con Noah a centímetros de mi rostro.

—Nada. —susurré tartamudo por la saturación que mi cuerpo estaba experimentando.

Finalmente se quitó de encima y se tumbó en su lado, me culpe por ser tan gilipollas. Había hecho el puto ridículo delante de él. Había acutado como un auténtico patético.

—Pff. —suspiré, llevé mis manos a mi cabeza.

—¿Todo bien? —su voz me dio un susto que me provocó dar un bote, llevando mi mano a mi pecho.

—Ehh, sí  —Lo miré. Él se me quedó mirando fijamente durante muchísimo tiempo, mucho. —. ¿Qué pasa? —me salió mi risilla y él emano una carcajada. Puse mis ojos en blanco y solté un suspiro. —. Gilipollas.

—¡Que dijiste! —exclamó indignado, a mí me salió una risa que provenía desde lo mas profundo de mi felicidad y Noah respondió con un golpecito en mi brazo.

Entonces lo cogí por las muñecas más fuerte de lo que debía y...

—Auch. —se quejó, lo solté asustado cuando vi que me pase y me comencé a preocupar demasiado.

—¿Te hice daño? —realmente quería llorar, nunca le había hecho daño a nadie y no quería que él fuera la primera persona en serlo.

Negó, frotando su muñeca.

—Que va, bobo, son las cuentas de las pulseras que se me clavan. No te preocupes me pasa mucho —suspiré hondo soltando todo el aire que había estado reteniendo, él rio por lo bajo mirándome —. ¿Las quieres ver?

Me salió la sonrisa tonta y afirmé.

—Mira —se situó a mi lado y yo le presté atención, pero me rodeó por los hombros y me vi obligado a pegarme a él poniendo mi mano sobre su brazo.

Sus pulseras eran realmente bellísimas decorando su muñeca derecha. Había una de hilos trenzados naranjas hermosa. Una similar de colores muy vivos, luego una de cuentas redondas ordenadas con el siguiente patrón: negro, gris, blanco y morado. Después una simple pequeña y por último una a modo cinta azul celeste —. Casi todas las hice yo, pero esta de muchos colores me la regalo Dallana por mi cumpleaños y por último esta cinta azul era de un vestido que se le rompió a ella.

—¿Y la naranja? —pregunté intrigante sin quitar mi mirada de su muñeca.

—Hmm, buena pregunta, ni idea la verdad. ¿Es que te gusta? —ladeé mi cabeza manteniéndome neutro y él soltó una risa ensanchando una sonrisa. —. Toma, anda. Te la regalo.

—No, no, de verdad.

—Que sí bobo. —se la quitó pero yo lo paré.

—Noah, no hace falta.

—Shhh —Cogió mi brazo a la fuerza y pasó la pulsera por mi mano hasta ponérmela. Cuando me dejo libre me cruce de brazos y fruncí el ceño, entonces soltó una carcajada poniendo la boquilla del vaper en sus labios. —. Y de nada, por cierto.

Se me puso la sonriera tonta con mis mejillas ruborizadas.

—Gracias  —lo abracé de la cintura, Noah rio rodeando mi cuello y soltando el humo hacia un lado. Me deshice de él, y lo miré con una cara de pavo que no podía ni con ella.

Entonces le dio una calada a la maquina de humo y me ofreció, pero yo negué. Mi padre me mataría si se enterase de que he fumado y más si es de Noah.

Me sentía avergonzado y privilegiado al mismo tiempo por tener eso en mi poder, y mi cara de estúpido con complejo de tomate lo decía todo.

—Míralo que feliz —me despeinó con soltura y se acercó más a mí. —. ¿Qué te cuentas amigo?

—Nada interesante  —agaché mi cabeza y me acordé de mi gran duda que me corrompía por dentro. Y me sentí lo suficientemente seguro y cómodo para hablarlo con él. —Noah.

—Soy todo oídos.

Crucé mis piernas comenzando a mover rápido mi pie. Al escuchar su voz me había echado para atrás. No me salían las palabras.

Él alzó la mirada y me observó.

—¿Qué te pasa compañero?

Solté aire y negué controlando mis nervios.

—Nada, era una estupidez.

Me rendí y tumbé sobre mi mochila. Mirando al cielo sin comprender qué me estaba pasando, y por qué mi cabeza estaba hecha un lío.

—¿Seguro, Blue? Sabes que me puedes decir cuál cosa —silencio. —. Bueno casi cualquiera, si me confiesas que has matar a alguien, pues te tendré que delatar.

Solté una ligera risa.

«Que ocurrencias tenía.»

Disfrute de ese momento tan bello y único donde no hacían falta las palabras. Donde él me rodeó con su brazo mientras mi cabeza reposaba en su hombro. No quería que aquello acabara nunca, estar con Noah me producía tranquilidad por todo mi cuerpo. Desde ahí me llegaba de lleno su aroma a incienso de pino y tal cosa me hacia sentir en las nubes.

Su mano aterrizó delicadamente en mi cara, haciéndome dar un sobresalto del susto. Su risa tan peculiar no tardó en aparecer.

—Vamos a comer anda —quitó su brazo, y su cuerpo ya no me daba aquel cálido calor.

—Hmm —me quejé, curvé mi espalda pegándome a su hombro y él dejó caer sus manos en mis hombros —. No me apetece. —rechisté.

—¿Y eso? —pregunto desconcertado, comenzado a ponerse su sudadera porque hacia frío —. Escucha, ¿quieres que vayamos a por la comida, y nos la comamos aquí solos o en mi cuarto?

Me leyó la mente, la verdad, es que no me apetecía ir al gran comedor. Pero sin embargo me moría de hambre. Así que lo de hacer un pinic improvisado no sonaba mal.

—Eso me gusta más.

—Pues vamos —se levantó con una rapidez y energía descomunal. Y yo le seguí pero a paso más lento porque no era persona con el sueño y hambre que llevaba encima.

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