Capítulo 01
Cuando Lisa despertó, supo enseguida que estaba sola.
Se removió entre las suaves sábanas, suspirando por las ganas de quedarse en la cama, pero sabía que no correspondía. Ese día debía lavar la ropa blanca de la semana, además que tenía una cita a la que ya dijo que asistiría.
Giró en la cama, quedando boca arriba, y sintió el líquido escurriendo por su entrada. Jennie anudó dos veces la noche anterior, con Lisa tan cansada que no se molestó en ir a limpiarse. Mejor así, la omega estaba un poco preocupada por no estar embarazada todavía. Jennie no le decía nada ni le presionaba por eso, pero Lisa tenía un deber qué cumplir con su esposa.
Suspirando, terminó por ponerse de pie para ir a darse una ducha. La mayor había salido dos horas atrás para ir a su trabajo. A veces, Lisa despertaba con ella e iba a prepararle el desayuno, aunque en otras ocasiones no era así. Jennie era bastante autosuficiente en ese sentido, pero a Lisa le sentaba un poco mal no poder servir a la alfa como correspondía.
El próximo mes sería el aniversario de matrimonio. Cumplirían cuatro años de casadas, y Lisa esperaba que Kim no lo olvidara como el año pasado. Le hacía mucha ilusión recibir alguna atención de su mujer, por pequeña que fuera, a pesar de que la castaña no fuera una alfa demasiado cariñosa. A la omega no le gustaba pedirle demasiado, sin embargo, se sentía bien saber que su esposa le quería.
Ambas se casaron cuando Lisa cumplió los dieciocho años y terminó la secundaria. Había sido un matrimonio arreglado entre ambas familias, que pertenecían a la aristocracia del país. Una fortuna para Lisa, que era omega, pues muchas personas veían a las omegas como una desgracia. Sus padres no estaban muy contentos con ella en ese sentido, pero se encargaron de arreglarle un buen matrimonio que trajera beneficios a la familia.
Básicamente, los padres de Jennie tenían una deuda de dinero con la familia de Lisa. Sus papás decidieron perdonar dicha deuda, si la hija de los Kim aceptaba a Lalisa como pareja. Ellas se conocieron en una cena, Jennie le echó un vistazo y dio su veredicto.
―Está bien, no tengo problema en casarme contigo ―comentó, tranquila y sin una señal de asco.
Jennie estaba saliendo de la universidad en ese momento, con veintitrés años. A Lisa le gustó mucho el porte elegante que tenía, su piel lisa y el aroma a cítricos que soltaba. Estudió Derecho y pronto entraría a trabajar en la empresa de sus padres.
Así que ellas salieron por un mes antes de casarse e irse a vivir solas. Lisa estaba muy asustada al inicio, sin embargo, la mayor fue amable y paciente, y no le había tratado mal en ningún momento. Es decir, a veces discutían, pero nunca escaló a una pelea fuerte. Lisa siempre solía retroceder con rapidez, fue criada para someterse y era algo que salía naturalmente en ella. No le gustaban los conflictos, y menos si eran con un alfa. Peor aún, si eran con su mujer.
Tal vez, si tuviera que definir su vida, diría que era un poco aburrida. No pasaban demasiadas cosas emocionantes. Solía quedarse en casa gran parte del día, limpiando, ordenando o lavando ropa, esperando a que Jen llegara. Cuando la alfa regresaba, tenía la cena lista, comían, e iban a tener sexo. Incluso el sexo podía ser un poco aburrido, al menos para la rubia, que no lo disfrutaba particularmente. Al inicio sí, pero Jennie fue dejándose cada vez más, y a veces follaban hasta que la alfa quedaba satisfecha. Podía haber noches en las que Lisa no tenía ningún orgasmo, pero la otra acababa, y las cosas terminaban allí.
No es como si la omega se lo reprochara o exigiera. No le gustaba exigir cosas, reclamar y protestar ese tipo de atención. Temía mucho enfadarla y que le abandonara. De alguna extraña forma, con el paso del tiempo, llegó a quererla. Puede que incluso la amara, no lo sabía bien, porque tampoco tenía con qué compararlo. Sin embargo, no sabía si era recíproco. Es decir, Jennie le decía que le quería, pero no más que eso, y por lo mismo le daba miedo arruinarlo. Si la alfa la dejaba, sus padres se enojarían con ella, además de que no sabía trabajar en algo como para valerse por sí misma, y estaba acostumbrada a esa vida que llevaba. Pudo haberle tocado peor, y no quería desestabilizar esa tranquilidad que ya había logrado.
Se limpió con profundidad, acariciando la marca en su cuello. Una vez estuvo lista, se vistió de forma relajada para la salida que tenía. Quedó en ir a desayunar a un salón de té con Jisoo. No estaba particularmente entusiasmada por eso, pero hacía mucho que no salía con su mejor amiga, y Jisoo ya se lo estaba reclamando.
Se vistió con un jean azul y un suéter blanco, encrespando sus pestañas y haciéndose un delineado ligero. No sabía para qué se esforzaba tanto, si a dónde fuera, escucharía los murmullos de otras personas.
Los Kim eran muy conocidos, demasiado para su propio gusto. Su boda fue un asunto casi público, con fotos en todos los periódicos e incluso con personas que no conocía de ninguna parte, pero eran famosos. Llegó a ir la popular actriz de dramas, Im Nayeon, que era amiga de Jennie. Por eso mismo, cuando Lisa se casó, muchos ojos voltearon a verla. A cada lugar al que iba, solían reconocerla y era cuando oía esos odiosos susurros.
Agarró su bolso, revisando que llevara la tarjeta de crédito que Jennie le entregó, y salió de su casa. La castaña compró esa gran casa como regalo de bodas, con cuatro habitaciones, para una gran familia. Para al menos tres cachorros, contabilizó Manoban, y trató de respirar para no dar paso al pánico de saber que todavía no le daba ningún bebé.
Subió a su auto, que la alfa le regaló en su primer cumpleaños junto a ella, y condujo hacia el salón de té en el que quedó con Jisoo. Quedaba en un lugar exclusivo de la ciudad, para gente de clase alta, con una enorme terraza que daba hacia un frondoso parque. Jisoo la estaba esperando afuera, con su bonita barriga de cinco meses, y la saludó con entusiasmo. Lisa se esforzó en no mirarle el vientre, porque sino, sentiría celos. Jisoo llevaba sólo un año de casada y ya estaba en cinta.
―¡Limario, hace mucho que no te veía! ―saludó la omega, feliz.
―Hola ―saludó, haciéndole un gesto para que entraran―. ¿Cómo lo llevas, Jichu?
―¡Genial! ―contestó, sin dejar de sonreír―. Tendré gemelos, ¿puedes creerlo?
Lisa quería sentirse genuinamente contenta por su mejor amiga, pero había una pizca de envidia en su interior.
―¿La viste? Es la omega de Jennie ―escuchó el primer murmullo, que venía de unas chicas omegas que le miraban de reojo.
―No sé qué le ve ―contestó la otra―, se ve tan ordinaria, una lástima que Jennie haya aceptado ese matrimonio. Pudo haber tenido a cualquiera...
―¿Y cómo van las cosas con Haein? ―le preguntó, demasiado fuerte para su propio gusto, pero sentía los nervios haciendo mella en su interior. Agarró la carta para ver qué iba a ordenar.
―Todo va maravilloso ―respondió la azabache, luciendo realmente alegre―. La próxima semana tomará unas vacaciones e iremos a Jeju por dos semanas, ¿lo puedes creer? Hace mucho no teníamos un tiempo para los dos. ¿Y tú?
Se encogió de hombros, aunque se forzó a sonreír, sabiendo que muchas personas le estaban mirando allí, atentos para escuchar cualquier cosa.
―Jennie sigue tan trabajadora como siempre ―dijo, llamando a una camarera, y pidió un té verde junto a un trozo de tartaleta. Jisoo quiso un batido con donas―. Cuando se tome vacaciones, le diré que vayamos a Europa, tengo muchas ganas de conocerlo.
―¿De verdad? ¡Qué bonito! ―contestó Kim, pero Lisa pudo notar cierta preocupación en su mirada.
―Es obvio que Jennie la engaña ―habló un alfa a mesas de ellas―, mírala, no es hermosa.
―Me gustaría ser uno de los amantes de Kim ―suspiró el omega que acompañaba al alfa.
Claro que no, Jennie jamás la engañaría. Eso era imposible, su esposa era un alfa hecha y derecha, no se atrevería a engañarla así. Además, siempre parecía muy satisfecha en el sexo, siempre se corría en su vagina y, a veces, le hacía bonitos arrumacos que le hacían feliz. Lisa se ponía mucho más alegre cuando Jennie era cariñosa con ella.
No pudo evitarlo y comenzó a sentirse un poco mal, sin embargo, trató de no demostrarlo. No quería que Jisoo se diera cuenta de lo mucho que le afectaba.
―Lisa, ¿todo va bien?
Para su propia fortuna, en ese momento llegó la camarera a dejarles su desayuno. Jisoo parecía dispuesta a seguir preguntando, pero el celular de la rubia sonó, y sonrió cuando se dio cuenta de que era Jennie.
―¿Jen? ―contestó, más animada. Jennie no solía llamarla demasiado.
―Lisa, ¿cómo va todo? ―saludó su esposa al otro lado de la línea.
―Bien, estoy con Jisoo en un salón de té, luego pensaba volver a casa...
―No, no regreses ―le cortó Jennie―, ven a verme, ¿sí? Vamos a almorzar juntas.
―¿De verdad? ―se sintió como un gran alivio―. Claro, ¡pasaré directo a tu oficina!
―Perfecto. Ya tengo que irme, Lisa-ah.
―Sí, sí, no te preocupes. Te amo, Jen.
―Nos vemos, bebé.
Finalizó la llamada, contenta y feliz por la atención recibida. Jisoo parecía aliviada frente a ella, por lo que se pusieron a desayunar entre conversaciones. Sin embargo, eso no quitó que siguiera escuchando los susurros a su alrededor.
―Pobrecita, mira la omega desastrosa que es...
―No le ha dado ningún cachorro todavía, probablemente se divorcie de ella en un año más...
―Seguro que Kim tiene otras omegas que sí le han dado un cachorro...
Trató de ignorar todo lo que escuchaba, a pesar de que se volvía más y más duro cada vez. Cada vez que salía a comer, o tenía un evento, era como si esos murmullos la persiguieran. Las personas tenían el sentido de susurrarlo suave, como para que ella no escuchara, pero a Lisa le llegaba fuerte y claro.
Una vez, en los primeros meses de casada, un alfa dijo en voz alta que la omega lucía como si la hubieran sacado de la basura. Jennie lo escuchó, se enfadó un montón y hubo una pelea, en la que ese alfa terminó por pedirle disculpas. Su pareja le dijo que, si le volvían a decir algo así, se lo dijera para solucionarlo, pero Lisa no se atrevía a hacerlo. Como eran sólo murmullos, bien esas personas podían escudarse en que escuchó mal o no se referían a ella.
Una hora después salieron del salón de té, yendo a un pequeño centro comercial para buscar ropa qué comprar.
―Estoy un poco preocupada ―le confesó Lisa, mientras caminaban. Jisoo le miró―. No he quedado embarazada en estos años, ¿no habrá algo mal en mí?
―Bueno, cada pareja tiene su tiempo, no deberías estresarte, Lis. Mientras más le des vuelta, peor será para ti.
―Pero no quiero decepcionar a Jennie.
―¿Por qué la habrías de decepcionar? —parecía genuinamente sorprendida.
―Porque debo darle cachorros ―explicó Lisa―. ¿Será que no tenemos suficiente sexo?
―Lis... ―Jisoo la detuvo, otra vez preocupada―, los hijos no lo son todo en un matrimonio, ¿lo sabes? Y si Jennie te ama, no le tomará importancia a eso.
El problema es que no sé si me ama, pensó Lisa, fingiendo que estaba de acuerdo con las palabras de su amiga.
Al final, terminaron por entrar a varias tiendas para buscar ropa. Jisoo estaba muy entusiasmada por sus cachorros, así que compró mucha ropa para bebés. Dijo que serían un niño y una niña, por lo que también compró bastantes juguetes. Lisa no pudo evitarlo, y compró también unas zapatillas pequeñas que le parecieron encantadoras. Tal vez, si quedaba preñada dentro de poco, podría usarlas para darle la sorpresa a Jennie. Estaba segura de que un cachorrito les haría muy bien, así que esperaba recibir una buena noticia pronto.
También compró ropa para ella, a pesar de que no solía usar muchos conjuntos distintos, porque no salía demasiado de casa. Sin embargo, parecía una buena forma de distraerse y enfocar su atención en otra cosa.
―Vi a Kim salir el otro día con una omega preciosa ―escuchó, mientras estaba en el probador―. Pobre chica, ¿realmente creía tener una oportunidad con esa alfa?
Lisa se los demostraría. Les demostraría que podía darle un bebé a Jennie y tener la atención de la castaña sólo en ella.
Cerca de la una de la tarde, se despidió de Jisoo, que dijo que iría a visitar a su mamá. Ella en cambio, se dirigió hacia el edificio donde Jennie trabajaba. Los Kim eran conocidos por ser dueños de una compañía de entretenimiento, enfocándose en actores y idols. Jennie trabajaba como abogada para la empresa, pero era también una accionista, por lo que no debían preocuparse jamás por ingresos. Los padres de Lisa, en cambio, eran altos ejecutivos de un banco. De allí surgió la deuda de los Kim con los Manoban, pues mucho tiempo atrás, los Kim pasaron por un período financiero difícil y los Manoban les ayudaron a mantenerse a flote.
Entró al enorme edificio de quince pisos, siendo reconocida enseguida por los guardias y las recepcionistas. Mientras se subía al ascensor, escuchó los susurros.
―Viste tan mal, ¿seguro que es de clase alta?
―Me da lástima la señora Kim, obligada a casarse con esa omega que no le ha traído ninguna ventaja...
―La señorita Yeh era mejor opción para ella...
Cerró sus ojos brevemente. Yeh Shuhua era una alta ejecutiva que trabajaba en la empresa, y según había escuchado, estuvo en la lista de posibles esposas para Jennie. Además, era muy amiga de su alfa.
Una vez, a inicios del matrimonio, Lisa demostró su inseguridad respecto a ella. Jennie le sonrió, amable, y le revolvió el cabello.
―No te preocupes ―le dijo la alfa―, ella es sólo una amiga, Lisa-ah.
Lisa le creyó. Ahora, no estaba muy segura de eso, pero no lo iba a demostrar.
Se bajó en el piso catorce, donde Jennie tenía su oficina. Mientras caminaba por el pasillo, se encontró con la madre de su alfa, que le hizo un gesto para llamar su atención.
―Hola, señora Kim ―saludó, haciendo una inclinación―. ¿Cómo ha estado?
―Deja las formalidades, Lisa ―dijo ella, sosteniendo unas carpetas negras. La madre alfa de Jennie era sorprendentemente alta, con el cabello corto y negro, piel pálida y un porte elegante―. Eres mi nuera, ¿todavía no te acostumbras a que somos familia? Eres una Kim ahora.
Sonrió con disculpa, un poco avergonzada. Sabía que la madre de Jennie no tenía malas intenciones, pues siempre se caracterizó por ser comprensiva con ella. Sin embargo, siempre que hablaba lo hacía con fuerza, y sus palabras las escuchaba todo el mundo. De seguro la gente a su alrededor estaba pendiente de la conversación.
―Lo siento, seño... Hyorin ―corrigió a último momento.
―Así me gusta más ―la mujer le miró con aprobación―. ¿Vienes a ver a Jennie? Ha estado un poco estresada últimamente, le hará bien tu compañía. Estamos por debutar a un nuevo grupo y debe hacerse cargo de todos los trámites legales de...
Escuchó en atento silencio, a pesar de que por momentos se perdía en la conversación. Lisa no entendía muy bien cómo funcionaba eso de los negocios, no fue educada para ello, pero no sería tan grosera como para ignorar lo que le decía su suegra.
―En fin, no te entretengo más ―suspiró Hyorin―. Ve con Jennie. Oh, sí, ¿todavía no hay un cachorro en camino?
Lisa forzó una sonrisa en su rostro.
―Con Jennie estamos trabajando en eso ―le aseguró.
Hyorin asintió con aprobación.
―Un cachorro sería bueno en estos momentos, me gustaría ser abuela ya ―comentó, antes de despedirse y seguir su camino.
―Te aseguro que es infértil, ¿cómo puede pasar tanto tiempo y no quedar preñado? ―escuchó.
―O peor, ¿y si no comparten lecho? ―unas risas burlonas resonaron―. Tal vez Jennie no se acuesta con ella, debe ser un poco desagradable follarla.
Volvió a caminar con la cabeza en alto, fingiendo que no escuchaba todas esas horribles conversaciones que tenían acerca de su persona.
Cuando ya estaba llegando a la oficina de Jen, del interior de ésta salió Rosé, otra renombrada abogada de la empresa. La alfa la miró y le sonrió. Lisa volvió a sonreír, pero con más relaja.
―¡Vaya, Lisa! ―saludó, entusiasmada. Rosé la abrazó y Lisa inhaló el aroma alfa de la mujer―. Ha pasado mucho tiempo, ¿no crees?
―Demasiado ―se rió, contenta de ver otra vez una cara amigable—. Lo siento, es que no me paso mucho por aquí.
―Deberías. Se te echa mucho de menos, y no me refiero sólo a Jennie.
Lisa sabía que Rosé coqueteaba con ella, pero nunca sabía cómo reaccionar ante ello. Ella no creía... Es decir, ella tenía claro que jamás engañaría a Jennie o algo así. Además, ¿Rosé no era como una amiga de Jen? Eran compañeras de trabajo, como mínimo. Y Rosé sabía que era omega de otra alfa. Sólo lo tomaba como si fuera una broma, nunca en serio, aunque a veces sí se preocupaba por eso.
Se preocupaba, especialmente, cuando una parte de ella se sentía halagada por la atención recibida. Rosé le trataba muy bien, era comprensiva, le escuchaba y siempre le regalaba algo para su cumpleaños. A veces, era incluso más atenta que la misma Jennie.
Pero eliminaba esas ideas de su mente antes de que agarraran más fuerza. Lisa siempre le sería fiel a Jennie, así como Jennie lo era a ella. No importaba cuántas habladurías escuchara, su alfa nunca le sería infiel.
―¿Cómo va todo? ―preguntó, ignorando el flirteo.
Rosé era un poco más alta que Lisa, delgada y de rostro perfecto. Cuando sonreía, sus mejillas se elevaban y mostraba aquella dentadura impecable. Era muy guapa.
―Un poco abrumada, hemos tenido mucho trabajo últimamente. No he tenido demasiado tiempo para mí y debo comprar un montón de cosas nuevas para el departamento al que me mudé.
―¿Necesitas ayuda? ―se ofreció la más baja―. Si quieres, podría...
―Podríamos salir juntas un día ―habló Rosé, animada―. Debo buscar ropa nueva también y necesito para eso una segunda opinión.
―Cuando quieras ―aceptó la omega.
―¡Por eso me gusta que vengas! ―Rosé la abrazó por los hombros sorpresivamente, pero no se alejó―. Eres una chica tan atenta, Lis, te mereces lo mejor...
―¿Lisa?
La menor se giró, viendo a Jennie bajo el marco de la puerta con una mirada extraña. Sabiendo que debía ser una escena rara, con Rosé abrazándola, dio un paso lejos de ella. Park tenía una sonrisa educada en su rostro ahora.
―Jen ―dijo Lisa, caminando hacia la castaña―, ya iba a ir a verte, lamento llegar un poco tarde.
―No pasa nada ―la calma volvió al rostro de Kim, agarrándole la mano a su esposa―. Vamos, debo hacer un par de cosas antes de salir.
―Está bien ―se dejó llevar por su alfa, girándose hacia Rosé brevemente―. Nos vemos, Rosé Unnie.
La otra alfa se despidió, y Lisa cerró la puerta de la oficina. Era una habitación muy grande, con dos sofás largos, un librero que cubría toda una pared, la mesa y tres sillas. Jennie tenía una planta que Lisa le regaló dos años atrás para decorar ese lugar, además de unas fotografías de las dos en el escritorio: una de su boda, otra de ellas en la playa de Jeju y una tercera en su segundo aniversario de bodas. Tal vez podría llevarle una cuarta, para remarcar mejor su terreno.
―Acomódate ―ordenó Jen, pero antes de que Lisa se moviera hacia el sofá, tiró de ella―. No, espera un poco. No he recibido un beso tuyo hoy.
Lisa soltó una risita tonta, aunque le causó un poco de alegría eso. Jennie, sorpresivamente, le agarró de las mejillas y le dio un beso fuerte, de esos que le daba cuando tenían sexo. Por lo normal, sólo era un pequeño piquito el que compartían, sin embargo, Lisa prefería por mucho esos otros.
Se alejó con las mejillas coloradas. Jennie se veía más satisfecha ahora.
―¿Cómo te fue con Jisoo? ―preguntó, volviendo a su mesa para ordenar unas cosas. Lisa fue hacia el sofá más cercano.
―Está bien ―comentó la omega―, lleva muy bien su embarazo. Me ha dicho que irá con Haein a Jeju la próxima semana ―tomó un poco de valentía para seguir hablando―. Nosotras podríamos hacer algo así para tus vacaciones.
―¿Mis vacaciones? ―frunció el ceño ligeramente, sin voltearse a verla―. Pensaba tomarlas en unos cinco meses más. Estoy con demasiado trabajo, Lili. ¿Y a dónde quieres ir?
―Europa ―habló, esperanzada―. Podríamos ir a Francia, a Alemania, Italia también sería bonito...
―¿Tantos países? ―Jennie sacudió su cabeza en señal de reprobación―. No puedo estar lejos tanto tiempo, Lisa, siempre tengo demasiado trabajo. Japón sería mejor.
La omega asintió, deprimida, pero tratando de no demostrarlo. Que tonta fue, Jen tenía razón. Ya habían ido a Japón el año pasado, aunque tal vez podrían ir a otras ciudades. Por lo normal, la coreana se tomaba sólo una semana de vacaciones, cuando debería tener casi un mes completo para ellas. Además, al ser accionista, tenía más libertades personales, por lo que podía estar fuera más tiempo.
Pero Lisa no le sacaría eso en cara, no quería discutir con ella.
―Sí, no hay problema ―contestó, suspirando.
Tal vez no lo disimuló muy bien, porque Kim se volteó a verla. Lisa estaba haciendo ese gesto con su boca, labios hacia abajo, en clara señal de desánimo.
―Lisa-ah ―le llamó, y la chica se volteó a verla. A veces, Jennie olvidaba lo joven que era su mujer―, en otra oportunidad podríamos hablar lo de Europa, ¿bueno?
―Claro ―sonrió, a pesar de que seguía un poco triste por dentro―, lo entiendo, Jen. No te preocupes, más adelante podríamos tener unas largas vacaciones.
Sabía que eso no ocurriría. Jennie era un poco adicta al trabajo, y a veces, pensaba que, en una lista, ella siempre iría en segundo lugar. Primero el trabajo, después el matrimonio. Se había acostumbrado a eso, aunque no quitaba que le provocara mucha tristeza. A veces, Lisa soñaba con ser la primera de Jennie, la primera en todo aspecto, y temía que eso arruinara lo que tenían.
Finalmente, después de veinte minutos, la mayor terminó con todo lo que tenía pendiente. A Lisa le llamó la atención que la alfa apagara por completo la computadora y cerrara los cajones de su escritorio con llave.
―¿No piensas volver más tarde? ―preguntó, poniéndose de pie y yendo donde su esposa.
―No ―le tomó la mano, caminando con ella a su lado―, me tomaré la tarde. Te tengo un poco descuidada, ¿no es así?
La omega le miró, algo sorprendida.
―Jen...
―Vamos a almorzar fuera y luego volvemos a casa ―cerró con llave su oficina, antes de voltearse y agarrarla por la barbilla―. Tal vez podríamos tener un momento para las dos, mamá hoy me ha preguntado por cachorros.
Lisa hizo un puchero ligero.
―Lo siento ―se disculpó―, también quiero...
―Oye, no es necesario que pidas perdón ―Jennie le sonrió―. Un bebé vendrá en el momento idóneo, ¿está bien? Pero eso no quita que podamos disfrutar mientras. Me gusta estar contigo, Lisa-ah.
Lisa asintió con fuerza, contenta al escucharla decir eso. Jennie no era muy afectuosa, pero cuando lo era, la omega siempre se sentía derretir y su corazón se volvía loco.
―Te amo ―le dijo, dándole un beso ligero en la boca.
Jennie le dio otro beso.
―Vamos, preciosa.
Lisa no dejaría que nadie, ni esos odiosos rumores, arruinaran lo que tenía con Jennie.
***
Adaptación, historia original Hobibuba.
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