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Capítulo 3

Las famosas últimas palabras

Kim Seojoon.

El frío de la cerámica cala entre mis huesos. La presión de mi piel contra el piso está a un paso de hacerme llorar. La sensación de sequedad en mi garganta solo logra irritarme. Dolor: frío y llano, áspero y escabroso, solo fomenta la sensación de soledad que sacude mi pecho con impotencia. Intento levantarme, intento moverme de la posición en la que me he dormido, o caído en coma, pero parece que cada parte de mi cuerpo solo ha quedado apagada, menos mi mente.

La imagen, las palabras y las miradas se vuelven cada vez más responsables de lo que mi mente intenta evocar. Intenta evocar una mejor realidad, una en donde si pueda recordar lo que es el calor de una familia, puedo sentir la sensación familiar de algo como el suave abrazo de mi madre o la caricia en la cabeza de mi padre, pero eso ha quedado tan atrasado que son fantasmas, irreales y difusos.

Mis padres no siempre fueron así, quizás por eso me quedé en casa, porque una parte de mi terminó esperando, rogando y deseando que volvieran a su estado "normal", creo que no tome en cuenta que el monstruo que los absorbe suele ser su fase "normal".

Un calor me abraza en la espalda, pero la textura de lo que me acaban de poner solo hace que las heridas me irriten. Puedo percibir el calor de unas manos en mis antebrazos que logran que me tensé. Las manos suaves, pero firmes, hacen que logre ascender sobre mi propio peso, logrando que pueda reconocer el suave aroma de canela y naranja que siempre abarca a la cocinera Park Jiyu, a pesar que es una casa grande, solo ella está encargada de toda la limpieza y comida.

—Tranquilo, todo estará bien —dice con voz calmada.

Me parece curioso que me haya quedado dormido hasta las 5 am, que es su hora de entrada, también lo suficiente para darme cuenta que mi piel está fría, al igual que reconozco la hinchazón de mis ojos, y puedo deducir de mi rostro.

Es tan devastador verme en este estado.

—La señora me ha dicho que tienes que asistir al colegio. No puedes faltar —comenta un poco apenada, cuando la enfoco. Tiene básicamente la misma edad que mi madre o quizás un poco menos, pero no es tan grande como para ser mi madre, quizás mi tía...

Asiento, percibiendo como mi propia garganta traga un nudo en mi garganta a medida que me levanto. Su mirada se suaviza, mientras percibo como la lastima la rodea, la invade y hace que me sienta peor. Como un nudo que no permite que me quede con la manta cálida que ha puesto sobre mis hombros, cubriendo mi espalda.

Enderezo la espalda, alzo la vista y mi rostro se vuelve pétreo mientras me doy la vuelta con un leve asentimiento, para después subir las escaleras con la mayor calma posible, ya que el temblar de las misma, solo me hacen pensar en la posibilidad de caerme.

Llego a mi cuarto para cerrar la puerta con suavidad, me quito la ropa a medida que me dirijo al baño y con un poco de brusquedad cierro la puerta corrediza, mientras el agua fría se dispara para luego ser reemplazada por una caliente y suave, que a medida que pasa el tiempo se vuelve más caliente, ya que en ningún momento termino de regular. Sin embargo, el frío que parece colarse en mis huesos nunca se detiene, por dentro sigo tan helado como lo estaba esa noche.

Detengo el agua caliente, salgo del baño y veo un ligero enrojecimiento en todo mi rostro. Mi espalda es un lienzo de colores rojos, morados, verdes, naranjas y rosados. Nunca una pintura me disgustó tanto como la que hace mi padre sobre mi cuerpo.

Maquillo mi cara, para que los moretones se oculten lo más posible. Me visto con el uniforme escolar, para descubrir cómo mi teléfono está en el aparato para cargarlo, y la manta está a un lado de la cama. Caminó hasta él para ver mis redes sociales explotar con muchos mensajes al DM, de alguna extraña forma el chat de mi buzón se está inundando de DM.

Lo peor es que toda mi reputación parece estar por el piso.

Volví a apagar el teléfono y guardé el aparato en el bolsillo. Tomo mis cosas y bajo, agarrando la mochila con una mano.

La cocinera me espera con un desayuno ligero, un par de pastillas y jugo de lo que parece ser demasiado fucsia para mi gusto. Como en silencio, bebo el contenido del vaso junto a las pastillas. Salgo, y al instante me arrepiento: flashee de cámaras instantáneas me acorralan, pegándome ligeramente a la puerta. Puedo reconocer como un pequeño ejército de paparazzis están en la entrada de la casa. El hombre que mi madre contrató para llevarme me esconde solo un poco de los flashes que golpean mi rostro.

Me subo en la parte trasera con un poco de dificultad, para que cierre la puerta al momento. Los paparazzi golpean el flash contra los vidrios templados, ocasionando que una presión en mis hombros se vuelve molesta. Recargo con cuidado mi espalda sobre el mueble de cuero, para ver el rumbo al que se dirige el auto.

— ¿Puedo hacerlo cambiar de opinión? —Quisiera que mi voz no suene tan débil y cortada, pero es casi imposible, estoy destrozado—, si le doy dinero...

—No lo intente joven Kim, le soy leal a su madre —me interrumpe, haciendo que suba la vista—, le sugiero que consiga gente igual.

— ¿Que sea manejada por dinero? El único motivo por el que no me es leal es por la falta de dinero en mi bolsillo —suelto apenas siendo consciente de que no es muy inteligente decir algo como eso al hombre que me lleva.

—Antes me daba pena, ahora entiendo porque alguien sería capaz de creer que eres así —sus ojos se enfocan en los míos una vez más—, eres alguien despreciable.

Bajo la vista al sentir el escozor en mis ojos.

Vuelvo a encender el teléfono para ponerlo en modo avión, y encender los auriculares los cuales oculto con el cabello. El auto se estaciona después dejándome en la entrada del colegio, donde puedo ver cómo están mis padres, mi editora, el director y un par de maestros esperándome.

—Esperemos que las personas despreciables puedan alcanzar la gloria eterna —suelto para ver como agarra el relicario en su cuello con un apretón notorio—, todos merecen el perdón, no se olvide.

Apago los auriculares y salgo del auto.

Nunca en mis 18 años de vida pude ver una sonrisa tan amable y ojos comprensivos como la que mi padre está mostrando en la oficina de director, la palabra "junta directiva" y "consejo de violencia" fue dicha alguna vez, pero también fueron dichas las palabras "regalos corporativos" y "bonificación para los de la junta directiva", y todo lo demás dejó de importarme.

Para los de mi generación, soy un nepobaby, mejor conocido por ser hijo de una celebridad como lo fue mi madre en su época: actriz, cantante y escritora, además de tener un padre diplomático, concejal de uno del Alcalde de Seúl.

Crecí con la cuchara de plata en la boca, solo que nunca me gustó el contenido de la misma.

Nunca en mis 18 años de vida pude ver como mi madre está siendo afectuosa con alguien más que no sea su novio de la semana, pero ella está acariciando el brazo del director suavemente, mientras un par de relojes caros llega a la mano del hombre, que la mira encantada. Puedo decir lo que sea de mi madre, pero sigue siendo una gran actriz, al no sentir repudio por el hombre que la mira embobado.

Mi padre llega con una botella de whisky cara para el vicerrector y mi editora con una pequeña maleta para "el fondo de la escuela", acompañado con un contrato de confidencialidad y una explicación para los medios.

Quizás ninguna de esas cosas me haya impactado, de hecho, las esperaba, mi padre no dejaría que me expulsaran de la escuela cara, en la que soy el mejor.

Pero quizás algo que sí me ha impactado es como esas acciones las siento tan programadas en su ser, como las que estoy haciendo yo: mostrando una suave sonrisa que es tan falsa como el reloj del director, asintiendo a cada pregunta y dando un suave discurso programado en mi cabeza: "todos cometemos errores y esto no volverá a ocurrir."

Nada importaba, porque toda mi carrera se hizo triza antes de siquiera empezar.

Y por esa misma razón me estoy dirigiendo a clase, caminando por un pasillo vacío, ya que las clases comenzaron hace media hora, ocasionando que me haya perdido Álgebra numérica, que me va fatal.

Toco rápido, para entrar al salón haciendo que el maestro me vea y asiente, dejándome pasar, no visualizo a nadie mientras camino entre los alumnos para sentarme en mi puesto regular. El maestro sigue dando lecciones e impartiendo historia cívica, pero cuando menos me doy cuenta un par de ojos se aferran a mis movimientos.

Alzó un poco la vista y lo captó, su semblante parece pensativo, sobre algo que le han dicho, quizás, pero no lo reconozco como tal. ¿Este punk qué quiere?

Sacó un cuaderno, lápiz y comienzo a escribir, ignorando la pesada mirada de Park Daehyun sobre mí.

Las horas pasan rápido entre clases y apenas me doy cuenta, ya es la hora de almuerzo. La mirada acusatoria de las personas a mi alrededor se vuelve pesadas, mientras sus bocas se empiezan a mover en mi contra, casi como una segunda personalidad. Un poco más y puedo escuchar cada palabra de lo que dicen:

"No debería estar aquí, tuvo que haber sido expulsado"

"Tiene cara de mosquita muerta, puedo asegurar que dio el culo para permanecer"

"Solo se queda porque su padre dio dinero, sino eso no es nada"

"¿Escritor? Por Dios, no creo que su cerebro de para eso"

Quizás, estoy exagerando y ellos ni siquiera se están enfocando en mis desgracias, pero al existir una mínima posibilidad de que eso pueda pasar solo consigue que mis nervios se pongan en alerta. Quisiera estar en mi casa, en mi cama y no pensar en lo difícil que es la vida adolescente cuando todos los ojos están sobre ti.

—Hey —dice una voz atrás de mí, ocasionando que me sobresalte. Su sonrisa es sarcástica, casi burlesca cuando se posiciona al frente de mí—. Espero que no te importe, pero casi puedo sentir la tensión entre tu y el piso, quisiera ver quien gana la pelea.

— ¿Quieres morir?

Alza las manos y con un gesto divertido se sienta en la silla vacía a mi alrededor. Puedo ver cómo las personas ven nuestra interacción, extrañada, los entiendo, yo también estoy así.

— Soy Min Jung-Hee, no hace falta que digas tu nombre toda la escuela se lo sabe.

—No te lo iba a decir —respondo hostil, al ver como sus labios se curvan en una sonrisa.

—Él tiene razón, pareces un gato entrando en pánico.

Miro al chico de arriba a abajo, sin ser capaz de resistirme: es lindo. Parece que se cuida bastante la piel porque a diferencia de los otros chicos de su edad, no tiene ni un grano o mancha que pueda ocasionar alguna imperfección. Eso significa que tiene el suficiente dinero para comprar esas cosas, pero por alguna razón tiene un par de tenis no tan nuevos como los que debería tener alguien que estudia en una escuela privada.

—No estás en condiciones para hablarme —suelto, sintiendo al instante como el brillo en sus ojos se vuelven ligeras llamas. Tiene esa clase de rostro que te permite descifrar sus sentimientos.

—Harías bien en tener un amigo, pareces alguien que los necesitará en un futuro.

En eso, se alza con toda la gracia del mundo, y se pone al lado de Park Daehyun, quien asiente ante lo que sea que le haya dicho Min Jung-Hee, pero no hace ningún tipo de gesto hacia mi dirección. Enciendo el teléfono, para ver como mis aplicaciones permanecen tranquilas a medida que el tiempo pasa, no ha llegado ni un solo mensaje, llamada o cualquier otro derivado. Necesito comprarme otro teléfono y otra línea telefónica.

Me recuesto en mi espalda, pero de inmediato el dolor punzante, hace que recuerde que no puedo tener muchos movimientos bruscos.

Las clases vuelven a iniciar media hora después, y mi estómago ligeramente se frunce, pero lo ignoro, no tengo las suficientes ganas de comer, o de levantarme del escritorio, mientras anoto los apuntes correspondientes y mi tarea como si fuera mi vida.

Las clases finalizan y guardo las cosas con calma, mientras los demás limpian el aula, algunos ya se han ido. El sol desciende de forma lenta a medida que termino de guardar las cosas, ayudo a limpiar los pupitres y llevo lo que entregue a la parte limpieza. Para agarrar mis cosas y caminar con la multitud hacia la salida.

Unos pies al frente de mi cuerpo solo hacen que me detenga de golpe: 5 chicos parecen estar al frente. Uno de ellos se posiciona al frente de mí, sus ojos se ven afilados, un poco abrumadores y muy oscuros, más oscuros que el simple marrón que inunda los míos.

—Tendrás que acompañarnos —dice el de ojos oscuros, que parece un poco intenso en poder captar cada rasgo de mi rostro como una pintura abstracta que intenta descifrar.

—Estoy ocupado.

Intentó retroceder, pero uno de ellos se había posicionado en la parte de atrás, haciendo un círculo. Enjaulando entre humanos. Aunque quisiera aparentar ser fuerte, mis manos tiemblan ligeramente, ocasionando que las oculte en mi pantalón.

—Tranquilo, nadie está tan ocupado como para no hacer una excepción —su voz suena calmada, como si hiciera estas cosas muchas veces. Su cuerpo se acerca al mío, sus labios se posicionan en mi oreja y susurra—: una paliza nunca es buena darla en público. Lamento la cercanía.

Se posiciona a mi lado y coloca su mano en mi espalda baja, empujando suavemente mi cuerpo hacia algún lugar. Camino de buena gana para evitar cualquier cosa, sin embargo, puedo percibir los dedos en mi espalda: tensos y pesados. Curveamos en lo que parece ser un callejón que da a unos locales traseros, el lugar tiene una ligera capa de arenilla en el piso y al fondo tierra, parece una zona de montaje. Unas botellas están cerca una puerta, pero apenas puedo verla cuando soy empujado por uno de los chicos, que no es el mismo que me llevó hasta acá.

Mi espalda se golpea contra la pared, y de inmediato no puedo ocultar la mueca de dolor que surca mi rostro. Intento respirar con sutileza para nublar el dolor que me quiere agobiar, mientras busco la forma de librarme de la estúpida situación que me vine a meter, ¿quiénes serán estas personas?

—Tengo entendido que no sabes quién soy —dice el chico de ojos negros, su semblante es un tanto hostil, pero si dejar de ser sarcástico—, pero bueno eres nuevo, lo entiendo, soy Lee Seung, hermano de Lee Eun-yeong, espero que el nombre te suene.

Un golpe en la mejilla me hace doblar la cara, retrocediendo, pegando mi espalda a la pared fría, más dolor es arrojado en mi cuerpo ocasionando que mi cuerpo sea doblado. No puedo levantar la vista, pero sí escuchó las risas de los imbéciles a mi alrededor. Mi cuerpo se calienta y mi mejilla late.

—El que te acaba de golpear es Kim Doyu, novio de Lee Eun-yeong —habla Lee Seung, ocasionado que mire al chico de complexión delgada.

No visualizo ninguno de ellos, solamente a Lee Seung, parece ser el que está a cargo de la jauría humana. Se mantiene lejos, pero divertido ante la situación, como si la estuviera controlando.

Una mano se posa en mandíbula, logrando que alce la vista: un par de ojos cafés, afilados y molestos me devuelven la mirada, puedo sentir como su cercanía genera una sensación de incomodidad en mi estomago

— ¡Vas a morir, imbécil! —gruñe Kim Doyu, acertando otro golpe en mi estómago, que hace que expulse todo el aire. Caigo de golpe al suelo, levantando una ligera capa de arenilla.

La primera patada cae fuerte a mi costado, luego son repetidas por otras, y otras más, haciendo que solo pueda proteger mi rostro.

El dolor simplemente explota en todo mi cuerpo. En algún punto solo puedo sentir como todo el dolor es capaz de cegar mi mente, mi espacio y cada capacidad de buscar una solución, es sustituida por la necesidad de que paren. De que todo se detenga, de que deje de doler como está doliendo: cada patada, cada golpe y cada espasmo se me atraviesan llenando mis ojos de una ligera capa de agua. Para después de un pestañeo esparcir las lágrimas, que ruedan por mis mejillas.

— ¡Basta! —grita uno de ellos, haciendo que mi alce la vista que permanece nublada por las lágrimas. Me vuelvo a encontrar con ese par de ojos cafés que siguen tan afilados como siempre—. La pequeña mierda quiere llorar, lo haremos llorar.

Se levanta alejándose de mí, donde puedo ver como una de sus piernas apunta directo a mi cara.

Oh mierda.

El golpe cae al instante enviando oleadas de manera rápida, que son sustituidas por puntos negros que de inmediato me inundan, para luego caer.

—Hey —percibo un suave llamado, unas manos tocan mi rostro con suavidad, pero después percibo una humedad en mi cara, y en mi nariz que me impide respirar. Mi primer instinto es levantarme, y en lo que lo hago: un golpe en mi cara y dos jadeos salen del cuerpo contrario.

Me agarro el rostro, al sentir como un líquido se resbala de mi rostro, de inmediato, sujetó mi rostro por el golpe, pero puedo ver como Min Jung-Hee, está de sentadillas a mi altura, sosteniendo la botella con agua y una mano en su rostro.

— ¿Qué te pasa? No tenías que echar agua —lo regaño.

Min Jung-Hee me mira, alza una ceja y se levanta, patea la tierra para después caminar hasta los chicos que parecen divertidos ante la situación. Veo al chico que se puso a pelear en la entrada de la escuela y a Park Daehyun, quien solo me mira con un gesto desinteresado.

—Es la última vez que intento ayudarlo, es un malagradecido —dice caminando y señalándome. Se sienta al lado de los chicos, pero ligeramente a la izquierda, junto al de la pelea.

Frunzo el ceño, pero cuando me intento levantar, una ráfaga de dolor, parecido a espinas me pasman en el piso. En eso, una ligera sombra se posa enfrente, cubriéndome del poco sol que quiere descender para darle paso a la oscura noche. Su mano extendida me da una ligera invitación. Park Daehyun se ve alto y gentil, con una mirada suave ante mí, parece falso, ocasionando que cada alarma en mi mente sea disparada.

—Tómala ahora —habla por primera vez con una voz suave, ligera como si usara una frase que ha pensado por mucho tiempo—, o la tomarás rogando, después.

—Nadie ofrece las cosas gratis —le recuerdo.

—Yo no estoy tomando las cosas gratis, gatito —desciende quedando en puntillas—, ¿quieres ayuda? Págame lo suficiente y no te volverán a tocar mientras esté presente.

—Eres un bastardo —empujo su cuerpo, haciendo que me dé una suave sonrisa ante la poca fuerza que ejercí en el golpe. Ni siquiera lo desequilibre.

—Bien, intenta no pedir mi ayuda mañana, ni el día siguiente... —Se levanta y empieza caminar lejos del callejón, para luego detenerse y darse vuelta con sus dos perros callejeros a la par—. Conozco bien a Lee Seung y no se detendrá hasta verte muerto.

El trío se aleja de mí, mientras una vez más me quedo solo, húmedo con demasiado frío y dolor para siquiera pensar. La noche ha cubierto todo mi ser, como un solitario manto de dolor. He llegado a la conclusión de que quizás soy un poco terco, pero nunca he sido estúpido, y sé que dejarlo ir es una estupidez. Él no tiene que saber que en serio lo necesito.

—Espera —suelto fuerte, apenas veo como su cuerpo se detiene—, te daré 5.000.00 wones* a la semana, pero te mantienes pegado a mí en todo momento.

El trío gira la cabeza en mi dirección con los ojos grandes, puedo ver que la cifra de 5.000.00 wones* es casi adorada para ellos. Daehyun mira al chico que no reconozco y le da un asentimiento, este empieza a caminar hacia mi dirección. Sus ojos me escanean y lanza una mochila que no parece ser suya, para luego hacerme una seña con la cabeza para que la abra.

Puedo ver un suéter negro con capucha.

—Llega con la primera parte del pago mañana temprano, te llamaremos un taxi que te esperara para que vayas al colegio nocturno —El chico vuelve al lado de Daehyun, pero este no lo nota, apenas y lo mira, cuando sonríe, alejándose—, nos vemos mañana, gatito.

"—Él tiene razón, pareces un gato entrando en pánico" recuerdo la suave voz de Min Jung-Hee, ¿Desde cuándo Park Daehyun habla de mí?

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1*El won surcoreano es la moneda en circulación 

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