Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 31

ADVERTENCIA
El capítulo es fuerte. Tal vez demasiado y espero no ofender a nadie. Solo que es necesario para la continuidad de la trama.

------------------------

Paula aún no salía de su asombro. Sabía a ciencia cierta —porque él mismo se lo había dicho— que Andrés no tenía pensado regresar sino hasta el domingo. Entonces, ¿qué lo había llevado a cambiar sus planes? ¿Acaso se había enterado de su traición y por eso decidió regresar antes? El que hubiese llamado al técnico de sistemas de la agencia un viernes por la noche para que le arreglase su computadora personal era algo bastante inusual. Si a eso le sumaba la forma en la que se había comportado esa noche, era absolutamente extraño.

Su marido había jugado con ellos durante toda la cena. Se había comportado de forma territorial haciéndolos sentir incómodos todo el tiempo y eso era un claro indicio de que, si no sabía ya que estaban juntos, al menos, lo sospechaba. Si bien habían sido cuidadosos, en especial él que siempre estaba atento a que nadie los viese juntos, al parecer, no había sido suficiente. Tendrían que haber tomado más precauciones.

Facundo ya se había marchado y Andrés continuaba dentro de su despacho probablemente siguiendo con su trabajo como si nada raro hubiese pasado esa noche. Después de todo, se había encargado de demostrar que ella le pertenecía. No le sorprendía demasiado en verdad. Siempre había sido una persona posesiva, incluso cuando solo eran buenos amigos, mucho tiempo antes de convertirse en pareja. Sin embargo, nunca le había molestado tanto como ahora.

Quizás el hecho de que esta vez Facundo estuviese involucrado tenía algo que ver. O tal vez se debía a que ella había cambiado. Ya no era esa pobre chica aterrada que necesitaba de su ayuda para salir adelante. No era la que se avergonzaba de la forma en la que los demás la veían —incluidos sus propios padres— tildándola de asesina y dándole la espalda cuando más los necesitaba. Ahora era una exitosa publicista capaz de valerse por sí misma enamorada de un hombre que la amaba tanto como ella a él.

Con ese pensamiento en mente, avanzó decidida hasta su despacho. Tenía que armarse de valor y dejar de postergar lo inevitable. No podía seguir sosteniendo ese matrimonio. Ella no amaba a Andrés, sino a Facundo y por él estaba dispuesta a renunciar a todo. Además, su marido era consciente de que ella no sentía lo mismo y aunque era evidente la esperanza en sus ojos cada vez que intentaba despertar en ella algún tipo de emoción que no fuese indiferencia, en su interior sabía que nunca lo lograría.

Siempre se había sentido muy culpable por no sentir como él, pero eso no era algo que pudiese forzarse. Si bien lo estimaba mucho y era consciente de que sin él no habría podido sobrevivir hasta ese día, estaba cansada de simplemente sobrevivir. Deseaba vivir y hacerlo a pleno, pero para ello tenía que enfrentarse a él.

Estaba muy nerviosa. Después de tantos años finalmente le diría que quería separarse. Las manos le temblaban y su corazón martillaba fuerte dentro de su pecho. Sabía que no le gustaría lo que iba a decirle, pero no estaba segura de cómo reaccionaría en verdad. En el último tiempo, su comportamiento hacia ella había cambiado tornándose más agresivo y dominante que de costumbre y aunque estaba convencida de que nunca le haría daño, algo en su interior le advertía que tuviese cuidado.

Estaba claro que jamás le confesaría lo que había hecho con Facundo, como así tampoco los sentimientos que tenía hacia él, aun a pesar de ser consciente de que probablemente ya lo supiese. Después de todo, esa noche no había podido disimular lo mucho que le afectaba tenerlo cerca. Andrés era un hombre muy inteligente, de muchos recursos y con contactos en todo el mundo. Si quería, podía convertir fácilmente la vida de alguien en un completo caos. Por esa razón, haría lo que fuese por alejar a Facundo de la mira. No podría tolerar que él se viera afectado, de ningún modo, a causa de ella.

Estaba por abrirse paso al interior de su oficina cuando vio al guardia de seguridad salir de la misma. Este se sorprendió al encontrarla y procurando esquivar su mirada, se alejó, con premura, en dirección a la salida. A juzgar por la forma en la que ni siquiera la había saludado, supo que le habría mencionado sobre sus varias llegadas tarde y ausencias por las noches durante el tiempo en el que estuvo de viaje.

Un repentino miedo la invadió al pensar en la posibilidad de que también hubiese contratado a alguien para que la siguiera. Una cosa era que tuviese sospechas de su relación con Facundo, otra muy diferente, que tuviera pruebas. Sintió la necesidad de llamarlo y advertirle sobre eso, pero la voz de su marido la detuvo antes de siquiera moverse. Como la puerta había quedado entreabierta tras la salida del guardia, podía oír todo lo que decía con claridad.

—Hola. Sí, acabo de recibir las fotos que me enviaste. Las estoy viendo en este momento, pero en ninguna se los ve haciendo nada comprometedor. Por lo que te pago deberías haber conseguido una de ellos en la cama. Sí, sí, tranquilo. Mañana a primera hora vas a tener tu dinero.

Se sobresaltó al oír su furioso gruñido seguido por el sonido que hicieron todas las cosas que tenía sobre su escritorio al caer al piso cuando las tiró con violencia en un arrebato de ira. No pudo evitar jadear cuando lo escuchó decir su nombre entre maldiciones y comenzó a retroceder con lentitud. "¡Dios mío, lo sabe!", pensó, aterrorizada. Como acto reflejo, se dio media vuelta y comenzó a correr hacia su habitación. Definitivamente tenía que llamar a Facundo para ponerlo en alerta.

Nada más entrar a su cuarto, recordó que había dejado el celular en su cartera la cual, a su vez, se encontraba en la sala junto a la entrada. Se apresuró a salir para ir en su búsqueda cuando chocó de lleno contra alguien. Supo, sin necesidad de verlo, que se trataba de su marido. ¿Cómo había hecho para subir tan rápido? ¿Acaso la había oído afuera de su despacho? Sintió las fuertes y pesadas manos de él sobre sus hombros y temerosa, alzó la vista para enfrentarlo. La expresión en su rostro era muy extraña y por un instante, la oscuridad de sus ojos logró hacerla estremecer.

—¡Andrés! —exclamó con falsa sorpresa—. ¿Qué hacés acá?

—¿A dónde ibas tan apurada?

Su voz era gélida al igual que su contacto.

—Iba a... olvidé mi teléfono abajo. —Prefirió decir la verdad en un intento por no demostrar los nervios que la embargaban por completo en ese momento—. Como está sin batería, quería ponerlo a cargar.

Lo vio mirarla en silencio como si estuviese evaluándola y luego esbozar una sonrisa que no era, para nada, su sonrisa habitual. Algo en la misma la hacía temblar y por supuesto que ese gesto no pasó desapercibido para él. Sin darse cuenta, retrocedió varios pasos para poner distancia entre ellos. Entonces, Andrés avanzó la misma cantidad. Una vez que ambos estuvieron dentro de la habitación, procedió a cerrar la puerta con llave y luego, se la guardó en el bolsillo de su pantalón.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella con voz temblorosa.

—Esta noche no quiero que nadie nos interrumpa —le respondió mientras le acarició el rostro con suavidad.

Paula intentó mantenerse lo más calma posible a pesar de que por dentro estaba aterrada. No era la primera vez que él intentaba acercarse de ese modo, pero nunca la había encerrado con llave. Por otro lado, su mirada era diferente. Jamás la había mirado de ese modo y en sus ojos podía advertir un brillo extraño.

—Andrés, estoy muy cansada y necesito dormir. Trabajé toda la noche.

—Trabajaste toda la noche —repitió clavando ahora sus ojos en los de ella.

—Sí —balbuceó demasiado nerviosa.

—Bueno, entonces supongo que esto va a ayudar a que te relajes y puedas dormir mejor —le dijo con tono juguetón.

Lo sintió apoyar una mano sobre su espalda baja para acercarla más mientras le apartaba el cabello hacia atrás con la otra. Intentó moverse cuando comenzó a depositar besos húmedos sobre su cuello, pero él se lo impidió al ejercer más presión sobre su espalda. Deslizando la otra mano por su nuca, continuó recorriendo su cuello con sus labios en un camino descendente. Era evidente lo que se proponía y no pensaba permitírselo.

—Basta, Andrés —exclamó a la vez que lo apartó apoyando ambas manos sobre su pecho.

—¿Por qué? —inquirió, molesto—. ¿Acaso no soy lo suficientemente joven como para que te sientas atraída?

—¿Qué? ¿De qué estás hablando?

Lo vio negar con su cabeza con una sonrisa burlona en el rostro.

—A veces creo que te olvidás de con quién estás casada. ¿Pensabas que no iba a enterarme de las noches que no volviste a dormir mientras estuve de viaje?

Paula abrió grande los ojos ante aquella pregunta. Sintió cómo su corazón se disparaba a la par que empezaba a formarse un nudo en su garganta.

—¿Acaso me vigilás ahora? ¿Por eso volviste antes?

—Volví antes porque mis negocios allá terminaron y tenía cosas urgentes que atender acá. Pero al final veo que hice bien en hacerlo ya que, al parecer, mientras yo no estuve aprovechaste para ir a bares y pasar las noches fuera de casa.

Paula se alarmó ante la palabra bar. Eso confirmaba que la información que tenía era certera. Efectivamente la había mandado a seguir y por la conversación que había escuchado antes, incluso había fotos de ella con Facundo.

—No sé a qué te referís —balbuceó, nerviosa—. Estuve muy ocupada los últimos días, y las noches en las que no volví fue porque me quedé en la agencia trabajando. Una vez sola fui a un bar, como vos decís, para reunirme con gente que hoy trabaja para nosotros.

—¿Te referís al chico de sistemas? —cuestionó dando un paso hacia ella de forma intimidante.

—No... él no... no es lo que creés.

—¿Ah no? ¿Te pensás que no me doy cuenta de cómo te mira? ¿De cómo lo mirás vos? —la interrumpió, exasperado.

—Andrés, estás loco. Entre ese chico y yo no hay nada. Es solo un empleado.

—¡Dejá de tomarme por pelotudo! —gritó de repente dándole una fuerte cachetada.

Paula trastabilló hacia atrás mientras se llevó una mano a su rostro. Claramente, no esperaba que la golpeara. ¡¿Qué mierda le pasaba?! Sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir la quemazón en la piel y alzó la mirada hacia ese completo desconocido que hoy tenía delante de ella.

—Lo siento. No quise —rogó, arrepentido.

Lo vio extender una mano hacia su cara con la clara intención de revisar el daño, pero ella se apartó. No quería que la tocara.

—¡Me pegaste! ¿Cómo pudiste?

—Perdoname. Ya te dije que lo sentía. No fue mi intención. Es que solo pensar en que estás con ese chico...

—¡No estoy con nadie! —lo interrumpió—. Mucho menos con él. Por favor dejalo en paz y no lo metas en esto.

Lo vio ladear su rostro y evaluarla, una vez más, con la mirada. Algo estaba tramando, pero no podía saber qué.

—Bueno, si no estás con él entonces no te va a importar si lo despido.

Paula intentó disimular la sorpresa que su comentario le generó.

—¿Y por qué harías eso? ¡Es su trabajo! No podés echarlo así porque sí. Andrés, te repito... entre él y yo no hay nada!

Una vez más, advirtió que se formaba en su rostro esa sonrisa que le erizaba cada uno de los vellos de su cuerpo.

—Demostrámelo entonces.

—¿Qué te demuestre qué? —preguntó con el ceño fruncido.

—Eso que asegurás. Que no hay nada entre ustedes. Demostrame que él no significa nada para vos y que solo querés estar conmigo —aclaró sin apartar sus ojos de los de ella—. Solo así no voy a despedirlo.

En ese momento, Paula entendió a lo que se refería. ¡Le estaba pidiendo que se acostara con él a cambio de no echar a Facundo!

—Andrés, no... yo...

—Tal y como pensaba —afirmó con desprecio antes de dar media vuelta y caminar en dirección a la puerta.

Quería gritar con todas sus fuerzas. No podía estar sucediendo eso. No quería acostarse con él bajo ningún punto de vista. De hecho, la sola idea la asqueaba, pero sabía que, si se negaba, sería una forma de confirmarle que le había mentido. Además, no deseaba que Facundo tuviese que pagar las consecuencias. Si había alguien que merecía un castigo era ella y estaba dispuesta a afrontarlo.

—Está bien.

Él había girado la llave dos veces y estaba por girar el picaporte cuando la oyó. Lo vio detenerse en el acto y girar hacia ella.

—¿Qué dijiste?

—Dije que está bien. Si es lo que necesitás de mí, acá me tenés.

La voz se le quebró y las palabras fueron apenas perceptibles. No obstante, él la entendió. Lo vio arquear las cejas mientras la recorrió entera con la mirada. Sintió la necesidad de cubrirse, pero no iba a hacerlo. Haría como las otras tantas veces en el pasado en las que simplemente se aislaba dentro de su mente para no sentir lo que su cuerpo experimentaba. Tragó con dificultad al verlo acercarse con su turbia mirada y cerró los puños con fuerza a la espera de lo que sabía que vendría.

—Sos la mujer más hermosa que vi en mi vida y quiero que entiendas que sos mía. Solo mía —le dijo cuanto estuvo justo en frente.

Sintió sus manos a cada lado de su rostro y lo vio inclinarse para besarla. Cerró los ojos al sentir el contacto de sus labios y un estremecimiento le recorrió la columna en cuanto su lengua se abrió paso en su boca con deseo. El impulso de apartarlo era intenso, mucho más que otras veces, pero tenía que ser fuerte y soportarlo. De eso dependía que se convenciera y lo dejara tranquilo a Facundo.

Andrés la besaba con necesidad y la acariciaba con brusquedad. Lo sintió desvestirla de forma atolondrada para luego, quitarse su propia ropa y llevarla hasta la cama. Todo su cuerpo estaba en tensión. Aunque intentase evadirse y pensar en otra cosa, era muy consciente de las manos de su marido sobre su piel. Sabía que él podía notarlo, pero no parecía importarle demasiado ya que en ningún momento detuvo su implacable asalto.

Mientras la boca de él se recreaba en sus pechos, sus manos recorrían su silueta con vehemencia. Sus caricias eran toscas, impetuosas provocándole dolor cada vez que enterraba firmemente los dedos en su carne. Notó que la sujetaba de las muñecas para alzarle los brazos por encima de su cabeza y de esa forma inmovilizarla. Sabía que le gustaba tener el control de la situación.

Cerró los ojos con fuerza al sentirlo acomodarse entre sus piernas y apretó los labios para no gritar cuando finalmente entró en ella. Le dolía el cuerpo por la forma violenta en la que la estaba poseyendo, pero más lo hacía el alma a causa de permitírselo. De repente, el rostro de Facundo con sus dulces ojos marrones y su hermosa sonrisa apareció en su mente provocando que un par de lágrimas escaparan hacia ambos lados de sus mejillas. Sabía que esto le rompería el corazón y nadie más que ella sería la responsable. Él no se merecía que le hiciera algo así y sin duda, ella no se merecía estar a su lado.

Oyó gemir a Andrés junto a su oído a la vez que se vertió por completo en su interior y tuvo que contener las fuertes nauseas que la acometieron. Se sintió agradecida de que por fin hubiese terminado. Solo quería que se quitase de encima de una vez y se fuera para poder largarse a llorar con absoluta libertad. Las muñecas le dolían por la extrema fuerza con la que la había sujetado y su interior le ardía como fuego por la violencia con la que se había adentrado en ella sin piedad.

—Hace tanto tiempo que quería hacer esto —le dijo mientras se retiró para recostarse a su lado.

Paula giró sobre su costado dándole la espalda y se aovilló en el acto. Estaba haciendo un esfuerzo descomunal por retener las lágrimas que se amontonaban en sus ojos, ansiosas por salir. Quería correr al baño y llorar con todas sus fuerzas. Necesitaba ducharse y quitar así cualquier rastro de él que hubiese quedado en su cuerpo. El contacto de sus dedos sobre la piel de su brazo la hizo temblar y respiró profundo para no comenzar a gritar en ese mismo instante.

—Bueno, sé que estás cansada de tanto trabajar así que mejor te dejo para que duermas —dijo depositándole un beso en el cuello—. Espero que lo hayas disfrutado tanto como lo hice yo.

A continuación, se incorporó y tras recoger su ropa que se encontraba desperdigada en el piso, se dirigió hacia la puerta.

—Ah, ya me estaba olvidando. Podés quedarte tranquila que no voy a despedir al muchacho. Igual, no creo que siga interesado en vos después de lo que acabás de hacer. Que duermas bien, cariño —declaró con una sonrisa antes de salir de la habitación.

En cuanto la puerta se cerró, Paula corrió hacia la misma para dar una vuelta de llave y así impedirle volver a entrar. Después, se apresuró a entrar al cuarto de baño para vaciar el contenido de su estómago en el inodoro. Cuando las fuertes nauseas por fin remitieron, se metió debajo de la ducha. La lluvia deslizándose sobre su cuerpo se confundía con las cuantiosas lágrimas que había comenzado a derramar con desconsuelo.

Lavó a consciencia cada parte de su piel y el interior de su parte más íntima con la intención de borrar su tacto. Sin embargo, no parecía ser suficiente. Lo que Andrés acababa de hacerle había quedado firmemente grabado en su mente y sabía que le resultaría muy difícil olvidarlo. Cuando ya no tuvo más fuerzas para seguir de pie, dobló las rodillas hasta sentarse en el piso. Abrazó sus piernas y escondió la cabeza entre ellas sintiendo el golpeteo de las gotas sobre su espalda.

Jamás en la vida imaginó que su marido sería capaz de hacerle algo así y eso la hizo ver que en verdad no lo conocía tanto como creía. Esa noche, le había mostrado una cara que no deseaba volver a ver nunca más. Volvió a llorar al pensar en Facundo. Necesitaba estar con él. Sentir la protección de sus brazos y el consuelo de sus caricias. Sin embargo, si lo que le había dicho Andrés era cierto y él dejaba de quererla después de eso, se iría de todos modos. No había chance de que permaneciese en esa casa por más tiempo.

Tras cambiar las sábanas de su cama, se metió en ella y continuó llorando. No podía dejar de pensar en cómo le afectaría a Facundo cuando le contara lo que había tenido que hacer. Estaba segura de que lo destruiría y también de que dejaría de confiar en ella. Podía no decírselo, pero no le gustaba la idea de esconderle algo de esa índole. No. No podía no decírselo. Por un momento, pensó en llamarlo, aunque fuese para escuchar su voz, pero recordó que su celular había quedado abajo y no tenía intenciones de abandonar su habitación esa noche. De hecho, empezaba a considerar el permanecer allí dentro durante todo el fin de semana.

Unos suaves golpes en la puerta la despertaron al otro día. Abrió los ojos y miró el reloj que había en su mesita de luz. Ya había pasado el mediodía. Por la forma en la que habían tocado, sabía que se trataba de Mirta. Todo el cuerpo le dolía recordándole la horrible noche que había tenido. Se incorporó con cuidado y avanzó hasta la puerta. Luego de asegurarse de que estuviese sola, la dejó pasar. Notó la expresión de sorpresa en su rostro al verla, pero antes de que pudiese preguntarle, la vio dejar la bandeja sobre la cama y retirarse sin decir nada.

¿Qué era lo que tanto le había llamado la atención a su empleada? Decidió que se vería en el amplio espejo que tenía en el vestidor antes de sentarse a desayunar. Contuvo un jadeo ante la imagen que vio reflejada en él. El delicado camisón de breteles que llevaba puesto no alcanzaba a ocultar las marcas que su marido había dejado sobre su cuerpo. No solo tenía un pequeño corte en un lado de su rostro a causa de la cachetada que le había propinado, sino también pequeños hematomas en sus hombros, brazos y muñecas.

Ahora entendía la razón por la cual Andrés había sido tan brusco. No se trataba de probarle nada. Ni siquiera de sexo. No, sus intenciones eran mucho más oscuras que eso. Esa había sido su forma, enferma y retorcida, de dejarla marcada a modo de advertencia, tanto para ella misma como para Facundo. Sus ojos volvieron a humedecerse al darse cuenta de lo estúpida que había sido y sorprendida de que aún le quedasen lágrimas, rompió en llanto, una vez más.

------------------------
¡Espero que les haya gustado!
Si es así, no se olviden de marcar la estrellita y comentar.

Les recuerdo que pueden seguirme en Instagram donde suelo compartir fragmentos de todas mis historias.
instagram.com/almarianna

También pueden unirse a mi grupo de facebook: En un rincón de Argentina. Libros Mariana Alonso.

¡Hasta el próximo capítulo! 😘

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro