Sus ojos estaban hinchados y rojos, tenía marcas de sábanas en sus mejillas junto a las pequeñas marcas de acné, sus labios tan resecos que podías observar a simple vista las grietas. Parecía algo perdida mientras tenía su mirada fija en un edificio, pero lo que me preocupó fue que de un instante a otro, una lágrima había comenzado a resbalar por su mejilla, siendo seguida por otras. Sus hombros sacudiéndose por culpa de los espamos del llanto que trataba de contener, pero que fracasaba haciéndolo.

Tuve miedo de estar tan cerca con ella en la orilla del edificio, así que me obligué a tomarla del brazo, de forma delicada y nos conduje al contenedor de electricidad para sentarnos en el suelo y apoyarnos en este, a como la anterior vez.

—Quita esa cara de preocupación, por favor, no es la gran cosa —Me dijo entre sollozos, secando algunas lágrimas con el dorso de su mano—. Lloro por todo.

Eso último lo dijo con una mueca de lástima, como si estuviese cansada o harta de eso. No podía quitar la angustia de mi expresión aunque quisiera, mi ceño siempre estaba fruncido cuando la veía tomar bocanadas de aire, tratando de entender sus palabras o de seguir sus gestos.