4.
Advertencias: omegaverse SeungMin!Alfa x Jeongin!Omega. Fic corto. Contiene algo de drama y angst, pero también fluff por algunas partes.
No le dijo del bebé porque no sabía cómo iba a tomárselo. Porque no sabía si eso lo haría feliz. Porque SeungMin ya no parecía interesado en él.
La tensión seguía presente en ellos: apenas se hablaban y dirigían la mirada, no se tocaban ni salían a comer juntos. JeongIn dejó de visitarlo en el trabajo y se la pasaba encerrado en casa, sin querer salir con nadie. Además, con la noticia del bebé en camino, su mundo pareció dar un vuelco completo.
Así pasaron varias semanas, en el que JeongIn no dijo nada sobre su embarazo. No es como si SeungMin hubiera preguntado algo tampoco, y él omega tenía la tentación de sacarle en cara que era fértil, que podía dar a luz, que podía tener cachorros. Al final, sólo se callaba y dejaba que los días pasaran. Ni siquiera sabía cuánto tenía, porque no quería ir a visitar un ginecólogo. Necesitaría dinero para pagarlo, y no es como si SeungMin no le diera dinero, pero tenía una tarjeta de crédito y los gastos siempre iban a la cuenta del alfa.
Navidad sería pronto. JeongIn no sabía cómo sería ese año.
Lo que sí era seguro es que todos los años había una cena-fiesta en la empresa de SeungMin y tenía la obligación de ir. Iban todos los trabajadores con sus parejas, y sabía que, si faltaba, los rumores después serían mucho más horribles de lo que ya eran.
―¿Vas a ir? ―preguntó SeungMin, cuando JeongIn se lo mencionó en la comida.
JeongIn no lo miró.
―¿No quieres que vaya? ―preguntó con amabilidad―. Si es así...
―No he dicho eso ―se veía irritado, pero JeongIn no contestó―. No pensé que quisieras ir.
Él omega removió su comida con el tenedor, sin demasiado apetito. Ahora, muchas cosas le provocaban náuseas y debía disimularlas para no llamar la atención.
―¿Pensabas llevar a otra persona? ―inquirió, usando todavía ese tono suave.
SeungMin volvió a enojarse y se puso de pie, marchándose. JeongIn se puso a llorar, pero cubrió su rostro para no emitir ruido alguno. Con las hormonas alborotadas por el embarazo, el llanto salía con más facilidad y le costaba mucho reprimirlo.
El día de esa odiosa cena sería el veinte de diciembre, así que, mientras SeungMin se duchaba, JeongIn decidió vestirse con un traje que no usaba hacía mucho: era formal, pero con un extravagante diseño de leopardo tanto en el afelpado saco como en la camisa, sin corbata, mientras los pantalones eran de un negro cuervo. Le quedaba un poco apretado de la cintura, pero mientras se duchaba, tocó su vientre levemente hinchado. Pronto, tendría una gran panza que no podría ocultar bajo ninguna ropa. Ese pensamiento, sorprendentemente, le hizo sonreír.
Un bebé de SeungMin y él. A pesar de que las cosas estuvieran mal, JeongIn sabía que lo iba a querer mucho.
Sus uñas ya las tenía pintadas con un bonito diseño de zorritos, así que se aplicó un labial suave y desordenó su cabello en suaves ondas. Se veía lindo, por lo que esperaba que no juzgaran su aspecto ese día.
SeungMin salió del baño y le observó con aspecto crítico. Casi esperaba que él alfa le dijera que se veía ridículo, pero él alfa permaneció callado unos segundos.
―¿Dónde está el traje gemelo? ―preguntó, y JeongIn supo enseguida a qué se refería: ellos compraron esos trajes de pareja luego de que él omega se lo suplicara.
A diferencia del de JeongIn, que parecía más desordenado, el de SeungMin se veía mucho más cuidadoso, con el saco y pantalón negro, y la camisa con machas de leopardo desordenadas. Mientras SeungMin se acomodaba el saco, JeongIn se acercó a arreglarle las solapas de la camisa.
Se miraron un instante y parecieron llegar a un acuerdo silencioso con eso. Aquella noche, dejarían esa discusión de lado e iban a aparentar ser el estable matrimonio Kim. Puede que, para el final de la noche, todo quedara olvidado entre ellos.
El enorme centro de eventos al que fueron quedaba en el exterior de la ciudad, en medio de una enorme parcela lujosa donde cabrían bien quinientas personas. Siempre arrendaban el mismo lugar para esos eventos. Contaba con dos piscinas, juegos para niños pequeños, tres quinchos y un enorme salón, con mesas, sillas y sofás. Allí fue la fiesta de bodas de JeongIn y SeungMin.
No fueron los primeros en llegar, pero tampoco los últimos. El lugar ya estaba bastante lleno cuando llegaron, así que les tocó saludar a varias personas. Se aseguraron en ir siempre de la mano y conversar un poco con cada pareja.
―¿Sigue sin darle un cachorro? ―escuchó susurrar.
JeongIn quería gritar que ya estaba embarazado, que le daría un hijo a SeungMin, que el heredero de los Kim venía en camino.
Sólo se quedó callado, sonriendo con encanto y sin soltar a SeungMin.
―¿Cómo pudo venir con ese horrible traje?
―No se compara en nada a la amante de Kim.
―¿Quieres beber algo? ―llamó su atención SeungMin―. ¿Tal vez un vino, In-ah?
―No te preocupes ―se apresuró en decir JeongIn―, hoy no tengo ganas de alcohol, tomaré sólo un jugo.
Iba a moverse para ir a la mesa, sin embargo, SeungMin lo agarró de la barbilla antes de siquiera dar un paso. JeongIn le miró con inocencia, pero era evidente la sospecha en ojos de su esposo.
―¿Te sientes bien? ―le preguntó, serio―. Has estado muy raro, Nini, ¿Crees que no lo he visto? Dejaste de comer muchas cosas, ¿Acaso quieres bajar de peso?
―Debería bajar de peso, está gordo, mira esas mejillas ―escuchó murmurar.
Él omega se rió, como si hubiera escuchado una buena broma, a pesar de que quería llorar. Malditas hormonas de embarazo.
―Me descubriste ―bromeó, y se inclinó a darle un beso en la boca―. El traje me quedó un poco apretado cuando me lo puse.
―No digas tonterías ―SeungMin lo soltó―, tú no estás gordo. Eres perfecto así, Nini.
Su sonrisa fue más honesta ahora, menos forzada, y volvió a darle un beso a SeungMin, que él alfa aceptó con gusto.
―Voy por algo para beber, nos vemos. ―le dijo, coqueto, y su esposo rodó los ojos.
Se abrió paso por entremedio de las personas, deteniéndose también cada tanto para saludar y conversar con la gente a su alrededor. Todos lo conocían al ser esposo de SeungMin, y él con suerte se acordaba de los nombres de esas personas. A los únicos que ubicaba bien eran a ChangBin, MinHo y Christopher, con los que se encontró en la mesa de comida.
―Vamos, Binnie, come esto. ―decía Chris, tratando de forzar a su novio a comer unas galletas con crema.
―¡No me gusta la calabaza! ―se quejaba ChangBin, empujando al alfa compositor―. ¡Mira, es JeongInnie!
―¡JeongIn, tanto tiempo! ―Chris olvidó las galletas para ir a abrazarlo.
Christopher era demasiado conocido por ser el idol-compositor estrella de la empresa. Las canciones -ya fueran propias o para otros artistas- en las que participaba siempre eran un éxito, y el hecho de ser extremadamente guapo le ayudaba mucho más. Él y SeungMin estudiaron juntos cuando niños en una escuela internacional, de ahí se conocían, así que Chris estuvo en la boda de ellos.
Por otro lado, ChangBin era otro abogado de la empresa, pero omega. JeongIn estuvo muy sorprendido cuando se lo presentaron, pues nunca vio a un omega que se aventurara en esa carrera. Fue el mejor de su generación.
Ambos llevaban saliendo un año y parecía que se entendían muy bien a pesar de todo. A JeongIn se les hacía muy lindo verlos juntos.
Una vez Chris lo liberó, se acercó a la mesa para agarrar una de las copas con jugo, buscando algo que comer también. Se decidió por un inocente coctel de frutas y crema, rogando no derramar algo en su ropa.
―¿Y dónde está el vejestorio de tu esposo? ―le preguntó Chris.
JeongIn le dio un codazo inocente.
―Por allí, en negocios ―contestó―, me aburro en esas cosas, así que me deja libre para vagar.
―¡Qué dulce! ―se burló Bin―. SeungMin siempre tan caballero. Debería dejar de hacer negocios, ¡Se la pasa trabajando!
Él omega asintió, apoyándolo con la cabeza y queriendo gritarlo a los cuatro vientos, porque tenía razón. Ni en esas fiestas SeungMin dejaba de trabajar.
―¿Y qué harán para Navidad? ―les preguntó JeongIn.
―Iré a ver a mis padres ―contestó MinHo luego de tragar un canapé―, pero decidimos pasarla con nuestra familia en Tailandia. Nos vamos en dos días.
―¡Decidimos ir a Australia, hasta año nuevo! ―dijo ChangBin, entusiasmado.
―Queremos celebrar estas fiestas a lo Assuie ―dramatizó Chris, antes de mirarlo―. ¿Y tú y SeungMin?
JeongIn se llevó una frutilla a la boca para hacer tiempo.
―Todavía no lo tenemos planificado, pero le diré que vayamos a esquiar. ―contestó, como hizo el año pasado también.
Una mentirita piadosa. Cuando JeongIn le sugirió eso a SeungMin, él alfa dijo que no había buena conexión de internet en esos lugares por si surgía alguna emergencia, y el asunto quedó allí.
ChangBin abrió su boca para decir algo. Christopher, malicioso como era, agarró la galleta con crema de calabaza y se la metió de golpe. Su novio escupió y comenzó a rabiar, y la atención fue desviada.
Él omega abogado se marchó al baño entre quejidos, con Christopher riéndose por la diversión y siguiéndolo. MinHo y JeongIn quedaron solos.
―¿Cómo va todo con SeungMin? ―preguntó él alfa.
―Igual que siempre ―suspiró JeongIn, removiendo el cóctel frutal con el pequeño palillo―, trabajando y trabajando ―le miró de reojo―. ¿Puedo contarte algo? Pero no aquí.
―Claro ―MinHo miró a su alrededor―. ¿Vamos a la terraza?
Él omega asintió y le siguió a través de la multitud de personas. Los susurros parecieron aumentar con cada paso que daba.
―¿Lo viste con ese alfa?
―Qué puta, engañando a SeungMin a la cara.
―Tan inocente que se ve y es una gran zorra por dentro.
Los ignoró, los empujó hacia abajo, los deslizó por el suelo, fingiendo que no le hacían daño.
Mientras caminaba, buscó a SeungMin a su alrededor, y lo vio conversando con otros alfas y omegas, encendiendo un puro. A su lado, HyunJin le ayudó con el encendedor, inclinándose contra él, y ambos se rieron como si hubieran compartido una buena broma.
El lugar tenía cuatro terrazas que daban hacia las piscinas y el resto de la parcela. Para su propia fortuna, llegaron a una vacía, y MinHo sacó un cigarrillo para encenderlo. Se lo ofreció a JeongIn, pero el omega lo rechazó con amabilidad.
Qué fortuna que ese día no estuviera lloviendo, a pesar de ser inicios del invierno. Probablemente en enero empezaría a nevar.
Miró a MinHo.
―Estoy embarazado ―le dijo, y él alfa enarcó una ceja―, y SeungMin no lo sabe.
Él mayor se tomó su tiempo para responder: dio una calada y exhaló el humo, que se esfumó con rapidez en el frío aire invernal. Desde el interior de la enorme casa salían las risas, conversaciones, la suave música. A pesar de que los separara un ventanal, el omega seguía sintiendo los ojos puestos en él.
―¿Por qué no lo sabe? ―preguntó MinHo.
JeongIn lo pensó un momento, tratando de encontrarle sentido a todo. A esa ridícula situación en la que cayó y de la que no podía escapar, porque lo más doloroso era saber la inevitable verdad: él seguía queriendo a su alfa, a pesar de todo. Tal vez fuera culpa de la marca, que generaba esos sentimientos, pero ¿Qué importaba? JeongIn no lucharía contra ella. Él no fue criado para luchar, sino para contentar, y no sabía cómo escapar de esa realidad.
SeungMin no lo amaba. SeungMin lo engañaba. Sólo estaba para saldar la deuda de los Kim y nada más.
Y, a pesar del ofrecimiento de MinHo, el futuro a su lado era muy incierto y oscuro. A eso, por supuesto, se le sumaba lo evidente, y es que él no le quería ni amaba de esa manera. JeongIn prefería el futuro que conocía, al lado del alfa que tenía su corazón, y ese era SeungMin. Aun cuando SeungMin no le quisiera.
―Porque tengo miedo ―confesó―, de lo que significa. De decirle y no ver alegría o emoción en sus ojos. De decirle y que sólo me dé una palmada en la cabeza, como si ya hubiera cumplido con mi deber.
―JeongIn...
―Lo sabrá, por supuesto, no puedo ocultárselo ―él omega quería abrazar a MinHo, pero debía contenerse, porque la gente lo vería y SeungMin también podría verlo, e iba a enfurecerse con esa humillación―, o puede que sí. Por Dios, con suerte va a casa, no me toca ni me mira. Podría parir en un hospital sin que él se enterase.
―No digas eso, JeongIn ―MinHo le agarró el brazo―. Mira, no soy él más indicado para decirlo, pero le preocupas.
―Por supuesto, soy su marido ―JeongIn se rió―. Sería un escándalo que yo me muriera y él no mostrara el más mínimo afecto.
―JeongIn. ―volvió a insistir MinHo.
Se quedaron en silencio. Él alfa pareció notar que tocarlo no era la mejor idea, así que, con lentitud, alejó su brazo. Volvió a darle una calada a su cigarrillo.
―Me gustaría que fuese niña. ―comentó, y eso bastó para hacerlo llorar.
Se giró, de espaldas hacia el ventanal que llevaba al interior, y dejó que las lágrimas cayeran por sus ojos. MinHo tuvo la sensatez de no abrazarlo, a pesar de que parecía tener las ganas de hacerlo, pero también se dio vuelta y se ubicó a su lado.
―Por favor, Nini, ¿Cuándo vas a florecer? ―suspiró MinHo, con cariño.
―El día en que le diga todas sus verdades a SeungMin. ―bromeó JeongIn entre sollozos.
Permanecieron en ese lugar hasta que el frío secó las lágrimas del omega y el llanto desapareció poco a poco, aunque su cabeza comenzó a doler. Genial, lo que le faltaba.
Quitó los restos de lágrimas de sus mejillas, enderezándose y mirando hacia el interior de reojo. Todavía le quedaba una larga noche por delante, pero ya quería irse a su cama.
―Necesito el baño y arreglar este desastre ―dijo, agradecido de no haberse aplicado sombras en los ojos, porque si no habría parecido un payaso en ese instante―. ¿Entras, MinHo?
―No, deja que consuma el cigarrillo. ―contestó en un gesto despreocupado.
JeongIn le observó con rapidez, adivinando enseguida que no sólo era el cigarrillo, sino un momento para él. A pesar de que MinHo dijera que estaba bien con su rechazo, era obvio que también le hacía daño. Eso era lo que más odiaba JeongIn en esa situación, el saber que podía causarle daño a alguien a quien apreciaba.
Le murmuró una despedida, entrando al lugar para dirigirse con rapidez hacia el baño, esquivando con agilidad a las personas para no quedarse conversando con ellas. Para su propia fortuna, nadie se detuvo a verlo, porque él omega sabía que sin SeungMin, no era importante para ellos.
Una vez en el baño, hizo sus necesidades y luego mojó su cara con agua para quitar los rastros de llanto. Se quedó un momento allí, tomando aire y sabiendo que ya debía buscar a SeungMin. Tal vez, si tenía suerte y lo veía fastidiado, podría sugerirle regresar a casa.
Salió del baño, caminando por el pasillo hacia el salón principal. Al salir, escuchó unas risitas.
―¿Notaste lo horrible que viste? Parece que sacó ese traje de la basura.
JeongIn se volteó a verlas: eran dos mujeres, mayores que él, apoyadas en la pared y sosteniendo unas copas con champagne. Ellas miraron a otro lado, pero todavía tenían sonrisas socarronas en sus rostros.
―¿Disculpen? Creo que dijeron algo sobre mí. ―habló, con la voz grave.
Ellas tuvieron la decencia de enrojecer.
―No, claro que no ―dijo la de cabello castaño y vestido rojo―, de seguro escuchaste mal.
―¿Sí? Estoy seguro de que escuché que decían que mi traje es de la basura. ―replicó.
La otra mujer, una alfa de pelo negro y vestido azul, rodó los ojos. La mujer de vestido rojo era omega, lo que explicaría esa actitud más pasiva.
JeongIn, por lo normal, ignoraría ese comentario y seguiría de largo, pero ahora estaba muy cansado. No entendía el motivo de todos esos murmullos, de esos susurros. ¿Y qué si vestía mal? ¿Y qué si no le había dado hijos a SeungMin?
―Bueno, es que lo es ―habló la alfa, despectiva―. Sólo... Mírate, no te comparas al resto de omegas de aquí. Ahora entiendo por qué tu marido tiene amantes.
Apretó sus manos en puños, la rabia recorriéndolo, pero la alfa se enderezó. En tacones, era más alta que él.
―Eres tan insignificante ―continuó ella―, una pequeña basura que no contentaría a nadie. Ni siquiera sirves como criadero, ¿Cuatro años de casado y ningún hijo? Eres una burla.
Sumado a la rabia, las ganas de llorar volvieron, porque la alfa parecía saber exactamente qué decir para hacerle daño. Esa valentía que sintió desapareció, y ahora lo único que quería era correr lejos de allí, lejos de ese lugar.
―Basta. ―masculló, y su voz se quebró.
La mujer sonrió.
―¿Siquiera sirves para follar? ―agregó, con una mirada de asco―. Lo dudo mucho, tu culo debe ser muy suelto, como el de una puta–...
―¡Cállate! ―gritó, enfurecido.
La omega se encogió, con pánico en la mirada. Sin embargo, la alfa tenía los ojos refulgiendo por la ira.
―¿Cómo te atreves a mandarme a callar? ¿Quién mierda te crees–...
―Mi esposo, por supuesto.
JeongIn aguantó el aire, volteándose para ver a SeungMin de pie ante la multitud. Él omega, de pronto, fue consciente de la gente que los rodeaba, de lo que esa alfa dijo, y la humillación provocó que su rostro se pusiera rojo. Todos debieron escuchar lo que ella dijo, incluso SeungMin, que miraba a la mujer con calma. Con calmada cólera, se veía en sus ojos.
―¿Puedes repetirme lo que dijiste sobre mi omega, NanHee? ―habló SeungMin, dando otro paso. JeongIn vio las manos del alfa temblar.
―Señor Kim ―barboteó ella―, no lo decía en serio, sólo...
―¿Bromeabas? ―le interrumpió él alfa―. Si es así, no entiendo la broma. JeongIn, ¿Era una broma? ¿Te causó risa todo lo que dijo?
Él omega sacudió su cabeza en una feroz negativa, pero también habló:
―Seung ―murmuró―, quiero irme a casa, por favor.
―Por supuesto, precioso ―contestó SeungMin―, sólo tengo unas cuentas qué arreglar ―pareció pensarlo un poco antes de volver a hablar:―. NanHee, estás despedida. No quiero ver tu rostro nunca más en ninguna compañía Kim, y me aseguraré de que no seas contratada en otra empresa. Tú y tu omega están fuera de los negocios de mi familia.
―¡Se-Señor Kim! ―suplicó ella, espantada.
―Además, hablaré con los padres de JeongIn ―continuó, despiadado―, y me encargaré también de que cancelen tus préstamos y asesorías. Les diré cada palabra que dijiste sobre su hijo, y puede que ellos hablen con otras personas para hacer de tu vida una miseria.
―Por favor...
―Por último ―SeungMin apuntó a JeongIn―, quiero que te pongas de rodillas, te inclines y le des las disculpas a mi omega sobre toda la mierda que dijiste. Si no lo haces, NanHee, ni siquiera te daré un finiquito.
Hubo un instante de silencio entre la multitud de personas. La alfa, humillada y derrotada por completo, obedeció con los ojos llorosos.
―Lo siento, Kim JeongIn. ―susurró, a punto de llorar.
―Que patética, Nanhee ―escupió SeungMin, antes de voltearse a la multitud―. Espero que sirva de lección para ustedes, también. Si vuelvo a escuchar cualquier estupidez contra JeongIn o sobre mi matrimonio, no dudaré en hacer esto. Incluso si JeongIn me dice que lo están molestando, y si no tiene ninguna prueba, también lo haré, ¿Queda claro?
Otro silencio sepulcral en el salón. JeongIn, a lo lejos, vio a Chris con la boca llena de comida y a ChangBin con la mano levantada, alimentándolo. Ambos parecían a punto de aplaudir.
SeungMin estrechó los ojos y las respuestas no se hicieron esperar.
―Sí, señor Kim.
―Por supuesto, no se preocupe.
―Jamás haríamos eso, señor Kim...
Él alfa se volteó hacia JeongIn, que le observaba con la garganta apretada. Caminó hacia él, y con suavidad, le agarró la mano.
―Bien, vamos a casa. Ha sido un largo día, In-ah.
Asintió con la cabeza y se dejó llevar. La gente les abrió paso, sin decir nada, y la música pronto volvió, pero nadie parecía qué esperar exactamente. SeungMin no se detuvo, sacándolo del salón y caminando hacia el auto.
Fue, en ese momento, que JeongIn se percató de que SeungMin sostenía algo: una bolsa de caramelos.
Cada fiesta de Navidad, siempre se daban de regalos bolsas de caramelos a las parejas que tenían hijos, para que las llevaran a sus cachorros.
―Seung ―habló, y su voz salió ronca―, ¿Y esa bolsa?
―¿Ah? ―él alfa parpadeó, mirando el pequeño regalo―. Ah, es para ti. Sé que te gustan mucho los caramelos. Te la daré, pero no te los comas enseguida, que luego te duele la tripa. ―agregó, con una mirada de advertencia.
JeongIn hizo un débil puchero, que tembló de forma inevitable, y las lágrimas volvieron a caer. Por Dios, ¿Es qué podía ser más llorón? No entendía cómo sus emociones estaban tan revueltas en ese instante, pero sólo quería que esa sensación de constante miedo desapareciera.
―Lo siento. ―sollozó.
―¿Qué dices, bebé? ―dijo SeungMin, abriéndole la puerta del copiloto y sentándolo―. ¿Por qué pides perdón?
―Por... Por a-arruinar la noche... ―lloró, recibiendo la bolsa de dulces.
―No has arruinado nada ―SeungMin le agarró de las mejillas y le dio un beso en la frente―. Por Dios, casi me lanzo a golpear a esa mujer, Nini...
―¿Escuchaste todo? ―preguntó él omega.
―Por supuesto ―el tono del alfa también era grave―, no podía creer las tonterías que escuchaba, ¿Cómo se les ocurrió tanta mierda? ―otro beso, ahora en la punta de la nariz―. Veamos, ¿Por eso crees que te estoy engañando? ¿Has estado escuchando tontos rumores, bebé?
El llanto aumentó. JeongIn lo abrazó y lloró en su hombro, destrozado, cansado, quebrado por toda esa situación. SeungMin le devolvió el abrazo, consolándolo con cariño y ternura, acariciándole la nuca. No lo soltó hasta que sintió que se calmaba un poco, lo suficiente para darle otro beso, en la comisura de la boca. SeungMin olía a cítricos y cigarros, pero a JeongIn no le importaba una mierda.
―E-Ellos dicen que no soy suficiente ―trató de explicar JeongIn―, que yo jamás te voy a satisfacer, que... Que jamás te daré un cachorro, SeungMin, y eso...
―Eso es pura mierda ―dijo él alfa―. In, sólo inventan cosas porque sus vidas son veneno puro ―le volvió a agarrar de las mejillas―. Mírame, mírame ―él omega trató de observarlo, pero terminó por bajar la vista―. No, mírame, JeongIn ―SeungMin le agarró de la barbilla, obligándolo a levantar su cara―, y escúchame: yo jamás, jamás, te voy a engañar, ¿Está bien? Tú siempre serás suficiente para mí, me satisfaces más de lo que yo espero, y un cachorro no me importa en este momento. Lo que dije el otro día, fui un idiota, ¿Bueno? Fui un estúpido y sé que te lastimé, pero no volverá a ocurrir, ¿Me crees?
JeongIn volvió a llorar y SeungMin lo abrazó una vez más. Se quedaron en esa posición, a pesar del frío, por varios minutos, hasta que el omega hipó y sorbió por su nariz, en clara señal de que ya se calmó un poco. No sabía por qué lloraba exactamente, porque todo era un cúmulo de emociones en ese instante y lo único que quería era hacer un nido con su alfa.
SeungMin pareció adivinarlo, porque le besó en la boca. Los labios de JeongIn sabían salado por las lágrimas.
―¿Vamos a casa? ―le preguntó, dándole otro beso―. Podemos hacer un nido...
―Hazme el amor ―suplicó él omega―, y luego, hagamos nuestro nido, Seung...
Él alfa asintió, soltándolo y cerrando la puerta. Rodeó el auto y subió al asiento del piloto, saliendo pronto de esa parcela para dirigirse al hogar que compartía con JeongIn. En menos de media hora, estaban entrando entre nuevos besos, gruñendo y gimiendo a medida que caminaban. El recorrido nunca se le hizo tan largo para JeongIn, que jadeaba y dejaba que SeungMin le besara y marcara el cuello.
―Te quiero ―gruñó él alfa―, te adoro tanto, precioso...
―¿De verdad? ―masculló JeongIn―. ¿Lo dices en serio?
―Nunca he dicho algo tan en serio como esto. ―afirmó SeungMin, y las ropas volaron por el cuarto, que se llenó de más gemidos y jadeos.
Diez minutos después, JeongIn se acurrucó contra SeungMin, sucio y pegajoso, pero sin importarle un poco. El cuarto olía a feromonas, relajándolo y haciéndolo cerrar los ojos por el sueño. Qué extraño fue, pensó, porque SeungMin se corrió primero, sin embargo, no se detuvo: lo masturbó, besándole el cuello, hasta que JeongIn también terminó llegando al orgasmo y tocó el cielo.
Ahora, agotado, cansado, no quería alejarse nunca más de su alfa. Su único alfa, el amor de su vida, a pesar de todo.
―¿Sabes? ―dijo SeungMin, acariciándole los cabellos, y el omega levantó la vista. Observó las mejillas coloradas de SeungMin, su mirada risueña, y JeongIn le besó la barbilla―. Me tomaré unas vacaciones.
―¿Sí? ―parpadeó por la sorpresa, pero él alfa le sonrió, como si fuera un niño pequeño, lleno de emoción.
―Claro ―SeungMin comenzó a besarle el rostro, enderezándose y volviendo a ubicarse encima de él. JeongIn lo recibió sin problema alguno―. ¿Vamos a la nieve, como me pediste el año pasado? Desde Navidad hasta año nuevo.
―Pero la conexión... ―gimió JeongIn.
―A la mierda la conexión ―volvieron los besos en la boca, calientes, lascivos―, quiero disfrutar de mi bonito esposo como corresponde.
JeongIn no pudo decir que no. Jamás podía decirle que no a SeungMin.
Muy bonito el final del cap, pero porfa hablemossss del hermoso momento chanchang TOT, sorry, es q tenia tiempo sin mencionar a mis mamados favs y necesitaba comentar sobre ellos.
¡Gracias por leer!
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