Capítulo 5: NO es una cita.
Elliot.
—Necesito que me cuentes todos y cada uno de los detalles.
Kendra está mirándome atentamente con sus enormes ojos azules. Me da un poco de miedo.
—Simplemente le tomaron fotos, es lo que hacen los modelos. ¿Qué es lo que quieres saber exactamente? —No entendía su fanatismo por Nathan. Sí, era atractivo, pero era sólo un modelo más. Uno del montón.
—¡Pues todo! ¿Te dijo algo de mí?
Me hago el que pienso.
—No lo recuerdo. —Le resto importancia. Lo que menos estaba pensando ayer era en Kendra. Sin ofender a mi mejor amiga, claro—. Ah, por cierto. Saldré a tomar algo con él, hoy.
Mi amiga escupe el jugo que estaba tomando.
—¡Oh por Dios! —Grita emocionada. Yo que creía que estaría celosa—. Seguro le gustas.
El que escupe el jugo ahora soy yo.
—¿Qué te hace pensar eso, loca?
Pero Kendra no me responde. Está perdida en algún mundo de fantasía donde todos los hombres son gays. Nunca entenderé a las mujeres que aman los gays. Pero claro, ni yo ni Nathan somos homosexuales. Bueno, de Nathan no puedo estar seguro. No lo conocía, pero siempre había escándalos de él con otras modelos, por lo que supongo que es tan heterosexual como yo.
Con la diferencia de que él sí ha besado mujeres. Yo en cambio, no.
De repente siento la necesidad de querer besar a cualquier chica. No me importa esperar a la ideal. A la mierda con eso. Mis labios no pueden seguir siendo vírgenes.
—Hoy saldremos. —Digo determinado. Confiado. Hoy sí. Hoy es el día.
—¿Eh? Hoy es martes. —Me mira confundida.
—No importa. El bar está abierto todos los días.
—Así que por fin te entra la desesperación de besar a alguien. —Ríe mientras levanta sus cejas varias veces—. O es para negar que te sientes atraído hacia cierto modelo...
Le tiro un pedazo de jamón de mi sándwich.
—¡Hey! —Se queja.
—No quiero volver a oír la palabra con M.
—¿Mamá?
—¡Modelo!
El timbre interrumpe nuestra absurda discusión. Nos levantamos y vamos hacia nuestra siguiente clase.
En cuanto llegamos al salón y me siento, supe que no iba a poder concentrarme en absoluto. La idea de que voy a ver a Nathan de nuevo hace que me desenfoque por completo de la clase.
Es sólo una salida de colegas. Para conocernos un poco mejor. Me repito esto a mí mismo. No tengo porqué encontrarle un doble sentido a nuestra salida. No tengo que darle más importancia de la que tiene.
La campana vuelve a sonar. ¿En serio se pasó una hora ya?
Veo que todos se dirigen a la salida. ¿Ya nos vamos?
Me levanto un poco desorientado. Sé que Nathan iba a venir a la salida, por lo que lo espero en la puerta del colegio.
Estoy nervioso, y enojado porque no sé por qué estoy nervioso. Mi vida es tan complicada.
Suspiro dramáticamente y en ese momento se escucha el rugido de un auto seguido de un bocinazo que me indican que mi cita... mi colega, ya llegó.
Me apresuro y subo en el asiento del copiloto. Intento ignorar todas las miradas de los alumnos.
El chico pobre subiéndose a un costoso auto que, como si fuera poco, lo conduce un famoso modelo. Vamos, no soy la envidia de nadie.
Intento no mirar mucho al modelo, pero fracaso y termino por mirarlo de arriba a abajo.
Tiene una chaqueta negra que combina con sus jeans oscuros, y su pálido cabello está revuelto, a propósito, en todas las direcciones. Lleva puestos unos lentes de sol, me pregunto si para tapar su ojo aún morado o sólo por moda.
—¿Se te perdió algo? —Dice con una sonrisa.
Yo me aclaro la garganta y desvío la mirada hacia afuera de la ventana.
—¿A dónde iremos? —Es una pregunta que me lleva carcomiendo la mente desde ayer cuando deje su auto. Y es una excusa perfecta para no responder su pregunta.
—¿Por qué no admites que me estabas devorando con la mirada? —Decide ignorar mi pregunta y seguir molestándome con eso.
—No voy a alimentar más tu ego.
Alzo una ceja y le doy una mirada arrogante.
—Pero no lo has negado. —Iba a replicar pero hace un gesto con su mano para que me calle—. Me conformo con eso.
Fruncí el ceño. Imbécil.
—Iremos a un bar.
Recuerdo que le dije a Kendra que hoy iríamos al mismo bar de siempre.
—Cambia de lugar. Ya iré a uno en la noche.
El desvía por un segundo la mirada de la carretera para mirarme sorprendido.
¿Qué se creía? ¿Que porque era famoso nadie podía contra decirle? Como dije, imbécil.
—Bueno, si lo hubiese sabido te hubiera dicho para salir a la noche.
Por un momento imaginé cómo sería estar en el misma pista de baile con Nathan Cooper. Nadie pararía de mirarnos o incluso intentar bailar con nosotros. O ligar...
Una idea maravillosa cruza por mi cabeza.
—Hay lugar para uno más, si quieres venir con nosotros. —Digo.
Si iba con el famoso modelo se nos acercarían muchas chicas y, sin duda, daría por fin mi primer beso. Es un plan infalible. Nada puede salir mal, es perfecto.
Soy un genio.
Sonrío como un desquiciado, ganándome una carcajada por parte de Nathan.
—¿Tienes algún problema mental o qué? —Bromea y ambos reímos.
El camino sigue y, aunque sigo sin saber a dónde vamos, me la estoy pasando bien. Hablamos de tantas tonterías que pensé que nunca llegaría a hablar con él. Parecía un tipo bastante serio y maduro, pero resultó que tiene un buen sentido del humor. Incluso llego a pensar que me está cayendo bien.
—En serio, llevamos casi media hora de viaje, ¿vas a matarme y tirar mi hermoso cadáver a un descampado? —Pregunto un poco bromeando un poco en serio.
—Bueno, si te lo dijese perdería el sentido. —Voltea hacia mí y me guiña el ojo.
No te sonrojes Elliot.
Giro mi cabeza hacia la ventana, porque definitivamente he fallado en mi intento por no ruborizarme.
¡Qué alguien me explique qué me pasa!
Es sólo porque es guapo. Hasta el hombre más heterosexual (como yo) se sonrojaría si Nathan Cooper le guiñara el ojo... ¿verdad?
Mi mente sigue intentando resolver el misterio, cuando el auto se detiene.
No me toma ni un segundo reconocer en dónde estamos.
—¿Y qué pasa si te digo que no me gusta la playa?
Está por bajarse del auto y veo que se detiene ante mi comentario. Me mira, y aunque lleve sus lentes de sol, puedo notar la exasperación en sus facciones. Me encanta hacerlo enojar.
—Andando, enano.
Baja corriendo hacia la playa. Yo lo sigo sólo para reprocharle el apodo. Me quito los zapatillas y bajo por la arena.
—¡No me vuelvas a llamar enano! ¡Nunca! —Le grito una vez que lo alcanzo.
—¿Qué me harás? ¿Dejarme morado el otro ojo? —Sonríe malicioso—. Enano.
Formo un puño con mi mano y golpeo con fuerza en su brazo. Él chilla.
Oh vamos, ni que haya dolido tanto. Sé un hombre Cooper.
Caminamos, sin decir ni una palabra, por el límite entre el agua y la playa. Esquivamos algunas olas que amenazan con mojarnos los pies, él intenta empujarme al agua pero no es más fuerte que yo. No importa la edad que tengas esto es algo que siempre hay que hacer cuando se va a la playa.
Detenemos la lucha por quién moja a quién y caminamos en silencio, lo único que se escucha es el sonido de las olas y algún que otro pájaro.
Me encanta. Y más a esta hora de la tarde.
—Me he quedado con la duda —Presto atención a sus palabras, aunque estoy concentrado en la arena bajo mis pies—, ¿te gusta la playa?
Me tomo mi tiempo para responder. Lo examino con la mirada. La luz del sol ya se está extinguiendo por lo que su cabello obtiene un color más que nada naranja. Sonrío.
—Me encanta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro