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Capítulo 32: Sin él.

Nathan.

Las semanas pasaron.

La enfermedad empeoró.

Y Elliot a penas se ha movido de su lugar, al lado de la camilla de su padre. Si no fuera porque Kendra, Jackson, yo e incluso su madre lo obligamos a que vaya a casa a descansar, a bañarse o a comer algo, no se movería de allí.

Aún no le he contado nada. Sé que sospecha que le estoy escondiendo algo, y no se equivoca, pero no encuentro la valentía para decírselo en este momento. No creo que pueda soportar más malas noticias. No creo que pueda contárselo en algún momento.

Hoy estoy yo solo junto a la camilla. El hombre pálido que permanece recostado en ella, está dormido, o al menos eso creía. Su mano atrapa la mía de repente.

-Nathan... Espera. -Su voz se escucha débil. Me vuelvo a sentar en el sillón que hay al lado de él-. ¿Elliot se ha ido?

-Sí, fue a casa a comer algo y descansar. Pero puedo llamarlo, si quiere...

-No, no... Quiero hablarte a ti solo. Elliot no hace más que llorar. -Suelta una risita y a mí se me forma un nudo insoportable en la garganta.

-Está muy triste... Todos lo estamos... -Le digo y se me escapa una lágrima que limpio rápidamente.

-Tonterías, todavía no me he muerto. -Quiere volver a reírse pero en su lugar tose-. Sin embargo, sé que no me quedan más que semanas.

Se queda en silencio, yo no puedo decir nada.

-Sé que Elliot aún no ha perdonado a su madre... Me gustaría que lo ayudaras a que pueda hacerlo.

Asiento con fuerza, comprometiéndome a realmente hacerlo.

-Creo que está demás decir que quiero que lo cuides por mí.

-Lo hago, siempre.

Me sonríe cálidamente y cierra los ojos.

-Eres un buen novio. -Dice sin abrir los ojos ni borrar la sonrisa-. Lo amas y eso es todo lo que importa. Si le haces daño, te perseguiré desde el más allá.

Me río para no llorar. Termino haciendo ambas.

-No tuvimos mucho tiempo para conocernos. -Digo después de un silencio.

Pero no responde, está dormido.

Y una semana más pasó.

Y la enfermedad lo consumió, el sonido de la maquina lo confirma.

Elliot está abrazado a su padre y le habla aunque este ya no pueda escucharlo, y le dice que todo va a estar bien aunque no sea del todo cierto.

Tengo que separarlo para que los enfermeros puedan llevarse a su padre, ahora cubierto por una sábana.

Y Elliot grita y llora. Me desespero porque no puedo hacer nada para calmar su dolor, lo único que hago es acompañarlo en el llanto y abrazarlo. Él se abraza a mí y no me suelta. No quiero que lo haga. Nunca.

El tiempo pasó, varios mes para ser exactos, y yo no puedo retrasar más lo que le estoy ocultando. Por eso le digo para salir a algún lado a caminar.

Lo paso a buscar cuando sale de clases, se acerca hasta mí con una sonrisa. Sé que todavía le duele, no creo que deje de doler nunca. Así como también sé que todavía llora por las noches mientras me abraza y cree que estoy dormido.

Desde lo que ocurrió con su padre me he quedado en su casa, con él, abrazándolo cada vez que él lo necesitaba o amándolo con mis besos, mis caricias, con todo de mí para que su dolor disminuyera.

Sus brazos me rodean y me besa.

-¿A dónde vamos? -Dice una vez que estamos dentro del auto. Se coloca el cinturón de seguridad y me mira, expectante. Amo cuando me observa.

-Bueno... Pensaba en algún lugar tranquilo -Los nervios me invaden-, tengo que hablarte de algo.

Su sonrisa se borra. Tengo el repentino presentimiento de que puede leerme la mente y saber lo que voy a decirle.

Conduzco hasta un parque cercano. No hay casi nadie y es perfecto. Bajamos del auto y caminamos de la mano, buscando algún lugar para sentarnos a la sombra de un árbol.

Elliot camina delante mío, tirando de mi mano. Diría que hasta parece emocionado. Sonrío inconscientemente.

Encontramos un lugar tranquilo donde detenernos.

Nos sentamos en el césped, uno enfrente del otro, y comenzamos a jugar con nuestras manos, sin borrar nuestras sonrisas ni dejar de mirarnos.

-¿Cómo te está yendo con tu madre? -Sé que ha estado intentando perdonarla, más que nada por su padre.

-Bien, mañana cenaremos todos juntos. -Sonríe y se lo ve feliz por primera vez en varios meses.

Me odio por lo que estoy por decirle. Lo que destruirá esa hermosa sonrisa.

Se acerca a mis labios y me besa. Disfruto de su sabor durante incontables minutos. Lo abrazo mientras juego con sus mechones azules.

-Te has vuelto a teñir. -Observo.

-¡Claro que sí! No conocerás al Elliot castaño.

Hago una expresión triste a modo de broma y él vuelve a besarme, haciendo que los minutos vuelvan a ser infinitos.

-Está bien, basta de misterios. -Dice separándose de mi boca de golpe-. ¿Qué es lo que querías decirme?

Los nervios y el miedo me impiden hablar, por un segundo temo no tener la valentía para hacerlo.

-Yo... Bueno... Nosotros... -Balbuceo y Elliot golpea mi brazo.

-Vamos, tú puedes. -Suelta una carcajada.

Inspiro una gran bocanada de aire.

-Es acerca de mis padres.

Junta sus ojos con los míos, ahora serio.

-¿Está todo bien?

-Sí... No, bueno... -Miro esos ojos verdes que me observan preocupados-. Ellos... no quieren que sigamos juntos.

Se queda varios segundos en silencio. Los segundos más tortuosos de mi vida.

-¿Qué importa? No pueden impedírtelo. -Empieza a arrancar pasto con sus dedos, notablemente nervioso.

-Elliot. -Lo llamo pero él no me mira así que le levanto el rostro con mi mano suavemente-. Escuchame, yo no quiero esto, pero...

-¿Pero? -Intenta sonar enfadado pero le falla la voz.

Me duele demasiado hacerle esto pero no puedo perder a mis padres.

-Me dijeron que si no terminaba contigo podía olvidarme de ellos.

Se queda analizando mis palabras. Espero que no llore, si no yo también lo haré.

-Y... Pero... No. -Me mira desesperado-. ¿Me estás dejando?

Asiento, incapaz de dejar salir una palabra a través del nudo en mi garganta.

-Pero... ¿No me quieres? -Su voz suena casi inocente, dulce, lo que hace que se me parta el alma.

-Te amo. -Le digo tomándolo de las mejillas-. No estoy haciendo esto porque no te quiera es porque quiero a mis padres también.

-No tienen derecho a meterse en tu vida. Quiero hablar con ellos. -Se ve determinado pero su voz suena asustada.

-Sabes lo que opinan de nuestra relación y...

-¿Qué relación? -Me interrumpe, finalmente quebrándose.

Lo abrazo porque no sé qué decirle, no creo que haya nada que haga que se sienta mejor. Solo lo rodeo con mis brazos.

-Me dijeron que no quieren que te vea más... -Susurro.

Y ahí van las primeras lágrimas de muchas. Acabo de lastimar a una de las personas más importantes en mi vida, ¿qué clase de novio soy? Recuerdo las palabras que me dijo el padre de Elliot: "Eres un buen novio" Le fallé a él y a Elliot. Pero no veo otra solución.

-Odio dejarte, pero no puedo perder a mis padres, creo que puedes entender eso...

-Entiendo... -Pero las lágrimas abandonan sus ojos. Y se me parte el corazón de nuevo, una y otra vez. Hasta que ya no queda nada.

Lo tomo de las mejillas y limpio sus lágrimas, aunque estas salen sin parar. Él se aleja un poco, dudando de mi toque pero luego me abraza, casi desesperado, como si yo fuese a desaparecer en cualquier momento, como si me fuera a alejar de él... Bueno, es exactamente lo que voy a hacer.

Caigo de espaldas en el pasto, con Elliot en mi pecho llorando. Me odio por hacerlo llorar. No lo merezco. No me doy cuenta que estoy llorando hasta que siento gusto a sal en mis labios.

-Nada de esto cambia lo que me haces sentir, enano. -Acaricio su cabello y él me suelta de golpe.

-¡Odio que seas tan cobarde y no enfrentes a tus padres, Cooper! -Se levanta y se va a paso rápido por el parque sin dedicarme alguna mirada de despedida.

¿Así, tan rápido lo perdí? ¿Tan rápido nos alejamos?

Siento que me falla la respiración. En otras circunstancias, me hubiese levantado y hubiera corrido tras él, le pediría perdón por romper su corazón, por lastimarlo; pero ahora... lo mejor es dejarlo ir. Es mejor para él y para mí, para que ninguno de los dos salga más lastimado aún.

Sigo recostado en el césped, con las lágrimas mojándome las sienes, observo el cielo azul como su cabello, el verde de los árboles como sus ojos. Un recuerdo viene a mi mente mientras miro hacia arriba, al cielo que una vez subimos, las imágenes de los dos besándonos en el globo aerostático... qué lejano parece aquel momento donde todavía era mío.

Elliot tenía razón, si no fuera tan cobarde todavía podría besarlo, aún sería mío. Pero lo perdí y es solo mi culpa.

Por otro lado... son mis padres, no puedo vivir sin ellos, aunque no sean los mejores. Pero, Elliot... Tampoco puedo vivir sin él.

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