Capítulo 02
La noche de bodas Lisa estuvo muy nerviosa, sin saber cómo actuar ante Jennie. La alfa conservó la calma en todo momento, luciendo tan experta ante ella, y Lisa se preguntó con cuántas omegas habría estado antes.
Fue amable, paciente y dulce. Se encargó de prepararla bien para que lubricara y se apretara, y luego de marcarla, lamió su sangrante herida. Hasta la acurrucó a su lado, acariciándole el cabello y abrazándola contra su cuerpo. Lisa durmió muy bien en brazos de Jennie, sabiendo en ese preciso instante que su lugar era junto a su nueva alfa. Esa perspectiva no sonaba un poco mal en aquel momento.
Tampoco sonaba mal en la actualidad, mientras escuchaba a Jennie gruñir arriba de ella, moviendo sus caderas contra las suyas. Lisa gemía con cada nueva embestida, sintiendo la polla de Jennie dentro. La habitación entera olía a sexo, sudor y feromonas: la omega estaba en su cuarto día de celo, ya a punto de finalizar, así que debían aprovecharlo lo más posible. Los días de celo eran su período más fértil, por lo que Jennie se aseguraba de anudarla lo suficiente para que el útero de la rubia recibiera todo su esperma.
Lisa, tan agotada como estaba, no se corrió esa vez, pero si sintió el nudo de la alfa en su vagina. Gimoteó por el placer, aunque también por el leve dolor: su entrada se encontraba un poco irritada por la cantidad de veces que lo hicieron. No sabía dónde entraría más semen, además, se sentía demasiado llena y con el vientre hinchado. No le sorprendió cuando Jennie se quitó, minutos después, y el semen se filtró fuera de su entrada.
Cayó boca abajo en la cama, tratando de recuperarse y oyendo la respiración agitada de la contraria. La castaña también debía estar cansada por hacerse cargo de ella.
―¿Cómo te sientes, bebé? ―preguntó Kim, minutos después.
―Duele ―murmuró, sin pensarlo, antes de mirarla. La alfa tenía una expresión sorprendida.
―¿Qué? ―dijo―. ¿Te... Te hice daño? Por dios, Lili...
―¡No, no! ―se corrigió, confundida por el celo. No sabía bien lo que estaba diciendo―. No, eso no... Lo siento, alfa ―se puso a lloriquear, aturdida―. No quería...
―Shhh, shhh ―jadeó Jennie―. Deja que te revise, Lisa-ah.
Lisa soltó un quejido en señal de protesta, pero se quedó quieta al sentir las manos de la mayor en su vagina. Con demasiada vergüenza, dejó que separara sus paredes, observando su interior. Debía estar sensible y cubierta de semen.
―Está un poco irritada ―se preocupó―. Lili, si no querías...
―Siempre quiero, siempre quiero ―protestó Lisa. No le confesaría que le gustaba tener sexo con ella en sus celos, porque Jennie era más atenta y cariñosa―. Estoy bien.
La mujer no se veía convencida, por lo que se bajó de la cama para ir al baño. Lisa comenzó a sollozar, sensible por el celo y sintiéndolo como un rechazo a su omega, y ni siquiera se calmó cuando Jennie volvió, con una crema en sus manos. Era una pomada.
Balbuceó débiles protestas al sentir a Jennie aplicándole el ungüento en el borde, sin llegar a tocar su entrada.
―Tal vez debería ir a limpiarte...
―¡No! ―saltó Lisa―. ¡No, no! Bebés, bebés ―trató de explicar la omega, desesperada.
Si la bañaba y le limpiaba la entrada, podría disminuir sus posibilidades de embarazo. Lo que menos quería era eso, considerando que había pasado cerca de un mes desde que la madre de Jennie le preguntó sobre cachorros. Lisa sentía demasiada presión encima, porque no quería que acabara el año sin quedar preñada.
Los rumores a su alrededor iban aumentando, especialmente esos de que Jennie tenía amantes. Estaba poniéndose demasiado nerviosa con el pasar de los días, y no mejoraba el hecho de que su alfa estuviera llegando un poco más tarde las últimas semanas.
―Está bien, cariño ―suspiró Jen―. Vamos, es mejor que duermas, apenas has pegado un ojo.
―Ven aquí, por favooooor ―pidió la rubia, mirándola con lástima.
Jennie le revolvió el cabello.
―Tengo trabajo, Lis, ya me he atrasado mucho con tu celo ―se bajó de la cama, buscando su bata―. Si necesitas algo, estaré en el cuarto de trabajo, aunque échate a dormir.
Antes de que pudiera replicarle, Jennie salió de la habitación y cerró la puerta con suavidad. Lisa observó la pared, conteniendo las ganas de llorar. Si hubiera sido un día normal habría razonado de otra forma, sin embargo, con el celo y sus hormonas alteradas, era mucho peor.
Tal vez Jennie sí la estaba engañando. Lo más probable es que estuviera decepcionada porque su omega no le estaba dando cachorros, además de no ser atractiva y muy inteligente. Debía estar buscando alguna omega con la que reemplazarla pronto, por eso tampoco se interesaba en ella durante sus celos. Pareciera que Jennie estaba allí más por un deber que por otra cosa, y eso le lastimaba muy profundamente.
Se acurrucó bajo las sábanas, lloriqueando entre hipidos. Sin embargo, sus lamentos se vieron interrumpidos cuando sintió la puerta siendo abierta.
―Lisa, ¿qué pasa? ―preguntó la alfa, cansada.
―Nada ―barboteó la menor―, estoy... estoy durmiendo. Duermo, alfa.
―No estás durmiendo. Sabes que compartimos un enlace, ¿cierto?
Ahora si se puso a llorar con ganas. Sentía que Jennie se estaba quejando ante el hecho de estar unidas. De seguro le fastidiaba un montón que estuvieran conectadas de esa forma.
―Me abandonas ―lloró―. Te vas, no me quieres, me abandonas.
―Claro que no, Lis ―Jennie sacudió su cabeza, yendo a la cama―. ¿Qué dices? Jamás te abandonaría.
―Noooooo ―negó la omega―. Me olvidas, me olvidas...
Jennie frotó el puente de su nariz, acostándose en la cama a pesar de saber que tenía demasiado trabajo que hacer. Lisa murmuró un par de cosas más antes de sacar su cabeza, lo suficiente para que sus ojos se fijaran en los gatunos de su esposa.
―¿Dormirás si me quedo aquí? ―preguntó, Lisa asintió apenas―. Venga, vamos, a dormir.
Lisa se arrastró y abrazó a la alfa, suspirando por el aroma a cítricos rodeándola. Jennie le besó la frente, agotada, pero cerró sus ojos. Tal vez una siesta le ayudaría a ambas en ese momento.
***
No sabía por qué se estaba arreglando tanto para esa salida, y soltó un suspiro bajo con derrota, bajando el labial antes de mirarse al espejo.
No estaba haciendo nada malo, ¿cierto? Es decir, sólo saldría con Rosé a comprar un par de cosas. Se lo dijo a Jennie el día anterior, pero su esposa no lo tomó mucho en cuenta, toda la tarde atendiendo llamadas, y dijo que no había problema con eso. Sin embargo, no quitaba que se siguiera sintiendo un poco culpable, especialmente al ver cuánto se esforzaba en lucir bien, como si quisiera impresionar a alguien.
Bueno, es que debía hacerlo, ¿no es así? Irían a muchas tiendas e iban a encontrarse con demasiada gente que le reconocería. Si le veían algún descuido, no dudarían en empezar con sus susurros. Por lo menos, si la iban a criticar, que no fuera por el modo en que vestía. A Lisa le gustaba ser colorida, pero no pegaba demasiado bien en la aristocracia. Jennie jamás le decía algo, sin embargo, tal vez se avergonzaba de ella cuando vestían con tanto descuido.
Volvió a suspirar, mirando su ropa: unos pantalones negros, una camisa celeste, su pelo ordenado cuidadosamente. Aburrido, pero aceptable.
Salió de su casa, subiendo al auto y dirigiéndose al restaurante en el que iba a juntarse con Rosé. Almorzarían antes de ir a comprar. Según lo que le contó la alfa, acababa de mudarse a un departamento más grande y pensaba que necesitaba nuevas cosas que le dieran un poco de color. Tuvieron que esperar un par de semanas para verse, pues Lisa tuvo su celo la semana pasada, además de que Rosé también estaba ocupada con su trabajo.
Estacionó su vehículo, bajándose y yendo al interior del bonito lugar. Era un lujoso, pero pequeño restaurante, especializado en comida italiana. Roseanne ya le estaba esperando en el interior, así que se sentó frente a ella con una expresión tímida.
―Lis ―saludó la más alta―, ¿te gustó el lugar?
―Es muy bonito ―concedió Lisa―, pero no creo conocer mucho de la cocina italiana.
―¿No? ―le sonrió―. Bueno, yo puedo ayudarte. Me gusta mucho probar platos de distintos países. El año pasado fui a Italia por vacaciones, así que quedé encantada con la comida que servían.
―¿De verdad? ―Lisa estaba realmente admirada―. Siempre he querido ir a Europa. Es decir, me gustaría conocer un montón de lugares del mundo...
―¿Y Jennie no te lleva? ―cuestionó Rosé, un poco confundida―. En sus vacaciones-
―¡Ah, Jennie Unnie está muy ocupada y no quiero molestarla con mis tonterías! ―dijo con nervio. Su voz salió un poco más fuerte de lo que hubiera deseado, así que agarró la carta para fingir buscar un plato que le llamara la atención.
―¿Es la esposa de Jennie Kim? ―escuchó murmurar, cerca suyo.
―Sí, mira qué desagradable es. Ahora entiendo porque tiene una amante...
Tosió con fuerza, como queriendo ahogar esas palabras. Rosé no se veía muy satisfecha frente suyo, pero lo ignoró, concentrando su mirada en los nombres italianos de la carta.
―Lisa, no son tonterías. Deberías hablarlo con ella, estoy segura de que Jennie te llevaría ―la australiana ladeó la cabeza―. Y si no lo quisiera, puedes pedírmelo a mí y yo te llevo.
Manoban sintió sus mejillas ponerse coloradas ante el ofrecimiento, sin embargo, no tuvo tiempo para responder, pues apareció el mozo a preguntarles si ya estaban listas para ordenar. Rosé pidió un plato llamado orecciette alla plugiese, mientras que Lisa dijo el primer nombre que atrajo su atención: melanzane alla parmigiana. Ambas pidieron, además, agua para acompañar la comida.
―¿Cómo va todo el trabajo, Unnie? ―le cuestionó, decidida a cambiar de tema.
―Un poco pesado ―confesó la mayor―, tuvimos un escándalo con una actriz la semana pasada y estoy encargada de cubrirlo todo de la mejor forma.
―Qué horrible ―comentó Lisa, y puso una cara triste―. Lamento si te estoy quitando tiempo, no quiero...
―Lisa, ¿qué dices? ―Rosé parecía sorprendida―. No me estás quitando tiempo, es más, estoy muy feliz de que hayas accedido a salir conmigo. Estar contigo jamás es tiempo desperdiciado.
Volvió a sentir sus mofletes ruborizados, y, por un breve instante, un pensamiento cruzó su cabeza. Lo que daría porque fuera Jennie la persona que le dijera eso, quien se hiciera un instante para compartirlo con ella.
Se obligó a hacer desaparecer aquella idea. Jennie hacía todo lo posible, trabajaba mucho para que no les faltara nada, y si bien no era cariñosa, no era motivo para quejarse. Lisa sólo estaba siendo egoísta.
Sin embargo, no entendía también por qué Roseanne le decía esas cosas. La alfa podría enfocar esos coqueteos en un omega o una omega que estuviera libre, ¿por qué le coqueteaba y le sonreía tan encantadoramente? Qué afortunada sería la pareja de Rosé, pensó con envidia, porque recibiría todas esas palabras y atenciones que ella tanto deseaba.
―¿Está engañando a Kim? ―escuchó murmurar―. Qué vergüenza de omega.
―Cuando la vi por primera vez supe enseguida que era una puta barata.
Trató de componer una sonrisa en su rostro.
―Unnie, no deberías decir esas cosas ―le dijo, y ladeó su cabeza a propósito para mostrar la marca en su cuello, como queriendo recordarle que ya tenía una esposa―. ¿Hay alguien en el trabajo que te interese?
―Nadie por el momento ―Rosé no dejaba de observarla con intensidad―. Tengo los ojos puestos en otro lado, Lis.
Lisa quería pedirle que se detuviera, que dejara de hacer eso, porque le estaba poniendo en serios aprietos. No porque le incomodara y se le hiciera desagradable, todo lo contrario: disfrutaba demasiado de la forma en que le trataba, y eso no estaba bien. Ella ya tenía una esposa a la que amaba y respetaba, ¿no era serle infiel desear lo que otra alfa le decía? Sin embargo, no podía evitarlo, y le hacía sentir de una forma ruin y rastrera. Jennie no se merecía eso.
Era extraño, pensó Lisa, ya que no era como si se estuviera enamorando de Rosé o algo así. Es decir, podía sentir una leve atracción, pero lo que le provocaba emociones encontradas era la forma en que le trataba. Lisa quería eso, aunque lo que deseaba con todo ahínco era que fuera Jennie la persona que actuara así. Atenta, cariñosa, preocupada y cálida. No tan obsesionada con su trabajo, halagándola y haciéndola sentir segura de lo que ellas tenían. Que no fuera siempre costumbre, que algo se saliera de la rutina, que hubiera sorpresas de por medio.
Sin ir más lejos, en dos días más, sería su aniversario de bodas. Hasta ahora, Jennie no había dado indicio alguno de recordarlo. Lisa tendría que preguntarle en la tarde si harían algo, para no llevarse una decepción como el año pasado.
―Estás muy pensativa ―comentó Rosé al verla en silencio.
Lisa parpadeó, tratando de enfocarse en la realidad.
―Lo siento, es que estoy algo preocupada —habló, sonriendo con disculpa―. Pero no hablemos de eso, Unnie. Dime, ¿qué es lo que necesitas para tu nuevo departamento?
La comida transcurrió con normalidad, y una hora después, estaban saliendo del lugar. Se dirigieron hacia el centro comercial más cercano para ir a distintas tiendas, y si bien Roseanne no escatimó en halagos, transcurrió con total normalidad. En realidad, fue muy agradable salir con la alfa, a pesar de todo. Incluso, Park le compró unos bonitos esmaltes para sus uñas cuando vio que Lisa se les quedó mirando. Quiso rechazarlos, sin embargo, la más alta insistió tanto que tuvo que aceptarlos, con una sonrisa enorme en su rostro.
Por otro lado, también aprovechó ese momento para buscarle un regalo a Jennie para el aniversario de bodas. Luego de mirar tantas cosas, decidió comprarle una cámara fotográfica nueva. Lisa sabía que uno de los pasatiempos que le gustaba hacer a la castaña, en su poco tiempo libre, era sacar fotografías. Los últimos meses se había estado quejando de que su vieja cámara le estaba fallando, y como no tenía demasiado tiempo para ir a comprar una nueva, parecía el regalo perfecto para Lisa.
Cerca de las seis de la tarde, fueron a comer un helado. Lisa estaba pensando que ya debía marcharse a preparar la cena, Jennie llegaría en una hora más a casa, pero antes de poder hacerlo, recibió una llamada. Era su esposa.
―¿Sí, Jen? ―preguntó, esperando a Rosé, que estaba pidiendo su helado.
―Hey, Lis, ¿cómo va todo? ―saludó Jennie, pero no esperó una respuesta, porque siguió hablando―. Cariño, te estoy llamando porque llegaré un poco más tarde hoy también.
―Oh ―Lisa, por primera vez en muchos días, no se sintió mal por lo que estaba escuchando―. Está bien, no te preocupes. ¿Tienes mucho trabajo?
―Demasiado papeleo ―escuchó de fondo una voz femenina―. Sí, ya voy ―habló la alfa a la otra persona.
―Está bien ―repitió, un poco incómoda―. Um, de todas formas, ¿cómo a qué hora estarás en casa? Estoy fuera...
―¿Fuera? ―Jennie volvió su atención a ella―. ¿Sigues con Jisoo?
Lisa se quedó en silencio un momento, viendo llegar a Park, que se sentó a su lado. No quería sentirse lastimada por la pregunta de la coreana, pero no pudo evitarlo.
―Estoy con Rosé, Jennie ―respondió.
―¿Rosé? ―ahora Jen parecía sorprendida―. ¿Por qué no me lo dijiste?
―Te lo dije ayer ―contestó―, me dijiste que no había problema.
―Porque te escuché que saldrías con Jisoo —replicó la mayor, molesta―. Estoy segura de que dijiste eso, Lisa.
―No, dije Rosé ―insistió―. Ya, no importa, nunca me escuchas. Vuelve a trabajar, Jennie, nos vemos después.
Pudo sentir, a través del enlace, vibraciones de molestia y enojo. En cualquier otro momento, Lisa no habría dudado en echarse atrás, en pedir perdón y preguntarle si había algo que podía hacer para calmarla. Sin embargo, ahora, sólo permaneció en silencio.
Jennie resopló.
―Te veo más tarde ―masculló, cortando.
Lisa empujó su lengua contra su mejilla en clara señal de molestia, antes de sentir como sus labios se curvaban hacia abajo. Una parte de ella quería gritar y llamar a Jennie para protestar, pero eso no sería bien visto, además de que la alfa era su esposa.
―¿Una discusión? ―preguntó Rosé, llamando su atención.
La omega lamió su helado, tratando de relajarse y no tensar su expresión.
―A veces, las parejas peleamos ―explicó, porque no quería volcar todos sus sentimientos sobre Roseanne.
―Lis ―dijo la alfa, comprensiva―, puedes contarme lo que quieras, ¿lo sabes? Somos amigas.
Lisa vaciló un momento, porque esas cosas no se las había contado a nadie, ni siquiera a Jisoo. Sentía que su amiga no la comprendería, pues Jisoo tenía una linda relación con Haein, que nació en base a la atracción y el amor que sentían. Ellos decidieron casarse, no fue algo arreglado.
―Jennie es fría conmigo ―dijo, y esas fueron las primeras palabras que la impulsaron a seguir hablando.
Antes de darse cuenta, le contó todas las inseguridades que tenía sobre sí misma y sobre la relación con Jennie, empezando por el hecho de que la alfa era descariñada y más centrado en el trabajo que en otra cosa. Le habló sobre la posibilidad de que fuera infértil y lo que produciría en su matrimonio, pues un hijo era fundamental para seguir con el legado de los Kim. Le contó sobre las sospechas que tenía de que Jennie le estuviera siendo infiel, de que estuviera mirando hacia otro lado, porque ella sólo era una incomodidad para la castaña.
Por Dios, le soltó todo sin pensarlo un poco, y cuando se dio cuenta, cubrió su boca con ambas manos, apenada y avergonzada. Rosé estaba en silencio, un poco atónita con todo lo que acababa de oír.
―Lo siento ―se disculpó la rubia―, no quería... No estoy siendo ingrata, sólo...
―Lis ―suspiró―, no pidas perdón, ¿está bien? No tienes que pedir perdón por sentirte así. Tus emociones son válidas, no debes ocultarlas o reprimirlas. No frente a mí, al menos.
Lisa sorbió por su nariz, sin darse cuenta de que sus ojos estaban llorosos hasta ese momento. Los limpió con rapidez, sabiendo que no quería llorar, al menos no en público.
―Es sólo que... Me he sentido muy sola —habló, apenada―. Siento que Jennie no me ama y sólo soy una carga.
―Deberías hablarlo con ella, sobre cómo actúa contigo. Está bien que su personalidad sea de esa forma, pero te afecta indirectamente, y eso no es bueno para las dos ―vaciló un momento―. Sobre si te engaña... Es decir, conozco a Jennie y sé que no es ese tipo de alfas, Lis, pero... Si quieres, puedo echarle un ojo.
―¡No, no! ―saltó Lisa, espantada―. No, yo... Si me engaña, prefiero no saberlo ―confesó, temerosa―. Prefiero no saberlo por terceros.
―De todas formas, insisto en que es algo que se debe hablar ―continuó Rosé―. Las relaciones se basan en la confianza y la comunicación, Lis ―un instante de silencio―. Sobre lo del embarazo, Lisa, no estoy segura de eso. Sé que para muchos alfas es importante tener cachorros. Pero, aún así, si ella te rechaza por eso, es una idiota.
Lisa no pudo evitarlo, y se rió al escucharla decir eso con total convicción.
―No digas eso...
―Es verdad ―sacudió su cabeza―. Un hijo no lo es todo en un matrimonio, Lis. A mí no me importaría no tener hijos si te tengo a ti.
La omega ahora sentía que iba a llorar al escuchar eso. No era justo, para nada justo, ¿por qué las cosas eran tan complicadas en ese momento? ¿O era sólo ella quien se estaba enredando en ese asunto?
―Rosé... ―comenzó a decir.
―Lisa ―le interrumpió, amable―. Eres como una pequeña flor, ¿lo sabes? Sólo que te falta florecer.
No pudo evitarlo, y la abrazó. No le importaba si algunas personas la veían, si decían que no era un comportamiento adecuado para una omega, que ella ya estaba casada. Lisa sólo necesitaba un abrazo, nada más, y Rosé estaba ahí en ese momento.
La alfa le devolvió el abrazo, tranquilo y calmado, sin propasarse.
Al despedirse, más tarde, le agradeció lo que hizo por ella. Rosé le dijo que no debía agradecer nada, y que pensara en todo lo que le dijo. Lisa prometió hacerlo.
Llegó a casa pasadas las siete y media de la tarde, sin sorprenderse al ver que Jennie no estaba. De todas formas, fue a la cocina para preparar la cena, porque a pesar de que hubieran tenido una discusión, todavía tenía ciertas responsabilidades que atender.
La alfa llegó cerca de las nueve de la noche, con aspecto cansado y malhumorado. Lisa decidió no decirle algo, sólo saludándola, y la castaña pasó directo al cuarto matrimonial.
Por un instante, la omega pensó que no iba a cenar con ella por el enfado que sentía. Sin embargo, diez minutos después, Jennie volvió con el pijama puesto. Lisa sirvió los platos.
Comenzaron a comer en tenso silencio. La menor pensó que tuvo que haber prendido la televisión, para al menos tener cierto ruido de fondo que supliera la falta de sonido.
―¿Cómo te fue con Rosé? ―preguntó, a los quince minutos que empezaron a comer.
―Bien. Necesitaba ayuda con su departamento, así que compramos unas cosas para decorarlo.
―¿Fuiste a su departamento? ―continuó, con un tono que bordeaba la incredulidad.
Lisa parpadeó.
―No ―respondió, un poco desorientada―. Nos juntamos a comer y luego fuimos al centro comercial, nada más.
―Ah ―Jennie tensó su mandíbula.
Otro largo silencio. La rubia decidió dar un paso más.
―¿Cómo te fue en el trabajo? ―preguntó.
Jen limpió su boca con la servilleta, sirviéndose un poco más de vino. Lisa se percató de que estaba bebiendo más de lo normal, lo que era demasiado raro. Por lo normal, solía controlarse bastante bien con la bebida.
―Pésimo ―contestó la castaña―, mañana también tendré que hacer horas extra. El grupo está a punto de debutar y ya hay algunas fans que están acosando a los integrantes.
―Que horrible, Jen ―le miró de reojo―. Estaba pensando que el viernes...
―También deberé quedarme hasta tarde, tengo una reunión con el resto de los inversionistas ―le interrumpió la alfa, sacudiendo su cabeza. Lisa asintió, rígida―. Si querías salir, lo podemos hacer otro día, ¿está bien?
―Bueno, Jen ―aceptó, sabiendo que eso no ocurriría.
Terminaron de comer poco después. Jennie se fue al cuarto y Lisa se quedó lavando los platos, tratando de no llorar por el hecho de que su alfa olvidó el aniversario de bodas. Otra vez.
Cuando dejó todo limpio, fue al cuarto. Su alfa ya estaba acostada, mirando la televisión, y Lisa se puso el pijama antes de acostarse al lado. No pasaron ni dos segundos desde que se acomodó, cuando Jennie gruñó y la abrazó con fuerza.
―Por dios, apestas a Rosé ―se quejó la mayor―. Muéstrame tu cuello.
La omega no se quejó ni protestó, sólo obedeció. Soltó un gemido en el momento en que los dientes se cerraron sobre su glándula de feromonas, y de forma inmediata, pudo sentir su aroma cambiar.
―¿Mejor? ―suspiró Lisa, con su omega menos tensa, más relajada.
Cuando iba al colegio, les enseñaban de distintas técnicas que las parejas podían realizar para eliminar la tensión entre ellas. Lo que Jennie acababa de hacer era una de las más conocidas, con la alfa imponiendo su lugar como cuidadora y protectora. Además, si Lisa estaba envuelta en otro aroma, era bastante evidente que su alfa estaría irritada.
―Mucho mejor ―Jennie lamió su herida, arrancándole un escalofrío―. Buenas noches, Lisa-ah.
―Buenas noches, Jen ―fue lo único que dijo, sintiendo como algunas palabras querían empujar por su garganta para escapar.
No, lo haría otro día, cuando no estuvieran peleadas. Lisa sería valiente en otro momento.
Ahora, sólo disfrutaría su cobardía.
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